"Existe otro problema adicional. Muchos desde
la izquierda an- ticapitalista creen que el viejo terreno de las luchas
políticas ya no está en juego a causa de la globalización. El
Estado-nación, que solía ser la arena principal de las políticas democráticas,
está abriéndose camino a la globalización, de modo que tendríamos que
encontrar alguna otra posibilidad de oponernos al capital –si es que cabe
pensar en esta posibilidad.
El planteo más reciente
en este sentido es el desarrollado por Hardt y Negri en su libro Imperio
(2002). Ellos nos dicen que el poder del capital imperial está en todas partes
y en ninguna. El Imperio, dicen, es un “no-lugar”. Y debido a que no hay puntos
tangibles de concentración del poder capitalista, no puede existir realmente
un contrapoder. En este sentido es que tenemos que pensar en políticas de
oposición en términos diferentes, aunque lo que esto pueda significar los
autores nunca lo dejan del todo claro.
Hardt y Negri son mucho
más específicos en lo que respecta al tipo de luchas que no creen posibles, y
entre ellas incluyen los conflictos locales y nacionales, las luchas de los
movimientos de trabajadores y al- gunas otras. Mucha gente que integra el
movimiento anticapitalista ve en Imperio un manifiesto optimista para sus
políticas, pero a mi juicio se trata justamente de todo lo contrario. En mi
opinión, esta obra pare- ce expresar un profundo pesimismo sobre la
posibilidad de una lucha democrática y anticapitalista. Creo que están
equivocados. Es simplemente falso que no existan puntos tangibles de
concentración del po- der capitalista. No es verdad que el estado territorial
que conocimos se encuentre en declinación frente a la economía global. Por el
contrario, creo que el capital depende más que nunca de un sistema de estados
locales que administren el capitalismo global."
Ellen
Meiksins Wood murió el 14 de enero de 2016 tras una larga lucha contra el
cáncer. Wood fue una pensadora de categoría extraordinaria, que escribió con
autoridad sobre la antigua Grecia, el pensamiento político de comienzos de la
edad moderna, la teoría política contemporánea, el marxismo y la estructura y
evolución del capitalismo moderno. Pero lo que conviene destacar sobre todo es
que fue una de las pocas integrantes de la New Left que nunca flaquearon en su
compromiso con la política socialista. De hecho, fue con su libro The Retreat
from Class (La renuncia a la clase), publicado en 1986, cuando hizo acto de
presencia como figura importante de la izquierda intelectual. Aquel libro fue
una de las primeras críticas, y sin duda una muy convincente, a la corriente
posmarxista emergente que estaba cuajando en el seno de la “nueva izquierda”
estadounidense. Desde el punto de vista intelectual, formuló una vigorosa
defensa del materialismo histórico frente a las críticas posmarxistas;
políticamente, anunció la oposición de Woods a una generación que, tras un
breve escarceo con la política socialista, se volvía contra esta con feroz
intensidad.
La
defensa que hizo Wood del análisis de clase siempre se combinó con la
insistencia en la necesidad de fundamentarlo mediante la investigación
empírica. Sobre esta base nunca dudó en meterse incluso con aquellos
historiadores y teóricos que le eran más cercanos. En Peasant-Citizen and Slave
(Campesino-ciudadano y esclavo), discutió con G.E.M. de Ste. Croix, tal vez uno
de los más grandes historiadores de la antigüedad y sin duda el más ilustre
analista marxista de aquella época, que sostuvo en su libro The Class Struggle
in the Ancient Greek World (La lucha de clases en la antigua Grecia) que la
fuente principal de plusvalía tanto en Grecia como en Roma era el trabajo de
los esclavos. Wood señaló que, aunque Ste. Croix tenía sin duda razón en lo que
respecta a la importancia del trabajo esclavo en la antigüedad, en realidad
exageraba mucho su centralidad en la producción de excedentes. Basó su
argumento en un minucioso estudio de fuentes primarias, mediante el cual no
solo rebatió a Ste. Croix, sino que también elaboró uno de los análisis
materialistas más convincentes de la estructura de la democracia griega. Poco
más de una década después, Wood se enfrentó a Robert Brenner, su amigo de toda
la vida y camarada político, en torno a los orígenes del capitalismo moderno.
Pese a que Wood se viera profundamente influida por la explicación de Brenner
sobre el origen del capitalismo en Inglaterra, insistió en que su análisis del
ascenso del capitalismo en los Países Bajos era empíricamente dudoso y
analíticamente deficiente. De nuevo, su postura se basaba en un examen
minucioso de los datos realizado con una gran precisión analítica. Su
argumentación constituye tal vez una de las principales críticas de la
influyente obra de Brenner.
