"

"
...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

9/9/15

LA NUEVA RAZON DEL MUNDO

 Por Christian Laval y Pierre Dardot


Introducción: Aviso de crisis para la Europa neoliberal

«No hemos tenido con el neoliberalismo»: tal era la primera frase de la introducción a la primera edición francesa del libro, publicada en enero de 2009. Se trataba entonces de disipar lo antes posible las ilusiones que siguieron a la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008. Fueron muchos los que, tanto en Europa como en Estados Unidos, anunciaron el fin del neoliberalismo y dijeron que había llegado la época del «retomo al Estado» ya la regulación de los mercados. Joseph Stiglitz recorría el planeta anunciando “el fin del neoliberalismo» y responsables de primera fila, corno el presidente francés Nicolas Sarkozy, proclamaban la intervención gubernamental en la economía.

Estas ilusiones, peligrosas ya que podían provocar una desmovilización política, no podían sorprendernos: se basaban en un error de diagnóstico muy común que nuestro libro, precisamente, tenía con1o objetivo combatir. Equivocarse en cuanto a la verdadera naturaleza del neoliberalismo, ignorar su historia, no ver sus profundos mecanismos sociales y subjetivos, era en efecto condenarse a la ceguera y a permanecer desarmados ante lo que no iba a tardar en llegar: lejos de acarrear un debilitamiento de las políticas neoliberales, la crisis ha llevado a su refuerzo brutal, en forma de planes de austeridad instaurados por Estados cada vez más activos en la promoción de la lógica de la competencia de los mercados financieros. Nos parecía entonces, y nos parece hoy día más que nunca, que el análisis de la génesis y del funcionamiento del neoliberalismo es la condición de una resistencia eficaz tanto a escala europea como a escala mundial. Así, aunque este libro pretende respetar los criterios de la investigación científica, no es «académico» en el sentido tradicional del término, sino que se plantea, de entrada y ante todo, como una obra de clarificación política en lo referente a esa lógica normativa global que es el neoliberalismo. En pocas palabras: la comprensión del neoliberalismo representa a nuestro n1odo de ver una cuestión de alcance   estratégico universal.

Un error de diagnóstico

Desde finales de la década de 1970 e inicios de la de 1980, el neoliberalismo ha sido interpretado, por lo general, como si fuera al mismo tiempo una ideología y una política económica directamente inspirada en esta ideología. El núcleo duro de tal ideología estaría constituido por la identificación del mercado con una realidad natural. 1 De acuerdo con esta ontología naturalista, bastaría con dejar que dicha realidad actúe por sí misma para conseguir equilibrio, estabilidad y crecimiento. Toda intervención del gobierno, por el contrario, sólo podría desajustar y perturbar este curso espontáneo, de modo que habría que fomentar una actitud abstencionista a ese respecto. El neoliberalismo, entendido de esta forma, se presenta con1o una rehabilitación del puro y simple laissez faíre. Considerado en su implementación política y desde un punto de vista restringido fue analizado, de acuerdo con la perspicaz observación de Wendy Brown, «como un instrumento de la política económica del Estado, con el desmantelamiento de las ayudas sociales, de la progresividad del impuesto y otros útiles de redistribución delas riquezas, por una parte, y la estimulación de la actividad sin trabas del capital mediante la desregulación del sistema de la salud, el trabajo y el medioambiente, por otra parte». 2 Aunque se admite que sí hay «intervención”, se hace tan solo en el sentido de una acción mediante la cual el Estado socavaría los fundamentos de su propia existencia debilitando las misiones vinculadas al servicio público que se le habían confiado. «

