EL
HUMANISMO CIVICO CASTELLANO: ALONSO DE MADRIGAL, PEDRO DE OSMA Y FERNANDO DE
ROA.
2º parte
Por Cirilio Flórez Miguel (*)
La escuela aristotélica de Salamanca
En la segunda mitad del
siglo XV se forma en Salamanca una «escuela aristotélica» humanista a partir de
la figura de Alonso de Madrigal (El Tostado), que tiene como continuador a
Pedro de Osma, su discípulo, y como alguno de sus principales representantes
además de los citados a Fernando de Roa, discípulo de Osma y continuador de sus
enseñanzas en la línea del nuevo aristotelismo, a Diego Ramírez de Villaescusa
amigo de Roa y sustituto en alguna de sus clases, a Pascual de Aranda, profesor
de filosofía natural y bibliotecario y a Antonio de Nebrija y sus discípulos14.
Un acontecimiento importante para la identidad
de esta escuela es la llega-da a Salamanca de la traducción que Leonardo Bruni
ha hecho de la Ética, la Política y la Económica de Aristóteles, que es el
texto que va a servir a Pedro Martínez de Osma como referencia para sus
Comentarios a Aristóteles, así como a Fernando de Roa y Diego Ramírez de
Villaescusa.
Relacionadas con la
Universidad de Salamanca tenemos dos «enciclopedias» del aristotelismo, que
deben ser destacadas como tales: la de Lope de Barrientos (1382-1469)15 en el
siglo XV y la de Francisco Ruiz16 en el XVI. Entre una y otra se configura un
aristotelismo que va a ser el objeto de nuestro estudio.
Así pues, podemos afirmar que en las universidades europeas del momento se desarrollan tres líneas divergentes del aristotelismo17. Por una parte, la línea que se va a centrar sobre todo en la metafísica y en los comentarios a esta ciencia; por otra, la que va a centrarse sobre todo en la filosofía natural y las cuestiones relacionadas con este saber. Esta última línea del aristotelismo es la que está íntimamente unida al surgimiento de la ciencia moderna. Junto a estas dos líneas nos encontramos también con el aristotelismo ético-político, en relación con el cual va a desarrollarse un humanismo cívico, que discute toda una serie de cuestiones morales y políticas acerca del bien, la sabiduría y la república. Este último humanismo es el que va a ser objeto principal de nuestro estudio. Como ya hemos dicho, el «humanismo cívico» encuentra sus fundamentos en Aristóteles y Cicerón; y podemos dar una caracteriza- ción del mismo a partir de la relevancia que concede a la civitas o república, destacando la importancia de la vida activa. El individuo logra su plenitud en la participación en los asuntos de la república (civitas) tal como defiende Aristóteles en su Política18. Al colocar la «vita activa» como ideal de la vida el «humanismo cívico» se diferencia claramente de la mentalidad medieval, que hacía de la vida contemplativa el supremo ideal.
Esta «escuela aristotélica»
humanista de la segunda mitad del siglo XV tiene, entre otros, los siguientes
tópicos identificadores: el «humanismo cívico», el caballero letrado y el
«gramático» como educador. Tópicos que encontramos en Leonardo Bruni, Guarino
Veronese y Angelo Poliziano, entre otros. Esos tres tópicos están presentes en
los Comentarios de Pedro de Osma a los libros ético-políticos de Aristóteles y
son los que dan identidad a la escuela, que mantiene una confrontación con los
bárbaros, tal como el mismo Pedro de Osma explicita en su Comentario a la Ética
a Nicómaco. De los tres tópicos identificadores de este humanismo: el humanismo
cívico, el caballero letrado y el retórico como gramático nosotros vamos a
detenernos en esta ocasión en el primero, que tiene como uno de sus componentes
importantes una teoría de la república como gobierno mixto, y en el último, el
del gramático como educador. Y lo vamos a hacer a través del análisis de tres
figuras claves de la Universidad de Salamanca en ese momento.
4.
Alonso de Madrigal, El Tostado
La figura de El Tostado,
Alonso de Madrigal (1410-1455), sigue una tradición aristotélica, que va a
tener importancia en la Universidad de Salamanca de los siglos XV y XVI.
