Adela Cortina
1. El pasado 15 de mayo, en su domicilio de Niedernhausen, cerca de Frankfurt, murió Karl-Otto Apel a los 95 años de edad* 1. Ha sido, a mi juicio, uno de los mejores filósofos de los siglos XX y XXI por su aportación específica al quehacer de la filosofía teórica y práctica. Mi intervención de hoy en el pleno de esta Academia es la primera después de su muerte y he querido dedicarla a recoger sucintamente algunas de las aportaciones esenciales de su legado por dos razones. En primer lugar, por una elemental deuda de gratitud con esa raíz germánica de mi reflexión filosófica, que en el siglo XX se identifica fundamentalmente con la obra de Apel y Habermas, complementando la raíz hispana de Ortega, Zubiri, Aranguren, Marías y Pedro Laín, por mencionar a filósofos ya fallecidos. Y, en segundo lugar, porque considero que la propuesta de Apel es sumamente fecunda para el siglo XXI. Comentar brevemente porqué esa propuesta es valiosa en nuestros días para el pensamiento y la acción creo que es el mejor homenaje que puedo hacerle.
Decía Gabriel García Márquez en su autobiografía {Vivirpara contarla) que la vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y como la recuerda para contarla, y yo recuerdo que entré en contacto con la obra de Apel por primera vez en el curso 1977/78, cuando viajé a Munich con una beca del DAAD con el propósito de descubrir alguna ética, situada a la altura de nuestro tiempo, capaz de respaldar filosóficamente la ética de la vida cotidiana que venía gestándose en España desde hacía algún tiempo, la ética cívica propia de un sociedad abierta y moralmente pluralista. La filosofía no podía crearla, pero sí apoyarla con argumentos, dotarle de un marco reflexivo capaz de fundamentarla o, lo que es idéntico, dar razón de ella, obviando el doble escollo del fundamentalismo y el relativismo.
En la Universidad de Valencia en que yo
estudié, en el claustro presidido por Luis Vives, hacían imposible una ética
semejante las corrientes filosóficas en conflicto: un positivismo romo, incapaz
de reconocer racionalidad a cualquier saber que no fuera el de los puros
hechos, un marxismo alérgico a cualquier tipo de ética por considerarla
pequeñoburguesa, y una escolástica enclaustrada en manuales sin sangre en las
venas.
En Alemania la vida
intelectual era un tanto distinta. También allí andaba en lenguas la “disputa del
positivismo en la sociología alemana”, también allí los positivistas negaban
objetividad a todo cuanto no se dejara verificar o falsar, incluidos,
obviamente, los juicios de valor. Sin embargo, los marxistas empezaban a
reconocer que se habían equivocado al rechazar la ética por “pequeñoburguesa” y
proliferaban los textos de ética marxista. Por su parte, los racionalistas
críticos (Popper y Albert) tomaban la ingeniería fragmentaria como modelo de
proceder racional, sin posibilidad de fúndamentación, cayendo en el
decisionismo. En ese tiempo de enorme vitalidad filosófica los trabajos de Apel
y de Habermas apostaban por una teoría de los intereses del conocimiento y por
una teoría consensual de la verdad y la corrección, que abría el camino de una
racionalidad práctica.
En concreto, la obra de Apel
Transformation der Philosophie (1973), que más tarde tradujimos al español
Joaquín Chamorro, Jesús Conill y yo, vino a ser el descubrimiento de lo que
estaba buscando. En ella Apel diseñaba una propuesta arquitectónica de
filosofía que recibía distintos nombres, pero sobre todo el de Pragmática
Trascendental3. Apel se proponía adoptar el método trascendental kantiano, pero
asumiendo el giro lingüístico de la filosofía, especialmente el pragmático. De
la Lógica Trascendental kantiana, propia de una filosofía de la conciencia,
transitábamos a una Pragmática Trascendental del Lenguaje para responder a la
gran pregunta filosófica: a la pregunta por las condiciones del sentido y la
validez, no ya del conocimiento, sino del lenguaje, ya que el conocimiento y la
acción se configuran en el lenguaje.
En efecto, desde los primeros trabajos de los
años cincuenta Apel fue esbozando la propuesta específica que recoge La
transformación de la filosofía (1973) y que tiene por hilo conductor la
atención al lenguaje como el lugar desde el que los seres humanos hacen ciencia
y ética, desde el que son posibles la comprensión y la acción. Su propuesta se
ha ido desgranado al hilo del tiempo en una antropología del conocimiento (no
sólo una teoría del conocimiento), que Apel no ha desarrollado completamente;
una hermenéutica trascendental, que es esencialmente una hermenéutica crítica;
una Pragmática Trascendental, ya mencionada; una Semiótica Trascendental, que
compondría un tercer paradigma de Filosofía Primera, tras los del ser y la
conciencia; una teoría de los tipos de racionalidad; una teoría consensual de
la verdad; una fundamentación filosófica última, una ética discursiva, en su
doble vertiente de fundamentación y aplicación, así como una reconstrucción
quasi teleológica de la historia en la línea de una sociedad cosmopolita.
Articular en una propuesta
arquitectónica racionalidad teórica y práctica, transitando del “yo pienso”
kantiano al “nosotros argumentamos”, que revela la intersubjetividad desde la
que somos en el conocer y en el obrar; descubrir una fundamentación última para
sacar a la luz la verdad de los enunciados y la obligatoriedad de las normas
morales, diseñar una ética de la corresponsabilidad, que atiende a la
aplicación contextual de las normas, articular trascendentalidad e historia
desde el Selbsteinholungspostulat, desde el Principio del Autoalcance, son las
grandes aportaciones de Apel, sin las que, a mi juicio, resultaría imposible
una autocomprensión del ser humano en la historia desde la que responder
adecuadamente a los retos del presente. Obviamente, esta ingente tarea se
desarrolla a lo largo de una biografía intelectual, dilatada e intensa.
