*)
Alexandre Dorna ( *)
La claridad de un discurso es el precio que s, e paga por su éxito pero no impide las amalgamas y los malentendidos. La doctrina republicana ha tenido una implantación fuerte en las generaciones precedentes. Hoy nadie discute sus principios pero la mayoría los apaña a su manera. De aquí se derivan los sinsentidos, las amalgamas, a veces intencionadas, a veces accidentales. Ya va siendo hora de reexaminar las ideas recibidas sobre los fundamentos epistemológicos del republicanismo tras más de un siglo de desconocimiento y de desconfianza, lo que trataré de hacer por medio de varios comisarios sin perjuicio de otra reflexión que haya de hacerse más amplia y profunda.
Primer comentario: El republicanismo
sería la versión francesa del liberalismo filosófico. Una buena parte de los
historiadores se han alineado sobre esta
versión. A veces incluso hombres políticos
de izquierda (tanto de ayer como de hoy) han justificado su política de
alianzas apelando a ese malentendido. Pero seguramente es la obra de Elie
Halevy la que ha reforzado el equívoco.
Aunque con mayor precisión debería decirse que ha sido la imagen que de la
obra han dado los periodistas la que ha travestido el asunto. Le Monde del 5 de abril de 1996 consagró dos páginas
enteras a Halevy con un largo artículo sobre Elie Halevy que es presentado
como historiador de un radicalismo muy impregnado
por filosofía inglesa. Pero, si
bien es cierto que Halevy tiende una mirada erudita sobre el liberalismo
utilitarista, no hace ninguna referencia directa al republicanismo y menos aún
a la sensibilidad radical a la francesa. Es ahí donde la cuestión de la
renovación del republicanismo se hace más pertinente.
En el fondo el
republicanismo no es soluble en el líquido liberal. Ni siquiera cuando
este último se declara equitativo y socialmente correcto. ¿Podemos olvidar que los liberales de 1789 se
aliaron al cambio republicano rechazando la soberanía popular para declararse
posteriormente partidarios de una democracia representativa, que la
restauración y el orleanismo gestionaron
con amplitud? ¿Es necesario recordar que la concepción de los radicales con la
libertad no es la de contemplarla pura y
simplemente una reivindicación individual sino que plantean la cuestión de la
dominación? ¿Quién puede creerse que la posición de los prepublciano9s a
propósito del papel del Estado es la del liberalismo? ¿Es necesario repetir
además, que, si el liberalismo se basa en una concepción individualista de la naturaleza
humana y de la libertad, el
republicanismo piensa que un individuo aislado es una abstracción ilusoria? Su el hombre aspira a ser libre, no puede
serlo sin los demás. Sobre esto se ha desarrollado un amplio debate o a partir
de de investigaciones recientes de historiadores ingleses cuyas ideas han hecho
suyas algunos investigadores franceses y que comienzan a aportar una nueva luz.
Se trata de los trabajos de Q.Skinner
(11990). Petit (1991), Pockoc ( 1975),B.Manin ( 1995).J,D. Spitz ( 1995), y algunos
otros.
Segundo comentario: el
republicanismo es el heredero más consecuente de la Revolución Francesa. ¿Quién
lo discute? Nadie. Pero, al contrario de
las formulas tantas veces repetidas, el
republicanismo radical no es acrítico ante ella. Y aunque algunos declaran compartir
la herencia revolucionaria en bloque, según la fórmula de Clemencia, no se adhiere enteramente a la doctrina republicana
radical. Son frecuentes las voces de los republicanos críticos radicales. Algunos
se reconocen bastante en la sensibilidad
jacobina a pesar de renegar de Robespierre mientras que hay otros no esconden
sus simpatías hacia Danton. Pero lo que es cierto es su rechazo radical de toda
especie de tiranía censitaria: ni rey ni emperador. La historia no se ha terminado. Si 1789 establece el marco,
su sentido esta pore edificar. El republicanismo radical saca de ahí varias
lecciones. Probamente una moderación en los actos y el peso de las palabras. La
revolución se hace contra la aristocracia y los privilegiados, por la libertad de opinión y la igualdad de derechos ante la
ley. Es la noción misma de ciudadanía la que marca la voluntad igualitaria, lo
que está en juego es universal. Esa es la cuestión política esencial. De ahí el
rechazo a utilizar la retórica de la lucha de clases. (…)
Tercer comentario: El republicanismo es un
racionalismo científico que deriva sus raíces del positivismo. Esto es una
caricatura. La exaltación de la razón no es un pensamiento republicano. ¿Qué
hay de más racional que Napoleón? El racionalismo del que se reclaman los republicanos
es razonablemente crítico. En una palabra: discutible. Es necesario señalar que aunque hay muchas figuras políticas e intelectuales que se
dicen positivistas al alba de la III república, como Littre,
Ferry, Gambeta y otros, se trata de un positivismo ilustrado que no legitima los excesos de Comte no sus
prejuicios. Mucho menos la idea de una
sociedad (inspirada en Platón) , dirigida por sabios. Es cierto, que la ciencia se presenta como un modelo y un método, pero abierto a la crítica,
nunca como un sistema cerrado. ¿ Es preciso recordar que la lucha es
precisamente contra las creencias dogmáticas y anticlericales de la época?. Algunos
republicanos son bastante críticos hacia toda reducción cientificista. El
intento de hacer una moral de la ciencia desemboca en una nueva religión. Los
últimos trabajos de Comte dan fe de ello.
