EL MODERNISMO
REPUBLICANO DE JOSÉ MARTÍ
Por Fernando
Aguiar,
“Yo quiero, cuando me
muera,
Sin patria, pero sin
amo,
Tener en mi losa un
ramo
De flores, - y una
bandera”
INTRODUCCIÓN
Si del modernismo literario apenas queda el recuerdo de un
movimiento decadente cargado de tules, sedas, oropeles y princesas, del
republicanismo carecemos siquiera de memoria a que aferrarnos, especialmente en
España, donde se ha borrado o tergiversado a conciencia todo recuerdo de lo que
pudo significar alguna vez ser republicano. Queda al menos la idea, eso sí, de
que el republicanismo es un movimiento antimonárquico. Pero entonces modernismo
y el republicanismo no parece que puedan casar bien en nuestra memoria política
y literaria. ¿Se habrán vuelto republicanos el Marqués de Bradomín y la
princesa triste de Darío?¿O es que queremos forzar las
ideas y las palabras, e incluso a las personas, desde el título mismo de este
capítulo para hacer del modernista Martí lo que no fue, esto es, un
republicano? Habrá que refrescar la memoria porque modernismo y republicanismo
no sólo casan bien en la obra de José Martí, como vamos a ver, sino que ambos
giran en torno a una misma pasión por la libertad.(1)
Cuesta mucho, sin embargo, encontrar donde se diga que
Martí era un poeta y un pensador republicano, a pesar de que en su obra esto
resulta evidente.(2 )Martí padeció desde muy joven el presidio, vivió exiliado
la mayor parte de su vida, apenas tuvo ocasión de conocer a su hijo, murió en
el campo de batalla a los cuarenta y dos años sin llegar a ver la independencia
de Cuba y no pudo publicar en vida su obra poética, excepto su primer libro. No
tuvo una vida fácil, desde luego, y tampoco ha sido fácil asumir la herencia
que dejó. Pues si para los españoles Martí no es casi nada más allá de la letra
de la “guantanamera” (“Yo soy un hombre
sincero/ De donde crece la palma”),(3) para los cubanos lo es todo. Pero
quien lo es todo para unos y para otros termina por no ser nada para nadie, de
tan desvirtuado y desfigurado como lo dejan. Para los cubanos de la isla, en
efecto, Martí lo es todo, es el Apóstol, el libertador, el visionario, el
revolucionario, el mártir protosocialista antecesor de Fidel. Para los cubanos
de Miami Martí también lo es todo, en especial el poeta y el pensador
antisocialista que se opone a toda tiranía y se habría opuesto a la de Fidel.
Unos y otros se lo echan en cara con menos razón que con ella. Más allá de
interpretaciones interesadas, lo cierto es que el pensamiento social de José
Martí se forja contra dos imperialismos, el del Imperio español en decadencia y
el del pujante imperio americano. En esa forja Martí se hizo republicano, bajo
la influencia doctrinal de Bolívar(4,) por un lado, y de los republicanos
españoles, por otro. Se hizo republicano como poeta, se hizo republicano como
cronista y se hizo republicano como pensador y político revolucionario. De eso
vamos a tratar en este capítulo apoyándonos en textos de Martí, aun a costa de
abusar de las citas.
JOSÉ MARTÍ ENTRE DOS REPUBLICANISMOS
Cuando el 28 de enero de 1853 nace José Martí la lucha por
la independencia se halla muy avanzada en Hispanoamérica, buena parte de las
repúblicas americanas ya se han fundado y a España le que quedan cada vez menos
colonias. En los países que no se han librado aún del dominio español la figura
de Bolívar –muerto en 1833- adquiere dimensiones gigantescas. Los opositores
cubanos repiten las palabras del Libertador: “La justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se
sostiene la igualdad y la. libertad". En el primer tercio del siglo
XIX Bolívar no sólo destaca como estratega militar, sino como el
constitucionalista republicano de la
América española:“Un
Gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben
ser la Soberanía
del Pueblo: la división de los Poderes, la Libertad Civil , la
proscripción de la
Esclavitud , la abolición de la monarquía y de los
privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un
todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres
públicas.”(5)Con un conocimiento del republicanismo antiguo y moderno más que notable para un militar que pasa buena parte del tiempo en el campo de batalla, Bolívar ve en la Roma republicana y en el gobierno británico (en “lo que tiene de republicanismo”) los ejemplos que debe seguir Hispanoamérica. Su ideal no es sólo la creación de múltiples repúblicas independientes, sino la creación de una gran Confederación republicana que incluyera a Venezuela, Bolivia, Colombia y Perú. Esa Confederación debería promover la igualdad política y social para asegurar la libertad de los ciudadanos; debería promover la fraternidad para conjurar los conflictos étnicos y sociales entre ciudadanos libres; debería promover la virtud pública para que las costumbres pervertidas por años de dominación arbitraria española no acaben con la república. Para Bolívar una de las primeras virtudes es la obediencia a la ley, que en la república no deberá ser arbitraria, sino producto de la voluntad ciudadana (6) Esa voluntad
necesita sin embargo ser formada, educada, pues un pueblo de ignorantes es un
pueblo de esclavos: “¡hombres virtuosos,
hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen la República ” (79).
Ahora bien, tanto las repúblicas recién creadas como la
futura Confederación deben evitar el grave peligro de tomar como ejemplo Atenas
(Bolívar considera preferible mirar a Esparta y Roma). Atenas es el caso
histórico más claro de la insuficiencia de la “democracia absoluta”, que
Bolívar entiende, en sentido antiguo, como el gobierno directo de las masas
populares. Para superar esa insuficiencia Bolívar propone la creación de dos
Cámaras, una electiva, la de Representantes, y otra hereditaria, el Senado:“Si
el Senado en lugar de ser electivo fuese hereditario, sería en mi concepto la
base, el lazo, el alma de nuestra República. Este Cuerpo en las tempestades
políticas pararía los rayos del Gobierno, y rechazaría las olas populares. […].
