EL SUFRAGIO UNIVERSAL NO ES SIEMPRE DEMOCRÁTICO
Por
Jean Paul Jouary (*)
Puede
parecer chocante hoy sostener tal afirmación dado que el derecho al voto ha
sido difícil de conseguir y nos parece
tan evidente que los pueblos que carecen de él los consideramos como
privados de democracia. De hecho no se da democracia sin que el pueblo ejerza
su decisión por un sufragio universal.
Sin
embargo, nos equivocaríamos si creyésemos por eso que todo sufragio universal haya de ser democrático.
Después de todo, en Francia, por ejemplo, no se elige a los jueces porque se entiende
que en ese caso, para resultar electos harían campaña apelando a las pasiones
populares del momento ignorando la legitimidad de las leyes. El ejemplo de
Estado Unidos está ahí para probarlo a propósito de ciertas sentencias con pena de muerte. De la misma manera, de nuevo
en Francia por ejemplo, parece normal
que no se elija a los miembros de un jurado
sino que se haga por sorteo porque se piensa que elegirlos conduciría
también en este caso a que la aplicación
de la justicia dependiera de la percepción apasionada de un determinado
suceso del momento. Cuando se trata de
ejecutar una norma decidida por el pueblo y por nadie más, y sobre todo, cuando no se trata de dar el poder de modificar
las normas, el sorteo o el nombramiento administrativo parecen ser más
adecuados a la democracia que la elección por sufragio.
Esto
se admite como principio salvo con la
notable excepción del nombramiento de los que gobiernan. ¿Porqué?
Un
poco de historia:
Sin
embargo hasta finales del XVII no fue
así. Por esa razón Rousseau señala que la democracia siempre se
asimilaba al sorteo y no a la elección por sufragio. Considera, en un célebre pasaje,
que es incompatible la soberanía popular y la delegación en representante: “No siendo la soberanía más que el ejercicio
de la voluntad general, jamás puede enajenarse, y el Soberano, que no es más
que un ser colectivo, no puede ser representado más que por sí mismo (...).¿Qué
es, pues, el gobierno? Un cuerpo intermediario establecido entre los súbditos y
el Soberano para su mutua correspondencia (...) De suerte que en el instante en
que el gobierno usurpa la soberanía, el pacto social queda roto, y todos los
simples ciudadanos, vueltos de derecho a su libertad natural, son forzados,
pero no obligados, a obedecer. (...)La soberanía no puede estar representada,
por la misma razón por la que no puede ser enajenada; consiste esencialmente en
la voluntad general, y la voluntad no se representa; es la misma o es otra; no
hay término medio. Los diputados del pueblo no son, pues, ni pueden ser sus
representantes, no son más que sus mandatarios; no pueden concluir nada
definitivamente. Toda ley no ratificada por el pueblo en persona es nula; no es
una ley. El pueblo inglés cree ser libre, y se engaña mucho; no lo es sino
durante la elección de los miembros del Parlamento; desde el momento en que
éstos son elegidos, el pueblo ya es esclavo, no es nada.” (1)
Al hacer esta reflexión se identifica con Montesquieu. Este último, en
efecto, escribe en su “Espíritu de las Leyes”: “La elección por sorteo es propio de la democracia, la elección por
sufragio de la aristocracia. El sorteo es una forma de elegir que no perjudica a
andie y proporciona a todo ciudadano la esperanza razonable de serbia a su
patria. Pero como en si mismo, presenta
defectos, los legisladores se han
esforzado en regularlo y corregirlo. Solon estableció en Atenas que se nombrase
por elección a todos los cargos militares y que los senadores y los jueces lo
fuesen por sorteo. Quiso que fuesen
electas las magistraturas civiles que exigiesen
unos mayores gastos y que las restantes se sorteasen. Pero para corregir
el sorteo, estableció que no se pudiese elegir que entre aquellos que se presentasen,
que el elegido fuese examinado por jueces y qué cualquiera podía acusar al
electo de no ser digno del cargo: es decir era al mismo tiempo elección y sorteo.
