Por Miguel Angel Domenech
¿Y que otra cosa
puede ser la patria
si no el país en que
se es ciudadano
Con mucha frecuencia olvidamos el hecho de que a los hombres les mueven más
las pasiones políticas que la razón y por lo tanto prescindimos de pedir a los filósofos políticos que
contribuyan a fijar un lenguaje renovado renunciando a formular y elaborar argumentos que sean de utilidad en el debate público.
Por parte de los teóricos de la izquierda parecería que apuntar esta advertencia sería o bien embarcarse
en un cinismo propio de los partidarios de una realpolitk o bien adoptar posturas impropias de un individuo pensante serio . Pero, a despecho de
este comportamiento, una de las principales tareas de la filosofía política hoy,
es que contribuyan a que los debates políticos
teoricos no se libren como si lo fuesen entre agentes hipotéticos, incorpóreos,
desapasionados y racionales que hablen lenguajes ideales. Es como si se pensase que en política debe estar ausente el pathos, la pasión, para que
sea racionalmente legitima. Como si, limitada
el campo de lo racional, todo pathos fuese patología,
en el sentido de enfermedad. Como si,
aceptando la pasión y reconociendo que existe,
ésta hubiera de ser forzosamente
una desviación. Que “hay que tener
opiniones y pasiones “ , como decía Montesquieu, todos lo sabemos por
haberlo experimentado por poco que nos hayamos implicado atendiendo a nuestras obligaciones políticas.
Entre las perversiones que mas incurrirían en esta desviación
estaría, entonces y según esto, el patriotismo. El patriotismo, se vincularía
inevitablemente y en primer lugar con el
nacionalismo, y por lo tanto con todo lo prepolitico: historia, sangre, lengua,
nacimiento (natio),… es decir, lo que no nos pertenece sino que nos viene
dado sin nuestra libertad. En segundo lugar, y también inevitablemente, se consideraría
como uno de los subproductos de esa
perversión pasional que nunca puede legitimar la opción política. En tercer
lugar, se incurriría de inmediato en el anatema de los trabajadores que no tenemos patria sino clase. Tres
maldiciones pesan, según vemos, en la
sospechosa noción de patriotismo.
Aquellos que se asignan a si mismos a la izquierda política
más radical y que se nutren con esta sospecha resultan forzosamente pasmados cuando se tienen que enfrentar al
discurso de sus autores y protagonistas políticos clásicos
favoritos y precisamente más radicales. Porque de inmediato resulta que el apego a la patria podía coexistir en estos autores con el ideal de la república.
Así, en la
Francia revolucionaria los “citoyens” son “enfants de la patrie”,
hijos de la patria, tal como su himno lo expresaba, y, tal como quería Rousseau, esa patria era
verdadera “madre”:
“Que la patrie se montre donc la mère commune des citoyens” (1)
Aun más claramente reaparece con Robespierre, en cuyo discurso el amor a la
patria fundamenta nada menos que la propia democracia popular:
“ ¿Cual es el fundamento del gobierno democrático popular?: la virtud.
…esa virtud que no es otra cosa que el
amor a la patria y el amor a las leyes “(2)
Ellos veían – y vivían- que la ciudadanía republicana se
alimenta de una “pasión” política, no solo de una razón. ¿Porqué es una pasión,
una opción, y no simplemente una deducción racional? Porque nacía de una experiencia: la experiencia de ser
ciudadano, de construir conjuntamente el espacio publico, afirmar nuestra humanidad. (
en términos arendtianos) y de tomar
conciencia , por esa experiencia
precisamente , que el compromiso político
- y nuestra polis con él, - forma parte
del desarrollo de nuestra personalidad y nos implicamos por entero.
El discurso de Robespierre en que aborda, como si de a
misma cosa se tratase, la virtud republicana
y el amor a la patria nos pone sobre la
pista de que ambas cosas están hechas de
la misma madera: la madera de lo político. La izquierda latinoamericana nos ha
sorprendido siempre a las izquierdas europeas, al entenderlo esto mejor que nadie: ¿ Que significa si no el “ Patria
o muerte” de las revoluciones
americanas? Esta “Patria o muerte”
nos indica además que el patriotismo no puede quedar reducido a un sentimiento
subjetivo propio de sensibles
poetas sino que es una verdadera
“ institución” política.