Debemos confesarlo: los más de los hombres desconocen sus verdaderos intereses,
y constantemente procuran asaltarlos en las manos de sus depositarios: el
individuo pugna contra la masa, y la masa contra la autoridad. […]. [Un senado
hereditario] servirá de contrapeso para el Gobierno y para el Pueblo: será una
potestad intermedia que embote los tiros que recíprocamente se lanzan estos
eternos rivales” (82-83). Bolívar, admirador de la revolución americana, está
más cerca de un republicano patricio como Adams que de un demócrata como
Jefferson(7)
Se puede decir entonces, parafraseando a Marx, que Bolívar
trató de cumplir, con ropaje romano y frases romanas, la misión de su tiempo:
librar al pueblo del colonialismo e instaurar la sociedad burguesa moderna (8)
El republicanismo de Bolívar es un republicanismo criollo
temeroso de la democracia absoluta, de la democracia en el sentido antiguo de
la palabra: el gobierno directo de las olas populares (9)
El rechazo bolivariano de la democracia radical en favor
de un republicanismo patricio reformista influirá más tarde Martí, como
veremos. Pero en Martí también influyen los republicanos españoles radicales,
lo que vuelve más compleja, y a veces contradictoria, su concepción de la
república. Desde la revolución de 1868 en España el republicanismo se divide en
tres corrientes. Un ala de izquierdas, radical, democrática, federalista e
insurgente que tiene su ideal en la revolución francesa de 1848 y en el
republicanismo fraternal de Louis Blanc y Auguste Blanqui. Para ellos la revolución
debe ser atea, negadora de la autoridad, popular, fraternal y radicalmente
democrática, pues la república ha de estar regida por “el pueblo, las clases
productoras de la sociedad, los artistas, los artesanos, los obreros”. Así se
expresa Fernando Garrido10,conocido republicano, federalista y demócrata
radical que fundó el periódico La igualdad y divulgó en España las ideas de
Fourier. Sin duda, esta es la tendencia más influyente del republicanismo y con
más arraigo entre las clases populares españolas. En el centro, con
Nicolás Salmerón a la cabeza, se encuentran aquellos
republicanos que rechazan la vía insurgente y promueven la vía institucional
para luchar por una mayoría parlamentaria que favorezca la transición de la
monarquía a la república. La derecha republicana, por último, tiene un papel
insignificante a mediados del XIX –son los monárquicos quienes ocupan en España
el espacio político de derechas. Las corrientes de centro y de izquierdas, que
se distinguen por su mayor o menor pasión por la insurgencia, comparten, sin
embargo, una serie de elementos doctrinales comunes:
a) La libertad se define, siempre en términos clásicos,
por contraposición a la esclavitud.
b) Se defiende una concepción federalista del Estado.
c) Los republicanos no sólo promueven en España una
separación tajante ente Iglesia y Estado, sino que hacen gala de
anticlericalismo.
d) Sin una teoría económica desarrollada, se hace una
condena moral de la opresión en consonancia con el ideal republicano de
libertad.
e) Por último, se defiende por encima de todo “un
racionalismo de raíz ilustrada”.(11)
Estas ideas recorren Europa y América e influyen en los
opositores cubanos cuando Martí es un adolescente, poco antes de ser
encarcelado y enviado a España. Se trata, en efecto, de un opositor muy joven,
pues Martí va a presidio con 17 años por “infidencia” hacia el gobierno
español, según consta en la sentencia que se dictó contra él. Se le condena a
realizar trabajos forzados en la cantera de San Lázaro. Allí estará tres años encerrado
hasta que sus padres –españoles de extracción humilde- consigan que la condena
se trueque por un largo exilio en España, donde podrá estudiar derecho y
filosofía y se relacionará con los círculos republicanos y masones. Martí vive
en España desde 1871 hasta 1874, llega a nuestro país, por lo tanto, en pleno
sexenio democrático y conocerá de primera mano la experiencia de la I República y las
demandas de los republicanos de izquierdas, que hará suyas: sufragio universal,
libertad de prensa, libertad de cultos, abolición de las quintas, abolición de
la esclavitud (12). En 1873, con veinte años y con una idea bastante clara de
lo que debe ser una república social, Martí hace llegar a los diputados
republicanos españoles un texto en el que los invita a tratar fraternalmente a
Cuba y a que le otorguen la misma libertad por la que ellos han luchado. En “La República española ante
la revolución cubana” (1873) se dirige a la República española en
favor de Cuba y muestra ya los elementos del republicanismo fraternal que lo
acompañará toda la vida:“Hombre de buena
voluntad, saludo a la
República que triunfa, la saludo hoy como la maldeciré mañana
cuando una República ahogue a otra República, cuando un pueblo libre al fin
comprima las libertades de otro pueblo. [...] Si la libertad de la tiranía es
tremenda, la tiranía de la libertad repugna, estremece, espanta. [...]No ha de
ser respetada voluntad que comprime otra voluntad. Sobre el sufragio libre,
sobre el sufragio consciente e instruido, sobre el espíritu que anima el cuerpo
sacratísimo de los derechos, sobre el verbo engendrador de libertades álzase
hoy la República
española. ¿Podrá imponer jamás su voluntad a quien la exprese por medio del
sufragio? ¿Podrá rechazar jamás la voluntad unánime de un pueblo, cuando por
voluntad del pueblo, libre y unánime voluntad se levanta? Engendrado por las
ideas republicanas entendió el pueblo cubano que su honra andaba mal con el
Gobierno que le negaba el derecho de tenerla.”(13)
A los veinte años Martí se siente ya lo bastante maduro
como para recordarle a la
República española lo que significa la libertad republicana
y, sobre todo, lo que implica. Libertad republicana significa libertad frente a
la esclavitud y la opresión: el hombre que no es libre es un esclavo que depende
de la voluntad de otro y una nación que no es libre es una nación esclava. Esa
libertad sólo puede engendrar una relación fraternal entre los pueblos: “los pueblos no se unen –dice Martí en el
mismo texto- sino con lazos de fraternidad y de amor”. La fraternidad, que
no es posible sino entre hombres y mujeres libres, implica a su vez una
concepción republicana del patriotismo: “Patria
es algo más que opresión, algo más que pedazos de terreno sin libertad y sin
vida, algo más quederecho de posesión a la fuerza. Patria es comunidad de
intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y
consoladora de amores y esperanzas”. En una patria así, el sufragio
universal es el arma más poderosa con que cuenta el pueblo para no perder su
libertad. Eso es lo que Martí quiere para Cuba, con el apoyo de España o frente
a España. Con matices, con mayor profundidad a medida que madura, ése será en
esencia el ideal de Martí: instaurar en Cuba una republica social, una
república fraternal regida por el (13) pueblo, las clases productoras de la
sociedad, los artistas, los artesanos y los obreros sin diferenciar entre
clases ni entre razas: “En Cuba no hay
temor alguno a la guerra de razas…En la vida diaria de defensa, de lealtad, de
hermandad, de astucia, al lado de cada blanco, hubo siempre un negro”(14).
