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Tal
es el régimen en el que se crían los reyes, y se practica desde hace siglos.
Durante mi estancia en Europa me entretuve a menudo en contemplar el carácter
de los soberanos que entonces reinaban allí. Luis XVI era tonto, lo sé por
experiencia propia y pese a las
respuestas que en su juicio se dieron por él. El Rey de España era tonto y el
de Nápoles También. Se pasaban la vida cazando y se mandaban dos correos por
semana a mil millas para comunicarse recíprocamente las piezas que habían cobrado
en los últimos días. El Rey de Cerdeña era tonto. Todos esos eran Borbones. La reina de
Portugal, una Braganza, era idiota de nacimiento. Y el rey de Dinamarca también.
Sus hijos ejercían, en calidad de regentes, el gobierno. El rey de O Prusia, sucesor
del gran Federico no era más que un cerdo, tanto física como mentalmente.
Gustavo de Suecia y José de Austria estaban realmente locos. Jorge de Inglaterra,
como sabéis, era de camisa de fuerzas. Solo quedaban, por lo tanto, la anciana
Catalina de Rusia de la que al final se decía que había perdido el buen juicio.
En este estado encontró Bonaparte a Europa y fue el estado de sus gobernantes
lo que la perdió casi sin presentar batalla. Aquellos animales habían perdido
el entendimiento y no podían hacer nada. Lo mismo le ocurrirá a todo monarca
hereditario en pocas generaciones.
Alejandro, el nieto de Catalina, es todavía un excepción. Se mantiene pero es solo de tercera generación.
Su raza todavía no se ha desgastado. Y
si termina el libro de los reyes. Líbrenos Dios de todos ellos, y bendiga a
rodos los hombres buenos y sinceros como vos.
Monticelo 3 de marzo de
1810.- Thomas Jefferson.
Al
gobernador John Langdon.
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