Por
Thomas Coutrot (*)
La
búsqueda de la competitividad no es solamente un error, también es peligrosa
porque esconde los verdaderos desafíos y lo que verdaderamente está en juego en
el futuro de neustra economía y de
nuestras sociedad. Esta es la tesis que sostiene Thomas Coutrot, cofundador de
Economistas aterrados y portavoz de Attac.
Pocos
son los que lo discuten: el aumento de las desigualdades socio-económicas y el
incremento continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero son el
germen de catástrofes sociales y tecnológicas que asoman en el horizonte de
aquí a dos o tres decenios, No obstante las decisiones políticas de corto
plazo no solamente son insensibles a
estas amenazas sino que aceleran
francamente su advenimiento. Al
contrario de lo que nos dice una visión superficial, la austeridad no conduce en absoluto a nuestra sociedad por la vía de
la sobriedad. La prioridad que da Francois Hollande a la competitividad es de
las que se inscribe en esas visiones de corto plazo: aumentar el crecimiento de
nuestras exportaciones por la via de la bajada del coste de la mano de obra y
del gastos público, es lo contrario a cualquier perspectiva de
redistribución de la riqueza y de
atención ecológica. Los efectos
secundarios son previsibles: el aumento
de las desigualdades y de las emisiones de
gases efecto invernadero y nos
conducirán a esos grandes desequilibrios
que se anuncian.
En un primer momento recordaré los principales
hechos que esquemáticamente se refieren
a esos dos grandes riesgos y su dinámica acumulativa de mutuo refuerzo. A
continuación mostraré porque la
prioridad absoluta que se da a la
competitividad no puede hacer, por las implicaciones políticas, económicas y
ecológicas que supone más que acentuar
la realidad de esos peligros anunciados.
Finalmente, plantearé el interrogante sobre los cambios que serían necesarios introducir en nuestros
sistemas económicos y políticos para
que por fin comencemos a “creer
que sabemos”, como dice Jean Pierre Dupuy (1) y obrar en consecuencia.
Desde
hace doscientos años, gracias a las ciencias, a la tecnología y al crecimiento
económico, el capitalismio ha podido llevar a la masa de la población a una
seguridad y calidad de vida que en la antigüedad se reservaba a una ínfima
parte beneficiaria de la servidumbre de la mayoría. Ha dejado entrever la
posibilidad de poder sacar a la humanidad de la preocupacin por el mañana.
Pero
precisamente en el momento en que parece próximo a hacerse realidad, ese sueño ,
su cumplimiento se transforma en una pesadilla. Los chinos creen haber alcanzado
el nivel de consumo norteamericano, pero desde el
momento en que alcanzan solamente el nivel de emisiones europeas de CO2
por habitante descubren que sus ciudades se han transformado en
gigantescos cocederos asfixiantes donde se muere a fuego lento.
Los
norteamericanos también se aperciben de
que las condones materiales sobre las que han podido construir su “nivel de
vida innegociable”, según la famosa declaración de G. Busch padre en la Cumbre
de la Tierra de Rio (1992), hacen ese mismo nivel de vida definitivamente
insostenible. Comienzan a darse cuenta que
no puede negociarse con la naturaleza. Ella impone límites a una acción humana que ha creído poder
impunemente transformarse en una fuerza geológica (el famoso “ antropocenio
”) (2), sin reflexionar sobre las consecuencias
a largo plazo de tal trasformación.
Tal
como indica el último informe del GREC ( GHrupo Intergubernamental de Estudios
sobre el Clima), el calentamiento climático está acelerándose de manera
incontrolada. Entre 2000 y 2010 las emisiones de gas efecto invernadero
aumentaron el 2,2% anual frente al 0,4%
en los treinta años anteriores. Sabemos
las consecuencias de un aumento de dos grados centígrados que serán inevitables
en 2030: elevación del nivel del mar, situaciones climáticas extremas, inseguridad
alimentaria, escasez de agua, conflictos y guerras por los recursos
naturales. Los mecanismos
retroactivos “positivos” ( efectos de la
fusión de los hielos, efecto invernadero del vapor de agua , emisiones de
metano con la fusión del permafrost…) que
darían lugar muy posiblemente a desencadenar una aceleración
autoalimentada del calentamiento global. Las consecuencias de una elevación de
6 grados centígrados- lo que parece hoy ya inevitable- o más, en la temperatura media del planeta de aquí al
2100 nos son desconocidas pero
pavorosas.