No hay dogma para la doctrina republicana. Es el significado mismo de la
noción de laicidad., que se asimila demasiada a la simple separación de Iglesia y Estado exclusivamente. En el fondo la actitud espiritual republicana
radical no lleva al ateísmo sino a la
libertad de conciencia. De ahí la necesidad de
que la pedagogía esté libre de todo ortodoxia. Buisson lo dice
claramente: “la educación republicana no cree en verdades absolutas,
inmutables, intangibles. No acepta ni la doctrina del Estado ni la de la
Iglesia, es la expresión perfecta de la perfecta libertad”, El republicanismo
radical no es un “estado de espíritu” como algunos consideran al citar la letra sin asimilar el contenido, sino una
orientación del espíritu, una manera de reflexionar, un conjunto de principios
que guían los actos y los métodos que son útiles para el hombre. Cuarto
comentario: El republicanismo a la francesa
acentúa el compromiso ciudadano, del que la virtud constituye un elemento
esencial. La virtud no es ninguna forma de
moral o de ética a la que el individuo
se consagra por la gracia de Dios sino un aprendizaje social derivado de las
normas de convivencia las cuales son a su vez un producto de experiencias
colectivas., de dialogo y de intercambio. La virtud representa la capacidad
social de los ciudadanos para hacer prevalecer el interés general sobre el
interés propio una manera de estar atentos, de no resignarse a un orden privado
para que los hombres s e mantengan libres y amos de su destino.
(…)
Quinto comentario: Aquí es
donde el debate republicano encuentra toda su expresiónSe3xto comentaruiio: . Se trata de
discutir el discurso elitista (liberal o socialista) sobre la democracia
representativa. La victoria aplastante de la democracia representativa de
inspiración liberal sobre otras formas de gobierno ha trastocado los datos de los intelectuales de izquierda.
Si ayer., eran severos hacia la democracia
liberal, hoy la postura liberal democrática les parece a pesar de unas pocas reticencias,
una realidad Intelectual tan potente y tan indiscutible que es inútil combatirla.
Es el discurso socio-liberal actual de los intelectuales de izquierda en el
gobierno tales como Furet, Julliard. Rosanvalllon y otros. Aquí la posición republicana
no liberal contrasta enormemente.
Sexto comentario las
democracias representativas contemporáneas (B.Manin 1995) han surgido como una
forma de gobierno que sus propios fundadores oponían a la democracia de origen
griego. Es cierto que en Francia se mantuvo una referencia obligada a esta última,
pero cada vez menos viva. La verdadera
referencia es, hoy, la democracia norteamericana. No hay de extrañar, pues, que un peritos
francés recientemente se haya permitido declarar que “todos somos
americanos”. De esta manera la
democracia representativa se aleja no solamente de la idea republicana sino que
además v se vacía de su esencia primera:
la participación de todos en los asuntos públicos. Las huellas de esta
desviación se encuentran en las toma s
de posición de hombres de reconocida influencia: de un lado Sieyes y de otro el
americano Madison. Los dos y muchos
otros se encargaron de asimilar
democracia representativa a una forma moderna y nueva de república de inspiración
filosofa liberal. El norteamericano james Madison (1751-1836), presidente de
Estados Unidos
Veía en él un sistema político superior. Las decisiones venidas de los representantes tenían
que3 ser forzosamente más razonables,
menos parciales y apasionadas que las emanadas directamente de los ciudadanos.