Obtiene el título de Maestro en artes el curso 1431-1432, año este último en el
que inicia su labor docente en la cátedra de filoso-fía moral, fruto de esta
docencia son sus Cuestiones sobre filosofía práctica. En la 11ª cuestión
discute cuidadosamente la diferencia entre «ciencias espe-culativas» (filosofía
de la naturaleza) y ciencias prácticas (ética). Y siguiendo a Aristóteles
distingue entre la sabiduría como virtud noética y las virtudes morales, que
tienen que ver con la felicidad del hombre y con su acción, colocando a éstas
por encima de aquellas desde el punto de vista del bien, no desde el punto de
vista del saber. El Tostado diferencia claramente entre el bien y el saber como
fines; y coloca a aquel por encima de éste. El saber no nos hace buenos, de ahí
que cuando nos referimos al bien como fin último del hombre desde el punto de
vista de su felicidad, tengamos que colocar al bien por encima del saber; lo
que quiere decir que para el «humanismo cívico» de El Tostado el hacer y la
«vida activa» son reconocidos como valores relevantes, junto a la vida
contemplativa (saber), y en algún punto como valores superiores. Esto trae
consigo una revalorización de la vida política y de la participación del
ciudadano en los asuntos de la república.
En 1529 aparece la edición
princeps de una «repetición» que se titula De optima politia, en la que expone
una visión aristotélica de la política, y que debió ser presentada como
«repetición» el año 1436. Toma como punto de partida la crítica que Aristóteles
hace de la República de Platón en el libro segundo de la Política y plantea la
política a partir de una teoría de la ciudad. Ésta es el lugar natural para la
consecución de la felicidad del hombre en el ámbito de su vida terrena. La
ciudad es el espacio de lo político, en cuanto que está ordenada por el orden
político, el cual es la causa que hace de la ciudad un cuerpo unificado. El
orden político como unificador de la ciudad tiene como contenido material el
poder, que es el que gobierna la ciudad.
La estructura de la «repetición» tiene cinco
partes bien diferenciadas19. Una introducción de carácter claramente literario
y retórico, en la que invoca a las musas y que manifiesta el matiz renacentista
del texto. Una segunda parte en la que se plantea el tema de la repetición. Una
tercera parte sobre el origen de las ciudades. Una cuarta parte sobre la
crítica del comunismo platónico, en la que trata de las formas de gobierno. Y
una quinta y última, que es breve y que es en realidad la conclusión de la
repetición, en la que sintetiza los argumentos de la tesis defendida. Nuestro
análisis se va a centrar en la tercera y cuarta de las partes.
5.
El origen de las ciudades
La importancia de esta parte reside en que nos ofrece el marco general dentro del cual El Tostado encaja su teoría del poder; marco que no es otro que el de una teoría general acerca de la ciudad. Para explicar el origen de las ciudades discute en primer lugar las cosas que son por naturaleza y las que son creación humana, dentro de las cuales sitúa a las ciudades. Expone luego la tesis de Ovidio en su Metamorfosis; y con ocasión de esto discute pormenorizadamente el tema del diluvio, así como se refiere a las «edades» del mundo. Y finalmente se centra en el relato bíblico, para desde él explicar la verdad de la cuestión tal como él mismo nos dice.
Tomando como referente
fundamental la Biblia, de la que es experto intérprete, va a explicar su
concepción del origen de la ciudades, que en realidad
él
pone en Babilonia, a la que interpreta en primer lugar como obra común del
género humano haciendo de ella una especie de paradigma de todas las ciudades;
y en segundo lugar como la primera ciudad de la segunda de las edades del
mundo, como se desprende de lo que dice al final de esta tercera parte. «Ésta
es, pues, aquella gran Babilonia, la segunda de todo el orbe en prioridad de
construcción y la primera en la segunda edad. La cual fue por eso la más
excelente respecto de las restantes ciudades de todo el orbe, porque se reunió
todo el género humano para construirla. Ciertamente, después de ésta se fundaron
numerosísimas ciudades en el orbe, acerca de las cuales no es nuestro propósito
disertar»20. La ciudad es un espacio creado por el hombre para la convivencia
humana. Y dentro de ella es donde hay que plantear el tema del poder.Alonso del Madrigal .El Tostado
6.
Teoría del poder y del gobierno
El Tostado considera que el
origen del poder está en Dios, en el cual sola-mente puede hablarse de poder
absoluto; mientras que en el caso del hombre el poder es recibido de Dios y es
preciso distinguir dos grandes apartados: el del dominio y el de la potestad.
