Mario Alberto Zaragoza Ramírez, (*) (*)
Resumen :
Las esferas públicas existen conceptualmente en el entramado que tanto Jürgen Habermas como Hannah Arendt conciben en sociedades modernas al interior del espacio público, por lo que no es extraño que en algunos trabajos teóricos, espacio y esfera se tomen por sinónimos pese a constituirse como categorías distintas.
En ese sentido, es innegable la influencia que los trabajos de Arendt tienen en la obra de Habermas y en la potencia de su propuesta de un mundo significativo construido a través de las acciones comunicativas y políticas en la esfera pública. En ese sentido, este texto abordará la apropiación del mundo social a través de esferas públicas en un contexto globalizado y en referencia a los cambios tecnológicos que aceleran la percepción de que vivimos en un mundo interconectado, cada día más veloz y supuestamente mejor comunicado, para mostrar de manera crítica los alcances de la tecnología y privilegiar el uso social que hace cada persona de ella
Introducción
¿Qué se puede decir en primera instancia del
espacio público? Que es un espacio tangible, físico, que posee una dimensión
geográfico-espacial y temporal, pero también es una idea, una representación
significativa que construimos en referencia al otro. ¿Para qué distinguir el
espacio público de la esfera pública? El acercamiento teórico que hace Jürgen
Habermas ⎯ con
una clara influencia de la filosofía de
Hannah Arendt⎯
marca un tránsito
teórico y conceptual de la apropiación significativa del espacio a la esfera
pública que sucede a través de las acciones políticas, las acciones comunicativas y la
racionalidad de una persona 1 .
En este artículo se tejerán las dos posiciones
teóricas ⎯tanto
la de Habermas como la de Arendt⎯
como si fueran dos perlas que se unen entre sí con un hilo representado en el debate, la crítica y el sentido de apropiación del
mundo social que tienen ambos teóricos así como con algunos otros elementos de
autores que reforzarán las enunciaciones aquí presentadas en torno al
reconocimiento de las diferencias, la reflexividad, la consciencia de las acciones,
el interés y la inclusión como elementos que suceden y potencian las esferas
públicas entendidas como comunidades políticas. El objetivo de poner en
evidencia las miradas teóricas en común en este escrito, es la de mostrar que
el espacio público como producción de las sociedades modernas ⎯urbanizadas y desarrolladas
tecnológicamente⎯, puede ser considerado como un posibilitador
o un contenedor de la esfera pública
que se hace a través de
las acciones de sus propios participantes.
Esta propuesta incluye además, una crítica a
las discusiones sobre el espacio público que retoman los autores
contextualizando los debates y uniendo sus correlaciones de sentido sobre la
apropiación del mundo social. La idea es mostrarle al lector los acercamientos
conceptuales que posee la esfera pública para darle un sentido social a la
apropiación de la vida comunitaria a partir de acciones reflexivas motivadas
por el interés común y así evitar confusiones conceptuales y aproximaciones
teóricas erróneas alrededor de temas como la supuesta potencialización de la
comunicación a propósito de las tecnologías de información e interacción social
o la privatización de espacios urbanos como meros pretextos y/o recursos
discursivos de una supuesta apropiación espacial. Si se trata de generar una
comunidad incluyente y activa, la esfera pública es un nudo de representaciones
comunes que atiende problemáticas desde la base y el diálogo de los involucrados.
Encuentros y desencuentros comunes .
Para comenzar esta discusión
es imprescindible hacer notar que el espacio público posee tres dimensiones de
sentido, se puede comprender a) como un espacio común, b) como un sitio
manifiesto; es decir, no secreto y c) una zona a la que se tiene o se puede
tener acceso. (Rabotnikof, 2005). Nora Rabotnikof considera que la filosofía
política ha intentado definir o acotar lo más posible el concepto de espacio
público porque éste contiene y da sentido a la vida política contemporánea,
desde las interacciones públicas hasta las formas de gobernar y tomar
decisiones sobre espacios urbanos comunes. Además, si se caracteriza
filosóficamente al espacio público, se pueden encontrar de manera más franca
los linderos de aquello que Habermas describe como esfera pública en buena
parte de su obra.
También, se podría decir que
existe cierta influencia del trabajo de Arendt sobre el de Habermas que dialoga
con la propuesta de una esfera pública trascendente. Entendida como comunidad
política, la esfera en ambos autores, define y caracteriza a las acciones
compartidas que suceden en el espacio público y que dan lugar a la apropiación
significativa del mundo social. Para ubicar teóricamente a la esfera pública,
se deben explorar los límites y las formas que caracterizan al espacio público,
aquello que nos es común a todos ⎯formas
simbólicas, representaciones significativas⎯ y que simbólicamente posee una representación compartida. Es ahí en donde la obra de Arendt encuentra
mayor eco en las enunciaciones habermasianas. La manera en que Habermas piensa
la comunidad es una invitación a revisar la condición del ser y la manera en
cómo éste comparte a través de acciones comunicativas trascendentes, una
cotidianidad que se nutre y se hace con otros desde referentes comunes.
En términos detallados, el
proceso metodológico que se siguió en este texto consistió en una exhaustiva
revisión bibliográfica por la obra de Habermas y Arendt, así como de varios
autores más, Reinhart Koselleck (1993), Luicen Sfez (1995), Eduardo Vizer
(2003), Raúl Trejo Delarbre (2009) y Richard Sennett (2011), por mencionar sólo
a algunos de los aquí se presentarán. Con diferentes nociones de espacio
público, esfera pública y comunidad, éstos y otros pensadores dan luz sobre
distintas problemáticas de lo que se comparte públicamente y la forma en cómo
se apropia. Parte importante del camino metodológico radicó en ubicar primero
el concepto de espacio público y desagregar sus características para encontrar
la dimensión de la esfera sin manipular a los autores. Además de ubicar al
lenguaje, y por lo tanto a la comunicación, como un proceso significativo
construido socialmente por sus actores y como el componente que une la
disertación que aquí se presenta.
