Charlie
Brown: “¿Sabes Snoopy? un dia tendremos que morir
Snoopy:
“Cierto Charlie, pero los otros días no”
Charles Schulz. .
Charles Schulz.
Plutarco
relata en su libro Sobre el alma, el caso de las vírgenes milesias. Sucedió en
Mileto- cuenta- que de repente y sin saberse el motivo las jóvenes, sobre todo las que habitaban en
la ciudad- decidían suicidarse
ahorcándose. Esto se hizo tan alarmante que los milesios para evitar esa especie de contagio acordaron que en
adelante ,las suicidas no recibirían
pompas fúnebres honrosas sino que
se las enterraría desnudas, vestidas únicamente con la soga con la que
se dieron muerte a siu mismas. Tras aquel decreto, cesaron los suicidios porque
las muchachas suicidarías no querían
sufrir esa ofensa a su pudor con aquel deshonroso funeral.
Muchas
son las enseñanzas de esta historia. Dejamos de lado la reflexión sarcástica
pero consecuente que hace Erasmo de Roterdam en su Elogio d ela locura cuando se refiere a este hecho de hacer cesar
la vida de propia voluntad y mano, comenta de los suicidas que, aunque dignos
de compasión.
“Quienes
por ventura se mataron a si mismos, ¿ no fueron los más llegados a la
sabiduría, tal los Diógenes, Jenofonte,
Caios, Catons, Brutos,….?
(1)
Una de ellas es que no somos capaces de
concebir la nada de nosotros mismos que
supone la muerte y cuando nos imaginamos
muertos, lo hacemos como aún vivientes
espectadores viendo neustra propia muerte. Nuestro entendimiento no está hecho
para concebir un inicio y un final absoluto, siempe hay algo antes y después, y
nosotros, de una manera u otra, estamos allí, como pensándolo o como viéndolo.
La segunda consecuencia de la historia es que la vida y la muerte no son
aceptables sino están vestidas, es decir cuando no tienen algún sentido que les
de significación. La muerte bruta y la bruta vida no son ni muerte ni vida para
nosotros, para serlo deben de poseer una legitimación que las adorne y las
explique a la manera de un vestido. Para las vírgenes de Mileto, incluso en la muerte era necesario
el vestido para ser humanas.
Pero
la constatación de la frecuente muerte
de los filósofos sobre la que llamaba la
atención Erasmo nos esta diciendo también que la vida no es algo que deba de
aceptarse a cualquier precio y vale solo mientras se pueda “decir” algo de
ella. Cuando le falta ese discurso que diga su sentido la vida podría ser
insufrible. Los filósofos son la
imagen o como la vanguardia de los que
necesitan decir para vivir y cuando quedan sin habla porque lo hayan dicho todo
o porque ya no son escuchados, quedan sin viva y se matan. La vida sin decir es
como la propia vida de un cuerpo muerto, que tiene sus leyes naturales que rigen lo
biológico y sus propias metamorfosis en elementos de otro género que se
incoaran a otras vidas o a otros
materiales. Pero esas son leyes ajenas a nuestro decir y el filosofo, o
cualquier pensante, puede entregar el
cuerpo a esa vida bruta, esa muerte humana, que es un enmudecimiento aunque
continúe siendo y persistiendo una
dinámica biológica y natural: la de la descomposición y el polvo
Si
se pudiese hacer una historia de la vida, no solo de la vida humana sino una
historia universal, en términos de universo, de cosmos, su descripción debería
de hacerse teniendo en cuenta el segundo principio de la termodinámica. Todos
los estados físicos tienden a nivelar su energía, su potencia energética. La
vida en esa historia, el más improbable y más azaroso de los sistemas físicos,
no es sino un acontecimiento tan millonésimamente episódico que puede decirse
que es algo “contra toda naturaleza”. A
esa vida, cuando es la nuestra, debe el interesado, nosotros, añadirle otra
cosa para darle valor que no sea muerte. Debe decir algo de ella. Ese decir
debe de ser nuestro y no podemos perderlo con una pretensión de un decir que pertenezca a la ciencias porque si ese
decir fuese científico nos estaría repitiendo la ley de la entropía.
