Miguel Angel Domenech
La pregunta sobre las causas de una más aguda
critica y desafección hacia los políticos
que se registra hoy día en nuestras sociedades debería estar precedida por esta otra: ¿Porque ahora? .No es aceptable la
respuesta de la provocación que haya supuesto la aparición súbita y abundante
de casos de políticos corruptos porque ni es súbita ni es nueva ni es
mas abundante que en otros tiempos. La práctica de ejercer las funciones publicas obteniendo de ello un beneficio personal, ni es un fenómeno actual ni sorprendente. No poseemos encuestas realizadas
en época del aprovechado Alcibiades del siglo IV y aunque poseemos los discursos
indignados de Ciceron contra Catilina,
no fue anotado históricamente que ello
condujese una desafección hacia los
responsables políticos sino al contrario, suscitaba un discurso orgulloso y
republicano de valoración de la virtud cívica y elogio del compromiso político virtuoso y de aquellos
que lo practicaban e incluso de insistencia en la necesidad de una
vida ciudadana más política. La mayor
presencia de ciudadanos airados y mayores
indignaciones de hoy no nos explica sino que nos hace
retornar a la misma pregunta formulada
de otra manera ¿Porque la corrupción es
hoy menos tolerada?
El Estado y la actividad política, para el liberalismo que
rige nuestros destinos colectivos, se legitima, de hecho, no por lo jurídico sino por económico. Es la economía lo que permite
afirmarse al Estado y al gobierno de las cosas públicas. El buen funcionamiento
de la economía producía un acuerdo permanente .Los agentes sociales, a
titulo de inversores, de trabajadores, de empleados, a título de sindicatos o
de consumidores, todos estos socios de la economía producen un consenso permanente
en la reproducción de la riqueza y de la economía que da lugar a un pacto que se
hace político. El subproducto óptimo que da a luz el liberalismo económico no
es el económico, no es solamente el
Estado de Bienestar sino el Estado mismo, la política misma y la actividad de los
políticos. En una sociedad capitalista de mercado lo que legitima la política
es la economía política. En ella, la economia produce signos politicos que permiten la justificacion del poder. Nada más expresivo de esta función que el cinico consejo que entre si se daban los socialdemocratas gobernantes el " Consigue un buen ministro de economia y échate a dormir" de W.Brandt a Felipe Gonzalez.
Según Max Weber el enriquecimiento -para el protestantismo calvinista- era signo
de la elección de un individuo por Dios. Este fue el motor moral del capitalismo. El rico, por su ahorro y trabajo, si había
obtenido riqueza, obtenía no solamente legitimidad por su riqueza sino que además esta misma prosperidad era un
signo de que alcanzaría la salvación. El enriquecimiento global en el Estado
del capitalismo liberal es hoy un signo- ya no de elección divina- sino signo
de legitimidad del Estado mismo que
motiva la adhesión cotidiano de los ciudadanos al hacer de los políticos .El
individuo de la sociedad liberal estima a sus políticos no por ser agentes de la democracia sino
agentes de la eficacia . No por ser mandatados
de la razón y la voluntad
colectiva sino por ser
agentes comerciales de la voluntad y de la racionalidad del mercado. La moralidad
política no deriva del cumplimiento de la ley convenida y de la producción de la norma como resultado
de la decisión del pueblo sino del
cumplimento de las leyes naturales del
mercado y de la formulación de las
normas humanas según la exigencia de aquellas leyes consideradas naturales. El
hacer del político no se fundamenta en un agere
civile sino en un agere
económicamente exitoso. Por el lado del gobernado, la ciudadanía no se preocupa por ningún vivere civile sino por un vivere
consumidor y de enriquecimiento. Es el “Enrichissez-vous”
de Guizot y el “Somos
el pais donde mas rápido puede uno enriquecerse” de Solchaga. El Estado, el
gobierno y los políticos
representantes mandatados por el
pueblo no son preferibles ni justificados
en la medida en que cumplan la voluntad del pueblo y el mandato por el que son elegidos a ejercer su
magistratura sino porque son útiles. Lo
imperdonable no era que fuesen injustos o corruptos, sino que fuesen
desacertados. El político óptimo no es el que representa la voluntad del pueblo
sino el que es útil, hábil, inteligente,… y enriquece más. (A los otros como a
si mismo).