El dominio es un tipo de poder despótico, que es el que el hombre puede ejercer
sobre las cosas y los animales, y algunas veces sobre las personas, como es el
caso de la esclavitud. La potestad, en cambio, es un poder rector entre
iguales, y es el que tiene que ver con el orden político. Entre uno y otro
poder cabe hablar de un poder de dominio que El Tostado aplica, también, al
poder del varón sobre la mujer.
Y a partir de aquí trata de los distintos
regímenes políticos o formas de gobierno, para acabar optando, siguiendo a
Aristóteles, por la democracia. En esta reflexión que hace El Tostado sobre lo
político es importante distinguir entre el orden político como la causa formal
que ordena la ciudad; y la ley como una norma (regla) que se impone a los
ciudadanos una vez que los mismos se han constituido como tales. De manera que
esta distinción nos da pie para hablar de la constitución de la ciudad como
algo primero; y de su gobierno como algo posterior.
Asume la posición de Aristóteles de seis formas de regímenes políticos teniendo en cuenta que los tres que propone Aristóteles pueden ejercerse de forma buena o mala. Es decir, que cada régimen político tiene su reverso: la monarquía tiene como reverso la tiranía, la aristocracia la oligarquía y la politeia o república equilibrada a la que El Tostado llama la timocracia tiene como reverso la democracia. La timocracia está gobernada por los hombres medios, que sin ser pobres tampoco son muy poderosos o muy ricos. El Tostado expone esta idea de Aristóteles sin tomar partido por ella. Y por eso llega a decir que «la democracia es conveniente para la ciudad, porque no es un régimen sedicioso, dado que el poder se halla y reside en el pueblo y todos los ciudadanos gobiernan por igual»21. Más adelante insistiremos en este mismo tema. En este punto mantiene una cierta ambigüedad, aunque da a entender que la política (politia) como él la llama es una combinación de las diferentes funciones que desempeñan los miembros de la comunidad política, y por lo tanto en lo que Aristóteles denomina república puede apreciarse una armonización de valores particulares, que es favorable para la paz, que para El Tostado es el estado perfecto de la ciudad.
En la segunda de las conclusiones plantea El
Tostado uno de los puntos importantes dentro de la tradición del «humanismo
cívico», como es el caso de qué es lo que caracteriza a la ciudad; y que para
El Tostado, que sigue a Aristóteles, consiste en lo que él denomina «politia»,
que es lo que los griegos denominan «politeia» y nosotros «política», que
podemos entender como un «orden» u organización, que es el que da forma a la
ciudad, cuya materia son los individuos y grupos que la integran. La política,
pues, es la forma que organiza y coordina la materia de la ciudad, dándole una
cualidad determinada, que se encarna en el gobierno, el cual, dentro de esta
tradición, podemos entender como el ejercicio de una determinada «potestas»22,
que puede ser ejercida de diferentes formas, que son las distintas formas de
gobierno, que siguiendo a Aristóteles pueden resumirse en seis: tres rectas:
monarquía, aristocracia y timocracia; y otras tres menos rectas: tiranía,
oligarquía y democracia23.
En la discusión de la mayor o menor bondad de
estos regímenes de gobierno El Tostado dice que aunque «en sí» el mejor de
ellos es la monarquía real, en cambio, atendiendo a la peculiaridad de las
ciudades o repúblicas el más conveniente es el democrático, tal como defiende
Aristóteles en el capítulo final del tercer libro de la Política. «La democracia
es conveniente para la ciudad, porque no es sedicioso, ya que la autoridad
reside en todo el pueblo y todos los ciudadanos gobiernan por igual. Por tanto
concluye Aristóteles que ésta es la mejor forma de gobierno para las ciudades,
aun cuando de suyo sea una forma viciosa, porque en ella llegan a ser
gobernantes algunos ignorantes que, naturalmente, serían más aptos para servir
(que para gobernar)»24
Esta discusión de El Tostado
hay que entenderla en el contexto de la discusión entre el «bien en sí» y el
«bien de la ciudad», que también se ha plan-teado Aristóteles en su Política.
