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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

28/7/13

El árbol republicano : JOSE MARTÍ

EL MODERNISMO REPUBLICANO DE JOSÉ MARTÍ

 Por Fernando Aguiar,
 investigador del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (CSIC)

“Yo quiero, cuando me muera,
Sin patria, pero sin amo,
Tener en mi losa un ramo
De flores, - y una bandera”
INTRODUCCIÓN

Si del modernismo literario apenas queda el recuerdo de un movimiento decadente cargado de tules, sedas, oropeles y princesas, del republicanismo carecemos siquiera de memoria a que aferrarnos, especialmente en España, donde se ha borrado o tergiversado a conciencia todo recuerdo de lo que pudo significar alguna vez ser republicano. Queda al menos la idea, eso sí, de que el republicanismo es un movimiento antimonárquico. Pero entonces modernismo y el republicanismo no parece que puedan casar bien en nuestra memoria política y literaria. ¿Se habrán vuelto republicanos el Marqués de Bradomín y la
princesa triste de Darío?¿O es que queremos forzar las ideas y las palabras, e incluso a las personas, desde el título mismo de este capítulo para hacer del modernista Martí lo que no fue, esto es, un republicano? Habrá que refrescar la memoria porque modernismo y republicanismo no sólo casan bien en la obra de José Martí, como vamos a ver, sino que ambos giran en torno a una misma pasión por la libertad.(1)

Cuesta mucho, sin embargo, encontrar donde se diga que Martí era un poeta y un pensador republicano, a pesar de que en su obra esto resulta evidente.(2 )Martí padeció desde muy joven el presidio, vivió exiliado la mayor parte de su vida, apenas tuvo ocasión de conocer a su hijo, murió en el campo de batalla a los cuarenta y dos años sin llegar a ver la independencia de Cuba y no pudo publicar en vida su obra poética, excepto su primer libro. No tuvo una vida fácil, desde luego, y tampoco ha sido fácil asumir la herencia que dejó. Pues si para los españoles Martí no es casi nada más allá de la letra de la “guantanamera” (“Yo soy un hombre sincero/ De donde crece la palma”),(3) para los cubanos lo es todo. Pero quien lo es todo para unos y para otros termina por no ser nada para nadie, de tan desvirtuado y desfigurado como lo dejan. Para los cubanos de la isla, en efecto, Martí lo es todo, es el Apóstol, el libertador, el visionario, el revolucionario, el mártir protosocialista antecesor de Fidel. Para los cubanos de Miami Martí también lo es todo, en especial el poeta y el pensador antisocialista que se opone a toda tiranía y se habría opuesto a la de Fidel. Unos y otros se lo echan en cara con menos razón que con ella. Más allá de interpretaciones interesadas, lo cierto es que el pensamiento social de José Martí se forja contra dos imperialismos, el del Imperio español en decadencia y el del pujante imperio americano. En esa forja Martí se hizo republicano, bajo la influencia doctrinal de Bolívar(4,) por un lado, y de los republicanos españoles, por otro. Se hizo republicano como poeta, se hizo republicano como cronista y se hizo republicano como pensador y político revolucionario. De eso vamos a tratar en este capítulo apoyándonos en textos de Martí, aun a costa de abusar de las citas.


JOSÉ MARTÍ ENTRE DOS REPUBLICANISMOS

Cuando el 28 de enero de 1853 nace José Martí la lucha por la independencia se halla muy avanzada en Hispanoamérica, buena parte de las repúblicas americanas ya se han fundado y a España le que quedan cada vez menos colonias. En los países que no se han librado aún del dominio español la figura de Bolívar –muerto en 1833- adquiere dimensiones gigantescas. Los opositores cubanos repiten las palabras del Libertador: “La justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la. libertad". En el primer tercio del siglo XIX Bolívar no sólo destaca como estratega militar, sino como el constitucionalista republicano de la América española:“Un Gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la Soberanía del Pueblo: la división de los Poderes, la Libertad Civil, la proscripción de la Esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas.”(5)Con un conocimiento del republicanismo antiguo y moderno más que notable para un militar que pasa buena parte del tiempo en el campo de batalla, Bolívar ve en la Roma republicana y en el gobierno británico (en “lo que tiene de republicanismo”) los ejemplos que debe seguir Hispanoamérica. Su ideal no es sólo la creación de múltiples repúblicas independientes, sino la creación de una gran Confederación republicana que incluyera a Venezuela, Bolivia, Colombia y Perú. Esa Confederación debería promover la igualdad política y social para asegurar la libertad de los ciudadanos; debería promover la fraternidad para conjurar los conflictos étnicos y sociales entre ciudadanos libres; debería promover la virtud pública para que las costumbres pervertidas por años de dominación arbitraria española no acaben con la república. Para Bolívar una de las primeras virtudes es la obediencia a la ley, que en la república no deberá ser arbitraria, sino producto de la voluntad ciudadana (6) Esa voluntad necesita sin embargo ser formada, educada, pues un pueblo de ignorantes es un pueblo de esclavos: “¡hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen la República (79).