De esta forma se tejen y
articulan las categorías concepto alrededor de lo que Ernst Cassirer señalaría
como el sentido de las acciones en un contexto social gracias a las
posibilidades de interpretarlas significativamente. El ser humano es un animal
simbólico capaz de generar interpretaciones y significantes de lo que concibe
como su realidad (Cassirer, 1945).
El espacio público no es la excepción a estas
interpretaciones y se construye socialmente en referencia a lo que se mantiene
privado, Habermas lo considera como un mediador entre el gobierno y la sociedad
porque permite la intervención de quienes lo conforman. Representa además una
conquista de la burguesía del siglo XVIII, y como tal, es un espacio con
límites específicos y con consignas de clase muy claras (Habermas, 1986).
También, ese espacio que representa una puerta de entrada o un primer escalón
para formar una esfera pública a través de las acciones comunicativas
(Habermas, 1981: 368- 370).
Para Hannah Arendt, el
espacio público no aparece como conquista de clase, más bien, surge a manera de
las polis griegas y no de la familia burguesa, ya que las ciudades griegas no
estaban jerarquizadas e invitaban al involucramiento del ciudadano (Arendt,
2005: 55-7). Arendt, concibe la esfera pública como una reunión de sujetos que
a través de sus acciones políticas se involucran en los sucesos políticos
cotidianos, con el cometido de hacer dentro del espacio público dado, una
esfera activa que contemple la libertad de acción de las personas. Ante la
mirada de Arendt, la esfera política podría entenderse como el ágora que se
construye desde sus propios actores.
Estos dos acercamientos conceptuales al
espacio público concuerdan en el sentido de un espacio común de representación
simbólica compartida con más personas, es decir, el espacio que se construye
socialmente con otros con quienes se interactúa y muestra la potencia de la
comunidad que crece en sus linderos. La diferencia más marcada está en su
origen, mientras Habermas piensa en la familia burguesa jerarquizada per se,
Arendt prefiere considerar la semejanza con las ciudades griegas que permitían
una participación más horizontal, pero, en lo que ambos coinciden es en hacer
notar que el espacio público debe transformarse desde el sentido de lo que es
común, para permitir el crecimiento de una esfera pública desde aquello que se
apropia y se comparte comúnmente entre iguales.
Esta igualdad de condiciones, es la manera
idónea para que aparezca el pensamiento reflexivo de una persona, cuando
comprende que la vida cotidiana es aquello que le es común con otros, tal como
Habermas (1981) muestra con las acciones comunicativas que son individuales,
pero se generan desde el entendimiento y el mundo social que se comparte con
otros, de la misma forma que para Arendt (2005), las acciones políticas
mantienen y hacen perdurable la comunidad de plurales, desde los elementos
comúnmente compartidos, racionales y con posibilidades de perdurar en el
tiempo.
La esfera pública de lo
común sólo es posible si se comprende a manera de un círculo interior en el
espacio público, una comunidad hecha entre iguales que reconocen y asumen sus
diferencias, no las agotan o las eliminan. Lo cual articula las propuestas de
los dos autores: la diferencia entre espacio y esfera, radica en la naturaleza
y el propósito de las acciones, mientras para Hannah Arendt el camino del
espacio público a la esfera de lo común está en las acciones políticas, en
asumir y hacer de manera consciente actos individuales considerando el bien de
la comunidad, en Habermas, esas acciones se denominan comunicativas y están
orientadas al entendimiento, sosteniéndose en la racionalidad y la comprensión
de quienes participan de esa comunidad. El objetivo es considerar una esfera
púbica que permita la libertad de acción individual pero sobre la base del bien
común2 .
¿Por qué lo común representa la base del
espacio público? Porque concebir aquello que nos es común con otros implica
compartir un espacio, o una idea, y construir con terceros una realidad
significativa que comprendemos como nuestra cotidianidad (Berger y Luckmann,
2005). Implica compartir, beneficiarse entre sí y ser parte de una comunidad
política con reglas comunes y comúnmente aceptadas por todos. El bien común
involucra reglas aceptadas y consensuadas con otros, reconocimiento y
salvaguarda de las diferencias, así como responsabilidades y una relación
histórica de aquello que se comparte comúnmente con más personas y se distingue
de la vida privada, de las acciones íntimas y de aquello que se guarda en
secreto y a salvaguarda del mundo privado. Comprendiendo el sentido de lo que
se reconoce y se asume como común (también en el sentido de la comunidad), se
puede criticar la instrumentalización del espacio público que algunos gobiernos
conciben como la recuperación de espacios comunes que en realidad se refiere a
privatizar espacios urbanos, como hacer parques donde antes no los había o
reubicar zonas de juegos o aparatos deportivos en avenidas o bajo puentes. Lo
esencial de la discusión, no está en cómo se comparte lo común, sino en cómo se
vislumbra socialmente aquello que se comparte en una comunidad. Lo importante
es potenciar un espacio para hacer política más allá de la relación
amigo-enemigo3 .
Por ejemplo, una comunidad que no concibe lo
común y no lo comparte, se enfrenta a las dificultades propias del conflicto en
lo individual y los antagonismos propios de las sociedades desarrolladas
tecnológicamente, ante esto, autoras como Chantal Mouffe reconocen el
predominio de las relaciones verticales, pero, también la posibilidad que posee
una comunidad política ⎯también llamada esfera pública⎯
ante ello: “… en
el dominio de las identidades colectivas… siempre existe la posibilidad de que
esta relación nosotros/ellos se transforme en un amigo/enemigo” (Mouffe, 1999:
15). Así, en la concepción de aquello que se comparte comúnmente en el espacio
público, va de fondo la significación de un nosotros con un objetivo
compartido. De manera que el concepto de la diferencia no sólo es importante
sino un factor determinante para reconocer por qué el mundo social no es de
individuos homogéneos como supondría el espacio público perfecto, sino de
individuos que se asumen como diferentes entre sí y eso es cualidad no del
espacio sino de la esfera pública. La política de la diversidad o de los
plurales, como la denomina Arendt (2008), es elemental para incluir lo
diferente, lo diverso política, cultural y socialmente en una esfera pública
política.
