Por
DIEGO FARPÓN (*)
La
Unión Europea es el resultado histórico del proyecto que, tras la II Guerra
Mundial, plantearon los Estados Unidos de América en el conocido como “Plan
Marshall”. Un proyecto que fue adoptado en 1947 por dieciséis países europeos y
que, finalmente, sería formalizado y constituido en 1948 por dieciocho países
que alumbraron la Organización Europea de Cooperación Económica. Este proyecto,
lejos de ser un plan altruista para la reconstrucción europea, como considera
el imaginario popular, es “una forma de disciplinamiento de los gobiernos
europeos, de cara a su subordinación a la nueva potencia hegemónica que es
Estados Unidos”. ¿Por qué? Porque se trata de llevar a cabo una reconstrucción
determinada de Europa, que sirva a los intereses del imperialismo estadounidense:
no va a haber fondos estadounidenses para políticas que enfrenten los intereses
estadounidenses. El Plan Marshall es, pues, la forma de dominar económicamente
el continente europeo, reconstruyéndolo en función de los intereses
estadounidenses, y de manera subordinada a los mismos.
En 1949 la constitución de la OTAN se
revelaba como el brazo armado del imperialismo que pasaría a jugar un papel
protagónico que mantiene hasta la actualidad –a pesar de las fricciones
interimperialistas que tienen lugar en su seno-. Sin embargo, también tendría
determinantes funciones económicas, y reemplazaría a la OECE a la hora de
dirigir la reconstrucción europea.
Un organismo, la OTAN, que no tuvo
inconveniente en llevar a cabo la guerra a Europa. El desmembramiento de
Yugoslavia en la década de los noventa, donde nuevos estados, teóricamente
independizados usarían –unos durante un breve espacio de tiempo, otros de forma
permanente- el marco alemán como moneda –caso de Montenegro, Bosnia y Herzegovina,
Kosovo, Eslovenia, Croacia- o como referencia de cambio –Serbia, Macedonia- fue
ejemplificador de la reconstrucción europea que se había llevado a cabo desde
hacía medio siglo. La destrucción del posible eje Belgrado-Moscú, una vez
desaparecida la URSS, era fundamental para reducir la influencia y los viables
apoyos de quienes cuestionaban de una u otra forma las políticas liberales en
Europa así como para disciplinar a los distintos gobiernos y pueblos reticentes
a las privatizaciones y liberalización de los mercados que exigía el
imperialismo.
Las dudas sobre el carácter de la
reconstrucción europea bajo la subordinación al imperialismo estadounidense
habían quedado, en cualquier caso, resueltas en fechas tempranas, pues desde el
mismo inicio de la institucionalización y oficialización de la reconstrucción
“el carácter liberal de la UE queda patente en el propio Tratado de Roma
[1957], que consagra la competencia capitalista y la desregulación de los
mercados como los pilares de la integración europea”. De esta manera las bases
económicas que servirían para el desarrollo de Europa, así como su margen de
maniobra, quedaban delimitados. Faltaba la cristalización, la forma en la que
se llevaría a cabo la reconstrucción, los matices.
La
necesidad del euro como herramienta para la acumulación capitalista
Sería a principios de los años noventa, ya
en un mundo teóricamente unipolar según el pensamiento hegemónico –y desde una
perspectiva eurocéntrica pues si la lucha de clases podía parecer controlada
por la burguesía a nivel mundial en América Latina sólo de manera violenta
estaba siendo contenida- cuando la valoración de la situación económica que
hace la Comisión Europea y la principal patronal -European Round Table- es
compartida, y “las recomendaciones para reactivar la acumulación también son
comunes, planteando la necesidad de reducir las rentas salariales tanto en lo
relativo a su componente directo como en el diferido”. El euro será la
herramienta.
“El proceso de implantación del ajuste
salarial culmina con la moneda única: el euro se concibe como un instrumento
para incrementar la tasa de explotación, de ahí que su funcionamiento,
inherentemente, haya contribuido a la regresión salarial. La integración
monetaria, estructurada en torno al Tratado de la Unión Europea (TUE), al BCE y
al Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), ha requerido un escenario de
disciplina fiscal y estabilidad monetaria y cambiaria que ha permitido
articular la aplicación del ajuste salarial”.
La moneda única, en vigor desde 1999, entró
en circulación en 2002, con el objetivo fundamental de asegurar la rentabilidad
del capital, esto es, como herramienta de la clase dominante para asegurar la
tasa creciente de explotación. Como no puede ser de otra manera, al tener
intereses enfrentados e irreconciliables la clase trabajadora y la burguesía,
el euro se constituye, de esta forma, no sólo como la herramienta que asegurará
las condiciones materiales que exija la clase dominante, sino como herramienta
contra las condiciones materiales de la clase trabajadora, en la medida en que
estas puedan entorpecer la rentabilidad del capital. La realidad así lo ha
demostrado: un débil crecimiento hasta el estallido de la crisis orgánica del
capital, que ningún gobierno ha podido resolver en clave favorable para la clase
trabajadora.