En las crónicas que
escribió Martí en los diversos países en los que estuvo exiliado –Guatemala,
México, Estados Unidos-, crónicas periodísticas que forman el grueso de su
obra, estas ideas se repiten sin cesar. A partir de 1875, una vez que ha vuelto
de España, Martí se gana la vida dando clases y colaborando en un sinfín de
periódicos, algunos de ellos tan importantes como La Opinión Nacional ,
de Caracas, La Nación ,
de Buenos Aires y El Partido Liberal, de México. En su obra periodística Martí
perfila su ideal republicano. El espíritu, asegura, es un barco de dos velas: “y es la libertad una vela, y la prudencia la
otra”(15). La libertad republicana es el derecho a vivir sin cadenas, a
vivir sin amo, bajo el amparo de leyes justas (“la libertad adoro, y el
Derecho”), en igualdad(16). Ahora bien, las cadenas hay que romperlas por
partida doble: el primero paso consiste en desencadenarse de España y convertir
Cuba en una nación independiente; el segundo paso debe ser liberar a los
cubanos de las “desigualdades injustas de su condición”(17). Una vez librada la
guerra principal contra el colonialismo, que es una guerra sangrienta, la
libertad de Cuba será obra del amor, no de la guerra (ni de clases ni de razas),
obra de la concordia, de la fraternidad:
“Los odiadores debieran ser
declarados traidores a la república. El odio no construye”. “Otros amen la
ira y la tiranía. El cubano es capaz del amor, que hace perdurable la
libertad”. “[En los clubs revolucionarios
a los cubanos que no saben leer ni escribir] cariño le dan, y hermandad, que es
la gran medicina de los pueblos”(18).
Resuenan aquí los ideales del republicanismo fraternal que
conoció Martí en España, un republicanismo ilustrado que hace de la libertad
frente a la tiranía el fundamento sobre el que levantar la nueva sociedad
(aunque no se sepa muy bien cómo, todo hay que decirlo, pues a menudo resulta
declamatorio en exceso). Martí es un poeta, no un teórico. No busca siempre la
idea profunda, busca siempre la idea encarnada en una frase hermosa. La prosa
periodística de Martí es “adensada de
simbologías, cromatismos y musicalidad inusuales en su época, y a ello debe su
alto rango estilístico”.(19)
Pero Martí
rechaza el uso del lenguaje, periodístico o poético, con
fines puramente estéticos (“El lenguaje es humo cuando no sirve de vestido al
sentimiento generoso o a la idea eterna”). Su modernismo es político y por eso
pone su posa y su poesía al servicio de la libertad política. Pero si el lenguaje
debe encarnar la idea generosa, no debe hacerlo renunciando a la belleza, a los
elementos plásticos y musicales, a la emoción. Para Martí escribir es “hacer llorar, sollozar, increpar, castigar,
crujir la lengua, domada por el pensamiento, como la silla cuando la monta el
jinete...No tocar una cuerda sino todas las cuerdas. No sobresalir en la
pintura de una emoción, sino en el arte de despertarlas todas” (OC, T 73:
133-134). La musicalidad, la plasticidad, la naturaleza emotiva y a veces
hermética de su poesía, el continuo encabalgamiento del verso, hubieran hecho
de Martí la vanguardia del modernismo si su autor hubiera publicado en vida su
obra poética más importante20. Como los modernistas, es, además,
antitradicional y crítico del mundo que lo rodea. No en vano el modernismo,
como el simbolismo y el expresionismo franceses en que se inspira, son el
producto de la profunda crisis que experimenta el último cuarto del siglo XIX.
Revolución republicana para Cuba y para el mundo, revolución del lenguaje poético;
lucha por la libertad frente a toda tiranía y por la libertad poética frente a
la tiranía del academicismo trasnochado: estos son los rasgos más destacados de
la personalidad poética y política de Martí. Dos poemas de sus Versos libres
atestiguan lo que digo(21):
Banquete de tiranos
Hay una raza vil de
hombres tenaces
De sí propios
inflados, y hechos todos,
Todos, del pelo al
pie, de garra y diente;
Y hay otros, como
flor, que al viento exhalan
En el amor del hombre
su perfume.
[...]
A un banquete se
sientan los tiranos
Donde sirven hombres:
y esos viles
Que a los tiranos
aman, diligentes
Cerebro y corazón de
hombres devoran:
Pero cuando la mano
ensangrentada
Hunden en el manjar,
del mártir muerto
Surge una luz que los
aterra, flores
Grandes como una cruz
súbito surgen
Y huyen, rojo el
hocico, y pavoridos
A sus negras entrañas
los tiranos
Odio el mar
Vilo y lo dije:
-algunos son cobardes,
Y lo que ven y lo que
sienten callan:
Yo no: si hallo un
infame al paso mío,
Dígole en lengua
clara: ahí va un infame,
Y no, como hace el
mar, escondo el pecho.
