Entrevista a Michel
Lowry
Por Marco Álvarez.-Revista
“Puño y Letra” - Chile
El objetivo del socialismo,
explica Marx, no es producir una cantidad infinita de bienes, pero sí reducir
la jornada de trabajo, dar al trabajador tiempo libre para participar de la
vida política, estudiar, jugar, amar. Por lo tanto, Marx proporciona las armas
para una crítica radical del productivismo y, notablemente, del productivismo
capitalista”.
El franco-brasileño Michael
Lowy es uno de más destacados intelectuales revolucionarios a nivel mundial.
Este sociólogo y filósofo marxista es uno de los principales impulsores de la
alternativa Ecososcialista. En esta entrevista exclusiva para la revista “Puño
y Letra” de Chile dialoga sobre el marxismo en América Latina; sobre los
movimientos sociales; el nuevo internacionalismo; sobre el MIR chileno y los
desafío de las y los anticapitalistas.
Marco
Álvarez (MA): Michael, en tu
libro El marxismo en América Latina señalas tres periodos en la historia del
marxismo en la región: un “periodo revolucionario”, desde los años 20 hasta
mediados de los años 30, en el que sobresalen el aporte teórico de Mariátegui y
la experiencia de insurrección en El Salvador, en 1932; un “periodo
estalinista”, iniciado a mediados de los años 30 hasta 1959, marcado por la
hegemonía soviética; y un tercero que denominas «nuevo periodo revolucionario»,
iniciado con el triunfo de la revolución cubana. Continuando con esa
clasificación, ¿cómo denominarías la etapa del marxismo en América Latina de
los últimos 25 años y cuáles serían sus principales características?
Michael
Löwy (ML): Buena pregunta…Es
difícil saber si el periodo revolucionario abierto por la Revolución Cubana
sigue hasta hoy, de alguna forma, o si se acabó, luego de 1990 (derrota de los
Sandinistas, Acuerdos de Paz en El Salvador). Quizás el futuro nos dará la
respuesta. Otra hipótesis es considerar cerrado el capítulo iniciado en 1959 y
definir los últimos 25 años como «la batalla anti-neoliberal»: es un periodo en
el cual se ensaya, en varios países del continente, salidas del inferno
neoliberal. Una hipótesis más optimista sería hablar de un periodo de
«socialismo del siglo 21», pero este es, hasta ahora, más bien un horizonte de
esperanzas que una realidad social. Lo que caracteriza este periodo es: 1) la
gran dispersión de la referencia marxista, que ya no es limitada a las
corrientes «clásicas» de la izquierda; 2) la victoria electoral de la izquierda
en la mayoría de los países, pero con una diferenciación muy clara entre los
gobiernos social-liberales (Brasil, Uruguay, Chile) y los anti-imperialistas
(Venezuela, Bolivia, Ecuador), con varias situaciones intermedias.
MA: En el prefacio a la reedición del libro La
teoría de la revolución en el joven Marx, te refieres a las «numerosas lagunas,
limitaciones e insuficiencias de Marx y la tradición marxista» y sugieres
corregirlas «por medio de un comportamiento abierto, una disposición a aprender
y a enriquecerse con las crítica y aportes de otros sectores». En ese contexto,
¿cómo se expresaría este comportamiento abierto y cuáles son esos «otros
sectores» claves para corregir la teoría marxista y sus aportes?
ML:
En primer lugar, creo que nosotros, los marxistas, tenemos que estar dispuestos
a aprender con los movimientos sociales: sean los más « clásicos », como el
movimiento obrero y el campesino, o los más « heterodoxos » como el feminismo,
el indigenismo, las redes de lucha en contra del racismo. Se trata, en estos
últimos casos, de problemáticas -las formas no clasistas de opresión- poco
desarrolladas en la tradición marxista. Vale la pena también «revisitar» las
otras corrientes revolucionarias del socialismo -incluyendo las que Marx y
Engels ya habían «refutado»- como los socialistas utópicos, los anarquistas y
lo que yo llamaría «socialistas románticos»: William Morris, Georges Sorel,
Charles Péguy. Tenemos también que estar abiertos a los aportes del pensamiento
social no marxista, de Max Weber a Sigmund Freud, o de Karl Mannheim a Hannah
Arendt, lo que no significa, por supuesto, aceptar todos sus planteamientos.