Al
mismo tiempo- y ya hablare después de la estrecha relación entre ambas curvas-
la curva de la concnetracio0n de riqueza está también sufriendo una tendencia
explosiva, alcanzando y superando (en el caso norteamericano) los records del principio del siglo XX. La
tendencia secular de concentración del
capital productivo, que Marx destacaba, es más activa que nunca. Un núcleo duro
de 147 multinacionales controlan hoy alrededor
del 40% de la economía mundial (3). Las tres cuartas partes de ese grupo
lo constituyen bancos, lo que confirma la hegemonía del capital financiero.
Correlativamente la concentración de la renta y del patrimonio experimenta
también un mecanismo de aceleración autoalimentado (4). En un mundo donde el
crecimiento no puede sino disminuir ( particularmente por el hecho del
agotamiento de los recursos naturales y
el final del fenómeno de alcance de la frontera tecnológica por parte de los
países emergentes), y donde el dominio del capital financiero supe rápido (
gracias a la famosa liquidez (5), (tan apreciada por los bancos ) garantiza tasas de rentabilidad
muy superiores a las tasas de crecimiento, ninguna tendencia inversa parece
susceptible de frenarlo, y menos
aún capaz de invertir el proceso de la
tendencia al auge de las desigualdades.
El 1% más rico posee el 25% de la riqueza en Europa y el 35% en Estados
Unidos, y este porcentaje esta experimentando un alza rápida e incontrolable.
Desigualdades
sociales y desregulacion climnatica, un
circulo vicioso.
Lo
más inquietante de esas tendencias es que se refuerzan mutuamente en un
verdadero círculo vicioso. El auge de las desigualdades favorece a la vez un
consumo ostentoso de ricos y un frenesí consumista de las clases medias.
Pickett y Wilkinson (6) han demostrado que las emisiones de gas de efecto invernadero están estrechamente ligadas al grado de desigualdad
económica. “La desigualdad acentúa la competencia entre estatus sociales y la ansiedad, lo que induce al
indiivduali9smo, al materialismo y el consumismo, y por tanto, al sobreconsumo
y el derroche. Los países desarrollados mas desiguales tienen un efecto
ecológico mayor, consumen más carne y agua por habitante, producen más residuos
y toman el avión con más frecuencia. ”La
desigualdad engendra frustración y
favorece el endeudamiento. En Estado Unidos “la tasa de quiebra de los hogares
ha aumentado más en aquellos Estados donde
las desigualdades han sido más acusadas”. Otro índice de esta relación: “los gastos
publicitarios varían con las desigualdades. Los países más desigualitarios
gastan una parte mayor de su PIB, proporcionalmente, en publicidad, Estados
Unidos y Nueva Zelanda gastan dos y tres
veces más que Noruega o Dinamarca”
El
segundo mecanismo perverso que relaciona las desigualdades con la crisis ecológica deriva del dominio creciente
de la industria financiera sobre las políticas
climáticas y de biodiversidad. Mientras que el protocolo de Kyoto se
apoyaba en compromisos obligatorios de reducción de emisiones de gas, los
negocios privilegian actualmente los
mecanismo de mercado en el marco de la “ economía verde” que promueve la ONU,
la Banca Mundial y la industria financiera.
Cada vez se confía más en los mercados financieros para encomendar la responsabilidad de reorientar los flujos de
capital hacia actividades favorables al medio ambiente (energías renovables, “
climate samrt agriculture” o agricultura amiga del clima, mantenimiento de bosques y de ecosistemas, etc ). Para conseguir esto, y a pesar
del fracaso notorio del mercado europeo
de permisos de emisión ( ETS, Emission
Trade System (7), una nueva ola de innovación financiera se lleva a cabo a
cargo de los poderes públicos y los bancos: mercados del carbón, “ instrumentos
para la biodiversidad”,, programa REDD para bosques son nuevos campos de inversión
y especulacio0n gigantescos. Pero al dejar las políticas climatéricas en manos
de los mercados financieros, que son por naturaleza exagerados e irracionales,
¿ qué va a quedar de esos “ mecanismos innovadores” y de la reducción de emisiones
después del estallido de la última burbuja financiera.?
