" Venerem tutam
concessaque furta canemus inque meo nullum carmine crimen erit.” “Voy a cantar al amor apacible y a los
arrebatos permitidosy no habrá delito
alguno en mi poema”
( Ovidio Ars
Amandi 1, 33-38)
Decir :“Que no haya delito alguno
en mi poema”, - nullum carmine crimen erit”- por el hecho de cantar el amor
carnal, es algo que pocos poetas y escritores se atreven a proclamar. Ovidio lo
hace, con tanta franqueza como eficacia
poética. Por alguna de estas audacias fue exilado por el emperador Augusto- príncipe preocupado en
restaurar las costumbres consideradas decentes-
lo mas lejos posible de su queridísima Roma. Es interesante señalar
como constantemente la tiranía va unida
al puritanismo. Ovidio, por el contrario presenta a los poderes supremos, los
dioses, mas tolerantes que aquel divinizado emperador. En su poema Metamorfosis , relata los amores clandestinos de Venus y Marte.
Cuenta como éstos fueron pillados in fraganti en el lecho por el marido Vulcano que les atrapó en una red y los colgó a la vista de todos mostrándolos
apretadamente amarrados en plena coyunda
para su vergüenza. Los dioses no se encolerizaron de este especulo sino que se partían
de risa.
Ser sorprendido en el follar era algo que formaba parte , no del mal, sino de la comedia, y ya se sabe que quien rie , está manifestando en cierta forma su comprensión y solidaridad con los hechos objeto de risa. Así lo ve también el poeta diciéndolo con mucha gracia.
Ser sorprendido en el follar era algo que formaba parte , no del mal, sino de la comedia, y ya se sabe que quien rie , está manifestando en cierta forma su comprensión y solidaridad con los hechos objeto de risa. Así lo ve también el poeta diciéndolo con mucha gracia.
“Illi iacuere ligati. Jupiter atque
aliquis de dis non tristibus optat sic fieri turpis; superi risere”
“ ellos yacían enlazados indecentemente,
Júpiter y algunos de entre los dioses no tristes desearon hacerse indecentes .
Los altísimos rieron
...” (1)
Por cierto y dicho sea de paso, la fábula muestra
también que los dioses Marte, de la guerra y Venus, del amor, hacen buena
pareja
Hipócrates definía el coito
como “la pequeña epilepsia”. Su definición es tan aguda como desconsiderada
hacia la pasión y el placer y se le puede perdonar la frialdad de una
definición propia de una actitud médica que observa síntomas porque ese mismo sabio es el que decía que era deshonroso para un
médico cobrar los servicios a los pacientes pues era como una prostitución de la sabiduría.
Cuando yo era muy joven, el
primero de nuestra pandilla de amigos
que se casó, fue obligado a contarnos
cómo había pasado la noche de bodas. Su relato debía de tanto ser más
apasiónate por cuanto en aquella época
no era raro haber ido al matrimonio, y
por lo tato haber acudido a ese
acontecimiento, sin experiencia sexual previa, es decir virgen. Buena parte de los
expectantes amigos también compartían
esa condición. Pues, bien ante la
sorpresa de todos, el amigo exclamó francamente. “Pues ¿sabéis? Follar,…… ¡no es
para tanto!”
No era de la misma opinión de mi amigo, Maquiavelo y su alegre pandilla de amigos. Uno de ellos, – Francesco Vettori, embajador en Roma,- le escribía
en 1516 .
“Pues no encuentro nada más placentero, de
palabra u obra , que fornicar” (2)
El poeta Asclepiades, en el
siglo iv a.c. , lo decía de manera
sencilla y bella.
Para tan simple e inocente actividad para unos, y tan
necesaria y placentera para otros, sin embargo la tropa histórica de córvidos puritanos no ha cesado de inventar
reparos. Los menos graves y amenazantes, lo son en forma de simple adagio moralizante. Fray Antonio de Guevara en
sus Epístolas nos relata el origen griego divertido y escandaloso de un
famoso adagio latino que, una vez
recogido en la Edad Media por los
clérigos cristianos se trasformó – como no podía ser menos- en moralina represiva y condenatoria de lo placentero,
máxime si éste era sexual y que ha llegado hasta nuestros días.
“Quod omne animal post coitum tristatur”
“Todo animal deviene triste
tras el coito”.- (4)
Existió en Corinto una mujer
llamada Lais o Layda, cortesana de gran belleza, y tan demandada que no hubo
hombre rico en Asia, que a su puerta no llamase, ni rey ni príncipe que allá no
entrase. Lógicamente se cotizaba carísima.