No es nuestra intención discutir la existencia y la difusión de esta ideología, como tampoco se trata de negar que tal ideología ha alimentado por mucho tiempo las políticas económicas masivamente fomentadas desde losamos de Reagan y Thatcher, o que encontró en Alan Greenspan a su adepto más entusiasta, con consecuencias que son bien conocidas. 3 Lo que Joseph Stiglitz llamó con justicia «fanatismo del mercado» es todavía hoy, por otra parte, lo que mejor saben fomentar entre sus lectores el Wall Street.Journal oThe Economist, así como todos sus equivalentes en el mundo. 4

 Pero el neoliberalismo está muy  lejos de reducirse a un acto de fe fanático en la naturalidad del mercado. El profundo error cometido por quienes anunciaron la “muerte del liberalismo» fue confundir la representación ideológica que acompaña a la instauración de las políticas neoliberales con la normatividad práctica que caracteriza propiamente al neoliberalismo. Por este motivo, el relativo descrédito que afecta hoy día a la ideología del laíssez faire no impide en absoluto al neoliberalismo prevalecer más que nunca como sistema normativo dotado de cierta eficiencia, o sea, capaz de orientar desde el interior la práctica efectiva de los gobiernos, de las empresas y, más allá de esto, de millones de personas que no son necesariamente conscientes de ello. Porque éste es, cierta1nente, el meollo de la cuestión: ¿cómo es posible que, a pesar de las consecuencias más catastróficas a las que han llevado las políticas neoliberales, éstas sean cada vez más activas, hasta el punto de hundir a los Estados y las sociedades en crisis políticas y regresiones sociales cada vez más graves? ¿Corno es posible que, desde hace treinta años, estas mismas políticas se hayan desarrollado y que se haya profundizado en ellas sin tropezar con resistencias masivas que las impidan?

La respuesta no se limita, ni puede limitarse, a los aspectos «negativos» delas políticas neoliberales, es decir, la destrucción programada de las reglamentaciones y las instituciones. El neoliberalismo no es sólo destructor de reglas, de instituciones, de derechos, es también productor de cierto tipo de relaciones sociales, de ciertas maneras de vivir, de ciertas subjetividades. Dicho de otro modo, con el neoliberalismo lo que está en juego es, nada más y nada menos, la forma de nuestra existencia, o sea, el modo en que nos vemos llevados comportarnos, a relacionarnos con los demás y con nosotros mismos. El neoliberalismo define cierta norma de vida en las sociedades occidentales y, más allá de ellas, en todas las sociedades que las siguen en el camino de la<

El neoliberalismo como racionalidad

La tesis que defiende este libro es precisar ente que el neoliberalismo, antes que una ideología o una política económica es, de entrada y ante todo, una racionalidad; y que, en consecuencia, tiende a estructurar y a organizar, no sólo la acción de los gobernantes, sino también  la conducta de los propios gobernados. La racionalidad neoliberal tiene como característica principal la generalización de la competencia corno nom1a de conducta y de la empresa como modelo de subjetivación. El término «racionalidad» no se rempleo aquí como un eufemismo que permite evitar pronunciar la palabra «capitalismo". El neoliberalismo es la razón del capitalismo contemporáneo, un capitalismo sin el lastre de sus referencias arcaizantes y penalmente asumido como construcción histórica y norma general de la vida. El neoliberalismo se puede definir con el conjunto de los discursos, de las prácticas, de los dispositivos que determinan un nuevo modo de gobierno de los hombres según el principio universal de la competencia.

El concepto de «racionalidad política» fue elaborado por M. Foucault en relación directa con sus investigaciones consagradas a la cuestión de la «gubernamentalizad». Así, en la exposición del curso ir partido en el College deFrance durante el año 1978-79 -publicado con el título Nacimiento de la biopolítica 6- encontramos una presentación del «plan de análisis» elegido para el estudio del neoliberalisrno: se trata, dice esencialmente M. Foucault, «de un plan de análisis posible -el de una "razón gubemamental", es decir deseos tipos de racionalidad que se han instaurado en los procedimientos mediante los cuales se dirige, a través de una administración de Estado, la conducta  los hombres». 7 Una racionalidad política es pues en este sentido una racionalidad “gubernamental”.