2 . UNA PERSPECTIVA
BIOGRÁFICA
Karl-Otto Apel nació en
Düsseldorf, junto al bajo Rin, el 15 de marzo de 19224. Más exactamente, en
Oberkassel, barrio de la margen izquierda del Rin que, a diferencia del
Düsseldorf de la margen derecha (la antigua capitaldel ducado evangélico de
Berg), contaba con una población confesionalmente mixta de católicos y
luteranos evangélicos. Curiosamente, la población de Oberkassel, autóctona, era
más pobre, mientras que los evangélicos, venidos en su mayoría de fuera, eran
más ricos. Según el propio relato de Apel, en la escuela elemental los alumnos
estaban separados en las aulas según la confesión religiosa (católica o
evangélico luterana), mientras que el patio era interconfesional, y se
convertía en un campo de batalla de bandos en pugna. Una primera experiencia de
lo que podía ser el choque entre culturas.
Pero la crisis económica de comienzos de los años treinta hizo que estas diferencias confesionales quedaran en un segundo plano, pasando a primer término las diferencias sociales. Más adelante unas y otras se diluyeron con el ascenso de Hitler al poder y la creación de la Juventudes Hitlerianas, nutridas de jóvenes pertenecientes a todas las clases y confesiones, como es propio de lo que se ha llamado “una democracia participativa unitaria”5.
Dando un paso más, la
experiencia de la guerra llevó con el tiempo a plantear la gran pregunta: ¿qué
hizo que tantos alemanes “cumplieran con su deber hasta el último día” cuando
era sumamente irracional desde el punto de vista de la razón teórica (la guerra
estaba perdida) y de la razón práctica (la acción era a todas luces inmoral)? A
juicio de Apel, la teoría ontogenética de Kohlberg sobre los grados de
competencia para el juicio moral, que Habermas reformuló en su Teoría
filogenética de la Evolución Social, era una ayuda para entender —que no
justificar, sino todo lo contrario. También en las sociedades occidentales
post-ilustradas al menos el 80% de la población adulta se encuentra en el grado
convencional del desarrollo de la conciencia moral, concretamente, en el grado
4 de Ley y Orden, orientado al Estado y la nación.
El concepto kantiano del
deber (grado 6), que es universalista, quedó reducido a una ética profesional
de oficiales y funcionarios, al plano de los deberes convencionales de Ley y
Orden. Por si faltara poco, en el caso de la tradición alemana el concepto de
Estado no era el contractual, sino el que tenía su arraigo en el sentido nacional-socialista,
mítico y racista, de la “fidelidad al nibelungo”, propio del grado 3 de un
orden consanguíneo, siguiendo el lema “tú no eres nada, el pueblo lo es todo”6.
Apel consideraba que una
situación semejante se debía en buena parte al rechazo al pensamiento, a la
argumentación y la crítica. Se decía que Hitlerhabía sabido conectar con el
“sano sentir” del pueblo, y por eso se desaconsejaba argumentar y dar razón.
Bastaba con obedecer al Führer, que encarnaba la voz del pueblo. Frente a este
emotivismo populista, Apel creía con buen acuerdo que la filosofía tenía que
recuperar su fuerza crítica, su responsabilidad de dar razón en el ámbito
teórico y en el práctico, y, muy especialmente, su capacidad de fundamentar
frente al totalitarismo y al dogmatismo de lo irracional. Tenía que tomar la
iniciativa para impedir ese expectante dejar ser a cualquier caudillo que
conecte con la dimensión irracional del pueblo. Para impedir que Auschwitz se
repita. Regresando a la biografía, ya en los años del instituto Apel optó por
estudios humanistas, en concreto, por las lenguas clásicas y la historia.
Convencido de la fecundidad de las Humanidades —de las ciencias del espíritu— ,
más tarde ampliaría sus intereses a la germanística y la filosofía, en la que
se introdujo junto a Erich Rothacker, en la Universidad de Bonn, a partir de
1945. Allí conoció a un alumno destacado, que más tarde sería gran amigo y
decisivo en el desarrollo de su propuesta, Jürgen Habermas.
En cuanto a Rothacker,
representaba la historia de las ideas de procedencia diltheyana, unida a la
fundamentación de la filosofía en las ciencias del espíritu y a la psicología
antropológica, y precisamente es el descubrimiento de Dilthey el que sugiere a
Apel integrar historia, lengua y filosofía, un triple eje que marcará su
aportación filosófica. De hecho, el trabajo de habilitación, defendido en 1961,
versa sobre la idea del lenguaje en la tradición del humanismo de Dante a Vico,
y ya en él está presente el acceso a la dimensión pragmático-lingüística. Más
adelante el lenguaje, en su triple dimensión, será en la propuesta de Apel el
punto de partida de la reflexión filosófica, reflexión que descubre en él
pretensiones universales de validez, autoalcanzables a través de la historia.
Continuando con el hilo de su biografía, Apel
será profesor sucesivamente en las universidades de Riel, Saarbrücken y
Frankfurt. En esta última universidad permanecerá desde 1972 hasta 1990, fecha
en que será reconocido como profesor emérito al cumplir los 68 años. A partir
de entonces continuará participando en congresos, impartiendo conferencias y
publicando artículos, que más tarde se recogerán en libros7. En todos ellos
intentará abordar los problemas de la actualidad desde la discusión con las
corrientes filosóficas más relevantes del momento, pero sin diluirse en ellas.