El buen filosofo Demóstenes
viajó una noche de Grecia a Corinto para verla. Tras tener sus servicios, se
dio cuenta del altísimo precio que pedía la meretriz, unos diez mil dracmas, o
doscientos sestercios, De ahí, la conclusión no tanto filosófica como de sentido común de que tras un tal coito se devenga triste.
No tanto característico de omne
animal sino propio de omne pretium.
A pesar de aquello, los pretendidos
maestros en moral, no cesan en su empeño didáctico. Así , para que el coito, como mal menor inevitable,
sea permitido, deberá ser con finalidades reproductivas y nunca
placenteras . Por lo tanto, debe retirársele todo añadido de otros sentidos para
no multiplicar la sensualidad de la sexualidad. Puede , para esta plan,
evitarse la vista y disminuir el tacto, y ya que no se puede hacer por via de
derecho hágase por vía de hecho. Y del hecho a la hechura. De esta manera y con eso represiva finalidad
se concibieron algunas vestimentas, como aquel camisón de mujer, como se expone en el Museo de la catedral de
Burgos, y que se atribuye ser de Jimena, la esposa del Cid, que cubría
a la pobre esposa del Campeador, la cabeza a los pies, pero dejaba un
estratégico agujero a la altura del bajo
vientre. Del mismo género
cristiano-estrafalario vienen a ser aquellaa recomendación atribuida, o
quizás cierta, al actual obispo de Granada, el mismo que insistía que el honror
de la mujer es estar sometida al marido, que recomendaba que si el sexo oral devenía irresistible en alguna
mujer, el hecho de realizarlo pensando en Jesucristo le absolvía de tan nefando pecado,
No todas las artes del impedimento
de la fornicación han sido ni son tan inofensivas
como el refranero, la predica de algún Obispo obseso sexual o el camisón
femenino, como pueden dar testimonio los innumerables condenados por practica del pecado
nefando como se consideraba practicar el coito por detrás que inventaran
en Sodoma, o las pereguidísimas otras
terceras vías que no fuesen la del yacer con mujer. Ni siquiera a uno solo se
le dejaba tranquilo, pues en la jerarquía de perversiones estaba en un lugar no
muy alejado de la cumbre también el onanismo, o yacer consigo mismo.
Ni siquiera el reposo secreto de servirse de un sucedáneo animal, dado que el
humano estaba tan vedado, era un lugar de pacifico goce sino también un delito
castigado con la pena de muerte durante mucho tiempo. No existían entonces, aun
los artilugios vibradores y muñecas hinchables, pero dados los precedentes de
condenados por gratificarse con una asna , estas artes hubieran sido consideradas
igualmente diabólicas y la prueba de ello es que no ha habido aproximamiento
papal ni aggiornamiento ni dcutibilidad moral
alguna referente a estos
juguetes cuando si que ha habido cierta condescendencia paternalista con la homosexualidad en la boca de algún
papa más progresista que otros.
Que el follar se haga con
objetos no vivientes o con mujer o con cualquier
semoviente animal, sea igualmente condenable
e indiferente para aquella moralidad pues en realidad, la mujer no era
sino otro objeto más, casualmente
viviente. Esta última circunstancia no añadía indignidad más acentuada pues no
era algo de mayor dignidad ni humanidad ese lugar del que se servía el hombre
para su gusto. Para la mujer, ni siquiera se permitía el vocablo follar, cuya actualización
hoy dia. “tirarse a” en castellano, solo se decía de hombre a mujer, siendo el
transitivo forzosamente hembra, y a la inversa,
no se ha podido aplicar de mujer a
hombre mas que recientemente. El placer de la
mujer debía de ser forzosamente
pasivo, dada su calidad de objeto, igual que era propio de afeminamiento
el ser amante pasivo en las relaciones homosexuales, mientras que el amante
activo en ellas no era merma alguna de virilidad.
Ovidio cuenta la historia
del adivino Tiresias que había sido mujer antes de ser varon. Sucedió
asi porque en una ocasión, aconteció que Tiresias sorprendió a dos
serpientes apareándose, las separó dándolas con el bastón que llevaba y , a
raíz de esto, se convirtió en mujer. Siete años más tarde, Tiresias volvió a
ver a las mismas serpientes en las mismas circunstancias, volvió a golpearlas
para separarlas y se convirtió nuevamente en varón. Esta experiencia de ambas
condiciones hizo que Zeus y su esposa Hera recurrieran a él como árbitro en una
discusión que tenían estos dioses supremos sobre quién experimentaba más placer sexual en
el coito, si los hombres o las mujeres.
