El
estado, la nación, y los derechos humanos
Hannah
Arendt, en “El origen de los
totalitarismos”, en el capítulo “La “nación de minorías” y los apátridas”,
expone unas ideas de fondo que nos pueden ayudar a pensar sobre el
problema de los refugiados que ahora se ha hecho visible para los
ciudadanos europeos.
Analiza
la situación que se creó después de la primera guerra mundial que se produjo un movimiento constantemente
creciente de refugiados, que los tratados de paz pretendieron solucionar
con la creación artificial de nuevos
estados/nación en la Europa Oriental, que nunca pudieron integrar otras nacionalidades
minoritarias, que en algunos casos sumaban más del 50% de la población
Me
parece que la idea central de Arendt es que las personas dejan de ser personas
si no son ciudadanos de un estado, lo que resulta muy difícil si se identifican
estado y nación. La causa fundamental está en que los derechos humanos, aunque
se dicen universales e inalienables de hecho se practican (o no) a partir de la
cobertura del estado nacional. Si un estado no les reconoce como ciudadanos, es
decir personas con plenos derechos, no
son realmente sujetos de los derechos humanos;
sin un estado que los integre en
su orden jurídico, son una pura entelequia. Los tratados internacionales sobre
las minorías tampoco dan una solución al problema de las minorías nacionales.
Más bien son una confirmación de que “las minorías de nacionalidad diferentes
necesitan de una ley de excepción hasta que fueran completamente asimilados y
divorciados de su origen”, porque en el sistema de funcionamiento de los
estados/nación solo los nacionales pueden ser ciudadanos. La nación está por
encima de la ley. Para Arendt “el
interés nacional tenía prioridad sobre la ley mucho antes de que Hitler pudiera
declarar “justo es lo que resulta bueno para el pueblo alemán” (pg 395)
Los
estados han surgido ligados a la nación o nacionalidad dominante; de ahí la
dificultad de integración plena de otras nacionalidades, y de las minorías con
algún tipo de identidad étnica o socio-cultural.
Los
refugiados y los apátridas.
Es
un fenómeno llamativo la súbdita toma de conciencia colectiva en Europa del problema de los
millones de desplazados que buscan refugio. El problema de los refugiados se ha
convertido en una prioridad política.
Sin
embargo me llama la atención la falta de análisis sobre su significado
socio-histórico, siendo un problema de enorme realidad en la historia de la
Europa del S.XX .
Por
eso me parecieron de mucha actualidad los análisis de Hannah Arendt sobre las
minorías y particularmente el de los apátridas.
“Carente
de importancia en sí mismo, tan solo una
rareza legal, el apátrida recibió una atención y una consideración
tardías cuando se le unieron en su estatus legal los refugiados de la
postguerra que se habían visto salir de sus países por revoluciones y que fueron
inmediatamente desnacionalizados por los gobiernos de sus respectivas patrias.
A este grupo pertenecen por orden cronológico millones de rusos, centenares de
miles de armenios, miles de húngaros, centenares de millares de alemanes y más
de medio millón de españoles…”
Y
me parece definitorio de la actual situación lo que Arendt llama “paradoja de la política
contemporánea”:
“Ninguna
paradoja de la política contemporánea se halla penetrada de una ironía tan punzante como la discrepancia entre los
esfuerzos de idealistas bien intencionados que insistieron tenazmente en
considerar “inalienables” aquellos derechos humanos que disfrutaron solamente
los ciudadanos de los países más prósperos y civilizados y la situación de
quienes carecen de tales derechos. Su situación empeoró intensamente, hasta que
el campo de internamiento – que antes de la Segunda Guerra Mundial era la
excepción más que la norma – se convirtió en la solución rutinaria para el
problema del domicilio de las “personas desplazadas” (pg 399)
Y
continua Arendt: “El término de posguerra “personas desplazadas” fue inventado
durante la contienda con el expreso propósito de liquidar de una vez para
siempre la condición de apátrida ignorando su existencia”.