El antagonismo y el conflicto son dos de los
impedimentos que se encuentran o podrían encontrarse en la interacción de las
personas en el espacio público antes de siquiera pensar la existencia de lo
común tanto para Habermas como para Arendt. El espacio público; como un lugar
común y asume que algo se comparte, pero, ¿qué sucede si no hay un fin común?
¿O si esa comunidad no se orienta desde intereses comunes? La propuesta de este
texto es mostrar lo común como un primer paso para caracterizar al espacio
público, pero será hasta la conformación de una esfera pública que se pueda
apropiar el mundo social y la interacción esté concentrada en los intereses
comunes. Ya que lo común se apropia desde el interés, según el sentido de lo
que se comparte, no de lo privado ⎯aunque
de alguna manera parte de un sentido de privatizar, no infiere a la propiedad
privada sino a la pertenencia⎯,
sino desde lo que genera sentido o significación común,
es decir, la apropiación.
Aquello que hace a una persona parte de algo. Un sitio que nos pertenece o una
idea que asumimos como propia.
El mundo de la vida en la
teoría de Habermas, representa la
significación del espacio público desde lo que es común con otros a través de
acciones comunicativas, ontológicamente orientadas al entendimiento (Habermas,
1981). Como un puente de sentido que permite esbozar el tránsito de un individuo
que reconoce el lugar o las causas a las que pertenece y le pertenecen desde su
identidad y que puede trasladar esa personalidad ⎯íntima,
personalísima⎯ a
una comunidad donde lo sujetos de acción social
son iguales aunque se reconocen diferentes en un mundo social que comparten con
otros pero que se comunican en igualdad de condiciones.
Las acciones que construyen
una esfera pública ponen de manifiesto la importancia de concebirlas como
acciones políticas en Arendt y comunicativas en Habermas, ya que quienes
construyen un espacio común, van generando sus propias esferas donde tienen la
posibilidad de mantener y ejercer acciones conscientes y reflexivas en torno a
su propia realidad socialmente construida.
Es importante decir en este
momento que la teoría de la acción comunicativa tiene una influencia weberiana4
, y es notorio cuando las acciones que construyen, o mejor dicho, que hacen a
la esfera pública son acciones conscientes. Estas acciones, en las que se
abundará en la siguiente sección de este artículo, apuntan hacia la convivencia
de las personas compartiendo el sentido y la responsabilidad común de la
convivencia. Además de la construcción de una realidad en común con los
aciertos y errores que ello supone. La vida en común es compleja y no sólo
requiere de un fin común para mantener la cohesión, se necesita pensar en
correspondencia con otros y en virtud de un lugar para todos ⎯incluyendo por supuesto a la
diferencia, reconociendo que todos lo sujetos son distintos y actúan bajo sus propios términos en las coincidencias y en las
desavenencias⎯,
desde los intereses comunes. Los intereses compartidos.
En virtud de desagregar las
implicaciones de los intereses comunes, el interés, es concebido por Arendt en
un sentido más cercano a la concepción de “interés por lo público” que a un
interés público (Arendt, 2008) tal y como para Habermas el interés, antes que
otra cosa, es un interés común (Habermas, 1986), poniendo así de relevancia la
comunidad y el diálogo que buscaría los consensos. El espacio público como algo
común, se construye desde el interés y desde lo que puede apropiarse
significativamente. En coincidencia, la racionalidad comunicativa en la obra de
Habermas es lo que permite plantear consensos y se esboza desde lo común en
acciones orientadas al entendimiento (Habermas, 1981). La voluntad política,
dependerá entonces de lo que se comparte colectivamente con otros. Por que no
todos los sujetos se interesan por lo mismo ni de la misma manera, se interesan
por lo público porque ahí están los intereses comunes y las acciones serán las
que mostrarán la manera de sentirse parte de algo.
Sin embargo, no todo es
comunidad e interés en los linderos del espacio público y lo que ahí sucede,
dice Nora Rabotnikof: “Desde un punto de vista histórico, sobre todo en su
versión de la Revolución Francesa, la irrupción de los hasta entonces excluidos
fue precisamente una de las causas principales de la caída del espacio público
[…], ni hay apertura a todos los temas y las cuestiones, ni en principio, a todos
los individuos.” (Rabotnikof, 2005: 163). Y aunque el interés por lo público no
es de todos y se podría decir incluso que en cierta forma es excluyente, se
trata de compartir y de incluir en los proyectos políticos a los más posibles,
mostrando que el interés por el otro, por lo común, tiene beneficios propios,
como la seguridad que se vive dentro de una comunidad.
Los encuentros comunes,
permiten una asociación que se guía y fortalece en el interés y el sentido de
pertenencia, para finalizar esta sección, cabe enfatizar que una base común es
la piedra angular de toda idea de comunidad, comunicar y compartir un sitio o
un momento histórico, ser parte de algo no necesariamente significa que todos
piensen igual o tiene implícito un sentido de homogeneidad, lo común, involucra
encuentros y desencuentros, pero sobre todo, intereses comunes desde causas
distintas, incluye el interés por lo público y por lo diferente para
salvaguardar su existencia, es la vida política de la pluralidad a través de
las acciones comunes.