Pero hace falta un mayor esclarecimiento acerca de esta noción de «gobernabilidad":«se trata [... ], no de la institución "gobierno", sino de la actividad consistente en regir la conducta de los hombres en un marco y con instrumentos de Estado». 8



 M. Foucault reton1a varias veces esta idea del «gobierno» como <> fue introducido, precisamente, para significar las n1últiples formas  de esa actividad mediante la cual los hombres, que pueden pertenecer o no a un «gobierno», pretenden conducir la conducta de otros hombres, o sea, gobernarlos.

Es bien cierto que el gobierno, lejos de recurrir tan solo a la disciplina para alcanzar al individuo en lo más íntimo, apunta últimamente a conseguir un autogobierno del propio individuo, producir cierto tipo de relación consigo mismo. En 1982, M. Foucault dirá que se había interesado cada vez más .11

Así, gobernares conducir la conducta de los hombres, a condición de precisar que esta conducta es tanto la que se tiene hacia uno mismo como la que se tiene hacia los denlas. Por eso el gobierno requiere la libertad con1o su condición de posibilidad: gobernar no es gobernar contra la libertad o a pesar de ella, es gobernar mediante la libertad, o sea, jugar activamente con el espacio de libertad dejado a los individuos para que acaben sometiéndose por sí mismos a ciertas normas.

Abordar la cuestión del neoliberalismo por la vía de una reflexión política sobre el modo de gobierno Modifica, inevitablemente, la forma de entenderlo. En priMer lugar, permite refutar los análisis simplistas en taninos de «retirada del Estado"; frente al mercado, ya que lo que se revela es que esta oposición entre el jmercado y el Estado es uno de los principales obstáculos para caracterizar con exactitud el neoliberalismo. En contra de lo que se ve en una percepción inmediata y de la idea, demasiado simplista, de que solos mercados los que, desde el exterior, han conquistado los Estados y les dictan las políticas a seguir, son ciertamente los Estados -empezando por los más poderosos entre ellos- los que han introducido y universalizado en la economía, en la sociedad y hasta en su propio seno, la lógica de la competencia y el modelo de la represa. No hay que olvidar nunca que la expansión de las finanzas de mercado, así como la financiación de la deuda pública en los mercados de bonos son fruto de políticas deliberadas. Como se ve incluso en la crisis actual en Europa, los Estados llevan a cabo políticas muy<> con el objetivo de modificar profundamente las relaciones sociales, así como el papel de las instituciones de protección y educación, orientando los comportamientos mediante la introducción de una competencia generalizada entre los sujetos; y ello es así porque los mismos Estados están inmersos en un campo de competencia regional y mundial que los conduce a actuar como lo hacen. Una vez más, se verifican aquí los grandes análisis de Marx, de Weber o de Polanyi, de acuerdo con los cuales el mercado moderno no actúa solo, sino que siempre se ha apoyado en el Estado.

Por otra parte, esto permite comprender que es una misma lógica normativa la que rige las relaciones de poder y las formas de gobernar en niveles y dominios muy diferentes de la vida económica, política y social. Contrariamente a lo que plantea una lectura del mundo social que lo divide en campos autónomos y los fragmenta en microcosmos y tribus separadas, el análisis en términos de gubernamentalidad destaca el carácter transversal de los modos de poder ejercidos en una sociedad en una núsn1a época.

La crisis generalizada de un modo de gobierno de los hombres

Al destacar la dimensión «productiva» del neoliberalis1no, un análisis de este tipo pern1ite pensar la crisis actual de un modo distinto que con1o la consecuencia de un «exceso de las finanzas», como un efecto de «la dictadura de los mercados», o incluso como una <

La crisis que atravesarnos se nuestra entonces como lo que es: una crisis global del neoliberalismo como modo de gobierno de las sociedades. La crisis actual del euro no es una sinople crisis ,ni la crisis mundial que se abrió en otoño de 2008 es una simple crisis «económica”. La primera, considerada aisladamente, puede parecer una réplica diferida de la crisis de las subprímes, una transición entre una crisis de la deuda privada y una crisis de la deuda pública, debida a los efectos de los mercados especulativos incontrolados. Pero esta visión es estrecha, incluso engañosa.