Ni mi sagrado verso
nimio guardo
Para tejer rosarios a
la damas
Y máscaras de honor a
los ladrones:
Odio el mar, que sin
cólera soporta
Sobre su lomo
complaciente, el buque
Que entre música y
flor trae a un tirano
Criticar al infame, no ser hipócrita, ser virtuoso, eso es
ser libre para Martí: “Libertad es el
derecho a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”. El hombre
honrado, el hombre bueno, es el hombre natural. Para terminar de comprender su
visión (21) republicana de la vida hay que insistir en esa idea roussoniana del
ser humano bueno por naturaleza, sobre la que giran muchos de sus poemas y
crónicas. Para Martí el ejemplo máximo de bondad humana no es el buen salvaje,
aunque a veces vea en los indios americanos esa bondad y fraternidad del hombre
natural. La bondad humana, la naturaleza humana no corrompida por la tiranía,
se encuentra en los niños. Sobre esta idea, y sobre el amor del padre hacia el
hijo, gira su primer libro de poesía, Ismaelillo, de 1882, el único que publicó
en vida. Ismael era el hijo ilegítimo que Abraham tuvo con una esclava, a la
que repudió, viéndose obligada a huir, a exiliarse, cuando Sara, la mujer
legítima, le dio un hijo al patriarca hebreo. Martí, exiliado e hijo de Cuba,
la esclava, es Ismael; su hijo José es Ismaelillo. Martí le dedica el libro a
su hijo: “Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento
humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti”. El niño, que
representa lo más puro del ser humano, la inocencia y la bondad, mejora al
padre, que renace con él: “Hijo soy de mi
hijo!/ él me rehace”.(22)Durante la década siguiente a la publicación de
Ismaelillo Martí dedica un gran esfuerzo a la educación infantil en los
diversos países en que vive, funda varias revistas para niños y propone la
creación de un cuerpo de maestros ambulantes para educar al pueblo cubano: “A un pueblo ignorante –afirma- puede
engañársele con la superstición y hacérsele servil. Un pueblo instruido será
siempre fuerte y libre” (“Educación popular”, OC, T. 19, p. 376).
Tras esa década de actividad educadora, poética y
revolucionaria, poco antes de morir en 1895, Martí escribe el “Manifiesto de
Montecristi. El Partido Revolucionario Cubano a Cuba”. (23) El 11 de abril de
ese año, desde Montecristi, en Santo Domingo, sale con una partida de
revolucionarios para liberar Cuba, “para
abrir a la Humanidad
–afirma en el Manifiesto- una República trabajadora”, para hacer una “guerra
culta” y una “revolución del decoro, el sacrificio y la cultura”, “para crear
una patria más a la libertad de pensamiento, la equidad de las costumbres y la
paz del trabajo”. Una guerra que considera justa contra el Imperio español
y que impedirá al mismo tiempo la anexión de Cuba, que algunos cubanos desean,
a los Estados Unidos. Sin embargo, al poco de escribir el “Manifiesto de
Montecristi” muere Martí de un balazo en una refriega con el ejército español
el 19 de mayo de 1895.(24)
MARTÍ, LA
REPÚBLICA DE LOS ESTADOS UNIDOS Y EL SOCIALISMO
He puesto el acento hasta ahora en el Martí que se levanta
contra el Imperio español en decadencia y se hace republicano en esa lucha, una
lucha por la libertad y la fraternidad y, en consecuencia, por la igualdad de
los cubanos. Al hacerlo así ha quedado claro sobre todo el vínculo entre el
republicanismo fraternal español del 68 y la obra de Martí, pero queda oculta
la relación con el republicanismo bolivariano. El pensamiento de Martí no sólo
se alimenta de republicanismo español afrancesado, sino que cristaliza también,
como el de otros republicanos de Hispanoamérica, en el esfuerzo por comprender
la realidad social de los EEUU. Martí rechaza el imperialismo político y
económico la nueva potencia mundial, pero no deja de alabar los valores de una
República que se ve amenaza por la codicia de sus industriales y de una clase
obrera desarraigada que –en su opinión- llega de Europa con ideas incendiarias,
anarquistas o socialistas (25).
Como vamos a ver,
es una compleja mezcla, llena de tensiones, entre un republicanismo fraternal y
otro liberal de ascendencia bolivariana la que lleva a Martí a rechazar el
socialismo. Martí, que vive en Estados Unidos desde 1881 a 1895, se muestra
sagaz al analizar la erosión de los valores republicanos de ese país. Admira la
república americana de Jefferson y Lincoln, pero rechaza la de los “robber
barons”, la de los Stanford, Morgan oRockefeller (26): “...la acumulación ilimitada en unas cuantas manos de la riqueza de
carácter público, priva a la mayoría trabajadora de las condiciones de salud,
fortuna y sosiego indispensables para sobrellevar la vida. Ése es en los
Estados Unidos el mal nacional”(27)
El republicano Martí no hace suyo el entusiasmo liberal
con respecto a la evolución que sigue la República americana. Está más cerca en esto de un
Engels (sin que esto signifique que lo leyera), quien en 1881 advertía ya del
control creciente de la vida política y pública americana por parte de los
“nuevos príncipes del dinero”. Se trata de una crítica común en los círculos
republicanos, socialistas y liberales de izquierdas que Martí comparte y le
lleva a preguntarse si un siglo de libertad republicana en los EEUU habrá sido
inútil, si habrá producido la libertad “los
mismos resultados que el despotismo”: pero “¿no hacen menos feroz y más
inteligente al hombre los hábitos republicanos?”(28). Cabe temer que no, pues
la acumulación de riqueza vuelve indiferentes a los hombres para las cuestiones
públicas y los deja “sin tiempo ni voluntad para cumplir con su parte de deber
en la elaboración del gobierno y el país”(29). En Estados Unidos el afán de
riqueza lleva a los trabajadores a preferir estrategias de ascenso individual
que, sin ser criticables por sí solas, sí lo son cuando arrasan con el valor
republicano del cumplimiento del deber cívico, del patriotismo que busca no
sólo el progreso individual sino el progreso colectivo pacífico.