Apel es un interlocutor excepcional. Convencido de que cualquier propuesta
tiene algo positivo que ofrecer, estudia escrupulosamente las que afectan a sus
temas de interés, intentando discernir lo positivo y señalando los límites para
superarlos críticamente. Es a través de ese diálogo crítico como construirá su
específica aportación, de la que en esta intervención no podemos sino
seleccionar unos aspectos decisivos y exponer la sustancia de su contenido de
forma telegráfica.
3 . HERMENÉUTICA CRÍTICA
En principio, y desde la enseñanza de Rothacker, Apel esbozará una hermenéutica filosófica tras las huellas de Dilthey, Heidegger o Gadamer. Pero el modelo hermenéutico de Heidegger y de Gadamer se revela insuficiente, porque ciencia y filosofía necesitan contar con criterios para discernir el conocimiento válido, lo cual requiere una activa posición del lógos. Incluso para la comprensión del sentido de los enunciados lingüísticos se hace necesario plantear la pregunta por la verdad de los enunciados y por la corrección de las normas. La hermenéutica se convierte en hermenéutica crítica. El recurso al lógos no es un momento de la historia del ser, sino una necesidad universal. Apel llegará a afirmar que no duda de que la evolución de la filosofía de Heidegger después de Ser y Tiempo estuviera internamente relacionada con su comportamiento en el año 1933. Porque, a su juicio, “en la filosofía de Heidegger no hubo nunca una instancia de fundamentación racional de un principio normativo umversalmente válido que hubiera podido protegerla de la entrega total al kairós —es decir, al ‘Führer’ en 1933”8.
La hermenéutica de Apel, en una línea crítica,
partirá de la facticidad, como no puede ser de otro modo, pero desde ella
preguntará por las condiciones de posibilidad de la validez del conocimiento,
que es a la vez preguntar por el criterio de validez y por la fundamentación
del conocimiento. “La cuestión central era y sigue siendo hoy —asegura Apel—
cómo debiera transformarse el punto de partida filosófico-trascendental de Kant
—la respuesta a la pregunta por las condiciones de posibilidad de la validez—
para superar su aporía interna —la de la incognoscibilidad de la “cosa en sí”—
y ajustarlo al nivel actual crítico-lingüístico de reflexión de una teoría
crítica de las ciencias naturales y sociales o del espíritu”9.
La pregunta kantiana por las
condiciones de posibilidad de la validez del conocimiento y del obrar sigue
siendo irrenunciable, y el método adecuado para hacerle frente es el
trascendental, pero la respuesta kantiana no basta, sino que es preciso
transformarla. El punto de partida de la reflexión no puede ser ya la
conciencia, sino el lenguaje en su triple dimensión y, por lo tanto, la lógica
trascendental debe transformarse en pragmática trascendental10 1.
4 . PRAGMÁTICA TRASCENDENTAL. DEL “YO PIENSO”
AL “NOSOTROS ARGUMENTAMOS”
La filosofía kantiana aborda la cuestión de
las condiciones de posibilidad del conocimiento válido, pero la resuelve a
costa de caer en la separación entre la dimensión nouménica y la fenoménica,
que es la clave del idealismo trascendental. Apel cree posible superar esa
aporía preguntando por los presupuestos implícitos de la Verstandigung
lingüística, en vez de hacerlo por las condiciones necesarias de la unidad de
la autoconciencia.
Se trata, pues, de asumir el
método trascendental, pero recurriendo a una filosofía del lenguaje que ha
practicado el giro pragmático, en la línea de la semiótica de Peirce11. La gran
pregunta es ahora el interrogante por la posibilidad de un acuerdo
intersubjetivo sobre el sentido y la verdad de los enunciados. El idealismo
trascendental deja paso a un realismo crítico del sentido que, como la
semiótica de Peirce, tiene en cuenta la triple dimensión del signo.
La crítica del sentido exige suponer una
comunidad ilimitada de investigadores que garantiza la verdad y objetividad de
lo acordado en los consensos fácticos mediante un consenso ideal, que funciona
como idea regulativa. No como una utopía irrealizable, sino como una idea
regulativa en sentido kantiano, es decir, como una orientación para la acción y
como una crítica para las situaciones presentes; pero, a diferencia de Kant, la
idea regulativa está entrañada en el lenguaje mismo, es un presupuesto
pragmático contrafáctico del habla12. Necesidad de fimdamentación, pretensiones
de universalidad, criterios y argumentación son indispensables para que la
filosofía pueda ejercer su tarea de enfrentarse al dogmatismo y al
totalitarismo, que pueden proceder de la vida política o económica, pero
también del quehacer técnico y científico. Sobre todo, cuando vienen dirigidos
por la racionalidad menguada del cientificismo13.
5. TEORÍA DE LOS TIPOS DE
RACIONALIDAD
La miopía del cientificismo consiste en
considerar que no hay más racionalidad que la científico-técnica y, sin
embargo, la reflexión sobre la experiencia humana descubre distintos tipos de
racionalidad. Dos de ellos resultan especialmente relevantes para comprender el
obrar humano: la racionalidad estratégica y la comunicativa. La primera se
expresa en las acciones lingüísticas en que los interlocutores se
instrumentalizan recíprocamente, porque tratan de alcanzar sus fines
individuales, valiéndose de los restantes interlocutores como medios. Es la
racionalidad que se expresa de forma paradigmática en la Teoría de Juegos, que
pretendió explicar umversalmente las relaciones sociales.