La crisis renunciar es una crisis general de la «gubernan1entalidad neoliberal”, o sea, de un modo de gobierno basado en la generalización del recado y dela competencia. La crisis financiera está profundársete ligada a medidas que, desde finales de la década de 1970, introdujeron en la esfera de las finanzas de Estados Unidos, así corno en la de las finanzas mundiales nuevas reglas basadas en la instauración de una competencia generalizada entre establecimientos bancarios y fondos de inversión, que los llevó a incrementar el nivel de los riesgos asumidos y a difundirlos por el resto de la economía con el fin de acumular ganancias especulativas colosales.

Aunque ya es cosa corriente achacar la crisis al «nuevo régimen de acumulación financiera», caracterizado por una inestabilidad crónica en la que se suceden la forn1ación de <>, un buen día, escaparon del control político es un puro y simple cuento de hadas. Son los Estados y las organizaciones económicas mundiales, en estrecha connivencia con los actores privados, los que forjaron las reglas favorables al presente auge del mercado financiero. Mientras que la crisis financiera norteamericana mostró sobre qué bases inestables y productoras de desigualdad funciona el nuevo capitalismo mundial (especulaciones cínicas del recado financiero, sucesión de burbujas cada vez más gigantescas, son1etirniento a la deuda bancaria de las poblaciones, delas clases pobres y los países periféricos, etcétera), la actual crisis europea muestra hasta qué punto los fundamentos de la construcción europea («el orden dela competencia libre y no falseada») conducen a asimetrías crecientes entre países más o menos «competitivos». Y a que es ciertamente este imperativo dela «competitividad», que en todas partes es elogiada como único «remedio», lo que da cuenta de la especificidad de la actual crisis europea. La carrera de la competitividad, a la que Alemania se lanzó a comienzos de la década del 2000con éxitos crecientes, no es sino el efecto de la implementación de un principio inscrito en la Constitución Europea: la competición entre las economías europeas, combinada con la existencia de una moneda única gestionada por un Banco Central garante de la estabilidad de los precios, constituye en efecto la base misma del edificio comunitario y el eje dominante de las políticas nacionales.

Lo cual significa que cada país miembro es libre de utilizar el dumping fiscal más hostil para atraer a las multinacionales y a los contribuyentes drásticos, libre de bajar el nivel de los salarios y de la protección social para crear empleo a expensas de sus vecinos, libre de buscar la bajada de los costes de producción deslocalizándola, del todo o en parte, libre de reducir la inversión pública y el gasto, también en salud y educación, para poder disminuir el nivel de las contribuciones obligatorias y los impuestos. Corno principio general de gobierno, la «competitividad» representa precisamente la extensión de la norma neoliberal a todos los países, a todos los sectores de la acción pública, a todos los sámbitos a disminuir en todas partes, simultáneamente, la demanda -con la excusa de hacer que la oferta sea rnás «competitiva»-, a introducir la competencia entre los asalariados de los países europeos y de los otros países del mundo, con la consecuencia de una deflación salarial y desigualdades crecientes.