Ahora bien, tanto las repúblicas recién creadas como la futura Confederación deben evitar el grave peligro de tomar como ejemplo Atenas (Bolívar considera preferible mirar a Esparta y Roma). Atenas es el caso histórico más claro de la insuficiencia de la “democracia absoluta”, que Bolívar entiende, en sentido antiguo, como el gobierno directo de las masas populares. Para superar esa insuficiencia Bolívar propone la creación de dos Cámaras, una electiva, la de Representantes, y otra hereditaria, el Senado:“Si el Senado en lugar de ser electivo fuese hereditario, sería en mi concepto la base, el lazo, el alma de nuestra República. Este Cuerpo en las tempestades políticas pararía los rayos del Gobierno, y rechazaría las olas populares. […]. Debemos confesarlo: los más de los hombres desconocen sus verdaderos intereses, y constantemente procuran asaltarlos en las manos de sus depositarios: el individuo pugna contra la masa, y la masa contra la autoridad. […]. [Un senado hereditario] servirá de contrapeso para el Gobierno y para el Pueblo: será una potestad intermedia que embote los tiros que recíprocamente se lanzan estos eternos rivales” (82-83). Bolívar, admirador de la revolución americana, está más cerca de un republicano patricio como Adams que de un demócrata como Jefferson(7)

Se puede decir entonces, parafraseando a Marx, que Bolívar trató de cumplir, con ropaje romano y frases romanas, la misión de su tiempo: librar al pueblo del colonialismo e instaurar la sociedad burguesa moderna (8)

El republicanismo de Bolívar es un republicanismo criollo temeroso de la democracia absoluta, de la democracia en el sentido antiguo de la palabra: el gobierno directo de las olas populares (9)

El rechazo bolivariano de la democracia radical en favor de un republicanismo patricio reformista influirá más tarde Martí, como veremos. Pero en Martí también influyen los republicanos españoles radicales, lo que vuelve más compleja, y a veces contradictoria, su concepción de la república. Desde la revolución de 1868 en España el republicanismo se divide en tres corrientes. Un ala de izquierdas, radical, democrática, federalista e insurgente que tiene su ideal en la revolución francesa de 1848 y en el republicanismo fraternal de Louis Blanc y Auguste Blanqui. Para ellos la revolución debe ser atea, negadora de la autoridad, popular, fraternal y radicalmente democrática, pues la república ha de estar regida por “el pueblo, las clases productoras de la sociedad, los artistas, los artesanos, los obreros”. Así se expresa Fernando Garrido10,conocido republicano, federalista y demócrata radical que fundó el periódico La igualdad y divulgó en España las ideas de Fourier. Sin duda, esta es la tendencia más influyente del republicanismo y con más arraigo entre las clases populares españolas. En el centro, con
Nicolás Salmerón a la cabeza, se encuentran aquellos republicanos que rechazan la vía insurgente y promueven la vía institucional para luchar por una mayoría parlamentaria que favorezca la transición de la monarquía a la república. La derecha republicana, por último, tiene un papel insignificante a mediados del XIX –son los monárquicos quienes ocupan en España el espacio político de derechas. Las corrientes de centro y de izquierdas, que se distinguen por su mayor o menor pasión por la insurgencia, comparten, sin embargo, una serie de elementos doctrinales comunes:

a) La libertad se define, siempre en términos clásicos, por contraposición a la esclavitud.
b) Se defiende una concepción federalista del Estado.
c) Los republicanos no sólo promueven en España una separación tajante ente Iglesia y Estado, sino que hacen gala de anticlericalismo.
d) Sin una teoría económica desarrollada, se hace una condena moral de la opresión en consonancia con el ideal republicano de libertad.
e) Por último, se defiende por encima de todo “un racionalismo de raíz ilustrada”.(11)

Estas ideas recorren Europa y América e influyen en los opositores cubanos cuando Martí es un adolescente, poco antes de ser encarcelado y enviado a España. Se trata, en efecto, de un opositor muy joven, pues Martí va a presidio con 17 años por “infidencia” hacia el gobierno español, según consta en la sentencia que se dictó contra él. Se le condena a realizar trabajos forzados en la cantera de San Lázaro. Allí estará tres años encerrado hasta que sus padres –españoles de extracción humilde- consigan que la condena se trueque por un largo exilio en España, donde podrá estudiar derecho y filosofía y se relacionará con los círculos republicanos y masones. Martí vive en España desde 1871 hasta 1874, llega a nuestro país, por lo tanto, en pleno sexenio democrático y conocerá de primera mano la experiencia de la I República y las demandas de los republicanos de izquierdas, que hará suyas: sufragio universal, libertad de prensa, libertad de cultos, abolición de las quintas, abolición de la esclavitud (12). En 1873, con veinte años y con una idea bastante clara de lo que debe ser una república social, Martí hace llegar a los diputados republicanos españoles un texto en el que los invita a tratar fraternalmente a Cuba y a que le otorguen la misma libertad por la que ellos han luchado. En “La República española ante la revolución cubana” (1873) se dirige a la República española en favor de Cuba y muestra ya los elementos del republicanismo fraternal que lo acompañará toda la vida:“Hombre de buena voluntad, saludo a la República que triunfa, la saludo hoy como la maldeciré mañana cuando una República ahogue a otra República, cuando un pueblo libre al fin comprima las libertades de otro pueblo. [...] Si la libertad de la tiranía es tremenda, la tiranía de la libertad repugna, estremece, espanta. [...]No ha de ser respetada voluntad que comprime otra voluntad. Sobre el sufragio libre, sobre el sufragio consciente e instruido, sobre el espíritu que anima el cuerpo sacratísimo de los derechos, sobre el verbo engendrador de libertades álzase hoy la República española. ¿Podrá imponer jamás su voluntad a quien la exprese por medio del sufragio? ¿Podrá rechazar jamás la voluntad unánime de un pueblo, cuando por voluntad del pueblo, libre y unánime voluntad se levanta? Engendrado por las ideas republicanas entendió el pueblo cubano que su honra andaba mal con el Gobierno que le negaba el derecho de tenerla.”(13)

