RAZON DE AYER Y RAZON DE HOY
Unos seis siglos antes de Cristo, en una pequeña colonia
del Asia Menor, los griegos inventaron todo. Hartos de la pesada figura del
soberano que gobierna en nombre de la divinidad, fundaron la polis, la ciudad,
donde el poder está a igual distancia de todos los ciudadanos. Con las
peripecias de Ulises y Penélope, concibieron por primera vez que, entre marido
y mujer, hay algo más que un contrato. Jean Pierre Vernant, ( 1914-2007 ) uno de los más notables helenistas,
revolucionó las teorías que explican cómo surgió el pensamiento racional en la Antigua Grecia.
Autor de clásicos como Los orígenes del pensamiento griego, Mito y razón en
Grecia antigua y Mito y tragedia en Grecia antigua, Vernant estuvo en Buenos Aires invitado por el Centro Franco Argentino de Altos Estudios de la UBA y por la Embajada de Francia. Esta
entrevista le fue realizada por Jorge Halperlin, de la redaccion de Clarn, en
1998. (1)
¿Qué es lo que hizo posible que, en un momento de su
historia, los griegos empezaran a filosofar? La pregunta debe ser más amplia:
¿cómo es posible que, en cierto momento, hayan surgido formas de pensamiento
nuevas a la vez en el plano social -lo que se conoce como la invención de lo
político-, y en el plano de la reflexión teórica, es decir, con la invención de
la filosofía? El curso de la historia no es lineal y tampoco apunta a un
progreso indefinido. Hay contrastes, hay cortes y una cuestión es saber por qué
se producen esos cortes. Y, como segundo problema, ¿cuál es la relación entre
el antes y el después de los cortes? ¿No hay, acaso, continuidades y
repeticiones debajo de esos cortes?¿A qué conclusión llegó?
JPV: -Yo diría que las conclusiones ya
están enunciadas en las preguntas. En Los orígenes del pensamiento griego, un
libro que publiqué hace más de 30 años, observé las condiciones generales que
acompañaron el surgimiento de una primera forma de pensamiento que podríamos
llamar racional en el siglo VI a.C., en las colonias griegas del Asia Menor, en
particular en Mileto. Hombres como Tales, Anaxímenes o Anaximandro son los
físicos, que inauguran una forma de pensar. ¿Por qué? Porque antes estaban los
poetas, los cantores que representan la memoria social de una civilización que
aún no tenía escritura. Es decir que hasta allí todo era oral, y aquellos
depositarios del saber común cantaban relatos dramáticos que buscaban explicar
por qué el mundo es como es, por qué existen el día y la noche, por qué hay
montañas y mares, y hay mujeres al lado de los hombres.
O sea, contaban cuentos…
JPV: Sí y mostraban cómo, a través de
genealogías de dioses y combates entre divinidades, el mundo se pone en orden y
los hombres encuentran su lugar. En el siglo VI a.C. se plantea el mismo
problema: ¿de dónde viene el mundo?, ¿cómo se hicieron las cosas? Pero ya no se
habla de grandes dioses. Ahora se trata de cosas abstractas, de nuevos
conceptos. Se habla de cualidades que uno constata -lo que es caliente, lo que
es frío, lo que es húmedo, lo seco-. Es cuando se produce el cambio de un canto
poético mítico a una escritura en prosa, que es de un tipo argumental y
analítico.
¿Qué le ha pasado a la conciencia para que ocurra algo
así?
JPV: -Algo muy importante: en el mismo siglo VI a.C.
constatamos otro cambio decisivo, que es la fundación de la ciudad, la polis.
En casi todas las sociedades hay hasta ese momento un orden jerárquico que en
la cima tiene un soberano. Los griegos son indoeuropeos, pertenecen a un mundo
que tiene guerreros, pastores y soberanos. Los soberanos se encuentran por
encima y afuera de la sociedad. La dominan porque ellos están en relación con
lo divino y, en consecuencia, sus decisiones son casi religiosas. Esa ha sido
la forma que existió hacia el siglo XIV a.C. entre los que precedieron a los
griegos y en la época clásica, de los llamados micénicos. Por eso es más
sorprendente la idea del poder que aparece en el siglo VI a.C.