La actitud de la casa Renault en España es a este respecto muy ilustrativa: rnientras que la dirección del grupo elogia la competitividad de los asalariados españoles ante los trabajadores franceses, en España no duda en destacar el ejemplo de Rumanía para pedir a los asalariados que trabajen gratuitamente los sábados. 12

¿Cómo explicar esta carrera suicida por saber quién será el campeón de la austeridad? ¿Hay que achacarlo a una falta de lucidez o, más profundamente, ver en ello la consecuencia del propio 1necanismo de la competencia? En el interior de un sistema europeo basado en la competencia y la moneda única, la presión especulativa de los inversores privados en el mercado de la deuda pública y la presión ejercida por las agencias de calificación, por no mencionarla imposibilidad de devaluar, son otros tantos aspectos de una misma lógica disciplinaria dotada de una temible eficacia para deprimÍr los salarios y disminuir la protección social. Resulta incomprensible la obstinación, hasta el fanatismo,  con el que los expertos de los gobiernos de la Unión Europea y del FMI persiguen una política llamada de <> que tienen valor de compromiso de cara al futuro, construidos activamente por ellos mismos a lo largo de decenios. Incapaces de romper con este marco y sin querer hacerlo, se ven arrastrados en una fuga hacia adelante para adaptarse cada vez más a los efectos de su propia política anterior. En este sentido, los planes de austeridad que disminuyen los ingresos de la gran 1nasa de la población son inseparables de la voluntad de gestionar las economías y las sociedades con empresas «lanzadas a la competición mundial».

Aquí y allá, donde todavía quedan espacios para la crítica, se condenan los “errores» de las políticas de austeridad europeas que, repitiendo las de los años1930, agravan la depresión dondequiera que se instauran, llevando a sociedades enteras a una regresión social hace poco inimaginable. Paul Krugmanreclan1a desde hace años un relanzamiento del gasto público para volver aponer en marcha la máquina. 13 Pero hay que ir más lejos en el análisis para comprender mediante qué encadenamientos mortíferos los gobiernos «técnicos>>instaurados en Grecia, España, Portugal o Italia, pero también el gobierno “socialista» francés, se ven conducidos a llevar a cabo políticas tan contrarias al «buen sentido», ya que reducen la demanda y matan el empleo, cuando deberían ser expansionistas y creadoras de actividad.

Mentes keynesianas o postkeynesianas bienintencionadas pueden poner de relieve hasta qué punto estas políticas aplicadas en Europa del Sur, no sólo son contrarias al bienestar de la mayoría, sino igualmente suicidas para el crecimiento, incluso para la supervivencia de la construcción europea; pero fracasarán al intentar convencer mediante simples razonamientos a los dirigentes europeos, a los medios financieros y a todos los expertos y periodistas encargados de la justificación del suicidio colectivo. Seguir creyendo que el neoliberalismo se reduce a no ser más que una «ideología», una “creencia», un «estado de ánimo», que los hechos objetivos, debidamente observados, bastarían para disolver de la misma manera que el sol disipa las nieblas matinales, es equivocarse de combate y condenarse a la impotencia.

El neoliberalismo es un sistema de normas ya profundamente inscritas en prácticas gubernamentales, en políticas institucionales, en estilos empresariales. Y también hay que precisar que este sistema es tanto más «resilíente» cuanto que excede ampliamente a la esfera mercantil y financiera donde reina el capital: lleva a cabo una extensión de la lógica del mercado mucho más allá de las estrictas fronteras del mercado, especialmente produciendo una subjetividad «contable» mediante el procedimiento de hacer competir sistemáticamente a los individuos entre sí. Piénsese, en particular, en la generalización de los métodos de evaluación, surgidos de la empresa, en la enseñanza pública: la larga huelga de los profesores de Chicago en septiembre de 2012 puso freno, al menos momentáneamente, a un proyecto devaluación de los docentes en función de la tasa de éxito de sus alumnos ,valorados mediante tests hechos a medida para permitir la calificación de los profesores por parte de sus alun1nos, con la posibilidad de despedir a aquéllos cuyo alumnado obtuviera resultados insuficientes. Piénsese, igualmente, en el modo en que el endeudamiento crónico es productor de subjetividad y acaba convirtiéndose en un verdadero «modo de vida"; para cientos de miles de individuos: el movimiento de los estudiantes quebequeses permitió evidenciar la lógica infernal del endeudamiento de por vida, impuesto por el alza brutal de los derechos de matrícula.

