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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

7/10/11

Rojos pensantes:PORQUÉ A LOS REPUBLICANOS NOS GUSTA GRAMSCI...... Y OTRAS REFLEXIONES QUE SE SUSCITAN CON OCASIÓN DE ESTE ASUNTO


“ Hay que destruir el muy difundido prejuicio de que la filosofía es algo muy difícil por el hecho de que es la actividad intelectual propia de una determinada categoría de científicos especializados o de filósofos profesionales y sistemáticos. Para empezar hay que demostrar, por lo tanto, que  todos los hombres son “ filósofos”. (...)


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Después de demostrar que todos los hombres son filósofos, se pasa al segundo momento de la critica y del conocimiento, es decir, a la cuestión siguiente: ¿ es preferible “ pensar” sin ser críticamente consciente de ello, de manera desarticuladas y ocasional, esto es, “ participar “ de una concepción del mundo mecánicamente “ impuesta” por el ambiente externo, lo que equivale a decir por uno de tantos grupos sociales en que cada uno está automáticamente incluido desde que hace su entrada en el mundo consciente... o es mejor elaborar la propia concepción del mundo conscientemente y críticamente y , por lo tanto,  en vinculación con este trabajo del propio cerebro, elegir nuestra propia esfera de actividad, participar activamente en la producción de la historia del mundo, ser el guía de si mismo negándose a aceptar de manera pasiva y desconsiderada la huella que el exterior imprime en la personalidad propia? “
( A.Gramsci –Introducción a la filosofía de la praxis. 


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1.-El “¿qué hacer?” y el “¿cómo hacer?” de  los republicanos:

El pensamiento republicano  tiene como uno de sus ejes de gravedad una concepción exigente de la ciudadanía. Para los republicanos, el ciudadano no se define como el individuo en posesión del mayor conjunto de derechos ( civiles, políticos, económicos, -T.Marshall,-..de primera, segunda o tercera “generación” de derechos individuales,….) que hayan de ampliarse  incesantemente para extender el territorio de lo que es su cualidad de  ciudadanía. No es –como para el liberalismo- un individuo celoso de aquellos derechos que se exigen del Estado y celoso a su vez  de su libertad concebida como no intromisión del Estado en su esfera de libertades. Su calidad ciudadana y su libertad se definen como autogobierno. Es él mismo el que gobierna y esa participación es la constitutiva de su libertad. No se trata de dirigirse a lo público, como de una instancia ajena , formada por técnicos y representantes, siendo el ejercicio de la política limitado a una  demanda de derechos y servicios, sino que la política para el ciudadano republicano es ejercer la libertad creando él mismo lo público. La actividad política del republicano, su ejercicio de libertad asi concebida, es una actividad indispensable para el desarrollo de su plenitud personal. La política es una actividad ética, no solo  porque deba ajustarse a normas morales sino porque forma parte del desarrollo moral propio de la dignidad de la persona. Un individuo privado y limitado a lo suyo es un individuo limitado moralmente y privado de las posibilidades de desarrollo de su felicidad y de su plenitud personal

Lo público así concebido, republicanamente, tiene como precondición necesaria de su existencia, un ciudadano virtuoso, como los clásicos lo llamaban, es decir, políticamente activo, que asume las responsabilidades de autogobernarse y participar no delegándolas, preocupado por lo que es publico, como aquello que es de todos y con una actitud de disponibilidad y atención a dejarse llevar por razones de bien común en sus decisiones políticas.

