Daniel Raventós · Julie Wark
El republicanismo ofrece una persuasiva orientación para
la configuración política de los mercados. Una renta básica podría ser la base
para una economía republicana y democrática que liberase a todos los ciudadanos
y ciudadanas de la mercantilización del trabajo y aumentase el poder de
negociación de los trabajadores.
No existe tal cosa como “la economía de mercado libre”.
Los mercados se presentan de muchas y diversas maneras, y su naturaleza es una
cuestión de opción política. Decir que un mercado se encuentra configurado
políticamente es exponer lo obvio, dicho de otra manera, cualquier mercado es,
primero, político, y luego, económico. Un mercado libre no existe en el mundo
real más allá de los libros de texto de economía estándar o -tal vez,
paradójicamente- en la prevaricación de los políticos que niegan su componente
político, precisamente, por razones políticas.
Así pues, si los mercados son irreductiblemente políticos,
necesitamos plantearnos qué valores deberían guiar su construcción política.
Pero, ¿qué republicanismo?
A menudo se habla de republicanismo como si fuera una
suerte de tradición de filosofía y pensamiento político homogénea. Sin embargo,
pueden identificarse tres tipos de republicanismos:
- Republicanismo histórico democrático
- Republicanismo histórico oligárquico (o antidemocrático)
- Neorepublicanismo académico (1)
En las tradiciones griega y romana, los nombres de
Efialtes, Pericles, Protágoras y Demócrito se vinculan a la corriente democrático-plebeya,
mientras que Aristóteles y Cicerón abanderan la versión antidemocrática u
oligárquica. Estas variantes también se encuentran en el mundo moderno. La
forma democrática aspira a la universalización de la libertad republicana –fiel
a su raíz etimológica de “república”, res publica- en la cual el interés
público (del latín antiguo poplicus: que pertenece al pueblo) automáticamente
implica a todas las personas. El tipo antidemocrático, como siempre ha venido
haciendo de una manera o de otra, efectivamente excluye de la vida civil y
política a las personas carentes de propiedades, dejando el monopolio del poder
en las manos de un sempiterno reducido círculo de propietarios ricos. Cada uno
a su manera, Marsilio de Padua, Maquiavelo, John Locke, Rousseau, Kant, Adam
Smith, Jefferson, Madison y Marx han sido nombres vinculados al renacimiento
del republicanismo moderno.
La tradición republicana demócratica se remonta a Atenas,
al 461 a .
n. e., con el triunfo de un programa democrático revolucionario abanderado por
los pobres libres de la polis. Dicho programa puede resumirse en tres puntos
capitales:
1)
Redistribución de la tierra
2) Supresión de
la esclavitud por deudas.
3) Sufragio
universal y también una remuneración suficiente (misthon) para los cargos
públicos.
Durante un período de tiempo, esta democracia griega
también concedió la libertad de expresión en el ágora a mujeres y a esclavos.
Democracia, demokratia, significaba el gobierno del demos, de la gente común.
Por el contrario, la tradición republicana oligárquica y
por ende antidemocrática rechazó, por diversas razones, universalizar la
propiedad. Tanto las formas democráticas como las antidemocráticas veían la
“propiedad” (los medios para la existencia) como un bien necesario para la
libertad, con la diferencia de que los antidemócratas excluían a los
no-propietarios del derecho a la ciudadanía; mientras que los demócratas
defendían que la república debía introducir medidas que aseguraran a todos los
ciudadanos una independencia material.
Por último, el tercer tipo de republicanismo es lo que
podríamos llamar “neorepublicanismo académico moderno”, representado, inter
alia, por Quentin Skinner, J. G. A Pocock y, quizás especialmente, por Philip
Pettit. La obra de Pettit ha resultado influyente en tanto que ha sabido dar
una mayor difusión a los aspectos básicos del republicanismo. No obstante,
tiende a difuminar la relación entre propiedad y libertad republicana, así como
entre propiedad y democracia al centrarse, en su lugar, en la ausencia de
dominación y en la interferencia arbitraria por parte de otros, ya sean
individuos o grupos, incluyendo el Estado. Y es aquí donde yace una diferencia
crucial con el republicanismo histórico, para el que el origen de la
vulnerabilidad y de la interferencia arbitraria es la ausencia de la
independencia material que la propiedad conlleva. Si se pasa por alto la
esencial naturaleza material del papel histórico de la propiedad, y la
capacidad de dominar de los propietarios, entonces la noción de “dominación” se
diluye y, lo más importante, queda despojada de su naturaleza institucional.
El papel de la Renta Básica
Autores republicanos tan dispares como Aristóteles y
Robespierre, o Cicerón y Kant compartían, al menos, dos convicciones:
1) Las personas
que no disponen del “derecho a la existencia” garantizada debido a la falta de
propiedades no son ciudadanos por derecho propio (sui iuris), sino que viven a
merced de los demás. Estas personas no son capaces de cultivar o incluso de
ejercer sus virtudes cívicas, ya que tal dependencia a otro grupo las sujeta a un régimen ajeno
(alieni iuris), haciendo de ellas, por lo tanto y a todas luces, “sujetos
alienados”.
2) La libertad
republicana puede extenderse a muchos (la democracia plebeya preconizada por
los republicanos demócratas) o a unos pocos (la forma plutocrática de los
republicanos oligárquicos), pero siempre se basa en la propiedad y en la
independencia material que de ella se deriva. Tal libertad no puede sostenerse
si la posesión de la propiedad es tan desigual y tan polarizada en su
distribución que un puñado de individuos se encuentra en posición de desafiar a
la república. Esta élite siempre superará con éxito, de no quebrarse esta
situación, cualquier oposición de la ciudadanía, hasta el punto de imponer su
propia concepción del bien público.
