Paniagotis Sotiris,
sociólogo de la Universidad del Egeo, Grecia
De alguna manera, siento
cierto malestar, ya que toda la izquierda griega comparte una especie de
responsabilidad de que Grecia no sea hoy en día un laboratorio de la esperanza,
sino motivo de desesperación. Lo que voy a decir hay que tomarlo como una forma
de autocrítica, más que como una declaración. Me considero parte del
problema...
El problema es que en el
país en el que el más agresivo de los experimentos sociales neoliberales se
había topado con la más masiva, casi insurreccional, secuencia de luchas, en el
que la crisis política era lo más cercano a una crisis de hegemonía que haya
conocido Europa Occidental desde la “caída de las dictaduras”, en el que un
partido de izquierdas relativamente pequeño fue catapultado al poder, en el que
un pueblo desafiante se opuso al chantaje de la Unión Europea en el referéndum
del 5 de julio, Syriza, después de ganar unas elecciones en que el resto de la
izquierda fracasaba en el intento de contestar la versión de izquierdas del “no
hay alternativas”, que daba el tono de los debates electorales, ha aceptado
unas reformas neoliberales que sonrojarían hasta a los infames Chicago boys:
desde la reforma del sistema de pensiones hasta las privatizaciones y las
ejecuciones hipotecarias y los desalojos masivos.