El problema, llegados a este punto, sería que
aquellos países que no tienen el euro han transitado la crisis de la misma
forma que los países de la eurozona. Por lo tanto, el problema de la moneda
podría parecer secundario: no importa el euro porque todos los países han hecho
recaer el peso de la crisis capitalista sobre la clase trabajadora,
independientemente de que tuviesen una moneda u otra. Así, la decisión parece
política y el euro neutral como moneda, con el cual podría ser posible
cualquier política con la moneda común.
Sin embargo, el euro acota el margen de
maniobra de los gobiernos en el terreno económico: el único objetivo del Banco
Central Europeo es el de controlar la inflación –controlando la inflación
conteniendo salarios y depauperando las condiciones de vida de la clase
trabajadora para asegurar la rentabilidad del capital- y es un organismo que
carece de control democrático por cuanto es independiente de los estados, a los
que no puede financiar. De esta forma los estados no pueden presionar para que
la política monetaria sea una u otra: simplemente están en manos del BCE y del
euro. Pero la independencia política no existe, sea pregonada de una u otra
forma y divulgada por unos u otros medios de comunicación: la política del BCE
es la política de la clase dominante.
Desde que estalló la crisis orgánica del
capitalismo y se agudizaron los rasgos del mismo o, lo que es lo mismo, desde
que la tasa de ganancia comenzó los problemas para reproducirse de forma
ampliada y revertir la tendencia decreciente de la misma, la estrategia del
bloque dominante ha consistido en disminuir las rentas del trabajo en favor de
las rentas del capital, recortando tanto el salario directo como el diferido,
poniendo en marcha las políticas que contemplaban desde los años noventa.
El
estado: una herramienta de dominación de clase
El estado surge como resultado de la lucha de
clases: frente a la organización política medieval, caracterizada por el
fraccionamiento del poder en las instituciones feudales y religiosas, el estado
moderno concibe el poder político centralizado. De esta forma, la burguesía,
nueva clase social hegemónica, puede hacer efectiva su dominación.
Es hasta tal punto el estado una herramienta
de clase que cuando es necesario para sus intereses de clase la burguesía lo
adecua sin arriesgarse a hacerlo pasar por una legitimación, siquiera formal.
No existe el estado neutral, pese al pensamiento hegemónico y pese a cierta
izquierda también que afirma sin sonrojarse que “al socialismo o casi al
socialismo se puede llegar con la Constitución, ya que los artículos del 128 al
131 hablan de la planificación de la economía, del acceso de los trabajadores a
los medios de producción, de que el Estado puede tener una banca pública y
nacionalizar empresas”.
Es así como en 2011 la burguesía se dio
autogolpes en Italia y Grecia, derrocando los presidentes electos, Berlusconi y
Papandreu, para imponer a Monti y Papadimos,justificándose en la necesidad de
gobiernos técnicos para hacer frente a la crisis. Lo cierto es que tanto como
Monti y Papadimos tenían que cumplir políticamente con las medidas que exigía
la Troika, y por ello fueron elegidos ellos dos a dedo por el capital, porque
era necesario implementar a un determinado ritmo unas determinadas políticas.
A este respecto –el carácter de clase de las
instituciones políticas- Durao Barroso había sido muy claro alrededor de año y
medio antes, cuando afirmó –pese a lo que digan las constituciones- que Grecia,
Portugal y España necesitarían dictaduras militares para superar la crisis, en
caso de que la población se opusiese a las medidas de ajuste. Así pues, y pese
a que en Portugal y España no hayan necesitado recurrir a las dictaduras
–países disciplinados y que, en el caso de España, incluyó una reforma
constitucional que no fue refrendada por la ciudadanía- en Italia y Grecia no
dudaron en saltarse su propia institucionalidad y poner a hombres que
respondían, directamente, a sus intereses y necesidades.
Por lo tanto, si el estado aparece como un
problema, si el estado es considerado como una herramienta de la burguesía para
ejercer su dominio, la lucha contra el euro, la Unión Europea y el estado
forman una triada en la que la supervivencia de cualquiera de los tres
elementos asegura la continuidad de una u otra forma del poder burgués y, por
tanto, el sometimiento de la clase trabajadora a las necesidades del capital.
