Es conocida la enemistad
sobrevenida entre dos grandes amigos Diderot y Rousseau (1) que
suele ser atribuida, en la opinión mayoritaria, a razones personales y, particularmente , a la difícil personalidad de J.J. Rousseau reconocida por todos incluso por él mismo. Misántropo,
irascible y suspicaz incluso con sus más sinceros partidarios, susceptible hasta lo enfermizo, radical en todas sus posiciones,...Que la causa de
la enemistad suela achacársele a él y no a los otros parece lo más verosímil.
No obstante, una buena parte
de la argumentación que versa sobre la susceptibilidad de Rousseau rayana en manía
persecutoria quizás debería verse con
mayor prudencia. Porque efectivamente Rousseau- a diferencia de gran parte de
sus coetáneos ilustrados- sufrió una persecución implacable por parte no solo
de la crítica intelectual de sus presuntos “ compañeros de ruta” como los
llamaríamos hoy-sino de los poderes públicos y de una opinión azuzada con
malicia. No eran imaginaciones de una personalidad
inestable el que fuese, tras conocer éxito y popularidad ( éxitos de la
Nouvelle Eloise, colaborador de l. Enciclopedie, músico conocido,...)
perseguido sin cesar desde la publicación en 1762 de su Contrat Social. Su
Emilio fue condenado por el parlamento
de Paris y ambas obras quemadas públicamente en Ginebra., Rousseau arrestado a
domicilio, se evade a Berne. De allí es expulsado y debe de refugiarse en
Neuchatel. El año siguiente Voltaire desencadena una campaña de injurias contra
él. Las respuestas de Rousseau en 1765
son censuradas, Los sacerdotes pronuncian sermones contra él y fanatizan a las gentes que atacan su casa, debiendo
volver a huir a Bienne. Las autoridades de allí lo vuelven a expulsar obligándole
a errar nuevamente. Rousseau era un envenenador,
violador, ladron, mentiroso, libertino. Se dijo que su Emilio era una apelación
al asesinato, que su obra le “Devin du Village” no era suya, que había
abandonadno a sus hijos, y que no había
sido secretario de embajada sino criado del embajador .Persecución que está muy
lejos de sufrir los restantes ilustrados que vivían entre salones y círculos intelectuales
entre la mayor consideración publica mientras Rousseau huyendo a Berlin, a
Paris, y a Londres es un refugiado permanentemente errante,. En 1770 vuelve a Paris conformándose con vivir muy modestamente como copista de partituras. Para la " inteligencia" ilustrada de su época, Rousseau era un advenedizo mal venido. No era uno de " los suyos". Le faltaba el " esprit" y la educacion " adecuada".
Menor atención se ha prestado a las divergencias
de pensamiento que van separando casi desde el principio a ambos a lo largo de
su amistad de doce años entre 1744 y 1756. Estas divergencias son insuperables
y vienen a reproducir el mismo espacio insalvable que existe entre Rousseau
mismo y los “philosophes” de su época. G. Sabine lo expresa diciendo que “Hay un abismo entre los escritores de la ilustración
y Rousseau. El mismo Rousseau lo sintió así
y sufrió por ello (e hizo sufrir).Sus amigos lo sintieron y le detestaron”.
Ese abismo también era sentido por
Diderot de una manera muy clarividente. No era una divergencia habitual entre escritores
sino que tomaba los tintes de ser dos
mundos diferentes. Diderot lo describió como “el vasto abismo que hay entre el cielo y el infierno”. Dada la alusión
infernal a su ex amigo, se abren las dudas
sobre atribuir a la naturaleza excesiva
de Rousseau la causa de la enemistad entre ambos. Porque sigue un no menos
excesivo Diderot quien dice que el solo
hecho de pensar en él perturbaba su obra
“como si tuviese a mi lado un alma
condenada”. Diderot, no se cortaba un ápice en la descalificación de Rousseau
como hombre malo al aludirle en su expresión: “el solitario no puede ser bueno”, lo que sacaba de sus casillas
a un dolido e hipersensible Rousseau a
la defensiva en su Emilio: “ el solitario
es bueno”
La querella entre ambos resonó por doquier y la
acritud de los recíprocos ataques fue enorme. Cabe contempla la enemistad entre ambos como un paradigma de la enemistad entre dos mundos. Dice Sabine “Rousseau
difería de sus contemporáneos en todo,…. Incluso cuando empleaba las mismas palabras les daba un sentido diferente.
