Por Miguel Angel Domenech
Cuando
se trae a la escena crítica política el término “casta”
se está suponiendo que el problema es de personas. Que sea éste, el personal, el enfoque del que se parte en el caso, lo corrobora el hecho de que se pretende que la solución debe buscarse en la
renovación de las personas. De ahí la insistencia en lo electoral, en que se vayan, en el NO nos representan, es decir , nosotros
SI representamos. Representación al fin
y al cabo. De la buena- nosotros- o de
la mala, ellos. No olvidemos que la critica se está refiriendo a personas que nos gobiernan (subrayado el que
nos gobiernan). Con lo cual se está aceptando el hecho necesario de que seamos
gobernados como eje de la política, y como buen eje, que seamos gobernados por “buenos”
gobernantes. En definitiva se vuelve a
la perspectiva del gobierno de los mejores y de los sabios, o del gobierno del
Buen Príncipe, y se continúa en el
terreno de la política reducida a gobierno y no a soberanía del pueblo. Que el
príncipe o el sabio o el técnico sea
electo o nacido, poco importa, en él, y
en ellos, nos desprendemos de nuestra
soberanía, o sea de nuestra humanidad de autogobernarnos. Si se me apura, tan
legítimo es que sea electo en elecciones votadas como electo por la aceptación
social y cultural del criterio que el
buen nacimiento hace
al buen gobernante. Nacido, de sangre- y de Escuela Superior que viene a ser lo mismo
- o nacido de urna, ambos sistemas son legítimos o al menos
legitimados si se hace norma social entender que con ello se
seleccionan los mejores, los buenos y competentes. En cualquier caso, se trata del procedimiento de eleccion de los buenos y sabios y las tecnicas con ese propósito pueden ser diversas pero ninguna de ellas cuestiona el propósito antidemcorático fundamental : que gobiernen otros. Continuamos lejos de la
política concebida , no como gobierno-
eficaz o no, honrado o no - sino como ejercicio de la soberanía del pueblo y de
gobernar todos ( los pobres y muchos, ) y ser gobernados, por turno y no de dar poder a los “ cualificados” ( cualificación de voto, de saber o de
nacimiento, repito, no son más que
mecanismos, - más o menos acertados y eficaces- de reproducción de las oligarquías ).
Se
exige, por consiguiente, dado que estamos en la consideración de personas, de los que no pertenecen a la casta una
castidad. La de conservarse intocados por la corrupción. Los que no son casta
se les contempla castos. Inmaculada concepción que se supone de la renovación
generacional. Pero ¿no se sabe que las mismas causas producen los mismos
efectos? Porque alguno o algunos, o todos o casi todos, sean corruptos o no, es un ejercicio teórico bizantino en una
sociedad organizada sobre la prevalencia y el mérito del lucro, el egoísmo, y el valor del enriquecerse individual a toda costa. El funcionamiento
adecuado de una tal sociedad es el beneficio individual. Eso no es corrupto
sino su sano y normal desarrollo. Es lo funcional. ( la disfunción es que te
pillen o no haber sabido hacerlo con arreglo a ley ). Lo corrupto en tal cuerpo es la prevalencia del interés general, lo que es
común, público y de todos, la búsqueda
de la emancipación de los sometidos y la
equidad. Las propuestas basadas en esto último, pudren la sociedad
capitalista y esa es nuestra labor de rojos: sembrar estructuras de
“pudrición” de esa manzana social oligárquica y capitalista. Todo un programa,
más allá de la crítica de la casta o propuestas de castidad.
Deberíamos
llamar a las cosas por su nombre y no quedarnos en los límites impuestos por la tradición liberal. Ni estamos en una dinámica de democracia ni en un estado de democracia. En
todo caso se dan algunos efectos de la misma tales como derechos individuales, libertades y prestaciones de servicios públicos. ( que
caerán pronto porque son elementos de “ pudrición”, enemigos
del sistema ) Creo de urgencia
recuperar la lógica y vocabulario del movimiento y la praxis que supone la democracia en serio.
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