Grecia
y el Gobierno Tsipras, o cómo no hay salida en el marco del euro
Así pues, nos encontramos ante gobiernos
nacionales y una Unión Europea de carácter burgués. El rasgo distintivo, con
respecto a las economías que no son de la zona euro, lo aporta el Gobierno
Tsipras: la demostración real, más allá del campo teórico, de que no hay salida
para la clase trabajadora bajo el euro –y, añadiríamos, bajo la Unión Europea
imperialista y bajo un gobierno nacional burgués. Porque el problema del pueblo
griego no se circunscribe al euro, sino a la reducción de la lucha de clases al
terreno electoral y a la negación de la revolución por el actor que tenía que
haber jugado ese papel histórico, el KKE. No obstante, Syriza es
ejemplificadora de lo que supone, una vez más, la socialdemocracia y, en este
caso histórico, la socialdemocracia limitada por la moneda única- porque no hay
salida bajo el capitalismo que, como es sabido, no resuelve las crisis sino que
las aplaza. Así pues, el problema real es romper con el capitalismo.
“Dejando la viabilidad [de salir de la zona
euro] formal a un lado, ¿sería deseable que el impago a iniciativa por el
deudor se llevara a cabo dentro de los límites de la zona euro? La respuesta es
negativa. En primer lugar, sería más difícil para el país deudor hacer frente a
una crisis bancaria doméstica sin pleno dominio sobre su política monetaria. En
términos más generales, si los bancos se pusieran bajo la propiedad pública a
raíz de un impago soberano, pero siguieran perteneciendo al sistema euro, sería
prácticamente imposible utilizarlos con el fin de reformar la economía. En
segundo lugar, la permanencia en la zona euro ofrecería poco beneficio para el
incumplidor, en términos de acceso a los mercados de capitales o de rebaja del
coste de la financiación. En tercer lugar, la opción de la devaluación sería
imposible, lo que eliminaría un componente vital de la recuperación. La
acumulación de deuda de los países periféricos está inextricablemente ligada a
la moneda común y el problema volvería a aparecer si el país moroso se
mantuviera dentro de la zona euro”.
Pero Grecia no sería ningún modelo: era
muy importante que no fuese modelo, pues a todas luces “no es necesario decir
que si se produjeran acontecimientos decisivos en un país periférico habría
importantes repercusiones sobre el resto de la zona euro. Por un lado, lo que
es válido de forma individual para Grecia también se puede considerar válido
para España y Portugal (y probablemente para Irlanda, aunque no se ha
considerado en este artículo). Existen diferencias significativas entre los
tres países, como se estableció anteriormente, pero su comprometida situación
como países periféricos de la zona euro es similar. Si uno de ellos adoptara
una decisión de impago, renegociación y salida del euro, se generaría un
importante efecto demostración para los demás”.
Política
contra euro: soberanía de la clase trabajadora contra hegemonía del bloque
dominante
No es en el terreno electoral, político,
institucional, ni siquiera en el terreno económico en el que la clase
trabajadora, la mayoría social, puede lograr una salida favorable a sus
intereses. En todos esos campos no cabe más que la continuidad –con matices,
pero continuidad- de aquello que estamos viviendo.
Y es que no se trata de hacerse con el
gobierno porque no se trata de gestionar, no se trata de dirigir el proceso de
acumulación capitalista, sino, por el contrario, de lo que se trata es de
impedir la gestión de la burguesía y de impugnar el modo de producción
capitalista.
Lo electoral, político, institucional y económico
son el reflejo de la lucha de clases: ese es el lugar en el que se definen las
políticas de todo tipo –y, también, sus matices-: sociales, económicos,
democráticos... Es en la lucha de clases donde se han definido las políticas
delGobierno Tsipras, y del Gobierno Rajoy. Es en la lucha de clases donde se
impone que el peso de la crisis recaiga sobre la clase trabajadora.
De lo que se trata no es de hacerse con el
gobierno, porque las políticas están limitadas, como hemos visto, por la
pertenencia a la Unión Europea y al euro; de lo que se trata no es de crear
falsas ilusiones: ya sabía la clase trabajadora, y así lo reflejaban sus
organizaciones, que el estado no es reformable: tampoco es reformable la Unión
Europea.El euro, mecanismo para el ajuste salarial y para garantizar la tasa
creciente de explotación, tampoco es reformable. Es necesario, pues, impugnar
la sociedad establecida a nivel global: no hay que retrotraerse a lo local
frente a un sistema cuya dominación es global. La salida favorable para la
clase trabajadora pasa por destruir la maquinaria institucional y burocrática
de la burguesía en su conjunto para poder construir su poder de clase.