A este comportamiento público se añaden necesariamente una serie  de virtudes privadas tales como la sensibilidad por la igualdad, la simplicidad y sobriedad de vida, la honestidad, la abnegación, el amor a la justicia, la fraternidad,  el patriotismo, el compromiso con la suerte de los demás. Todo ello de manera moderada haciendo del ciudadano republicano – no un fanático- sino una persona tolerante,   igualitaria,  interesada en  el cumplimiento de sus deberes  y atento críticamente y mínimamente  al mundo que le rodea. ( ver Viroli). Una moderación de actitudes que se corresponde a la moderación en los medios de vida y al desprecio del lujo.
El otro eje de gravedad de este autogobierno es su rechazo a toda forma de dominación. La república – el sujeto colectivo organizado por todos- garantiza que  cada individuo sea dueño de sus medios, tanto los que le permiten subsistir sin enajenarse o venderse- alieni iuris-  como de los que le hacen posible la participación en las decisiones comunes. Aquellos medios  como condiciones materiales  necesarias para este autogobierno.  Cualquier espacio publico  para ser republicano  debe de ser un espacio de asociación  de  iguales y de libres. Toda desigualdad material es, de  inmediato,  real  dominación, subordinación y monarquía. No puede darse república si antes no se derriban los castillos ,como decía Maquiavelo.

Se está, por lo tanto muy lejos, del ciudadano de la sociedad liberal que es hegemonía en el liberalismo en que vivimos. (1)

Esta ciudadanía consciente – inmediatamente  puede verse-, no es una ciudadanía espontánea, es una ciudadanía  la que ha debido preceder una educación cívica y una cultura. “Es- dice Montesquieu- en una Republica donde mas necesaria es la educación”. Solo con ciudadanos asi dispuestos hacia su comunidad, la republica tiene oportunidad se ser.  La republica como esfuerzo cultural y educativo tambien es señalado muy significativamente por M. Azaña: “La republica es ante todo una operación cultural, dad al hombre simplemente un  voto y no educación y le estaréis dando un fraude”. Para el republicanismo, la política es muy privilegiadamente, una labor cultural y la democracia no solo es un procedimiento.

La actividad política como actividad cultural no es solo un programa sino un reconocimiento y análisis de una realidad. Solo a partir de una base cultural de una ciudadanía autónoma y autogobernada puede tener lugar la republica. Esto implica una lucha virtual por la transformación de las costumbres, de la sustancia de la vida cotidiana. En una sociedad en que los valores son de competitividad, beneficio, derecho individual, consumo, despilfarro  y provecho no prospera republica porque apela a otra cultura: una cultura autónoma, de emancipación e igualdad, de progreso moral y de fraternidad,  de autoorganización,…la cultura  propia de  “los de abajo”, la cultura popular que tradicionalmente ha sido el suelo de la izquierda. La derrota de esta cultura, su sustitución por la hegemonía de lo no republicano, ha sido la verdadera gran derrota y  causa  primera de la  crisis de la izquierda.

Puesto que los principios, el “qué hacer”, determinan el “cómo hacer”, es la reconstitución de esa cultura previa y precondicionante de república, lo que se hace patente como estrategia o el “cómo hacer” de los republicanos hoy. Reconstituir un bloque y potente de cultura popular propia, contribuyendo a salir  de los cauces culturales de los que dominan. Esto pasa, en una buena parte por cauces que no se dirigen necesariamente  ni  son únicamente el Estado. Al fin y al cabo, la institución  Estado no agota todo lo que es Republica. Pero esto último  sería otra cuestión y otro desarrollo reflexivo que nos llevaría más lejos.

Estamos igualmente muy lejos de  reivindicaciones- espectáculo promovidas por “anónymus” sin cara, ni responsabilidad, ni rendición de cuentas,   cuyo resultado  pretende- sustituyendo con espectáculo la falta de  contenido-que en “tres días  hemos conseguido lo que los políticos no han alcanzado en treinta años”. La política de emancipación republicana  es una lucha, dia tras dia, paciente, capilar, prolongada,  insistente, constante, sacrificada, formativa, rigurosa  y estudiosa,  cuyo carácter disciplinado, transparente  y responsable se agudiza al acentuarse  su carácter politico-cultural. No por ser de izquierda no se es disciplinado. (2). Precisamente, quienes nada tienen solo tienen su disciplina . Esta es  una genuina ideología obrera y de este rasgo eran conscientes los partidos de izquierda cuando eran  verdaderas “escuelas de ciudadanía”. Desde  esta posición que comparten Gramsci y el republicanismo cabe formular una critica a la idea de la dimensión estética del acto político como si fueran las explosiones democráticas de este género las que  denuncian  el orden “policial” jerárquico establecido del espacio social y pone en escena el espectáculo de un orden diferente. La auténtica tarea no está al nivel de esas explosiones democráticas momentáneas que socavan el orden establecido por su lenguaje estético y provocador sino la de imponer en la realidad social un nuevo orden perdurable. En la sociedad actual del espectáculo  esa reconfiguración estética y su verbalismo poético utopista han perdido su dimensión subversiva: el orden existente se las puede apropiar sin dificultad.


