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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

25/1/17

CASARSE



“ En primer lugar  , procúrate casa, mujer y  buey  de trabajo.

La mujer, no casada, adquirida, que incluso siga  a los bueyes”

 ( Hesiodo.-“ Los trabajos y los días”.- 405



Casarse, en la sabiduría tradicional y ancestral era siempre ligarse de alguna manera con mujer. Digo con mujer y no a la inversa, porque casarse era cosa de hombres. La mujer no se casaba sino que la casaban, por lo tanto no habia lugar a materia de  reflexión ni consejo a ella dirigido a este respecto sino únicamente  indicaciones de cómo obedecer mejor en la situación en que estaba pues no se piensan  ni se  meditan las ordenes. Ni la mujer  ni los bueyes de trabajo  se casaban. Es por eso que la voz habitual  enconada en  el desprestigio y la burla  del matrimonio ha sido casi siempre, culturalmente, solo un discurso masculino. Ahora las cosas ya van de otra manera.    
Un joven e inexperto seguidor de Sócrates le preguntó a su maestro en cierta ocasión que le resolviese lo que sería mejor para su virtud, si casarse o permanecer célibe. El filósofo  le repuso:
Es igual, porque hagas lo que hagas  te arrepentirás” (1)
Esta visión pesimista del matrimonio   situada en la circunstancia histórica y cultural en que se produce  le da un sesgo que hoy dia se llamaría  “ machista” o de discriminación de género porque su entendimiento exacto se comprende mejor como menosprecio de la compañía de la mujer ya que depender de ella,  por un deseo no cumplido en el caso de celibato, o por una convivencia en el caso de matrimonio no significaba en ningún caso algo virtuoso. La mujer no era ninguna inspiración razonable. Sócrates mismo  así lo entendía expresándolo de manera inversa en otra ocasión.  Así lo relatan muchos, entre ellos Aulo Gelio cuando  dice que Alcibíades, asombrado  del mal carácter de la mujer de Sócrates, Jantipa, que hacía gala de su ira y mal humor “característico de  las mujeres”, “irarumque et moilesrtiaurm mulebrium!” le   pregunto al filosofo qué razón tenía para no echarla de casa.
“Quoniam," inquit Socrates "cum illam domi talem perpetior, insuesco et exerceor, ut ceterorum quoque foris petulantiam et iniuriam facilius feram."
“Porque, le dijo Sócrates, al sufrir a una mujer asi en casa, me acostumbro y ejercito la práctica de sobrellevare más fácilmente también la petulancia de otros fuera de casa”  (2)
Lo cual es una versión  en clave  filosófica de la siempre discriminación  y menosprecio   hacia la mujer.
Con el mismo humor socarrón, a un vecino mío, solterón convencido  de más de 50 años cuando le preguntaban si no estaría mejor con una mujer, respondía: “lo mejor es vivir  con uno mismo,…con tal de llevarse bien”.

 Pero, salvando esa intención, tomemos la anécdota del discípulo de Sócrates  y de mi vecino en otros términos que nos hayan de servir mejor para esta reflexión sobre el asunto del casarse y de los inconvenientes del matrimonio o de su contrario.  Puede aplicarse hoy día al casarse  sin más, es decir significando una visión pesimista  del compromiso  público de compartir vida entre dos personas y de la obligación  sancionada jurídicamente- matrimonio-  de soportarse mutuamente.

En todo caso hemos de reconocer que la respuesta de Sócrates es más divertida y socarrona que la fanática y negra  de aquel Paulo de Tarso de que era

         “ mejor casarse que abrasarse”. (3)

 Desde este   texto paulino  de elogio de la castidad  como mejor condición humana y especialmente para  ministerios divinos  multitud de abrasados ensotanados  andan dedicándose impunemente  y masivamente a la pedofilia

Yo estoy casado y lo he hecho dos veces pero tanto mi hijo como mis dos  hijos mayores no lo han hecho y ni han pasado por altar ni por juzgado alguno al decidir convivir con sus parejas , cosa que ocurre cada vez con mayor frecuencia según las estadísticas sociológicas del fenómeno en nuestro tiempo.