Su carácter, su concepción de la
vida, su escala de valores, sus reacciones instintivas, diferían en todo lo
esencial que la Ilustración consideraba como admirable”. Lytton Strachey ha dicho de él “Poseía una cualidad que le separaba de todos sus compañeros y que oponía
un inmenso golfo entre Rousseau y ellos: era moderno”.
Hay un dato muy expresivo de
ese abismo y sus causas. Toda la desgracia de Rousseau comienza con la publicación en Holanda en 1755 de su discurso sobre la desigualdad. El Rousseau bien
acogido por la inteligencia dominante
de los “philosophes” , el colaborado Enciclopedia, el músico de cierto
éxito popular,…..deviene alguien
indeseable desde el momento en que denuncia la desigualdad , y no
cualquier desigualdad sino la de su época y que produce la dominación de unos
por otros. Para mayor escándalo, esa insoportable desigualdad se vincula a la
desigualdad de la propiedad. El paraíso
ilustrado con la posición de
Rousseau se ve quebrantado en sus
raíces: un ilustrado pone entela de juicio el buen orden social de ricos y
pobres del que los propios críticos se aprovechan
y del que son existencialmente sus beneficiarios
El más significativo critico ilustrado,
Voltaire, se acomodaba perfectamente al
propio régimen social que denunciaba,
tanto en sus negocios: esclavista, vendedor de armas, invitado de los déspotas,..
como en su pensamiento to. Frente al roussoniano:
“los frutos son de todos, la tierra no es
de nadie”, el crítico Voltaire
replica: “ Sr., Rousseau, si quiere Vd
dejar de ser pobre y la igualdad de propiedades vaya con los
hotentotes, aquí las cartas ya están echadas
y o bien quiere Vd. morirse de hambre o trabajar para mi como esclavo,
no hay otra alternativa”. Que las
desigualdades no son ni naturales ni fatales, y que era insoportable la
diferencia entre poderosos que dominaban a los débiles, era un nuevo camino por el que no todos
podían acompañarle.
En su camino revolucionario nadie pudo
seguirle, ni siquiera sus amigos, ni
Diderot. No es ajeno a la actitud resueltamente revolucionaria de Rousseau y su
reivindicación posterior por los sans culottes, su enfoque de la propiedad privada
que Rousseau no coloca entre ningún derecho natural- cosa siempre defendida
incluso por el ultimo Diderot más radical- sino en una circunstancia que hay que
relacionar con el dominio de unos por otros. Se ha señalado que si el último y más
radial –pero siempre defensor de la propiedad privada- Diderot fue espiritualmente
el padre de los aspectos más propios de la pequeña burguesía de la Revolución Francesa, Rousseau lo fue
francamente de sus aspectos más
proletarios.
Lo peor y más insoportable para el stablishment intelectual crítico quizás fuese, que a las palabras de Rousseau
le seguían los actos. No hacerlo así es algo que precisamente
Rousseau reprochaba a los “ philosopes”.
Para un promotor de la igualdad llevar una conducta , unos sentimientos y unas actitudes
espontáneamente igualitarias acorde con
lo sostenido teóricamente formaba parte
de su lema “vitam impendere vero”. Ninguno de los otros ilustrados podría haber dicho esto: “En las disputas callejeras, el populacho se agrupa y el hombre prudente se aleja. Es
entonces la canalla, las mujeres del
mercado, los que separan a los que pelean e impiden a los hombres honrados de matarse
entre ellos”. Esa alabanza de “la canalla” la encontraremos posteriormente
en los mas radicales revolucionarios
como un Marat que reprochaba a la burguesía revolucionaria “ ya sabemos
que detrás d de vuestros bellos discursos no nos consideráis al pueblo más que
como canalla”. Pocos años más tarde
el Contra Social era el libro de cabecera esgrimido por la “canaille” de
los “ sans culottes”y Robespierre
alimenta sus discursos mas famosos con
citas literales , sin nombrar, de Jean
Jacques Rousseau.