El análisis martiano de la cultura americana de la riqueza
y el ascenso tiene un regusto sociológico que recuerda al Sombart de ¿Por qué
no hay socialismo en los EEUU?(30)Sombart consideraba, en efecto, que las
estrategias de ascenso individual eran más poderosas en EEUU que las
estrategias colectivas. Eso lo ve Martí con claridad. Pero a diferencia de un
Sombart, lo que le preocupa a Martí no es la compresión analítica de la vida
americana, sino la pérdida de los valores republicanos. Por eso critica la
acumulación de riqueza como fin último de la sociedad y de los individuos, y
por eso critica a los emigrantes europeos que llegan a ese país sin amor alguno
por él, dispuestos sólo a lucrarse o a promover la lucha de clases importando
teorías –el anarquismo y el socialismo- ajenas a las necesidades americanas:“De
Europa vienen –afirma Martí en 1885- [...] y usan sus privilegio de ciudadanía en
satisfacer sus pasiones extranjeras, en propalar ideas nacidas en otras tierras
de problemas extraños,y en valerse de la inesperada libertad para cumplir
prontamente sus designios”.(31)
Procedentes de monarquías despóticas, los europeos llegan
a la República
americana para enriquecerse a cualquier precio o para tratar de instaurar allí,
mediante la violencia, el ideal de sociedad que no han podido instaurar en sus
países: “Esos trabajadores se trajeron a
sus anarquistas, que no quieren ley, ni saben qué quieren, ni hacen más que
propalar el incendio y muerte de cuanto vive y está en pie” (OC, T. 9, p.
338).Asoma aquí, por un lado, el Martí más ingenuo, el republicano que aún
considera, como un Louis Blanc cubano, que el sufragio universal provocará una
revolución pacífica (“el voto es un arma aterradora”, dice), que la “sosegada práctica de la libertad”, de la
virtud de la libertad, provocará en la República americana de forma pacífica la reforma
social “a que la mayoría de la nación
–afirma- parece determinada”, y que la fraternidad reinará entre los
pueblos y permitirá la superación de la lucha entre clases y entre razas.(32)
Ahora bien, si en el análisis de los males americanos es
certero, si Martí está acertado en lo que respecta a la destrucción del republicanismo
por un capitalismo salvaje, sus soluciones y esperanzas son irreales, más
poéticas que políticas. Tan irreales como las esperanzas fraternales del
gobierno republicano francés surgido de la revolución de 1848 y criticado por
Marx en “La lucha de clases en Francia”.“La
fórmula que se correspondía con esta fantaseada superación de las relaciones
entre las clases era la fraternité, la confraternización y la fraternidad
universales. Esa cómoda abstracción de los conflictos de clase, esa sentimental
nivelación de los contradictorios intereses de las clases, esa ilusoria
elevación por encima de la lucha de las clases, fue el verdadero santo y seña
de la Revolución
de febrero. [...]. El proletariado parisino se disipó en los goces de esa
generosa embriaguez de fraternidad”(33) El proletariado de finales del XIX,
el proletariado socialista, no se disipa ya en los goces de la fraternidad,
aunque Martí siga considerando que ese debe ser su camino. Viendo cómo América
se inunda de un proletariado revolucionario que viene de Europa, Martí se
encrespa y lo rechaza, reclamando una inviable hermandad apolítica entre clases
que dejaría a los obreros inermes ante los “robber barons”:“El derecho del
obrero no puede ser nunca el odio al capital: es la armonía, la conciliación,
el acercamiento común de uno y de otro". […]. “De Europa vienen, pues, con los artesanos que trabajan, los odios que
fermentan. […]. Y…en vez de la prudencia que aconseja no pedir más de lo
posible, o esperar para rebelarse época y estación más clementes, las
asociaciones socialistas envían sus azuzadores profesionales, que alzar la
gente no logran; mas envenenarla sí. […]. A la verdad, que no hay peor país para ejercitar la violencia que aquel
donde se practica el derecho. Lo innecesario de la ofensa la hace más
abominable."(34)
Martí quiere una república que imponga mediante leyes
buenas, leyes admitidas por todos, una distribución más justa de la riqueza.
Entiende que cuando las leyes, el gobierno, la prensa y la iglesia se corrompen
por la codicia, la “democracia más libre
del mundo”, se convierte en “la más
injusta y desvergonzada de las oligarquías”(35). Eso es lo que ha ocurrido
en los EEUU. Pero la solución al dominio tiránico de la oligarquía no es el
dominio tiránico de la clase obrera: “el demagogo es el que levanta una porción
del pueblo contra otra” (36). La guerra contra la potencia colonial es justa,
la guerra de clases no: “Es gloria de
nuestra guerra. El esclavo salió amigo, hermano, de su amo…Nuestro rico ha
purgado en el sacrificio y el trabajo la fuente tal vez criminal de su fortuna.
Los nietos han de hacerse perdonar el pecado de sus abuelos. El servicio a la
revolución de la libertad puede lavar la culpa de la riqueza, acumulada con el
fruto de la esclavitud. El mundo es equilibrio, y hay que poner en paz a tiempo
las dos pesas de la balanza”(37)Así pues, si hemos dicho que por un lado
estas opiniones son fruto del republicano fraternal que fue Martí, por otro
lado hay que añadir que detrás de todas ellas late el temor bolivariano a la
democracia absoluta, el temor al gobierno directo de las masas populares, es
decir, el gobierno de una facción del pueblo (los pobres) frente a otra (los
ricos)38, tandenostado por el republicanismo clásico. Ahora bien, si a
principios del siglo XIX al republicanismo criollo le bastaba (o eso creía) con
un senado hereditario para contener alas olas populares, a finales del XIX el
republicanismo liberal y criollo de ascendencia bolivariana puede aceptar el
sufragio universal y que el senado sea electo, pero lo que no puede asumir es
el socialismo. Para los republicanos (y para Martí) el socialismo es facción,
es división, es servidumbre. Así, José Martí considera que Marx debe ser
admirado porque se puso del lado de los débiles, pero debe rechazarse su
doctrina porque siembra el odio entre clases.(39) Y el socialismo debe
rechazarse porque esclaviza: “La Futura Esclavitud ” se llama este tratado de
Herbert Spencer. Esa futura esclavitud, que a manera del ciudadano griego que
contaba para poco con la gente baja, estudia Spencer, es el socialismo. […].So
pretexto de socorrer a los pobres -dice Spencer- sácanse tantos tributos, que
se convierte en pobres a los que no lo son. La ley que estableció el socorro de
los pobres por parroquias hizo mayor el número de pobres. […].Todo el poder que
iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de
mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo
[…]. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De
ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los
funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio
sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a
la comunidad entregaría todo su trabajo” (subrayado mío)(40) Obsérvese que
Atenas de nuevo se convierte en contraejemplo de lo que no debe ser una buena
sociedad.