En mi juventud  también pensábamos que el no casarse  era la situación óptima y más coherente con neustra forma de pensar pero a la que nadie recurría por cobardía, contrastando  con la franqueza con que hoy día se hace. El argumento era solido  y aparentemente irrefutable. Si existía amor, el lazo no necesitaba “ papeles” que nada añadían moralmente ni afectivamente. Si terminaba la “’afectio maritalis” el vínculo jurídico de “los papeles” era un incordio difícil  de resolver sin  un sufrimiento que la burocracia añadía al ya producido por la ruptura. Todos estábamos de acuerdo, con realismo,  que si bien  la hipótesis del amor era cierta, pues nadie se casa hoy día por simple conveniencia o acuerdo parental,  este amor que se juraba eterno tenía una media entre 18 y 24 meses, según las estadísticas más verosímiles porque.

“…ser feliz cansa, y aún abruma/ como cansa y abruma la familia” (4)

Sin que  tenga conocimiento de su verificación por alguna estadística también se suele decir que  a los siete años los matrimonios entran en crisis.  Aunque esto puede ser mas bien atribuible  al habitual poder que se le concede al número siete que ya desde antiguo se advertía que.

“hay mucha fuerza y poder en el número siete según se advierte en muchos fenómenos de la naturaleza”.(5)

El escritor romano Varron señalaba  que se daban mas riesgos contraer enfermedades en los días que son múltiplos de siete siendo esos días los mas  críticos de todos  de la misma manera que el ultimo dia de la semana, el séptimo parecía ser entre los más propicios a la enfermedad.




No se debe dar crédito a estas predicciones que son contrariadas  por nuestra experiencia de la vida cotidiana  donde, además de los divorcios y separaciones  se dan también las permanencias. Por una razón u otra, pero se dan. Una de las causas puede ser la transformación de la pasión por otra pasión diferente, incluyendo en el entendimiento de esto que  el sustantivo pasión viene del verbo padecer que se refiere a un sentimiento pasivo. De la pasión, como indica el verbo mismo, somos sujetos pasivos no activos. Si en el enamoramiento se daba la eficacia de la belleza sobre nuestros sentidos, en el casamiento  se da otra forma de impresión . Aulo Gelio tiene una formula brillante para explicar esto. Llama a la belleza que encontramos en las esposas ( o en los esposos, a los guie también seria aplicable aunque no fuese la intención del autor), “ uxoriam forma”, belleza conyugal , que es una especie de belleza equilibrada que no posee las desmedidas de las bellezas fuera de la institución matrimonial. También la llama “ stata forma”, belleza tranquila. ( 6)

Siempre en aquella interminable protesta  intervenía  el sapiente  que decía  que el error  de ese razonamiento era nuestra concepción de lo que era amor pues no consistía éste en  el enamoramiento de mero alcance individual  y emocional  sino en el compromiso de convivencia y que cualquier compromiso humano en que intervienen dos   deja de ser un compromiso privado y apela a lo público como ocurre en los contratos de todo género en que se comprometen la palabra y la conducta. Los efectos de  los compromisos son siempre más extensos y no limitadas a ias partes sino que apelaban a la comunidad como testigo, que daba fuerza al acuerdoy hasta protegía al más débil del abuso de los compromisos incumplidos o leoninos.   Si no existiese esa dimensión pública de la palabra dada, toda palabra que se diese no sería sino un hueco pronunciamiento sin responsabilidad en que el más fuerte sacaba más partido.  El matrimonio era el prototipo de las obligaciones que se contraen en sociedad, en los que todos se portan garantes. Esa garantía lo era particularmente para el más débil  de manera que no quedase a merced del más poderoso. Esta última protección se confirmaba  en que la institución del matrimonio era más deseada por la mujer – la parte débil- que por el hombre.