A los veinte años Martí se siente ya lo bastante maduro como para recordarle a la República española lo que significa la libertad republicana y, sobre todo, lo que implica. Libertad republicana significa libertad frente a la esclavitud y la opresión: el hombre que no es libre es un esclavo que depende de la voluntad de otro y una nación que no es libre es una nación esclava. Esa libertad sólo puede engendrar una relación fraternal entre los pueblos: “los pueblos no se unen –dice Martí en el mismo texto- sino con lazos de fraternidad y de amor”. La fraternidad, que no es posible sino entre hombres y mujeres libres, implica a su vez una concepción republicana del patriotismo: “Patria es algo más que opresión, algo más que pedazos de terreno sin libertad y sin vida, algo más quederecho de posesión a la fuerza. Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”. En una patria así, el sufragio universal es el arma más poderosa con que cuenta el pueblo para no perder su libertad. Eso es lo que Martí quiere para Cuba, con el apoyo de España o frente a España. Con matices, con mayor profundidad a medida que madura, ése será en esencia el ideal de Martí: instaurar en Cuba una republica social, una república fraternal regida por el (13) pueblo, las clases productoras de la sociedad, los artistas, los artesanos y los obreros sin diferenciar entre clases ni entre razas: “En Cuba no hay temor alguno a la guerra de razas…En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco, hubo siempre un negro”(14).

 En las crónicas que escribió Martí en los diversos países en los que estuvo exiliado –Guatemala, México, Estados Unidos-, crónicas periodísticas que forman el grueso de su obra, estas ideas se repiten sin cesar. A partir de 1875, una vez que ha vuelto de España, Martí se gana la vida dando clases y colaborando en un sinfín de periódicos, algunos de ellos tan importantes como La Opinión Nacional, de Caracas, La Nación, de Buenos Aires y El Partido Liberal, de México. En su obra periodística Martí perfila su ideal republicano. El espíritu, asegura, es un barco de dos velas: “y es la libertad una vela, y la prudencia la otra”(15). La libertad republicana es el derecho a vivir sin cadenas, a vivir sin amo, bajo el amparo de leyes justas (“la libertad adoro, y el Derecho”), en igualdad(16). Ahora bien, las cadenas hay que romperlas por partida doble: el primero paso consiste en desencadenarse de España y convertir Cuba en una nación independiente; el segundo paso debe ser liberar a los cubanos de las “desigualdades injustas de su condición”(17). Una vez librada la guerra principal contra el colonialismo, que es una guerra sangrienta, la libertad de Cuba será obra del amor, no de la guerra (ni de clases ni de razas), obra de la concordia, de la fraternidad:   “Los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye”. “Otros amen la ira y la tiranía. El cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad”. “[En los clubs revolucionarios a los cubanos que no saben leer ni escribir] cariño le dan, y hermandad, que es la gran medicina de los pueblos”(18).
 
Resuenan aquí los ideales del republicanismo fraternal que conoció Martí en España, un republicanismo ilustrado que hace de la libertad frente a la tiranía el fundamento sobre el que levantar la nueva sociedad (aunque no se sepa muy bien cómo, todo hay que decirlo, pues a menudo resulta declamatorio en exceso). Martí es un poeta, no un teórico. No busca siempre la idea profunda, busca siempre la idea encarnada en una frase hermosa. La prosa periodística de Martí es “adensada de simbologías, cromatismos y musicalidad inusuales en su época, y a ello debe su alto rango estilístico”.(19)

 Pero Martí
rechaza el uso del lenguaje, periodístico o poético, con fines puramente estéticos (“El lenguaje es humo cuando no sirve de vestido al sentimiento generoso o a la idea eterna”). Su modernismo es político y por eso pone su posa y su poesía al servicio de la libertad política. Pero si el lenguaje debe encarnar la idea generosa, no debe hacerlo renunciando a la belleza, a los elementos plásticos y musicales, a la emoción. Para Martí escribir es “hacer llorar, sollozar, increpar, castigar, crujir la lengua, domada por el pensamiento, como la silla cuando la monta el jinete...No tocar una cuerda sino todas las cuerdas. No sobresalir en la pintura de una emoción, sino en el arte de despertarlas todas” (OC, T 73: 133-134). La musicalidad, la plasticidad, la naturaleza emotiva y a veces hermética de su poesía, el continuo encabalgamiento del verso, hubieran hecho de Martí la vanguardia del modernismo si su autor hubiera publicado en vida su obra poética más importante20. Como los modernistas, es, además, antitradicional y crítico del mundo que lo rodea. No en vano el modernismo, como el simbolismo y el expresionismo franceses en que se inspira, son el producto de la profunda crisis que experimenta el último cuarto del siglo XIX. Revolución republicana para Cuba y para el mundo, revolución del lenguaje poético; lucha por la libertad frente a toda tiranía y por la libertad poética frente a la tiranía del academicismo trasnochado: estos son los rasgos más destacados de la personalidad poética y política de Martí. Dos poemas de sus Versos libres atestiguan lo que digo(21):

Banquete de tiranos
Hay una raza vil de hombres tenaces
De sí propios inflados, y hechos todos,
Todos, del pelo al pie, de garra y diente;
Y hay otros, como flor, que al viento exhalan
En el amor del hombre su perfume.
[...]
A un banquete se sientan los tiranos
Donde sirven hombres: y esos viles
Que a los tiranos aman, diligentes
Cerebro y corazón de hombres devoran:
Pero cuando la mano ensangrentada
Hunden en el manjar, del mártir muerto
Surge una luz que los aterra, flores
Grandes como una cruz súbito surgen
Y huyen, rojo el hocico, y pavoridos
A sus negras entrañas los tiranos

Odio el mar
Vilo y lo dije: -algunos son cobardes,
Y lo que ven y lo que sienten callan:
Yo no: si hallo un infame al paso mío,
Dígole en lengua clara: ahí va un infame,
Y no, como hace el mar, escondo el pecho.
Ni mi sagrado verso nimio guardo
Para tejer rosarios a la damas
Y máscaras de honor a los ladrones:
Odio el mar, que sin cólera soporta
Sobre su lomo complaciente, el buque
Que entre música y flor trae a un tirano