Cuando su magistratura llegaba a término, era necesario llevar a cabo otro
juicio acerca de la manera en que se había desempeñado”.(2)
En la antigüedad, donde fue inventada
la democracia, Aristóteles decía lo mismo en su Politica: “Se considera que existe democracia
cuando los cargos públicos se
atribuyen por sorteo y como oligarquía
cuando son electivos”. (3)
¿Designar
a los gobernantes par sorteo? Luecosa
puede parecer absurda si la imaginamos
en neustra sociedad donde se confunde “ gobernar” y “ dirigir” dado que lejos
de obligar a los gobernantes a cumplir con el deber de aplicar lo decidido por el pueblo, tenemos la costumbre de darles
poder de modificar esto último. Pero
durante siglos se consideró como
evidente que únicamente los aristócratas podían preferir que se procediese a la elección de los gobernantes y
que los demócratas se ocupaban de sortearlos. La razón estriba en que el que es
designado por sorteo no procede de ninguna
elección que le permita creer que el pueblo le elije por sus ideas y cualidades
personales ni puede pretender que se la haya confiado poder alguno ni decidir
en nombre del pueblo sino para cumplir
con los deseos de quien le mandata. Al ser elegido por sorteo , por el contrario, no puede entender que tenga que decidir en nombre
del pueblo o incluso contra él apelando a cualidad alguna personal. Mientras
que quien es designado por elección se
siente investido de una confianza que se transforma enseguida en la pretensión
de decidir por su cuenta en nombre de otros, lo que es ponerse “en lugar de” el
pueblo.
Por
esta razón en Atenas, donde se creó la democracia, el sorteo fue practicado
durante dos siglos para la designación de seiscientas de entre las setecientas
magistraturas públicas, al entenderse que las decisiones esenciales pertenecían
al voto directo de la asamblea de los ciudadanos (varios miles a pesar de excluirse de la ciudadanía a mujeres, esclavos y extranjeros). La
democracia se entendía que consistía en que
el pueblo tomaba las decisiones y dictaba las leyes y no consistía en
elegir a personas. Este sistema de sorteo, como bien señala Montesquieu, estaba
encuadrado en un conjunto de procedimientos muy severos para las que no eran
honrados o inco0mpetentes, pues no podía
salir por sorteo nadie durante más de dos años seguidos dado que se
controlaba el cumplimiento del ejercicio
precedente. El sistema de sorteo limitaba en todo caso las consecuencias
originadas en ese riesgo de incompetencia puesto que los magistrados no
dirigían la Polis, siendo esa función
privilegio de la Asamblea del pueblo ( Ekklesia). A esto se añadía que el carácter democrático del sorteo
estaba acompañado de una remuneración que permitiese a todos acceder al cargo.
Con
esa misma preocupación de evitar el dar demasiado poder a individuos o grupos
de intereses particulares entre los siglos XI y XII los primeros municipios
italianos designaban también por sorteo a sus magistrados. En Florencia en los
periodos republicanos del Renacimiento, entre los dos periodos de dominio de los
Medicis, el sorteo se practicaba habitualmente combinándolo con una S selección
de candidatos por votación, así como se establecía la rotación de cargos.
No
es de extrañar que Rousseau haya prestado una atención especial al problema
porque está intimamete ligado al de la
pretensión de algunos de representar al
pueblo, es decir, gobernar en su lugar. Esto es exactamente lo que, según él, constituye un obstáculo a toda legitimidad
política aunque generalmente y habitualmente
se perciba como propio de una
democracia legitima
Los
argumentos de los “demócratas” contra la
democracia
No faltan argumentos contra esta teoría y
no son menospreciables.
El
sorteo supone que es el pueblo quien
decide prácticamente de todo lo que le
concierne. Esto era concebible en Atenas donde
solamente unos miles de personas
constituían la ciudadanía y el tamaño de la Ciudad permitía reunirse
periódicamente en el lugar mismo de la toma de decisiones (la famosa Agora al principio y posteriormente , un lugar
más abierto), y donde la
esclavitud dejaba el ocio a una buena parte de los ciudadanos para ocuparse exclusivamente de su actividad cívica.
