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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

13/2/15

PODEMOS, EL VACIO IRRITANTE


Por Pedro Costa Morata (*)


Me irritan ciertos apoyos a Podemos de intelectuales que, en la Región de Murcia, han optado por obviar el análisis concreto, fiando su prestigio y su papel referencial (siempre necesario, en la prueba y en la exaltación) a una colorida esperanza atractiva y novedosa, sí, pero cuyos contenidos esenciales flotan y se diluyen en el limbo o el vacío; y que respalden una arrogancia gratuita que pone en peligro la posibilidad, tras veinte años de escándalo, de expulsar al PP del poder regional.

Como muchos de los líderes de Podemos, también yo provengo de la Facultad de Políticas de la Complutense, lo que es un motivo adicional en el interés que le vengo prestando a sus ideas y a la evolución que muestran en sus intervenciones públicas. Por eso he rememorado aquel semestre de primavera del curso 2000-2001, cuando conseguí un contrato de asociado en esa Facultad (por cuyas aulas y galerías pulularían en esos días como alumnos algunos de estos líderes de hoy), para dar Sociología del Medio Ambiente en sustitución de Tomás Rodríguez Villasante, que antes de emprender su año sabático quiso modular mi entusiasmo con esta advertencia: «Esta facultad, Pedro, no es la que vivimos tú y yo hace veinticinco años, sino más bien un bachillerato alto».

En mis reflexiones al hilo de la actualidad, encuentro a Podemos como un fenómeno sociológico complejo, producto de numerosas circunstancias (agentes y causas actuantes) que explicarían su aparición y sobre todo su éxito preelectoral. Un fenómeno tan potente que en su ascenso parece ya que lo de menos es el programa, sus líderes y, por supuesto, el aventamiento de las miserias de primerizos con el que cerriles de diversos horizontes esperan bloquear el despliegue de una marea tal: un esfuerzo vano, ya que se trata de un fenómeno de condensación socio-político-histórica que parece cabalgar con independencia de esos tres elementos (y de otros), y al que arrastra la estética más que la ética, dada la singular impronta mediática en acción (que cabría calificar de excesiva y hasta de truculenta).

Repugna a algunos que unos profesores de universidad (cuya experiencia no va mucho más allá de ciertas correrías en tierras sudamericanas, por supuesto progres pero un tanto a la criolla) monten un partido; esto puede pertenecer a una política nueva y sorprendente, que produce perplejidad y que alguien calificaría de posmoderna. Pero también esto queda en un detalle sin demasiada importancia si mantenemos la relevancia del fenómeno, que se salta así rasgos fundacionales que en otras coordenadas podrían entrar en lo disparatado.

Lo verdaderamente importante, creo, es la liviandad progresiva de sus expresiones ideológicas y programáticas, así como la suelta de lastre a la que vienen entregándose estos líderes desde el día siguiente a las elecciones europeas y al ritmo de su ascenso en la intención de voto. En entrevistas a la prensa, Iglesias y otros líderes se ciñen a una singular consigna: no contestar a lo que compromete, eludir pronunciamientos ideológicos, huir de la quema remitiendo al indagador a bases originarias, principios previos y hasta a los romanos, con gran desparpajo y desinhibición. Nada de ideología, evitando enfrentar la izquierda con la derecha (interclasismo, pues), prudencia con el capitalismo y repliegue en los objetivos económicos (deuda ilegítima, renta básica, jubilación a los 60) que se anunciaban como esenciales e innegociables.

Todo esto es una repetición, o casi, de lo que vivimos cuando el PSOE de 1982, llevado en volandas por las encuestas (y, por supuesto, las circunstancias socio-político-históricas del momento), aligeraba sus promesas y su programa, decantándose por suavizar aristas, mordientes y conceptos para atraerse el voto del centro: igualico, igualico, que hace ahora mismo Podemos. Este cronista, que vivió ese año muy activamente, recuerda cómo se descoloría el programa socialista de medio ambiente, en cuya redacción intervenía, hasta resultar un texto decaído y sin nervio, casi irreconocible.

(Evasivo me parece, incluso, el exitoso hallazgo de la casta, por rebuscado e inane: parecería que no se atreven a nombrar a la bicha por su nombre: la canalla.)

Ha sido curioso que el héroe de 1982, Felipe González, tras acusar a Podemos de bolivariano, mostrando poco más que un envejecido corazón, haya enmudecido „él, tan locuaz, pretencioso y oracular„ al enfrentarse con su propia imagen, con lo que él fue, dijo, prometió, ocultó y traicionó. Porque han resultado muy estrechas las semejanzas entre González e Iglesias en esta fase previa a los fastos que se anuncian, tanto en discurso como en estilo, en promesas de cambio (¡cuánto mejor sería que este manido eslogan se manejara con más prudencia política y menos ignorancia histórica!), en avisos renovadores y hasta en el flamear de espadas justicieras.

Esas circunstancias que confluyeron entonces y las que se dan ahora vuelven en gran medida a coincidir, e hicieron y hacen innecesarios los programas, los discursos y hasta la representación concreta de los líderes. Pero la historia permanece, pesa y advierte. Y no hay que olvidar que el PSOE era en 1982, cuando anunciaba el cambio, la frescura generacional y las reconquistas cívicas, un partido centenario, prestigioso y curtido, que disponía de posibilidades reales de acción decisiva (sin el frustrante corsé comunitario) y que se enfrentaba a una derecha sin nervio ni organización. Todo ello bien distinto a Podemos y su circunstancia.

Por todo esto me irritan, finalmente, ciertos apoyos a Podemos de intelectuales que, en la Región de Murcia, han optado por obviar el análisis concreto, fiando su prestigio y su papel referencial (siempre necesario, en la prueba y en la exaltación) a una colorida esperanza atractiva y novedosa, sí, pero cuyos contenidos esenciales flotan y se diluyen en el limbo o el vacío; y que respalden una arrogancia gratuita que pone en peligro la posibilidad, tras veinte años de escándalo, de expulsar al PP del poder regional. No es que desapruebe la toma de posición de estos intelectuales, a los que me une amistad y admiración, no: es que me irrita, simplemente. Porque ante las modas, también si son políticas, alguien debe quedar al abrigo de su encanto, escrutándolas con perspectiva, prudencia y autonomía.


(*).-Pedro Costa Morata es un sociólogo, político y ecologista español, nacido en Águilas, (Región de Murcia), en 1947. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, Doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid. Fue pionero en la lucha contra el programa nuclear en España y recibió el Premio Nacional de Medio Ambiente en 1998. En 2011, encabezó la candidatura al Congreso de los Diputados en la lista de "Izquierda Unida-Verdes de la Región de Murcia" como independiente en las Elecciones Generales del 20 de noviembre.

Fuente:Podemos, Iglesias y el vacío irritante
 http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2015/02/11/iglesias-vacio-irritante/624471.html

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