De la misma manera que el mercado
ya no se situaba en la plaza , es decir, en un lugar publico, sino en oficinas técnicas,
la política- a imagen de este nuevo mercado- no se situaba en ningún ágora público
sino en las oficinas de los ministerios, con puerta de acceso a los empresarios
y los negocios. Nadie reprochaba a los políticos
que se ocultasen en sus despachos y pudiesen enriquecerse oscuramente
utilizando aquella puerta. Este era su trabajo. Si el Estado se justificaba, no
por el derecho y la justicia sino por la
economía, la promoción de las ventajas
de los intereses individuales, y la protección del juego libe de esos intereses,
entonces los políticos debían hacer lo
mismo. Aquellos que estuviesen en el poder, se les decía: “dejad hacer – laissez faire- a los libres juegos del interés y dedicad vuestra función publica a garantizar las condiciones
del provecho individual, incluido, ejemplarmente, el vuestro propio. Los que estéis en la oposición denunciad el desacuerdo con los errores funcionales
y reclamad el turno del mismo ejercicio.”
El esquema político del liberalismo produce lo público y la ley como un contrato
social – a imagen del jurídico contrato de negocios- de intereses individuales o corporativos contrapuestos. Lo publico, lo político, debe
limitarse a la garantía del funcionamiento sin interferencias de esos
intereses, para lo que debe utilizar de manera privilegiada los
instrumentos de orden judicial, y policial. La libertad es que nadie intervenga en mi
vida. Competitivamente, mi libertad termina donde empieza la de los otros. La libertad de los otros es
la frontera de la mía por lo que estoy
interesado en que la de estos otros
acabe pronto y las fronteras de espacio de libertad del otro sean mínimas. La desigualdad forma
parte útil y necesaría del procedimiento. La economía no solo es el paradigma de ese esquema (contrato,
intereses individuales, beneficios, competencia,…) sino que su buen funcionamiento
es la prueba ultima de su verdad. Se tienen los políticos que ese esquema
demanda.: Competitivos, atentos a su interés individual, desiguales, inclinados
a lo represivo, orientados al beneficio. Sus lugares
favoritos: la empresa y la cárcel. Son
destacados mercaderes, gerentes apoderados. Por último, se tienen los
ciudadnos que se merecen: desiguales, consumidores, peticionarios de servicios
que prestan sus votos a aquellos otros como pago y los justifican por su habilidad.
En el esquema republicano, la ley y lo público es un producto de la voluntad
popular, no de contrato. Es resultado de la actividad política de los ciudadanos
que se comprometen en darse sus propias normas y autogobernase. El Estado, no es
una estructura técnica instrumental diferente
sino que es la propia comunidad, la asociación igualitaria de los
ciudadanos gobernándose. El mecanismo
que garantiza el funcionamiento es el compromiso civil de los ciudadanos, su
educación y motivación por la suerte de lo común y de los otros. La condición de toda esta arquitectura es la
igualdad tanto material como jurídica. Su motivación no es los intereses
particulares sino el ejercicio de la libertad. Mi libertad comienza donde
empieza la de los otros, por lo tanto estoy interesado en que los otros tengan
temprana y abundante la libertad. La igualdad es necesaria. Se tiene los
políticos que ese esquema pide: ciudadanos iguales a los demás, obligados a la voluntad popular, sensibles a
lo que es de todos, preocupados por la igualdad, solidarios. Su sitio preferido: la escuela. Son ciudadanos,
iguales mandados y brevemente
mandatados. Finalmente se tienen los ciudadanos que se merece: todos son
políticos, iguales, participantes, solidarios, que se turnan brevemente en las
funciones de mandar y obedecer. (1)
¿Donde, entonces, se promueve al corrupto? ¿De donde viene
el político corrompido? ¡Siempre ha estado ente nosotros! El político corrupto
era el político, a secas ¿Porque es ahora censurado? ¿Quae fuerant mores vicia sunt? ¿Porqué lo que fueron costumbres ahora son vicios? ….Simplemente porque en esta
sociedad liberal de mercado el lugar de
la verdad de lo político está en la economía y en el mercado y si éste no marcha lo político y todos sus
agentes quedan en el campo de la
mentira.