Quizá
la faceta más conocida de Wood sea su papel en el desarrollo del “marxismo
político”. Este es el nombre que se ha dado a un planteamiento sobre la
estructura y los orígenes del capitalismo, basado sobre todo en la obra del
historiador Robert Brenner. Este y sus colegas han señalado que lo que define
al capitalismo es un conjunto particular de relaciones de propiedad social que
son exclusivas de la edad moderna y que fuerzan a todos los agentes económicos
a depender del mercado. Mientras que en todas las épocas previas la producción
estaba orientada a la subsistencia, el capitalismo es el primer sistema
económico que obliga a los productores a vender en el mercado y por tanto a
tener que competir si quieren sobrevivir. Wood señaló que esto tenía dos implicaciones
muy importantes. En primer lugar, que el capitalismo es el primer sistema
económico en el que el mercado desempeña una función central. Mientras que los
mercados existen desde hace milenios, la nuestra es la primera era en que de
hecho regulan la producción y el intercambio y por tanto generan la división
social del trabajo. Esto no es fruto de un proceso natural. No existe ninguna
tendencia intrínseca que haga que los mercados crezcan hasta el punto de
desplazar las formas de producción precapitalistas. Había que crearlos mediante
la expropiación forzosa de tierras de los campesinos.
En
segundo lugar, supone que la maximización del beneficio es algo que se impone a
los productores como medio de supervivencia. Las empresas no generan beneficios
por avidez, sino porque si no lo hacen, acabarán siendo expulsadas del mercado.
El mercado, por tanto, no es una institución construida al amparo del feliz
ejercicio del espíritu emprendedor, sino una institución sumamente coercitiva
que no solo domina a los trabajadores, sino también a los capitalistas. Esto
tiene una clara implicación política: mientras la producción se base en la
competencia en el mercado, el antagonismo entre trabajadores y empresarios es
ineludible, ya que mientras los empresarios tengan que sobrevivir ganando la
batalla competitiva, han de esforzarse sin cesar por minimizar sus costes. Y
esto significa que han de presionar constantemente a la baja los salarios de
los trabajadores y sus prestaciones sociales en el marco de su estrategia de
supervivencia. El mercado enfrenta a los capitalistas con sus propios
trabajadores. ¿Conclusión de Wood? Que mientras se mantengan las relaciones de
propiedad capitalistas, la lucha de clases seguirá siendo el eje central del
conflicto. En los años posteriores a la publicación de The Retreat from Class,
Wood publicó docenas de ensayos en los que profundiza en este argumento y
demuestra cómo la teoría política pasa por alto la toxicidad del capitalismo
por su propia cuenta y riesgo.
En
sus últimos años, Wood se embarcó en un análisis extraordinariamente ambicioso
de la evolución del pensamiento político, desde la antigüedad hasta la edad
moderna. Wood trató de situar a los pensadores centrales de cada época en su
contexto social, léase de clase, mostrando cómo los principales temas y
argumentos estaban vinculados a la dinámica política central de la época, y por
tanto relacionando las ideologías políticas de cada época con la estructura de
clases subyacente. Había completado dos tomos de la serie, que abarcan desde
Grecia hasta la ilustración. El tercer volumen, que debía llegar hasta nuestro
siglo, estaba en preparación, pero ahora quedará inconcluso.
Yo
solo me he encontrado con Ellen en un par de ocasiones, pero como tantos otros
de la izquierda, siento que tengo contraída con ella una enorme deuda. No solo
fue una teórica fantásticamente dotada, tal vez la más brillante de su
generación, sino que también supo mantener moral y políticamente su fundamento
a lo largo de lo que sin duda ha sido el periodo más difícil para la izquierda
desde que existe. Ellen nos mostró a tantos de nosotros qué significa ser un
intelectual comprometido; que es posible ser intensamente moral e
incesantemente analítico; ser apasionado, pero trabajar con fría atención por
el detalle; estar profundamente arraigado en un movimiento, pero mantener el
propio juicio independiente. Lograba todo esto con tan poco esfuerzo que uno
solo puede intentar imitarla. Su desaparición es una pérdida que sentiremos
profundamente durante mucho tiempo. Y tristemente, es una pérdida que la
izquierda todavía carece de recursos para asimilar.
Fuente :VIVEK CHIBBER. http://www.vientosur.info/spip.php?article10892,
traducido de
http://www.versobooks.com/blogs/2433-an-obituary-by-vivek-chibber-for-ellen-meiksins-wood.-
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