En Cuba una consigna
de movilización y un cartel en la plaza, en la Revolucion Francesa
su himno,…porque el patriotismo, como institución republicana, se construye, se
fomenta, se hace por los ciudadanos, una
virtud cívica, una cultura, una institución política y no
una institución natural como la sangre, o
el nacimiento como pretenden los
nacionalistas partidarios de la Natio , los nacionalismos étnicos. Ese discurso tan mantenido en las revoluciones latinoamericanas a pesar de nuestra perplejidad, mantiene y continua la lógica del de Pericles en la Oración Fúnebre. En el conocidísimo texto puesto en boca de Pericles por Tucidides, los muertos que se les rinde un homenaje sirven también de recordatorio de cual es el ethos de la democracia ateniense y -como Castoriadis señala- los atenienses muertos en la lucha han sido verdaderos - dice literalmente Pericles - " enamorados" ( "erastai") de la polis. Ese enamoramiento pasional por la patria, por la polis de Atenas , no particulariza el significado de su lucha, sino que muy al contrario, para ellos " la tierra entera es su tumba". Cuando nos acercamos con un prejuicio no exento de cierto desdén a las consignas patrióticas de la revolución bolivariana de Chávez y a los innumerables " patria o muerte" chevaristas y castristas, atribuyéndolo con cierta condescendencia a las circunstancias independentistas y anticolonialistas de su singularidad histórica en realidad, estamos alejándonos de una de las formulaciones mas radicales de la democracia: la democracia de los atenienses. Ellos están mas cerca de Pericles que nosotros.Del mismo modo que están mas cerca de los " citoyens" franceses del proceso revolucionario 1792-94 que eran denominados y se denominaban a si mismos- de manera insistente y habitual en el vocabulario politico- como los " patriotes", contra los que amenazadoramente se enfrentaba la reacción del interior y del exterior.
Continúa el mismo discurso Robespierre, por un camino que nos muestra otra de las claves del patriotismo republicano
y que se engarza con lo anteriormente dicho acerca de la expresión patriótica de los movimientos revolucionarios
latinoamericanos: la igualdad
“Pero como la esencia de la republica,
o de la democracia es la igualdad , se concluye de todo ello que al amor a la
patria abarca necesariamente el amor a
la igualdad. Es verdad tambien que ese sentimiento sublime supone la prioridad
del interés publico sobre todos los intereses particulares; de lo que resulta
que el amor a la patria supone también, o produce, todas las virtudes, pues ¿
acaso son ellas otra cosa que la fu erza
de ánimo que otorgpa la capacidad de hacer tales sacrificios ¿Cómo iba a poder
el esclavo de la avaricia y de la ambición, sacrificar su ídolo por la patria?. (2)
Al vincular el
patriotismo con la virtud cívica, con el
amor a la igualdad, con el interés
general , con el autogobierno soberano del pueblo, no puede resultar un patriotismo verdadero
mas que en democracia y en republica, donde todos son iguales y libres, y no
podria existir patriotismo en monarquía porque , en efecto:
“No solo la virtud es el alma de la democracia, sino que tan solo
puede existir bajo ese gobierno. En la monarquía, yo no conozco mas que un individuo
que pueda amar a la patria, y que por ello mismo no tiene necesidad de virtud:
es el monarca. La razón estriba en que, de todos los habitantes de sus estados,
el monarca es el único que tiene una patria.¿Acaso no es él soberano?¿No ocupa el lugar del
pueblo? ¿Y que otra cosa puede ser la patria sino el país en que se es
ciudadano y miembro del poder soberano?”(2)
Podemos volver nuevamente a Rousseau que continúa el
párrafo citado anterior:
“Que la patria se muestre pues como la madre común de todos los
ciudadanos, que las ventajas de las que
gozan en su país le hagan quererle, que el gobierno les deje participar en la
administración publica para sentirla como propia y que las leyes sean vistas
como una garantía de la libertad común. Estos derechos que parecen tan hermosos, pertenecen a todos los hombres
pero, aparentando que no les atacan directamente, la mala voluntad de los jefes, reduce su efecto hasta no significar nada.” (1)
En la misma linea
que Robespierre supo interpretar tan bien, Rousseau afirma
que se “ quiere” a la patria cuando se forma parte de lo público como
cosa propia y cuando
la libertad es común, y advierte que si esto pierde su significado
es por causa de la oposición que a ese autogobierno hacen los jefes
El discurso del republicanismo clásico e incluso el de su versión
más radical, como vemos en Robespierre, nos muestra que existe un patriotismo
genuino que no es el basado en la genealogía, la herencia, la tradición, la
tierra, el condicionamiento biológico.
Un patriotismo que no esta referido a un
amor por lo que está dado, lo no elegido y heterónomo: lo lingüístico,
lo religiosos, la historia, las
condiciones del pasado, la ideologia de un futuro predestinado .Al
contrario, nace de un acuerdo normativo sobre lo elegido
por nosotros. Este acuerdo surge y se mantiene precisamente como una emancipación de todo aquello que nos obliga contra nuestra
voluntad, sea por naturaleza o por voluntad de los poderosos desiguales. Este
acuerdo se suelda como una “virtud” moral y una pasion: el “amor a la patria y
a las leyes”. El patriotismo republicano está, por lo tanto, en el corazón
mismo de lo que es la libertad republicana. La patria, el patriotismo, no puede
ser sino referido a “el país en que uno
es ciudadano y miembro del poder soberano”. El patriotismo republicano no puede
ser mas que el sentimiento propio de
ciudadanos, y por nada se define el ciudadano sino por el ejercicio de
la soberanía, por la participación en el
gobierno de la ciudad. Como decia nuestro Alonso del Castillo: “por ninguna otra
cosa es averiguado quien sea ciudadano
sino por la participación n el poder juzgar y determinar públicamente”(3). En
consecuencia la radicalidad que derivaría de un patriotismo republicano sería
la de un celo intransigente por el autogobierno. la participación activa en las
decisiones y la igualdad como condición necesaria.
