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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

28/6/13

El árbol republicano: ROUSSEAU-CASSIRER



            El fundamento de lo político en Rousseau(1)

a)      Derecho natural y autonomía de la voluntad.  El fundamento de lo politico.

Si se adoptan respecto a la doctrina de Rousseau  y su posición en el seno de la filosofía del siglo XVIII los criterios tradicionales con los que se le juzga, o,  dicho de otra manera, si se parte del punto de vista según el cual la aportación esencial de Rousseau  hubiera consistido en oponer el culto del sentimiento a una cultura que se limitaba a reconocer únicamente el valor del conocimiento, chocamos sobre un extraña anomalía. (...) Si es con esos supuestos con los que abordamos la ética y la teoría social en Rousseau, enseguida nos desengañaremos. Porque efectivamente, es algo destacable en Rossueau que- contrariamente a la opinión dominante en el siglo XVIII, - el sentimiento,  para él, queda  excluido de los principios que fundamentan la moralidad.

Toda la moral del siglo XVIII por muy divergentes que puedan ser en los detalles y en tanto se pueda  diseñar una tendencia general , muestra  que considera la cuestión del origen de lo ético como un problema de orden psicológico y no contempla la resolución de este problema mas que profundizando el análisis sobre la naturaleza del sentimiento moral. Es ahí, parece ser,  donde   se halla el punto de partida obligatorio  de toda teoría moral.  Se insiste sin cesar  en la idea de que tal teoría no puede pensarse de manera arbitraria ni puede ser forjada a partir de simples conceptos debiendo necesariamente apoyarse sobre el dato ultimo que proporciona la naturaleza  humana, dato que constituye un limite al análisis. Es , en la existencia y la especificidad del “sentimiento de simpatía”, del sentimiento moral, desde el que  se elabora la teoría moral de  un Shaftesbury, de un Hutcheson, de un Hume y de un Adam Smith. En el circulo de la Enciclopedia, la mayoría de sus pensadores han adoptado desde el inicio esta via. La carrera de un escritor filosófico como Diderot comienza por la traducción y comentario de la obra de Shaftesbury,  Inquiry Concerning Virtue and Merit,  y  en lo sucesivo se ceñirá  firmemente a la idea de que la moral debe deducirse del sentimiento de simpatía en el que ve una fuerza original sui generis de orden psicológico que en vano puede quererse reconducir al simple amor propio. Diderot se opone abiertamente a Helvetius cuando este ultimo, en su obra De l´Esprit, operará  esa reducción negando que exista ninguna fuente especifica y autónoma de la moral y buscando demostrar que la vanidad y el interés son los resortes de todas las acciones pretendidamente morales. Diderot está persuadido de que el único medio seguro o incluso posible de fundar la comunidad humana consiste  únicamente en mostrar que, lejos de ser una comunidad artificial, esta comunidad tiene su raiz en un instinto originario de la naturaleza humana. No es un pacto social el que crea la sociedad, éste no hace mas que dar forma y marco externo a una comunidad que preexiste. He aquí la tesis que sostiene Diderot y que trata de justificar detalladamente en sus artículos “ Droit Naturel” y “Societe” de la Enciclopedia.

Pues bien, directamente contra ella es contra la que Rousseau dirige su critica mas dura. No teme, al atacar  la concepción iusnaturalista de Grocio desarrollada por Pufendorf, volver a Hobbes, quien según Rousseau ha comprendido perfectamente que no existe en el estado de naturaleza  ningún lazo de simpatía que suelde entre si a individuos aislados. Cada uno no puede contar mas que consigo mismo y no busca mas que lo que es necesario  para su propia supervivencia. El único defecto del analsiis psicológico de Hobbes  reside para Rousseau en el  hecho de que substituya   al egoísmo puramente pasivo que existe   en el estado de naturaleza  por un   egoísmo activo. Por lo tanto el estado de  pillaje y de dominación por la fuerza es ajeno al hombre natural en tanto que tal; no puede aparecer y enraizarse mas que desde el momento en que el hombre vive en sociedad y ha convertido en familiares todas sus necesidades ”artificiales” que ha acrecentado. Por consiguiente, el motor primero de la constitución psicológica del hombre natural no es la voluntad de someter a otro por la fuerza sino ma s bien la apatía y la indiferencia hacia el prójimo.