El razonamiento se sustentaba en una lógica de  un orden  más amplio que la refutación que apelaba a razones de orden  psicológico. Su fundamento era el mismo que el de la propia sociabilidad humana. Practicar una buena sociabilidad que garanticé por una obligación jurídica la debilidad del lazo afectivo, no es mucho al lado  de un compromiso ante la conciencia leal y virtuosa que debería seguir a la palabra dada de amor pero tal vez sea lo único accesible a los seres humanos falibles  y necesitados tanto de esa ilusión de amor eterno como de garantías que lo apuntalen. Finamente el matrimonio se hace “ como si” hubiese de ser indisoluble por razones  de comprender y compensar  la debilidad de nuestros deseos y requerimientos contradictorios  . Se produce   por una necesidad de aseguramiento que va precedido de la comprensión  realista y tolerante  de nuestras pasiones. Aseguramiento propio de la debilidad, y debilidad que compartimos precisamente entre dos en ese momento del juramento de pareja.   Como decía Rousseau  para referirse, esta vez no solo a la sociedad de dos sino a la entera  sociedad humana.

“ lo que hace sociable al hombre es su debilidad,  quienes ligan  nuestros corazones a la humanidad son nuestra miserias comunes” (7)

Este reconocimiento  de fragilidad mutua,  no implica una negra resignación sino una muy íntima felicidad  de reconocerse  mutuamente indefensos  y falibles

El matrimonio, en este sentido, sería la institución cultural extrema que por antonomasia  realiza de la manera más aguda el carácter artificial de las creaciones humanas. La cultura contra la naturaleza. La metáfora como  recurso más humano. Los biólogos se las ven y se las desean para encontrar en el mundo natural no ya una institución- el animal no instituye-  sino un símil  de  pareja estable. Solo es característico de lo humano, la metáfora, y el matrimonio es la metáfora institucional de un   amor eterno que solo excepcionalmente debe quebrantarse.



Ahora quiero extenderme sobre una  de las objeciones más comunes. No todos compartirían los párrafos anteriores. Para aquellos que, como las instituciones humanas, o la moral misma, debe de estar fundamentada en la  naturaleza, las cosas se ponen complicadas al enfrentarse al matrimonio. Diderot, por ejemplo, con Helvetius, sostenía que la moral esta fundamentada en la naturaleza, ambas cohabitan en el mismo escenario: el de ser guía de  comportamiento. La verdad de nuestra conducta está en la naturaleza no en la moral, que es “artificial”. Las relacione sexuales deberían ser libres.   Pero si es así, se pregunta Diderot, ¿ que pasa  cuando no hay acuerdo en la relación y uno no quiere relación sexual cuando el otro si lo desea?. Pues Diderot y  los “ naturalistas” no vacilan y siguen con si  tesis: la naturaleza dicta que el hombre es más fuerte y por lo tanto su violencia y su voluntad son propias de la naturaleza y su comportamiento justo. Si la violencia está en la naturaleza, la violación misma es justa no es un crimen. En su caso extremo, la vinculación de la moral a la naturaleza  no es sino identificar pura y simplemente el derecho y la fuerza. Al igual que Helvetius, está en la naturaleza humana obedecer a su propio  interés ( incluso  llega a constatar como universal y natural por lo tanto  que el hombre prefiera- si no existiese la amenaza de la vergüenza- guardar su fortuna y bienes antes que dejar morir a sus hijos y mujer.) La vida social entera se somete a esa ley “natural”.  Los personajes de Sade, de su “Philosophe dans le boudoir”, que encuentran  en la naturaleza humana que lo propio es  hacer sufrir a otro, no serían , pues,  más que la continuación de esta posición.