No pue uno imaginarse que un pueblo como
Francia ( y menos de Chinas) que se reuniese en sui totalidad o en gran parte
regularmente para debatir todas las cuestiones que les concierne. Desde el
siglo XVIII este argumento se utiliza para descalificar la teoría de la
democracia directa y el sistema de sorteo. ¿Pero la informática e internet no haría que hoy dia
pueda contemplarse algo parecido? El argumento entonces no es tan válido
y merece que sea reflexionado por la
ciudadanía. Se dice también que para gobernar hay que tener unas competencias
que no posee el común de los ciudadanos. Pero este argumento ¿no es el más antidemocrática
que existe? En ese caso ¿no se da a esos mismos “incompetentes” el derecho de
voto de manera exclusiva? De hecho, no es raro que gobiernos electos cuándo se
encuentran en contradicción evidente con las aspiraciones de su pueblo, rehúsen
organizar ni siquiera un referéndum
argumentando de manera explícita que en ese caso el pueblo podría responder
negativamente o equivocarse. Lo que se discute por lo tanto no es el sorteo o la democracia directa sino la de la
democracia misma. ¿Estamos dispuestos a
admitir, el principio mismo que
fundamenta la democracia con todas sus consecuencias
o no? Esa, pues, otro tema que proponer
a la reflexión de la ciudadanía.
La
democracia, comporta el riesgo de que el pueblo pueda estar influido por la
demagogia de uno u otro orador con
carisma mistificador, como sabemos desde Platón. La historia de las democracias nos muestra
los peligros a los que está expuesta. Pero ese peligro y aquel riesgo ¿es
mayor que el que por sufragio universal se delegue el poder a unos pocos?
En Atenas el cara a cara físico entre electores y oradores daba a la retórica
uh poder muy particular. En las democracias que surgieron desde el XIX, es
cierto que el sufragio está más bien
determinado por las ideas, los principios, las referencias del partido, que por
la fuerza persuasiva del orador. Pero la televisión ha multiplicado
esa fuerza y el orador, hoy,
entra en nuestros hogares.
Basten
estás simples notas para ayudar a darse cuenta que las ideas de Rousseau sobre
el significado del sufragio y la
imposibilidad de una representación del pueblo
soberano pueden servir de estímulo para los ciudadanos actuales y para
el futuro de la política. Sin embargo el
sorteo de diputados (incluso del presidente), se da por superado demasiado deprisa de manera definitiva
aunque en si no sea absurdo.
(*).-Jean Paul
Jouary.-“ Rousseau citoyen du futur”.-Le libre de Poche.-2013
Jean-Paul Jouary (né en
1948) est un philosophe et essayiste français, longtemps proche du Parti
communiste français.Il est actuellement professeur en classe préparatoire au
Lycée Claude-Monet et à l'Ecole Nationale de Commerce à Paris. Jadis membre du
PCF qu'il a quitté en 2000, il a été pendant dix ans rédacteur en chef de
l'hebdomadaire Révolution. De 1981 à 1984, il est conseiller dans le cabinet du
ministre Charles Fiterman.Il a été professeur au lycée de Saint-Denis, chargé
de cours à l'Université de Picardie. Auteur de plusieurs essais se réclamant du
marxisme avec le journaliste et philosophe Arnaud Spire, il a également fait
paraître une anthologie de Diderot. Ses publications actuelles concernent la
philosophie des sciences, la philosophie politique, l'art paléolithique et l'initiation
aux démarches philosophiques, mais aussi l'art de la préhistoire et la
gastronomie...
(¡).- J.J. Rousseau
.”El contrato social.-Lib III, cap 15
(2).-Montesquieu.-“El
espíritu de las leyes”.
(23.-Aristoteles.-Politica
No hay comentarios:
Publicar un comentario