Es cierto que Rousseau admite perfectamente que el hombre natural es capaza de compasión, pero esta `piedad no tiene su fuente en ninguna calidad originariamente “ética” de su voluntad sino simplemente la facultad de imaginación. Por naturaleza, el hombre tiene la capacidad de ponerse en lugar de otro, tanto en lo que es como en lo que siente. Esta facultad de “empatía”le permite hasta cierto punto sentir el sufrimiento de otro como si fuese el propio. Pero la distancia entre esa facultad, fundada sobre una simple impresión sensible y el interés activo, el compromiso efectivo por el otro, es muy grande. Se hace uno culpable de una  extraña housteron proteron y se confunde causa y consecuencia cuando se considera ese interés como el origen de la sociedad,. Tal simpatía, que supera el simple interés personal, puede, como mucho ser el fin de la sociedad, pero nunca su punto de partida.

No se evita esa dificultad- sino al contrario se acrecienta- si se recurre, no al simple sentimiento  sino a una “razón” del individuo que le enseñe que no puede alcanzar su propia felicidad mas que procurando igualmente la de otro. “Toda la economía de la sociedad humana- dice Diderot en su articulo “Sociedad” en la Enciclopedia- se apoya sobre este principio general y simple: quiero ser feliz, pero vivo con otros hombres, que, como yo, también quieren serlo cada un0o por su lado; busquemos el medio de procurar nuestra felicidad  procurando la de los otros, o al menos sin perjudicarles”. Por el contrario, para Rousseau, el que reconstruye así la aparición de la sociedad incurre en una confusión  destacable haciendo del hombre natural un “ filosofo” que razona y reflexiona sobre la felicidad y la desgracia, sobre el bien y el mal. En el estado de naturaleza no puede haber armonía entre el interés particular y el general. Lejos de solaparse, el interés  del individuo y el de la totalidad se excluyen mutuamente. Por eso en el origen de la sociedad, las leyes sociales no son mas que un yugo del que cada uno quiere desprenderse cargándolo sobre el otro sin someterse él mismo. Asi, Rousseau  opone a una reconstitución fría al entusiasmo sin reserva con el que Diderot saluda al estado de naturaleza como una situación donde reinaban la inocencia, la paz, la felicidad y la benevolencia reciproca. “  ¡Oh vosotros- hace decir Diderot a la naturaleza dirigiéndose a sus hijos-quienes según el instinto que en vosotros he depositado, tended en cada instante de vuestra vida la felicidad. Gozad sin temor, sed felices! En vano, supersticioso., buscaras el bienestar  mas alla de las fronteras de latiera donde mi mano te ha dispuesto. Osa sacudirte el yugo de a religión, mi rival orgullosa que desconoce mis derechos y los desprecia. Renuncia a todos los dioses que se han  apropiado brutalmente de mi poder y sométete nuevamente  a mis leyes. Vuelve a mi, a la naturaleza, yo te consolaré, te liberare de todos los miedos que te oprimen, de todas las inquietudes que te desgarran, de todo odio que separa al hombre del hombre. Vuelto a la naturaleza,  al humanidad de ti mismo, pon  flores  en derredor del camino de tu vida” . Contrariamente a tal desahogo  lirico, el retrato que dibuja Rousseau del hombre primitivo y de su comunidad aparece extremadamente rudo y desprovisto de todo sentimentalismo. Su cuadro no esta desprovisto de rasgos míticos pero comparado a la idílica composición de un Diderot o de un Bernardin de Saint Pierre, parece una descripción realista.