Interés y acciones sociales,
comunicativas, políticas :
Compartir de manera común el
interés por algo y la pertenencia a una comunidad o a alguna situación, abre el
camino para un espacio público donde las acciones son evidentes y se publicitan
a través de la comunicación y las prácticas sociales. La apropiación
significativa del mundo social sucede cuando una persona siente algo como suyo
o cuando sostiene la bandera de una causa con la que se compromete. Pensar las
acciones sociales y su trascendencia más allá de lo que se comparte comúnmente,
implica, considerar la vida de una persona con otras. ¿Qué acciones exhibe?,
¿qué acciones pone a consideración de otros?, y sobre todo, ¿por qué lo hace?
Cuando se piensa en el
espacio público, una de las primeras ideas es identificar un lugar que se
comparte, que es de muchos y que está expuesto, un sitio no secreto donde se comunican
estados de ánimo, causas e intenciones (Habermas, 1981).
Tanto para Habermas como
para Arendt, el sentido manifiesto de un espacio público indica poner en la
superficie una manera predominante de actuar, acciones que sólo cuando se
transparentan y se hacen del conocimiento de todos trascienden. Si está
expuesto, entonces puede compartirse con otros, trasciende y se mantiene
históricamente en el tiempo. Pero, ¿cómo se caracteriza la acción?, de alguna
manera, tanto Arendt como Habermas ⎯más notable en el caso de Habermas⎯, tienen en mente el
concepto de acción de
Max Weber: “La
acción social (incluyendo tolerancia u omisión) se orienta por las acciones de otros,
las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras… Los ‘otros’ pueden ser individualizados y conocidos
o una pluralidad de individuos indeterminados y completamente desconocidos”
(Weber, 2012: 18).
Las acciones según Weber no son, ni pueden ser
homogéneas pero sí están determinadas por otros; es decir, un individuo actúa
en referencia a los otros, públicamente, dentro de los límites del espacio
público. Para estos tres autores alemanes, las acciones están determinadas u
orientadas según fines, medios, emociones, y claro, racionalmente. Sin olvidar
la referencialidad a los otros. De manera más precisa: La acción social, como
toda acción, puede ser: 1) racional con arreglo a fines: determinada por
expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de
otros hombres, y utilizando esas expectativas como “condiciones” o “medios”
para el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos. 2)
racional con arreglo a valores: determinada por la creencia consciente en el
valor ⎯ético,
estético, religioso o de cualquiera otra
forma como se le interprete⎯
propio y absoluto de una determinada conducta, sin relación alguna con el
resultado, o sea puramente en méritos de ese valor. 3) afectiva, especialmente
emotiva, determinada por afectos y estados sentimentales actuales, y 4)
tradicional: determinada por una costumbre arraigada. (Weber, 2012: 20). Las
acciones políticas y comunicativas para Arendt y Habermas respectivamente, son
las que permiten transitar del espacio público a la esfera pública, si como se
dijo párrafos atrás, no todos los temas se comparten igual y tampoco todas las
personas se consideran involucradas o hasta pueden sentirse excluidas, las
acciones racionales y reflexivas permiten no sólo el reconocimiento del interés
común sino remarcan el paso de un espacio con límites estrictos a una esfera
que se entiende como una comunidad política.
Las acciones son determinantes para
trasladarse del espacio público a la esfera porque ya no se trata de un sitio
dado, o una conquista, o un mediador, la esfera se hace, es una idea puesta a
consideración de otros, representada socialmente.
Ahora, la pregunta sería:
¿quién hace ese camino del espacio público a la esfera pública? La respuesta
implica al menos dos momentos, el primero es que todos o casi todos pueden o
podrían hacerlo; es decir, cualquiera o casi cualquiera tiene acceso al espacio
público, salir a la calle, utilizar el transporte público, conversar en la
calle con otros. El segundo momento, implica acceder al espacio público y
considerar si ese acto fue una decisión reflexiva, consciente, o si tan sólo
con vivir en la sociedad con sus prácticas cotidianas, se es parte del espacio
público.
Lo escrito hasta ahora abre
paso a una respuesta integral, el espacio público puede ser algo dado,
existente pese a los intentos de no pensar en él, pero, también se admite en
términos de Habermas y Arendt, que las acciones construyen ese sitio y es la
decisión política de integrarse y de hacerlo a través de acciones personales lo
que permitiría formar esferas de convivencia dentro del espacio.
Quien se interesa por lo común y lo hace manifiesto
desde sus actos comunicativos y políticos, toma la decisión o decisiones de ser
parte de una realidad compartida con otros, participar y mantener una
cotidianidad, un mundo de la vida significativo, una idea de lo que implica la
realidad.
Ahora bien, acceder al
espacio público no todo el tiempo tiene una responsabilidad política, si
alguien sale a la calle y comparte un espacio común y visible podría
considerarse dentro de la discusión pública; y sin embargo, no querer ser parte
de ella. Es por esta razón que es ineludible distinguir conceptualmente el
espacio público de la esfera, porque las acciones conscientes y reflexivas son
lo que nos permite apuntar que en una esfera pública todo el que participa, lo
hace por voluntad propia y como una acción política, ergo, comunicativa.
En relación a estas
acciones, Nora Rabotnikof se pregunta sobre aquellos que deciden ser parte de
una comunidad o esfera pública de manera libre y equitativa: “¿A quién
interpela el llamado a la imparcialidad? ¿A los que uno considera sus pares? ¿A
lo que se ha dado en llamar “el otro colectivo concreto” (identidades grupales
diferenciadas de la humanidad abstractamente considerada y de la específica
individualidad)?” (Rabotnikof, 2005: 161). Y continuarían las preguntas según
lo escrito hasta aquí, ¿qué determina esa imparcialidad? ¿Cómo se puede
orientar el diálogo y las acciones?