Las dimensiones de esta labor republicana y su necesario rigor , paciencia, constancia y esfuerzo se hacen patentes cuando nos apercibimos que consiste en hacer del  bourgoeois un  citoyen.  Este segundo vive en la esfera política del compromiso publico en pro del bien común , participa en los asuntos públicos, mientras que el primero es el utilitario egoísta absolutamente inmerso en el proceso de producción que reduce las otras dimensiones de la vida a su capacidad de permitir que este proceso se lleve a cabo sin problemas. Por decirlo en términos de Arendt, el ciudadano  actúa, el  burgués trabaja. (4).En términos de Aristóteles es la oposición que se da entre poesis y praxis, entre el alto ejercicio de las virtudes de la vida pública y el bajo carácter instrumental del trabajo. En términos de Habermas, entre el que ejercita la razón instrumental y el  que usa la razón comunicativamente. La reconstrucción de lo que haya de preceder a la rebelión, o la revolución, a la que haya de cambiar el mundo y no solamente la que sustituye al personal gobernante  o modifica las instituciones jurídicas es un largo camino de  “ riachuelos” que desembocarán es esta rebelión , o con la expresiva cita del inicio de la  Historia de la Revolución Francesa de Albert Mathiez: “ Las revoluciones, las de verdad, las que no se limitan a  cambiar las formas políticas y al personal gobernante, sino las que transforman las instituciones y desplazan la propiedad, tienen  un camino prolongado e invisible antes de estallar a la luz del dia por el efecto de alguna circunstancia fortuita. La Revolución Francesa que sorprendió  por su irresistibilidad  repentina , tanto  a los que fueron  sus protagonistas o a sus beneficiarios como a sus victimas, se preparó lentamente durante un siglo antes o más” .

 
Crear espacios  asociados – republicanos- de gestión  y de deliberación autónoma de nuestra vida diaria por cualquier motivo y en cualquier causa común , que nos lleve mas allá de la acción política reducida a la simple  reivindicación ante el Estado de cualquier interés particular o corporativo que haya sido agraviado  - y que para la ocasión se le denomine “derecho” ,  crear cultura e instituciones deliberativas y formativas, es la dificilísima y lenta labor con lo que los republicanos hoy pueden  contribuir a la refundación de la izquierda por esta vía. Ese es  el cauce de su riachuelo que habrá  de desembocar en las “ grandes avenidas de la libertad” . El centro de gravedad de esta labor no se sitúa forzosamente  ni exclusivamente en el Estado.


Esto en lo que a los republicanos se refiere.
2.- El cómo hacerlo de Gramsci

Gramsci, por su parte,  termina en una conclusión similar tras uno de los  desarrollos  más conocidos de su reflexión política.

En efecto, Gramsci fue uno de los primeros dirigentes marxistas en concebir la posibilidad de un “¿como hacer?” de la acción revolucionaria  fuera del marco leninista y jacobino  para quienes  la revolución  ha de pasar  forzosamente por la toma del poder de los mecanismos centrales del Estado. Comienza, para esto, describiendo la revolución rusa de 1917 como una revolución que contradice, en cierta medida lo que se tomaba en el marxismo ortodoxo como predicciones marxistas de evolución necesaria de las revoluciones. Así denominó la revolución rusa del 17 como  una revolución contra El Capital, esto es contra las predicciones contenidas en la obra de Marx sobre el necesario desarrollo capitalista y las condiciones para la revolución socialista. Con ello resulta que su manera de abordar la política revolucionaria se aleja de toda estrategia de golpe, de putsh, latente en el bolchevismo. (Gramsci : “ La revolución contra el Capital”.- Avanti ).