En efecto, Rousseau no es ninguna victima de las  ilusiones psicológicas tan estimadas del  siglo XVII que en su conjunto, deseaba zambullirse en ellas sin cesar. Cuando Rousseau toma, contra Hobbes, la defensa del hombre “ primitivo”, en la medida de que no encuentra en él ni la avaricia de origen ni la sed originaria de poder, ni la tendencia a someter al otro por la fuerza, no le concede sin embargo una benevolencia espontánea ni una generosidad natural. Rousseau rehúsa que exista en el hombre instinto primario alguno que le empuje a vivir en comunidad y a mantenerla. De esta manera cuestiona los fundamentos sobre los que  Grocio, Shaftesbury y la mayoría  de los enciclopedistas habían elaborado sus teorias sobre el origen de la sociedad y el origen de la moral.

Parece entonces que nos encontramos ante un nuevo dilema  que no nos evita  la teoría de Rousseau. Efectivamente, cuando Rousseau rehusa el optimismo psicológica del siglo XIII, esta cortando aparentemente  la rama sobre la que el mismo se paoya. ¿ este optimismo, no es el mas sólido asiento, incluso el unico, de la  tesis que él mismo defiende, a saber, la idea de una “ bondad originaria” d ela naturaleza humana?.  Esta idea, ¿ No constituye precisamente el núcleo de su filosofía ? ¿ No es el centro de donde irradia su metafísica, su filosofía de la religión, y su teoría de la educación? Al renunciar a este optimismo psicológico, Rousseau  ¿ No cae en los brazos del pesimismo teológico?. ¿ No supone rehacer nuevamente el dogma del   “pecado original” contra el que apasionadamente tanto combate? Al contrario. Es precisamente aquí  donde Rousseau apunta una nueva vía.

Lo que es característico de Rousseau y propio de  su pensamiento es el desplazamiento que el opera en la manera de defenderse contra el pesimismo teológico. Lo hace de manera diferente de cómo lo hacia Shaftesbury y la escuela iusnaturalista. La “bondad” originaria del hombre que mantiene y por la que milita siempre con la misma convicción no es a sus ojos una cualidad originaria del sentimiento sino una tendencia y un destino fundamental de la voluntad. Esta bondad no tiene como fundamento ninguna tendencia instintiva de simpatia,  sino en esa facultad  que es la autonomía. Por consiguiente los movimientos de benevolencia natural no constituyen de ninguna manera prueba de su existencia, pues esta benevolencia misma es producida por la capacidad de reconocer una ley moral a la que la voluntad del individuo se somete libremente. El hombre es “naturalmente bueno”   no porque  esa naturaleza  reciba ordenes únicamente de los impulsos de los sentidos, sino porque sabe elevarse por si misma y sin ayuda externa, hacia la idea de libertad.

 Ese don específico   que distingue al hombre de todos los seres vivientes es el de la perfectibilidad: el hombre no se queda nunca en su estadio de origen, sino que tiende a superarlo. Ne se satisface por el marco ni por el género de existencia que ha recibido de la naturaleza y no cesa de crearse y de elaborarse una forma nueva de vida que le sea propia. Sustrayéndose así al gobierno de la naturaleza, renuncia a su protección igualmente y a todas las ventajas que se le ofrecían originariamente. Se ve arrojado a un camino sin fin y entregado a los peligros que le esperan a lo largo de esa ruta.  Y  Rousseau, sobre todo en sus primeros escritos, nunca se cansa de describir los peligros. La  “perfectibilidad “ es la fuente de todas sus esperanzas y de todos los errores de los hombres, de sus virtudes y de sus vicios. Parece elevarle por encima de la naturaleza, pero también hace de él un tirano para la naturaleza y para él mismo. No obstante no podemos escapar a esta facultad, puesto que en su evolución  la naturaleza humana no encuentra obstáculos: “La naturaleza humana no se retrotrae”. No estamos en medida de resistir al “progreso”, pero no es una razón para creernos autorizados a abandonarnos  a él sin reserva a cualquier  precio.  Se trata de orientarle y definir libremente las finalidades. La “perfectibilidad” hasta ahora, ha comprometido al hombre en los males propios a la vida en sociedad, conduciéndole a la desigualdad y la servidumbre. Pero es ella, y únicamente ella la que puede servirnos de guía en el corazón del laberinto en que se ha extraviado. Ella puede  mostrar la vía que le conduce a la libertad y no dejara de hacerlo. La libertad no es n agracia que la bondad de la naturaleza haya prometido al hombre. Existe mientras sepa conquistarla y su posesión no difiere de su perpetua conquista.

