Libro de Holger Hoock . (1) Fragmento
"Las cicatrices de la independencia es una historia sobre la violencia. Es el primer libro acerca de la Revolución estadounidense y la Guerra de la Revolución que centra su enfoque analítico y narrativo en la violencia (...). Durante más de dos siglos, este tema ha sido objeto de un blanqueamiento y de un proceso de memoria selectiva y olvido. Mientras que las gentes de entonces experimentaron la Revolución como algo amenazador, turbulento y divisivo, su omnipresente violencia y terror han fabricado una visión romántica del nacimiento de la nación. Al pintar ahora un crudo retrato de la violencia de la época revolucionaria, podemos ofrecer una nueva luz sobre cómo entendían sus luchas los que la vivieron y cómo los supervivientes y las generaciones posteriores han recordado y alterado la memoria del conflicto (...).
La Revolución también fue
violenta en formas que no recordamos, o que no podemos llegar a imaginar,
porque se les ha puesto una sordina o incluso porque han sido borradas por
completo del relato convencional. Aunque desde el siglo XVIII se haya invocado
a la Revolución estadounidense, una y otra vez, en defensa de todo tipo de
causas –el ejemplo actual más prominente tal vez sea la oposición del Tea Party
a la reforma del sistema de protección sanitaria–, su violencia inherente se ha
minimizado a menudo. El resultado ha sido que se ha perpetuado una narración en
exceso sentimental de la guerra que dio origen a los Estados Unidos. Incluso
los retratos de los hambrientos y desharrapados soldados de George Washington,
que nos los muestran tiñendo con sus pies de rojo la nieve de Valley Forge, son
la evocación nostálgica de unos mártires, y no la representación de unos
guerreros curtidos en batalla (...).
La mayoría del público
estadounidense, e incluso muchos historiadores, aún parecen remisos a admitir
el concepto de conflicto civil como una forma adecuada de describir la
Revolución. Tal vez esto no deba sorprendernos, ya que pasar a contemplar la
Revolución como la primera guerra civil de los estadounidenses nos obliga a
enfrentarnos al núcleo mismo del terror (...).
A medida que escalaba la crisis entre Londres y las colonias, los patriotas pusieron el punto de mira tanto en sus adversarios declarados como en los que no se habían significado. Y lo hicieron no solo con argumentos morales, sino también con amenazas y violencia física. No hubo guillotina en Boston, Nueva York o Charleston como habría en París dos décadas después, pero la forja de la nueva nación conllevó la exclusión forzosa no solo de los esclavos negros y de los nativos norteamericanos, sino también de los blancos de origen europeo que no se adscribieran al proyecto revolucionario. Aparte de los nobles ideales de la Revolución, los incidentes violentos no fueron excepciones desafortunadas dentro de una revolución contenida y ordenada. Más bien, y sobre todo en la experiencia vivida por los lealistas, fueron la norma. Tanto los partidarios de la Revolución como sus adversarios llegaron a experimentar la violencia inherente de la misma (...).
Un retrato más fiel de aquella época nos permite comprobar que la Revolución estadounidense no fue una gloriosa excepción. Igual que otras revoluciones modernas, y pese a todos sus