Aristides cumplió su función con tal honradez e integridad
que a su muerte, a pesar de haber administrado tan inmenso fondo era tan pobre
que sus hijas apenas pudieron costearle el entierro. Se consideraba entonces, en efecto, que la pobreza es prueba
de honradez pues aunque no todos los pobres son honrados, todos los honrados
han de ser pobres.
Nota paralela:
Compárese con las remuneraciones y
patrimonio de los responsables y simples ministros de Finanzas de nuestros países, y de
la Unión Europea.
Nota final: Esta historia acaba
bien, pues en reconocimiento a su honradez, Atenas concedió a sus hijas pensión
de alimentos a perpetuidad a costa del erario
público y pagó con generosas
dotes su casamiento con ilustres atenienses.