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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

20/2/19

DEFENSA DE LA DEMOCRACIA DIRECTA




A propósito dle libro de Antoine Chollet, Défendre la démocratie directe. Sur quelques arguments antidémocratiques des élites suisses, Lausanne, Presses polytechniques et universitaires romandes, 2011, 129 p.
Por Manuel Cervera-Marzal


En su Essaies sur la politique, Claude Lefort ( 1986) define la política  como el objeto de la ciencia política distinguiéndola así de lo político, asunto  sobre el que se interroga la filosofía política. La política es un objeto de conocimiento, construido por la ciencia politica y la sociología, disciplinas que pretenden formular un en enunciado verdadero acerca del Estado y sus instituciones. Es una “ intención de conocimiento” radicalmente diferente la que inspira la filosofía política, la cual, al tomar la política como problema ( y no como objeto), busca no ya la elaboración de un saber objetivo sino la participación en un proceso de emancipación.

En su ultima obra, Antoine Chollet , Defendre la democratie directe, desarrolla esta distinción de Lefort con la mas  estricta fidelidad a la tradición intelectual que Martin Breught (2007) ha denominado con acierto “el pensamiento plebeyo”. Profundizando sobre una exegesis de Lefort, Abensour, Rancière y Castoriadis, Chollet defiende en ella la filosofía política, íntimamente relacionada con la democracia directa, contra la ciencia política, disciplina estrechamente mezclada con la legitimación del gobierno representativo.

Quiérase o no, el saber es inseparable del poder. Conviene  levantar acta de ello y tomar partido. Sin reservas, Chollet se posiciona  del lado del pueblo contra las elites y aboga  por el principio igualitario  contra el principio aristocrático

La defensa de un enfoque filosófico en lugar de un enfoque científico de lo político está también sólidamente vinculada a la defensa del pueblo contra “los argumentos antidemocraticos de las elites suizas”. Si es necesario situarse del lado de los pequeños contra el deseo que los Grandes tienen de dominarles, no es, pues, solamente, por preocupación ética. La superioridad de la filosofía sobre la ciencia política es también y ante todo epistemológica. Mientras que la segunda se contenta con describir lo que ha sido y lo que es ahora, la primera describe lo que hubiera podido ser y lo que podría devenir, a saber, la autoemancipación del pueblo.

Los politólogos, por su parte, cuando no son pariticpes de la legitimación del orden establecido, levantan acta , como máximo, detalladamente ,de las orpesiones soportadas por el pueblo. Pero se mantienen ciegos ante las potencialidades de emancipación de la acción popular. Dan por supuesto, erróneamente, qué si el pueblo está dominado es a causa de su ignorancia y que, puesto que es ignorante, nunca podrá liberarse solo.

Los politólogos o bien legitiman la dominación actual, o bien la denuncian al mismo tiempo que señalan la imposibilidad de los sometidos de escaparse. En el mejor d e los casos, sostienen que el pueblo podría emanciparse si acepta ponerse en manos de un gobierno de sabios. Sin mencionarles, Chollet se inspira aquí directamente de la crítica de Rancière  al sociólogo-rey Bourdieu
El subtitulo de la obra parece indicar que en sus o paginas se encontrará un estudio de la retórica aristocrática de las élites suizas contemporáneas y una réplica a sus ataques contra la democracia directa. La historia de la democracia helvética y de los debates que la  acompañaron no ocupa en realidad más que una de  las seis partes en que se divide el libro. Este viene a ilustrar y a servir un propósito a la vez más general y mas ambicioso sobre la naturaleza de la democracia y sobre las criticas que, de Platon a Schumpeter, no han cesado de descalificar  al poder popular. La tipología de cuatro sistemas argumentativos que apuntan a desacreditar la democracia directa es notable y merece un breve resumen.