Ante tales interrogantes, Jürgen Habermas
propone a las acciones comunicativas orientadas al entendimiento como el camino
para formar un mundo de la vida que resiste el embate de un mundo sistémico
caracterizado por colonizar e imponer sus condiciones estratégicamente ante las
prácticas sociales. La racionalidad instrumental que es clave para fijar
filosóficamente un proceder que justifica los medios para conseguir un fin y
valorarlo en términos de éxito. Habermas critica este mundo estratégico,
sistematizado y propone un mundo basado en acciones comunicativas que se basan
en el principio de validez para mantener mundos significativos comunes y no
utopías ni relaciones de convivencia ideales (Habermas, 1981). Una persona es
capaz de construir socialmente su realidad desde la representación que posee de
la cotidianidad y de construir con sus acciones su propia esfera donde
participa en igual medida, desde la voluntad de entenderse con otros. Iguales
porque son diferentes, ya que esa idea de igualdad está en las condiciones de
hacer y no únicamente en las condiciones materiales o las intelectuales. Se
trata de la libertad de acción y no sólo la libertad.
Para fortalecer la entrada al espacio público
se puede generar una práctica cotidiana de pensar lo común, que implica la
capacidad de considerar un acontecimiento de interés individual y colectivo,
mostrarlo, hacerlo evidente y así trascender en el tiempo, para permitir su permanencia
en la historia. Esto generará individuos más conscientes, más activos y
propensos a participar en la esfera pública.
Considerar a las personas y
sus acciones comunicativas que acceden discursivamente al espacio público no se
limita a la libertad de acción pero es su pilar más importante. Parte de la
posibilidad de ser libre para entrar a este espacio e interesarse en tomar
parte de las acciones políticas y comunicativas depende de la información que
se hace pública5 y aquello que permite a una persona involucrarse y transitar
de un individuo aislado y generalmente alienado por la aceleración de la vida
cotidiana (Rosa, 2011), a un sujeto de acción social que forma comunidades
trascendentes. Sería posible preguntarse ahora si el espacio público no se
volvió una convención donde pareciera que puede participarse e intervenir en lo
que es de todos pero que en realidad se trata de una intervención mínima si no
se toma consciencia de las acciones individuales para convertirlas en comunes.
La entrada al espacio público no es algo fácil de determinar, si miramos con
detenimiento la obra de Habermas y de Arendt, se puede notar que el
involucramiento ⎯que
debiera ser constante pero es más
bien intermitente⎯ de
una persona en su cotidianidad podría
ser el detonante para distinguir las acciones racionales más dispuestas a
pensar e identificar la inclusión y la convivencia, y quizás, como una
alternativa a las falsas nociones que surgieron en el contexto de la
globalización de tolerancia a las diferencias que simulan incluir con carteles
o estrategias de mercado a una sociedad cada día menos propensa a la comunidad.
Repensar la esfera pública
en tiempos de internet
La esfera pública como se
dijo, es activa, se construye con base en el interés, en el deseo y en el
sentido de identidad/pertenencia ⎯subjetividad
y significación de
formas simbólicas
comunes⎯. Se puede decir que la
esfera pública es una representación de mis acciones con otros y sus
acciones. Llevar una esfera cotidiana a otros y hacerla pública en comunión con los demás.
Como también se indicó líneas atrás, los
límites del espacio no determinan el sentido político de la esfera, no toda
acción pública es necesariamente política, pero, las acciones que conciben y
fortalecen la esfera pública siempre lo serán, porque son acciones comunicativas
orientadas al entendimiento (Habermas, 1981: 401-420), y porque nacen no sólo
de la autorresponsabilidad, sino de la consciencia. Se trata de acciones
políticas trascendentes y conscientes para la comunidad. Son acción y decisión
(Arendt, 2005: 51- 52). Teóricamente, la esfera pública puede ser concebida
como un espacio ideal, como el lugar en el que las personas podrían dialogar
libremente y/o tener acceso libre a los temas que afectan directamente a su
bienestar común e incluso a su cotidianidad y donde se cuestionan la actuación
de las instituciones de gobierno como parte de un proceso deliberativo
constante y consciente. Ese diálogo político que sucede en la esfera pública es
una de las razones por las que Habermas desarrollará en su obra conceptos como
la inclusión y la democracia deliberativa, planteados como el resultado de una
esfera pública que ayuda a concretar acuerdos desde la ética discursiva6 .
Repensar la esfera pública
tiene dos objetivos, el primero; mostrar que son las condiciones históricas y
políticas las que darán certidumbre entre los individuos de que existe una
relación directa entre su participación y el desarrollo de su bienestar
individual y por supuesto colectivo dentro de esa esfera; y no necesariamente
los cambios tecnológicos que muestran plataformas electrónicas de interacción
social que podrían dar la ilusión de mayor participación política. El segundo
propósito; es mostrar que el desarrollo de una esfera pública dependerá, del
sentido de pertenencia y de la apropiación de una comunidad o la comunión que
haya entre los participantes y la respuesta a problemáticas comunes, así como
el sentido de solidaridad e identificación de las acciones sociales que se
arraigan en experiencias compartidas significativamente en lo cotidiano, para
dejar constancia de su incidencia en temas concretos y se ilustren en momentos
como tomar decisiones en común y apreciar los resultados.
La esfera pública-política
se comprende a manera de una burbuja identitaria y de sentido donde quienes son
parte de ella se reconocen y se asumen entre sí. Ser parte de la esfera pública
implica la aceptación de las reglas del juego estructuradas significativamente
en la realidad ⎯primero
en el espacio público⎯ y traducirlas en un
contexto más
cercano, propio, intersubjetivo, donde las acciones orientadas al
entendimiento, buscan la convivencia y no sólo la tolerancia, a partir de un
sentido de comunidad política formada por acciones comunes de personas
conscientes de vivir con otras que tienen las mismas posibilidades de disentir
y de no tener los mismos gustos e intereses. Dice Habermas: “No es posible
imponer el acuerdo a la otra parte, ni se le puede imponer al interlocutor
mediante una manipulación.” (Habermas, 2008: 139).