¿El origen del poder ya no viene de la divinidad?
JPV: -Claro, aparece la idea de que en
toda comunidad hay que hacer las cosas de tal manera que el cratos, o sea el
poder de dominación, no pueda estar en manos de nadie. Y la forma que emplean
los griegos es que esa violencia soberana debe estar depositada en el centro. O
sea que ven a la comunidad como un círculo en el que todos están a igual
distancia de un centro común, donde está el poder. Y respecto de ese centro,
todos los ciudadanos son iguales. Y, por turnos, ocupan las magistraturas
civiles o las funciones judiciales. El poder es común y no singular. No es
patrimonio exclusivo de un rey. Es público y no es secreto. Ese es el cambio
sorprendente que la historia les debe a aquellos filósofos.
¿Cómo funcionaba, entonces, la vida política?
JPV: -Todas las decisiones debían ser
tomadas al término de un debate, que era público. De modo que el instrumento
del poder -común y público- no es la relación especial de un soberano con la
divinidad que lo inspira, sino que hay que razonar sobre las cosas comunes. O
sea, discusión argumentada, contradicción, objeción y demostración. La vida
política se desacraliza, es un debate entre particulares el que va a resolver
las cosas. Es un plan de la vida intelectual. Hay una oposición entre lo que es
común y público, y las posiciones particulares. En las casas y las familias, el
padre es amo y señor, pero en la comunidad humana no hay otro amo que la ley, o
sea, la regla que se acordó en común.Las palabras y el mundo
¿Qué sucedió? ¿La política contaminó las ideas de los
filósofos o éstos contaminaron la política?
JPV: -Yo no lo llamaría contaminar.
Diría que los dos movimientos se produjeron juntos. Todo empezó cuando, a
partir de la hostilidad hacia una dominación real que se siente como
esclavitud, se establece un debate público y se mira los problemas en forma de
debate retórico. La palabra se convierte, de alguna forma, en la encarnación
del poder y el prestigio. Y, a partir de ese momento, también habrá quienes
utilicen la palabra para explicar, ya no el mundo político, sino el mundo a
secas. Las relaciones entre uno y otro plano llegan a ser tan estrechas que,
por ejemplo Anaximandro, ante la pregunta de por qué la Tierra es estable o por qué
flota sobre el agua -que antes se atribuía a la esencia divina-, sostiene: la Tierra no cae porque está
en el centro del Cosmos y, como está en el centro, es como el poder.
¿O sea que hay un modelo de explicación que se aplica a
todo?
JPV: -Hasta tal punto es así que
Anaximandro dice que la Tierra
no cae porque no está dominada, no está bajo el cratos de ninguna cosa salvo de
ella misma.
¿Hoy seguimos pensando como aquellos modernos griegos?
JPV: -No. La razón contemporánea se
fabricó a través de un extraordinario desarrollo técnico. Es una razón
experimental, se aplica al mundo físico y trata de matematizarlo. Se esfuerza
por comprender el Universo uniendo principios de pensamiento y de
experimentación. Los griegos no tenían una razón experimental, sino una de tipo
retórica. La razón era el discurso que, por otra parte, no tenía como fin
dominar el mundo. Más aún, pensaban que es imposible dominarlo. Incluso
pensaban que ni siquiera es posible comprenderlo en forma cabal.
Entonces, ¿todo conocimiento es precario?
JPV: -Tomo la expresión de Koyré, un
gran epistemólogo: el de la
Antigua Grecia es un mundo del más o menos. No existía para
ellos un mundo preciso, matematizable. Las cosas simplemente ocurren. Tomemos
un alfarero. Pone sus vasijas en el horno. Pero no tiene termómetro, no puede
controlar en forma exacta el calor. Es el olfato, el oficio, el que le permite
saber cuándo la vasija está cocida o no. Y para los griegos, todo el mundo
sublunar, el de la Tierra ,
es así. Las únicas medidas exactas corresponden al mundo celestial: solamente
las estrellas y los planetas vienen regularmente, y por eso puede haber una
ciencia. Por eso había una astronomía, pero no había una física.