Gramsci llega a esta conclusión no porque creyera que Lenin y sus seguidores se habían equivocado  sino porque  pensaba que la repetición de una forma de hacer revolución que había funcionado para los comunistas en Rusia no tenía forzosamente que tener éxito en otros sitios, otras latitudes u otros momentos históricos. Concretamente, veía que en el Occidente más desarrollado  aquella forma  de 1917 no era viable. En Rusia el  Estado lo era todo antes de la revolución, no existía una sociedad civil robusta, en Occidente entre  Estadio y sociedad civil existía una relación fuerte y en un  mínimo ataque al Estado se revelaba  una estructura sólida de la sociedad civil. El Estadio no es mas que una trinchera avanzada, “ tras la cual se halla una robusta cadena de fortalezas” . Esta “cadena de fortalezas” era, ante todo, de carácter socio-cultural.  (Posteriormente la “cadena de fortalezas” robusta de una sociedad la definiría como el “bloque hegemónico”) Así se ataca directamente a las imágenes de le épica revolucionaria de izquierda de casi todos los tiempos, a momentos icónicos de tomas de Bastilla, asaltos a Palacios de Invierno, etc. Estas imágenes, y la estrategia revolucionaria  que  las inspira, y sigue inspirándolas, delatan un engaño al tender a unir la idea de revolución con la toma del poder del estado y con un ‘proyecto que pretende que es 
posible modificar a sociedad a través de una ruptura decisiva que se daría  en ese ámbito,  el de las instituciones del Estado.

Gramsci desarrolla esto  señalando  que los hombres viviendo en sociedad  estamos inmersos en nuestro mundo vital que se opone a la actitud reflexiva del pensamiento propiamente dicho,  y con cuyo material actúa la lucha de clases. Se da una situación de oposición o simultánea entre creencias y presuposiciones no reflexivas de un lado y  la actitud reflexiva por la que nos sustraemos a esa inmersión. La clase dirigente cuyas ideas son  las imperantes está representada por la ideología espontánea – el “sentido común” vigente - que resulta de esa inmersión, mientras que la clase dominada ha de abrirse camino mediante un intenso trabajo conceptual. Esto no quiere decir que la clase dominada , debe , para liberarse, estar en una tensión constante e imposible de reflexión y conciencia ( 5)  , sino que la emancipación revolucionaria  debe reconstruir un nuevo  “sentido común”. Este sentido “común” emancipado deriva de una racionalidad que se ha impuesto  contra las creencias tradicionales que dominaban con su autoridad en paralelo a la autoridad correspondiente de una clase


Gramsci no simpatizaba nada con esa visión de revolución como una especie de acontecimiento espectacular y repentino, una explosión que, pasa por alto el día a día de los esfuerzos de organización,  y en la labor paciente  en los ámbitos políticos y culturales de poner en acción a hombres y mujeres, que se organicen en colectivos,  que vayan construyendo su propia conciencia autónoma, que se agrupen..... Por el contrario, Gramsci desarrolló una reflexión nueva haciendo la distinción entre dominación y liderazgo, o entre ser dirigente y ser dominante.  (“Cuadernos de la cárcel”) “Un grupo social puede, en incluso debe, ser dirigente aun antes de conquistar el poder gubernamental (ésta es precisamente una de las condiciones principales para la misma conquista del poder). Después, cuando ejerce el poder, y aunque no lo tenga fuertemente en su puño, se vuelve dominante, pero debe de seguir siendo también dirigente”. El trabajo  revolucionario  consiste pues, pues en construir  una nueva voluntad colectiva, hegemonía. Un bloque hegemónico . Este bloque ha supuesto una transformación de la sustancia de la vida cotidiana a que los republicanos nos referimos en nuestra lucha cultural. Con ello, y debido a este liderazgo previo, una clase en realidad “ no toma el poder” del Estado - que ya tiene por esa hegemonía, sino que “ deviene Estado”. La labor transformadora no es un instante del tiempo  sino que ha estado ocurriendo desde mucho antes. La revolución está ya ocurriendo con el trabajo de los que actúan, imaginan, simpatizan, con el advenimiento. Este trabajo – muy alejado del  golpe revolucionario – es la verdadera labor política. 