De lo que se trata en todos estos ejemplos es de la construcción de una nueva subjetividad, lo que llamamos una «subjetivación contable y financiera» que no es sino la fon11a más lograda de la subjetivación capitalista. Se trata, de hecho, de producir una relación del sujeto individual consigo mismo que sea homóloga a la relación del capital consigo mismo: una relación, precisamente, del sujeto con él mismo con1o «capital humano» que debe aumentar indefinidamente, o sea, un valor que hay que incrementar cada vez más. Como se ve, no se trata tanto de teorías falsas que hay que combatir, o de conductas inmorales que hay que denunciar, corno de todo un marco normativo que hay que desmantelar para sustituirlo por otra «razón del mundo».

Esto es lo que está en juego en las luchas sociales actuales, que decidirán la prolongación o incluso la radicalización o, por el contrario, el fin de esta lógica neoliberal. En cuanto al Estado, con el que algunos todavía cuentan ingenuamente para que «controlen" los mercados, la crisis ha mostrado hasta qué punto se erigía en coproductor muy voluntario de las normas de competitividad, a expensas de todas la consideraciones de salvaguarda de las condiciones mínimas de bienestar, de salud y educación de la población; pero también ha mostrado que, mediante su defensa incondicional del sistema financiero, estaba implicado en las nuevas formas de sometimiento de los asalariados al endeudamiento de masas característico del funcionamiento del capitalismo contemporáneo. En consecuencia, el Estado neoliberal no es un «instrumento» que se pueda someter indiferentemente a finalidades contrarias. Con1o«Estado-estratega» que interviene en la decisión de las inversiones y mediante normas, es una pieza de la máquina que es preciso combatir.

Al golpear a Europa, la crisis mundial ha actuado como un revelador brutal y despiadado. Ha puesto al desnudo las ilusiones sobre las cuales hasta ahora se había construido: la creencia de que se podía construir la Europa política sobre el éxito económico y la prosperidad ratería, «constitucionalizando>>las normas del equilibrio presupuestario, de la estabilidad monnetaria y de la competencia. La crisis de Europa es una crisis de sus fundamentos. No bastará con <

En particular, el hecho de que el Parlamento esté privado de todo poder de iniciativa en materia de legislación, que la Comisión, instancia no elegida, sea la única habilitada para proponer leyes y disponga de un poder de bloqueo en materia legislativa, y que esta misma Comisión y el Consejo de Ministros (exentos de cualquier responsabilidad ante el Parlamento) sean considerados órganos independientes encargados de promover el «interés general>>, nada de ello se deriva de un concurso accidental de las circunstancias: por el contrario, hay ahí una fuerte coherencia institucional, basada en el principio antidemocrático de acuerdo con el cual la independencia respecto de los ciudadanos es la mejor garantía para perseguir el interés general.

Así, hay que refundar Europa. O sea, entendiendo bien este término: darle nuevos fundamentos. Contrariamente a los tratados precedentes, un acto así no puede ser negociado e implementado por una instancia intergubemarnental, ni siquiera puede ser monopolio de un parlamento. Sólo puede ser el acto de los propios ciudadanos europeos.

Liberalismo clásico y neoliberalismo

Aparte de esta cuestión, decisiva en lo político, abordar el estudio del neoliberalismo a partir del problerr1a de la gubemamentalidad produce por fuerza ciertos desplazamientos con respecto a los planteamientos dominantes o las líneas divisorias mejor establecidas. El presente volumen se propone examinarlas características diferenciales que especifican a la gubemamentalidad neoliberal.