A diferencia del nacionalismo, el patriotismo republicano
se alimenta de liberación frente a dominación. No es lo mismo el “llamamiento a la nación alemana” de un Fichte cuyo fin es afirmar una pertenencia
a algo superior que un desprendimiento de algo de donde se libera y emancipa. Este último es el llamamiento de los
sans-culottes, “hijos de la patria” movilizados
contra los tronos y las tiranías europeas para salvar la revolución y la república. Es este un patriotismo de liberación y de
independencia de dominaciones ajenas, el de Grecia contra los turcos, los italianos de Garibaldi contra el imperio y el
papado, de Fidel contra el imperialismo. Por cierto, este patriotismo no es ni
muchísimo menos por la razón de lucro de un nacionalismo hoy de
actualidad: porque una Catalunya
independiente se beneficiaria
económicamente y tendría una ventaja que de otra manera no tiene por
tener que cargar con el “peso” de un
intercambio económico desfavorable con
el resto del país. Es un nacionalismo cínico que casi desembarazado de ideología apenas disimula su sórdida naturaleza y motivación de beneficio capitalista.
Si contemplamos el asunto desde la perspectiva desde la cual
iniciamos este texto, el de la existencia de pathos, de pasiones, en la praxis política,
podríamos decir que el patriotismo es el
pathos – la pasión- de las repúblicas, y el nacionalismo, el pathos de las monarquías.
Por supuesto que entendiendo monarquía y república como formas de via y
constitución de una polis y no como formas de gobierno. Porque como
decia G Winstanley : “existe la monarquía de dos formas, como
gobierno del rey y como gobierno de los principios regios , y “donde hay opresión ente semejantes no habrá
gobierno de la republica sino gobierno monárquico”.(4) Lo propio del
espacio de dominación y desigualdad monárquico
es el nacionalismo, es decir el sentimiento de exclusión y dominación del otro , de guerra, lo propio
del espacio de iguales republicano es el patriotismo. Y de igual manera que del primero ha de surgir forzosamente las
guerras, la competencia, del segundo
nace la fraternidad.
La distinción entre nacionalismo y patriotismo no es
nueva, sino que existe desde la antigüedad..
En realidad Natio no tenía ni en
Grecia ni en Roma naturaleza politica.
En Grecia era el demos, una
circunscripción artificial de la población creada por el régimen democrático, la
base de identificación ciudadana. Los
romanos, por su parte, empleaban dos términos distintos patria y natio . Patria es un término referido siempre a
la res publica, un modo de vivir derivado de las leyes y la
organización política, natio indicaba
el lugar de nacimiento unido a la etnia.
Una de las causas del eclipse aquel sentido republicano del patriotismo está en la ideologia surgida en
los romanticismos del XIX que se alimentaron de todo género de espiritus de la
nacion, raices, genios nacionales,
sentidos y destinos de las historias de cada pueblo como folk,
ya no como demos. En aquellas fuentes beberían los irracionalismos
fascistas haciendo del patriotismo un nacionalismo como ideología reaccionaria
frente al ascenso de la conciencia y movilización de la clases trabajadoras,
que no era ese folk idealizado sino un demos políticamente activo. Asimismo
el nacionalismo, ya desvinculado de su antiguo lazo de fraternidad con otras republicas, sirvió ideológicamente para legitimar, desde
aquella época también, las políticas de expansión colonial tan necesarias al
desarrollo a gran escala de la explotación capitalista.
Sufrir las consecuencias
de esta falsificación es algo particularmente entendible entre nosotros, los españoles, por la
experiencia reciente vivida del nacional-catolicismo. Entre los italianos,
igualmente victimas de aquella peste
brune,- para ellos de color negro y
para nosotros de color azul- la vivencia de la falsificación del patriotismo en
nacionalismo, se expresa estupendamente en lo que
Calamanrei escribía en 1943, después de la caída del fascismo, palabras que podrían ser de tantos españoles que han vivido los
similares acontecimientos acaecidos en nuestro pais:
“Una de las culpas mas graves del fascismo ha sido matar el sentido de
la patria. El nombre de la patria ha causado repugnancia durante veinte años:
esa presuntuosa v vanidad que no sabia hablar de Italia sin añair que todo el
mundo miraba haca Roma, ese tono de de autoritarismo intimidatorio de teatro de
marionetas que se infundía desde los discursos del Duce hasta el locutor de
radio, hicieron que cualquier alusión al patriotismo resultase difícil de
digerir. Se tenia la sensación de estar ocupados por extranjeros. Esos
italianos fascistas que acampaban en nuestro suelo eran extranjeros. Si ellos
eran italianos nosotros no lo éramos.”.(5)
En España a los enemigos del régimen fascista se les
llamaba “antipatria”, y la peor consecuencia
de esta descalificación es que, efectivamente, los enemigos de aquella tiranía
odiosa, se lo creyeron, aceptando la injuria
, arremetieron contra la patria para desprenderse del insulto en un algo asi como un infantil y
descarado “ Somos antipatria, ¡a mucha honra!”. En su lugar una madurez
reflexiva republicana optaría por denunciar, como León Felipe desde el exilio,
a los que nos privaron de todo y hasta nos robaban la patria misma. En su lugar, una reflexión
ilustrada republicana, reivindicaría el patriotismo – no del nacimiento, origen
o imaginario destino común - sino de ese
espacio constituido por las leyes que
nos damos nosotros mismos, autogobernados iguales y emancipados de toda
dominación.