Un tercer mecanismo, puramente político este
vez , refuerza el impacto de las desigualdades sociales sobre la ecologías. A
media que crece la desigualdad, la distancia social se acrecienta entre las oligarquías
y el resto de la población. Las elites
se segregan del resto de la sociedad. A la vez que concentran mayores poderes de decisión en sus manos se hacen
cada vez más ajenas a la suerte de común.
Su
desinterés de cara al ascenso de los
peligros resulta,- por una parte- de los
imperativos de la guerra económica, pero también puede explicarse por la
certeza de sus dirigentes de que pase lo que pase, su recursos les permitirán ponerse al abrigo, ellos y sus próximos. Las
“ comunidades cerradas” ( gated
communities”) , las murallas que edifican por todas parte4s en el mundo alrededor
de los barrios elegantes o las “ islas de millonarios” son los símbolos más
visibles de esta segregacion ( 9) que el imaginario de Holliwood ilustra en
innumerables “ blockbusters” de
anticipación.
Si
la desigualdad refuerza el consumismo, el derroche y la explosión de emisiones
de gas de efecto invernadero, se da asimismo una retroalimentación inversa que va del clima a la desigualdad.
Las consecuencias del cambio climático, de la contaminación y de los
desastres ecológicos pesan de manera desproporcionada sobre los más pobres.
Esto es cierto a nivel mundial donde las primeras victimas de la subida del mar
y de los acontecimientos climáticos extremos son las poblaciones pobres de los
países del Sur. El auge del fenómeno de los “refugiados climáticos “no ha hecho
más que comenzar ( 10). Esto también es aplicable al interior de los países
ricos donde numerosas investigaciones muestran la polarización social de los
daños ecológicos (11). “igual que existen desiguales de clase o de género,
existen desigualdades medioambientales, es decir, poblaciones y grupos de
individuos que no son iguales de cara a los efectos nocivos de las crisis medioambientales.
El impacto del recalentamiento y de la polución
no se sufre de la misma manera según el lugar que se ocupa en la estructura
social “(12). Al precarizar más aun a los precarios, la crisis ecológica debilita
su capacidad de actuar y contribuye a la
concentración del poder político en
manos de una oligarquía. Se crea un círculo
vicioso donde los ricos destruyen el planeta (13) haciéndose sin cesar mas
poderosos y mas indiferentes a la suerte de los pobres y de la naturaleza.
El
mantra de la competitividad.
Observadores
cada vez más numerosos han interpretado el anuncio hecho por Francois Hollande
sobre un “ pacto de responsabilidad” y
la prioridad absoluta que se debe dar a la competitividad como un “ giro
social-democrata”. El nombramiento de Manuel Vals en Matignon seguido de la salida
de ministros como Hamon y Montebourg ha sido calificado de “ giro”, esta vez
socio-liberal. Pero ya en el otoño del
2012, unos meses después de su elección, la ratificación sin discusión del tratado presupuestario europeo,
seguido de la creación de un “crédito de impuesto-competitividad-empleo”
financiado por el alza del IVA y el descenso del gasto público, había ya
marcado con claridad la adhesión de Francois Hollande a las propuestas principales
avanzadas por su competidor Nicolas Sarkozy.
Todas
estas decisiones se sitúan en la misma línea de las políticas económicas seguidas
desde hace veinte años. En este periodo solo dos medidas no han dado prioridad
a la competitividad: las 35 horas y la asistencia sanitaria universal,
decididas por el gobierno de Lionel Jospin.