Criticar al infame, no ser hipócrita, ser virtuoso, eso es ser libre para Martí: “Libertad es el derecho a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”. El hombre honrado, el hombre bueno, es el hombre natural. Para terminar de comprender su visión (21) republicana de la vida hay que insistir en esa idea roussoniana del ser humano bueno por naturaleza, sobre la que giran muchos de sus poemas y crónicas. Para Martí el ejemplo máximo de bondad humana no es el buen salvaje, aunque a veces vea en los indios americanos esa bondad y fraternidad del hombre natural. La bondad humana, la naturaleza humana no corrompida por la tiranía, se encuentra en los niños. Sobre esta idea, y sobre el amor del padre hacia el hijo, gira su primer libro de poesía, Ismaelillo, de 1882, el único que publicó en vida. Ismael era el hijo ilegítimo que Abraham tuvo con una esclava, a la que repudió, viéndose obligada a huir, a exiliarse, cuando Sara, la mujer legítima, le dio un hijo al patriarca hebreo. Martí, exiliado e hijo de Cuba, la esclava, es Ismael; su hijo José es Ismaelillo. Martí le dedica el libro a su hijo: “Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti”. El niño, que representa lo más puro del ser humano, la inocencia y la bondad, mejora al padre, que renace con él: “Hijo soy de mi hijo!/ él me rehace”.(22)Durante la década siguiente a la publicación de Ismaelillo Martí dedica un gran esfuerzo a la educación infantil en los diversos países en que vive, funda varias revistas para niños y propone la creación de un cuerpo de maestros ambulantes para educar al pueblo cubano: “A un pueblo ignorante –afirma- puede engañársele con la superstición y hacérsele servil. Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre” (“Educación popular”, OC, T. 19, p. 376).

Tras esa década de actividad educadora, poética y revolucionaria, poco antes de morir en 1895, Martí escribe el “Manifiesto de Montecristi. El Partido Revolucionario Cubano a Cuba”. (23) El 11 de abril de ese año, desde Montecristi, en Santo Domingo, sale con una partida de revolucionarios para liberar Cuba, “para abrir a la Humanidad –afirma en el Manifiesto- una República trabajadora”, para hacer una “guerra culta” y una “revolución del decoro, el sacrificio y la cultura”, “para crear una patria más a la libertad de pensamiento, la equidad de las costumbres y la paz del trabajo”. Una guerra que considera justa contra el Imperio español y que impedirá al mismo tiempo la anexión de Cuba, que algunos cubanos desean, a los Estados Unidos. Sin embargo, al poco de escribir el “Manifiesto de Montecristi” muere Martí de un balazo en una refriega con el ejército español el 19 de mayo de 1895.(24)


MARTÍ, LA REPÚBLICA DE LOS ESTADOS UNIDOS Y EL SOCIALISMO

He puesto el acento hasta ahora en el Martí que se levanta contra el Imperio español en decadencia y se hace republicano en esa lucha, una lucha por la libertad y la fraternidad y, en consecuencia, por la igualdad de los cubanos. Al hacerlo así ha quedado claro sobre todo el vínculo entre el republicanismo fraternal español del 68 y la obra de Martí, pero queda oculta la relación con el republicanismo bolivariano. El pensamiento de Martí no sólo se alimenta de republicanismo español afrancesado, sino que cristaliza también, como el de otros republicanos de Hispanoamérica, en el esfuerzo por comprender la realidad social de los EEUU. Martí rechaza el imperialismo político y económico la nueva potencia mundial, pero no deja de alabar los valores de una República que se ve amenaza por la codicia de sus industriales y de una clase obrera desarraigada que –en su opinión- llega de Europa con ideas incendiarias, anarquistas o socialistas (25).

 Como vamos a ver, es una compleja mezcla, llena de tensiones, entre un republicanismo fraternal y otro liberal de ascendencia bolivariana la que lleva a Martí a rechazar el socialismo. Martí, que vive en Estados Unidos desde 1881 a 1895, se muestra sagaz al analizar la erosión de los valores republicanos de ese país. Admira la república americana de Jefferson y Lincoln, pero rechaza la de los “robber barons”, la de los Stanford, Morgan oRockefeller (26): “...la acumulación ilimitada en unas cuantas manos de la riqueza de carácter público, priva a la mayoría trabajadora de las condiciones de salud, fortuna y sosiego indispensables para sobrellevar la vida. Ése es en los Estados Unidos el mal nacional”(27)

El republicano Martí no hace suyo el entusiasmo liberal con respecto a la evolución que sigue la República americana. Está más cerca en esto de un Engels (sin que esto signifique que lo leyera), quien en 1881 advertía ya del control creciente de la vida política y pública americana por parte de los “nuevos príncipes del dinero”. Se trata de una crítica común en los círculos republicanos, socialistas y liberales de izquierdas que Martí comparte y le lleva a preguntarse si un siglo de libertad republicana en los EEUU habrá sido inútil, si habrá producido la libertad “los mismos resultados que el despotismo”: pero “¿no hacen menos feroz y más inteligente al hombre los hábitos republicanos?”(28). Cabe temer que no, pues la acumulación de riqueza vuelve indiferentes a los hombres para las cuestiones públicas y los deja “sin tiempo ni voluntad para cumplir con su parte de deber en la elaboración del gobierno y el país”(29). En Estados Unidos el afán de riqueza lleva a los trabajadores a preferir estrategias de ascenso individual que, sin ser criticables por sí solas, sí lo son cuando arrasan con el valor republicano del cumplimiento del deber cívico, del patriotismo que busca no sólo el progreso individual sino el progreso colectivo pacífico.