Ahora bien, ¿cómo puede alabar un republicano fraternal
como Martí la obra de un liberal dogmático como Spencer? Para responder a esta
pregunta hay que entender que Martí no es un teórico de la política y su
republicanismo está cuajado de tensiones provocadas por su querencia hacia la
fraternidad y su admiración por Bolívar. Así, como se puede ver en la cita anterior,
el elogio del libro de Spencer se hace, por un lado, desde presupuestos
claramente republicanos: la libertad se ha de entender como ausencia de
dominación. Por lo tanto, si el socialismo, como cree Martí, es una forma de
dominación, un republicano no puede aceptar el socialismo. Menos todavía un
republicano fraternal que sueña con hermanar a los hombres –negros y blancos,
obreros y empresarios- en una empresa común, a saber, la mejora y
engrandecimiento de la patria y de la humanidad. Ahora bien, para entender, por
otro lado, el elogio martiano a Spencer hay que recordar que el republicanismo
burgués se vuelve progresivamente liberal a partir de la revolución francesa de
1848, con la irrupción en la arena política de una clase obrera revolucionaria
que no ve ya su liberación en una posible alianza con la burguesía. En este
sentido la opinión de Martí está en sintonía con el republicanismo burgués de
finales del XIX, un republicanismo que todavía se muestra en parte solidario
con la clase obrera pero que no puede ser socialista sin desfigurarse. En ese
contexto Martí rechaza el socialismo porque atenta contra su ideal de
fraternidad, es cierto, pero lo rechaza también (en sintonía con el
republicanismo bolivariano de corte liberal, burgués) porque supone el gobierno
de los pobres, la dictadura del proletariado, esto es, el gobierno de una
facción de la sociedad frente a otra.
Esto no significa, sin embargo, que el pensamiento de
Martí, de haber vivido otros cuarenta años, hubiera derivado hacia el liberalismo
doctrinario. No sabemos cuál habría sido la evolución de Martí. Lo que sabemos
es que a finales del XIX el republicanismo del poeta cubano se ha quedado viejo
y se ve superado por los acontecimientos, tan superado como su ideal de
fraternidad: los antiguos republicanos de izquierdas se han desembarazado del
ideal de fraternidad universal para transformarse en anarquistas (para los que,
a diferencia de lo que piensa Martí, la fraternidad entre obrero y patrón es
imposible) o derivar abiertamente hacia el liberalismo.(41) El republicanismo
fraternal de Martí –sometido en este
contexto a muchas tensiones doctrinales- no sirve ya, a las puertas del siglo
XX, para resolver los grandes problemas que crean la nueva sociedad industrial
y las “oligarquías desvergonzadas”. Esas oligarquías, como bien sabe Martí, no
respetan el derecho, se apropian de las leyes y han dejado de temer desde hace
tiempo el sufragio universal, pues han sabido dominarlo. No sirve tampoco para
combatir el imperialismo de una potencia que se quiere anexionar Cuba, y sirve
peor aún, por último, para responder a las necesidades y demandas de una clase
obrera europea que llega en masa a EEUU, a México, a Cuba o a Argentina. José
Martí se vale de Spencer para criticar el socialismo, es cierto, pero el autor
británico está muy lejos de Martí, (42)quien no deja de ser un republicano
fraternal con pinceladas bolivarianas. Históricamente, por lo demás, el
liberalismo dogmático de corte spenceriano derivó pronto hacia el fascismo que
se enfrentó a muerte con el socialismo, un enfrentamiento que Martí no vivió.
Eso nos permite a nosotros verlo aferrado ya para siempre a la gozosa
embriaguez de la fraternidad (43)
Qué fue, no sé: jamás
en mí di asiento
Sobre el amor al
hombre, a amor alguno,
Y bajo tierra, y a
mis plantas siento
Todo otro amor,
menguado e importuno.
La libertad adoro y
el derecho.
Odios no sufro, ni
pasiones malas:
Y en la coraza que me
viste el pecho
Un águila de luz abre
sus alas
.(1) El descrédito del modernismo comienza pronto. En 1901 Unamuno critica
el modernismo por estar “atestado de neo-gongorismo, neo-culteranismo,
decadentismo” (citado por F. Abad, “Anotaciones sobre la poesía de Ruben
Darío”, en Ruben Darío, Antología Poética, Barcelona, Edaf, 1979, p. 12). Sin
embargo, en su estudio sobre Darío, Pedro Salinas destaca el amor por la
libertad y el sesgo social y político del poetanicaragüense. /2 Republicano en el sentido clásico de
la palabra (véase más abajo nota 10). Quien más se acerca a este enfoque es P.