 El tipo de razonamiento empleado por Gramsci no debe confundirse con el de aquellos  que proponen la táctica de esquivar o “puentear” el Estado  como única acción política actualmente posible ( Hard, Negri ) del género “ cambiar el mundo sin tomar el poder” de un Holloway. Idea hoy muy a la moda difundida por filósofos de  la izquierda postmoderna. ( Badiou,Critchley, Negri )  Fascinados por el funcionamiento de lo global contemporáneo excluyen toda posibilidad de actuación propiamente política.  Hay en la postura de estos últimos  cierto aroma de desconfianza y desapego  hacia las instituciones democráticas, las elecciones, los parlamentos, ....muy propias de un marxismo vulgar que fue oficial en los PC de Europa que despreciaba como formalmente  “ burguesas” las instituciones del Estado de Derecho y particularmente las elecciones como “ piège à cons”.  Cuando esta postura la adopta la derecha lo hace en forma de un  populismo  protofascista  que apela – contra las instituciones formales y los  procedimientos legales de la democracia que conocemos- a un evanescente y heterogéneo  conjunto de protestas, cuyo grupo se autolegitima a si mismo como  “ pueblo sano”, “gente corriente “ ,”   mayorías silenciosas  a “los que nadie escucha”  los “ que no se ocupan de política” , contrapuestos a los “políticos”,chivos expiatorios de lo mal que van las cosas,   siempre corruptos, culpables siempre,  siempre odiados,  y a las elecciones, y los partidos politicos. (Es el franquista  ““Haga como yo, no se ocupe de política”, masivamente adoptado. Los chivos expiatorios causantes para estos populismos  podrían ser los judíos, los emigrantes,...los comunistas, o, a la sazón, los políticos  ).  Incluso cierta izquierda, desquiciadamente inquieta e impaciente, está tentada oportunisticamente  de abrazar  ese camino. ( Hasta que dan como resultado los Napoleones II, los Perones, etc... y ya es demasiado tarde ).

 No es el caso de Gramsci.  Gramsci no olvida en ningún caso que el sujeto revolucionario deviene “hegemónico”- no para quedarse ante las puertas del Estado - sino  para ser “dirigente”. La revolución no puede quedarse a las puertas del Estado, negándose a entrar. rehusando cualquier toma del poder del Estado . Gramsci    era uno de los dirigentes destacados de la Tercera Internacional y comprometido con un partido clásico de masas. Gramsci no olvida a Lenin: la intervención decisiva ha de ser propiamente política. Su pensamiento se mantenía en el paradigma de la revolución como refundación de un nuevo Estado.  La lucha por la construccion de un bloque hegemónico es solo un lado de la lucha politica emancipadora. De la misma manera, en España,  la republicana  Institución Libre de Enseñanza contribuiría de una manera muy eficaz a la conciencia de un propósito emancipador y laico que habria de traer  la Republica, pero fue la acción política la que la hizo presente. El terreno de lucha puede ser la economía o la cultura, o ambas, y en esos terrenos se juega hoy la emancipación,  pero la forma de acción definitiva  es siempre  política.


Estas distinciones, dominante- dirigente  y aquel  concepto de “hegemonía” o “bloque hegemónico” se completa con su rechazo a toda concepción de la historia como una evolución necesaria, en la que hubiese profetas que analizando las circunstancias viesen el momento maduro. Gramsci rechaza todo profeta por muy científico que se pretenda, y al igual que Kant que  consideraba imposible predecir la historia del futuro y que el adivino-profeta acierta cuando  el profeta mismo “hace los hechos que anuncia con anticipación”, Gramsci entiende que en materia política sólo se prevé en la medida que se actúa. (3)

Así, pues, construcción de un bloque hegemónico socio-cultural dominante previo,  construcción del mismo futuro, hacer presente el futuro en la misma acción del presente.....estamos muy lejos de la concepción  política de considerar el Estado como centro de gravedad  casi exclusivo de  la acción política, tanto para que sea un elemento transformador y emancipador social  ( izquierda) como considerando la política como la actividad consistente en dirigirse a instancias superiores  de carácter predominantemente técnica y experta  en demanda de bienes y servicios ( derecha).

Por supuesto, nos encontramos  lejísimos  del fetichismo mágico de muchos republicanos  para los que hasta tal punto  el Estado  es el centro de gravedad de la transformación  republicana que el primer objetivo a conseguir es una reforma constitucional o un referéndum sobre el asunto . En esto, y  en  añadir esta reivindicación a su catálogo bien surtido  de propuestas  políticas programáticas,  consistiría la “ refundación republicana de la izquierda”.
No obstante, encaminado con rigor entre escollos y tentaciones, Gramsci comprendía, como la reflexión republicana actual, algo  esencial: Que una cosa es quedarse a las puertas del Estado, otra es querer entrar sin armas ni poder  y otra muy distinta es ir armados para poder entrar y quedarse. Que el centro de gravedad de la acción política no se sitúe privilegiada y exclusivamente en el ámbito del Estado no supone propugnar ningún  abstencionismo  ni rechazar las conquistas que sean otras tantas victorias parciales en el camino hacia la labor de emancipación ,- incluso exigencias y propuestas  precisas, concretas y finitas, - ni  que el radicalismo transformador nos haga diseñar equivalentes del género : PP igual a PSOE. En estos casos estaríamos en un puro radical-verbalismo. Aunque debe reconocerse que saber “pasar entre medio “ sin chocar entre uno u otro escollo es un mérito difícil   O  dicho de otra manera , evitar  los escollos de cada uno de los dos lados:  de la lucha  real por el poder estatal y de lucha virtual por la transformación de las costumbres . En otras palabras, la construcción del bloque hegemónico propio  los de abajo, no debe ser una abstención, dejando el campo libre a los enemigos y gozando de la cultura propia como si de un movimiento New Age se tratase, sino que este nuevo bloque, al mismo tiempo que se hace ,culturalmente , debe intervenir enérgicamente en el dominante y en sus instituciones de poder,  políticamente, porque lo que se trata es  imponer en la realidad social  un nuevo orden perdurable institucionalizado.

Porque efectivamente, ocurre , que como todos los intentos de abolir el Estado liberal-capitalista han fallado miserablemente y se está dando un déficit argumental y motivacional contra las instituciones de la democracia liberal ( cuando no el pobre argumentario  fetichista estereotipado que señalamos)  parece que sobre  la izquierda  actual se cierne un pánico  irresistible a enfrentarse directamente con el Estado y se busca justificación de esta impotencia en las reflexiones en torno a la necesidad de bloque hegemónico gramsciano mal entendido o de la propuesta republicana de acción cultural modificadora de la sustancia de la vida cotidiana.  Al lema que propone la abstención  de acción política hacia el  Estado   ningún gobierno sin movimientos sociales”, debe oponerse  “ningún movimiento social sin gobierno” (Zizeck). Este pánico o esta impotencia funciona como la uvas de la zorra que “ no estaban maduras”. Quienes intentan luchar en el ámbito del   poder del Estado establecido son acusados de inmediato de estar  atascados en el  viejo paradigma jacobino Así se montan refinadísimas teorías sobre que la tarea consiste  en apartarse de ese ámbito de acción o sobre “circunstancias objetivas” nuevas que están poniendo en evidencia  con mayor agudeza   las contradicciones internas del  Estado  del capitalismo hasta el punto de que caerá como una fruta madura empujado por una nuevo sujeto colectivo que necesariamente se está formando por aquellas circunstancias objetivas ( Negri ) .