Antoine Chollet
El primer argumento, el de la aristocracia, presenta una insuperable oposición entre una elite supuestamente ilustrada y un pueblo que se supone ignorante. El argumento del derecho natural supone la existencia de un conjunto de normas sagradas e intocables, fuera del alcance de la decisión democrática, de manera que el pueblo no tendría derecho alguno para preguntarse sobre su fundamento. El argumento del Estado teoriza la necesidad, en toda sociedad de disponer de un aparato administrativo coherente eficaz y soberano. Finalmente, al argumento  del orden se basa en una denuncia del peligro de desordenes que  produciría necesariamente la practica democratice. Históricamente, estos diferentes categorías argumentativas darían lugar  a variaciones y combinaciones. Fueron combinadas por las elites en función de las necesidades de cada época. La mayor parte de la obra se dedica a refutarlas.

El argumento aristocrático resulta de discutir la democracia desde sus fundamentos mismos, es decir, del supuesto de la igualdad entre los ciudadanos. La idea fundamental- planteada primero por Platón y después reactivada por la sociología elitista italiana ( Mosca, Pareto, Michels)- es que la gestión d e los asuntos públicos debe ser lo propio de un grupo restringido de individuos competentes e informados de las complejidades de la cosa publica. El ciudadano típico seria, por su parte,  como máximo, capaz  de elegir  representantes pero nunca capaz de juzgar directamente sobre cuestiones políticas. Al criticar esta concepción de la competencia como consentimiento al poder (1) Antoine Chollet, señala muy acertadamente que en democracia liberal (no se trata de ningún oxímoron), los representantes no se representan mas que ellos mismos. Para remediar esta usurpación por parte de un delegado que pretende actuar “en mi nombre”, decidiendo “en mi lugar” no faltan soluciones: reemplazar el mandato delegativa por el mandato imperativo, revocabilidad de los electos, rendición de cuentas, carácter obligatorio de las promesas electorales, rotación de cargos, elección  de cargos  políticos por sorteo, etc. Todos estos procedimientos conllevan un ideal de democracia directa. Implican poner fin a la profesionalización de la política, la separación entre gobernantes y gobernados y el abandono de una concepción oligárquica que, según Robert Dahll, podría  definirse como una competición entre elites ( Dahl 1989)

El argumentó de derecho natural deriva de otra lógica  completamente distinta a la precedente. Se basa en la idea de que la democracia directa debiera conocer los limites en cuanto a los asuntos que puede abordar. No es la existencia misma de una democracia directa lo que se pone en cuestion sino su extensión. Ciertos derechos fundamentales se declaran sagrados de manera que está vedado que la soberanía popular los toque, Pero entonces, se pregunta Chollet apuntando directamente al corazón del problema, ¿Quien puede legítimamente decidir  sobre esos limites puestos a priori? Los “únicos jueces de los limites que hubiese que poner a los instrumentos  de la democracia no pueden ser sino  los ciudadanos” ( p 82), ¿ Cómo han de fijar los ciudadanos esos limites? Por el voto y la democracia directa misma. Cualquier intento de delimitar su extensión está condenado al fracaso porque en última instancia es el pueblo mismo el que decide lo que no ha de poder decidir. Además, afirma Chollet, los derechos del hombre infringen un principio ético-politico central según el cual “una generación no puede someter a sus leyes a las generaciones siguientes”. Ironías d e la historia, este principio se menciona en el art 28 de la Declaracion de derechos del hombre y del ciudadano de 1793. Mas que los derechos del hombre, Chollet hace prevalecer, lo que es un eco a las reflexiones de Claude Lefort, que la democracia es el régimen caracterizado por la ausencia de fundamento último de la acción política. Imposible, para un demócrata, referirse a algún texto sagrado, a alguna tradición, a un guía, a un jefe, a las leyes de la historia, a las exigencias de la razón, o  incluso a las leyes del progreso. La democracia no tiene mas fundamento que ella misma. Reposa sobre una terrible exigencia: la aceptación de la indeterminación en cuanto a sus fines últimos de neustra acción política. Esta definición anárquica de la democracia- en el sentido de que funciona sin fundamento, sin arkhe y sin autoridad- lleva al rechazo de los derechos del hombre. No es su contenido en tanto que tales lo que se discute sino su  status pre-politico y sagrado, así como “la utilización que se hace con vistas a circunscribir el uso de la democracia directa entre ciertos limites” ( p 86)