Tiresias afirmó que de diez partes del placer en el mismo acto, el hombre
gozaba una y la mujer diez. Por haber revelado este
secreto, Hera, lo castigó dejándolo ciego mientras Zeus, sin embargo, le otorgó el don de la
profecía. Esta historia no era sin
embargo ningún apoyo mítico – tarea innecesaria por reiteradísima- a lo que los hombres de todos los tiempos ya habían
dicho de la mujer sobradamente, a saber, que era un ser vinculado a lo animal, a lo irracional
y apetitivo, más que el hombre, y
particularmente a través de su especial inclinación a lo sexual. Es un ejemplo
evidente de cómo se toman los deseos por realidades y esto no siendo un vicio sin sentido, que
exista gratuitamente y de manera ociosa e inexplicable en la
naturaleza humana, sino con una intención bine interesada en este caso
para justificación de la dominación de unos por otros o del ancestral sometimiento de la mujer como
instrumento de uso al servicio del varón.
El sentido de la historia de Tiresias tiene mayor alcance, como es la
del profeta como mediador entre mundos. Entre los dioses mismos, entre hombre y
dioses, entre hombre y mujer, entre vivos y muertos. La historia recuerda aquel
otro filosofo que no se resignaba a serlo únicamente sino que además quería añadir
caracteres mágicos a su prédica. Empédocles también había sido de ambas condiciones sexuales, y lo decía en aquella expresión, de las más bellas que se han
producido entre los partidarios de
trasmigraciones e inmortalidades.
“ Yo fui en otro tiempo muchacho y
muchacha, arbusto, ave y mudo pez
marino” ( 5)
De otro tenor es la
mediación que también pretenden los sacerdotes, mediadores una vez más, entre dioses y hombres. No han
sido hombre y mujer, ni muchacho y muchacha,
como Tiresias o Empedocles pero bien es verdad que su castidad obligada y encerrada desde jóvenes en seminarios de
varones, tiene cierta semejanza a una
condición ambigua y andrógina- sotana y pluma ayudando-
entre hombre y mujer asi como no es cosa de descuidar
su experiencia confesional de la intimidad de las mujeres. Como la
de Tiresias, no obstante, sus historias
de experiencia confluyen en la
inferioridad, por irracionalidad y desenfreno
sexual, de la mujer, habiendo sido y siendo aún la Iglesia católica una
de las instituciones que con más perseverancia
promueve ese carácter impuro , por sexual igualmente, de las hembras.
El escultor Bernini nos
confirma esta característica que
Tiresias pretendió descubrir, pues en su grupo escultórico del estasis de Santa
Teresa, en la Iglesia de Sta. María de
la Victoria, en Roma. La Santa, como ilustran también sus memorias, ni siquiera
necesitaba la aportación de la décima parte
del hombre para gozar de su 90%, un imaginario ángel niño de sonrisa depravada le hacía llegar a tránsitos
igualables a los del mejor punto G, con
cierta imaginación pederasta pero, sin necesidad de follar con hombre alguno. Bernini,
parece que sostenía en mármol, lo que mucho después
dijera Freud en papel sobre las experiencias sexuales reales de las pacientes
reprimidas: que el afecto ligado a dichas
experiencias era transformado en el síntoma histérico
Ese éxtasis de mármol nos
enseña, que el follar, por lo tanto, puede ser tanto propio de hombre, como de
mujer, y que puede hacerse incluso con artilugios o con angeles, entre personas del mismo sexo o diferente,
por santos o santas o por endemoniados pecadores. Ocurre que en esta actividad
humana, como en las otras, poca cosa es lo dictado por la naturaleza y los
seres humanos en esto también hemos perdido esos determinantes que en los animales, por el contrario,
cobijados en las leye4s de la naturaleza, hacen obvio el modo de llevar su vida. El ser humano, desde tiempos de lo homínidos
quizás, ha abandonado la comodidad de la naturaleza y su regla y ya sin estar a
completa merced de nuestra dotación biologica, nos tenemos que montar, entre
angustia y placer, entre norma, institución y
libertinaje, principio de realidad y principio de placer, nuestro propio dictado de determinación que
sustituya aquellas exigencias dadas. Ni la supervivencia, ni la reproducción,
ni siquiera el simple mensaje del placer, dan lecciones al sexo, sino todo ello, incluyendo representaciones,
símbolos, imágenes e imaginaciones,
lenguaje, normas que construimos,
todo, incluyendo presuntas presencias divinas o satánicas, se anuda para darnos nuestro propio
mundo de lo humano, - emancipado para bien o para mal de lo que es y encadenados a lo que vaya creando en sustitución nuestro “ déficit de instinto” y se diga en
la ocasión lo que debe ser. Esto ocurre aquí la
tierra del sexo como en el cielo de la castidad. El vértigo
