Por Javier Peña Echeverria (1)
La “moda” republicana y sus críticos
El éxito actual del republicanismo se
manifiesta en el hecho de haberse convertido en una etiqueta a la que se acogen
a menudo quienes pretenden presentar una concepción de la política alternativa
al liberalismo. Pero a medida que ha ido ganando espacio en el mundo académico
y en el discurso político, le han ido lloviendo críticas de diverso alcance e
intención, aunque coincidentes en poner en cuestión, bien sea su fuste teórico
o su adecuación a la realidad política actual, o ambas cosas. Este artículo
pretende contribuir a responder a esas críticas con algunas consideraciones que
defienden la sustancia y solidez del republicanismo como filosofía política,
aun sin dar por buenas todas sus expresiones y tendencias.
Ciertamente, el republicanismo ha
alcanzado en las dos últimas décadas una notable presencia y difusión en el
mundo académico. La labor de recuperación y revitalización de la tradición
republicana desarrollada por algunos historiadores del pensamiento político del
mundo anglófono, como Pocock o Skinner, siguiendo la senda abierta por la
historiografía de la
Revolución Americana, ha dado sus frutos, y se hace
manifiesta en el hecho de que destacados pensadores políticos, como Habermas,
Rawls, Walzer, Sandel o Taylor, se hayan calificado a sí mismos como
republicanos, o al menos hayan manifestado su simpatía hacia el republicanismo.
En particu-lar, hay que destacar el acierto de Philip Pettit en presentar
sistemáticamente este republicanismo renovado en su Republicanism (1997),
convertido en referencia inexcusable para cualquier exposición de esta
doctrina, aunque se hayan expresado importantes reservas y críticas a su
interpretación de la tradición y de los conceptos capitales del republicanismo.
El interés por el republicanismo ha
llegado también a España. Como además ha habido algún intento, relativamente
reciente, de utilizarlo como etiqueta para revestir una propuesta
política, es grande la tentación de considerar
que esto del republicanismo es simplemente una moda. Pero que el
republi-canismo esté de moda no implica necesariamente que sea sólo eso. Me refiero al PSOE en el período 2000-2004. Ante las elecciones de 2008,
la apelación al republicanismo se ha diluido.
No
está de más recordar que sobre el republicanismo hay en España trabajos
bastante anteriores al libro de Pettit, y otros que nada tienen que envidiar en
solvencia y solidez teórica a los de los más conocidos neo republicanos.
Algunos aparecen mencionados en este artículo, pero la lista podría ser mucho
más larga.
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