Lo que exige Rousseau de la comunidad humana y lo que espera de su  elaboración y construcción venidera no es por lo tanto que acreciéntela felicidad, el bienestar y el placer de los hombres sino que le garantice su libertad y le lleve asi a su verdadero destino. Al utilitarismo de las teorías del Estado   y de la sociedad elaboradas por los enciclopedistas Rousseau opone netamente y resueltamente la ética pura del derecho. Esta ética es, a fin de cuentas a sus ojos, la prueba suprema, incluso la unica demostración, de la bondad originaria de la naturaleza humana.  Solamente cuando se tiene en cuenta este aspecto es cuando se calibra la importancia que esto  tiene en el seno del pensmaiento de Rousseau y que el principio que defiende aparece a la luz del dia. Se entiende entonces que su recurso al “ sentimiento” supone dos  orientaciones  muy diferentes. La fuerza originaria del sentimiento permite a Rousseau renovar la forma en la que concibe La naturaleza y la traspone al corazón de su evolución viviente. Cuando el espíritu lógico-matemático del XVII y del XVIII había reducido la naturaleza a un simple mecanismo, Rousseau descubre el alma de la naturaleza. Al formalismo y esquematismo abstracto del système de la naturaleza, tal y como se encuentra en el Système de la Nature de un Holbach,  Rousseau opone el surgimiento de las sensaciones que experimenta en contacto con la naturaleza y gracias a las cuales puede encontrar la verdad de esa naturaleza, su abundancia de formas y plenitud de  vida. Tal plenitud, el hombre no puede comprenderla mas que abandonándose a ella sin intermediarios. La pasividad y el abandono a la multiplicidad de las impresiones que nos ofrece sin discontinuidad la naturaleza devienen entonces una fuente de gozo y de comprensión autenticas.

Pero un problema nuevo y difícil se plantea al hombre desde el momento en que no se contenta con mantener un dialogo con la naturaleza en la soledad y el aislamiento de su yo , cuando es transportado al interior de la agitación del l negocio humano, del mundo social. Rousseau mismo ha sufrido  la experiencia de ese mundo que invalida toda riqueza individual y amenaza quebrar la intensidad del simple sentimiento. De esta forma el soñador sentimental, colocado ante otro mundo, se hace político radical. En su autobiografía, Rousseau mismo ha descrito ese giro de la manera mas explicita. Al  principio del libro IX de las Confesions, indica que lo que le atrajo ante todo hacia la teoría política y que fue el primer resorte del plan de sus “Institutions Politiques”, fue la idea de que “Toda la existencia humana depende radicalmente de la política, y que haga lo que haga , ningún pueblo será nuncna otra cosa que lo que la naturaleza de  su gobierno le haga ser “ . Pero de cara e a esta naturaleza no se trata de mantener una pura pasividad. No se va al encuentro  de una  naturaleza, hay que producirla, es un producto necesariamente de un acto libre. No puede confiarse únicamente al sentimiento la tarea de darle forma, es precisd que tenga como fuente una concepción y un anticipo de orden moral.