En lo demás, la política fiscal se ha
dedicado a bajar los impuestos y
las cotizaciones reduciendo en cinco puntos del PIB los ingresos del estado (14).La
política social se ha concentrado en la flexibilización del Código laboral y
las reformas regresivas de la jubilación y de la sanidad pública. La política
industrial, si es que ha existido, se ha focalizado en las empresas con fuerte
capacidad de crecimiento cerrando lo sojos
a la deslocalización y los despidos. La política comercial, de competencia
europea, se ha reducido al desmantelamiento de acuerdos de protección de los
países pobres (como los acuerdos “ multifibras”), a la multiplicación de los
acuerdos de libre-cambio. La política monetaria europea igualmente se ha
centrado de manera obsesiva en la inflación dejando inflarse burbujas
financieras antes de salvar a los bancos dela crisis inundándoles
de liquidez. La competitivi ad ha sido el leit-motiv de todas estas decisiones
Resulta
que el ‘paradigma que ha guiado las políticas económicas desde mediados de
los 80 no ha cambiado: el de la
mundialización neoliberal que se sustenta
en la libertad de circulación de capitales y de mercancías y la competencia generalizada. Se ha radicalizado
incluso en Europa como consecuencia de la crisis financiera del 2008. Tras
varios meses durante los que se hubiera podido pensar que la violencia del choque
había desestabilizado sus creencias, los dirigentes europeos han emprendido una
ofensiva con una violencia renovada contra el Estado social y el modelo social europeo, declarado
“muerto” por Mario Dragui presidente del Banco Central Europeo ( 15). Esta
radicalización, que refleja la focalización exclusiva del gobierno francés en
una política de competitividad, no es un “ error” sino que son un intento de salvar la disminución del capital europeo (
salvo Alemania) en el mercado mundial ( 16)
Efectivamente,
el excedente comercial mundial de comercio exterior de la Union Europea de cara
al resto del mundo no puede esconder los
considerables déficits de los países del sur de Europa, incluida Francia. En un
contexto mundial marcado por profundos desequi8librios insostenibles a largo
plazo, entre las naciones muy excedentarias de Alemania y China, y los
déficits paralelos de Estados Unidos y
de Europa del Sur, la estrategia de la competitividad busca un reequilibrio, no de manera cooperativa, fomentando la
demanda interna de los países excedentarios, sino de forma competitiva, reduciendo la
demanda y los costes de los países deficitarios. La apertura de negociaciones hacia el gran mercado trasatlántico simboliza la fuga delante de un
liberalismo comercial dogmático
Decisiones
absurdas altamente competitivas
Las
políticas de austeridad y de competitividad
conducen al desmantelamiento de instituciones que obstaculizaban el
crecimiento de las desigualdades en Europa. El modelo social europeo
institucionalizaba un compromiso aceptable entre capitalismio y democracia. Hundido
en Europa del Sur, quebrantado en todas partes, este modelo ha cedido por todos
los sitios. Paro, precariedad, mini-jobs en Alemania, “ recibos verdes” en
Portugal, autoemprendedores en Francia y
en Italia, baja de salarios, facilidad de despido, descentralización de la negociación
colectiva, ,… Todas estas politices, llevadas a cabo tanto por gobiernos de derecha cfomo de izquierda y
apadrinadas por la Unión Europea, socavan la confianza popular en la democracia
y en el proyecto europeo.
Desde
el punto de vista ecológico, la recesión ha amortiguado, es cierto, el ritmo de emisiones de CO2 en Europa. Pero
la austeridad no es la solución a la crisis climática. Por un parte no se
concibe más que como una purga necesaria para un nuevo relanzamiento al término
de la acumulación de beneficios financieros y bienes materiales. Por otra parte
y sobretodo, bloquea las inversiones que son necesarias para financiar las
reconversiones ecológicas europeas y hacer crecer la eficacia energética.
En
Francia, la focalización sobre la competitividad ha llevado al gobierno a
tomar, apelando a ventajas comparativas de los países en particular en los
sectores bancario y nuclear, a decisiones económicas y ecológicas absurdas. ¿Porque
Francia, al contrario de lo prometido ellos discursos de febrero de 2012 del
candidato Hollande en Bourget, ha abandonado la reforma bancaria ( separación
de las actividades de crédito y de especulación), en la primavera del 2013 y
después, en la primavera del 2014 abandonado la propuesta de tasa sobre las transacciones
financieras internacionales que proponía la Comison Europea?. Aun a riesgo de
oponerse frontalmente a la Comision y al gobierno alemán, el Ministerio francés
de economía ha vetado la tasa de productos derivados que representa la inmensa
mayoría (cerca del 90%) de las transaccio0nes financieras y son las
mas desestabilizadoras. Se trataba simplemente de proteger a toda costa la considerable parte de mercado que en ellas
tiene BNP Parisbas y la Societe Genérale
en la especulación mundial de productos derivados ( 17). Que llega a alcanzar
hoy dia cumbres históricas. ¿ Será preciso esperar la próxima crisis , que
podría ser devastadora, para que el exorbitante poder y la inestabilidad
explosiva de la industria financiera sean por fin discutibles?.