Está claro que para que un mercado republicano-democrático
funcione, el problema de la desigualdad en la distribución de la propiedad debe
ser superado. La Renta
Básica es una medida que puede superar este problema. Como
pago garantizado, incondicional y regular a todo ciudadano –lo ideal sería por
encima del umbral de la pobreza- la Renta Básica podría así convertirse en el
cimiento de una política económica que buscara garantizar la existencia
material de la población entera. La renta básica es una medida política con
muchas derivaciones no tan solo políticassino sociales, culturales y éticas.
Llegados aquí, nos centraremos en dos puntos: (a) el poder de negociación de la
clase obrera, y (b) la desmercantilización del trabajo.
En las economías capitalistas, las personas que no poseen
o bien tierras o bien medios de producción se ven obligadas a vender su fuerza
de trabajo en el mercado laboral, bien al propietario de la tierra o bien al de
los mencionados medios de producción, también conocido como “empleador”. Esta
situación se ha descrito como la mercantilización de la fuerza de trabajo.
Puede ocurrir que algunos trabajadores tengan sus medios de subsistencia
cubiertos más allá del mercado, gracias a uno u otro mecanismo de prestación
social. En ese caso, su fuerza de trabajo está desmercantilizada. Deberíamos,
por tanto, hablar de diferentes grados de mercantilización (o
desmercantilización) de la fuerza de trabajo. La Renta Básica
ejercería un efecto sustancial sobre ello, al proveer, como mínimo, de la cantidad
que permitiría “la libertad para no ser empleado” (2).
Además, la
Renta Básica reforzaría la capacidad de negociación de los
trabajadores en el cara a cara con los empresarios (3). Estando su seguridad
garantizada por la Renta
Básica , ningún trabajador se vería obligado a aceptar un
puesto sean cuales fueren sus pésimas condiciones. Si los trabajadores
descontentos de hoy día negocian en situaciones límite, lo hacen a sabiendas de
que los propietarios pueden reemplazarlos por máquinas o por otros trabajadores
en paro de los que llenan las filas del ejército de reserva industrial.
Comienzan las negociaciones sabiendo de antemano que su subsistencia depende
directamente y casi exclusivamente del salario pagado por los individuos que se
sientan al otro lado de la mesa. Las relaciones laborales en el marco del
capitalismo son extremadamente asimétricas, y más aún en el marco de la
presente crisis económica. La protección ofrecida por el pago regular de la Renta Básica pondría
a muchos trabajadores en la situación de poder rechazar puestos indeseables de
forma convincente y eficaz. Representaría, en el caso de huelga, una especie de
caja de resistencia incondicional e inagotable. La balanza de poder resultante
permitiría a los trabajadores considerar comprometerse con formas alternativas
de trabajo que les permitieran aspirar a niveles más altos de satisfacción
personal.
En una república democrática alternativa, el poder debe
descansar en el pueblo. Forma parte del interés público (republicano)
garantizar y proteger los mecanismos
institucionales que buscan afianzar una sociedad equilibrada en que la
democracia sea disfrutada por todos y cada uno. La Renta Básica es uno
de esos mecanismos. Cada vez más movimientos sociales y partidos políticos
están comprendiendo que una Renta Básica ayudaría a combatir algunos de los
efectos sociales más perniciosos de la crisis así como a estimular la economía
desde la base. Ahora, en el segundo aniversario del 15-M, que en el 2011 llevó
a cientos de miles de personas a las calles de varias ciudades catalanas y
españolas, las manifestaciones se suceden y ya se han destacado seis
reivindicaciones ciudadanas. Una de ellas es la Renta Básica. Con
vistas al futuro, el compromiso con una renta básica podría consiguientemente convertirse
en un importante componente de la configuración política –republicana- de los
mercados que garantizaría los medios de existencia de toda la población.
(Este artículo fue publicado en la serie Democratic Wealth
de Open Democracy, www.opendemocracy.net)
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Notas:
(1) Antoni
Domènech y Daniel Raventós, “Property and Republican Freedom: An Institutional
Approach to Basic Income”, en Basic Income Studies, vol. 2, núm. 2, enero 2008.
Versión online en:
http://www.degruyter.com/view/j/bis.2008.2.2/bis.2008.2.2.1090/bis.2008.2.2.1090.xml.
En castellano: http://www.nodo50.org/redrentabasica/descargas/Toni-Dani.pdf.
Ver también
Daniel Raventós, Basic Income: The Material Conditions of Freedom, (London , Pluto Press,
2007) capítulo 3. Versión
castellana: Las condiciones materiales de la libertad (Barcelona, El Viejo
Topo, 2007).
(2) Carol
Pateman, “Democratizing Citizenship: Some Advantages of a Basic Income”, en B.
Ackerman, A. Alstott y P. Van Parijs (eds.), Redesigning Distribution (London -New York ,
Verso, 2006).
(3) Erik
Olin Wright, “Basic Income as a Socialist Project”, en Basic Income Studies,
núm. 1, 2006.
Traducción para www.redrentabasica.org y
www.sinpermiso.info: Betsabé García Álvarez
Daniel Raventós es profesor de la Facultad de Economía y
Empresa de la Universidad
de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de sinpermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es
miembro del comité científico de ATTAC. Su último libro es ¿Qué es la Renta Básica ?
Preguntas (y respuestas) más frecuentes (El Viejo Topo, 2012). Julie Wark es
autora del Manifiesto de derechos humanos (Barataria, 2011) y miembro del
Consejo Editorial de sinpermiso.
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