El análisis martiano de la cultura americana de la riqueza y el ascenso tiene un regusto sociológico que recuerda al Sombart de ¿Por qué no hay socialismo en los EEUU?(30)Sombart consideraba, en efecto, que las estrategias de ascenso individual eran más poderosas en EEUU que las estrategias colectivas. Eso lo ve Martí con claridad. Pero a diferencia de un Sombart, lo que le preocupa a Martí no es la compresión analítica de la vida americana, sino la pérdida de los valores republicanos. Por eso critica la acumulación de riqueza como fin último de la sociedad y de los individuos, y por eso critica a los emigrantes europeos que llegan a ese país sin amor alguno por él, dispuestos sólo a lucrarse o a promover la lucha de clases importando teorías –el anarquismo y el socialismo- ajenas a las necesidades americanas:“De Europa vienen –afirma Martí en 1885- [...] y usan sus privilegio de ciudadanía en satisfacer sus pasiones extranjeras, en propalar ideas nacidas en otras tierras de problemas extraños,y en valerse de la inesperada libertad para cumplir prontamente sus designios”.(31)

Procedentes de monarquías despóticas, los europeos llegan a la República americana para enriquecerse a cualquier precio o para tratar de instaurar allí, mediante la violencia, el ideal de sociedad que no han podido instaurar en sus países: “Esos trabajadores se trajeron a sus anarquistas, que no quieren ley, ni saben qué quieren, ni hacen más que propalar el incendio y muerte de cuanto vive y está en pie” (OC, T. 9, p. 338).Asoma aquí, por un lado, el Martí más ingenuo, el republicano que aún considera, como un Louis Blanc cubano, que el sufragio universal provocará una revolución pacífica (“el voto es un arma aterradora”, dice), que la “sosegada práctica de la libertad”, de la virtud de la libertad, provocará en la República americana de forma pacífica la reforma social “a que la mayoría de la nación –afirma- parece determinada”, y que la fraternidad reinará entre los pueblos y permitirá la superación de la lucha entre clases y entre razas.(32)

Ahora bien, si en el análisis de los males americanos es certero, si Martí está acertado en lo que respecta a la destrucción del republicanismo por un capitalismo salvaje, sus soluciones y esperanzas son irreales, más poéticas que políticas. Tan irreales como las esperanzas fraternales del gobierno republicano francés surgido de la revolución de 1848 y criticado por Marx en “La lucha de clases en Francia”.“La fórmula que se correspondía con esta fantaseada superación de las relaciones entre las clases era la fraternité, la confraternización y la fraternidad universales. Esa cómoda abstracción de los conflictos de clase, esa sentimental nivelación de los contradictorios intereses de las clases, esa ilusoria elevación por encima de la lucha de las clases, fue el verdadero santo y seña de la Revolución de febrero. [...]. El proletariado parisino se disipó en los goces de esa generosa embriaguez de fraternidad”(33) El proletariado de finales del XIX, el proletariado socialista, no se disipa ya en los goces de la fraternidad, aunque Martí siga considerando que ese debe ser su camino. Viendo cómo América se inunda de un proletariado revolucionario que viene de Europa, Martí se encrespa y lo rechaza, reclamando una inviable hermandad apolítica entre clases que dejaría a los obreros inermes ante los “robber barons”:“El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital: es la armonía, la conciliación, el acercamiento común de uno y de otro". […]. “De Europa vienen, pues, con los artesanos que trabajan, los odios que fermentan. […]. Y…en vez de la prudencia que aconseja no pedir más de lo posible, o esperar para rebelarse época y estación más clementes, las asociaciones socialistas envían sus azuzadores profesionales, que alzar la gente no logran; mas envenenarla sí. […]. A la verdad, que no hay peor país para ejercitar la violencia que aquel donde se practica el derecho. Lo innecesario de la ofensa la hace más abominable."(34)

Martí quiere una república que imponga mediante leyes buenas, leyes admitidas por todos, una distribución más justa de la riqueza. Entiende que cuando las leyes, el gobierno, la prensa y la iglesia se corrompen por la codicia, la “democracia más libre del mundo”, se convierte en “la más injusta y desvergonzada de las oligarquías”(35). Eso es lo que ha ocurrido en los EEUU. Pero la solución al dominio tiránico de la oligarquía no es el dominio tiránico de la clase obrera: “el demagogo es el que levanta una porción del pueblo contra otra” (36). La guerra contra la potencia colonial es justa, la guerra de clases no: “Es gloria de nuestra guerra. El esclavo salió amigo, hermano, de su amo…Nuestro rico ha purgado en el sacrificio y el trabajo la fuente tal vez criminal de su fortuna. Los nietos han de hacerse perdonar el pecado de sus abuelos. El servicio a la revolución de la libertad puede lavar la culpa de la riqueza, acumulada con el fruto de la esclavitud. El mundo es equilibrio, y hay que poner en paz a tiempo las dos pesas de la balanza”(37)Así pues, si hemos dicho que por un lado estas opiniones son fruto del republicano fraternal que fue Martí, por otro lado hay que añadir que detrás de todas ellas late el temor bolivariano a la democracia absoluta, el temor al gobierno directo de las masas populares, es decir, el gobierno de una facción del pueblo (los pobres) frente a otra (los ricos)38, tandenostado por el republicanismo clásico. Ahora bien, si a principios del siglo XIX al republicanismo criollo le bastaba (o eso creía) con un senado hereditario para contener alas olas populares, a finales del XIX el republicanismo liberal y criollo de ascendencia bolivariana puede aceptar el sufragio universal y que el senado sea electo, pero lo que no puede asumir es el socialismo. Para los republicanos (y para Martí) el socialismo es facción, es división, es servidumbre. Así, José Martí considera que Marx debe ser admirado porque se puso del lado de los débiles, pero debe rechazarse su doctrina porque siembra el odio entre clases.(39) Y el socialismo debe rechazarse porque esclaviza: “La Futura Esclavitud” se llama este tratado de Herbert Spencer. Esa futura esclavitud, que a manera del ciudadano griego que contaba para poco con la gente baja, estudia Spencer, es el socialismo. […].So pretexto de socorrer a los pobres -dice Spencer- sácanse tantos tributos, que se convierte en pobres a los que no lo son. La ley que estableció el socorro de los pobres por parroquias hizo mayor el número de pobres. […].Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo […]. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo” (subrayado mío)(40) Obsérvese que Atenas de nuevo se convierte en contraejemplo de lo que no debe ser una buena sociedad.