No cabe ninguna duda de que para Rousseau esta concepción no deriva únicamente del simple “entendimiento” ( Verstand) ni se deja reducir  únicamente  en  reflexión.  Las máximas del comportamiento moral y los principios de la autentica política no pueden tampoco resultar de una sutil demostración ni de un calculo, y escapan a la deducción puramente lógica. Tienen un genero propio de “inmediatez”  que no es la del sentimiento sino la de la Razón ( Vernunft). Los auténticos principios del dominio etico no tienen fundamento ninguna autoridad, ni humana ni divina, ni  en el poder del razonamiento silogístico. Son verdades que no pueden aprehenderse mas que por intuición, pero de  esta intuición nadie carece porque constituye la facultad humana fundamental,. La esencia del hombre. No es necesario ir a buscar afanosamente este conocimiento “ innato” recurriendo a análisis abstractos o a través de la educación o  la enseñanza, basta retirar los obstáculos que nos separan de ella para alcanzarla en su claridad meridiana y , en su poder de convencer y en la certeza inmediata que producen y que le  es propia. A la inmediatez del sentimiento se añade , pues, la de la intuición moral, pero ambas no tienen el mismo origen. Efectivamente, en el primer caso, se trata de una fuerza pasiva del alma, en el segundo, de una fuerza activa.  En aquella es la facultad del abandono la que nos abre el primer acceso a la naturaleza y nos permite entrever nuestro propio ser con el fin de que podamos simplemente vivir con la naturaleza y en su seno. En esta, se trata de elevar y acrecentar el ser, lo que solamente entonces permitirá revelarnos toda la amplitud de l atarea que incumbe al hombre. Esta tarea supera las capacidades de los individuos en tanto que tales puesto que no pueden satisfacerse sus exigencias sino en el seno de una sociedad y movilizando potencias. Estas potencias superan, según Rousseau , el simple marco de la “ naturaleza”. De la misma forma que rehúsa el utilitarismo de las teorias sociales desarrollado por los enciclopedistas, tampoco suscribe el naturalismo que suponen. Rehúsa fundar la comunidad humana sobre la ruda vida de los instintos  y ni sobre  la tendencia a la felicidad ni sobre el impulso natural que seria la “ simpatía” le parece que puedan ofrecer un fundamento fiable y suficiente. Es,. Al contrario, en la conciencia de la libertad y en la idea de derecho indisociable a esa conciencia donde reside, a los ojos de Rousseau, le verdadero fundamento, el único posible. Pues bien, esta idea, y esta conciencias no tienen por origen la pasividad de los sentimientos, la simple facultad de experimentar sensaciones, sino la espontaneidad de la voluntad. Es a esta espontaneidad a la que Rousseau apela con el fin de demostrar, contra el determinismo y el fatalismo del “sistema de la naturaleza”, el carácter original del yo, el sentido inalienable y indeductible del “ ser autónomo”.

Ningún ser material es activo por si mismo, yo si lo soy. Me es difícil ejercerlo, soy consciente de ello y el sentimiento que me habla es mas fuerte que la razon que lucha contra él. Tengo un cuerpo sobre el que los demás actúan y que actúa sobre ellos. Esta acción reciproca no puede negarse, pero mi voluntad es independiente de los sentidos. Consiento y resisto sucumbo y venzo y soy perfectamente consciente de cuando hago lo que hubiera debido hacer y cuando cedo a mis pasiones. Siempre tengo el poder de querer pero no la fuerza de ejecutar. Cuando me entrego a las tentaciones actúo por el impulso de objetos externos. Cuando me reprocho esa debilidad no estoy escuchando sino a mi voluntad. Soy esclavo por mis vicios y libre por mis remordimientos. El sentimiento  de mi libertad se me borra  cuando caigo en la depravación y  cuando impido la voz del alma que se eleva dentro de mi contra la ley del cuerpo.