Pero
pienso que la principal insuficiencia de la tradición marxista -aun si se
encuentran algunos elementos importantes sobre esta temática en la obra de Marx
y Engels- es la cuestión ecológica. Una reflexión marxista en el siglo XXI
tiene que darle una importancia central a la amenaza que representa, para la
humanidad, el proceso de destrucción capitalista acelerada del medioambiente y
de los equilibrios ecológicos (cambio climático); esto implica una revisión de
la visión tradicional del «desarrollo de las fuerzas productivas» y del mismo
socialismo. El concepto de «ecosocialismo» busca traducir esta nueva visión
ecológica y anti-productivista de la revolución socialista.
MA:
En Chile, desde 2011, nos encontramos con un fuerte protagonismo de los
movimientos sociales, como el estudiantil, los regionalistas, etc. ¿Qué
valoración haces de estos movimientos sociales y cuál debe ser, a tu juicio, la
relación entre estos y las organizaciones anticapitalistas?
ML:El movimiento de la juventud estudiantil
en Chile, y la lucha de los Mapuche, son algunos de los movimientos sociales
más importantes de América Latina en los últimos años. Creo que los
anticapitalistas deben apoyar sin reservas estas movilizaciones, tratando de
impulsar su dimensión antisistémica y haciendo propuestas concretas que se
enfrenten con la lógica del capitalismo neoliberal.
MA: Dos de los referentes históricos del
marxismo que tú has estudiado a cabalidad son Walter Benjamín y Rosa
Luxemburgo. ¿Cuáles serían, en la actualidad, los principales aportes al
marxismo de estos dos referentes?
ML: Lo que tienen en común los dos es el
énfasis en la lucha de clases como eje central del pensamiento y de la acción
marxistas. Rosa Luxemburgo representa una de las formas más radicales de la
filosofía de la praxis: es en la acción colectiva, en la lucha, que se
desarrolla la consciencia de clase, y la autoorganización de los oprimidos. Por
esto, la democracia, es decir, la participación efectiva de la clase explotada
en las decisiones, es una condición fundamental del proceso de transformación
revolucionaria de la sociedad.
Walter
Benjamin se propuso entender la historia «a contrapelo» del punto de vista de
los oprimidos. Desde esta perspectiva, rechaza la visión burguesa –compartida
por buena parte de la izquierda- de la historia como «Progreso». Para él, la
revolución no es la conclusión de una larga evolución «progresista», sino la interrupción
de la cadena milenar de la dominación.
MA:
Muy pronto publicaremos a través de la nueva editorial “Sylone” el libro Los
Trotskismos, de Daniel Bensaïd. Tú militaste junto a este autor en las filas
del trotskismo durante muchos años. ¿Cuál es, a tu parecer, el principal legado
teórico de Bensaïd?
ML: Son muchos los aportes de Daniel
Bensaïd, pero el que más importante me parce es su planteo –inspirado por
Pascal y por los trabajos del marxista heterodoxo de Lucien Goldmann- de la
revolución como «apuesta melancólica». Apuesta, porque no hay ninguna certeza
del triunfo del socialismo, de la emancipación de los oprimidos; el
revolucionario solo puede apostar en un futuro posible, jugándose su vida y su
acción en esta esperanza, corriendo el riesgo de la derrota. Y «melancólica»
porque hasta ahora los grandes revolucionarios –Rosa Luxemburgo, León Trotsky,
Che Guevara, Miguel Enríquez– fueron derrotados y asesinados.
MA: También has escrito bastante sobre el Che
Guevara. ¿Dónde crees tú que se encuentra la vigencia de su pensamiento?
ML: Por una parte, en su planteo
estratégico: «no hay otra revolución que hacer, o revolución socialista o
caricatura de revolución». Por otra parte, en su tentativa, durante su estadía
en Cuba, de proponer un camino hacia el socialismo alternativo al modelo
soviético, con mayor democracia y un contenido ético comunista. Es un error
reducir Guevara al «guerrillero heroico»: fue uno de los pensadores marxistas
más importantes de América Latina. Su humanismo marxista tiene su máxima
expresión en su internacionalismo, en la convicción de que un comunista tiene
que sentir como una agresión personal un golpe que atinge a un luchador en
cualquier país del mundo.
MA:
Siempre has sido internacionalista. ¿Existe un nuevo internacionalismo? ¿De qué
formas se expresa hoy este nuevo internacionalismo?
