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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

15/11/13

MATERIALES DE REFLEXION: Jacques Bouveresse

¿HAY QUE DEFENDER LA RELIGION? (1)

Hoy, en el conflicto que, de una forma explícita o latente, se ha producido  durante siglos entre creencia religiosa y ciencia, las fuerzas están mucho más igualadas,  según parece, y su resultado mucho más incierto que antes. Durante largo tiempo  nos hemos preguntado si el progreso de los conocimientos científicos dejaría aún alguna oportunidad  real o  algún porvenir a la creencia religiosa. Hoy no parece que sea totalmente incongruente que se pueda plantear la cuestion, a la inversa,  sobre el futuro que se le pueda todavía otorgar razonablemente a la incredulidad.

Una respuesta posible, aunque no sea más que la que pueda parcialmente tranquilizar a los no creyentes, es la que proporciona Charles Taylor: “Los sentimientos de dignidad, de dominio de si mismo , de madurez y  de autonomía ligados a la incredulidad continúan siendo atractivos para la gente y parece que podrían perdurar” (2). Es un supuesto que, aunque reconozca claramente las virtudes de la incredulidad,  deja entender no obstante de manera más o menos  patente que el futuro de ésta no esta tan asegurado como pudo parecer que lo  estuvo  durante mucho tiempo y pudiera ser incluso que hoy es  el porvenir de la incredulidad y no el de la religión el que puede considerarse  el más problemático de ambos .

La incredulidad ha gozado durante largo tiempo  a su favor  del suplemento de honradez intelectual, de dignidad, de valentía, que parece acompañarle: “La insumisión  a dogmas, ha podido llevar a algunos , por simple honradez espiritual, hasta al martirio. Un martirio sin palmas, sin esperanza de recompensa, lo que lo hace aún mas admirable. Sin llegar a tanto, digamos que la dignidad humana y una especie de postura moral, de consistencia en la que fundamos hoy nuestras esperanzas, no necesita del apoyo ni el consuelo de la Fe. ( Gide 1947 )(3). Pero para muchos de nuestros contemporáneos, incluyendo un buen número de intelectuales, no parece completamente cierto  que las esperanzas mejores se sitúen en el de la incredulidad. Lo que en otros tiempos se hubiera denominado a lo que impedía creer,  simple exigencia de respeto hacia si mismo,  honradez intelectual,  rigor y lógica, se apercibe hoy con frecuencia como si fuera el equivalente a una forma de dogmatismo o de sectarismo intolerable. (…)

 Casi no se puede contradecir a Habermas cuando , en un artículo sobre esta cuestión, hace la constatación siguiente: “Las tradiciones y las comunidades de fe religiosa han adquirido una importancia politiia nueva e inesperada, desde el cambio producido a partir de los años 1989-90. Por supuesto que lo primero que nos viene al pensamiento son las  variantes de fundamentalismos que frontalmente encontramos no ya solamente  propios de la Edad Media, sino  actuales en África, en el Sudeste asiático y en el subcontinente indio. Estos están imbricados  con frecuencia con  conflictos nacionales y étnicos, y constituyen un caldo de cultivo de la forma descentralizada de  terrorismo que opera globalmente y se dirige contra las injurias y agravios que se consideran infligidos por causa de una civilización occidental superior.  Hay también otros síntomas. (…) Lo que es más sorprendente es la revitalización de la religión que surge en el corazón  mismo de los Estados Unidos, donde el dinamismo de la modernidad se habia a desplegado con mayor éxito. Es cierto  que en Europa  desde la época de la Revolución Francesa hemos siempre sido conscientes de la potencia de una forma religiosa del tradicionalismo que  era considerada por si misma como contra-revolucionaria. No obstante esta evocación de la religión como el poder de la tradición  ha mostrado implícitamente  la sospecha tenaz de que la vitalidad de lo que nos era  transmitido como tradición puede quebrantarse. Por contraste, el despertar político de una conciencia religiosa persistente en Estado Unidos  aparentemente no está  siendo tocado  por esa duda.”(4)