Puesto  que , como deduce Gramsci, no existe un “ sentido de la historia” que permita prever que a partir de unas condiciones objetivas dadas haya de darse de manera presuntamente científica un resultado determinado, sino que- como el profeta de Kant-  se prevé actuando,  Gramsci rechazaba la vulgar conclusión evolucionista de que la revolución se había producido “ prematuramente” en Rusia y, por lo tanto , había  que dar un paso atrás para desarrollar la sociedad capitalista moderna previamente. Esta posición  gramsciana nos sirve también para evitar caer en un  escollo que quiera  repróchasele a la estrategia republicana y que debe evitarse como es de  querer  crear un bloque hegemónico  cultural previo como si hubiesen de esperarse las “ condiciones objetivas” para que cualquier revolución fuese posible. De ninguna manera ha de esperarse un cumplimiento prefijado de antemano . Nunca está todo predeterminado en una situación objetiva y  la revolución nunca se produce “ a su hora”. No puede hacerse del necesario  bloque hegemónico un sustituto de aquella pretensión del marxismo vulgar de que fuese necesario el desarrollo liberal de la burguesía capitalista para llegar a la madurez que permitiese el comunismo.  Se tiene  por lo tanto una extraña libertad para experimentar y se hace apremiante la consideración categórica kantiana del deber de actuar incondicionalmente aun sin saber que la película no  terminara forzosamente en un final feliz.
No basta con esperar el “ momento adecuado” para la revolución. Si uno se limita a esperarlo nunca llegará. Se darán  muchos intentos “ prematuros” que servirán de pedagogía y por ello  servirán tambien culturalmente  como marchando “ de derrota en derrota hasta la victoria final”. (El riesgo de nuestra libertad y la grandeza de nuestra moralidad es que también puede ser una derrota final).


Existe necesariamente una suerte de disciplina temporal que   no sería ni la impaciencia indisciplinada de quien apresuradamente hace lo que sea ( hiperactivismo frenético que pone en solfa , por ejemplo, Joan Tafalla), con tal de poner en practica cualquier cosa, cualquier idea pobremente definida y concebida ni la pasividad quietista de resignarse esperando la llegada de lo imprevisible que no hay manera de promover activamente. Volvemos, por lo tanto a reclamar para la política, la necesidad de rigor, preparación y capacidad para discernir los momentos y las posibilidades o para cambiar de estrategia rápidamente si fuera preciso, asumir el riesgo que resulte. Esta necesaria preparación,  es una  cultura que da la militancia paciente y sobre la que insiste nuevamente el republicanismo de manera que no solo sería   “en el régimen republicano donde mas necesaria es la educación” de Montesquieu, sino en la lucha por  ese mismo régimen y en  el combate liberador para su consecución se hace necesaria la educación.


Asi, pues, Gramsci funciona para los republicanos como una confirmación de la propia reflexión estratégica republicana y al mismo tiempo como una advertencia correctora.

Así, pues,  se da un parentesco íntimo entre los republicanos  actuales y Gramsci lo cual  explica la simpatía  intelectual que espontáneamente   los partidarios de República manifestamos ante el pensador italiano y apreciamos  los desarrollos que su pensamiento aporta  y  permiten enriquecer nuevas reflexiones

Notas:

(1) No vamos a entrar aquí en otra cuestión que se suscita,   baste con  señalarse que el “ ¿ que hacer” que plantean los republicanos difiere también del “ ¿que hacer” al que se limita la izquierda hoy, como una continuación ampliada dentro  de los esquemas el liberalismo. En realidad, la izquierda hoy no se esta planteando el qué hacer sino únicamente el cómo. Hace lo mismo que propone la hegemonía liberal, pero con un espectro o un escaparate de oferta político-comercial más amplio. Ese “cómo”  que es ya  insuficiente  de origen,   se ve abocado  por lo tanto a reducirse a la insuficiencia del  “cómo ganar votos” en las siempre próximas elecciones. 