¿Para que sirve la razón si es tan imprecisa?
JPV: -No para comprender cómo funciona
el mundo natural, sino para actuar sobre otros hombres, para comprender cómo
funciona el mundo humano y poder persuadir a los hombres. La razón de los
griegos es hija de la ciudad, de la polis.
Usted trabajó el concepto de la metis, o sea de la
inteligencia astuta de los griegos. ¿Cómo lo explica?
JPV: -Precisamente, en ese mundo que
no tiene una física experimental y científica, los hombres deben arreglárselas
para vivir. Aunque no tengan certezas, deben, por ejemplo, construir barcos que
logren navegar. En el mar, no tienen servicio meteorológico que les anticipe si
viene una tormenta. Entonces, hicieron lugar, al lado de aquella inteligencia
racional, a otra forma de la mente que expresa el término griego metis : es el
espíritu de astucia, de ingeniosidad. El héroe de la metis es Odiseo o Ulises,
que muestra la capacidad de salir al paso mediante trucos y picardías. La metis
permite a lo más débil vencer a lo más fuerte.
¿Cómo encontrábamos esa inteligencia en la vida cotidiana?
JPV: -Una parte de la vida cotidiana
estaba marcada por rituales y fiestas, pero toda otra parte es una cultura de
la competición y la rivalidad. Todos son iguales en tanto ciudadanos, pero,
sobre ese fondo, la cuestión era mostrarse como el mejor. Allí se escondía el
viejo ideal aristocrático que la democracia rechazaba.
¿Ser el mejor dónde?
JPV: -En el estadio, en el campo de
batalla, en la
Asamblea. También en la vida corriente. Hay una institución
de la vida cotidiana llamada el banquete. Un personaje rico invita amigos a su
casa. La gente no se sentaba, se recostaba sobre lechos y el banquete era una
forma de hospitalidad y de adquirir prestigio y, a la vez, era una diversión.
Había mujeres tocando la flauta, chicas que bailaban, saltimbanquis, muchachas
haciendo acrobacias. Era una ocasión para beber en común, lo que para los
griegos era hablar. Hay un jefe de banquete que fue elegido y que pone el tema
del día. Dice: Hablemos del amor. Todo se enlaza: la hospitalidad, la amenidad,
el espectáculo, la alegría, la embriaguez y la habilidad retórica y la
inteligencia.
Usted habló de Ulises. ¿Con él y su mujer Penélope aparece
por primera vez la idea del amor entre marido y mujer?
JPV: -Podría decirse así. ¿Por qué?
Recordemos que pasa el tiempo y se demora su regreso a Itaca. Penélope lo
espera tejiendo y destejiendo. Cincuenta hombres la cortejan tratando de
convencerla de que su marido no regresará. Pero ella no necesita un marido.
Busca, como dice en el texto, al Ulises de su juventud. De modo que ya aparece
la idea de que el amor conyugal no es simplemente una institución: son dos
seres singulares que tienen entre ellos una afinidad particular. Por primera
vez en la literatura occidental aparece en boca de Ulises la idea de la
comunidad de corazones entre el esposo y la esposa.
¿Cómo le resulta que 25 siglos más tarde de ese gran
momento del pensamiento y la democracia en muchos lugares, las personas no
viven como ciudadanos plenos y se someten a dictadores y fanáticos religiosos?
JPV: -Lo milagroso, teniendo en cuenta
que los hombres son lo que son, es que, pese a las dictaduras, la violencia y
el fanatismo religioso o nacionalista, pese al odio de lo que no es uno mismo y
a la necesidad de despreciar a los otros para creer que uno es alguien, pese a
todo eso todavía hay hombres para los cuales la igualdad, la democracia y el
respeto por el otro son cosas fundamentales.
Fuente:
CLARIN
http://edant.clarin.com/diario/1998/05/31/i-02010d.htm
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