“La destrucción es una de las primeras leyes de la naturaleza, nada que destruya puede ser un crimen”  dice el marqués de Sede,  “ No tengáis otro freno ni otra moral que la de la naturaleza” (8)

¿Dónde hay que pararse? ¿Cómo se descubre que es esa naturaleza? Diderot responde  que por el estudio escrupuloso de los hechos. Diderot dirige su mirada hacia la observación y sobre todo a la del mundo animal. La primera observación en ese sentido es la naturales animal de los humanos. La verdad en la sociedad seria expresada por la zoología. Diderot  recomienda a los especialistas en animales la observación y conocimiento de la especie humana. Es conocido  el peligro de esa perspectiva: tras haber  comparado a los hombres con los animales se corre el riesgo de tratarlos como tales. :

“No hay nada sino delirio fuera de creer que en el universo haya otra cosa separable de las leyes de la naturaleza” (9 )

El hombre está enteramente determinado por la naturaleza, no goza de ninguna libertad personal y no tiene manera de escapar a ese destino. La  pertenencia a su destino natural está dada de una vez por todas. De ello se seguiría la facilidad de reconocer lo bueno de lo malo, que  es tarea de la ciencia.  
   

“La ley civil no debería ser sino el enunciado de la leyes de la naturaleza”.   (10)

 Otra forma de decirlo sería   expresando que la mejor sociedad es la que dispone de menos leyes y que siga en todo a la naturaleza.

“Que breves serían los códigos de las naciones si nos conformásemos rigurosamente al código de la naturaleza” (11)

 Es, en realidad una versión del laissez- faire económico desregulado   pero en materia  moral: “desconfiad de todo aquel que quiera poner orden”.

Esta deriva es adonde nos lleva la argumentación contraria a lo que vengo diciendo, que el matrimonio es una institución cultural y es por esta condición, como otras instituciones culturales humanas, que es digna  porque es “artificial”, es decir una creación del cosmos  del hombre libre y  no es “natural” es decir no es   nacida  de la necesidad  irresistible de la biología y otros cosmos que las trasciendan. Diderot y Helvetius al maldecir de lo artificial, estaban maldiciendo paradójicamente de la libertad. Rousseau, más perspicaz, condenaba  la “artificialidad” de las artes y las costumbres como crítica a las circunstancias sociales desiguales e injustas de su época, pero su hombre había devenido frágil al devenir hombre, “carente de instinto”  y necesitaba de toda la institución social. Incluida la república y la voluntad general que la legitimaba en la igualdad con justicia. Aplíquennos esto al matrimonio y tendríamos una pequeña república de dos iguales  compartiendo el riesgo de lo libre y, como contingente como tal libre, de lo susceptible de disolverse. 

 Continuando pues  con el hilo anterior a esa reserva  a lo Diderot , la institución del matrimonio seria tanto más digna cuanto más humana , es decir , cuanto más fuese institución  cultural  de los seres humanos  y del cosmos que ellos construyen para si mismos   en que no interviniesen los dioses  ni los absolutismos  que lo refieran a cosmos vengados   de la naturaleza  de la divinidad ajenos a neustra libre creación que pretendiesen dictar neustra condiciones y dependencias de vidas. En ambos casos de absolutismos, tras de ellos se esconde el poder de unos sobre otros. En el del absolutismo de la naturaleza, el macho poderoso, y el laissez faire de los empresarios,  tras el absolutismo del catecismo y del sacramento (“lo que Dios ha unido no lo separe el hombre) el poder de la corporacio0n de los portavoces de Dios.



