Por Miguel Angel Domenech
Delgado(*)
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Esa actitud de la ortodoxia
marxista ha contrastado siempre con la
experiencia que todos hemos tenido en las luchas en que andábamos metidos cotidianamente, de la
complejidad y riqueza que alimentan siempre las voces populares. El rechazo de
toda esa riqueza poniéndola en el saco de lo idealista o superado, es propio de
una cierta filosofía de la historia que propone que la historia es normativa y
que hay movimientos y gentes que son culpables por no saber asumir el estado de
inmadurez que la Historia les ha asignado. Deducen un “sentido
de la Historia” sin ver las historias
mismas y se pasman ante el “espíritu del pueblo” olvidando que hay muchos pueblos en el pueblo .Señala
Thompson que se ha dado tradicionalmente en el marxismo un cierto desprecio
como si fueran “inhibiciones morales”
de esas tradiciones no marxistas que han insistido precisamente en los
contenidos morales de la fundamentación de rebelión y revolución. Señala que
esto ha llevado al comunismo a un estado peor que la confusión. El comunismo
marxista ha fracasado en ser incapaz de confluir con otras perspectivas concretamente,
las de orígenes morales, o de otros análisis. Como si todos ellos fuesen etapas
infantiles, desorganizadas o rebeliones
previas. Esta tozudez del comunismo dogmático
marxista, la estrechez
positivista y la altanería de creerse fundamentados en un orden teórico superior y más profundo ha contaminado con sus ambigüedades la tradición
revolucionaria y ha llevado a
desencantarse del comunismo a muchos movimientos populares
genuinamente comunistas .
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