En aquella España salida de un golpe militar, conglomerado
reaccionario de caciques, señoritos
chulos, banqueros y potentados, fanáticos católicos, militares embrutecidos en
derrotas coloniales, bendecidos todos
por la Iglesia
y la venganza, el patriotismo fue en efecto, “ el ultimo refugio de los
canallas”. Pero fueron muchos los vencidos
que no se dejaron identificar como “canallas” por su patriotismo y basta
escuchar la pena de los exilados
,privados de su patria, a la que “habian matado” : de Leon Felipe, Garfias, Emilio Prados, Alberti,
Guillen, ,Herrera Perete, Blas de Otero, Eugenio de Nora, Valente, ,…la patria
cuyo recuerdo obsesivo “envenenaba los sueños” de Cernuda . la patria que hacia clamar a
Cesar Vallejo: “ si la madre España cae, -digo es un decir- salid niños
del mundo, id a buscarla”, la patria perdida de Machado que muere nada mas probar el exilio .(6)Patriotas
exiliados por haberse atrevido a concebir la patria como un lugar donde no
debía “ararse el feudo del señor y servir al rey” como expresaba León Felipe.
Es comprensible que el patriotismo así enfocado – el que
llega a decir que un Estado despótico no es tu patria por no ser la ciudad en
que todos pueden vivir libres- no tenga
un surgimiento espontáneo. No procede de vinculación natural sino de
conciencia reflexiva. Siendo el
patriotismo, como la virtud civica republicana, algo que se hace y no que se tiene
, ya no es una actitud automática e irreflexiva, no pertenece enteramente a lo afectivo-emocional, llega a ser mas
controlada que automática, tiene a ser una acción mas cercana a
las de tipo racional orientadas a fines o a valores , por expresarlo desde la perspectiva de la conocida topología del significado de las acciones
de Weber.
Que la patria, no sea una Natio, y que por lo tanto
patriotismo no se encuentra en nacionalismo, lo sabían muy bien los atenienses
de la democracia. Su polis no era un lugar, ni una tierra, ni una sangre, sino
los hombres, las instituciones democráticas, sus leyes. Como Tucidides lo
expresa: “andres gar polis”, “la polis son los hombres”, el
cuerpo de los ciudadanos bajo las leyes que se otorgan. Como lo cuenta
Herodoto(7),cuando Temistocles, antes de la batalla de Salamina, hace desplazar
a la poblacion de los atenienses a la isla de Salamina, dice que están
dispuestos a fundar Atenas en otro sitio. Esto a pesar de la fuerte conciencia de los atenienses de ser
“autóctonos”, es decir “nacidos de la tierra”.
Quiere decir, que aun existiendo un componente territorial en la polis,
no es ese territorio quien la define esencialmente sino la colectividad
política de los ciudadanos. La polis no se encuentra entre las murallas ni
definida por las fronteras sino por los
ciudadanos y sus leyes. Por esa misma
razón para Heráclaito “deben defenderse las leyes mas que a las murallas”. Pero aún asi, ser un apolis,
un sin-patria, un a-patrida, era una desgracia propia de un desterrado vagabundo como Edipo errante, o
alguien que había cometido un exceso de hybris, un desmedido, según lo califica
la antistrofa 2ª de la Antigona
de Sófocles, a quien debe privársele de ciudad
y de patria por esa desmesura. En ese famosos stásimo de Antigona se exalta la naturaleza extraordinaria del hombre: “ Andan
por ahí infinidad de cosas formidables,
pero ninguna mas formidable que el hombre…”(8). Para ese hombre - capaz
de transformar todo lo que encuentra,
mares, tierras, naturaleza, crear
lenguaje y leyes, …- existe el riesgoo de la desmesura, y Sofocles echa mano para calificar esa disposición
humana al exceso soberbio, de la figura de quien pasa por encima de la polis y no comparte la ciudadanía. El apátrida es un
delincuente de la soberbia al mismo
tiempo que serlo es un castigo por algún exceso. En la misma linea ateniense ,
el excesivo y peligroso protagonismo politico , en tanto que riesgo para la
democracia, podira se rcastigado con el ostracismo . No
poseer patria o perderla, no querer polis,
o ser rechazado por ella, era la
maldición propia de lo soberbio, lo desmesurado, lo tiránico, lo que debia de
ser rechazado y expulsado en democracia.
No otra cosa es, sino la práctica gestual y simbólica de
ese patriotismo emancipador, lo que hacemos cuando asistimos a las
manifestaciones publicas exhibiendo nuestras banderas rojas, tricolores, y
vistiendo camisetas y emblemas de orgullosa reivindicación. Entonces, no
rechazamos el ejercicio de un patriotismo republicano.
El patriotismo además sufre de la persecución de un
cosmopolitismo alejado de la realidad. Es Hanna Arendt, muy acertadamente, la que nos
señala que el drama de los apatridas es,
y ha sido históricamente, que sus derechos humanos no están protegidos, o lo están de manera limitada, frágil y precaria. Y que nadie está
seguro si no goza de plena ciudadanía y de la protección de una comunidad jurídica.