y la angustia deben de surgir forzosamente
de la indeterminación, aspectos psicológicos que en materia tan cercana a neustra experiencia vital como
es el sexo se acentúa con mayor agudeza como lo demuestra, la extensa y
bellísima literatura que se ha
alimentado de él. Por ende, la cercanía a la experiencia más íntima y su proximidad a la problemática de la
libertad y la libre determinación del ser humano, hace del sexo un lugar
privilegiado para ser ocupado obsesivamente
por los que tratan de dominar las conductas a través de algo más intenso
que el dominio de la conciencia, alcanzándose el espacio de lo más íntimo para
que la obligación y el sometimiento sea más
poderoso. El encuentro sexual es el paradigma de la intersubjetividad y es en
la intersubjetividad donde se fundamenta el mundo, el lugar donde somos. Por eso lo sexual ha sido una de las predicas favoritas
de las religiones institucionalizadas en
tormo a poderes sacerdotales con pretensiones de poder temporal y mando de toda
clase. Para mandar sobre la gente debe
mandarse sobre la materia de sus propios sueños, sus
angustias y placeres, su núcleo
de autodeterminación y autogobierno. En
ese lugar donde somos se quieren los dominadores presentes e imprescindibles
para mandar sobre todo lo que es humano. Sin
sexo, no hay Obispos.
La religión cristiana es la
única en la que la relación sexual no solo le está vedada a la divinidad y por
lo tanto completamente incompatible con
lo sagrado sino que además el coito es una categoría impropia de lo humano, por
supuesto imposible en el paraíso, es decir en el hombre plenamente cumplido y
pocos santos y santas fueron casados, o siéndolo, no era
practicado con demasiado placer sino por resignada obligación reproductiva. En la prédica más
habitual, se distingue entre lo genital- cosa simple, animal y menospreciable,
y lo sexual, que solo se ennoblece a duras penas a condición de que se le llame
amor y no aluda al placer sino de manera secundaria. Esto
le ha llevado a callejones sin salida de mínima verosimilitud obligándose al hecho de que Dios tuvo que engendrar a
su hijo por inseminación artificial,
mediante palomo.
Tan inconcebible y
rechazable es la relación sexual en un sacerdote de esta región que recuerdo la
historia que me contaba mi madre de un sacerdote que fue al médico por haber
contraído una sífilis, y al diagnosticárselo el médico , se lo dijo con toda
clase de prudencias y eufemismos que la cosa podía ser posible , explicándole
que tomase precauciones
al utilizar los wáteres públicos de las estaciones. Este mito del
wáter sexual se ha prolongado en el tiempo y me lo hizo
recordar otra anécdota que me relataron
que sucedió cuando una madre acudió al médico por su hija
con síntomas de mareos y vómitos. Tras
un reconocimiento de la niña, el médico le anuncio a la madre que su hija
estaba embarazada. La madre no podía creérselo y tan convencida estaba de la
inocencia de su pequeña que le pregunto al médico si no podía haberse producido
aquello en algún wáter público. El doctor le respondió: “No lo sé Señora, yo
nunca lo he hecho ahí”.
El dominio patriarcal del
hombre sobre la mujer va por el mismo sendero. No es la rueca ni la cocina la técnica más eficaz de dominación, sino el
tratamiento y manejo institucional de la
intimidad y la libertad. Sin sexo no hay machismo.
El follar siempre ha tenido
problemas con las autoridades. Ya
Diogenes se masturbaba en público como acto de prédica de su
inconformismo sin contemplaciones. En un registro más amable recuerdo que un grupo de alegres estudiantes
universitarios de mi Facultad, creó un
partido llamado POP, cuyas siglas
significaban. “Partido del Orgasmo Perfecto” cuyo programa era fácilmente
comprensible sin mayor discurso
como lo ilustraba su nombre. Uno de sus actos políticos fue el de
intervenir en clase y rogar a un
profesor que mirase por la ventana- era primavera- y preguntarle si no veía más justo que
saliésemos todos, chicos y chicas a reforzar en la hierba que desde ahí se
contemplaba en lugar de seguir su sesudo discurso. El profesor no hizo caso. Se
le volvió a preguntar una segunda vez añadiendo adornos a las razones. el sol, la belleza del prado florido, y la juventud de los estudiantes, los ardores
de la primavera,… sin resultado. Una tercera vez, y el profesor seguía con un
ánimo inquebrantable. Por fin, viendo la inutilidad del esfuerzo, el portavoz
del POP planteo
la reivindicación desesperada última. “ Bueno, ya que no nos lo permite como
colectivo ,¿ me da Vd. permiso al menos
a mi para salir fuera y hacerme una pajilla?”. Para el POP la
política era el arte de lo posible.