Según Apel, en la base de
este monopolio de la racionalidad estratégica se encuentra el solipsismo
metódico o modo de pensar monológico de la filosofía de la conciencia y del
análisis lingüístico sintáctico-semántico, que es el producto de la falacia
abstractiva en que incurrimos al prescindir de la dimensión pragmática del
lenguaje. El solipsismo metódico es la raíz última del liberalismo occidental,
porque admite la primacía de la conciencia frente a la pertenencia a una
comunidad lingüística, de modo que justifica el egoísmo social. Desde esta
perspectiva, la acción social racional sería la estratégica. Pero una
afirmación semejante tendría unas consecuencias gravísimas para el mundo moral,
como bien dice Apel en un excelente trabajo: “Si la racionalidad de la
interacción social se agotara en la racionalidad estratégica, Kant no habría
defendido como pretendió -evidentemente- una ética racional, sino un principio
arracional -o irracional- tal vez un dogma, que sólo podemos entender como
secularización de la fe cristiana, en que el hombre es imagen de Dios”14.
Afortunadamente, en las
acciones lingüísticas se muestra otro tipo de racionalidad, la racionalidad
comunicativa, por la que los interlocutores se consideran mutuamente como
sujetos con los que importa entenderse para llevar adelante cualesquiera planes
de vida personales. La única racionalidad posible no es la mesológica
(medios/fines), sino que también nos constituye, y muy especialmente, la
racionalidad comunicativa que busca el entendimiento entre los sujetos, de
forma que el empleo estratégico del lenguaje viene a ser parasitario. Ampliando
a todos los seres dotados de competencia comunicativa la imagen peirceana de la
comunidad de investigadores, que busca cooperativamente la verdad, el
solipsisimo metódico o modo de pensar monológico ha de ceder su lugar a un
“socialismo lógico”, por utilizar la expresión de Wartenberg, o bien a lo que a
mi juicio sería un “socialismo pragmático y hermenéutico”15.
6 . ÉTICA DIALÓGICA DE LA CORESPONSABILIDAD
La preocupación filosófica
de Apel por la ética y la política se despierta fundamentalmente a partir de
los años sesenta, al hilo de la revolución estudiantil y en contacto con la
Teoría Crítica de Marcuse y Habermas. Con Habermas había entablado ya relación
cuando éste era estudiante en Bonn, pero es a fines de los sesenta cuando Apel
se reencuentra con él a través de los trabajos habermasianos de Teoría Crítica,
y se produce su “despertar político”, se interesa por la razón práctica16.
Desde la conferencia pronunciada en la Universidad de Goteborg en 1967 y
recogida como último capítulo de La Trasformación de la Filosofía, Apel
presenta el esbozo de una ética filosófica —la ética del discurso— que pretende
ser una ética universalista de la responsabilidad. Por primera vez el género
humano se enfrenta al desafío del alcance universal de las consecuencias de la
ciencia y de la técnica y, sin embargo, resulta imposible fundamentar una ética
que exija umversalmente hacerse cargo de ellas, porque lo impiden el
cientificismo, empeñado en negar la racionalidad de los juicios morales, que
los condena a ser considerados como meras expresiones emotivas, el
decisionismo, que niega la posibilidad de una fundamentación última racional y,
por lo tanto, que en cuestiones morales quepa tomar decisiones racionales,
moralmente vinculantes, los hegelianismos totalitarios, que disuelven la
exigencia moral en la facticidad histórica, el contextualismo, incapaz de
percatarse de que en los contextos concretos hay ya incoadas pretensiones de
universalidad, y el relativismo, que es en realidad impracticable en la vida
cotidiana
Las sociedades occidentales
han asumido ese “sistema de complementariedad” de la democracia liberal entre
es-debe, conocimiento-decisión, teoríapraxis, vida pública-vida privada, que
relega las decisiones morales al ámbito de la vida privada y deja la vida
pública en manos de los acuerdos contingentes, de modo que se hace imposible
una racionalidad práctico-moral en la vida pública.
La gran aportación de Kant en el ámbito práctico consistió en descubrir el a priori formal de mandatos universalmente exigentes a través de una reflexión trascendental que intenta mostrar su fundamento. Es preciso asumir método y proyecto de fundamentación, pero tomando como punto de partida no el hecho de la conciencia del imperativo categórico, para la que, como el propio Kant reconoce, no cabe deducción trascendental y que nos encierra en el sólipsismo metódico, sino un hecho innegable, que ha sacado a la luz el tercer paradigma de la Filosofía Primera: el hecho del lenguaje, considerado desde la triple dimensión de los signos. Concretamente, el hecho de la existencia de acciones comunicativas, cuyas pretensiones de validez, al ser puestas en cuestión, sólo pueden resolverse racionalmente recurriendo a argumentos.
La ética del discurso se irá
conformando como una ética deontológica, que se ocupa de la racionalidad de las
normas y deja en principio entre paréntesis valores y emociones, pero con el
tiempo admite la mediación teleológica históricamente desarrollada, e incluso
alude al principio ético como un valor y reconoce en él la presencia de la idea
de dignidad17. Es una ética procedimental, porque no es a la filosofía a la que
compete dar normas, sino sólo los procedimientos para determinar cuándo son
justas. Es cognitivista, porque descubre la racionalidad del mundo moral. Es
una ética postconvencional en el desarrollo de la conciencia moral, tanto
ontogenético como filogenético. Y es una ética de la responsabilidad, o mejor
dicho, de la corresponsabilidad ligada a la historia.