Como ella misma apunta:
“Se suponía (...) que los derechos humanos eran independientes de
todos los gobiernos, pero sucedió que en
el momento en que los seres humanos crecieron de gobierno propio y tuvieron que
acudir a sus derechos, ninguna autoridad quedó para protegerlos y ninguna
autoridad quiso garantizarlos” (9)
Para el nacionalismo , yo pertenezco a una colectividad , para el patriotismo liberal existe una colectividad que me pertenece, para el patriotismo republicano existe y construimos una colectividad que nos pertenece.
La apelación al cosmopolitismo estoico del “ciudadano del mundo” no puede evitar, incluso para definir su universalismo desencarnado, utilizar la expresión “ciudadano”, miembro cualificado de una ciudad, aunque su ámbito sea cuantitativamente extenso, el de la ciudad ideal llamada mundo. Otro tanto sucede con “los proletarios no tenemos patria”. Es una puesta en valor de la patria por medio de su negativo. En efecto, lo proletarios son los desposeídos de todo, incluido de patria, Su situación es la peor, la más injusta, la de “los parias- los apatridas- de la tierra”. Esos “nada de hoy”, sin patria, dela Internacional , “todo han de ser”, incluyendo la patria. El
internacionalismo proletario no debe interpretarse como un equivalente a un neoestoicismo cosmopolita, como muchas veces se hace, sino como una demanda que
pretende y provoca un vuelco de todo el sistema general de dominación siendo una situación de carácter universal y no
solamente una reivindicación corporativa
o circunstancial de un contexto local o
de un cuerpo social. El kosmopolités ,
el ciudadano del cosmos, - helenista e imperial- oponía la filosofía explicadora de
su actitud frente a un desordenado caos. Un caos de dioses, costumbres, sofistas, opiniones,
ciudades, opuesto a un cosmos ordenado de Imperio, Dios único, Verdad,
Providencia y su desarrollo en la Historia con sentido, un
cosmos de “cosmo-visiones”
explicativas sistemáticas. El
sometimiento de todo lo particular a una realidad más extensa que
comparte la lucidez del cielo de las Ideas.
El filósofo cosmopolita es un
eliminador de la diversidad adversa. En ese cosmopolitismo
universal contrario a las patrias de las polis fue donde llegó a alojarse con más comodidad el
cristianismo y fue al mismo tiempo un apoyo del reino único
de un Papa y una Iglesia. No tener
patria deriva en una sola patria no solo moral sino institucionalmente omnipotente. El sentido cosmopolita y su
filosofia, con la promesa de eliminar el caos de las circunstancias
elevándose a grandes vistas panorámicas
de lo Absoluto pagó el precio de contribuir
a las formaciones politicas imperiales..
La apelación al cosmopolitismo estoico del “ciudadano del mundo” no puede evitar, incluso para definir su universalismo desencarnado, utilizar la expresión “ciudadano”, miembro cualificado de una ciudad, aunque su ámbito sea cuantitativamente extenso, el de la ciudad ideal llamada mundo. Otro tanto sucede con “los proletarios no tenemos patria”. Es una puesta en valor de la patria por medio de su negativo. En efecto, lo proletarios son los desposeídos de todo, incluido de patria, Su situación es la peor, la más injusta, la de “los parias- los apatridas- de la tierra”. Esos “nada de hoy”, sin patria, de
Moraleja: el espacio dejado vacío por la desaparición de la patria la
ocupan fácilmente la nación y el imperio.
La oposición tenaz a toda forma de apelación a una
comunidad, es como una prohibición a decir “nosotros” .A los seres racionales,
por el hecho de serlo, no nos esta vedado decir “nosotros”. Al contrario, lo decimos precisamente porque la racionalidad
humana es intersubjetiva. Y esta intersubjetividad no nos aboca forzosamente a particularismos sino
a pluralismo. A la pregunta ¿quienes somos?
cada uno tiene una forma diferente de decir nosotros , definiendo
cada forma de decir nosotros una comunidad diferente. A esa pregunta, no
es el cosmopolitismo a ultranza la única respuesta. El planteamiento mas
consecuentemente cosmopolita
exigiría una comprensión plural y viceversa
porque al decir “nosotros los”, estamos apuntando a la Comunidad comprensiva de
todos los que dicen “nosotros”(10) y viceversa,
nuevamente. . Un auténtico
cosmopolitismo debe ser un cosmopolitismo de ida y vuelta.
Donde se sitúe espacialmente e institucionalmente esa patria republicana es otra cuestión. Que la república objeto de nuestra pasión patriótica republicana no haya de ser forzosamente un Estado, ni Estado-nación también es cierto. Precisamente la historia de Temístocles nos pone sobre la pista: la polis no es el Estado- institución separada de la colectividad como un ente técnicamente, organizativamente y jurídicamente distinto -, sino la colectividad misma. Pero el objeto de la pasión patriótica tendrá que ser república, es decir un cuerpo moral autogobernado por sus componentes , de iguales, y sin ninguna tiranía heterónoma ni interna ni externa.