De esta forma ,. La conciencia moral  sigue siendo para Rousseau una especie de “instinto” puesto que no se basa en la simple “reflexión” del entendimiento sino que obedece a una pulsión inmediata. Esto, no obstante, no basta para establecer una frontera estricta entre el conocimiento moral y el simple instinto de conservación. La conciencia no es un instinto natural simplemente, es un instinto “divino”:

Conciencia, conciencia, instinto divino, inmortal y celeste voz, guía seguro de un ser ignorante y limitado pero inteligente y libre; juez infalible del bien y del mal que hace al hombre semejante a Dios; eres tu la que hace la excelencia de su naturaleza y la moralidad de sus actos; sin ti, hyo no siento nada en mi que me eleve por encima de los animales mas que el triste privilegio de perderme entre errores con la ayuda de un entendimiento  sin reglas y  una razón sin principios.”

Estas celebres frases nos conducen al corazón de la doctrina roussoniana del sentimiento. Es ahí únicamente donde se rebela su especificidad, es ahí donde aparece la nueva dimensión que la distingue clara y radicalmente de las diversas orientaciones de la “ sensibilidad” del XVIII. En Rousseau, la “sentimentalidad” tiene por origen su intuición de la naturaleza y su manera de sentirla; pero de esta s raíces se eleva a otra esfera nueva, enseña el camino que lleva al mundo “ inteligible”, y es entonces únicamente cuando se llega a su plenitud. Así, el sentimiento, en el sentido en que lo entiende Rousseau, es “ciudadano de dos mundos” .Lo que complica el examen de esta relacion fundamental  y que ha falseado desde siempre el juicio histórico sobre Rousseau es un rasgo particular propia a su lenguaje. Su terminología no conoce mas que una sola expresión para designar las dos dimensiones , profundamente diferentes, donde se desarrolla el sentimiento. La connotación de la palabra  sentimiento” es por un lado “naturalista”, por otro “idealista”; a veces es sinónimo de la mera impresión sensible y otras es empleado en el sentido de decisión y juicio de orden moral. Este doble sentido que la literatura clásica no parece haber distinguido, necesita un examen muy atento sin lo cual las vías de la doctrina roussoniana, que se entrecruzan constantemente. no se entienden . El sentimiento es a veces afecto  de orden psíquico y a veces acción del espíritu.:

“Yo existo y tengo sentidos por los cuales soy influido. Esta es la primera verdad que se me evidencia y   que forzosamente tengo que aceptar. ¿ Tengo un sentimiento propio de mi existencia, o no tengo conciencia de ella mas que por mis sensaciones? Esa es mi primera duda, que me es imposible de resolver en este momento,. Pues,  estando continuamente influido pro mis sensaciones, o de manera inmediata o mediante la memoria, ¿ cómo puedo saber si el sentimiento del   yo  es algo fuera de esas sensaciones , si  es independiente de ellas?”

Dos momentos permiten salir de esa duda. El primer momento es el del juicio que nos  da acceso a un dominio de  la conciencia a la que por  la simple percepción no se  puede acceder. Los contenidos se presentan  uno por uno y aisladamente en la percepción, el  juicio supera ese fraccionamiento, compara ideas diferentes, establece relaciones entre objetos distintos. Esta facultad de operar distinciones ye establecer relaciones es especifico  exclusivo de la  copula del juicio         que da a la palabra “es” su sentido característico. La simple percepción no puede aprehender el sentido objetivo de ese “ es” de la misma manera que no puede uno apoyarse en ella para hacer inteligible la fuerza lógica inherente a ese verbo. Comprender el sentido y l a fuerza nos exige el recurso a una acción del espíritu y no basta el abandono a un simple experimentar.