Cuando tratamos de la ciudad lo relevante no es el bien como uno de los
trascendentales del ser; sino el bien de la ciudad como un bien empírico, que
tiene que ver con aquello que es lo más conveniente para el pueblo o conjunto
de ciudadanos de que se trate. En este caso la noción de bien tiene que ver con
un fin asequible temporalmente. Y lo mismo que decimos del bien tenemos que
decir de la ley, que en el caso de las ciudades no tiene que ser aquella que es
«buena en sí» (la ley evangélica), sino la que es buena para el conjunto de los
ciudadanos, dadas sus particularidades. En definitiva, en el tratamiento que El
Tostado está haciendo de las dos ciudades: la divina (eterna) y la humana
(temporal); de los dos bienes: el bien en sí (trascendental) y el bien de la
ciudad (empírico); y de las dos leyes: la buena en sí (ley evangélica) y la
buena para la ciudad (ley de la república), está presente el tema de la
secularización, que va a caracterizar a la modernidad.
El Tostado está pensando la ciudad (civitas) y
el gobierno republicano de la misma en términos seculares y temporales; y por
eso escribe: «Dios esta-bleció rectamente los preceptos judiciales del Antiguo
Testamento; pero ninguna de las repúblicas posteriores debió recibir tales
preceptos, aun pudiendo hacerlo»25. Es decir, que una cosa es la ley de Dios,
que es la norma a la que tenemos que ir aproximándonos constantemente; y otra,
las normas seculares y temporales de las ciudades, que tienen que ser dadas de
acuerdo con la prudencia política. Por eso escribe: «A esto responde que todo
legislador —como se ha dicho antes— debe dar leyes que sean, no las mejores
simplemente, sino las mejores para aquella república que él pretende dirigir.
Por ello Dios, aunque es simplemente bueno y prudentísimo, dio a los judíos
unos preceptos judiciales que no eran simplemente buenos, puesto que el pueblo
judío no era simplemente bueno por disposición propia, ni tenía una disposición
próxima para la bondad»26.
El Tostado está planteando la «politia» o
«política» ateniéndose al ámbito de lo contingente, que es el ámbito propio de
las cosas humanas y temporales, dentro de las cuales impera la sabiduría
política como prudencia, basada en la deliberación tal como expresa Aristóteles
en su Ética a Nicómaco. La teoría política de El Tostado se centra sobre la
ciudad considerada no como «una unidad en sí» lograda gracias a la ley del amor
fraterno, sino como una comunidad en la diversidad dentro de la cual hay
peculiaridad de personas y una diversidad de oficios y de virtudes
14 La figura de Nebrija es la que ha sido
considerada siempre como el referente del huma-nismo en Salamanca. Este punto
ha sido bien estudiado en F. Rico, Nebrija frente a los bárbaros, Universidad
de Salamanca, Salamanca, 1978; y El sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo,
Alianza, Madrid, 1993. La figura olvidada en este punto es Pedro de Osma, que
en realidad pode-mos considerar como uno de los miembros más destacados de la
escuela.15Lope de Barrientos, Clavis sapientiae, Madrid, Biblioteca Nacional,
Ms. 1795.16F. Ruiz, «Index locupletissimus duobus tomus digestus», in
Aristóteles Stagiritae Opera, Sahagún de Campos, 1540.17Ch. Schmitt, Aristote
et la Renaisance, trad. L. Girard, PUF, Paris, 1982, 85.
18 Puede verse el cometario de Pedro Martínez
de Osma al capítulo primero del tercer libro de la Política de Aristóteles.
19Alfonso de Madrigal, El
gobierno ideal, introducción, traducción y notas de N. Be-lloso, Eunsa,
Pamplona, 2003, 91. Este es el título que la traductora da al texto de El
Tostado: De optima politia.
20 Ibidem, p. 91.
21 Ibidem, p. 96.22F. Hernández Tejero, «Sobre
el concepto de ‘potestas’», en Anuario de Historia del Derecho Español, XVII,
Madrid, 1946, pp. 3-24. El significado clásico de «potestas» es el de
«ejercicio de un poder», cuya titularidad puede estar en otro.23Aristóteles,
Política, III.24J. Candela Martínez, El «De optima politia» de Alfonso de
Madrigal, El Tostado. Publicaciones de la Universidad de Murcia, Murcia, 1954,
39. Se trata de otra traducción, no completa, del texto de El Tostado que
venimos comentando. Esta traducción puede consultarse en la Biblioteca Saavedra
(http://saavedrafajardo.um.es)
25 Ibidem, p. 41.26 Ibidem, p. 43.
(*) Fuente : Res Pública., 18, 2007 https://revistas.um.es/respublica/article/view/61171
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