No se trata aquí, por lo tanto, de tratar de restablecer una simple continuidad entre liberalismo y neoliberalismo, como se suele hacer, sino de destacarlo que constituye propiamente la novedad del «neo»-liberalisn1o. Esto implica ir en dirección contraria a la tendencia que consiste en presentar el neoliberalismo como un «retomo» al liberalismo de los orígenes o como su<

El «primer liberalismo», el que toma cuerpo en el siglo XVIII, se caracteriza por la elaboración de la cuestión de los límites del gobierno. El gobierno liberal está enn1arcado por «leyes» más o menos ensambladas unas con otras :leyes naturales que hacen del hon1bre lo que es «naturalmente» y que deben servir como límites a la acción pública; leyes económicas, igualmente «naturales» ,que deben circunscribir la decisión política. Pero, más finas y flexibles que las doctrinas del derecho natural y de la dogmática  del laissez-faire, las técnicas utilitaristas del gobierno liberal persiguen orientar, estimular, combinarlos intereses individuales para hacer que sirvan al bien general. Aunque es cierto que hay en este primer liberalismo una primera concepción compartida del hombre, de la sociedad y de la historia, y también es cierto que en él el problema de la limitación de la acción gubernamental es central, la unidad del liberalismo «clásico» se tornará cada vez más problemática, como lo ponen de manifiesto las vías divergentes que seguirán los liberales a lo largo del siglo XIX, entre el dogmatismo del laissez faire y cierto reformismo social, divergencia que conducirá a una crisis cada vez más marcada de las antiguas certezas. 16

La primera parte de este libro muestra que desde su acta de nacimiento, durante la gran crisis de la década de 1930, el neoliberalisn10 introduce una distancia, incluso una franca ruptura respecto de la versión dogmática del liberalismo  que se había impuesto en el siglo XIX. Y es que la gravedad de la crisis de dicho dogmatismo obligaba a una revisión explícita y asumida dela doctrina del laissez faire. Combatir el socialismo y todas las versiones del«totalitarisn1o» imponía un trabajo de refundación de las bases intelectuales del liberalismo. En esta coyuntura de crisis económica, política y doctrinal, se produce la refundación «neoliberal» de la doctrina, que Tarn poco entonces conduce a una doctrina enteramente unificada. En el Coloquio W alter Lippmann de 1938 se esbozaron dos grandes corrientes: la con1ente del ordoliberalismo alemán, representada principalmente por W. Eucken yW. R.opke, y la corriente austro-nortean1ericana, representada por Ludwig von Mises y Friedrich Hayek.

La segunda parte permitirá establecer que la racionalidad neoliberal que se despliega verdadera1nente en los años 1980-1990 no es la simple puesta en práctica de la doctrina elaborada en la década de 1930, no se pasa de la teoría a su aplicación. Una especie de filtro, que no se debe a una selección consciente y deliberada, elige ciertos elementos a expensas de otros, en función de su valor operatorio o estratégico en una situación histórica dada. Se trata, no de la acción de una monocausalidad (de la ideología hacia la economía o a la inversa), sino de una multitud de procesos heterogéneos que han conducido, en virtud de «fenómenos de coagulación, de apoyo, de refuerzo recíproco, de cohesionamiento, de integración>>, a un <

En consecuencia, el neoliberalismo no es heredero natural del prin1er liberalismo, como tampoco constituye su traición, ni su extravío. No retoma la cuestión de los límites del gobierno allí donde el liberalismo la había dejado.

Ya no se pregunta por el tipo de límite que se debe asignar al gobierno político: el mercado (Adam Smith), los derechos (John Locke) o el cálculo de utilidad Geremy Bentham). Sino, más bien: ¿cómo hacer del mercado el principio del gobierno de sí (Parte I). Considerado como racionalidad gubernan1ental, y no como doctrina más o menos heteróclita, el neoliberalisrno es precisamente el despliegue de la lógica del mercado como lógica normativa generalizada, desde el Estado hasta lo más íntin1o de la subjetividad (Parte II).