“Busco en vano en el ser puramente sensitivo esa fuerza inteligente que se añade y luego se pronuncia y que no puedo encontrarla en la naturaleza. El ser pasivo sentirá cada objeto separadamente o incluso sentirá el objeto total formado de dos partes  ,pero no poseyendo fuerza alguna para solaparlos uno sobre otro, nunca los comparará ni los juzgara en absoluto. (...).Las ideas comparativas, “mas grandes y mas pequeño”, igual que las ideas numéricas de “uno, “dos”, etc no son sensaciones, aunque mi espíritu no las produzca mas que con ocasión de mis sensaciones,....”

El fenómeno del error, tampoco puede entenderse mas que sobre esa base. En efecto, el error en tanto que tal no reposa nunca sobre una simple confusión de los sentidos, sino que resulta de una confusión del acto de juzgar. En el simple hecho de experimentar una impresión no hay lugar para la confusión, ésta solo  aparece mas que a partir del momento en que el espíritu interviene y toma una decisión sobre realidad  o la no- realidad, tal o tal modalidad del objeto que corresponde a la impresión. Es otro mundo el que aquí se abre puesto que el terreno en que nuestro yo  esta constantemente llamado a tomar decisiones semejantes no es de orden teórico sino de orden práctico. Es, por lo tanto, en la voluntad, y no en el pensamiento donde se desvela la naturaleza del yo, es en la voluntad donde se manifiesta  ante todo la plenitud y profundidad del sentimiento de autonomía. Desde entonces, Roussea hara la distinción  de una manera estricta, según el caso, entre  ese sentimiento  y  la simple sensación. (...) Así es como culmina la teoría roussoniana del sentimiento: el sentimiento esta muy por encima de la simple percepción sensible, engloba la actividad pura del juicio, de la evaluación y de la toma de posición. Así, se llega al lugar central que ocupa entre las facultades del alma. No es una “capacidad” particular mas del yo, sino, al contrario, el fundamento que es su verdadera fuente, al forma de origen del  yo. (...)

b)     Sentimiento y razón practica: la inmanencia de la política:

Lo que dota al sentimiento de tal poder es el momento dinámico que de él se desprende y que, según Rousseau, es su característica esencial. La vuelta a la dinámica del sentimiento arroja luz sobre el nivel profundo del yo en el que la psicología sensualista se muestra impotente al limitarse al plano superficial de las simples “sensaciones”. Rousseau comienza en esto un retorno, que le es muy personal, de Condillac a Leibniz. Desde el punto de vista histórico, este giro es tanto mas destacable por cuanto que no se distingue en Rousseau  ninguna influencia  que  Leibnitz hubiera podido ejercer sobre él . La teoría del conocimiento que puede leerse a través de la “profesión de fe del vicario savoyard”, recuerda a veces punto por punto, los “Nuevos Ensayos sobre el entendimiento humano”, pero se sabe que según el manuscrito de la biblioteca   de Hanover que esta obra fue publicada en 1765, es decir, tres años después de la aparición del Emilio. Más significativo aun  que el rechazo  de la filosofia de Condillac es la razón por la cual Rousseau lo hace.
 