Sería un decir de algo tan minúsculo que sería
un decir de nada, de un acontecimiento
improbable en el universo físico. Peor aún, en la medida en que la ciencia pretende
metodológicamente ser objetiva y que es objeto sea imparcial, una verdad sobre
el mundo, ajeno a nosotros, se aleja mas
de lo lo humano, mínimo y excepcional,
del pensar que le es propio. La ciencia es
como decía Freud, una “pulsión de muerte”, pues va describiendo y haciendo
una imagen teórica de un mundo en el que el ser humano desaparece, primero por exigencias
de objetividad, segundo por evidencia de la entropía.
La
razón es un decir humano y dicta lo que es válido pero no lo que es necesario.
Lo válido es lo nuestro, lo necesario es lo del mundo. Lo valido, lo que da
sentido, lo que tiene razón de ser es lenguaje de los hombres al tiempo que es
un lenguaje que cuenta con lo posible, lo imposible y lo contingente Lo que
existe y es necesario es el leguaje del cosmos y la naturaleza que no precisa
del decir de nuestra razón para existir
y funcionar. Este es el motivo de que no coincidan razón y moralidad con felicidad. La moral solo se posibilita por la
generalización de principios de comportamiento que dicta la
razón y son universalizables. Pero quien quiere ser feliz no precisa de esta
acción de universalización y generalización. No necesita de ese género de objetivación
de la razón. A menos que defina la felicidad de otra manera que la que define
la naturaleza, es decir, dándole a la vida un sentido y validez humana que la
vida bruta biológica y natural ni tiene
ni necesita.
Para
seguir viviendo y sobreviviendo como humanos, igual que para Sherezade en el
relato de Las mil y una noches, debemos
poder contarnos, decirnos, historias.
Como en el cuento oriental, desde el momento que Sherezade dejase de entretener
contando historias, debía de morir.
El
mundo de la vida humana está siempre exigiendo una teoría que la legitime puesto que es una excepción a las probabilidades físicas, unos gastos
disparatados de energía contra el principio de entropía, una excentricidad en el
curso normal de la naturaleza física y del mundo que lo entorna. Vuelve a
acordarme, una vez más, de aquel personaje de mi pueblo que estimaba que vivir
conllevaba un gasto considerable y que si muriese ya, antes de que le tocase
por vejez, conseguiría por ahorro de ese
gasto un capitalito importante respecto a la duración que esperaba continuar
viviendo.
Blumenberg tiene unas páginas que me resultan
luminosas, hablando de l a vida como una
“entropía negativa”. La vida sería una negación y resistencia organizada contra lo probable por la instauración de lo
improbable y reclamación de lo posible.
Peor aún, cuando se asigna un sentido a la vida, se comete una doble infracción de la economía
energética y la probabilidad. Primero por vivir, después por justificar su mantenimiento
como una rebelión contra la normalidad. Dar sentido a la vida es precisamente
esconder, escamotear, ocultar la
excepción. Pero esa es la labor más
propia del hombre, un animal retorico, que dice sin parar. Al decir no emite un
sonido cualquiera, expresión de sentimientos, de sentidos, expresión de cualquier ser
que este vivió, sino que es un
decir que construye e inventa, que dice “lo bueno y lo malo” como señala
Aristóteles.
“Solo
el hombre , entre los animales posee la palabra, la voz es una indicación del
dolor y del placer y eso lo tienen también otros animales (…) En cambio la
palabra existe para manifestar lo
conveniente y lo dañino, asi como lo justo y lo injusto. Y esto es propio de
los humanos frente a los demás animales. Poseer de modo exclusiva, el sentido
de lo bueno y lo malo (..) la participación
comunitario en éstas, funda la casa, la familia y la ciudad. .(2)
Vivir
es esencialmente decir. Y decir es tener una existencia moral compartida. No decir nada, dar por supuesto, es lo
característico de la vida en bruto, la
biológica que está ahí sin necesidad de ser interrogada, pero no la vida de los humanos. El vivir humano es
hacer y decir. Sin existencia moral (lo bueno y lo malo, lo justo y lo
injusto), que se dice y comunica ( la participación comunitaria que funda la
ciudad). Vivir es vivir justificando y legitimando, y eso se hace para
destinarlo y proponerlo a los otros. Otro
vivir es animal y no es nuestro por muy sagrado que quiera hacérsele. No es
vida.
