Proposiciones políticas libres y consideraciones de Estado.
A fin de conducir a un buen, formidable y generoso pueblo
o conjunto de hombres, gradualmente hacia un fortalecimiento invencible y un
siempre creciente y floreciente bienestar, deberá hasta cierto punto enseñarse (hasta
cierto punto, por lo tanto todo avance o mayor perfección tiene que ser
enseñado, practicado y esperado como un resultado del tiempo) lo que por necesidad
y en primer lugar se requiere para un orden
civil o administración de asuntos comunes. Y para atenerse a esto del
modo mas perfecto y cierto, el pueblo debería en cierto grado, toscamente,
haber comprendido y concebido en que consiste su interés general, si
preocupación o su bien, lo que , a mi juicio, puede ser o mejor de todo o
percibido y descubierto acerca de la propia naturaleza humana por el hombre
mismo. Por naturaleza, pues, todos los hombres,
incluyendo ambos sexos) nacen libres y, sin comparación con nada,
previamente constreñidos a la búsqueda de su propio bien y su bienestar por
sobre aquel de los otros hombres y en caso de que ellos sepan como obtenerlo
mas temprano y de mejor manera por si mismos en soledad, será esa una razón
para que los hombres en conjunto con otros tímidos animales traten de evitar y
rehuir a toda estrecha socialización y compañerismo con otros seres. Pero
considerando que todo hombre encomendado a si mismo resulta ser muy débil e
impotente, que incluso está imposibilitado de saciar sus necesidades mas elementales
, y que se encuentran a si mismos
también afectado por el deseo de procrear y de inclinaciones similares; de modo que experimentan
ambos, hombre y mujer, -también como una
consecuencia de su mas tierna educación y disciplina de cuando niños, -tantas necesidades , que por ello están completamente acuciados en
procurarse ayuda mutua de sus compañeros y elegir algún tipo de morada fija
y duradera. De esta manera podemos deducir de la propia naturaleza y
disposición humana que el hombre es conducido hacia la sociabilidad mutua y cohabitación
con su semejantes, primero por necesidad y mayor asistencia y luego por
disfrutar de un mayor placer y entretenimiento. En esto el hombre es conducido
automáticamente por su propia naturaleza, carácter o disposición, a pesar de lo
que digan contra ello meros cortesanos aduladores y pedantes académicos que
juzgan al pueblo o a las personas comunes como torpes, rencorosas, violentas y
crueles por naturaleza y en consecuencia imposibilitados por completo para una
servicial y amistosa compañía y
coexistencia.
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