ML: Me parece que el nuevo
internacionalismo, tal como se presenta en movimientos como Vía Campesina, o en
iniciativas como el altermundialismo, o en los levantes de los «indignados», tiene
un contenido anticapitalista y/o antisistémica. Ya no plantea, como en los años
60, la «solidaridad» con las luchas del Sur, sino una alianza entre movimientos
del Norte y del Sur en contra de sus enemigos comunes: el neo-liberalismo, el
FMI, la Banca Mundial, las multinacionales, el imperialismo. Los herederos de
las mejores tradiciones del internacionalismo del pasado –los anarquistas, los
marxistas de la IV Internacional, los guevaristas– participan en las
movilizaciones del nuevo internacionalismo.
MA:
Tú eres uno de los grandes impulsores de la alternativa Ecosocialista, el libro
¿Qué es el Ecosocialismo?, recopila varios artículos tuyos sobre la materia. Al
respecto, ¿podrías explicar brevemente qué es el Ecosocialismo y cuáles son sus
principales fundamentos teóricos?
ML: El ecosocialismo se reclama de la
herencia marxista, de la crítica de la economía política capitalista por Marx y
del programa socialista. Al mismo tiempo, se disocia de las vertientes
productivistas del marxismo –que han predominado en el curso del siglo XX– y
rompe con el modelo soviético (antidemocrático y antiecológico) de pretensa
«construcción del socialismo».
Muchos
ecologistas critican a Marx por considerarlo un productivista. Tal crítica nos
parece equivocada: al hacer la crítica del fetichismo de la mercancía, es
justamente Marx quien coloca la crítica más radical a la lógica productivista
del capitalismo, la idea de que la producción de más y más mercancías es el
objeto fundamental de la economía y de la sociedad.
El
objetivo del socialismo, explica Marx, no es producir una cantidad infinita de
bienes, pero sí reducir la jornada de trabajo, dar al trabajador tiempo libre
para participar de la vida política, estudiar, jugar, amar. Por lo tanto, Marx
proporciona las armas para una crítica radical del productivismo y,
notablemente, del productivismo capitalista. En el primer volumen del El
Capital, Marx explica cómo el capitalismo agota no sólo las fuerzas del
trabajador, sino también las propias fuerzas de la tierra, extinguiendo las
riquezas naturales. Así, esa perspectiva, esa sensibilidad, está presente en
los escritos de Marx, sin embargo, no ha sido suficientemente desarrollada.
Una
reorganización del conjunto de modos de producción y de consumo es necesaria,
basada en criterios exteriores al mercado capitalista: las necesidades reales
de la población y la defensa del equilibrio ecológico. Esto significa una
economía de transición al socialismo ecológico, en la cual la propia población
–y no las «leyes de mercado» o un Buró Político autoritario– decidan, en un
proceso de planificación democrática, las prioridades y las inversiones. Esta
transición conduciría no sólo a un nuevo modo de producción y a una sociedad
más igualitaria, más solidaria y más democrática, sino también a un modo de
vida alternativo, una nueva civilización ecosocialista más allá del reino del
dinero y de la producción al infinito de mercancías inútiles.
MA:
¿Cuáles serían, en tu opinión, las principales tareas de las y los militantes
ecosocialistas en los países de América Latina?
ML: Participar en todas las luchas y
movilizaciones socioecológicas, de los indígenas y campesinos en contra de la
furia destructora del agronegocio y de las multinacionales, de la juventud y la
población de la periferia por el transporte público gratuito, etc. En el seno
de estas luchas contribuirá la toma de consciencia anticapitalista y presentar,
a la vez, propuestas concretas y una perspectiva alternativa radical, el
ecosocialismo.
MA:
Para finalizar, en nombre de Puño y Letra, la revista de reflexión de la
Izquierda Anticapitalista Chilena, podrías referirte a la importancia que en la
actualidad adquiere la unidad de las y los anticapitalistas.
ML: Me permito citar un hermoso artículo de José
Carlos Mariátegui para el Primero de Mayo del 1924: «Una variedad de tendencias
y grupos bien definidos y distintos no es un mal; al contrario, es una señal de
un periodo avanzado en el proceso revolucionario. Lo que importa es que esos
grupos y esas tendencias sepan cómo actuar en conciliación frente a la realidad
concreta del día a día. (…) Que no empleen sus armas (…) para herirse el uno al
otro, pero sí para combatir el orden social, sus instituciones y sus crímenes».
Es
importante constituir, en un primer momento, un Frente Único de las y los
anticapitalistas, en base a tareas concretas de la lucha social y ecológica; y,
en un segundo momento, tratar de crear, por la convergencia de múltiples
corrientes, una Federación Anticapitalista capaz de actuar con una perspectiva
de transformación revolucionaria de la sociedad.
Fuente: (*).- Fuente .
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=191978
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