Ahora bien, ¿cómo puede alabar un republicano fraternal como Martí la obra de un liberal dogmático como Spencer? Para responder a esta pregunta hay que entender que Martí no es un teórico de la política y su republicanismo está cuajado de tensiones provocadas por su querencia hacia la fraternidad y su admiración por Bolívar. Así, como se puede ver en la cita anterior, el elogio del libro de Spencer se hace, por un lado, desde presupuestos claramente republicanos: la libertad se ha de entender como ausencia de dominación. Por lo tanto, si el socialismo, como cree Martí, es una forma de dominación, un republicano no puede aceptar el socialismo. Menos todavía un republicano fraternal que sueña con hermanar a los hombres –negros y blancos, obreros y empresarios- en una empresa común, a saber, la mejora y engrandecimiento de la patria y de la humanidad. Ahora bien, para entender, por otro lado, el elogio martiano a Spencer hay que recordar que el republicanismo burgués se vuelve progresivamente liberal a partir de la revolución francesa de 1848, con la irrupción en la arena política de una clase obrera revolucionaria que no ve ya su liberación en una posible alianza con la burguesía. En este sentido la opinión de Martí está en sintonía con el republicanismo burgués de finales del XIX, un republicanismo que todavía se muestra en parte solidario con la clase obrera pero que no puede ser socialista sin desfigurarse. En ese contexto Martí rechaza el socialismo porque atenta contra su ideal de fraternidad, es cierto, pero lo rechaza también (en sintonía con el republicanismo bolivariano de corte liberal, burgués) porque supone el gobierno de los pobres, la dictadura del proletariado, esto es, el gobierno de una facción de la sociedad frente a otra.
 
Esto no significa, sin embargo, que el pensamiento de Martí, de haber vivido otros cuarenta años, hubiera derivado hacia el liberalismo doctrinario. No sabemos cuál habría sido la evolución de Martí. Lo que sabemos es que a finales del XIX el republicanismo del poeta cubano se ha quedado viejo y se ve superado por los acontecimientos, tan superado como su ideal de fraternidad: los antiguos republicanos de izquierdas se han desembarazado del ideal de fraternidad universal para transformarse en anarquistas (para los que, a diferencia de lo que piensa Martí, la fraternidad entre obrero y patrón es imposible) o derivar abiertamente hacia el liberalismo.(41) El republicanismo fraternal de  Martí –sometido en este contexto a muchas tensiones doctrinales- no sirve ya, a las puertas del siglo XX, para resolver los grandes problemas que crean la nueva sociedad industrial y las “oligarquías desvergonzadas”. Esas oligarquías, como bien sabe Martí, no respetan el derecho, se apropian de las leyes y han dejado de temer desde hace tiempo el sufragio universal, pues han sabido dominarlo. No sirve tampoco para combatir el imperialismo de una potencia que se quiere anexionar Cuba, y sirve peor aún, por último, para responder a las necesidades y demandas de una clase obrera europea que llega en masa a EEUU, a México, a Cuba o a Argentina. José Martí se vale de Spencer para criticar el socialismo, es cierto, pero el autor británico está muy lejos de Martí, (42)quien no deja de ser un republicano fraternal con pinceladas bolivarianas. Históricamente, por lo demás, el liberalismo dogmático de corte spenceriano derivó pronto hacia el fascismo que se enfrentó a muerte con el socialismo, un enfrentamiento que Martí no vivió. Eso nos permite a nosotros verlo aferrado ya para siempre a la gozosa embriaguez de la fraternidad (43)

Qué fue, no sé: jamás en mí di asiento
Sobre el amor al hombre, a amor alguno,
Y bajo tierra, y a mis plantas siento
Todo otro amor, menguado e importuno.
La libertad adoro y el derecho.
Odios no sufro, ni pasiones malas:
Y en la coraza que me viste el pecho
Un águila de luz abre sus alas