Quizás por esto haya llegado el momento de que por tener   que  insistir en esta necesaria ausencia de otros mundos trascendentes haya que insistir exageradamente y como reacción, en  exigir que ningún público intervenga como sospechosos que son de haber sido siempre e históricamente cómplices de la alienación de nuestras relaciones y dejar estas relaciones al arbitrio de dos únicamente.  En esto   entiendo perfectamente a mis hijos jóvenes no pasados por altar ni juzgado y otros tantos como ellos. Dejar que el minicosmos cultural de la mini-comunidad pareja elija su institución y forma dada   la traición de   las otras comunidades en abandonarnos y entregar estas relaciones en las manos de dioses , catecismos, teólogos juristas y psicólogos que han querido hacer dogmas absolutos de algo cuya dignidad es compartir un compromiso de fieldad frágil, en que entrasen ,  pero ya  sin  funciones de una autoridad de la que abusaron, sino como simples invitados al banquete  en la alegría de las bodas todos los demás.  De igual manera que dejaron de regularse contractual y jurídicamente  las dotes matrimoniales- obsesión jurídica y moral que dominó una buena parte de la  historia del derecho durante tantos años- para dejarlo a la generosidad de los amantes, o dejaron de establecerse reglamentitos  sobre obligaciones derivadas de noviazgos y prenoviazgos e incluso sobre la obligación misma de casarse .(11) Quizá fuese hora de dejar mudas las leyes y las instituciones en este asunto y dejar que cada cual vaya con su cada cual. La única imposición, como todo lo que pone en relación a dos, es la de que las condiciones nunca sean de dominación sino siempre entre iguales. Ahí, entonces si debe de intervenir la república.

 Pero hablar de igualdad  en una sociedad que dejó ya descolgada la  fraternidad de aquella trilogía revolucionaria, parece cada vez más utópico, siendo más verosímil, al paso que vamos, que se descuelgue a continuación también la libertad.

Que la relación  estable de pareja  en la forma de matrimonio  esté  vinculado a lo institucional más que cualquier otra relación también  estable de orden afectivo, como la amistad ha hecho que históricamente por más esfuerzos que se hayan hecho para dotar al matrimonio de un lazo afectivo similar al que tienen las relaciones no legalmente  reguladas hayan fracasado o solo se mantenga  con un esfuerzo movilizador de propaganda desorbitado. Así el amor en el seno de la amistad, de la camaradería, ha gozado desde siempre de un fundamento  más estrecho, más cercano a lo cierto y no a lo convencional que el matrimonio.

“ praestat amicitia propinquitati”
“Vale mas la amistad que la parentela” (13)

 Cicerón  sabía muy bien distinguir el fundamento de cada ámbito, el amistoso, el religioso y el societario ( donde se encurta la sociedad conyugal)

“veritate amnicitia, fide societas, pietate  religió  colitur”
“ La amistad se alimenta  de la verdad, la sociedad de la fidelidad, la religión de la piedad (14)

Aristóteles, no obstante, distinguía de entro lo societario, lo político, pues el fundamento de la polis y de la civilidad ya no era un mutuo acuerdo o convenio, sino un verdadero afecto: la philia.

Pero en toda la antigüedad ,de las tres sociedades, la  única reconocida como sincera- se alimenta de la verdad ( “ veritate amicitia”) y propia  de los sentimientos de amor es la amistosa.

En cualquier caso en ningunos de los grandes pensadores se ha puesto el matrimonio entre las cosas que se nutren  de amor sino de respeto mutuo, fidelidad y cierta condescendencia hacia el otro y complicidad con sus intereses  que proporciona  el hábito de convivir.  Ni siquiera con la revalorización individualista del amor mundano, el amor cortesano de la lírica de la baja Edad Media , que fue como un precedente lejano del amor romántico, el amor  se situaba  con todas naturalidad y sin que constase ningún chirr¡amiento moral,  no en el matrimonio sino  fuera de él. El matrimonio, e incluso la familia misma-  como lugar privilegduiado del amor es un fenómeno relativamente moderno.