En
lo que se refiere a lo nuclear,
Montebourg, entonces Ministro de Economía, no dejaba una ocasión de proclamar “fuente
de porvenir” y de promover la exportación
de esta industria, despreciando la lección terrorífica de Tchernovil y Fukushima. Los
lobbies industriales consideran el gas del fracking como la clave de la competitividad
energética y el gobierno anuncia la creación
de una compañía nacional para relanzar esa actividad extractiva sobre
territorio francés en lugar de promover la sobriedad energética y material de
los procedimientos de producción.
Mientras,
escasean cruelmente los recursos para financiarf los planes de inversión
masivos y sin embargo tan necesarios en las energías renovables, en las
economías de energía, en el transporte en común y ferrocarril, etc. El “capitalismo
verde” se hace esperar falto de perspectivas de beneficio y de estímulo. Según los
expertos “las subvenciones para energías fósiles alcanzan todavía los a
544.000 millones de dólares a nivel mundial
en 2012 según la Agencia Internacional de la Energía, contra 101.ooo millones
en las renovables. Los inversores está inquietos por los recortes en las pooliticvas de apoyo a estos últimos en Europa (18) y la financiación para una trasicion
energética es insuficiente.
Para
terminar con la competitividad.
Entre
las voces que critican la actual política de austeridad y de competitividad,
muchos denuncian la focalizaciones exclusiva
sobre los costes laborales y
proponen privilegiar una competitividad “fuera de costes” fundada sobre la innovación y la calidad. Promueven un “crecimiento
verde” fundado en las energías
renovables, el reciclaje, la economía circular, la desmaterialización de la economía,
la innovación te4cnologicvas (19)
Por
supuesto que valdría mejor la pena que una parte importante de las inversiones
vaya hacia las energías renovables y las tecnologías no carbónicas en lugar de
dirigirse hacia el carbón y el automóvil individual. Cualquier política de transición
hacia una economía no carbonica comienza por ahí. Pero TimJackson ( 20) ha demostrado claramente lo
ilusoria de este proyecto de “crecimiento verde” a largo plazo. “Imaginad, por un instante, un
mundo poblado por nueve mil millones d habitantes, deseando todos un nivel de salarios
occidentales, creciendo al 2% anual. En tal mundo el único medio de tener la más
mínima oportunidad de legar a nuestros hijos un planeta habitable está en reducir 130 veces la intensidad del carbono de la actividad
económica durante los cuarenta años próximos. Creer que tal escenario es realizable es creer en un poder casi
mágico de la tecnoloigia “ ( 21)
En
el horizonte de las próximas décadas, el “ corte absoluto”•, es decir un
crecimiento económico que se acompañe de una fuerte disminución de las emisiones
de CO2 es una imposibilidad material en el estado actual y plausible de toda tecnología
de producción . Por decirlo de otra manera, es preciso terminar con la competitividad
porque hay que renunciarte al crecimiento, en todo caso en el Norte, si se
quiere realmente frenar la aceleración del deterioro climático. Cualquier
ilusión sobre el “necesario
restablecimiento de la confianza” con el
fin de rehacer las concisiones del crecimiento
que nos haya de salvar deben de ser considerado como lo que son: una manifestación de ceguera,
o peor, de la indiferencia de las elites
ante la crisis ecológica.
¿Es
compatible el crecimiento cero con la supervivencia
del capitalismo? Jackson no lo descarta
al invocar la idea de que ciertos
pai8ses capitalistas han conocido un crecimiento débil duradero, como Japo0n
desde hace veinte años. Pero la analogía es poco convincente. La transición ecológica,
y particularmente la drástica reducción
de las emisiones de gases de efecto invernadero no se acomodarían en manera alguna al estancamiento
generalizado que siguiese al estallido de las burbujas financieras ni
con el deslizamiento en la austeridad y la deflación. Supondría la inversión masiva
en ciertas actividades y la desinversión
igualmente masiva enotras. ( Empezando por las energías fósiles). El crecimiento
global deberá quedarse muy cerca de cero, pero algunos sectores experimentarían
un crecimiento de dos cifras y otros un decrecimiento rápido. La única experiencia
comparable de una brutal reorientación productiva ha sido la de la economía de
guerra ( nazi, y después americana) de los años 30-40,pero aquelkla fue seguida por
un fuerte relanzamiento del crecimiento que hoy nos esta prohibido.