Si es el mercado, el interés, el lucro , el que debe decir
la verdad de la practica de gobierno, si el éxito en la riqueza y el beneficio es el criterio de lo público, cuando esto cesa y los
mercados se derrumban, todo lo público es un embuste y lo político
deslegitimado. Siendo el mercado y sus
beneficios el lugar de verificación y falsificación de la práctica política,
cuando no produce lucro, toda la política
es una falsedad.
Pero ni los políticos son ahora más perversos que antes
ni en los ciudadanos ha surgido una nueva sensibilidad moral de la
que antes carecían. El político sigue siendo el mismo, el que una vez agotado
el hecho democrático en el voto y con el nombramiento en mano y con
perspectivas de prolongarse, va a lo suyo. Es, y era, el político-mercader. El
ciudadano sigue siendo igual: el que juzgaba al gobierno según la eficacia en
la asignación de recursos para ser consumidos.
Fallida la economía política, fallida la política. Es, y era el
individuo-consumidor. Nadie es menos
culpable que ayer ni ninguno más meritorio hoy.
Es la propia racionalidad del sistema capitalista liberal.
. El mercado, a quien se le ha consentido ser el juez ha dictado su veredicto y ha expuesto y su verdad. Ha dejado al rey desnudo de razones y al político con el culo al aire. Pero aquél nunca ha
estado vestido y éste sierre habia sido un corrupto.
Ahora nos damos cuenta. ¡A buenas horas
mangas verdes!
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(1)
No siempre el concepto de corrupción ha
tenido el mismo significado que el que hoy tiene de delito tipificado
penalmente en la forma de cohecho, malversación, etc. Para lo republicanos florentinos del XV-XVI, los corrompidos
políticamente eran los que ponían sus intereses personales prevaleciendo por
encima del interés común y esa corrupción incurrían para Maquiavelo, tanto
gobernantes como gobernados. Políticos o
ciudadanos podían ser corruptos si descuidaban su interés por lo
público, hasta el punto que una población entera podía volverse corrupta de manera casi irreversible
si se prolongaba su sometimiento a una tiranía y la gente
se acostumbraban hasta tal punto a ella, a obedecer sumisamente
conformándose con sus ventajas individuales, que olvidaban el gusto por la libertad. Esa población podía quedar
así tan gravemente dañada en su vivir civil que eran ya para siempre incapaces de vivir libres.
Corruptos igualmente y degeneradas-se señalaba entonces y por los
revolucionarios ingleses del XVII y franceses del XVIII- eran las costumbres que ocasionaron la
caída y decadencia de la republica romana, el ansia de vivir opulento, el
olvido de la vida moderada y sobria, el afán de lucro. El ejemplar
Cincinato de Tito Livio , abandonaba la
vida privada donde le encontraban labrando la tierra con sus bueyes para
atender a la llamada de la Republica y volvía de
nuevo a su humilde trabajo y no a ningún Consejo de Administración,
cuando terminaba la labor que se le había encomendado. Los ciudadanos y los
políticos debían de reencontrarse iguales, disponibles y desinteresados en los
surcos de labranza. Existía asimismo el mito politico ejemplar de una
Esparta hecha de ciudadanos virtuosos y
pobres pero libres. Con estos mimbres
los políticos de hoy, acusados de corrupción, podrían puerilmente replicar a
sus airados conciudadanos:” ¡Y tu más!”.
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