Una comunidad política no
puede imponer acuerdos, debe consensuarlos y tendría que permitir además, entre
muchas otras cosas, la libertad de acción, que en palabras de Arendt es: “… La
libertad de expresar las opiniones, el derecho a escuchar las opiniones de los
demás y ser asimismo escuchado, que todavía constituye para nosotros un
componente inalienable de la libertad política.” (Arendt, 2008: 160). La
libertad de acción y el entendimiento, son la clave para potenciar a través de
las miradas comunes de Arendt y Habermas la posibilidad de una esfera pública
firme, más bien sólida. Y su fortaleza radica en una esfera pública hecha con
las acciones de sus participantes libres con la voluntad de entenderse.
El desarrollo histórico de
la esfera pública permite el acercamiento de una persona a una vida política
más activa, no sólo es la capacidad de informarse o el involucrarse en las
problemáticas comunes, el devenir histórico de la esfera pública permite
encontrar pistas sobre la forma en cómo los individuos abandonan una vida más
bien pasiva, gracias al interés y al conocimiento que pudieran generar por medio
de sus acciones comunicativas y políticas. La transformación de la esfera en
términos políticos e históricos, va más allá de los cambios tecnológicos en
materia de información y comunicación del presente siglo; el momento histórico
que vivimos permite imaginar y potenciar una comunidad integrada e incluyente
dispuesta a comunicarse.
Otros autores que se han
acercado a los planteamientos sobre el espacio público y la esfera pública en
la obra de Habermas y de Arendt sostienen también críticas agudas al determinismo
tecnológico y no temen en afirmar, tal como hace Zizi Papacharissi (2010), que
la fetichización tecnológica es un obstáculo para la generación de una esfera
pública. Ya que no se trata de la técnica sino del uso social que se le dé a
ésta. En tiempos donde las personas suponen estar más y mejor comunicadas,
aparece con mayor potencia la necesidad de una esfera, de una comunidad capaz
de dialogar y no de una minoría que impone una agenda pública. Para
Papacharissi, los cambios tecnológicos muestran ciertas virtudes, pero sobre
todo, copian las prácticas constantes en el espacio púbico, de manera que se
dificulta una esfera proclive al diálogo y al reconocimiento del otro como aquí
se ha escrito. Lo anterior no descalifica la propuesta de una esfera incluyente,
de hecho, esta autora confirma que la esfera pública es una esfera privada
compartida con otras esferas privadas (Papacharissi, 2010) donde los consumos
más significativos, íntimos y subjetivos se comparten como parte de la
realidad, sólo que a ojos de Zizi, la esfera pública es difícil de conformar
porque los procesos económicos, políticos y sociales del capitalismo, han
generado individuos-consumidores exigentes sólo de los procesos más cercanos a
la compra de artículos. Y pese a ello, la crítica de Papacharissi es a las
condiciones materiales que producen a consumidores inconscientes, la propuesta
de una esfera pública como una comunidad toma fuerza cuando la autora reconoce
que en las condiciones actuales sólo es posible con esferas privadas que comparten
lo que aquí se ha dicho con insistencia, intereses comunes y una causa común
(Papacharissi, 2010).
Otros textos, como el que
escribió Nancy Fraser a finales del siglo pasado, invita a una recuperación de
la esfera pública, en referencia a la figura de un individuo más abierto y
dispuesto a participar y sobre todo propenso al diálogo político: “La idea de
‘esfera pública’ en el sentido de Habermas es un recurso conceptual que puede
ayudar a superar esos problemas […] Es una idea que designa a un escenario en
las sociedades modernas en el que se aprueba la participación política a través
del diálogo.” (Fraser, 1990: 57) Esta esfera supone un sitio donde es posible
someter a una discusión pública los problemas comunes.
Tanto para Fraser como para
Papacharissi, la esfera surge dentro del espacio público y tiene un potencial
emancipador pues se separa como también se ha dicho en este texto, de los
límites conceptuales del espacio que tiene reglas y consignas específicas de
clase y que mantiene prácticas nocivas como la violencia de género, la
xenofobia o los discursos de odio que se evidencian en las discusiones públicas
y que también tienen mayor visibilidad en tiempos de internet. La esfera
pública es un ideal de libre discusión racional (Habermas, 1981), un diálogo
sostenido sobre la racionalidad comunicativa y la libertad de acción. Ese
diálogo racional, se concentra sobre los asuntos públicos. La discusión, en la
esfera pública, en palabras de Fraser, debería ser abierta y accesible para
todos (Fraser, 1990). Y es claro, que no depende de las tecnologías de
información y comunicación o de las plataformas electrónicas sino de las
personas. Nancy Fraser, con una posición claramente habermasiana, se concentra
en los alcances que la esfera pública podría tener en los consensos públicos, y
como tal, consiste en una de las transformaciones históricas más visibles en la
composición del concepto de esfera, ya que antes del acercamiento conceptual de
Habermas, el diálogo político, más que diálogo giraba en torno a la negociación
y al contrapeso de la sociedad frente al Estado (Habermas, 1986), de esta
forma, el espacio público, no la esfera, veía sus límites obstaculizados a los
alcances de los acuerdos logrados y no de los consensos construidos entre sus
propios involucrados. La esfera pública es una buena idea que
desafortunadamente no se ha puesto en práctica, pero, se pregunta Fraser
¿mantiene su fuerza emancipatoria? (Fraser, 1990).