Por esa razón sexo y
política nunca han sido una compañía exitosa. Incuso el asunto de la prostitución,
su tolerancia o regulación, es osado
tratarlo en programas políticos pues quien lo toca arriesga salir chamuscado.
Solo en épocas de imposible revolución se tiene
la audacia de plantear algo como
aquella revolución sexual que se sugería en los años 68 a la sombra de los
Wilhem Reich. Lo habitual es el fracaso de toda alusión, incluso lejana. Así
fue el caso de un partido político creado en los años del resurgimiento de la democracia en España, que
fue un partido de reivindicación autonomista
libertaria de Zamora, región de
los llamados “ charros” : el Partido
Independentista Charro Zamorano. Demasiado tarde se apercibieron, en la papeleta de voto ya
impresa, que las siglas del partido
eran. P.I.C.H.A.Z.A.. El partidario
mensaje del exceso del miembro ocultó el
exceso de la pretensión independentista y
no obtuvo más que once votos. De los seis candidatos, todos
casados, uno había sido traicionado políticamente hasta por propia su mujer.
Muy antigua es la polémica acerca
de si la influencia de la mujer es beneficiosa o perjudicial para la vida virtuosa. Para los cristianos ,
es evidente que no lo es, y es innumerable la literatura piadosa y sagrada de las religiones judeocristianas
en la que la mujer es el camino más seguro al vicio y la perdición. En las
religiones paganas, las opiniones están divididas. Un buen resumen de esta polémica
lo ofrece Estrabon al tratar de las costumbres que se atribuían a los abios,
una tribu de los getas Eran estos unos pueblos nómadas que carecían de mujeres,
a la vez que carecían de domincilio estable y vivían sin cultivo ni negocios fijos. Estrabón considera que de ello se podía mas
bien entender que llevaban una vida
frugal pues siendo el dinero y los negocios las causas de las
injusticia, era posible que no
teniéndolo fuesen hombres muy justos. No seria pues la presencia de las mujeres
lo fatal, sino la presencia del lujo y
el dinero. Señala que se dan, por el contrario
pueblos vecinos a estos
y también de la estirpe del los getas que practican la poligamia incluso
de manera extrema, cada hombre teniendo
diez mujeres o mas, y que también es sostenible que sean felices pues se puede ser piadoso , virtuoso y justo y estar acompañado de mujeres. Estrabón , incluso considera que es muy probable que la presencia de las mujeres
sea la que estimula la virtud y la piedad.
“ Pues todo el mundo sabe que fueron las
mujeres las que iniciaron el culto a los dioses. Y son ellas precisamente las
que exhortan a los varones hacia una mayor veneración de los dioses,
festividades y rezos; y es raro que se
encuentra un hombre de esta naturaleza, es decir que viva solo. I(6)
Estrabon concluye que es
absurdo considerar piadosos y virtuosos a los célibes, como se atribuía a los abios. Es un razonamiento que no había leído ciertamente Paulo de Tarso,
un misógino fanático, para quien el matrimonio era un mal menor porque ”más vale casase que abrasarse”, pero
que lo mejor era conservarse disponible para toda vida virtuosa, no probando
mujer. Todos los curas y frailes del catolicismo se hicieron partidarios de
esta opinión y no de las moderadas y juiciosas
razones que exponía Estrabon , basadas en la experiencia. No obstante, a estos
curas , frailes y monjas, experiencia del abrasarse no les faltaban ni les falta, pues saben hacer compatible ese ardor sexual experimentado y practicado hacia todo género de semejantes, niños,
mujeres u hombres a su cargo pastoral sin distinción piadosa alguna cuando la ocasión
les es propicia.
(1). Ovidio- “
metamorfosis” IV 187
(2).- Nicolás
Maquiavelo.-Epistolario Privado.- La esfera de los libros 2007 Madrid.-pag 290.)(3).-Asclepiades.- Antología palatina, 193 ( V 169)
(4).- Libro Primero Epístolas familiares Fray Antonio de Guevara.-Epistolario español. Biblioteca Autores españoles. Vol 13.
(5).- “Vidas de filósofos ilustres” -Diógenes Laercio VIII,77
(6).-Estrabon .-“ Geografía”.- Lib VII,3,3
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