La fundamentación última de
esta ética es clave. A partir del factum de la argumentación sobre la verdad y
sobre la corrección, la reflexión trascendental descubre los presupuestos
implícitos del discurso argumentativo: en esos discursos hay un conjunto de
enunciados que sólo puede ponerse en cuestión incurriendo en autocontradicción
performativa. La autocontradicción performativa, un hallazgo sumamente valioso
de Apel, se comete cuando el contenido de un enunciado es incompatible con los
presupuestos que le dan sentido, por ejemplo, cuando se afirma en un diálogo
“tú no existes”, o en un discurso argumentativo, “defiendo el disenso como meta
del discurso”. Quien dice esto espera que se acepte su pretensión, con lo cual,
se contradice18. La fundamentación última pragmático-trascendental consiste en
mostrar que determinados enunciados, básicos para nuestro conocimiento y obrar,
“nadie puede negarlos sin incurrir en contradicción pragmática, ni intentar
demostrarlos sin caer en petitio principa’19.
A estos presupuestos pertenece un conjunto de
derechos y deberes de los participantes, porque en un discurso sólo pueden
conseguirse los resultados capaces de consenso cuando los participantes se
reconocen mutuamente como personas, dotadas del derecho a la libertad de
opinión y a la integridad física. De aquí resultan dos normas fundamentales:
todos los participantes potenciales deben (1) concederse mutuamente los mismos
derechos a hacer valer sus intereses argumentativamente, y (2) asumir la
corresponsabilidad por la identificación y la solución de los problemas
susceptibles de ser discutidos. Para cualquiera que desee dialogar en serio,
ese reconocimiento recíproco de los interlocutores supone un reconocimiento
ético como personas, pero además el principio ético exige la igual corresponsabilidad
de los participantes en el discurso en organizar y llevar a cabo discursos
prácticos para resolver conflictos20. Teoría y práctica se entreveran en el
punto supremo de la reflexión, porque tanto el discurso de lo verdadero como el
de lo correcto presuponen pragmáticamente los iguales derechos de los
participantes reales y virtuales y la necesidad de asumir la corresponsabilidad
para la resolución de problemas.
En efecto, a diferencia de
Habermas, que no reconoce especificidad a la ética aplicada, Apel distinguirá
en la ética del discurso dos partes —A (fundamentación) y B (aplicación)— , y
esa distinción la hará sumamente fecunda para abordar los problemas éticos
actuales: multiculturalidad, globalización, vinculación entre ética, política y
derecho, entre ética y economía y tantos otros21.
En este ámbito de la
aplicación el principio ético vendrá mediado por el uso de la racionalidad
estratégica, porque nos hallamos ante una ética de la responsabilidad. Aplicar
las normas acordadas en las situaciones concretas requiere analizar si en esas
situaciones se dan conflictos de intereses, incluso encubiertos
ideológicamente, y si intentar aplicar las normas desprevenidamente produciría
más daño que bien. Según Apel, el uso de estrategias en estos casos es
obligado, aunque yo hablaría también de recurso a la prudencia, que no es sólo
una virtud individual, sino también institucional. Pero, por otra parte, del
reconocimiento mutuo entre los sujetos, implícito en los discursos
argumentativos, se sigue una ética de la responsabilidad, en el sentido de
Weber, que no se conforma con moldear la buena voluntad de los sujetos ni
propone actuar según el principio de la ética del discurso sin tener en cuenta
las consecuencias que podrían seguirse para los afectados de su puesta en
vigor, sino que ha de aspirar a que lo bueno acontezca22.
La ética discusiva necesita un Principio de
Complementación, de corresponsabilidad por la transformación de aquellas
instituciones y formas de vida que hacen imposible resolver los conflictos
argumentativamente. Es preciso transformar las instituciones para poder poner
en vigor el principio ético sin que se trate de una exigencia supererogatoria,
porque un principio racional sólo pide lo universalmente exigible, no lo
supererogatorio, debe tener en cuenta la responsabilidad recíproca, es decir,
el seguimiento fáctico de las normas, y también la imputabilidad de las
acciones a los sujetos individuales23. Esa ética de la corresponsabilidad está
ligada a la historia. Con esto se abre una dimensión teleológica en esta ética
discursiva deontológica, porque las reglas del discurso práctico se encuentran
bajo la idea regulativa de aspirar al consenso ideal. El discurso aparece como
un valor que puede funcionar como baremo de un principio teleológico de
complementación que hay que realizar corresponsablemente en la historia24. El
punto de vista moral contiene un baremo de justicia deontológico, ajeno a la
historia, y un baremo cooriginario con él de la responsabilidad referida a la
historia y, por tanto, teleológico, que se relaciona con el deber de crear las
condiciones institucionales para que pueda realizarse la justicia, en el sentido
de un orden cosmopolita hacia el que se debe progresar25. Siguiendo el adagio
peirceano, inspirado en Kant, “el materialismo sin idealismo es ciego; el
idealismo sin materialismo es vacío”.
7 . EL LEGADO DE KARL-OTTO
APEL
Por ir concluyendo esta intervención recordaré
que la experiencia de la “catástrofe nacional” a la que Apel se refirió en
tantas ocasiones, fue marcando su reflexión filosófica, al comienzo de forma
inadvertida, y más tarde de forma explícita. De ahí que se esforzara por
recordar, junto a Habermas, que los seres humanos se hacen desde el diálogo, y
no desde el monólogo impositivo; que las emociones son esenciales para la vida
compartida, pero es preciso argumentar, y no sólo sentir, para descubrir
cooperativamente qué es lo más verdadero y lo más justo. Y, en el caso de Apel,
que esa argumentación lleva a descubrir unos presupuestos irrebasables del
habla, que establecen un vínculo entre todos los seres humanos.