Manuel Cervera-Marzal

El tercer argumento, el del Estado,  da por supuesto que una comunidad política no o pueda prescindir de un aparato de Estado coherente, eficaz, soberano y separado de la sociedad. Una filosofía democrática no puede admitir que se reduzca de esa manera la política a lo estatal, ocultando al mismo tiempo toda la riqueza de las manifestaciones políticas no estatales, empezando por las sociedades contra el Estado de Pierre Clastres ( 1974).Además, a  la reducción de la política a los estatal se le añade la asimilación de la democracia al Estado de derecho, olvidando esta vez que la democracia funciona contra el Estado ( Abensour 2004). Mientras que la primera exige que los ciudadanos sean  alternativamente gobernantes y gobernados, la separación entre dirigentes y ejecutantes es lo constitutivo del funcionamiento del segundo.

El cuarto y último  argumento contra la democracia directa es sin duda el más conservador. Platon y sus sucesores descalifican la democracia identificándola al desorden y al caos, a las pasiones erráticas de pueblo bajo. Mas que rechazar la acusación- afirmando como los marquistas que la democracia no es el desorden sino “el orden menos el poder”-Chollet procede a una magistral devolución de los reproches. Acepta de buen grado la constatación, a saber, que la democracia perturba inevitablemente todo orden establecido pero procediendo  a cambio a una verdadera revalorización del desorden. Antes que condenar los tumultos y las revueltas en nombre d e la existencia de lo social, ve en ello la fuente de la libertad política. Así “ no solo  se debe aceptar una dosis de desorden sino también mantenerla, cultivar cierto nivel de conflictividad en cuestiones políticas, no buscar automáticamente el consenso, el “ mejor” funcionamiento o la política “ mas racional” ( p 99 ). Aunque  la asimilación de la noción de conflicto con la de  desorden no es forzosamente  tan evidente como parece pensarlo Antoine Chollet, podemos apostar que, en lo demás, este libro constituye un  verdadero soplo de aire  fresco y viene puntualmente a recordarnos que la filosofía política no tiene sentido mas que en tanto que  forma parte de un combínate que la supera y que enfrenta a dos fuerzas políticas irreconciliables: los demócratas de una parte, las élites de otra.

Notas y anexos:
[1]Le propre du gouvernement représentatif est, selon Bernard Manin (1996), que les citoyens peuvent consentir mais non accéder au pouvoir.
Bibliografia:
Abensour, Miguel, 2004, La démocratie contre l’État : Marx et le moment machiavélien, Paris, Le Félin.
Breaugh, Martin, 2007, L’expérience plébéienne : une histoire discontinue de la liberté politique, Paris, Payot.
Clastres, Pierre, 1974, La société contre l’État, Paris, Éditions de Minuit.
Dahl, Robert, 1989, Democracy and its Critics, New Haven (CT), Yale University Press.
Lefort, Claude, 1986, Essais sur le politique, Paris, Seuil.
Manin, Bernard, 1996, Principes du gouvernement représentatif, Paris, Flammarion.

Fuente:
(*). Recension del libro  Antoine Chollet, Défendre la démocratie directe. Sur quelques arguments antidémocratiques des élites suisses, Lausanne, Presses polytechniques et universitaires romandes, 2011, 129 p. Por Manuel Cervera-Marzal

 L´erudit. Cervera-Marzal, M. (2011). Antoine Chollet, Défendre la démocratie directe. Sur quelques arguments antidémocratiques des élites suisses, Lausanne, Presses polytechniques et universitaires romandes, 2011, 129 p.. Politique et Sociétés, 30 (3), 150–152. https://doi.org/10.7202/1009186ar .

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