Por Linda McQuaig y Neil Brooks (*)
(…) Los megamillonarios se han
esforzado en buscar nuevas
justificaciones para sus hipertrofiados patrimonios. Uno de los argumentos más
extendidos, al menos entre los más privilegiados, es la idea de que las enormes
fortunas actuales se han ganado en una “meritocracia”,
argumento que pone el énfasis en la idea de que la riqueza heredada tiene actualmente
menos importancia que en el pasado. Concretamente, el auge de los milmillonarios
“hechos a si mismos” y el surgimiento de una clase privilegiada de profesionales
de la empresa y de las finanzas ha llevado a ciertos analistas a concluir que
los ricos de hoy se han ganado sus gigantescas retribuciones, que lo ingresos
se asignan actualmente en el contexto de
una economía global despiadadamente competitiva en la que los mejores y más brillantes
llegan a lo más alto gracias a su propia
valía y sus aportaciones.
No es de extrañar, pues, que el concepto de meritocracias se haya convertido en piedra angular de buena
parte de la literatura que esgrimen los
miembros de la nueva elite. En un reportaje especial publicado en enero de
2011- poco después de la constitución del movimiento Uncut- Reino Unido- , The Economist, celebraba el ascenso de
aquellos a quienes calificaba como “ los
elegidos”·. “Toda sociedad ha tenido
elites (…) el gran cambio con respecto al siglo pasado es que las elites son
cada vez más meritocraticamente globales. En los países desarrollados, las persona más ricas no son aristócratas,
sino emprendedores como Bill Gates”. La revista seguía luego cantando las
alabanzas de lo súper ricos de hoy,
argumentando que “en primer
lugar, para llegar a ser ricos, por
regla general, han tenido que hacer algo
extraordinario. Algunos, claro está, han heredado parte de su dinero, pero la
mayoría han mejorado algún producto, financiado una buena idea, o, cuando menos, han sabido gestionar una
cadena de peluqueras y han conseguido que los clientes repitan. Y como la mayoria se han hecho a sí mismos, los ricos de hoy son inquietos y
dinámicos.”
En realidad, los emprendedores constituyen una parte muy pequeña
del grupo d mayores ingresos, menos de un 4% según algunas estimaciones. La
actual elite de superricos está compuesta en su mayoría por ejecutivos de la
empresa y las finanzas, que representan alrededor del 60%, del 0,1% de los que más
ganan. (Abogados y promotores inmobiliarios, representa otro 10%) En el pasado
se consideraba que los ejecutivos corporativos y financieros eran agentes
que gestionaban las empresas de la clase
propietaria. Sin embargo, en las últimas décadas estos profesionales de la gestión
han ido cobrando protagonismo, acaparando más poder para sí mismos y una cuota
mucho mayor de las recompensas económicas.
El resultado según John G.Bogle, fundador y expresidente de Vanguard Gruop, compañía de fondos de inversión
radicada en Estados Unidos, ha sido “que
los directores ejecutivos han obtenido remuneraciones tremendamente
exageradas, remuneraciones que no están justificadas ni de lejos por logros empresariales proporcionales” (18).
Bogle sostiene que el mundo de la gran empresa está actualmente plagado de
conflictos de intereses, que dejan poco espacio para controlare la connivencia entre
presidentes ejecutivos y consejos de administración, comités salariales y auditores. En ese sentido,
en el Reino Unido, la Higt Pay Commission llego a la conclusión de que “en algunas de neustras mayores empresas, las
remuneraciones de los altos cargos han experimentado una escalda preocupante,
alcanzando niveles estratosféricos” y consideraba asimismo que las grandes empresas tratan de
“camuflar” los sueldos de los ejecutivos y ocultar “unos acuerdos de retribución cada vez mas complejos (…) bajo toneladas de informes sobre
remuneraciones” ( 19).
En ningún sitio ha sido más
evidente la apropiación de dinero por parte de las clases profesionales que en
el mundo financiero cuyos altos
ejecutivos- forman parte de una elite que el historiador Charles Geisst ha
calificado como “ el grupo con mayores
ingresos de todos los tiempos” (20).
Entre el 0,1% de británicos que más ganan, no menos de un 30% trabaja
actualmente en las finanzas (21), lo que
no solo refleja lo grandes que han llegado a ser las retribuciones en la
cúspide del mundo financiero, sino también la cambiante naturaleza de las
finanzas y del papel que juega en la
economía. Antiguamente, su papel co0nsistia en
reunir capital arfa iniciar negocios, para “financiar una buena idea”, como dice The Economist.