Se pude responder
afirmativamente, aunque, es comprensible que existan reticencias. Un último
tema para repensar la esfera pública, es que a través de las acciones
racionales-reflexivas de sus participantes, se dibujan los bordes y las
posibilidades de perdurabilidad en el tiempo y el espacio de las consignas e
intereses comunes; por ejemplo, rompiendo las desigualdades económicas,
sociales, de género, etcétera. Ahora mismo el feminismo ⎯hace dieciocho años del texto de Fraser que considera a
la esfera pública
habermasiana como una salida al problema de la dominación patriarcal⎯, representa
uno de los temas mas vigentes y relevantes de nuestros tiempos, libra las
barreras geográficas, sociales y económicas. La esfera o esferas públicas no
son solamente escenarios, momentos o comunidades que ayudan a la conformación
de la opinión pública o de su estado predominante, son espacios intersubjetivos
que inciden en la construcción de identidades sociales, y participar en ella
significa, ser capaz de reflexionar y hablar con voz propia, sobre problemas
comunes donde al mismo tiempo se puede edificar y expresar a través de un
lenguaje compartido un mundo significativo que se comunica con otras personas
con los mismos intereses. Se trata de esferas para la significación, la
interpretación y el sentido. Se apropian porque son parte de la cotidianidad de
las personas y porque permiten al sujeto social ser parte de algo, porque
tienen una base común y son esferas proclives o propensas a la transformación
social. Pensar las transformaciones históricas de la esfera pública permite
preguntarnos si los avances tecnológicos por sí solos permitirían una esfera
pública activa, constante, libre e igualitaria.
La respuesta, por más
desesperanzadora que parezca, nos muestra que la tecnología por sí misma no
resuelve los problemas, ni cambia de fondo la interacción social, potencia las
capacidades y es llamativa por el momento histórico que se vive, pero la esfera
pública se forma antes de encender la computadora o de acceder a alguna
plataforma electrónica, no puede ser la tecnología la que devore a su creador
(Sfez, 1995). Una persona se debe responsabilizar de lo que dice en la esfera,
porque, confirmando lo que señala Morozov, se enfrenta al desinterés propio de
los tiempos y a la enorme cantidad de posibilidades e información que las
tecnologías le brindan (Morozov, 2011). Si no hay un filtro intelectual previo,
una persona podría perderse en las posibilidades que le dan las tecnologías de
información y comunicación sin materializar una esfera pública. El acercamiento
conceptual a la esfera pública implica completar el anhelo de un uso social de
la técnica que aparece en Arendt y en Habermas, hacer con el diálogo acciones
para beneficio de una comunidad plural y diversa dispuesta a conversar sobre
sus intereses comunes desde el reconocimiento de la diferencia y la libertad de
las acciones.
Las acciones comunicativas y
políticas, se construyen en referencia a los otros con quienes se comparte el
mundo social, la reflexividad de las acciones está en los elementos
comunicativos que se comparten entre las personas que decidan formar una esfera
pública ⎯fenomenológica, espacial, significativa⎯ y mostrar con esas
acciones, aquel individuo creativo que busca la trascendencia de sus actos en
la cotidianidad que comparte y que se alimenta de otros.
Conclusiones
La participación política en
la esfera pública y la apropiación del mundo social replantean los límites para
los conceptos de espacio público y diálogo político. No sobra decir que las
personas podrían sentirse parte del espacio y así potenciar su participación en
él, dentro de una esfera política que les permita asumirse como personas más
activas y a la vez autónomas capaces de reflexionar y actuar en consecuencia.
Si en tiempos recientes, la participación
política es cada vez más visible en algunas plataformas electrónicas; por
ejemplo, en torno a cambios políticos y/o movilizaciones sociales como la
llamada primavera árabe, los indignados españoles, o los Occupy Wall Street
(Castells, 2012), se han quedado en lo superficial de la protesta y según la
evidencia histórica, no han cambiado radicalmente el estado de las cosas.
Apropiar el mundo social a través de una esfera pública activa, podría haber
dado a las movilizaciones antes mencionadas, mayor potencia y trascendencia en
sus objetivos, si tan sólo el diálogo se antepusiera a las formas estratégicas
de resolver conflictos. En este momento de la historia donde la tecnología hace
visible cierta apropiación de la esfera pública y potencia la idea de un
individuo más cercano al ciudadano aristotélico involucrado, virtuoso, capaz de
entender y querer entender al otro, es imprescindible preguntarse: ¿quién se
apropia de las herramientas que tiene a la mano para dialogar en la esfera
pública?, ¿cómo lo hace?, ¿para qué? La posibilidad la tienen todos, el interés
no, aunque la tecnología nos plantea ciertos límites y no puede dejar de
señalarse, ¿quién podría participar en países como los nuestros? En
Latinoamérica la desigualdad y la pobreza son tales, que no todos tienen acceso
a internet.
Además de los excluidos por
cuestiones económicas, están los que no saben usar las plataformas electrónicas
y quedan fuera de las redes virtuales de interacción, eso sin dejar de lado el
obstáculo más importante, se puede tener acceso a internet y sus bondades más
allá de la edad o el saber utilizar el herramental mínimo, pero, la brecha
intelectual hace que las personas en internet sean propensas a noticias falsas,
rumores, bromas, imágenes modificadas a través de programas de diseño y una
infinidad de contenido que debe ser comprendido y es obviado por lecturas
rápidas y prejuiciosas.
La apropiación del mundo
social a través de la esfera pública supone eliminar esos huecos
generacionales, económicos e intelectuales para propiciar relaciones con mayor
horizontalidad, no gracias a la tecnología sino a los intereses comunes y a la
potencia de una esfera más bien comunitaria. Una de las primeras reflexiones de
este texto consiste en mostrar que la distinción entre el espacio y la esfera,
le brindaría a las personas la posibilidad de encontrar los límites entre uno y
otra, no sólo para evitar la sinonimia sino para concebir un espacio público
más amplio y novedoso pese a sus reglas establecidas y aunque reconocerlo no
garantiza una mayor participación o generar más interés de las personas, sí le
da una vitalidad diferente. Y caracterizar a la esfera pública como un espacio
de significación, reflexivo y consciente, muestra que las acciones políticas y
comunicativas son las que le permitirán un diálogo en igualdad de condiciones
para mantener la vida política si así le interesa.
