Por Carlos
Gutiérrez
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Una línea fecunda, prefiero utilizar este término que correcta, de un partido comunista o de una organización de izquierda, siempre se despliega en campos que parecen sencillos pero que encierran complejidades para las que nadie, si es honesto, tiene soluciones cerradas o válidas en todo momento.
Pese a que parezca algo
demasiado clásico, esta senda fecunda siempre zigzaguea entre la tentación del
sectarismo izquierdista y la del oportunismo de derechas. Nadie, yo incluido,
por supuesto, tiene la certeza de recorrer ese camino sin poner uno o los dos
pies bien en el sectarismo estéril bien en el oportunismo más pueril. Incluso,
en muchos casos, se suceden, sin solución de continuidad, los saltos entre un
lado y el otro.
También podemos encontrarnos
a militantes, corrientes o partidos que pasan del derechismo más rancio a un
izquierdismo supuestamente revolucionario que solo obedece a intereses espurios
o a un tacticismo también bastante oportunista.
¿Qué hacer? Critica y
autocrítica permanente, que lo inmediato no nos haga perder la visión del
objetivo final, y siempre entender y tratar de dialogar con nuestra clase. Sin
ir cien kilómetros por delante de ella pero sin jamás dejarla atrás. Y siempre
escuchar y tratar de comprender, sin descalificar ni menospreciar a nadie. Tal
vez pobres recetas para grandes males, son las que conozco y no pretendo dar
lecciones.
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