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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

3/6/20

Actualidad: CAPITALISMO DE CRISIS: PORQUÉ LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO NO ES SOCIALISMO



por Dominic Alexander, periodista . Counterfire (*)

Capitalism hasn't been suspended. Change that benefits ordinary people can only come by pressure from below.”
(“El capitalismo no va a cesar. Un cambio que beneficie al pueblo solo puede venir por presión  desde abajo.”)



La confirmación de la noticia que el gobierno británico está usando la crisis del  coronavirus para acelerar la privatización del Servicio Nacional de Salud ( NHS) es una aterradora notificación para la mayoría de la población del Reino Unido. Sea cual sea el daño que ocasione el gobierno ha dejado claro que su agenda es privilegiar los beneficios privados. 

La noticia deja al descubierto el grave error de aquellos políticos “progresistas” que piensan que la intervención del estado va a cambiar la naturaleza del capitalismo después de la crisis del COVID 19

La novísima Internacional Progresista, que agrupa a políticos socialdemócratas, aspira que con la intervención estatal surja un tipo diferente de capitalismo. Uno de sus convocantes Yanis Varoufakis ha llegado a decir que el capitalismo «ha sido suspendido» durante esta crisis, y ha comparado la actual situación con la vivida durante la Segunda Guerra Mundial… como si ese momento hubiera constituido una ruptura en el funcionamiento del capitalismo.

Sugerir que cualquier gobierno occidental, vayan a renunciar al capitalismo no solo es completamente erróneo sino que llevará a un desastre político a las fuerzas de izquierda.

En primer lugar, Varoufakis ha demostrado su total incomprensión de lo ocurrido con las economías capitalistas durante la Segunda Guerra Mundial, ha confundido la intervención estatal con una alternativa anticapitalista. En segundo lugar, es una tonta ilusión creer que se puede convencer con argumentos racionales a los poderes oligárquicos, que por cuatro décadas han aplicado una política neoliberal.

Lecciones de la economía de guerra

Durante la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo no fue “suspendido”. El estado intervino la economía para dirigir los recursos al esfuerzo bélico, y por eso se hizo cargo de sectores de la economía que estaban en manos de la propiedad privada. Esto limitó la libertad empresarial para inversión de capitales, pero nunca fue más lejos que eso.

El capital no fue expropiado y los beneficios continuaron creciendo. De hecho, el enorme mercado creado por la demanda estatal para la producción de la guerra significó que la economía capitalista saliera de la recesión. En los Estados Unidos, las ganancias obtenidas superaron los  niveles alcanzados antes de la Gran Depresión.[1]

Aun así, los capitalistas exigieron un severo precio. En el Reino Unido, llegó en forma de austeridad tanto durante la guerra como por muchos años después. El supuestamente radical gobierno laborista de Clement Attlee recurrió a medidas draconianas contra los trabajadores trasladando, tanto como le fuera posible,  la carga de la deuda al pueblo trabajador.

Lo que paso que en esos años una clase trabajadora fuertemente organizada conquistó algunas importantes victorias como la creación del Servicio Nacional de Salud (NHS), la educación pública gratuita y la seguridad social universal. Un sentimiento generalizado contra el retorno al capitalismo de antes de la guerra obligó el gobierno laborista ha introducir medidas sociales.

Todos los anteriores gobiernos laboristas habían fracasado en implementar este tipo de reformas. La historia del laborismo ha demostrado que sus líderes siempre han tratado de no hacer nada que asuste al capital.

La nacionalización de algunas industrias en la posguerra no significó un abandono del capitalismo. Más bien, el sistema vio la necesidad que las industrias del carbón, el hierro y el acero fueran asumidas por el Estado. Estas industrias no obtenían grandes beneficios pero eran esenciales para la seguridad nacional. Si el Estado la administraba el capital quedaba libre para invertir en las áreas que aseguraban una mayor tasa de beneficios.

La intervención del Estado y poner límites al mercado no «suspenden» en absoluto el capitalismo. Es una estrategia para mantener la rentabilidad. Mientras el poder del capital persista sobre el trabajo asalariado – por muy restringido que esté el mercado – el capitalismo seguirá funcionando plenamente.

Capitalismo de crisis

A la luz de estos antecedentes debemos considerar la naturaleza de la intervención del Estado en las circunstancias actuales. De hecho, todo los acuerdo de los gobiernos con el gran capital están priorizando la capacidad de las empresas para obtener beneficios.

El bien social es secundario. La escandalosa provisión de recursos estatales a los hospitales privados en el Reino Unido es parte de una política – en todo el occidente desarrollado- que está concediendo una enorme cantidad de dinero a las grandes empresas y a los bancos para que restablezcan sus ganancias.

Es probable que gran parte de estos préstamos se desperdicien ya que la actividad creadora de empleo no volverá fácilmente . Al contrario, con la llamada flexibilización cuantitativa (dinero emitido sin respaldo) se volverán inflar los precios de los activos de las grandes corporaciones .

Esta estrategia que aumenta la cantidad de riqueza de unos pocos desde 2008 ha producido más brutal desigualdad arrasando el nivel de vida de los trabajadores. Peor aún, la deuda estatal volverá a crear una presión para otra ronda de austeridad en servicios públicos e infraestructuras . No se podrá hacer inversiones que no produzca tasas altas de beneficio de manera inmediata.

El argumento que la deuda tiene que ser pagada estará fuera de toda discusión. En este escenario no habrá lugar para la construcción de infraestructura verde

El gobierno británico , y otros gobiernos de occidente, no se conmoverán por ningún llamamiento a la razón, o por las consecuencias de sus políticas para el tejido social y el medio ambiente. Sus preocupaciones están centradas en el restablecimiento de la rentabilidad.

Es una auténtica creer que la crisis pandémica , y la recesión que seguirá, vaya a crear una intervención estatal que beneficie a la gente común y corriente. La intervención económica estatal no es buena por sí misma, siempre depende de los intereses a los que sirve.

El capitalismo, al final, es el poder social de la clase dominante. El estado sólo introducirá medidas que beneficien a los trabajadores si se ve obligado a hacerlo por la presión desde los de abajo.

Un cambio real demandará la protesta organizada de los trabajadores y de los movimientos sociales. Como primer paso habrá que exigir el aumento de la inversión en bienes sociales y medioambientales, independientemente de su coste para el capital.
Notas
[1] Ver Michael Roberts, La larga depresión (2016)


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