Los
antiguos lo entendían muy bien cuando señalan lo óptimo de un comportamiento humano, que siguiesen
siempre hermanadas, pensamiento y acción, vivir y decir:
“que de palabra digan lo bueno y de obra hagan
lo justo” (3)
,era
el lema de los virtuosos.
Entre
los griegos, la palabra no se contrapone a la praxis:
“no
nos parece ser obstáculo para la acción; al contrario, impedimento es no
clarificamos por medio de la palabra antes de emprender cualquier acción; pues
un atributo meritorio con el que estamos adornados consiste en nuestra
capacidad de ser eminentemente audaces, pero también de calcular las acciones
que hemos de emprender; a los habitantes de otras pólis la ignorancia los hace
resolutos, mientras que el cálculo los induce a la duda” (4)
Pericles,
en efecto , en esa famosa oración
fúnebre que relata Tucidides distingue la superioridad de los griegos sobre4
los barbaros en que el reflexionar y hablar no se hace en detrime3nto d ela
acción y son capaces eficazmente de ambas cosas. Contrasta lo que decían
despectivamente los persas de aquellos
atenienses que luego les derrotarían que
deliberaban y decían en toda ocasión sin cesar: “¿qué se puede espera de unos
hombres que se reúnen en la plaza pública para engañarse unos a otros”.
Pero
he de hacer insistir a la manera de excursus sobre esta concepción d e los
griegos para que pueda entenderse el contexto de pensamiento en el que queda
claro lo que es la vida buena propia del ser humano. Lo que es vivir, en suma.
La
expresión «el paso del mito al lógos» cuando se habla de Grecia alude a lo
auroral y rige para toda la cultura griega, no sólo para la filosofía e incluso
se considera el paso a lo cultural y “civilizado” tal como lo entendemos ahora. Pero se
entiende mal. No es el paso de lo irracional a lo racional simplemente ni el
paso de la superstición a lo científico. Es el paso de lo que es dado por los
dioses y la autoridad de la tradición a lo que dicen y hacen los hombres.
Aristóteles, entre otras muchas, formuló tres genialidades: una, que el hombre
es animal que posee lógos; en segundo
lugar que el hombre es animal político, y, tercero, que el hombre aspira a la
buena vida. Las dos primeras cosas componen la tercera. El bien vivir es poseer un lenguaje, no el de
los instintos, ni el de la expresión, ni el de exponer verdades dadas, sino uno
refinado que nos permita, entre otras cosas, escribir tragedias que deleitan el
gusto y la sensibilidad, crear un mundo. Por eso el logos cultural y filosófico
sólo es posible en la polis. Otro vivir no es vida.
Las
tres cosas, pues, propias del logos, lo son en tanto que creación y acción
humana: proponer a los otros, construir una ciudad, hacerse a sí mismo en una
buena vida. Por cierto, ya que estoy, no puedo dejar de aprovechar en decir
que esa buena vida, esa eudaimonía,-
la vida buena- es algo que se debe
encontrar en la doxa, opinión, común,
en la prudencia habitual, en las opiniones de los demás y en el ejemplo de sus
vidas, en lo que el hombre dice y crea con su conducta, con su praxis. Se puede
ver esto claramente en la Ética a Nicómaco o en el genial “La Prudencia en Aristóteles”
de Pierre Aubenque – (5). Y he vuelto a esta derivación porque viene a decir que la vida buena que solo es
posible en la polis, lo es de manera óptima en la polis democrática, en la que está
regida por la opinión. Una vez más, otro vivir no es vida.