También se puede concluir que las miradas
comunes entre Arendt y Habermas se muestran en la posibilidad de entender al
espacio público como una representación de sentido y también como un lugar
físico que se hace desde un mundo común con herramientas propias, como el
lenguaje, que permite construir universos de sentido comunes para todos en su
interior. Es importante igualmente, destacar las tres dimensiones de sentido
que posee el espacio público según Nora Rabotnikof, aquello que nos es común,
que es evidente o no secreto y a donde se tiene acceso (Rabotnikof, 2005), esta
precisión permite dar paso a una esfera más horizontal y proclive al mutuo
entendimiento. Apropiarse el mundo social a través de las acciones, como se
dijo, posee cierto sentido de pertenencia e interés pero no de privatización.
La esfera pública antepone el sentido de comunidad
a las tecnologías de la información e interacción, y es como se refirió en este
texto, apuesta por la posibilidad para ejercer la libertad de acción en pos de
la vida política, para contrarrestar la idea del individuo pasivo y reforzar al
ciudadano activo, reflexivo y consciente de sus semejantes, más cercano al
sentido de la democracia que se construye todos los días que al determinismo
tecnológico que mira el acceso a internet como la panacea. Si la ciudad moderna
permite la existencia del espacio público, aquí se mostró la manera en cómo la
esfera pública se concibe y se construye dentro de los límites de ese espacio,
enmarcada por la interacción pública de la sociedad pero privilegiando el
entendimiento entre sujetos sociales. No es necesario ensanchar el perímetro
del espacio público, es menester propiciar esferas incluyentes y racionales
construidas desde las acciones para retomar la vida política desde su base más
efectiva, los sujetos que hacen con otros su propia convivencia en común. Este
texto deja una ventana abierta a la posibilidad de encontrar en una esfera
pública, como un lugar y una representación significativa donde priva la
racionalidad y la diferencia como signo de igualdad entre sus propios sujetos
hacedores.
Bibliografía Aristóteles.
(1932). La política. París: Casa Editorial Garnier, Traducción de Nicolás
Estévanez. Arendt, H. (2005). La condición humana. Barcelona: Paidós. Arendt,
H. (2008). La promesa de la política. Barcelona: Paidós. Berger, P. &
Luckmann, T. (2005) La construcción social de la realidad. Buenos Aires:
Amorrortu. Cassirer, E. (1945) Antropología filosófica. México: FCE. Castells,
M. (2012). Redes de indignación y esperanza. Madrid: Alianza Zaragoza Esferas
públicas y apropiación. Habermas y Arendt Página 115 Fraser, N. (1990).
“Rethinking the Public Sphere: A Contribution to the Critique of Actually
Existing Democracy”, en Social Text. Duke University Press: vol., 25/26. En:
http://www.jstor.org/stable/466240 Habermas, J. (1981). Teoría de la acción comunicativa,
Tomos I y II. Madrid: Taurus. Habermas, J. (1986). Historia y crítica de la
opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. Barcelona:
Gustavo Gili. Habermas, J. (2008). Conciencia moral y acción comunicativa.
Madrid: Trotta, 2008. Habermas, J. (2009). Ay Europa!. Madrid: Trotta. Harvey
D. (2013). Ciudades rebeldes. España: Akal. Koselleck, R. (1993). Futuro
pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona: Paidós.
Mouffe, C. (1999). El retorno de lo político. Barcelona: Paidós. Morozov, E.
(2011). The Net Delusion: The Dark Side of Internet Freedom. Nueva York, Allen
Lane. Papacharissi, Z. (2010). A Private Sphere. Democracy in a Digital Age.
Londres: Polity Press. Rabotnikof, N. (2005). En busca de un lugar común: el
espacio público en la teoría política contemporánea. México: UNAM-Instituto de
Investigaciones Filosóficas. Ramírez Kuri, P. (coord.). (2016) La reinvención
del espacio público en la ciudad fragmentada, México, UNAM-IIS. Rosa, H.
(2011). “Aceleración social: consecuencias éticas y políticas de una sociedad
de alta velocidad desincronizada” en Persona y sociedad, vol. XXV, núm. 1.
Chile: Universidad Alberto Hurtado. Schmitt, C. (1991). El concepto de lo
político. Madrid: Alianza. Sennett, R. (2011). El declive del hombre público.
Barcelona: Gedisa. Sfez, L. (1995). Crítica a la comunicación. Buenos Aires:
Amorrortu. Trejo Delarbre, R. (2006). Viviendo en el Aleph. La sociedad de la
información y sus laberintos. Barcelona, Gedisa. Esferas públicas y apropiación.
Habermas y Arendt Zaragoza Página 116 Trejo Delarbre, R. (2009). “Internet como
expresión y extensión del espacio público” en Matrizes. Año 2, número 2. Vizer,
E. (2003). La trama invisible de la vida social. Comunicación, sentido y
realidad. Buenos Aires: La crujía. Weber, M. (2012). Economía y sociedad.
México: FCE. decimoctava reimpresión. Zaragoza M. (2017). El espacio público y
la esfera pública, acciones e intereses comunes. Diálogo entre Habermas y
Arendt. México: UNAM, tesis doctora
(*) Zaragoza, Mario A.
(2018). Esferas públicas y apropiación del mundo social. Habermas y Arendt
miradas comunes, Sphera Publica, 2(18), 93-116
No hay comentarios:
Publicar un comentario