Por
Thomas Coutrot (*)
La
búsqueda de la competitividad no es solamente un error, también es peligrosa
porque esconde los verdaderos desafíos y lo que verdaderamente está en juego en
el futuro de neustra economía y de
nuestras sociedad. Esta es la tesis que sostiene Thomas Coutrot, cofundador de
Economistas aterrados y portavoz de Attac.
Pocos
son los que lo discuten: el aumento de las desigualdades socio-económicas y el
incremento continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero son el
germen de catástrofes sociales y tecnológicas que asoman en el horizonte de
aquí a dos o tres decenios, No obstante las decisiones políticas de corto
plazo no solamente son insensibles a
estas amenazas sino que aceleran
francamente su advenimiento. Al
contrario de lo que nos dice una visión superficial, la austeridad no conduce en absoluto a nuestra sociedad por la vía de
la sobriedad. La prioridad que da Francois Hollande a la competitividad es de
las que se inscribe en esas visiones de corto plazo: aumentar el crecimiento de
nuestras exportaciones por la via de la bajada del coste de la mano de obra y
del gastos público, es lo contrario a cualquier perspectiva de
redistribución de la riqueza y de
atención ecológica. Los efectos
secundarios son previsibles: el aumento
de las desigualdades y de las emisiones de
gases efecto invernadero y nos
conducirán a esos grandes desequilibrios
que se anuncian.
En un primer momento recordaré los principales
hechos que esquemáticamente se refieren
a esos dos grandes riesgos y su dinámica acumulativa de mutuo refuerzo. A
continuación mostraré porque la
prioridad absoluta que se da a la
competitividad no puede hacer, por las implicaciones políticas, económicas y
ecológicas que supone más que acentuar
la realidad de esos peligros anunciados.
Finalmente, plantearé el interrogante sobre los cambios que serían necesarios introducir en nuestros
sistemas económicos y políticos para
que por fin comencemos a “creer
que sabemos”, como dice Jean Pierre Dupuy (1) y obrar en consecuencia.