Reyes Mate Instituto de
Filosofía - CCHS/CSIC(*)
Los derechos humanos son un
logro histórico por la sencilla razón de que ahí se mide la dignidad del hombre
por el nacimiento y no por la cuna. Lo que pasa es que ese hito histórico
arrastra un grave problema: si resulta que el hombre es el legislador y por
tanto la instancia superior de la ley, ¿cómo obligarle a cumplirla si no
quiere? ¿A qué instancia acudir si ya no reconocemos la autoridad de Dios o de
la naturaleza?
La sospecha de que el hombre
bien pudiera no respetar los derechos (y por tanto no cumplir los deberes) a
los que se debe por nacimiento, por ser hombre, está más que fundada. Hannah
Arendt no necesita recurrir a los periódicos para ilustrar la sospecha. Le
basta recorrer la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de
1789. El artículo primero remite los susodichos derechos al hecho de nacer,
mientras que el segundo, al hecho de ser ciudadano.