Naturalmente, la obra de Apel tiene límites, que distintos autores han destacado y yo misma fui sacando a la luz desde 1985, cuando publiqué Razón comunicativa y responsabilidad solidaria. Ética y política en Karl-Otto Apel. El epílogo de ese libro, que lleva por título “¿Límites de la ética discursiva?” contiene las respuestas de Apel a las críticas que le envié por escrito. Y a partir de la estancia en Frankfurt con Apel en 1986/87 con una beca Humboldt, he intentado ir conformando una versión transformada de la ética del discurso, una versión cordial que atiende a valores, virtudes y emociones, e intenta una fundamentación de los derechos humanos26.
Pero lo bien cierto es que
para algunos de los que en los setenta del siglo pasado empezamos a oficiar de
filósofos las propuestas de Apel fueron un soplo de aire fresco. Presentaban
una alternativa vigorosa al positivismo, empeñado en negar la racionalidad del
mundo moral y político, por no ser un mundo de hechos comprobables; pero
también al individualismo neoliberal, basado en el solipsismo metódico, incapaz
de descubrir el vínculo de intersubjetividad que une a los seres humanos; al
relativismo escéptico en el mundo moral, que ningún ser humano es capaz de
vivir en serio; a la tecnocracia y el mercantilismo de la razón instrumental.
Daban cuenta de la pretensión de universalidad que anida en el corazón de quien
ante situaciones indignantes las tacha de injustas, y está dispuesto a dar
razón de su crítica. Porque presupone pragmáticamente, lo quiera o no, que en
una situación ideal de argumentación sería posible encontrar la respuesta más
adecuada. Trabajar por encarnar esa comunidad ideal en una sociedad
cosmopolita, dispuesta a argumentar públicamente sobre la verdad y la justicia
es lo que pide una ética dialógica de la corresponsabilidad por el futuro27.
Estos son algunos datos sobre el legado de un
pensador que unía su vigorosa aportación filosófica a una cordial personalidad.
Casado con Judith, una mujer extraordinaria, tenía tres hijas, a las que
adoraba, disfrutaba compartiendo el tiempo con sus amigos, se enfurecía cuando
perdía la selección alemana y le gustaba el vino tinto, pero sobre todo podía
pasar horas enteras discutiendo apasionadamente de filosofía, porque creía en
su importancia para la vida de las personas y de los pueblos. En su noventa
cumpleaños Apel organizó una cordial celebración con algunos amigos y
discípulos, y fue Habermas quien pronunció el primero de los discursos,
alegando ser de entre los presentes el más antiguo de sus discípulos y
confirmando con sus palabras lo escrito en la dedicatoria de Conciencia moral y
acción comunicativa: “de entre los filósofos vivos ninguno ha influido más en
mi pensamiento que Karl-Otto Apel”.
En estos tiempos en que muchos de nosotros
insistimos en la relevancia de la filosofía para el presente y el futuro
humano, pensadores que han creído vitalmente en ella como Apel han sido y son
decisivos. Como en otro lugar he afirmado, contar con la persona, la filosofía
y la amistad cordial de Apel ha sido un gran regalo por el que no cabe sino dar
las gracias.
* Sesión del día 6 de
febrero de 2018.
1 Este texto se inserta en el Proyecto d e
Investigación Científica y D esarrollo T ecnológico FFI2016- 76753-C2-1-P,
financiado p or el M inisterio d e E conom ía y Com petitividad, y en las
actividades del grupo de investigación de exce len cia PROM ETEOII/2014/082 de
la G eneralitat Valenciana. 1 M e h e ocupad o d e la obra de A pel al m enos d
esde “Pragm ática trascendental y responsabilidad solidaria en Apel, Estudios
filosóficos, n° 87 (1982):321-336; R azón com u nicativa y respon sabilidad
solid aria. É tica y P olítica en Karl-O tto Apel, Síguem e, Salam anca, 1985;
“La herm enéu tica crítica en A pel y H aberm as, Estudios filosóficos, n Q 95
(1985):83-114; y É tica m ínim a, T ecn os, Madrid, 1986; J esús Conill y Adela
Cortina, “R azón dialógica y ética com unicativa en K .-O . A pel”, e n J uan
M. Almarza (ed .), El p en sam iento alem án contem poráneo. H erm enéutica y
teoría crítica, Valladolid, San Esteban, Salam anca, 1985.
5 Hay tradu cción de T
ransform ation d er P hilosophie de Adela Cortina, J oaquín Chamorro y J esús Conill,
en Taurus, Madrid, 1985; d e D er D enkw eg von C harles S. P eirce d e Ignacio
O lmos y Gonzalo del Puerto y G il, e n Visor, 1997, y ed ició n d e Norberto
Smilg d e las confron taciones co n H aberm as en KarlOtto Apel. A pel versus H
aberm as, C om ares, G ranada, 2004, acom pañ ada d e u n ex ce len te Estudio
Introductorio d e Smilg (11-31).