Las
condiciones de un cambio de rumbo.
Suponiendo
que el capitalismo fuese capaz de organizar ese cambio de rmbo radical a corto y medio plazo manteni8endo el
régimen de democracia parlamentaria- lo que esta muy lejos de ser evidente- se
puede dudar mucho de la posibilidad de una economía dominada por la lógica caspitalista que
respete una trayectoria macroeconómica estacionaria. Sea cual fuere el diagnóstico
sobre la necesidad de un post-capitalismo, las tres comdicones que Tim,
Jacson pone para iniciar una transición hacia una economía duradera no pueden
esquivarse. Controlar los mercados financieros, reducir el tiempo de trabajo y
salir de la jaula de hierro del consumismo. Se trata pue4s de desintoxicarnos
de nuestra adición al consumo de ostentación, al crecimiento infinito y a la
competitividad exacerbada.
Para
conseguir esto será necesario reducir fuertemente las desigualdades por medio
de una redistribución fiscal (tasa sobre
las trasacciones financieras internacionales, impuesto progresivo sobre el
capital,…) Pero también por una disminución de las diferencias entre las rentas
y un desarrollo de la democracia
económica. “La desigualdad d ela renta en el seno de las grandes empresas se
han multiplicado por 10 o 15 en el curso de los últimos 30 años. La cultura de
las enormes gratificaciones supone una
total irresponsabilidad en la cumbre. Una solución esta en fomentar todas las
formas de democracia económica, representación de los asalariados en los
consejos de administración y en los comités de remuneraciones, ventajas
fiscales para las empresas controladas por sus asalariados, cooperativas y
mutuas, fondos públicos para fijnanciar prestamos bonificados para la adquisición
de las empresas por sus asalariados”
A
nivel internacional, tal escenario supone necesariamente un grado intenso de
relocalización de la economía. Esto pasaría por el restablecimiento de
importantes derechos de aduana fronterizos, pero el riesgo de una desviación
nacionalista de tales políticas proteccionistas nacionales es alto. Más valdría
una tasa kilométrica que se aplicase independientemente del paso de una
frontera pero gravando fuertemente el
transporte a larga distancia. Al
reducirse el comercio mundial de esta
forma, estaría también regulado por una unión mundial de compensación del genero de la propuesta por Keynes en 1944
de manera que se impida la formación de excedentes y déficits comerciales estructurales.
En este marco, umlais o un bloque regional insuficientemente “ competitivo” ( es decir que tuviese unj déficit comercial
estructural vería su moneda devaluada en relación a lqa unidad
de cuenta internacional, y al contrario en lospaises o zonas excedentarias cuya
moneda se revaluaría. Las politicas de competititividad perderían su sentido en
el marco de una eocnomia mundial pacifiicada y desintoxicada del crecimiento.
¿
Es verosímil tal cambio, y cuales aserian las condiciones políticas?. Responder
a este interrogante nos llevaría más allá de lo que pretende este articulo (
22), pero parece que el título de la obra de P+ckett y Wilkinson ( “¿ Porque la igualdad es mejor para todos?”)
es exageradamente optimista. El poder desorbitado de que dispone el 1% les
permite probar las delicias de la
desmesura (la hybris de los griegos) y sin duda les ahce creer quye pueden escapar de la condición humana. Eso es lo que explica su enorme resistencia a
cualquier idea de regulación de lo financiero, de redistribución de la riqueza
y del decrecimiento energético. Seis
años después de la crisis de 2008 la
burbuja especulativa ha vuelto e incluso superado sus records históricos. Las
emisiones de CO2 se aceleran. Se necesitaran luchas politices y sociales de
gtran amplitud, esperando que pasar por
una guerra ( lo que es lo único que ha permito al capitalismo salir de
la crisis de los años 30), pueda evitarse.