Durante un tiempo su punto de vista fue igual al de Condillac con el que manennia no solamente una relación de amistad sino también  porque fue para él un maestro que admiró y un mentor intelectual en materia de teoría del conocimiento y el análisis psicológico. Esta influencia se constata todavía en el Emilio. De elo es prueba la manera con la que  conduce a su alumno paso a paso desde lo ““concreto a lo “ abstracto”, de los “ sensible” a lo “ inteligible”. Es la aplicación didáctica del celebre Tratado de las Sensaciones, la de la estatua que poco a poco se despierta a la vida al imprimírsele cada uno de los sentidos. Pero al aplicar Rousseau esa idea se da cuenta de los limtes de su aplicación. Todo el conocimiento de la realidad exterior  por mucho que repose   sobre la acumulación  y combinación de impresiones sensibles, p no podrá explicar como se construye por esta via el mundo interior. Podremos insuflar a la estatua de mármol la vida d e la percepción,  y podremos hacerla progresar sin cesar hasta que le sea accesible todo el horizonte de cosas, y objetos visibles pero no conseguiremos nunca a hacerle adquirir lo que es imposile dotarle desde el exterior, el sentimiento de autonomía y la conciencia de la voluntad. A esteivel, toda analogía con acontecimientos externos de orden mecánico no es posile e igualmente se rompe enhilo conductor de la “asociación” al que a doctrina d Condillac quiere educir todos los contenidos de la conciencia y todos los acontecimientos d e orden psíquico. En efecto, no es en función del padecer desde donde puede explicarse el obrar, ni tampoco se puede deducir la unidad del yo, la unidad de su carácter “moral” de una pluralidad de simples “sensaciones”. Desde el momento que profundizamos sobre la naturaleza de la voluntad, desde que intentamos comprender  su especificidad y la ley que la regula , debemos atrevernos a franquear el umbral de un mundo diferente del que se nos are por la simple percepción sensible. Es por esto por o que la ruptura con el “ostivismo” es inevitable a los ojos de Rousseau, que lo exige y ha sido llevado a ello no tanto como teórico del conocimiento sino como teórico de la moral.

(….)

En  sus “Elementos de filosofía”, d´Alembert obedece al principio metodológico del positivismo y, en consecuencia, lo amplia igualmente a los fundamentos de la moral y de la filosofía social:

“Es por lo tanto por motivos puramente humaos por  que las sociedades han debido de originarse: la religión no tiene parte alguna en su formación (…) El filosofo no tiene mas que ocuparse  de situar al hombre en la sociedd y de conducirle, corresponde al misionero llevare después al pie del altar”

Para Rousseau la cuestión no se plantea de esa forma. Igual que todos los enciclopedistas rechaza también que la moral, la teoría de Estado y de la sociedad tengan un fundamento trascendente. De las manos del hombre surge su propio mundo; el hombre no puede contar ,ni debe, con una ayuda venida de lo alto, sobre ninguna  asistencia sobrenatural para organizar y dirigir lo de aquí abajo. Es a él a quien le incumbe la tarea, y es con sus propios medios, puramente humanos, como deberá hacerlo. Pues bien, es precisamente cuando Rousseau  profundiza en la naturaleza de esta tarea cuando adquiere la certeza de  que su  propio yo  no esta limitado por las fronteras del mundo sensible. Es por inmanencia, por la via de la autonomía moral por donde progresa hacia el corazón  del ser “inteligible”. Dándose a si mismo su ley, prueba que no esta simplemente sometido a la necesidad natural. (…)

(Para Rousseau) No es la  cuestión de la felicidad lo que   es central sino el problema de la libertad. Rousseau- y con él todo el siglo XVIII-no cesa de batirse con la cuestión de saber si es posible conciliar “ felicidad” y “ virtud” y con el problema de la armonía que deba existir entre “ felicidad” y “merito”. Pues bien, es precisamente ese esfuerzo de refección  el que le ha permitdo superar interiormente la problemática el simple eudemonismo. La felicidad misma, en vez de contemplarse desde una optrica sensualista, se define cada vez mas claramente desde una perspecrtiva “ inteligible”.Todo lo que lleva al hombre a aentrarse por esa perspectiva y que  en ella le conforta, constituye la unica felicidad esencial y verdadera, la unica que merece ser llamada por ese nombre. De ese modo, no es la expresión libre de los instintos lo que nos asegura la felicidad suprema sino la continencia y dominio del flujo de los mismos. Igual que la teoría del conocimiento y de la moral que sostiene Rousseau en la “Profesión de fe del vicario saboyard”, su teoría de la religión reposa también sobre esa idea fundamental de la “personalidad”, y no es por lo tanto hacia  la idea de felicidad hacia la que convergen los caminos de su pensamiento.

(1).- Ernst Cassirer.-“ Le problème Jean Jacques Rousaau”.-Fayard.Pluriel 2010

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