4 Para la biografía
intelectual de Apel ver Karl-Otto Apel, “A utopercepción intelectual de un
proceso histórico”, en Karl-Otto Apel. Una ética del discurso o dialógica,
Anthropos, nD 183, 1999:12-19; J ürgen Habermas, “Un m aestro co n sensibilidad
herm enéutica. La trayectoria del filósofo Karl-Otto Apel”, en ibid.:19- 23;
Adela Cortina, “Karl-Otto Apel. Verdad y responsabilidad”, en Karl-Otto Apel,
Teoría d e la verdad y ética d el discurso, Paidós, Barcelona, 1991:9-33;
“Filosofía para el siglo X X I”, en Karl-Otto Apel, R acionalidad crítica com
unicativa (edición de J uan A. Nicolás y Laura Molina), vol. I, Comares,
Granada, 2017:XHI-XXXII
5 B enjamín B asber, D em
ocracia fu erte, Alm uzara, Córdoba, 2004; Adela Cortina, É tica ap licad a y d
em ocracia radical, T ecn o s, Madrid, 1993, cap . 7. 6 Karl-O tto Apel, “A u
top ercep ción intelectual de u n p ro ceso histórico”, e n Karl-Otto Apel. Una
ética d el discurso o d ialóg ica:l4 ; v er tam bién Karl-Otto Apel, “¿Vuelta a
la norm alidad? ¿Podem os aprender algo esp ecial de la catástrofe nacional? El
p roblem a del p aso histórico (m undial) a la m oral p o stcon v en cional d
esde la perspectiva esp ecifica alem an a”, en K .-O . Apel, A. Cortina, J . de
Zan y D. Michelini (ed s.), É tica com u nicativa y dem ocracia, Crítica, B
arcelon a, 1991:70-117
7 T ransform ation d er
Philosophie, (Suhrkam p, Frankfurt, 1973) es el libro sem inal, al qu e
seguirán D erD enkw eg von C harles S. P eirce. E ine Einführung in den am
erikan ischen P ragm atism os (Suhrkam p, Frankfurt, 1975), D ie “E rkldren:
Verstehen” —Kontroverse in transzendentalpragm atischer Sicht (Suhrkam p,
Frankfurt, 1979), D iskurs und Verantwortung (Suhrkam p, Frankfurt, 1988), en q
u e aplica la ética del discurso a distintos ám bitos de la vida social, A
useinandersetzungen in Erprobung des transzendentalpragm atischen A nsatzes
(Suhrkam p, Frankfurt, 1998), P aradigm en d er Ersten P hilosophie (Suhrkam p,
Berlín, 2011) y, por últim o, T ranszendentale R eflexión und G eschichte
(Frankfurt, B erlin, 2017), d ond e se recog en textos d e los años 1996 a
2014.
8 Karl-O tto Apel, “¿Vuelta
a la norm alidad? ¿Podem os ap rend er algo esp ecial d e la catástrofe
nacional? El p roblem a del paso histórico (m undial) a la m oral p o stcon ven
cion al d esd e la perspectiva esp ecífica alem an a”, en K .-O . Apel, A.
Cortina, J . de Zan y D. Micheuni (ed s.), É tica com u nicativa y dem ocracia,
Crítica, B arcelon a, 1991:81. 9 Karl-O tto Apel, “A u top ercep ción
intelectual”:15
10 W olfgang
Kuhlmann/Dietrich B óhler (H g.), K om m unikation un d R eflexión. Z ur D
iskussion d er T ranszedentalpragm atik. Antworten a u f Karl-Otto Apel,
Suhrkam p, Frankfurt, 1982; Adela Cortina y J esús Conill, “Pragmática
trascendental”, en Marcelo Dascal (ed.), Filosofía d el lenguaje II. Pragm
ática, Trotta/CSIC, Madrid, 1999:137-166. 11 Karl-Otto Apel, T ransform ation d
er P hilosophie, D er D enkw eg von C harles S. P eirce, J esús Conilll, “La
sem iótica trascen d en tal co m o filo sofía prim era en K .-O . Apel”,
Estudios filosóficos, n° 91 (1983):498-516; El crepúsculo d e la m etafísica.,
A nthropos, B arcelon a, 1988, caps. 12 y 13. 12 Las discusiones sobre la
naturaleza y lím ites de la com unidad ideal de argum entación han sido innum
erables. Especialm ente interesantes son las críticas de Albrecht Wellmer,
Ethik und D ialog, Suhrkamp, Frankfurt, 1986, o J avier Muguerza, “¿Una nueva
aventura del Barón de Münchhausen? (Visita a la comunidad de com unicación de
Karl-Otto A pel)”, en Karl-Otto Apel, Adela Cortina, J ulio de Zan y Dorando
Michelini (ed s.), Ética com unicativa y dem ocracia' 132-163, y D esde la
perplejidad, F.C.E., Madrid, 1990, caps 7 y 8.