Las propias biografías de
cada uno de ellos son expresivas de sus
discrepancias en la manera de considerar a esa “ canaille” , la del pueblo
bajo. Diderot tuvo una esmerada
educación en colegios de jesuitas y sus
medios le permitieron estudiar Leyes en la Sorbonne. En su vida se relacionaba
gustoso con Mme. Pompadour, y llego a
ser consejero de Catalina II de Rusia. La infancia y adolescencia de Rousseau
es la experiencia de un joven casi huérfano, sin medios ni acceso a la
cultura, lacayo, vagabundo muchas veces al borde de la picaresca, dependiente y
subordinado. Experiencia que forjo en él, como una instintiva alergia a la
desigualdad y al sometimiento, una “mortal aversión por toda forma de servidumbre”.
No podía ser de otra manera. “Se tiene la filosofía que se es” decía Fichte.
Lo que Rousseaui debe a
Diderot:
El discurso sobre la
desigualdad tiene una evidente inspiración
filosofica en la “Carta a los ciegos” de Diderot. En éste, Saunderson,
un ciego inglés profesor de matemáticas a quien Diderot da voz filosófica y que
sorprendentemente expone una anticipación
de los principios generales de que lo que será más tarde la evolución biológica. La escena en que esto tiene lugar es la siguiente:
Diderot coloca a Saunderson en su lecho de muerte cuando recibe la visita del reverendo
Holmes que intenta convertirle en sus últimos momentos al cristianismo. Invoca
ante Sauderson como argumentos de la existencia de Dios, la belleza y armonía
de la creación. Sauderson responde haciéndole notar que él es ciego y que es da
enfermedad cruel le impide contemplar aquella belleza. El reverendo insiste en
la perfección de la creación divina, pero Sauderson le indica a su vez que en su caso tuvo lugar
una imperfección. Entonces, Holmnes recurre como argumento decisivo: al orden
de la naturaleza que no puede sino provenir de una inteligencia superior.
Sauderson se extiende entonces con un
discurso en el que sostiene que si la naturaleza es en la actualidad un orden
en efecto, , pero ese orden es mas bien el resultado de un proceso sin
finalidad que comienza a partir de una total ausencia de orden previsto anticipadamente.
En un tiempo infinito, todo lo que es materialmente posible, termina por emerger pero solo subsiste
con viabilidad aquello que es compatible con su medio. La naturaleza hace bien su
trabajo porque va arrojando de si las frustradas vidas inviables. Ese proceso
larguísimo ya ha terminado y lo que se ve en la actualidad como un mundo
ordenado creen que siempre ha sido así aquellos a los que su vista les impide ver más allá en el tiempo.
El, Sauderson, que es ciego, no está influenciado por ese espectáculo y puede ejercer
una imaginación e investigación más allá del presente, hacia un pasado invisible.
De esta manera Diderot recurre a una teoría intelectual que sirve para
construir un concepto coherente sobre el origen y evolución de todo. Diderot está
inspirado en su teoría por las reflexiones de Needham, un científico que gozó
de enorme éxito en su época y cuyo textos concebían la emergencia de la materia
viva por su propia energía sin intervención de mano divina alguna. La
originalidad de Diderot consiste en concebir eso como un proceso evolutivo y
selectivo que no precisa de finalidad para llegar a un orden sino es una simple
combinación material del azar y la necesidad.
Con ello se separa del pensamiento científico dominante que veía que
todos los seres vivos ya estaban diseñados en germen y que las generaciones
sucesivas daban con ese diseño previsto por una mente divina.
Rousseau se encuentra ante una situación comparable sobre la que va
a reflexionar porque sus contemporáneos veían a los humanos tal y como eran hoy
como atribuyéndoles una naturaleza eterna y no podían concebir el estado de naturaleza
humana mas que con los caracteres que poseían en la sociedad
presente. Rousseau no cesa de insistir en su Discurso sobre la desigualdad que
los hombres tal y como se les ve hoy día, han devenido lo que son hoy y antes
no eran. Si el hombre ha tenido una existencia original sin cultura, nadie puede verlo y verlo es imposible e inverificable. Ese estado de naturaleza imposible
de verificar hay que construirlo conceptualmente
a partir de los datos del presente ( los libros de viajes, los pueblos primitivos,etc). Esa es su primera
parte del discurso.
El proceso que ha conducido
hasta el orden presente de la humanidad y , sobre todo, las causas que han llevado al presente orden desde un hipotético “
estado de naturaleza” no son como gérmenes que estuviesen ya en el hombre
originario como si sus cualidades socioculturales ya estuviesen allí. Rousseau
rechaza esa visión finalista de una humanidad que busca lo que le había suido
dictado desde el principio. El resultado actual es un humano causado por un característico
déficit de determinismo Este “ déficit
de instinto”,le hace desvinculado de los condicionamientos de la naturaleza al
mismo tiempo que una presion de las “ circunstancias” que provocan a lo largo
del tiempo una historia que es la nuestra
y que podría haber sido otra.