Rodríguez en “Alcance y trascendencia del concepto de república de José Martí”,
Tebeto: Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, nº 18, 2005,
pp. 78-84.2/3 Verso del primer poema
de Versos sencillos, en Martí, J., Poesía completa, Madrid, Alianza Editorial,
2001, p. 161. Edición a cargo de Carlos Javier Morales/4 La admiración por Bolívar está presente en muchos textos de
Martí: “La América ,
al estremecerse al principio de siglo desde las entrañas hasta las cumbres, se
hizo hombre, y fue Bolívar”. (Cita del “Discursopronunciado en la velada de la Sociedad Literaria
Hispanoamericana en honor de Venezuela”, en 1892 y recogido en Martí, J.,
Nuestra América, colección de textos martianos sobre América;
, consultado el 11 de febrerode 2008, p. 262./5 Bolívar, S. (2007), Obra política y
constitucional, Madrid, Tecnos, p. 78. Todas las citas de Bolívar proceden de
este libro./6“[…] el imperio de las
Leyes es más poderoso que el de los tiranos porque son más inflexibles, y todo
debe someterse a su benéfico rigor: que las buenas costumbres y no la fuerza,
son las columnas de las leyes: que elejercicio de la Justicia es el ejercicio
de la Libertad ”
(69)./7 Adams emplea un lenguaje aún
más explícito que Bolívar, pero la idea es la misma: “Hay que recordar que los
ricos son tan pueblo como los pobres…Los ricos, por tanto, han de disponer de
una barrera constitucional efectiva que les proteja de ser asaltados,
expoliados y asesinados, lo mismo que los pobres; y eso no puede darse sin un
Senado… Los pobres han de disponer de un valladar contra los mismos peligros y
opresiones; y eso no puede darse sin una cámara de representantes del pueblo”.
Esa cámara, como afirma Hamilton, debe ser vitalicia: “Sólo un cuerpo
permanente [un Senado vitalicio] puede poner freno a la imprudencia de la
democracia” (las dos citas proceden de C. Richards, The Classics and the
Founders, Cambridge, Mass.,Harvard Universiry Press, 1995). Roma, no Atenas
(Cicerón y no Pericles) es para todos ellos el ejemplo que hay que seguir./8
Marx, K. ([1852]), “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”, en Trabajo
asalariado y capital, Barcelona,Planeta-Agostini, 1985, p. 136. Marx se refiere
a Danton, Robespierre, Saint-Just y Napoléon. A los primeros por haber
derribado el feudalismo, al último por allanar el camino del capitalismo.
Bolívar reúne en su persona ambas tareas. Sobre la naturaleza conservadora del
republicanismo bolivariano véase R. Gargarella,Los fundamentos legales de la
desigualdad. El Constitucionalismo en América (1776-1860), Madrid, Siglo XXI,
pp. 85 y ss./9Sobre la concepción
antigua de la democracia como gobierno de los pobres véase Andrés de Francisco
Ciudadanía y democracia: un enfoque republicano, Madrid, La Catarata , 2007.10 Fernando Garrido (1821-1883), La Igualdad , 11-XI-1868. 5/(11) Sigo aquí a Antonia Elorza,
“Ideología obrera en Madrid: republicanos e internacionales” en A. Elorza y M.
Ralle, La formación del PSOE, Barcelona, Crítica, 1989, pp. 19-20, menos en el
primer punto. Entre lassimilitudes que igualan a republicanos y libertarios
Elorza considera la siguiente: “a) Una visión de la sociedad tendente a trazar
contraposiciones bipolares: despotismo versus libertad, reacción
versusiberación… pobreza versus riqueza”. Creo que es más adecuado presentar
esa similitud como yo lo he hecho, pues lo que parece claro es que los
republicanos españoles heredan del republicanismo clásico la concepción de la
libertad como ausencia de dominación (la posibilidad de vivir sin amos de
ningún tipo,como señala Pettit, Ph., Republicanismo, Barcelona, Paidós, 1997,
cap. 1). De ahí que presenten ese idealapelando, de forma clásica, a la
oposición entre libertad y esclavitud o despotismo. La concepción martianade la
libertad, como veremos aquí, es la misma./(12)Véase
Prieto, J. L., “José Martí en España: 1871-75 y 1879” , Revista Hispano
Cubana, 15, pp. 2-3.6/(13) Martí,
Obras Completas, La Habana ,
Editorial de Ciencias Sociales, 1991 (OC a partir de ahora), Tomo 1, pp. 89-98.
Las citas de Martí que aparecen en el párrafo siguente son también de “La República española ante
la revolución cubana”.7/14 “Mi raza”
[1893], en Martí, Ensayos y crónicas, Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1995,
p. 130. Edicióna cargo de José Olivio./15
Carta al Director de "La Opinión Nacional ", Nueva York, 1 de abril de
1882, en Martínez Acosta, A. (2005), José Martí y la república. Selección de
textos,,consultado el 29 de
enero de 2008, p. 65.16
" .../(16)”Ya
en Cuba está planteado el problema inevitable de todos los pueblos, y ese es en
realidad el único problema de Cuba, que explica las confusiones aparentes del
país, como explica la catástrofe de la guerra: laminoría soberbia, que entiende
por libertad su predominio libre sobre los conciudadanos a quienes juzga de
estirpe menor, prefiere humillarse al amo extranjero, y servir como instrumento
de un amo u otro, a reconocer en la vida política, y confirmar con la justa
consideración del trato, la igualdad del derecho de todos los hombres”
"Los cubanos de Jamaica y los revolucionarios de Haití". De
"Patria", Nueva York. 31 demarzo de 1894, citado por Martínez Acosta,
op. cit., p. 102.17(17)“[…] quién no
ha meditado en los visibles y afligentes dolores de los hombres; en las
desigualdades injustas de su condición, no fundadas en desigualdades análogas
de sus aptitudes; en el contraste ilícito, quequema los ojos, de esas
existencias de quirites romanos, empapadas de jugos de flores, y en senos de
lúbricasfamosas y tentadoras sagas adormecidas, y esas otras bestiales
existencias, torcidas de manera que lascabezas de los hombres son en ellas
meras cabezas de martillo?[…] ¿Quién, con nobles empeños, no ha aderezado a sus
solas cuadros de distribución de los productos, de modo que el dueño holgado
toque a un poco menos, y el apurado obrero a un poco más?[…] ¿Quién no ha
reconstruido en su cerebro la "Utopía" deMoro, y la
"Occeana" de Harrington?” (Prólogo a "Cuentos de hoy y de
mañana" de Rafael de Castro Palomino. En Obras Completas (OC), Tomo 5.