13 J ürgen Habermas,
“Erkenntnis un d In teresse”, M erkur, n°. 213 (1965)'.H 39-1153; K arl-Otto
Apel, “Szientistik, H erm eneutik, Id eologiekirtik: Entw urf ein er W
issenschaftslehre in erken ntnisan thropologischer Sicht”, e n W iener Jabrb u
ch fü r P bilosophie, B d. I (1968):15-45; Transform ation d er P hilosophie,
Einleitung, 1973; Hans Albert und Ernst T opitsch (H g.), W erturteilsstreit, W
issenschatliche B u ch gessellsch at, Darm stadt, 1971. 14 Karl-Otto Apel,
“Lasst sich eth isch e V em unft v on strategischer Zw eckrationalitat
unterscheiden? Zura P roblem der Rationalitát sozialer K om m unikation und In
teraktion”, 415, en ArchitHo d i F ilosofía, LI (1983):3 7 5 -4 3 4
15 G. Wartenberg, Logischer
Sozialism us, Frankfurt, 1971; A. Cortina, R azón com u n icativa y respon
sabilidad s o lid a r ia !!. 16 La confron tación co n H aberm as, qu e cada
vez ha cobrad o m ayor vigor, se encuentra recogida en Karl-Otto Apel, A pel
versus H aberm as (ed. d e Norberto Smilg), Com ares, G ranada, 2004. 2
17 Karl-Otto Apel, “D ie
Antw ort der D iskursethik a u f d ie m oralisch en H erausforderungen der G
egenw art. Vorlesungen in Louvain-la-Neuve”, en Karl-Otto Apel, T
ranszendentale R eflexión u n d G eschichte (h erau sg eg eb en und m it einem
N achw ort von Sm ail R apic), Suhrkam p, Berlín, 2017:157
18 Karl-Otto Apel,
“Falibilism o, teoría consen su al y fundam entación últim a”, en Karl-Otto
Apel, R acion alidad crítica com u nicativa (ed ición de J uan A. Nicolás y
Laura Molina), vol. I, C om ares, Granada, 2017, vol. I, Parte II, cap. 3. 18
Karl-Otto Apel, “D as Problem d er p h ilosop h isch en Letztbegründung im
Lichte einer transzendentalen Sprachpragm atik”, en B. Kanitscheider (ed .),
Spracbe un d Erkenntnis, Insbruck, 1976_55-82. Hay versión castellana en
Estudios Filosóficos, n° 102 (1987):249-299, y en el vol. I, Parte II, cap. 1
de presente publicación. Ver tam bién e n el núm ero citado d e Estudios
Filosóficos, d edicado al Racionalism o Crítico de Hans Albert, los trabajos
críticos d e J . Conill, A. Cortina, D. García-Marzá, E. Martínez, A. Muñoz, J
. A. Nicolás, J.M . Mardones y la respuesta a ellos de Hans Albert. Para la d
iscusión sobre la fundam entación última ver, entre otros, A. Cortina, R azón
com unicativa y respon sabilidad solid aria:l2 2 y ss.; Luis Sáez Rueda, La
reilustración filo só fica d e Karl-O tto Apel, Universidad de G ranada, 1995.
D e la cu estión de la fundam entación últim a se ha ocu p ad o m uy esp ecialm
ente W olfgang Kuhlmann en trabajos co m o R eflexive Letzbegründung. U
ntersucbungen zu r Transzendentalpragm atik, Karl Alber, M ünchen / Freiburg,
1985. 20 Karl-Otto Apel, “D ie Antwort der Diskursethik auf die m oralischen
Herausforderungen der Gegenwart. Vorlesungen in Louvain-la-Neuve”:107 y 108. Ver
tam bién La Transform ación d e la Filosofía, 11:380. 21 A los problem as de
ética aplicada ha d edicado u n b u en núm ero de pu blicaciones el grupo de
investigación d e Apel, co m o es el caso de Karl-Otto Apel (H g.), Z ur R
ekonstruktion d erp raktisch en Vernunft, Suhrkam p, Frankfurt, 1990; Karl-O
tto Apel und M atthias Kettner (H g.), Z ur A nw endung d er 2D iskursethik in
Politik, R echt u n d W issenschafl, Suhrkam p, Frankfurt, 1992; Dietrich B
óhler, Matthias Kettner, Gunnar Skirbekk (HgO, R eflexión und Verantwortung,
Suhrkam p, Frankfurt, 2003; J.O . B eckers, F. Preussger und T h. Rusche (H
g.), D ialog, R eflexión, Verantwortung. Z ur D iskussion d er D iskurspragm
atik, K ónigsh au en & N eum ann, W ürzburg, 2013. Para el estatu to d e la
ética aplicada v er Adela Cortina y D omingo GarcIa-Marzá (ed s.), R azón p ú b
lica y éticas ap licad as, T ecn o s, Madrid, 2003. 22 Karl-Otto Apel, D iskurs
un d Verantwortung, Frankfurt, Suhrkam p, 1988:103 ss. 25 C om o b ie n señ ala
J uan Carlos Siurana, el prin cipio ético cu m ple la fu n ció n d e un a
brújula en el sen tid o kantiano. Ver J uan C. Siurana, Una brújula p a ra la
vida m oral, Com ares, G ranada, 2003. 24 Smail Rapic “N achw ort”, en Karl-O
tto A pel. T ranszendentale R eflexión u n d G eschichte.331-363.
” Esta m ediación es la qu e
perm ite, a mi juicio, fundam entar los d erech os hum anos d esde la ética del
discurso, su perando las propuestas iusnaturalistas y positivistas. Ver Adela
Cortina, “D iskursethik und M en sch enrechte”, A rchiv fü rR ech ts- und
Sozialphilosophe, vol. LXXXVI/Heft 1 (1990):37-49; “Em e diskursethische
Begründung der M en sch enrechte”, en Margit Wasmaier-Sailer und Matthias
Hoesch (H g.), D ie Begründung d er M enschenrechte, M ohr Siebeck, Tübingen,
2017:257-278. 26 Adela Cortina, Etica sin moral, Tecnos, Madrid, 1990; Ética d
e la razón cordial, Nobel, Oviedo, 20
Karl-Otto Apel, “K ants ‘P
hilosop hischer Entwurf: Zum ew igen Frieden’ Ais gesch ichtsp h ilosop h isch
e Q uasi-P rogn ose aus raoralischer Pflicht. Versuch ein er K ritisch-m
ethodologisch en Rekonstruktion d er K ant’sch e n K on zep tion aus d er Sicht
ein er transzendentalpragm atichen V erantw ortungsethik”, en T ran szen d en
tale R eflexión u n d G eschichte.193-225
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