Ente
los ejemplos más ilustrativos y
ejemplares está la actitud de uno de los
considerados siete sabios de la antigüedad: Solón. Este ateniense, se exilo de
Atenas tras un golpe de estado llevado a
cabo por Pisistrato. Al poco tiempo de exilarse, Pisistrato le escribe
una carta en la que le dice que vuelva, que no debe temer nada de él, pues está
aplicando las medidas políticas que Solón
aplicaba, que aunque ha quebrantado la democracia y gobierna autocráticamente, lo hace por el bienestar
común tomando medidas sabias. Solón le replica que no le importa la
política que aplica, él solo considera
digno de vocifere cuando se vive “entre iguales”. Por mucha eficacia técnica
que tengan las medidas del tirano, no es vida. La vida digna de ser viviida es , un vivir moral no
un vivir eficaz., es decir compartir la palabra con otros para acordar lo justo
y lo bueno y gobernarse en consecución. La vida si no es entre iguales con ese
fin, no es vida. Si la Atenas que se le propone es otra, prefiere estar en el
exilio.
¿
Porque traigo esta anécdota?. Se puede ver la intencion. Es ilustrativa de las
elementos de lo que es vivir según vamos diciendo, pero con ello quiero subrayar
que la vida digna se rige por la conciencia en tanto que etica y no por la
ciencia. Nada propiamente humano es una técnica,
un saber adecuado a lo que está dado y cierto
que habría que averiguar y seguir,
sino un juicio, una propuesta libre de lo posible y lo que debe ser. Una
propuesta, por definición y naturaleza
es algo que es planteada a otros,
a otras opiniones y otras doxas, algo
que pide el asentimiento o la respuesta de otros, y por lo tanto que está
dirigida construir una vida común. Sin esa necesidad de hacer algo común, no tendría
sentido el proponer. La intención de proponer presupone una generalidad y una
universalidad que nace de la experiencia de
similitud por la presencia del
otro, de algo común al menos entre dos.
Toda
la actitud de los griegos que donde mejor se encarna es en los sofistas.
Referirse a los sofistas en este punto es recordar que la vida humana es una
retorica, un decir destinado a ser compartido mediando la persuasión y la
proposición, un discurso de muchos decires
que construyen un sentido
propio no natural de las vidas humanas. Sus detractores- y no olvidemos
que eran sobre todo el grupo ideológico de los mas reaccionarios al sistema democrático
y de uso libre de la palabra en igualdad- la acusaban de ser un instrumento,
una habilidad para engañar. Pero solo
era asi para los ojos de sus enemigos. Entre unos y otros Aristotelñes advertía
de su verdaderol significado: la retórica ha de usarse, no para engañar ni para
engañarnos, sino como un arte que deben de poseer los ciudadanos como formación
óptima para “usarla con justicia” (6) La Retórica no es la Ética ni es la
Política, pero está emparentada con ellas. No es solo persuadir (engañar) o
transmitir una verdad (glosa, predicación), sino proponer lo que es justo y
bueno en la ciudad.
La forma de vivir humana es la retórica, la de
dar sentido con el decir y la metáfora.
Su finalidad es , que en deliberación con otros, se haga y ase practique la ciudad, que hagamos un mundo que no está dado antes,
diciendo (haciendo) lo justo y lo injusto.
Para
los humanos vivir no es simplemente existir. Vivir significa existir de manera
humana. Otra forma de decirlo es que no basta
el “ yo pienso” para que quede establecido el “ yo existo” si es que
queremos que el “ yo existo” signifique vida humana. Porque entre el “yo
pienso” y el “yo existo” en tanto que humano hay que poner el lenguaje. Pensar
no es ser, falta el hablar. ( ¿ Me atrevo a decir : falta la retórica?) Pues
bien, este hablar, el lenguaje, nunca es privado. “Yo” no es sino una ficción
gramatical o se a un artilugio destinado a hablar, un instrumento retorico. Todo lenguaje es originariamente
intersubjetivo. La conciencia individual por lo tanto, el poder decir “ yo”, es
un fenómeno derivado del lenguaje. El “Yo”, solo ,o existe sino que es u producto de relación
social y además de una relacion social de habla y lenguaje. La individualización no es sino resultado de la
socialización. No hay conciencia fonológica. Aquello que distingue neustra
vivir humano proviene del exterior, no del interior. Sin el decir, sin el exterior de otros, no
hay yo, pues no puedo ni decirlo.