Teniendo en cuenta este
encaminamiento de Rousseau en su Discurso sobre la esigualdad y comparándolo
con el discurso de Sauderson en el texto de Diderot se constata la misma lógica.
Ambas lógicas producirán en dos respetivos terrenos (científico y moral) una revolución.
Donde Rousseau se separa dee
Diderot:
Pero ahí se detiene la
similitud. Diderot aborda la cuestión de lo universal y lo relativo en lo
humano en su Suplemento al viaje de Bouganville, donde, aborda un problema
grave bajo la apariencia de conversaciones y diálogos exóticos y banales. Se
trata del problema del fundamento de la ética
dada la pluralidad de civilizaciones y , al fin de cuentas, el
fundamento de la normas morales. Las diferentes sociedades que vemos no
comparten los mismos valores ¿ cómo podemos juzgar y que criterio tomar? Escúchennos
a uno de los interlocutores: “ Hasta
ahora yo pensaba que no se está nunca mejor que en su propia casa, consideración
que creía común para todos los habitantes
de la tierra. Es un efecto natural de la atracción del suelo, atracción que
nace de la comodidad de lo que se posee y que no se tiene la certeza de
encontrar en otro lugar”.
Si el fundamento de la
moralidad se encuentra efectivamente en la conformidad a las costumbres existentes
y en la admiración ciega que se le consagra, no hay mas que debatir. Pero no es
esta la opinión de Diderot que formula asa el problema: No puedes juzgar las
costumbres de Europa a partir de las de Tahiti, ni las de Tahiti con las de tu país,
necesitamos un patrón de juicio más seguro. ¿Qué regla puede ser esta?”. No se
queda en el relativismo de prohibir todo juicio
de costumbre de los otros países extranjeros, pero tampoco se contenta con aplicar las normas de lo propio como hace el
etnocentrismo. Debe encontrarse un ideal universal. En otro caso “ no había ni verdad ni mentira, ni mal ni bien,
ni hermoso ni feo, y a cada instante cambiarias de conducta“ dice Diderot.
Si solo existiese el derecho positivo, así concebido no podría atribuírsele ni siquiera el nombre derecho. Diderot
encuentra la medida universal adecuada: “fundando
la moral sobre relaciones eternas que subsisten entre los hombres… fundamentándolo
en lo que le hombre es”. Diderot con ello
está fundamentando la moral en la naturaleza, o sea apoyar lo que debe
ser en lo que es, lo cual elimina en realidad toda necesidad de discurso
moral. Naturaleza y moral cohabitan en
el mismo escenario: el de ser guías del comportamiento. Si se quiere saber cómo
guiar la conducta, la respuesta es conocer la naturaleza. Hay un guía universal
del comportamiento, la verdad de neustra naturaleza no la moral que es “artificial”. El ejemplo más expresivo
lo encuentra Diderot en las relaciones sexuales.; el matrrimonio es artificial porque lo natural son las relaciones sexuales
libres. Entonces, se pregunta ¿y si no
hay acuerdo en la relación y uno no quiere donde el otro si ? La naturaleza dicta
que el hombre es el más fuerte en esta
relación y por lo tanto su violencia y
su voluntad son propias de la
naturaleza y su comportamiento justo. Si la violencia está en la naturaleza,
ella misma es justa y la violación no es
un crimen, En su caso extremo, la vinculación de la móral a la naturaleza no es sino identificar pura y simplemente el
derecho y la fuerza. Al igual que Helvetius, está en la naturaleza humana
obedecer a su propio interés (
incluso llega a constatar como universal
y natural por lo tanto que el hombre prefiera-
si no existiese la amenaza de la vergüenza- guardar su fortuna y bienes antes
que dejar morir a sus hijos y mujer.) La vida social entera se somete a esa ley
“natural”. Los personajes de Sade , de
su Philosophe dans le boudoir, que encuentran
en la naturaleza humana que lo propio es
hacer sufrir a otro, no serían , pues, más que la continuación de esta posición. “ La destrucción es una de las primeras leyes
de la naturaleza, nada que destruya puede ser un crimen” dice el marqués de Sede, “ No tengáis
otro freno ni otra moral que la de la naturaleza” añade ¿ Dónde hay que
pararse? ¿Cómo se descubre que es esa naturaleza? Diderot responde que por el estudio escrupuloso de los hechos.