Quizás habría de situarlo  el final del romanticismo, como un consuelo del amor romántico  frustrado y refugiado  en su huida , como mal menor, en el casamiento.  En esto terminó abundando la condición  cada vez más agresiva y dura del hombre en nuestras sociedades industriales, separado de vinculos afectivos con la inmediatez de la polis y del grupo por la alienación del trabajo, del ocio comercializado, del consumo , del régimen frenético , lucrativo  e inhumano  del curso de nuestras vidas que solo podían encontrar un refugio consolador  al margen de la rentabilización económica y empresarial de todo en  el matrimonio. Como un Havre de paz, un puerto alejado de las tempestades y de la rentabilización de toda relación humana a imagen del mercado económico. Por eso la exigencia  que pesa sobre el matrimonio lo excede dado que no está hecho para soportar ese peso y esa responsabilidad.  El matrimonio no puede ser más de lo que es: una institución societaria de estabilidad y promesa responsable avalada por contrato, es decir por la presencia de una sociedad testigo garante. Pero  no es el lugar sagrado del amor y tampoco este último sentimiento  basta para resolver la situación de enajenación del producto del trabajo, la enajenación del tiempo de vivir, el sometimiento, la desigualdad, la “corrosión del carácter”(14) que podrece neustra civilización occidental. Para toso eso,  l´amour ne suffit pas, y el matrimonio aún menos. 

Solo, por la inyección masiva de publicidad y promoción de la imagen de celular afectiva  se sostiene y resiste la presión que le haría explotar sin remedio. Basta ver la falsedad flagrante las películas americanas de serie B exaltando empalagosamente e inverosímilmente los lazos de afecto  familiares y su  “love you” repetido hasta la indigestión para darse cuenta del carácter publicitario- y de mala calidad-  añadido de la cosa. Al final de cada film empalagoso de esos  es cuando con más fuerte es la tentación del grito de Gide. 

“ Familles je vous hais!”
Os odio, famnilias !" (16).

(1).-Jenofonte.-Memorabilia
(2).- “ (Aulo Gelio.-Noches Aticas, Lib I, cap  XVII.
(3).-San Pablo “Epístola a los Corintios” I, 7 9
(4) .-Luis Alberto de Cuenca “ Vamos a ser felices yotros poemas”.-Lucena 2003
(5).- Aulo Gelio “ Noches Aticas”.- Liub III, X
(6).-Aulo Gelio Ibid. V,XI
(7) Rousseau.-“·Emilio”- IV.IVC, 503
(8).- Marquis de Sade.-“Le philosophe dan le boudoir”.- Oeuvres  Completes.-J:J:Prevert 1968.-p 243
(9).- Diderot.-“Supplement au voyage de Bouganville”.-Ouvres philosphioes.- Garncier 1964.- Pag 482
 (10).-Diderot.- ibid. p 510-505
(11).-Las mas antiguas leyes romanas estabklecian la obligación de casarse y esto era vigiladio para su cumplimiento,  con mayor op menos celo, según las épocas, por los censores. El matrimonio romano era  regulado minuciosamente  y su fundamento era el poder  casi absoluto del “ pater familiae”sobre todo lo ue consoitituia la familia esposa, hijos, esclavos, clientes y la sumisión de la mujer.. El más antiguo era el matrimonio "cum manu". En virtud de este matrimonio el padre renunciaba a la patria potestad sobre su hija para asumirla el esposo. La mujer estaba sometida a la autoridad de su marido "filiae  loco", i.e., a manera de una hija, por lo que su esposo podía castigarla incluso con la muerte en caso de faltas graves (infidelidad, ...).El matrimonio "cum manu" fue sustituido a partir del siglo II a.C. por el matrimonio "sine manu", en que el padre, a pesar del matrimonio, conservaba la "patria potestas" sobre la hija. Esta circunstancia daba cierta independencia a la mujer, y más cuando la dote que aportaba al matrimonio era cuantiosa, ya que el marido hacía lo posible para no contrariarla y no perderla con un divorcio.
(12).- “Ciceron. Lelius De amicitia 19
 (13) (  Cicerón Pro Quintio 6,25).
(14).- La corrosión del carácter.-Richard Sennet.-Anagarma 2206 Madrid.
(15).-Andre Gide.-Les nourriture4s terrestres
 


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