Uno
de los pensadores que más claramente expresa esto es George H. Mead. El individuo
, como persona autoconsciente solo es posible sobre la base de su pertenencia a
la sociedad.
“ espíritu y persona se engendran , completamente
en un proceso social”(7)
El
decir, el habla es la clave de ese proceso y de esa conciencia porque nosotros mismos nos oímos hablar cuando nos
oyen otros y ahí generamos neustra conciencia.
Cassirer
también lo dice de una manera brillantísima en su Antropología Filosofica, un
libro que no puedo dejar de recomendar y decir que es de los mejores que nunca
he leído. Para Cassirer, la presencia del lenguaje y específicamente el lenguaje proposicional
es la clave de la humanización de ese animal llamado hombre. El lenguaje
proposicional es el que propone, es decir supone otros
a los que se invita a adherirse a lo expresado o cuya
adhesión o rechazo esperado y
buscado con la propuesta del habla son el test de que lo que se dice por uno
mismo no es meramente subjetivo sino que se transforma en objetivo. .
“
Aquí tocamos el punto crucial de todo nuestro problema.. La diferencia entre el
lenguaje proposicional y el lenguaje emotivo representa la frontera entre el
mundo humano y el animal (…) no parece
que ningún animal diera el paso decisivo de lo subjetivo a la objetivo, del lenguaje
afectivo, al lenguaje proposicional” (7)
A
propósito he derivado, al hablar d
evioda, en el lenguaje. Lo hago porque
estoy afirmando sobe la necesidad
humana del sentido de la vida , y al hacerlo no puedo sino relacionar de
inmediato ese sentido con los conceptos de hablar, presencia de otros, cultura,
de lo objetivo como universalización y
creación humana. Quiero , con ello , rechazar una especie de vitalismo que para
valorar la vida apelaría a una naturaleza asocial, cercana a un imagindo como
libre curso de energías biológicas, a imagen de los torrentes y el volar de los
pájaros. Nada hay menos libre – al contrario de lo que pretende la canción- que
el aire y el sol que nos calienta. Nada es mas inhumano y ajeno a nuestros
intereses que ese vital desarrollo del cosmos. Por culpa de esos aires ,
vientos, constelaciones enteras, lo
feliz nunca coincide con lo bueno, ni lo bueno con lo bello. Empezando con la necesidad de la
muerte y continuando con la potencia y el éxito de los fuertes
Todos
podemos darnos cuente que lo especifico de la vida humana es que exigimos de
ella para que nos sea verdaderamente humana, un sentido. Queremos que signifique
algo. Juvenal, en sus lapidarias y celebres frases, lo dice asi:
“Summum
crede nefas animam praeferre pudori et propter vitam vivendi perdere causas.”
“Piensa
que el mayor pecado es preferir la vida al honor y por la vida perder aquello
por lo que vale la pena vivir. (8)
Con
mayor solemnidad, Socrates lo expresaba en una frase que ha venido a ser
sinónimo de una dignidad propia de la vida humana para lo que no es preciso
afirmar su permanencia a cualquiera precio y a toda costa.