Pero en la actualidad, los baron4es de
este mundo rehúyen en su mayoría las recompensas más inciertas y más a largo plazo
que se derivarían de financiar buenas
ideas Y prefieren, por el contrario dedicarse a la especulación (o a apostar,
como también se conoce), pues las ganancias pueden ser mucho más rápidas y verdaderamente extraordinarias, y
normalmente, arriesga menos, puesto que
los Estados terminan asumiendo las
perdidas cuando éstas son cuantiosas. Los gestores de fondos de alto riesgo han
utilizado la especulación financiera para catapultarse a si mismos a una estratosfera
de remuneraciones e indemnizaciones que es una liga completamente aparte, con
retribuciones muchísimo más elevadas incluso
que los niveles de sueldos, ya de por si extremadamente altos, de los
presidentes de las empresas líderes en
otros sectores. En 2009, los 24
gestores de fondos de alto riesgo mejor
pagados del mundo ganaron un total de 254.000 millones de dólares, algo más de 1.000 millones sde media cada uno.
Presentar a los superricos financiando buenas ideas o mejorando algún
producto es presentarlos bajo una luz
muy favorecedora. Peor fuera delas páginas del Economist lo miembros de la
nueva elite global normalmente no se dedican a tales menesteres tampoco se
trata de gente especialmente talentosa o insustituible. Ni siquiera resultan particularmente beneficiosos
para la sociedad. Lo más normal es que contengan sus gigantescas remuneraciones
como resultado de la mera suerte, de una actuación despiadada, de su capacidad
para especular, de sus fu8llerias, o simplemente por estar mejor posicionados
para dirigir las ganancias hacia ellos mismos o para capitalizar oportunidades generadas
pr la sociedad y de las que otros podrían- o deberían- haberse beficiado si
ellos no hubieran estado allí. Y desde
el liego, nada hace pensar que los miembros de la actual elite sean mas listos,
más talentosos o más trabajadores de lo que lo era la elite de la generación
anterior, que recibía una fracción de
estos sueldos a cambio de[E1] un
trabajo que era como minimo igual de bueno y valioso para la sociedad.
En realidad, a la hora de
determinar cuánto ganan los ricos- y para el caso lo que gana todo el mundo-
influyen enormemente las leyes y las instituoico0nes concretas que rigen en una
sociedad, y que han sido establecidas por quienes tiene el poder para hacer las
normas ( n tema éste al que volveremos en el próximo capítulo). Se dice a
menudo que lso enormes sueldos actuales son resultado de la “globalización·. En
realidad lo que se denomina “globalización”
es simplemente el conjunto de leyes concretas que gobierna la economía
mundial, recogidas en tratados de
comercio e impuestas por organismos como la Organización Mundial de Comercio. Y
esas leyes, pensadas y aplicadas por la elite, tienden a favorecer a la
elite. Es más, si bien todos los países desarrollados
han padecido la globalización, en realidad las remuneraciones de los más privilegiados solo han crecido de una manera
tan espectacular en los países anglosajones. La Europa continental, y en
especial, los países nórdicos, siguen siendo sociedades mas igualitarias porque
han seguido redistribuyendo los ingresos d amanera mas equitativa gracias a las
leyes que constituyen su sistema fiscal y de transferencias.
Co0mo trataremos de mostrar
a lo largo de este libro, el principal
factor a la hora de explicar los colosales suedl0s de los más privilegiados no
es ni su mayor rendimiento ni los efectos de la globalización, sino antes bien,
el hecho de que quienes más ganan se las han arreglado para modelar la agenda
política en los últimos treinta años,
utilizando su influencia para imponer leyes, tanto a nivel nacional como intrnacional,
que favorecen sus propios intereses. Más que la creación de riqueza, su principal
logro ha sido conseguir desviar hacia ellos mismos una enorme parte de la
riqueza creada, lo que en economía se conoce como frentismo parasitario o rent-seeking.