Donde se sitúe espacialmente e institucionalmente esa patria republicana es otra cuestión. Que la república objeto de nuestra pasión patriótica republicana no haya de ser forzosamente un Estado, ni Estado-nación también es cierto. Precisamente la historia de Temístocles nos pone sobre la pista: la polis no es el Estado- institución separada de la colectividad como un ente técnicamente, organizativamente y jurídicamente distinto -, sino la colectividad misma. Pero el objeto de la pasión patriótica tendrá que ser república, es decir un cuerpo moral autogobernado por sus componentes , de iguales, y sin ninguna tiranía heterónoma ni interna ni externa.
Quizás la republica
que es la patria se identifique más bien con una “polis” que debe
ser y no con la “polis” que es. Seriamos así patriotas de la
“polis” (republica) de libres e iguales que haya de resultar de nuestra acción
emancipadora. No que deba encaminarse a ningun “destino” providencial determinado
por una historia protagonista cargada
de sentido, sino que resultará de nuestro propio protagonisno
humano actuando para crear el espacio común
que deberá ser libre para
ciudadanos libres. Pero el anticipo
de esa futura republica -de la que
tenemos esperanza y nos proponemos- puede darse en la polis que vamos construyendo
y que temporalmente y provisionalmente tenemos a mano. (¿El estado-nación, la región,
la ciudad,…?) El patriotismo republicano sería por lo tanto un patriotismo de
futuro, anticipado -por impaciencia y
esperanza revolucionarias,- en la comunidad política que por ahora tenemos a
mano.
En definitiva creo que es equivocado rechazar un
patriotismo, republicano- no nacionalista- como una respuesta políticamente
valida para hoy. y que patriotismo republicano puede romper la alternativa viciosa de tener que optar o por nacionalismo étnico o por ninguna
patria.
Los republicanos no podemos caer en la trampa que nos
tienden los nacionalismos de renunciar a nuestro patriotismo para
adoptarles a ellos.
……………….
Asi lo ve Maurizio Viroli de cuyo texto: EL SENTIDO OLVIDADO DEL PATRIOTISMO REPUBLICANO
(11) extraemos a continuación , a la
manera de ilustración, las citas extensas siguientes:
“ 1.-Rasgos
esenciales del patriotismo republicano:
Para los teóricos
republicanos clásicos, y sobre todo para los romanos, el amor de la patria es
una pasión. De forma más precisa: se trata de un amor generoso y compasivo por
la república (caritas reipublicae) y por sus ciudadanos (caritas civium). (…)
Hasta cuando el amor
por la patria respeta los principios de la justicia y de la razón, y, por
tanto, es denominado amor racional («amor rationalis»), tal como dijo Remigio
de Girolami, se trata del afecto por una república particular y por unos
ciudadanos particulares que nos son queridos porque compartimos con ellos cosas
importantes: las leyes, la libertad, el foro, el senado, las plazas públicas,
los amigos, los enemigos, la memoria de las victorias y el recuerdo de las
derrotas, las esperanzas, los miedos. Es una pasión que crece entre ciudadanos
iguales y no el resultado del consentimiento racional otorgado a los principios
políticos de la república en general. Puesto que es una pasión se traduce en
acción, y de forma más precisa, en actos de servicio al bien común (officium) y
de cuidado (cultus) (…)
Debe tenerse en
cuenta que para los teóricos republicanos la caritas reipublicae es una pasión
revitalizadora que impele a los ciudadanos a ejercer los deberes de la
ciudadanía y que proporciona a los gobernantes la fuerza precisa para acometer
las duras tareas necesarias para la defensa, o la institución, de la libertad (…)
Para los teóricos
republicanos la república es un ordenamiento político y una forma de vida. Esto
es, una cultura. Para describir el amor del pueblo por sus instituciones
republicanas y por la forma de vida basada en ellas, Maquiavelo habla, por
ejemplo, de amor al «vivere libero». Otros republicanos de su tiempo definieron
la república como «un tipo de forma de vida de la ciudad» («una certa vita
della città», Brucioli, 1982, p. 112).
Desde luego, el
patriotismo republicano tiene una dimensión cultural, pero es primariamente una
pasión política basada en la experiencia de la ciudadanía, no en elementos
prepolíticos comunes derivados del haber nacido en el mismo territorio,
pertenecer a la misma raza, hablar la misma lengua, adorar a los mismos dioses
o tener las mismas costumbres. Significa esto que el argumento de que el
patriotismo republicano no es una respuesta intelectual válida para las
cuestiones contemporáneas de la ciudadanía democrática porque «un credo político
es insuficiente» . está completamente equivocado, ya que el patriotismo republicano
no descansa en un credo puramente político.
Los autores latinos
tenían muy clara la distinción entre los valores políticos y los valores
culturales de la república y los valores no políticos de la nacionalidad. De
hecho, utilizaban dos palabras diferentes: patria y nati . Cuál de las dos se
consideraba más importante resulta bastante obvio. Los lazos de la ciudadanía,
como dijo Cicerón en De Officiis (I.17.53) son más próximos y más dignos que
los lazos de la natio.
Esta distinción y
esta jerarquía fueron reiteradas por los teóricos posteriores. En la Encyclopédie (vol.