.(1) El descrédito del modernismo comienza pronto. En 1901 Unamuno critica el modernismo por estar “atestado de neo-gongorismo, neo-culteranismo, decadentismo” (citado por F. Abad, “Anotaciones sobre la poesía de Ruben Darío”, en Ruben Darío, Antología Poética, Barcelona, Edaf, 1979, p. 12). Sin embargo, en su estudio sobre Darío, Pedro Salinas destaca el amor por la libertad y el sesgo social y político del poetanicaragüense. /2 Republicano en el sentido clásico de la palabra (véase más abajo nota 10). Quien más se acerca a este enfoque es P. Rodríguez en “Alcance y trascendencia del concepto de república de José Martí”, Tebeto: Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, nº 18, 2005, pp. 78-84.2/3 Verso del primer poema de Versos sencillos, en Martí, J., Poesía completa, Madrid, Alianza Editorial, 2001, p. 161. Edición a cargo de Carlos Javier Morales/4 La admiración por Bolívar está presente en muchos textos de Martí: “La América, al estremecerse al principio de siglo desde las entrañas hasta las cumbres, se hizo hombre, y fue Bolívar”. (Cita del “Discursopronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana en honor de Venezuela”, en 1892 y recogido en Martí, J., Nuestra América, colección de textos martianos sobre América; , consultado el 11 de febrerode 2008, p. 262./5 Bolívar, S. (2007), Obra política y constitucional, Madrid, Tecnos, p. 78. Todas las citas de Bolívar proceden de este libro./6“[…] el imperio de las Leyes es más poderoso que el de los tiranos porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor: que las buenas costumbres y no la fuerza, son las columnas de las leyes: que elejercicio de la Justicia es el ejercicio de la Libertad” (69)./7 Adams emplea un lenguaje aún más explícito que Bolívar, pero la idea es la misma: “Hay que recordar que los ricos son tan pueblo como los pobres…Los ricos, por tanto, han de disponer de una barrera constitucional efectiva que les proteja de ser asaltados, expoliados y asesinados, lo mismo que los pobres; y eso no puede darse sin un Senado… Los pobres han de disponer de un valladar contra los mismos peligros y opresiones; y eso no puede darse sin una cámara de representantes del pueblo”. Esa cámara, como afirma Hamilton, debe ser vitalicia: “Sólo un cuerpo permanente [un Senado vitalicio] puede poner freno a la imprudencia de la democracia” (las dos citas proceden de C. Richards, The Classics and the Founders, Cambridge, Mass.,Harvard Universiry Press, 1995). Roma, no Atenas (Cicerón y no Pericles) es para todos ellos el ejemplo que hay que seguir./8 Marx, K. ([1852]), “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”, en Trabajo asalariado y capital, Barcelona,Planeta-Agostini, 1985, p. 136. Marx se refiere a Danton, Robespierre, Saint-Just y Napoléon. A los primeros por haber derribado el feudalismo, al último por allanar el camino del capitalismo. Bolívar reúne en su persona ambas tareas. Sobre la naturaleza conservadora del republicanismo bolivariano véase R. Gargarella,Los fundamentos legales de la desigualdad. El Constitucionalismo en América (1776-1860), Madrid, Siglo XXI, pp. 85 y ss./9Sobre la concepción antigua de la democracia como gobierno de los pobres véase Andrés de Francisco Ciudadanía y democracia: un enfoque republicano, Madrid, La Catarata, 2007.10 Fernando Garrido (1821-1883), La Igualdad, 11-XI-1868. 5/(11) Sigo aquí a Antonia Elorza, “Ideología obrera en Madrid: republicanos e internacionales” en A. Elorza y M. Ralle, La formación del PSOE, Barcelona, Crítica, 1989, pp. 19-20, menos en el primer punto. Entre lassimilitudes que igualan a republicanos y libertarios Elorza considera la siguiente: “a) Una visión de la sociedad tendente a trazar contraposiciones bipolares: despotismo versus libertad, reacción versusiberación… pobreza versus riqueza”. Creo que es más adecuado presentar esa similitud como yo lo he hecho, pues lo que parece claro es que los republicanos españoles heredan del republicanismo clásico la concepción de la libertad como ausencia de dominación (la posibilidad de vivir sin amos de ningún tipo,como señala Pettit, Ph., Republicanismo, Barcelona, Paidós, 1997, cap. 1). De ahí que presenten ese idealapelando, de forma clásica, a la oposición entre libertad y esclavitud o despotismo. La concepción martianade la libertad, como veremos aquí, es la misma./(12)Véase Prieto, J. L., “José Martí en España: 1871-75 y 1879”, Revista Hispano Cubana, 15, pp. 2-3.6/(13) Martí, Obras Completas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1991 (OC a partir de ahora), Tomo 1, pp. 89-98. Las citas de Martí que aparecen en el párrafo siguente son también de “La República española ante la revolución cubana”.7/14 “Mi raza” [1893], en Martí, Ensayos y crónicas, Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1995, p. 130. Edicióna cargo de José Olivio./15 Carta al Director de "La Opinión Nacional", Nueva York, 1 de abril de 1882, en Martínez Acosta, A. (2005), José Martí y la república. Selección de textos,,consultado el 29 de enero de 2008, p. 65.16 ".../(16)”Ya en Cuba está planteado el problema inevitable de todos los pueblos, y ese es en realidad el único problema de Cuba, que explica las confusiones aparentes del país, como explica la catástrofe de la guerra: laminoría soberbia, que entiende por libertad su predominio libre sobre los conciudadanos a quienes juzga de estirpe menor, prefiere humillarse al amo extranjero, y servir como instrumento de un amo u otro, a reconocer en la vida política, y confirmar con la justa consideración del trato, la igualdad del derecho de todos los hombres” "Los cubanos de Jamaica y los revolucionarios de Haití". De "Patria", Nueva York. 31 demarzo de 1894, citado por Martínez Acosta, op. cit., p. 102.17(17)“[…] quién no ha meditado en los visibles y afligentes dolores de los hombres; en las desigualdades injustas de su condición, no fundadas en desigualdades análogas de sus aptitudes; en el contraste ilícito, quequema los ojos, de esas existencias de quirites romanos, empapadas de jugos de flores, y en senos de lúbricasfamosas y tentadoras sagas adormecidas, y esas otras bestiales existencias, torcidas de manera que lascabezas de los hombres son en ellas meras cabezas de martillo?