La
humanidad nunca ha suido tan rica como hoy pero la riqueza nunca tan mal
repartida. El sistema económico y financiero parece más inestable que nunca y
el peligro de un hundimiento ecosistemico se hace más patente cada vez. Como
dicen Pickett y Wilkinson, “el crecimiento es un sustituto de la igualdad y a
la inversa, una mayor igualdad hace el crecimeito menos necesario” (23). Cuando
el crecimiento no es o posible ni deseable, la igualdad, la ccoperacion y la
democracia son imperativos vitales. La competitividad es una idea muerta.
Thomas
Coutrot es economista y portavoz de Attac Francia
Fuente.
http://www.laviedesidees.fr/La-competitivite-est-une-idee.html
Notas.
[1] Jean-Pierre Dupuy (2002), Pour un catastrophisme éclairé, Seuil.[2]
Geneviève Azam (2011), Le temps du monde fini. Vers l’après-capitalisme, Les
liens qui libèrent ; Christophe Bonneuil, Jean-Baptiste Fressoz, L’évènement
anthropocène. La Terre, l’histoire et nous, Le Seuil, 2013.[3] Stefania Vitali,
James B. Glattfelder, Stefano Battiston, « The Network of Global Corporate
Control », ScienceNews , septembre 2011.[4] Thomas Piketty, Le capital au XXIe
siècle, Fayard, 2013.[5] André Orléan, Le pouvoir de la finance, Odile Jacob,
1999.[6] Kate Pickett, Richard Wilkinson (2013), Pourquoi l’égalité est
meilleure pour tous, Les Petits Matins.[7] Joanna Cabello, Ricardo Coelho,
Tamra Gilberts (2013), “Extractive energy. How the EU ETS exacerbates climate
change”, Carbon Trade Watch.[8] Voir Institute for Global Environemental
Strategies, “New Market Mechanisms in Charts”. Voir aussi Geneviève Azam,
Christophe Bonneuil, Maxime Combes (2012), La nature n’a pas de prix, les
méprises de l’économie verte, Les Liens qui libèrent.[9] Rowland Atkinson,
Sarah Blandy (2006), Gated Communities. An international perspective, Routledge
; voir par exemple www.bornrich.com/richfiles/islands/[10] Harald Welzer (2010)
Les Guerres du climat. Pourquoi on tue au XXIe siècle, NRF.[11] Razmig
Keucheyan (2014), La nature est un champ de bataille, La Découverte.[12] Razmig
Keucheyan, « La définition de ce qu’est l’environnement est l’enjeu d’une
bataille politique », Le Monde, 29/3/2014.[13] Hervé Kempf (2007), Comment les
riches détruisent la planète, Seuil.[14] Collectif, « Que faire de la dette ?
Un audit de la dette publique de la France », Mai 2014.[15] Wall Street
Journal, 23-24 février 2012.[16] Attac, Fondation Copernic (2014), Que faire de
l’Europe ? Désobéir pour reconstruire, Les Liens qui Libèrent.[17] Adrien de
Tricornot, Mathias Trépot, Franck Dedieu (2014), Mon amie c’est la finance !
Comment François Hollande a plié devant les banquiers, Bayard.[18] Jérémie
Marais, « Les investissements verts se font attendre », Agefi, 19/12/2013.[19] Voir
par exemple Patricia Crifo, Matthieu Glachant, Stéphane Hallegatte et Éloi
Laurent (2012), L’économie verte contre la crise : 30 propositions pour une
France plus soutenable, PUF ; Nicholas Stern (2007), The Economics of Climate
Change : The Stern Review, Cambridge University Press.[20] Tim Jackson (2010),
Prospérité sans croissance. La transition vers une économie durable, De Boeck ;
voir aussi Jean Gadrey (2010), Adieu à la croissance, Les Petits Matins.[21]
Tim Jackson, discours à l’Université de Louvain, 3/2/2011.[22] Pierre Dardot et
Christian Laval (Commun. Essai sur la révolution au XXIe siècle, La Découverte,
2014) proposent un cadre théorique rigoureux pour redéfinir un imaginaire et
une stratégie de transformation sociale radicale ni étatiste ni libérale.[23]
C’est aussi la thèse de Dominique Méda (2013), La mystique de la croissance,
Flammarion.
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