XII, p. 178), por ejemplo, leemos que Patrie, no significa el lugar en el que
hemos nacido, como cree la concepción vulgar. Por el contrario, significa
«estado libre» (état libre) del que somos miembros y cuyas leyes protegen
nuestra libertad y nuestra felicidad (notre liberté et notre bonheur).Para el
autor de la entrada, el término patrie es sinónimo de república y libertad,
como lo era para Maquiavelo y para los escritores políticos republicanos. Bajo
el yugo del despotismo no hay patrie, por la razón muy obvia de que bajo el
gobierno despótico los súbditos carecen de protección y están excluidos,
precisamente como si fueran extranjeros (ibid.). Siguiendo los pasos de
Montesquieu, el autor observa que «aquellos que viven bajo el despotismo Orient
al, donde no se conoce otra ley que los gustos del soberano, otra máxima que la
adoración de sus caprichos, otro principio de gobierno que el terror, donde
nadie ni ninguna fortuna está a salvo, no tienen una patria y ni siquiera conocen
su nombre, que es expresión verdadera de felicidad .
Esto significa que el
lugar común de que la
Ilustración era antipatriótica es un error de bulto. Los
philosophes no eran nacionalistas, pero desde luego eran patriotas en el
sentido del patriotismo republicano. Y para ellos, ser patriotas significaba
sentir la caritas reipublicae. Como dijo Jean-Jacques Rousseau, un distinguido
miembro de la familia republicana: «No son los muros, ni los hombres los que
hacen la patria, sino las leyes, los usos, las costumbres, el gobierno, la
constitución, y aquello que resulta de todo esto. La patria se forma en las
relaciones entre el Estado y sus miembros; cuando esas relaciones cambian o se
disuelven, desaparece la patria “
Es la experiencia de
la libertad republicana, o la memoria o la esperanza de la misma, lo que hace
que tenga sentido la ciudad. Los teóricos republicanos eran perfectamente
conscientes de que el tipo de comunalidad generada por el hecho de vivir en la
misma ciudad, o la misma nación, o de hablar la misma lengua, y de adorar los
mismos dioses no era suficiente para generar el patriotismo republicano en el
corazón de los ciudadanos: una patria verdadera, afirmaban, sólo puede ser una
república libre.
Afirmaban también que
el amor a la patria no es en absoluto un sentimiento natural, sino una pasión
que necesita ser estimulada a través de la legislación o, de forma más precisa,
a través del buen gobierno y de la participación de los ciudadanos en la vida
pública. Rousseau expresó con elocuencia esta idea en su Economie politique:
«Que la patrie se montre donc la mere commune des citoyens, que les avantages
dont ils jouissent dans leur pays le leur chere, que le gouvernement leur
laisse assez de part á la l’administration publique pur sentir qu’il son chez eux et que les lois
en soient a leur yeux que les garants de la commune liberté» . (…)
2. El patriotismo
republicano y el nacionalismo
Ha de resultar ahora
bastante fácil identificar la diferencia entre el patriotismo republicano y el
nacionalismo. Si por nacionalismo entendemos lo que los fundadores del lenguaje
del nacionalismo entendían, me parece claro que los patriotas republicanos y
los nacionalistas están en desacuerdo sobre la cuestión central de qué es una
verdadera patria. De hecho, los teóricos del nacionalismo de finales del siglo
XVIII comenzaron, en su intento por construir un lenguaje nuevo del
nacionalismo, por atacar el principio republicano de que sólo una república que
se autogobierne es una verdadera patria.
(….)
Los patriotas
republicanos y los nacionalistas también están en desacuerdo sobre lo que sea o
deba ser el amor por la patria. Los primeros consideran el amor a la patria
como una pasión artificial que ha de ser introducida y reproducida, de forma
constante, por medios políticos. Para los últimos se trata de un sentimiento
natural que ha de protegerse de la contaminación cultural y de la asimilación
cultural. Su diversa interpretación del amor por la patria es consecuencia de
su diferente concepción de la patria y de la nación respectivamente. La patria
de los republicanos es una institución moral y política. La nación de Herder es
una creación natural. Éste considera las nacionalidades no como producto de los
hombres, sino como la obra de una fuerza viva, orgánica, que anima el universo.
Las repúblicas se originaron debido a la virtud extraordinaria y a la sabiduría
de sus legendarios fundadores. Las naciones las hizo el mismo Dios, en tanto
fuerza viva que modela unidades orgánicas nacionales sobre el caos de la
materia homogénea y reflejan, por tanto, los planes y la voluntad eterna de
Dios.