Algunas
cuestiones sobre los refugiados
Cuando
escribía Arendt solo había entonce un millón de apátridas reconocidos, pero
había mas de diez millones de hecho…
¿Cuántos
apátridas hay, de hecho, actualmente?. La situación de los inmigrantes ilegales
a quienes no pueden repatriar porque no tienen ninguna legalidad reconocida, y
ahora la de los refugiados políticos que provienen de estados fallidos o
destruidos, es una situación de apátridas.
¿Se
puede aprovechar la actual “acogida de los refugiados de Siria para hacerla
extensiva a los desplazados de los países en guerra?
¿Puede
ser una ocasión para revisar las leyes de extranjería, y las directrices que se
da a las oficinas de extranjería (muy discriminatorias en las exigencias a personas árabes, o del tercer
mundo en comparación al trato y requisitos para un norteamericano, por
ejemplo); y sobre todo las directrices a las policías, mucho más duras que las
propias normas legales?
¿Qué
política seguir para que los refugiados puedan mantener su nacionalidad?.Los
refugiados “tiene una fuerte tenacidad a la conservación de su nacionalidad”.
Según Arendt “los dos remedios conocidos la repatriación y la naturalización”
resultaron un fracaso.
Selecciono
algunas citas de Arendt que parecen escritas para hoy (todo el capítulo es muy bueno):
“…en
las conferencias internacionales el meollo de la condición de apátrida, que es
idéntico a la cuestión de los refugiados, simplemente no se menciona” (pg 400).
“Cuando
los derechos del hombre se convirtieron en objetivo de una organización
benéfica especialmente ineficaz, el concepto
de los derechos humanos se desacreditó naturalmente un poco más”.
“Los
muchos y variados esfuerzos de la profesión legal por simplificar el problema
estableciendo una diferencia entre apátrida
y refugiado – como afirmar que el estatus de la persona apátrida se
halla caracterizado por el hecho de no
poseer nacionalidad, mientras que el de refugiado está determinado por la
pérdida de la protección diplomática – se vieron siempre derrotados por el
hecho de que “para todos los fines prácticos, todos los refugiados son
apátridas”.
“La
persona apátrida, sin derecho a residencia y
sin derecho al trabajo, tenía, desde luego, que transgredir
consecuentemente la ley. Podía sufrir una sentencia de cárcel sin haber llegado
a cometer un delito. Más aún, en su caso quedaba invertida toda la jerarquía de
valores que corresponde a los países civilizados” (pg 407).
“El
estado/nación, incapaz de proporcionar una ley a aquellos que habían perdido la
protección de un gobierno nacional, transfirió todo el problema a la
policía”(..).
“Cuanto
mayor era la proporción de apátridas
efectivos y de apátridas en potencia con respecto a la población general
– en la Francia de la preguerra habían alcanzado un 10% del total – mayor era
el peligro de una transformación gradual en un estado policial” (pg 409).
“El
hecho de que los nazis hallaran tan escasa resistencia en la policía de los
países que ocuparon y fueron capaces de organizar el terror con la ayuda de
estas fuerzas policiales locales fue debido, al menos en parte, a la poderosa
posición que la policía había logrado a lo largo de los años en su irrefrenada
y arbitraria dominación de los apátridas y los refugiados” (pg 411).
Termina
así este capítulo:
“El
peligro estriba en que una civilización global e interrelacionada
universalmente pueda producir bárbaros en su propio medio, obligando a millones
de personas a llegar a condiciones que, a pesar de todas las apariencias, son
las condiciones de los salvajes.”(pg 427).
(*)
Manuel
García Fonseca “Pole”, es sociólogo, profesor de filosofía y ex diputado
nacional y autonómico de IU por Asturias, así como co-fundador del Comité de
solidaridad con la causa árabe (CSCA).
Fuente:www.sinpermiso.info,
27 de septiembre 2015
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