Como observa Habermas, parece que se  ha producido francamente  en la actualidad en este aspecto y en el mismo interior de Occidente, una escisión importante cuya consecuencia es que Europa ocupa ya una posición relativamente marginal y que lo que Max Weber llamaba “ racionalismo occidental” aparece hoy como una verdadera desviación. Es cierto que aún  nos encontramos, en lo esencial, más que con un cambio significativo en lo que para ciertas sociedades de lo más  moderno están dispuestas  aceptar en materia  de intervención explicita de la religión en la esfera pública y que, como señala Georges Corn, se puede legítimamente suponer que en ese caso y de manera general, a lo que nos enfrentamos es en realidad más bien a una utilización  nueva de la religión por parte de los poderes políticos , en lo que ella tiene de más tradicional y arcaico, más que a un retorno de lo religioso propiamente dicho.: “ La llamada occidental a la tradición,  ya se trate de la reivindicación de valores denominados judeo-cristianos, o  del recurso a fundamentalismos diversos de las iglesias americanas, atestigua menos de un retorno  de lo religioso que de lo contrario, más bien una recurso a lo religioso. Este recurso a lo religioso proviene de la necesidad de dar un barniz de legitimidad a actuaciones políticas que, respecto a los criterios clásicos del humanismo moderno tal como han sido modelados desde la época de las Luces y la revolución francesa, estarían carentes de ella (…). De hecho el retorno de lo religioso, lejos de ser un fenómeno natural, una reacción casi biológica a los excesos en los que la laicidad parece que hubiera conducido al mundo, es un fenómeno político mayor que no tiene de religioso más que el nombre. No está ligado a ninguna evolución mayor  ni las construcciones teológicas y políticas ni en las expresiones de la fe, sino a una reiteración de lecturas literales del Antiguo  Testamento y de las Escrituras que hace estragos en Estados Unidos, e igualmente (…), por otras razones, en las sociedades musulmanas y en el judaísmo” (5).

No obstante, parece difícil no tomar en serio el problema alarmante que ha planteado un historiador dos días después de las últimas elecciones presidenciales americanas “Un pueblo que cree con mayor fervor en la Virgen María que en la teoría de la evolución, ¿puede aún llamarse ilustrado?” (6). El hecho de que algunas  de las corrientes religiosas  más tradicionalistas no solamente no se debilitan sino por el contrraio se refuerzan y consiguen aumentar de manera significativa su capacidad de intervención  más o menos directa en los asuntos políticos podría obligarnos, según parece, a reconsiderar los criterios que han sido utilizados hasta ahora para distinguir las sociedades “modernas” de las sociedades “tradicionales”. Si creemos lo que nos dicen los pensadores postmodernos   ya no estamos en la modernidad sino que ya hemos salido o estamos saliendo de ella y, que simplemente por esa razón,  ya no se plantean cuestiones como la de la relación entre ciencia y religión en los mismos términos que antes, y ha pasado el momento en que la primera podía aún atribuirse un  cierto sentimiento de superioridad o prevalecerse de una forma de legitimidad superior en relación con la segunda.
(…)

(1).- De “ Peut-on ne pas croire?”.-Jacques Bouveresse.-Agone . Marseille.- 2007.-pp44-45,  61-64.
-2).-Charles Taylor.-“ La diversite de la experience religuieuse aujourd´hui. Bellarmin 2003/.-(3).-Andre Gide.-“ Deux interwievs imaginaires”.-Charlot 1947.-(5).-G.Corn.-“La question religiose au XX siecle”.-La decouverte/(4).-J.Habermas.-“ La religión en la esfera publica”/(6).-G.Wills.” The  Day the Enleightneem Went Out”.-N.York Times 4-11-2004

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