Cuando Herder subraya
que la naturaleza ha creado nacionalidades pero no estados, quiere decir que
las primeras ocupan una posición superior a los últimos. Para los republicanos
la pérdida de la república es la mayor tragedia. Para Herder aún es más trágica
la pérdida de la propia nación: privad a un hombre de su país (en el sentido de
nacionalidad), escribió, «y le habréis despojado de todo”
Esto no quiere decir
que la idea de nación se haya utilizado siempre contra el patriotismo
republicano o para sostener proyectos nacionalistas. El ejemplo más obvio es la
definición del principio de nacionalidad de John Stuart Mill en su A System of
Logic: «No hace falta decir que no
entendemos (el principio de nacionalidad) como infundada antipatía por los
extranjeros; o por el cultivo de peculiaridades absurdas porque son nacionales;
o por el rechazo a adoptar lo que otros países han descubierto que es bueno. En
todos estos sentidos, las naciones que tienen el espíritu nacional más fuerte
son las que tienen menos nacionalidad. Lo entendemos como un principio de
simpatía, no de hostilidad; de unión, no de separación. Nos referimos a un
sentimiento de interés común entre todos aquellos que viven bajo el mismo
gobierno y que están contenidos en unas mismas fronteras naturales o
históricas. Hacemos referencia a que una parte de la comunidad no ha de
considerarse forastera frente a otra parte; a que han de cultivar el lazo que
les mantiene juntos; han de sentir que son un pueblo, que su suerte está unida,
que lo que sea malo para un compatriota es malo para ellos mismos; y que no
pueden, de forma egoísta, desentenderse de su participación en los problemas
comunes cortando la conexión»
Esta concepción de la
nación es equivalente a aquello que Mazzini entendía por patria: «Una patria es un asociación de hombres libres
e iguales unidos en el fraternal acuerdo de trabajar por un fin único. (...)
Una patria no es una agregación, es una asociación. No hay patria verdadera sin
derecho uniforme. No hay patria verdadera donde la uniformidad del derecho es
violada por la existencia de castas o privilegios».
Otro ejemplo del
principio de nacionalidad interpretado como equivalente a la idea republicana
clásica de patria puede verse en Carlo Pisacane. “El principio de nacionalidad
que ha excitado a las almas más generosas en 1848,- escribió en 1860-, era un
ideal de libertad. Nacionalidad significa la libre expresión de la voluntad
colectiva de un pueblo, de un interés común, de total y absoluta libertad, sin
clases, grupos o dinastías privilegiadas. El amor por la patria sólo puede
crecer en el suelo de la libertad, y sólo la libertad puede convertir a los
ciudadanos en defensores de la república. Bajo el yugo de príncipes y monarcas,
las pasiones del patriotismo están condenadas a degenerar “
Por tanto, la
diferencia entre el patriotismo republicano y el nacionalismo es bastante
grande. Igualmente grande es la diferencia entre el patriotismo republicano y
el nacionalismo cívico, por una parte, y el patriotismo republicano y el
nacionalismo étnico, por otra. El patriotismo republicano difiere del
nacionalismo cívico en que es una pasión y no el resultado del consentimiento
racional. No se trata de lealtad a principios políticos universales neutrales
tanto histórica como culturalmente, sino de compromiso con las leyes, la
constitución y la forma de vida de una república particular. El patriotismo
republicano es también diferente del nacionalismo étnico porque no concede
relevancia moral o política a la etnicidad. Por el contrario, reconoce
relevancia moral y política, y belleza, a los valores políticos de la
ciudadanía, particularmente la igualdad republicana, que son hostiles al
etnocentrismo.”
(1).-J.J.Rousseau
.”Economie politique”.-Oeuvres III.-La Pleiade Gallimard
(2).-
M.Robspierre.-“Sobre los principios de moral política”.-en “Discursos”.Ciencia
Nueva.-Madrid 1968
(3).-Alonso
de Catrillo.-“Tratado de Republica”.- I.Estudios Poliicos.-Madrid 1958
(4).-Gerrard
Winstanley.-“La Ley
de la libertad”.Biblos. Buenos Aires 2005
(5)
.-Piero Calamndrei.-Diario 1939-45.
(6).-“
Los señoritos invocan la patria y la venden, el pueblo la compra con su sangre
y la salva”.- A. Machado, en
Conferecia Nacional de Juventudes
Socialistas .-enero 37
(7).-Herodoto.-Historia
VII,61
(8).-Hanna
Arendt.-“Los origenes del totalitarismo”.-Tauus 1974
(9).-Sofocles.-Antigona 333-375
(9).-Sofocles.-Antigona 333-375
(10).-j.Habermas.-“Accion
comunicativa y razon sintrascendencia”.-Paidos 2002
(11).-M.Viroli.-“El sentido olvidado
delpatriotismo republicano.-Isegoria nº 24.-Junio 2001
3 comentarios:
amo a ver pavo, tu articulo es muy interesante y esta bien redactado, pero vamos a ser realistas, esto no lo va a leer ni el tato, es mas largo que un dia sin pan loco, intenta resumir que si no no le lee ni los de la rae pagandoles
BUENAS, EL ARTICULO ES BUENO Y BIEN REDACTADO, PERO NO LO VA A LEER NI EL TATO CON LO LARGO QUE ES, ES MAS LARGO QUE UN DIA SIN PAN O LA ZANCA DE PAU GASOL. ASI QUE INTENTA RESUMIRLO QUE SI NO NO LO LEEN NI LOS DE LA RAE PAGANDOLES, Y ESO QUE LES GUSTA LEER. UN SALUDO Y ESPERO QUE LO RESUMAS
Tu comentario muy bien escrito, pero se repite un poco.Ojala que cada uno de los 375 que lo han leido ( segun estadisticas de blogger ) me lo comentase dos veces diciendo lo mismo, como vos, pibe. No lo puedo resumir, soy muy vago.
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