(2).-Es característico de los revolucionarios franceses de la RF  y de sus inspiradores ilustrados  y coetáneos, la apelación romántica a Esparta y su disciplina. Una Esparta, ahistórica, idealizada y mítica, por supuesto, pero  significativa del reconocimiento de  la necesidad de disciplina, rigor  y sacrificio  al fin y al cabo que precisa la lucha revolucionaria y la republica. 

(3).- Por su temprana muerte Gramsci no pudo desarrollar la solución a la aparente contradicción entre estas reflexiones y la  postura del materialismo histórico de la necesidad de liderazgo en el bloque hegemónico de una clase social ligada forzosamente al modo de producción dominante: a la sazón, el proletariado . Su profunda  y atrevida reflexión sobre esto nos hubiera ayudado en una perplejidad en la que la izquierda se encuentra ciertamente empantanada: ¿ Cual sería el sujeto histórico-si es que es necesario-que hubiera de promover el cambio, hoy?  Igualmente la posición de Gramsci , en ultima instancia chocaría con lo que postula el marxismo de principio de necesidad económica.


(4).- Cabe pensar si no es la institución de la representación política el mecanismo domesticador que opera en esta transformación permanente del citoyen en bourgeois.. Por  el mecanismo de representación, el votante delega la decisión  sobre los asuntos públicos y su administración  en los únicos  que ejercen de  citoyens, los representantes. El votante renuncia a ello para desempeñar con tranquilidad y paz su papel de bourgeois  ocupado de su trabajo, su salario o su negocio y despreocupado de la respublica ( los idiotes griegos ) ,  que solo se moviliza cuando el atentado a sus intereses se hace intolerable. Por eso la consigna “ no nos representan”  ( DRY) yerra el tiro. O mejor dicho  , es el tiro de simples “ indignados” pero no de ciudadanos.  En realidad, los representantes políticos electos  SI nos representan ( han seguido el procedimiento legal y adecuado para serlo),  pero representan la  abstención y desatención de la cosa pública de los individuos- entre ellos los del 15 M o DRY-  que quieren que exista la representación , aunque con un mejor funcionamiento;  que sean p.e,. más eficaces, que nos presten mejores servicios, que atiendan nuestras necesidades y demandas y las gestionen mejor,  que su elección sea más proporcional , etc. Esa es ,por cierto,  la finalidad , desde su origen de la  institución de la representación política democrática .No por razones  espúreas de extensión de territorio o de imposibilidad practica de la democracia directa o del sorteo ( ver Manin  o Gargarella)   sino para impedir el riesgo de “la dictadura” del demos , el peligro sobre la propiedad privada que esto conlleva ( ver  los debates de Putney)  y  hacer el gobierno de los sabios e ilustrados cualificados  frente a la canalla popular dada al vicio  y nunca virtuosa. Los buenos representantes “actúan” y  “ escuchan” bien a su electorado que se limita a  “ hablar” mas o menos airadamente  según la circunstancias.  El trabajo  de Republica a la vista de este panorama incluso de ente los  se pretenden innovadores, es ingente.

(5) Gramsci pone un ejemplo muy expresivo de la innecesariedad de la explícita y constante consciencia de la racionalidad del nuevo “sentido común” que se forma sin tener que abandonar el camino de la racionalidad y ser simple fe: Un militante comunista no es preciso que sepa expresar todas las propuestas  y fundamentos  de la ideología que comparte, basta con que  esté siendo  sido convencido o   haya sido convencido una vez por todas por el discurso de otro que si sabe explicitarlo. “Lo que él dice  o ha dicho me parece convincente y racional, él ha dicho lo que yo quisiera decir pero no se decirlo, y por lo tanto confío en él y le creo”.Ese es el rasgo de la labor del intelectual en los partidos: hacer explicito el  nuevo sentido común  creado- no por él sino por todos y que se deduce de la praxis de la lucha cotidiana-  y recordar su fundamento racional. 









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