Citado por Martínez Acosta, op. cit., p. 261.8“/(18) El primer texto entrecomillado pertenece a la carta al
Director de "La
Opinión Nacional ". Nueva York, 23de mayo de 1882. OC, T.
14, p. 496. El segundo pertenece al "Discurso en Hardman Hall". Nueva
York, 17 de febrero de 1892.OC, T. 4, p 303. El tercero pertenece al artículo
"Cuatro clubs nuevos", de "Patria", Nueva York, 14 de enero
de 1893. OC, T. 2, p. 198. Citados todos por Martínez Acosta (2005: 76-78)./(19) Olivio, J. “José Martí, pionero de
la prosa modernista hispanoamericana”, en Martí, Ensayos y crónicas,Madrid,
Anaya & Mario Muchnik, p. 316. /(20)
Esta opinión la comparten autores como I. Schulman, que la expone en su
introducción a Ismaelillo. Versos libres. Versos sencillos, Madrid, Cátedra,
1994; L. R. Hernández, en “Continuidad de la renovaciónpoética
hispanoamericana: la metáfora y el ritmo en José Martí y Nicolás Guillén”,
Anales de literatura hispanoamericana, nº 31, 2002, pp. 213-220 y en “Martí y
la vigencia de su proyecto modernista”, Revista hispano cubana, nº 1, 2005, pp.
20-26 y O. Lescayllers, “Martí y Dario: iniciadores del Modernismo”, Revista
hispano cubana, nº. 22, 2005, pp. 112-116.9/ (21) En Ismaelillo. Versos libres. Versos sencillos, Madrid,
Cátedra, 1994./(22) Verso de “Musa
traviesa”, en Ismaelillo. Versos libres. Versos sencillo, Madrid, Cátedra,
1994, p. 76. /(23) En Martí, Ensayos
y crónicas, Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1995, pp. 139-148. Edición a
Cargo de J.Olivio. /(24) Para
conocer con detalle la vida de Martí véase R. Pérez Napoleón, Martí: el poeta
armado, Madrid, /Algaba Ediciones, 2004.11/25
Véase Meler, E., “Martí en los Estados Unidos: de la crítica cultural de la
modernidad alantiimperialismo”,
, 5/03/2006; consultado el
2 de febrero de 2008./26Véase la
larga lista de los “robber barons” en
http://en.wikipedia.org/wiki/Robber_baron_(industrialist).Consultado el 2 de
febrero de 2008./27 “El movimiento
social y la libertad política” (1886), en Martí, Ensayos y crónicas, op. cit.,
p. 77.12/28 Martí, Ensayos y
crónicas, op. cit., p. 80.29 Op. cit. p. 82. /30 Véase Sombart, ¿Por qué no hay socialismo en los EEUU?, Madrid,
Capitán Swing Libros, 2009./31
"Carta al Director de "La
Nación ". Nueva York, 9 de febrero de 1885. OC, Tomo 10,
p. 160 a
161.13/32 Martí, Ensayos y crónicas,
op. cit., p. 85.33 Marx, K. [1852], “La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850” , en Marx, Trabajo
asalariado y capital,/Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pp. 37-135. 34 Carta
al Director de "La Nación "."
Nueva York, 9 de febrero de 1885.OC, T. 10, p. 160 a 161. /35 Carta al Director de "La Nación ". Nueva York,
10 de abril de 1888. OC, T. 11, p. 436 a 437. Citado por Martínez Acosta (2003:
98).14/36 "Juntos y el
Secretario." De "Patria", Nueva York, 21 de mayo de 1892. OC, T.
1, p. 451./37 "Pobres y ricos".
De "Patria", Nueva York. 14 de marzo de 1893. OC, T. 2. Página 251./38 Que como afirma Adams (ver nota 7)
también son pueblo. /39 “Karl Marx”,
La Nación ,
Buenos Aires, 13 y 16 de mayo de 1883 (http://www.filosofia.cu/marti/
mt09388.htm). Consultado el 22 de enero de 2008.40 “La futura esclavitud”, La América , Nueva York, abril de 1884
(http://www.filosofia.cu/marti/ mt15388.htm).
(41)19 Como afirma Elorza, op. cit., en España, por ejemplo, el
republicanismo derivó hacia el anarquismo o hacia el liberalismo y, en
Cataluña, hacia el nacionalismo. Ante ese panorama político el recién creado
Partido Socialista Obrero Español encontraría a principios del siglo XX su
mejor aliado en el republicanismo liberal burgués. La alianza entre
republicanos y socialistas moderados sirvió para que el Secretario General del
PSOE, Pablo Iglesias, obtuviera en 1910 el primer escaño socialista (véase A.
Robles, “La Conjunción
Republicano-Socialista : una síntesis de liberalismo y
socialismo”, Ayer, 54 (2004), 97-127). El republicanismo liberal que puede ser
compañero de viaje de un socialismo moderado habría sido quizá el ideal de
Martí de haber vivido más tiempo. 42 Cada página de la obra de Martí, cada
poema, supone el rechazo de opiniones spencerianas como ésta: “[...] cuando en
una época como la nuestra se pintan las miserias de los pobres, el público se
las representa como miserias a que se hallan sujetos los virtuosos pobres, en
vez de representárselas como miserias sufridas por los culpables pobres. [...].
No son otra cosa que parásitos de la sociedad, que de un modo o de otro viven a
expensas de los que trabajan, vagos e imbéciles...” (Spencer, [1884]), El
individuo contra el Estado, Barcelona, Ediciones Orbis, p. 34-35). De aquí al
fascismo hay un paso. 43 Los dos siguientes serventesios proceden del poema
“Cual de incensario roto”, del libro Flores de destierro [1878-1895] (Martí,
Poesía completa, Madrid, Alianza Editorial, 2001, p. 209).
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