El francés Emmanuel Sieyes (1748-1836), lo justificaba asi: Los ciudadanos no disponen
de tiempo para ocuparse de los asuntos públicos. Llega por lo tanto a la conclusión,
hoy conocida, que para gobernar es preciso tener una “profesión
particular”, sin preocuparse demasiado por las consecuencias. Por el contrario, la verdadera tradición republicana es la de
una democracia ni liberal ni representativa que recuerda la de Grecia antigua y
la de la práctica política de las ciudades italianas del Renacimiento. Fue en
la republica de Venecia hasta su caída (
1797) donde el sistema de sorteo estaba más extendido. Venecia, la serenísima república eligió así a su primer mandatario el Dogo
desde el año 697. Hubo cerca de
dos mil años de democracia republicana directa o casi directa. También en Florencia, la ciudad de Maquiavelo, el renacimiento republicano instituyó el
sorteo para designar a sus magistrados.
¿ Cuáles han sido , por tanto , las razones, para construir una
democracia representativa?.
En relamidas la opción por una “república democrática representativa”
no fue solamente el resultado de un razonamiento
“técnico” a propósito del número de habitante en las ciudades modernas. Por supuesto que si fue racional
pero porque la verdadera razón fue de
orden político: el miedo a la “canalla” del pueblo incontrolable, de los incultos
y de la gente sin propiedades. Así, el rechazo a reconocer la igualdad política
potencial se sitúa en el ámbito de la
aristocracia. La toma de decisiones de gobierno
es asunto de una elite, y todo ello al mismo tiempo que se felicita de haber conseguido
la libertad para el mayor número. Republica oligárquica, por lo tanto, El verdadero
debate fue escamoteado y sigue siéndolo. El republicanismo no liberal se había pronunciado
desde hacía ya mucho tiempo denunciando las perversiones posibles de una forma representativa
de gobierno. El argumento central fue que el gobierno representativo comporta elementos
democráticos pero la elección de los representantes reduce progresivamente el papel
de los ciudadanos a una actividad de meros espectadores de forma que son otros los que toman las decisiones en su nombre. Es por esto por lo que el inglés Harrington
expresaba su nostalgia del pasado y Rousseau su preferencia por las antiguas prácticas
políticas. . A este respecto B.Manin ( 1995) ha escrito muy oportunamente: “Nada,
sino una proyección de neustra propia cultura sobre el pasado , autoriza a
pensar que Harr5ington, Rousseau o Montesquieu estuviesen considerados como
marginales con sus observaciones sobre el sorteo en las elecciones· Y añade¨”
las elite4s cultivadas que establecieron el gobierno representativo, lo sabían “
Y si Montesquieu comenta que si bien él considera que el sorteo es defectuoso,
manifiesta una gran lucidez cuando escribe: “ El sufragio por sorteo es propio
de la democracia, el sufragio por elección de la aristocracia. El sorteo es una
forma de elección que no menosprecia a nadie, deja a todo ciudadano la esperanza
razonable de servir a su patria”. Los revolucionarios del 89, enfrentaron ambas propuestas, que después se superpusieron: la de
los neoatenienses y la de los espartanos. Así, el debate sobre el sorteo durante
la revolución fue abordado antes de nacerá. Y curiosamente, no ha vuelto
a la pluma de los intelectuales ni a la palabra de los hombres políticos.
¡Bonito consenso del pensamiento único sobre
una cuestión ardiente ¡ Mas tarde, Tocqueville,
autor celebrado hoy por todos ( incluyendo a los socialistas), haciendo con
gran agudeza el retrato de los americanos, al tiempo que se declara entusiasta
de su dinamismo, se inquieta sobre las consecuencias
a largo plazo. Pero claro, Tocqueville está
demasiado seducido por la visión liberal para considerar la
querella quien se producía con los republicanos.
La ideología prevalece entonces sobre la observación empírica. No obstante, el
tiempo se ha encargado de mostrar la oportunidad de la crítica republicana no
liberal y la necesidad de reconsiderar
la experiencia. Porque, curiosamente, la democracia representativa roza la oligarquía incluso la dictadura por
masa interpuesta.
(*)Alexandre Dorna es Vice
Présidente de l’Observatoire de la Démocratie,Profesor d’Université en psychologie sociale et
politique. . Pisocsociologo frajnces de origen chileno cuyos trabajos se
especializan entorno a la psicosocilohgia po0litica. S profesor de histortia en
la Universidad de Caen.
Fuente:
http://www.observatoiredemocratie.com/article-2940037.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario