(recomendado por la Cabaña)
Tres textos de
Cornelius Castoriadis sobre la democracia repesentativa.
Uno de los ejes sobre los que siempre ha insistido el pensamiento republicano ha sido el del
autogobierno ciudadano. Necesariamente vinculado a este autogobierno se
encuentra el otro de los ejes del republicanismo:
la responsabilidad necesaria de los ciudadanos (la virtus, el vivere civile)
para que exista la ciudad republicana, la polis, la republica genuina y, en definitva, la política
misma. Esta responsabilidad irrenunciable y aquel autogobierno hacen necesariamente
plantearse la institución política que
haga viable un autogobierno de cualquier colectivo protagonizado de manera
directa por los que lo componen según la visión republicana de organización de
lo común.
Rousseau fue, entre los herederos de la tradición del pensamiento republicano clásico, de los que se dieron cuenta del alcance, en términos de radicalismo democrático, de esta exigencia y de la inconsecuencia de la contraria, es decir de la naciente institución de la representación política. La democracia liberal representativa, fue en la praxis y sin embargo, el sistema finalmente triunfante en concordancia con su propia concepción de la política tan contraria al republicanismo.
Esta ideología triunfante concibió la libertad política como el gozo privado de derechos y posesiones y no como la construcción del espacio propio de lo humano que surgía de la ciudad autogobernada por todos. La política, entonces, podría limitarse a una actividad propia de unos pocos, ricos, o sabios en quienes delegaban los ciudadanos para poder dedicarse privadamente al goce de sus riquezas. Los no poseedores de riquezas
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Rousseau fue, entre los herederos de la tradición del pensamiento republicano clásico, de los que se dieron cuenta del alcance, en términos de radicalismo democrático, de esta exigencia y de la inconsecuencia de la contraria, es decir de la naciente institución de la representación política. La democracia liberal representativa, fue en la praxis y sin embargo, el sistema finalmente triunfante en concordancia con su propia concepción de la política tan contraria al republicanismo.
Esta ideología triunfante concibió la libertad política como el gozo privado de derechos y posesiones y no como la construcción del espacio propio de lo humano que surgía de la ciudad autogobernada por todos. La política, entonces, podría limitarse a una actividad propia de unos pocos, ricos, o sabios en quienes delegaban los ciudadanos para poder dedicarse privadamente al goce de sus riquezas. Los no poseedores de riquezas