Diderot dirige su mirada hacia la observación y sobre todo a la del mundo animal.
La primera observación en ese sentido es la naturales animal de los humanos. La
verdad en la sociedad seria expresada por la zoología. Diderot recomienda a los especialistas en animales la observación
y conocimiento de la especie humana. Es conocido el peligro de esa perspectiva: tras haber comparado a los hombres con los animales se
corre el riesgo de tratarlos como tales. : “No
hay nada sino delirio fuera de creer que en el universo haya otra cosa
separable de las leyes de la naturaleza” El hombre está enteramente
determinado por la naturaleza, no goza de ninguna libertad personal y no tiene
manera de escapar a ese destino. La pertenencia a su destino natural está dada de
una vez por todas. De ello se seguiría la facilidad de reconocer lo bueno de lo
malo, que es tarea de la ciencia. “La ley
civil no debería ser sino el enunciado de la leyes de la naturaleza”. Otra
forma de decirlo sería expresando que
la mejor sociedad es la que dispone de menos leyes y que siga en todo a la naturaleza.
“Que breves serían los códigos de las
naciones si nos conformásemos rigurosamente al código de la naturaleza” Es,
en realidad una versión del laissez- faire económico desregulado pero en materia moral: “desconfiad de todo aquel que quiera
poner orden”.
Que la naturaleza humana
es igual y dada, que esa naturaleza
dicta todo comportamiento, que la ciencia es el mejor medio para llegar a conocerla,
que a la ciencia debe someterse la ética y la política,… esas ideas serán caras
a “les philosophes”, y de ellas Diderot es el
representante más valedor. Ese espíritu cientificista presente en la
Enciclopedia no tiene por qué ser el espíritu de Las Luces y der la Ilustración
en su conjunto., La prueba la da el otro
ilustrado de las Luces: precisamente su
examigo, Jean Jacques Rousseau.
Rousseau criticara el
relativismo pero no apela a cualquier universalismo y desde luego, no tolera en esto que se
confunda su poción con la de los “ philosophes”
que siente como contrarios, incluyendo a Diderot. La primera oposición entre ambos es de
carácter científico. Para Diderot, como vemos, la naturaleza humana se deducía
de La biología o, incluso, de la zoología. Esta perspectiva le
parece inaceptable a Rousseau pues implicaría que se debe entonces hacer
abstracción de la sociedad, de la razón y de la moral para conseguir llegar a
la identidad humana. Esto no cree que
sea cierto, y dice en su Carta a d´Alembert”! : El aumento que se deduce del comportamiento
de los animales ni concluye nada ni es cierto. El hombre no es un perro ni un
lobo. No hay más que fijarse en la especie
humana para establecer que tiene unos sentimientos mortales desconocidos para
los animales” No es el zoólogo quien posee la verdad sobre la especie humana
sino el filósofo. De inmediato aparece la divergencia más destacable. Cuando
rechaza que la conducta humana sea una especialidad propia de un biólogo, lo
que rechaza ante todo es el determinismo que no deja lugar a la libertad del
hombre. Lo que distingue al humano de
los animales, en efecto, es que estos obedecen íntegramente a las leyes de su
naturaleza mientras que el comportamiento de aquel no puede preverse por
ninguna ley, ninguna biología. La libertad, o posibilidad de ejercer la
voluntad propia es el rasgo distintivo de la especie humana. Montesquieu ya
decía que la posibilidad de sustraerse de las leyes era el rasgo característico
de la humanidad. El animal, añade Rousseau, obedece a la naturaleza, el hombre
puede administrar su destino “ en calidad
de agente libre” , término que utiliza en
el Discurso sobre la desigualdad. La diferencia entre animale4s y hombres está
en la ausencia o la presencia, no de razón, sino de libertad, o sea en la
inexistencia de un determinismo que regulase el comportamiento humano.
Es por esta razón, que según Rousseau, por lo que la perfectibilidad es la
característica principal del humano. La perfectibilidad es lo que no tiene un contenido
dado y lo que le permite adquirir todos los contenidos. Lo que es común y universal a los hombres no es tal o tal
rasgo particular sino su libertad y capacidad de transformarse. (Eventualmente
para mejor, pero también para peor). Rousseau levanta acta de esa carencia singular que carate riza al
pensamiento moderno. La ausencia de un fundamento natural a los preceptos que
gobiernan el comportamiento humano y propone buscar otro tipo de fundamento que
se encuentre en la libertad y voluntad humanas más que en la naturaleza
Este debate a nivel del conocimiento,
se prolonga en el terreno de la ética. Rousseau trata sobre todo de quebrar la ilusión de una
continuidad entre ambos planos, es
decir, que se deduzca el deber ser as partir de lo que es , de la ética a
partir de la ciencia. Afirma ante todo la autonomía de espacio de conocimiento.
Los lectores de hoy saben hasta dónde puede llegarse tratando de apoyar
las normas en lo que se considera natural
por los poderes. .
Incluso si Diderot hubiese
tomado como punto de partida la historia de la antropología, tampoco hubiera estado
menos errado. Que los hechos sean como son no
prueba más que tal cosa
ha sido la voluntad del más fuerte. Rousseau no ataca a los zoólogos sino a los “ philosophes” porque quienes practican , a la manera de Diderot , la
deducción de la moral a partir de la naturaleza
son los que dice de ellos Rousseau : “ Su permanente manera de razonar- Rousseau se refiere a Grocio-
consiste en fundar el derecho en
el hecho. Podría hallarse un método más conducente pero no más favorable a los
tiranos “. Nosotros sabemos que desgraciadamente la justificación de un acto por las leyes de
la historia no prueba más que lo que
pretenden probar las leyes de la superioridad racial. Rousseau precisaría
de una manera muy clarividente en el Emilio : “Hay que saber lo que debe ser
para poder juzgar lo que es “. Lejos de someterse a la ciencia, la ética tendrá
como tarea evaluar el trabajo del científico.
Remitirse a la naturaleza para deducir lo que debe de ser es propio de los que “ confuden el estado natural con los hombres que tienen delante”. Más
tarde un rousoniano Kant lo volverá a expresarse en términos
similares: “Los políticos
realistas dicen que hay que tomar a los hombres tal como son omitiendo que toman
a los hombres tal como ellos los han hecho”.
Estamos en presencia de la formulación de una oposición decisiva que
habrá de prefigurar una buena parte del conflicto en los años por venir:
Diderot y Rousseau están ambos, del lado
de la modernidad, están por el conocimiento racional liberado de la tutela de la
religión y de la autoridad tradicional. Pero Diderot cree en el determinismo y no
deja lugar a la libertad humana. La ciencia sustituye fácilmente asi a la ética y se encarga de formular la
finalidad humana y de la sociedad. Rousseau, sin negar la existencia de un
grado de determinismo físico o social,
considera la libertad el rasgo típico de la humanidad.
Si dispongo de voluntad
libre puedo elegir mis actos, asumir la
responsabilidad y puedo ser juzgado, Aunque Rousseau y Diderot aparenten a la misma
filosofa de la Ilustración, Rousseau es al mismo tiempo un representante del
humanismo. Es por lo que la actualidad de
Diderot es solamente la
enciclopedia y la ilustración, y la de Rousseau es la de todo el humanismo
ilustrado.
Por la naturaleza- piensa
Rousseau- el hombre no posee ningún
carácter intelectual particular que le eleve por encima de los animales. No es
desde ese punto de vista desde el que se puede vislumbrar lo especificablemente
humano. Su especialidad es que es que el hombre es un “agente libre” dentro de esa naturaleza. De
la naturaleza “el hombre puede separarse
incluso en su propio detrimento”. Rousseau evoca una especie de déficit de
instinto en el hombre: “la naturaleza
ordena al os animales y los animales obedecen. El hombre recibe la misma orden pero es libre de
obedecer o resistirla”. Lo que nos distingue co0mo seres racionales es
neustra perfectibilidad con respecto a lo dado. Por eso del hombre puede
decirse que puede ser inhumano cuando de un perro no puede decirse que sea
“incanido”. E$ta es la grandeza de su libertad y su frágil condición. Por su
propia naturaleza el hombre no posee razón ni reflexión autentica. Hasta el
punto que Rousseau llega a la modernísima conclusión de que sin la lengua, su
estructura gramatical y sus conceptos el
hombre no es un ser pensante. El hombre, en estado natural, o sometido a la ley
de la naturaleza “no tiene ninguna relación moral, ni deberes, ni puede ser
bueno ni mal, ni tener vicios ni virtud”. “Los salvajes no pueden ser malos precisamente
porque no saben lo que es bueno ni malo” La naturaleza no puede ser ni fuente ni
guía de lo justo e injusto ni lo bueno ni lo malo. Lo que se derivase de las
leyes naturales y lo que la ciencia dedujese La ciencia no podría ser en ningún
modo base para juicio moral alguno. No hay nada moral en el instinto
Este concepción de no
existencia de una naturaleza humana dada, que el hombre se humaniza por su
libertad y voluntad es asimismo incompatible con la idea del progreso de la
humanidad a la qué apelan los ilustrados. Lo que nos separa de los animales que
nos hace superiores a ellos puede serlo que nos haga desgraciados también. No
hay ninguna fuerza inevitablemente histórica que lo contradiga. El pasado no es
ningunas preparación del presente que a su vez deberá ser perfeccionado en el
futuro como si una providencia guiase la historia hacia un progreso inevitable.
Tan frágil es la historia como la libre condición humana, desvinculada de todo
amarre de la naturaleza, libre de necesidades
y susceptible de progresar o de caer. Es lo que Tzvetan Todorov ha llamado “frágil felicidad,” que
Rousseau entiende muy bien, en la condición
humana. La razón pone trabas a la voz de la naturaleza. Lo propio del
hombre es pensar y humanizarse a si mismo, es decir tener la apertura a un reino de posibilidades más allá de la
actividad instintiva necesitada, una
desvinculación de las determinaciones de la naturaleza y de sus leyes. Por esa
razón el hombre es libre “cuando obedece
a las leyes”, las suyas propias, las que hacen su autogobierno. Pero estas
leyes no se originan en lo privado y subjetivo sino en lo intersubjetivo. Esas
leyes que hacen libre al ser obedecidas son materia
del espacio del discurso político. Ese es el profundo sentido de su
famosa expresión “los hombres devienen
humanos solo después de hacerse ciudadanos”. Nunca devendrán humanos por su
obediencia y seguimiento de las leyes de la naturaleza. Si para Diderot, la ley
civil debía ser el enunciado de las leyes de la naturaleza, para Rousseau, toda
ley debe ser el enunciado de la voluntad
general.
La gran modernidad de
Rousseau es que al ser consciente de ello se
abre un abismo ante el hombre que
le produce miedo y angustia, porque a la
vez el ser humano es el único ser que tiene deseos que sabe que son imposibles, porque sabe que es contingente y porque puede devenir inhumano. Es la
fragilidad del bien, la fragilidad de la felicidad y la debilidad de la vida humana digna. Es el milagro y valor precioso de lo irrepetible y único. El
“sapere aude” ilustrado que Kant nos recuerda está formado, en efecto, de la exhortación al “aude”, “¡atrévete!”. ¡Entra en el mundo de la inseguridad en lo que
ninguna ciencia ningún científico interprete de la naturaleza, ni ningún dios o
intermediario sacerdotal, ni ningún doctor, hacen que algo esté garantizado
en ese camino que se emprende, salvo la dignidad de ejercitar la
libertad y la razón!
Relacionado asimismo con
esto existe otra discrepancia fundamental entre Diderot y Rousseau. Toda la moral
del siglo XVIII, considera la cuestión
del origen de lo ético en un problema psicológico.
Toda la teoría moral de los ilustrados,
incluyendo a Diderot insiste sin cesar
que toda teoría moral no puede sino deducirse más que a partir de lo que
la psicología humana está dado. Lo dado es la existencia de un sentimiento de “simpatiza”.
Esta “simpatía” funda la moralidad sobre el sentimiento desde Saftesbury a Hume, desde Hutrchesonm a Adam, Smith. Entre los enciclopedistas, el más distinguido defensor
de ello es Diderot. Diderot comenzó su carrea en la Enciclopedia por la traducción de Shaftesbury ( UInquiry Cioncernin Virftue and Vice) y a él se sujetara siempre.
Diderot está convencido que este el único medio de fundar una moralidad y
la comunidad humana por lo tanto, lejos de ser una creación artificial , tiene
su raíz en un sentimiento natural., No es ningún pacto social el que crea la
moral y la comunidad sino que a este
pacto social y comunidad le precede un
instinto de la naturaleza. Esta es la tesis
sostenida en sus entradas: “Derecho Natural” y “Sociedad “de la enciclopedia.