“ Una vida sin reflexión, no merece la
pena vivirse” (9)
En
otras palabras, somos conscientes que en nuestra vida está siempre en juego la
felicidad y esta no es un dato presente obligatorio sino solo posible y asi es concebible decir
que podemos fracasar vitalmente o triunfar. Cuando no le encontramos un significado
o fracasamos en su curso decimos que la vida se soporta y lo hacemos
dolorosamente y resignadamente. Dentro del concepto vida que tenemos se encuentra,
ligado indisolublemente a él, el concepto de posibilidad , nunca el de
necesidad. Quiero decir que la vida la sentimos como algo esencialmente
contingente y si hacemos de ella una necesidad sin más referencias a
significado, es decir haceos de ella algo absoluto, indiscutible, a seguir sea
como sea, no nos parece humana. Todo lo mas, cuando es asi, la tenemos que
justificar añadiendo una resignación
voluntariamente ignorante y agradecida diciendo
que es asi – aunque ingrata o desgraciada - pero valiosa porque es un don de
dios. O sea que incluso en circunstancias de afirmación d ela vida ante todo y sobre
todo, los creyentes están obligados a
darle otro valor que el que ella misma de por si tuviese. El significado, en
ese caso, es el de don, aunque no dispongamos de se significado, nos ha sido hurtada
la facultad de darle nosotros sentido
para cedérselo a otro. La vida recupera su absolutismo por el gobierno absoluto
de un señor. La vida es cosa sagrada porque un señor lo dice y nos la ha dado. Con
ello, sus poderes son absolutos de dar o quitarla, derecho sobre la vida o la muerte, como en las ms despóticas tiranías. La
sacralización de esta nuda vida , ante todo, obliga a prolongar el sufrimiento de los cruelmente
primeros días de los nacidos inviables y los igualmente agónicos sufrimientos
de los últimos días. Por ser el más absoluto es el más cruel, más dictado y
menos libre sentido que se puede añadir
a la vida , entre los posible sentidos o
incluso entre los sin sentido .Es el que dan lo señores sobre sus esclavos sin
más explicación que la obediencia debida entre una servidumbre voluntaria.
Que
no se me diga que la protección de la vida cuando se encomienda al mandato de
Otro, es decir a la sacralidad, es más segura que cuando disponen de ella los
hombres pues no hay una experiencia histórica más cierta que la que nos dice lo
contrario. El curso de esa historia de crímenes se corresponde fielmente a la actitud de ese Otro, que
desde los tiempos míticos de su propio relato- el del Biblico Isaac- ha
mandado sacrificar al hijo del creyente fiel como prueba de obediencia al señor
y la sumisión a esa orden como muestra ejemplar
de piedad.
Sin
ese absolutismo de señores, la vida es contingente y está llena de lo posible y
de lo disponible, de potencias y
voluntades, de impotencias y voluntades frustradas y a medio realizar no es una simple biología. Giorgio
Agamben (10) ha señalado, en unas preclaras páginas que en griego antiguo había dos términos
diferentes para definir el termino único que nosotros llamamos vida : zoe,
que expresaba el simple hecho de vivir que es atribuible de manera común a todos los seres vivientes,
animales, hombres y dioses y el termino bios
que significaban la forma de vivir propia de un individuo o un grupo humano .
Esta última no es nunca una nuda vida, tiene siempre una forma de vida y tiene un modo de desempeñarse específico. Los actos que se hacen en ese
vivir o zoe, no son hechos sino posibilidades y potencias más
que actos. Se pueden vivir formas diferentes y pueden haber diferentes formas
de vivirla, o de cesarla, en libertad.
Decir ese sentido y compartirlo es su sentido humano.
(1).-Erasmo de Rotterdam.-“Elogio
de la locura.”
(2).- Aristóteles.-Política
1253 b
(3).- Tirteo.-2
(3D).-Antología de la poesía lírica griega.-Alianza.-Madrid 1980(4).-Tucidides, “Historia de la guerra del Peloponeso”, libro 2, “Discurso Fúnebre de Pericles”. XL, 2-3. Varias ediciones. En Ed Gredos, tomo Primero, pág. 454).
(5).-“La prudencia en Aristóteles”.- Pierre Aubenque. Ed. Crítica, B
(6).-Aristóteles. “Retorica” 1355 b).
(7).-George H. Mead.-Espíritu persona y sociedad.- Introduciión C.G.Morris p.28 Paidos Barcelona 1973
(8).-´E. Cassirer.-Antropología Filosófica.- FCE 1963. P.54
(8).- Juvenal, Sátira VIII, v.83-84
(9).-Platón.-Apología de Sócrates.-XXVIII
(10) Giorgio Agamben.-“Medios sin fin”.-Pretextos Valencia. 2001
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