La salida de la crisis en coordenadas
favorables a la clase trabajadora no vendrá desde los gobiernos burgueses, ya
estén dirigidos por organizaciones clásicas o de nueva formación. La salida a
la crisis favorable al interés de la mayoría de la población, la clase
trabajadora, sólo puede ser obra de la clase trabajadora, porque requiere
impugnar el euro, la Unión Europea y los respectivos gobiernos nacionales, de
forma que sólo puede ser obra de la clase trabajadora, ya sea porque se haga
con el poder, ya sea porque agudice las contradicciones a la burguesía y esta
prefiera romper con el euro si la disyuntiva es entre mantenerse en el euro o
la revolución social.
1 Arrizabalo, Xabier;
Capitalismo y economía mundial, Instituto Marxista de Economía, Madrid, 2014,
p. 299.
2 De hecho, al
desaparecer el marco alemán Kosovo y Montenegro, que todavía lo utilizaban,
adoptaron el euro, aun cuando no son países miembros de la Unión Europea ni de
la zona euro.
3 Cada vez que se ponen
de ejemplo los nuevos estados surgidos de la desmembración de Yugoslavia para
afirmar que se puede lograr la autodeterminación y la independencia –ya sea por
parte del PNV y, especialmente dañino para la clase trabajadora, por parte de
la izquierda abertzale- lo que se pone de manifiesto es una incomprensión del
fenómeno histórico y de la lucha de clases, así como un total sometimiento a
las políticas imperialistas y a la explotación de la clase trabajadora vasca.
Lo ocurrido en Yugoslavia es la destrucción de un estado en el que la clase
trabajadora tenía unas determinadas conquistas para su sustitución por nuevos
estados sometidos, directamente, a potencias extranjeras y al capital foráneo.
Lo ocurrido en Yugoslavia es la antítesis de la emancipación y la independencia
de la clase trabajadora.
4 Del Rosal, Murillo;
Acumulación y crisis en la zona euro.
5 En Chile asesinato de
Allende en 1973, en Argentina dictadura de Videla en 1976, en Ecuador asesinato
de Roldós en 1981, en Colombia asesinato de Luis Carlos Galán en 1989, en
Venezuela Caracazo -1989- y sublevaciones militares en 1992.
6 Del Rosal, Murillo; op.
cit.
7 La propia Unión Europea
está organizada de forma que la democracia no le pueda suponer un problema,
pues la ciudadanía elige a quienes la van a representar en el Parlamento
Europeo, pero no en la Comisión ni en el Consejo. Por supuesto, el Banco
Central Europeo también carece de cualquier control democrático.
8 Ya “en 1994 la Comisión
Europea (CE) publica el Libro Blanco sobre la Competitividad, el Crecimiento y
el Empleo, documento que define el modelo de crecimiento europeo mantenido
durante las siguientes décadas. En este texto se reconoce que la reactivación
de la acumulación, así como la atenuación de las tasas de desempleo que ésta
conlleva, requiere la mejora de la ganancia, haciéndose "preciso
garantizar una rentabilidad del capital suficiente para permitir un aumento de
la tasa de inversión y, por tanto, del crecimiento" (CE, 1994: 27). Para
alcanzar este objetivo, se propone la necesidad de "reducir notablemente
los costes salariales, para recuperar aquellas actividades de mercado que
actualmente no son competitivas" así como "reducir los demás costes
que acarrea la contratación o mantenimiento de la mano de obra, por ejemplo, los
relacionados con la seguridad social" (ibídem, 85). Y, más concretamente,
se defiende que la recuperación de la acumulación y el empleo requiere el
"mantenimiento de los incrementos de los salarios por hora por debajo del
crecimiento de la productividad" (ibídem, 227). Asimismo, se deja claro en
el documento que el ajuste salarial debe tener un carácter permanente,
reclamando “la necesidad de seguir aplicando las políticas oportunas, tanto en
el ámbito macroeconómico como en el estructural, una vez superada la recesión”
(ibídem, 91). Y así ha quedado manifiesto en las recomendaciones de política
económica que la CE ha emitido sobre los Estados miembros durante todo el
periodo, defendiendo la necesidad de contener los salarios para recuperar la
ganancia: "los incrementos salariales deberán mantenerse moderados (...)
con el fin de permitir un restablecimiento de los márgenes de beneficio"
(CE, 2003: 5)”, en Del Rosal, Murillo; op. cit.
9 Lara, Cayo;
declaraciones en Las Palmas, recogidas por Canarias Semanal, 10 de octubre del
2011. Disponible en http://vimeo.com/31369891
10
http://www.dailymail.co.uk/news/article-1286480/EU-chief-warns-democracy-disappear-Greece-Spain-Portugal.html
11 Lavapistas, et al; El
fantasma del impago en Europa, en Revista de Economía Crítica, nº11, primer
semestre 2011, p 168-169. El resaltado es propio.
12 Ibíd, p. 164.
CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Fuente.
http://canarias-semanal.org/not/20857/la-union-europa-un-imperialismo-
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