Contra esta concepción se yergue Rousseau. No solo ataca las pociones iusnaturalista
de Grocio y Puffendorf que fundaban la
moral y el derecho y lo político en un preexistente derecho natural. Tampoco concede que exista ningún lazo de simpatía previo en un
hipotético estado natural del que surja moralidad ni comunidad alguna. No es
por el análisis psicológico como se resuelve el problema ni por la impresión
sensible sino por la razón y la libertad del individuo. “Toda la economía de la sociedad humana-
dice Diderot en la enciclopedia - se apoya
en este principio general y simple: “quiero ser feliz y libre pero como vivo
con otros hombres que también lo quieren ,l debemos buscar los medios de conseguir
la felicidad procurando la suya al mismo tiempo , o al menos no perjudicarla”.
Nada más lejos de este utilitarismo de cálculo de intereses que la posición de Rousseau, para quien , por el contrario, el
hombre natural no es ningún “ philosophe” que calcula y reflexiona ventajas e inconvenientes.
En un estado de naturaleza previo no puede
haber armonía entre intereses privados e
interés general sino que ambos interese se excluyen. No hay en Rousseau ningún optimismo
psicológico. La moralidad, la comunidad son fruto de lo que distingue a los
humanos de la restante naturaleza: la perfectibilidad y la voluntad que le hace ir mas allá de su estado de
origen, sustrayéndose al gobierno de la naturaleza.
Lo que exige Rousseau de la comunidad
humana y lo que espera de su construcción
no es que acreciente la felicidad el bienestar, la utilidad o el placer de los hombres sino que le garantiza
su calidad moral y su dignidad humanas. “No
devenimos humanos sino cuando nos
hacemos ciudadanos”. Al utilitarismo de
las teorías del Estado de y de la
sociedad elaboradas por los enciclopedistas Rousseau opone directamente la
éticas pura. El Estado es una creación que no deriva de utilitarismo alguno
sino que es una expresión del autogobierno de los hombres sobre sí mismos y del
ejercicio de una voluntad general. Ese ejercicio de la voluntad general hace
que el sometimiento a las leyes que nosotros
mismos nos damos nos haga libres y no el
sometimiento a naturaleza alguna. Nos sometemos a nosotros mismos, creamos
nuestro propio orden. Desarrollarlo es desarrollar la virtud humana. La
búsqueda del bien común es la búsqueda de lo propio humano. La política forma
parte de la ética, porque, como ella, es el reino de la libertad y donde se desarrolla
lo humano. Con todos sus peligros y riesgos, entre ellos el peor: “seremos lo
que los gobiernos quieran que seamos”. Si los gobiernos son la expresión de la
voluntad general y búsqueda del bien común,
el Estado no solo hace virtuosos y
dignos hombres libres, sino también
puede hacer a los peores y desgraciados siervos.
Debe reconocerse que el
mismo Rousseau ha dejado, no obstante, en
con su manera de expresarse una puerta abierta a la ambigüedad que se ha
prestado a atribuirle un elogio del “buen salvaje” y querer volver al “hombre a cuatro patas” que le decía
Voltaire y que Rousseau nunca dijo. En
su denuncia a los civilizados de su
época, que era una retórica potente contra la desigualdad e injusticia de su tiempo
está poniendo de manifiesto la fragilidad de lo humano y los riesgos de su libertad. Pero lo hace de una manera que se presta a esa acusación al presentar a un “feliz”
salvaje (en realidad “estúpido”, dice Rousseau), ni bueno ni malo, pero alejado
de los inconvenientes y riesgos de la vida plena de un hombre civilizado y
ciudadano. Y es porque Rousseau no puede dejar de sentir cierta nostalgia por
aquel hombre no civilizado al encontrar
en su hipótesis, un utópico equilibrio perdido entre el hombre y la naturaleza.
Esa naturaleza feliz ni ha existido no existirá, pero la nostalgia de lo que
podría haber sido ese feliz equilibrio imposible nos acerca a otro de los rasgos
de otra modernidad más reciente. ¿No
encontramos en las posiciones ecologistas
de hoy día y en sus proposiciones, asi como en los autores actuales de
la teoría del decrecimiento ,esa misma
nostalgia de los desequilibrios perdidos? También aquí Rousseau es moderno.
Pero hace mucho tiempo que estamos lejísimos de Diderot.
(1).-http://republicadelosiguales.blogspot.com.es/search/label/GEIJO%20EMILIO
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