Por Edgar Straehle (1)
1. Arendt la aborda desde
una perspectiva política, no moral (a nivel moral simplemente debe ser evitada
en la medida de lo posible).
2. Arendt no fue pacifista,
y sostuvo que había situaciones extremas en que la violencia podía estar
justificada y podía ser “el único medio de restablecer el equilibrio de la
balanza de la justicia”, pero también defendió que la violencia es intrínsecamente
antipolítica.
3. De hecho,
provocadoramente la asoció a la impotencia, puesto que la violencia es aquello
a lo que se recurre cuando no se tienen otros recursos o cuando no se tiene
poder.
3.1 En este contexto poder
es una palabra positiva para Arendt y debía ser entendido como unión y como una
acción concertada con otras personas. De ahí que anotara que “la extrema forma
de poder es la de Todos contra Uno, la extrema forma de violencia es la de Uno
contra Todos”.
4. Por todo eso, y
plenamente consciente del papel de las posibles y oportunas intervenciones o
provocaciones policiales (muchas de ellas violentas) y del potencial mimético
de la violencia, Arendt destacó que no se debía responder de manera violenta a
la violencia.
5. Lo que en tales casos
persigue la acción policial, sostiene, es emplazar a los manifestantes en su
mismo terreno, la violencia, para desactivar su componente auténticamente
subversivo (y realmente poderoso) y reducirlos así a la misma situación de
impotencia que les define.
6. Una vez en el mismo
campo, la victoria para las fuerzas del orden resulta mucho más sencilla y
expuesta a menos riesgos, en especial si hay apoyo mediático, al poder ser
presentada como una necesidad y una urgencia ante la opinión pública. Incluso
como una contraviolencia.
7. En dicha tesitura, la
ulterior violencia policial ya puede ser defendida sin dificultades como
justificable: ante el desorden y la ulterior violencia de los manifestantes,
las agresiones policiales se pueden percibir como de una gravedad mucho menor,
obviando su papel previo.
8. Además, destaca que
también tiene un carácter divisorio entre los propios partidarios. El empleo de
violencia fácilmente favorece una espiral que propicia una radicalización del
conflicto que acaba por distanciar y expulsar a los simpatizantes no violentos
de la propia causa.
9. Para Arendt, el problema
de la violencia no es solo lo que ocasiona en los otros, sino en los propios.
Muchas veces entre justamente quienes han estado más tiempo combatiendo por una
causa y poniendo las bases para alcanzar resultados desde caminos distintos a
la violencia.
10. Un análisis más
detallado de las posiciones de Arendt y desde un episodio concreto (la lucha en
los años 60 entre los estudiantes y Ronald Reagan como gobernador de California)
la expuse aquí.
(1 ) Fuente:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6130794
3:17 p. m. · 3 ene. 2022
https://twitter.com/EdgarStraehle/status/1478007642551427076
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