[…] ¿Quién, con nobles empeños, no ha aderezado a sus solas cuadros de distribución de los productos, de modo que el dueño holgado toque a un poco menos, y el apurado obrero a un poco más?[…] ¿Quién no ha reconstruido en su cerebro la "Utopía" deMoro, y la "Occeana" de Harrington?” (Prólogo a "Cuentos de hoy y de mañana" de Rafael de Castro Palomino. En Obras Completas (OC), Tomo 5. Citado por Martínez Acosta, op. cit., p. 261.8“/(18) El primer texto entrecomillado pertenece a la carta al Director de "La Opinión Nacional". Nueva York, 23de mayo de 1882. OC, T. 14, p. 496. El segundo pertenece al "Discurso en Hardman Hall". Nueva York, 17 de febrero de 1892.OC, T. 4, p 303. El tercero pertenece al artículo "Cuatro clubs nuevos", de "Patria", Nueva York, 14 de enero de 1893. OC, T. 2, p. 198. Citados todos por Martínez Acosta (2005: 76-78)./(19) Olivio, J. “José Martí, pionero de la prosa modernista hispanoamericana”, en Martí, Ensayos y crónicas,Madrid, Anaya & Mario Muchnik, p. 316. /(20) Esta opinión la comparten autores como I. Schulman, que la expone en su introducción a Ismaelillo. Versos libres. Versos sencillos, Madrid, Cátedra, 1994; L. R. Hernández, en “Continuidad de la renovaciónpoética hispanoamericana: la metáfora y el ritmo en José Martí y Nicolás Guillén”, Anales de literatura hispanoamericana, nº 31, 2002, pp. 213-220 y en “Martí y la vigencia de su proyecto modernista”, Revista hispano cubana, nº 1, 2005, pp. 20-26 y O. Lescayllers, “Martí y Dario: iniciadores del Modernismo”, Revista hispano cubana, nº. 22, 2005, pp. 112-116.9/ (21) En Ismaelillo. Versos libres. Versos sencillos, Madrid, Cátedra, 1994./(22) Verso de “Musa traviesa”, en Ismaelillo. Versos libres. Versos sencillo, Madrid, Cátedra, 1994, p. 76. /(23) En Martí, Ensayos y crónicas, Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1995, pp. 139-148. Edición a Cargo de J.Olivio. /(24) Para conocer con detalle la vida de Martí véase R. Pérez Napoleón, Martí: el poeta armado, Madrid, /Algaba Ediciones, 2004.11/25 Véase Meler, E., “Martí en los Estados Unidos: de la crítica cultural de la modernidad alantiimperialismo”, , 5/03/2006; consultado el 2 de febrero de 2008./26Véase la larga lista de los “robber barons” en http://en.wikipedia.org/wiki/Robber_baron_(industrialist).Consultado el 2 de febrero de 2008./27 “El movimiento social y la libertad política” (1886), en Martí, Ensayos y crónicas, op. cit., p. 77.12/28 Martí, Ensayos y crónicas, op. cit., p. 80.29 Op. cit. p. 82. /30 Véase Sombart, ¿Por qué no hay socialismo en los EEUU?, Madrid, Capitán Swing Libros, 2009./31 "Carta al Director de "La Nación". Nueva York, 9 de febrero de 1885. OC, Tomo 10, p. 160 a 161.13/32 Martí, Ensayos y crónicas, op. cit., p. 85.33 Marx, K. [1852], “La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850”, en Marx, Trabajo asalariado y capital,/Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pp. 37-135. 34 Carta al Director de "La Nación"." Nueva York, 9 de febrero de 1885.OC, T. 10, p. 160 a 161. /35 Carta al Director de "La Nación". Nueva York, 10 de abril de 1888. OC, T. 11, p. 436 a 437. Citado por Martínez Acosta (2003: 98).14/36 "Juntos y el Secretario." De "Patria", Nueva York, 21 de mayo de 1892. OC, T. 1, p. 451./37 "Pobres y ricos". De "Patria", Nueva York. 14 de marzo de 1893. OC, T. 2. Página 251./38 Que como afirma Adams (ver nota 7) también son pueblo. /39 “Karl Marx”, La Nación, Buenos Aires, 13 y 16 de mayo de 1883 (http://www.filosofia.cu/marti/ mt09388.htm). Consultado el 22 de enero de 2008.40 “La futura esclavitud”, La América, Nueva York, abril de 1884 (http://www.filosofia.cu/marti/ mt15388.htm).
(41)19 Como afirma Elorza, op. cit., en España, por ejemplo, el republicanismo derivó hacia el anarquismo o hacia el liberalismo y, en Cataluña, hacia el nacionalismo. Ante ese panorama político el recién creado Partido Socialista Obrero Español encontraría a principios del siglo XX su mejor aliado en el republicanismo liberal burgués. La alianza entre republicanos y socialistas moderados sirvió para que el Secretario General del PSOE, Pablo Iglesias, obtuviera en 1910 el primer escaño socialista (véase A. Robles, “La Conjunción Republicano-Socialista: una síntesis de liberalismo y socialismo”, Ayer, 54 (2004), 97-127). El republicanismo liberal que puede ser compañero de viaje de un socialismo moderado habría sido quizá el ideal de Martí de haber vivido más tiempo. 42 Cada página de la obra de Martí, cada poema, supone el rechazo de opiniones spencerianas como ésta: “[...] cuando en una época como la nuestra se pintan las miserias de los pobres, el público se las representa como miserias a que se hallan sujetos los virtuosos pobres, en vez de representárselas como miserias sufridas por los culpables pobres. [...]. No son otra cosa que parásitos de la sociedad, que de un modo o de otro viven a expensas de los que trabajan, vagos e imbéciles...” (Spencer, [1884]), El individuo contra el Estado, Barcelona, Ediciones Orbis, p. 34-35). De aquí al fascismo hay un paso. 43 Los dos siguientes serventesios proceden del poema “Cual de incensario roto”, del libro Flores de destierro [1878-1895] (Martí, Poesía completa, Madrid, Alianza Editorial, 2001, p. 209).


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