Así pues, la cada vez mayor concentración
de ingresos y patrimonio e nla cúspide de la escala social es el resultado de
cambi0os deliberados en las políticas económicas que afectan al mundo empresarial
y financiero, asi como de la liquidación del
del derecho laboral ylos programas sociales que protegían a los que
están en los peldaños mas bajos de la escalaq social. El ascenso de una clase
de profesionales de las finanzas, extraor9idnariamemnte bien remunerados se ha
visto enormemente facilitado por ejemplo, por el desmantelamiento d elas regulaciones financieras que con tan buen
criterio se establecieron en los años treinta, tras el crash de 1929. Y ningún análisis
de como los ricos han conseguido amañar las reglas en su favor podría estar completo
sin poner de relieve el pago el que ellos mismos han jugado a lo hora de convencer
a los gobernantes para que reduzcan las cargas fiscales.
Más importante aún es el
hecho de que las elites han conseguido,
p0or medio de ua propaganda permanente, convencer a buena parte de la opinión
publica de que el desvió masivo de recompensas los de arriba sencillamente no
es un problema. Esta propaganda.- que permea los medios de comunicación y el
discurso público- ha transformado en la practica las normas y las expectativas
de la sociedad, y han erigido un nuevo credo social que celebra la ambición y la codicia personal- en especi8al,
la de los más privilegiados- . Los centro de estudios financiados por las
grandes empresas no dejan de fabricar pseudoteorias que explican porque el enriquecimiento
de los ricos es beneficioso para
todos; y la conducta depredadora de un
aparte de las elite ha llegado a percibirse como algo natural y saludable, algo
digno i9nclouso de admiración y recompensa.
Todo esto se aleja
radicalmente de los valores igualitarios de la posguerra, cuando conductas de
este tipo, basadas en la codicia , habrían estado mal vistas En aquella época
había un acuerdo social tácito, ampliamente aceptado, con respecto a los
niveles razonables de remuneración para todo0 tipo de trabajos , incluido los más
remunerados. Los ejecutivos del mundo de los negocios y los consejos de administración
encargados de supervisión tenían un sentido de los límites. No se remuneraban a
si mismos con retribuciones principescas porque la opinión pública lo habría considerado,
inapropiado e indecente, cuando no vulgar. Esta censura social se reflejaba en
los altísimos tipos impositivos
marginales máximo que predominaron en la época de posguerra y que definían los límites
de lo que se consideraba un sueldo razonable, incluso para quienes desempeñaban
los trabajos mas remunerados. Todo lo que traspasaba esos límites se veía excesivo y la sociedad intervenía
gravándolo casi en su totalidad.
En las últimas décadas
esas restricciones sociales han
desaparecido casi por completo acallando la indignación popular que, en otras
circunstancias, seguramente habrían acompañado a este robo a gran escala de la renta
nacional por parte de los miembros más ricos de la sociedad. La
campaña de propaganda que se ha dedicado a vender las virtudes d e la codicia desatada
parece haber convencido a amplios sectores d ela opinión publica de que esta alucinante
avaricia es algo aceptable, o cuando menos “ ley de vida”, un rasgo inevitable
de la era posmoderna contra el que nada hay que hacer. Con una indignación publica enmudecida o
desviada hacia la contemplación permanente de las vidas de los multimillonarios,
caso nada ha podido impedir que los amos del mundo empresarial y financiero metan mano cada vez más a fondo en
la caja registradora.
Las implicaciones de este estado de cosas-
para la igualdad, la concordia social, para el bienestar el bienestar de ols ciudadanos,
para la democracia británica, y hasta para la misma supervivencia del
ecosistema planetario- son obviamente enormes, y son el tema de este libro.
Pero empecemos tratando de esclarecer un poco lo que esta pasando y no nos
dejemos confundir malentendiendo como “meritocracia” un sistema que asigna las mayores recompensas
de la historia a un grupo cuyo principal rasgo distintivo es una determinación excepcionalmente
feroz de enriquecerse.
(18).-John G.Bogle.- La
batalla por el alma del capitalismo.—Marcial Pons Mdrid 2007
(19).-Informe final de
Haigt Pay Comission
(20).-Citadio en Abdrew
Clark.- “Top hedge founds boom despite recession”The Guardian 25 Marzo 2009
(21).-Mike Brewer. Y
otros .-Insitutte of Fiscal Studies Londres 2007.- Racing away? Income
inequality and the evolution of high incomes
(*).-De su obra: “El
problema de los supermillonarios”.-
Capitán Swing libros.-Madrid 2014
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