Es esta coherencia práctica y normativa, 1nás que la de las fuentes históricas y las teorías de referencia, lo que funda nuestro planteamiento. Esclareciendo el modo en que se imponen y funcionan a todos los niveles cierto tipo de normas, nuestra finalidad no es sino contribuir a la renovación del pensamiento crítico y la reinvención de las formas de lucha.


1. Este credo naturalista, que fue el de Jean-Baptiste Say y de Frédéric Bastiat, fue perfectamenteformulado por el ensayista francés Alain Mine en estos términos: «El capitalismono puede hundirse, es el estado natural de la sociedad. La democracia no es el estado naturalde la sociedad. El mercado sí»; en Cambio 16, Madrid, diciembre de 1994.
2. Wendy Brown, Les habíts neufs de la politíque mondíale. Néolibéralísme et néoconservatísme,Les prairies ordinaires, 2007, pág. 37. Este ensayo incisivo nos ayudó mucho a formularnuestra propia comprensión del neoliberalismo.
4. Joseph Stigliz, Un autre monde. Contre lefanatísme du marché, Fayard, 2006.
3. Reagan hizo de La ley, de Frédéric Bastiat, su libro de cabecera a comienzos de losaños sesenta; véase Alain Laurent, Le líbéralisme amérícain, Les Belles Lettres, 2006, pág. 177.
5. La idea de una razón configuradora de mundo se encuentra en Ma."X Weber, con lalimitación de que concierne esencialmente al orden económico capitalista, ese «inmensocosmos» que «impone al individuo atrapado en las redes del mercado las normas de su actividadeconómica» (La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Prometeo, 2003). Pero en unpasaje de esta misma obra, consagrado al carácter «relativo» e «impersonal» del amor al prójimoen el calvinismo, encontramos la expresión «configuración racional del cosmos social». Encierto sentido, y con la condición expresa de no reducir lo social a una dimensión entre otrasde la existencia humana, de la razón neoliberal se podría decir del modo más preciso que esla razón de nuestro «cosmos social».
6. Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, Seuil/Gallimard, París, 2004. Indicado enadelante como NBP. Este curso constituye la referencia central que rige en todo el análisisque tratarnos de hacer del neoliberalismo en la presente obra. [En español: Nacimiento de labiopolítica. Curso en el College de France (1978-79), Fondo de Cultura Económica, 2007.]
7. NBP, op. cit., reproducido en Dits et écn"ts JI, 1976-1988, Quarto Gallimard, p. 823.Sobre la noción de «racionalidad política», ver en la misma obra, pág. 818 y págs. 1645-1646.
8. NBP, pág. 324, reproducido en Dits et écrits II, o p. cit., pág. 819.
9. Dits et écrits II, op. cit., pág. 944.
10. Dits et éaits II, op. cit., pág. 1401.
11. «Les techniques de soi», en Dits et écrits II, op. cit., pág. 1604. Aquí tomaremos eltérmino «gubemamentalidad» en este sentido ampliado.
12. Véase Le Monde 08-11-2012, «En France, Renault veut une compétitivité espagnole».
13. Paul Kmgman, End this Depression now, Norton & Company, 2012.
14. Recordemos que el artículo 210--2 del Tratado de Lisboa prohíbe a los Estados tomaredidas dirigidas a una armonización social.
1.5. Tal fue uno de los argumentos invocados constantemente por aquéllos de los responsablessocialistas que militaron por la ratificación del Tratado Europeo durante la campaña delreferéndum en Francia
16. La edición francesa del presente libro contiene cuatro capítulos consagrados a esteprimer liberalismo.
17. Michel Foucault, Sécurité, territoire, population, op. cit., pág. 244. En este pasqje, elautor sustituye la pregunta acerca de la asignación de una causa o fuente única por la de laconstitución o composición de los efectos globales como medio privilegiado de establecimientode la inteligibilidad en la histmia.

No hay comentarios: