“Quien no sabe poner  su voluntad en las cosas, 
pone en ellas al menos un sentido.
Es decir, cree que en ellas ya hay dentro una voluntad”
Nietzsche.-“ Crepúsculo de los sidolos” I,18 Aunque
la expresión “progresa adecuadamente“ nos es hoy familiar por su uso escolar
que a todos nos afecta  no siempre ha
sido así. Ese verbo y su adverbio inseparable sirve hoy para calificar al
alumno de corta edad que no parece que presente especiales problemas de
aprendizaje, o en general a cualquier  alumno
con tal de que no estuviese entre aquellos a los que- con esa calificación o
sin ella- había que  transmitir una nota
a sus padres alertándoles de algún obstáculo en el desarrollo esperado de sus capacidades.
Esta forma de calificar se extiende hasta edades en que parece necesario
precisar con grados y puntos los avances o retrasos. Pero cuando yo era pequeño  se calificaba, sin más contemplaciones ni eufemismos,
con notas del uno al diez desde la edad más temprana. Es más, en donde yo estudiaba  la calificación se hacía en una ceremonia pública
y periódica que comprendía una liturgia muy estudiada. El jefe de estudios o el
director se presentaba en la clase con una 
caja de lata, objeto central de aquel protocolo, que contenía bolitas de
anís y barras de regaliz. El director iba citando a los niños por su nombre y a
medida que llegaban decía su calificación global y su posición  con respecto a todo el curso . A continuación
le hacía venir a la mesa y le otorgaba el premio. Al primero le atribuía  dos bolitas de anis y dos barras de regaliz,
al segundo, una y una respectivamente, al tercero solo una bolita o una barrita
– según gustos- , pero todos se iban colocando 
en  una cola en el aula clasificados
de manera  que se pudiese ver  espacialmente las
diferencias.
Aunque
la expresión “progresa adecuadamente“ nos es hoy familiar por su uso escolar
que a todos nos afecta  no siempre ha
sido así. Ese verbo y su adverbio inseparable sirve hoy para calificar al
alumno de corta edad que no parece que presente especiales problemas de
aprendizaje, o en general a cualquier  alumno
con tal de que no estuviese entre aquellos a los que- con esa calificación o
sin ella- había que  transmitir una nota
a sus padres alertándoles de algún obstáculo en el desarrollo esperado de sus capacidades.
Esta forma de calificar se extiende hasta edades en que parece necesario
precisar con grados y puntos los avances o retrasos. Pero cuando yo era pequeño  se calificaba, sin más contemplaciones ni eufemismos,
con notas del uno al diez desde la edad más temprana. Es más, en donde yo estudiaba  la calificación se hacía en una ceremonia pública
y periódica que comprendía una liturgia muy estudiada. El jefe de estudios o el
director se presentaba en la clase con una 
caja de lata, objeto central de aquel protocolo, que contenía bolitas de
anís y barras de regaliz. El director iba citando a los niños por su nombre y a
medida que llegaban decía su calificación global y su posición  con respecto a todo el curso . A continuación
le hacía venir a la mesa y le otorgaba el premio. Al primero le atribuía  dos bolitas de anis y dos barras de regaliz,
al segundo, una y una respectivamente, al tercero solo una bolita o una barrita
– según gustos- , pero todos se iban colocando 
en  una cola en el aula clasificados
de manera  que se pudiese ver  espacialmente las
diferencias. 
 No acierto a concluir la finalidad de aquella
representación pero es  patente que se
trataba de  una exacerbación que se
pretendía pedagógica de la competencia 
y   una anticipación de los
premios y castigos que la sociedad daría posteriormente  según los méritos respectivos. Los menos meritorios
serian relegados al menosprecio público y las bajas retribuciones-  esta vez en billetes de banco y no en  bolitas de anis-  y los más destacados en esa competencia serian
premiados no solo con el honor  y signos
exteriores de aprecio publico sino también con dones materiales. 
Haciendo
un esfuerzo sobre que han devenido mis compañeros de entonces , no me ha sido confirmado
 los resultados de aquella intención sino
que mas bien he encortado posteriormente que los hijos de los mas ricos han heredado
la posición social y económica de sus padres a pesar de ser habituales en los últimos
lugares de la cola del aula y  viceversa.
Aunque si  bien es verdad que cuando  coincidían ambas cosas,  la riqueza de origen y el espabile del chico,
su posición posterior no  era mala ,tampoco
era  diferente a los que con aquella posición
de origen habían estado en los últimos lugares. Así he conocido auténticos zoquetes
a los que se les podría  haber atribuido
en la época un “ no progresa adecuadamente”, que,  herederos de la buena posición económica de sus
padres, se han situado en lo más alto de la escala social en puestos sorprendentemente  elevados en cuanto a responsabilidades y
fama. Este fenómeno , que teóricamente bien pudiera darse a la inversa, no era
sin embargo tan frecuente y he podido comprobar que la  tan elogiada movilidad social por talento que
se predica de neustra sociedad  es excepcional
y cumple más bien una función prevista de ideología justificador de diferencias
 y otra 
función de mito movilizador  que
da lugar a desencantos posteriores pero 
que promueven  el efecto de
culpabilizar individualmente a los que fracasan 
desviando toda atención  de otras
causas que no sean la de un presunto mérito personal. Una reflexión sobre estas
últimas causas podría ser desestabilizadora para el procedimiento de generación
de diferencias socio- económicas y de reproducción de elites.  
 Que
el patrimonio con el que se parte es la razón del mérito y el talento más que
el trabajo y el esfuerzo va siendo una evidencia cada vez más confirmada y asi
lo argumenta  con datos históricos
abrumadores Thomas Pyketty. De esta manera es más eficaz y adecuado hacerse con
un  patrimonio para obtener más patrimonio
que aplicar esfuerzo y estudio. Dicho de otro modo,  progresa más adecuadamente quien sea heredero o
se dirija a relacionarse con  familias
acomodadas, por amistad, matrimonio, o que quien se esfuerza en otras aplicaciones
productivas.
Que
el patrimonio con el que se parte es la razón del mérito y el talento más que
el trabajo y el esfuerzo va siendo una evidencia cada vez más confirmada y asi
lo argumenta  con datos históricos
abrumadores Thomas Pyketty. De esta manera es más eficaz y adecuado hacerse con
un  patrimonio para obtener más patrimonio
que aplicar esfuerzo y estudio. Dicho de otro modo,  progresa más adecuadamente quien sea heredero o
se dirija a relacionarse con  familias
acomodadas, por amistad, matrimonio, o que quien se esfuerza en otras aplicaciones
productivas. 
Se
da asi, como explica este autor, lo que ya explicaba Balzac  en su novela Le Pere Goriot : “el dilema de
Rastignac”. (1) 
En
aquella novela el  joven Rastignac, que
quiere escalar en la sociedad francesa durante la restauración borbónica, debe
escoger entre el trabajo y el mérito, que le reportarán unas rentas
insuficientes, o buscar mediante el matrimonio una herencia que le sitúe en la
cima de la sociedad, aunque sea por medios inmorales. Un cínico  y sin escrúpulos consejero,  Vautrin, ex presidiario, explica a Rastignac
que el éxito social por los estudios, el mérito y el trabajo es una ilusión,
por lo que le propone alcanzar el patrimonio  por el matrimonio con una rica heredera
sirviéndose si es necesario incluso del crimen. 
"No
basta con obtener brillantemente los diplomas de Derecho; hace falta
normalmente intrigar durante muchos años sin garantía de resultados. En estas
condiciones, si se percibe en el vecindario inmediato una herencia del cantil
superior, mejor será sin duda no dejarla pasar", (2) 
 Mis
antiguos alumnos herederos progresaron por esta vía y tuvieron su mérito. Casi
son excepciones he podido comprobar que los de familias pudientes  pudieron seguir en ese status y aumentarlo
aunque se situasen pertinazmente en los último lugares del reparto  de bolitas de anís y en la pared del aula. Pero
no encontraba yo entonces tantos aficionados a la vía Rastignac como se dan
actualmente y tan premiados socialmente 
por su habilidad y astucia en el arte de multiplicar el dinero  a cualquier precio y a costa de lo que sea.
Mis
antiguos alumnos herederos progresaron por esta vía y tuvieron su mérito. Casi
son excepciones he podido comprobar que los de familias pudientes  pudieron seguir en ese status y aumentarlo
aunque se situasen pertinazmente en los último lugares del reparto  de bolitas de anís y en la pared del aula. Pero
no encontraba yo entonces tantos aficionados a la vía Rastignac como se dan
actualmente y tan premiados socialmente 
por su habilidad y astucia en el arte de multiplicar el dinero  a cualquier precio y a costa de lo que sea. 
Es
esta  una característica comprobable
tanto en el curso de la mayor parte de las biografías  individuales de los jóvenes ricos de hoy  como en el curso de la historia reciente  tomada en su conjunto. Si bien es algo que se acentúa
en nuestros días, no ha sido extraño al proceso general   cuando miramos  en el tiempo algo mas atrás de los jóvenes
lobos  que hoy son los magnates y
ejecutivos.  En lo que se refiere a
biografías  de seres excepcionales, algo más
maduros,  es precisamente remarcable su interés
biográfico  por su carácter de excepción.
En buena parte de esa ejemplaridad, y con el fin de que tenga ese carácter de
invitación, se omite la cruda realidad de conductas sin escrúpulos ni
miramientos en unos  casos, de
explotación  sin piedad de  las necesidades ajenas,  o bien, en otros,  se oculta todo aquello de lo que fueron
deudores- patrimonio cultural y científico común oportunisticamente cuando no
inmoralmente  particularizado,  y se apropiaron para su ventaja personal. En
otros casos ocultando los siniestros antecedentes del origen de los
eficaces   contactos  de las que partieron como capital  relacional. Todo ello es habitual  y se 
hace  desde los T. A.  Edison hasta los  Bill Gates  o desde  los  Amancio
Ortega a los  Carlos Slim-  (3)..No es habitual conocerlo abajo otras luces
que las de un mérito de esfuerzo  y
ahorro  sacrificado., pero el poder económico,
incluye el poder de modificar en beneficio propio la propia biografía. De todas
formas, algún posible mérito del padre o el suegro no  debería extenderse  a un yerno que será su sucesor y que  recibe como 
regalo de noviazgo, además del puesto en la dirección  de una empresa multimillonaria, un caballo de
carreras valorado en un millon de euros para entretener sus preocupaciones y
responsabilidades. .  
 En nuestro país sabemos del origen de grandes fortunas
empresariales y sus sucesores  en  los sectores economicos de la  construccion , la energía eléctrica, la
siderurgia,  infraestructuras  civiles, comunicaciones, la banca y las
finanzas,  en  la utilización como esclavos de presos políticos
de la guerra y del provecho de corrupciones, saqueos, exclusividades,  y otras patentes de corso  engendradas en las ventajas políticas de los vencedores  de los años del hambre del franquismo . Son
los hijos y nietos de aquellos los que darán a luz nuevas empresas que dirigirán  otros igualmente herederos, igualmente seleccionados
por el mismo criterio del mérito y capacidad de ser hijos ricos  de otros ricos en un adecuado progreso
incesante. Con el paso de los años es natural que esta generación y
reproducción endógena de elites se multiplique en la misma medida en que se
están multiplicando aceleradamente las desigualdades y diferencias sociales y económicas
en los últimos años. 
El
lector que este irritado por las radicales implicaciones  en las que me  he extendido a partir de la sugerencia simple
que me ofrece el concepto de progresar, puede tranquilizarse, no insistiré por
esa vía y voy a trasladar mi reflexión a otro contexto, relacionado con lo
anterior, pero más amplio y menos circunstancial. Debo  dejar esta historia anecdótica para alcanzar otra
reflexión que era la verdadera intencion del título de este capítulo. De  esta inicial historia y antecedentes se puede
intuir , a manera de conclusión provisional , en suma, que es conveniente
desconfiar de hecho del  progreso como
confirmación de la legitimidad del presente, pues los que hoy dominan son los
herederos de los  que han vencido  con anterioridad.
 No
obstante  vivimos ¡impregnados de una
idea de progreso  que nos dictaría que el
tiempo presente es el mejor de los que ha habido y es una etapa para el
sucesivo que  lo mejorará. Es como si la
historia tuviese una finalidad  inagotable
de mejora, como un estímulo inscripto en lo que fueran sus genes y que dirige
los acontecimientos siempre hacia algo mejor, particularmente  en beneficio del ser humano, pues su seria
ésta la  finalidad de ese  progreso 
constante de la humanidad. Desde ese guion, lo que hoy es, es resultado
de una evolución hacia lo mejor y por lo tanto, lo que existe es lo óptimo,
solo superable por lo que haya de venir. Asi se justifica como legitimo todo lo
existente que solo se discutiría por ser una etapa y un medio para la siguiente
fase histórica.
No
obstante  vivimos ¡impregnados de una
idea de progreso  que nos dictaría que el
tiempo presente es el mejor de los que ha habido y es una etapa para el
sucesivo que  lo mejorará. Es como si la
historia tuviese una finalidad  inagotable
de mejora, como un estímulo inscripto en lo que fueran sus genes y que dirige
los acontecimientos siempre hacia algo mejor, particularmente  en beneficio del ser humano, pues su seria
ésta la  finalidad de ese  progreso 
constante de la humanidad. Desde ese guion, lo que hoy es, es resultado
de una evolución hacia lo mejor y por lo tanto, lo que existe es lo óptimo,
solo superable por lo que haya de venir. Asi se justifica como legitimo todo lo
existente que solo se discutiría por ser una etapa y un medio para la siguiente
fase histórica.  
Muchos
hacen valer esta opinión histórica del progreso como fundamento de lo real como
lo mejor en lo expuesto por  Hegel que
proponía un predicado  de que  “ todo lo real es racional”. Es decir que lo
que existía daba razón de si mismo por el hecho de existir en el mejor momento
posible  por ahora.  As su vez, el futuro tendría la misma
justificación y cualidad una vez llegado , con lo que en cada momento, el presente
  que se daba era lo más racional  y conseguido. No es esta la buena lectura de
aquella frase de Hegel sino que debe de  entenderse como la posibilidad racional de
acceder a lo real pero no una afirmación de ningún juicio de valor del género
de “lo que es , es como debe de ser “ o hacerlo equivalente a  “todo lo que ha sucedido ha sucedido
necesariamente y no había otra alternativa”. Que lo real es racional es un
presupuesto de entendimiento de todo pensamiento y filosofía, pero no  significa ni puede decirse que la situación
que tengamos como dada, más reciente es el resultado exitoso de una evolución progresiva
que sería  su razón de
funcionamiento  ni que lo haya de venir
será una superación obligada de lo que hoy es que deberá dar el paso,  sacrificándose,  para que surja lo siguiente. No obstante,  los interpretes de Hegel en el sentido de una
historia que consagra lo real resultante sin detenerse en reparos  de la historia precedente, que, con todos
sus  viajeros, ha sido un simple medio
provisional, no dejan de tener razón cuando 
sacan a relucir aquella calificación de “astucia de la razón” con la que
llamaba Hegel a la marcha implacable por tortuosos- y hasta sangrientos-  caminos de la historia.      
La
idea de progreso incesante de la humanidad posee una racionalidad que es
insoportable con la contingencia del individuo y el lugar ínfimo que ocupa en
ese proceso infinito. La idea de progreso infinito e incesantemente creciente
niega un estado de madurez a cualquier cosa histórica, el infinito siempre
subrayara  una situación de carencia. Pero,
opera de manera paradójica, pues al mismo tiempo que en el presente legitima
sin critica  todo lo que es como exitoso
e indiscutible en ese momento, autoriza a servirse del presente  y de los insidiados presentes y pasados como
medio, instrumento y precio a pagar por otra humanidad que será mejor. Se producen
dos efectos perversos. Los individuos pasados 
y derrotados lo fueron justificadamente para dar a luz o que hay y de la
misma manera, nosotros mismos, en este presente, seremos medio e instrumento
utilizable para generar lo que será. Solo un absoluto infinito  tiene valor de fin, el resto son medios.  Dándose esa finalidad absoluta de la historia
la regulación del presente queda en manos de quienes saben esa finalidad y que
apelan a ese fin. La idea de progreso es una continua autojustificación del presente
como medio necesario para ese futuro que se anticipa. 
Es
una implicación consecuente de  esta idea
de progreso  aceptar que el mal en el
mundo no sea visto desde una óptica moral sino instrumental. El curso de los acontecimientos
en la historia son un plan bueno  del que
el mal debe, lamentable pero ciertamente, 
formar parte. La secularización de esa providencia misteriosa e incomprensible
es la aceptación  de la legitimidad de
medios reprobables. Solo la marcha del progreso, que es constatable indica el
buen camino a seguir:el del sentido del progreso. Ese progreso  obedece a la ley natural y dicta que debe
desembarazarse el camino de obstáculos sociales que impidan una acción genuina
de aquella. Las manos invisibles siempre han actuado con eficacia. Alcanzar esa
 finalidad es la racionalidad absoluta. La
idea de progreso se convierte  en
elproyecto de la Humanidad de espaldas y con independencia de los hombres.  Hablar de retraso de los anteriores con
respecto  de los posteriores- cosa que
hacemos siemrpe en neustra cultura dominante- 
implica una indiferencia no solo hacia los pasados sino hacia todos los
que habitan los estadios intermediarios, que son utilizables como medios.
Incluyendo, por lo tanto los presentes y coetáneos, pues son, a su vez,
intermediarios de lo que va a alumbrarse después. 
Es
desde esta perspectiva desde la cual debe de verse el argumento de “ no remover
heridas” de los contrarios a que se haga justicia de los muertos injustamente
con la celebración reparadora de su memoria. La posición “ no remover
hewriodas” es  la de una inmoralidad
perversa, pues supone que los de hoy, debemos de ser tratados como medios
despreciables, igual que se trata a los de ayer. 
Esta
racionalidad  incluye que el  progreso es cruel para las historias
inmediatas pero benévolo para la historia en su totalidad y en su  final previsto. La naturaleza siempre ha
tenido una falta de consideración a lo largo de miles de años respecto a todos
los que viven en un momento determinado pero 
cuya vida debe de ser omitida  por
la fuerza que nunca se equivoca de la selección natural . Se impone como
una  apabullante y cruel  constatación, como una  representación orgánica de la realidad a la manera
de  un organismo cruel en crecimiento.
Pero esa crueldad contiene una tranquilizarían en cierto sentido  por cuanto 
nos hace confiar en  una nueva
providencia de seguridad   frente al
riesgo del que libremente está expuesto. El hombre- según la historia concebida
como progreso-  llevaría  un camino más cierto siguiendo esa mano
invisible natural  frente a las torpes
manos visibles y contingentes de los seres humanos que solo son funcionalmente
un servicio para el paso omnipotente del progreso. 
Para
nuestra suerte, el hecho de que no haya en la historia ninguna finalidad nos
libra de orientarnos hacia ella, de ser exhortados de ponernos a su servicio
como simples medios a costa de los que nacieron demasiado pronto.
El
imperativo Kantiano de no servirse de otras personas o de la humanidad en
ninguna persona como mero instrumento queda descalificado con esta forma de marcha
del progreso. Los mecanismos selectivos de la historia producen un ethos, una ética que niega valor a los que
perdieron.  Afortunadamente para
nosotros, el que la historia no tenga finalidad ni que se vaya acercando a ella
de manera privilegiada  nos hace que  no seamos 
medios “ provisionales” de esa finalidad..
“Es
una dimensión típica de la época dar por sentado, como una forma de
autocomprension que el progreso- siendo igual como uno se lo imagine-  deja inevitablemente en un estado de retraso a
los anteriores respecto a los posteriores o que cada forma temporal con que se
reviste la “ astucia de la razón” implica y ordena una actitud de indiferencia
respecto a todos sus estadios intermedios y transitorios e incluso con respecto
a la actualidad en cuanto tal”
( 4) 
Y
cuanto se predica de esta marcha implacable de la historia se puede hacer
extensiva a la geografía, pues los individuos situados en otros lugares , caracterizados
por vidas diferentes a la neustra y que la neustra explota para su
aprovechamiento , son considerados “atrasados” históricamente .Por lo tanto son
 condenables necesariamente , o bien a la
extinción e indiferencia de los vencidos y  exitosos o bien a la esperanza de que se incorporen
a la forma de vida de los vencedores como expresión de mas acercamiento ese
absoluto final que es ley de la historia. Son subdesarrollados y en el más
optimista de los casos deben de seguir el 
“super- desarrollo” que sigue  al
inferior desarrollo  y que  neustra progreso dicta. En el peor de los
casos  están destinados a  extinguiréis. 
 La
sacralización de lo dado por este sistema produce  otros muchos efectos perversos como  aquel 
que aconseja que en caso de dudas y de estar perdido siempre hay que dirigirse
en la misma dirección que aconsejaba Descartes, y en este contexto de lo que
vamos diciendo significa que debemos de atenernos sin dudar al tiempo historico
 tomado una vez para que siempre sea así.
 También es esa sacralización de lo dado
la que es producida por la idea del progreso incesante puesto que con ella
siempre encontramos que neustra tiempo es el mejor de los que han sido  con lo que es inútil referirse a esperanzas
por muy bellas y dignas que sean si ya han sido una vez frustradas, es decir
castigadas como no validas  fáctica ni
moralmente por el hecho de no haber conseguido el éxito. Es esta la razón por
la que me atrevería a afirmar  que la
idea de la superioridad de neustra tiempo 
no es el resultado  de ninguna
comparación  sino de una enseñanza. De
esta enseñanza se encargan los poderes dominantes no interesados en cambio
alguno.
La
sacralización de lo dado por este sistema produce  otros muchos efectos perversos como  aquel 
que aconseja que en caso de dudas y de estar perdido siempre hay que dirigirse
en la misma dirección que aconsejaba Descartes, y en este contexto de lo que
vamos diciendo significa que debemos de atenernos sin dudar al tiempo historico
 tomado una vez para que siempre sea así.
 También es esa sacralización de lo dado
la que es producida por la idea del progreso incesante puesto que con ella
siempre encontramos que neustra tiempo es el mejor de los que han sido  con lo que es inútil referirse a esperanzas
por muy bellas y dignas que sean si ya han sido una vez frustradas, es decir
castigadas como no validas  fáctica ni
moralmente por el hecho de no haber conseguido el éxito. Es esta la razón por
la que me atrevería a afirmar  que la
idea de la superioridad de neustra tiempo 
no es el resultado  de ninguna
comparación  sino de una enseñanza. De
esta enseñanza se encargan los poderes dominantes no interesados en cambio
alguno.
La
idea de progreso es aprovechable  también
para otros promotores del absoluto. Porque puesto que el mundo ha de tener siempre
una finalidad nunca presente sino siempre mas allá, se reivindica una salvación  y una esperanza de salvación en aquello que
no es de este mundo. Es por este hueco por el que se permite penetrar  a los  interpretes de ese absoluto que propugnaban   históricamente que para salvar el alma
absoluta , infinita e inmoral del hombre había  que matar o perseguir su cuerpo ( o quemarlo)
por demasiado mundano y contingente, y no se tuvieron   remilgos
en proponer las pérdidas humanas  que se
hacían  necesarias para la salvación. El
predominio de la idea de progreso y salvación en el más allá, suprimió y nos
hizo olvidar que no ha sido solo las promesas de inmortalidad del alma en otro
mundo  la forma  esperadas de inmortalidad que la humanidad ha
tenido en mente. Hubo un tiempo  en que
era en la no trascendencia,   y
contingencia y aprecio  de este mundo,
que por lo tanto no se rechazaba, donde se encontraban fórmulas de inmortalidad
inmanente como la gloria publica reconocida o quedarse en la memoria de los
hombres. 
Desde
la perspectiva del tiempo, la injusticia  ya no afecta a los que han existido con anterioridad.
Pero en el fondo, la injusticia cuando se toma 
con indiferencia es una corrupción sin importar quien la inflige o a
quien se le inflija, sean gentes del pasado o del presente. Cuando en  las únicas pretensiones de relevancia que sirven
de pautas de conducta y validez de la moralidad solo cuenta  lo que resulta eficaz, volverá a repetirse la
injusticia tomándose victimas en el presente y ,como una corrupción inagotable,
se producirá en todos los futuros que recorra la humanidad. 
Walter
Benjamin tiene las páginas más hermosas escritas  en defensa de aquellos con los que se produjo
injusticia y contra los avasalladores derechos de los que vencieron. Son
textos  que hacen valer el derecho  que tiene al respeto la humanidad venidera y
la presente cuando se insiste en la humanidad pasada aunque no haya sido
viable.   
 “ ..Pero los cada vez poderosos  son los herederos de los que siempre han
vencido. La empatía con los  vencedores siempre
beneficia por consiguiente a los cada vez más poderosos” ( 5) 
“Hay  entonces una cita secreta entre las
generaciones pasadas y la nuestra… a nosotros se nos ha dotado de una débil fuerza
mesiánicas  a lo que el pasado posee un derecho”
( 6 )  
La
inmortalidad inmanente que se pronuncia y mantiene en la rememoración , el
homenaje, la gloria duradera y   la presencia a la que he aludido  como alternativa existencial como concepción
de los griegos no aparece desde esta perspectiva como una mitología  irracional sino como una afirmación  de ese
ethos de justicia . Se trata de un radical 
rechazo  de lo que de corrupción contiene
el olvido de los vencedores y de su dominación soberbia de lo que es como
estado superior para  cuyo fin era válido
el sometimiento de todos los inferiores que no sobrevivieron al empuje
inevitable de un  pretendido progreso y a
cuyo absoluto todo debía de funcionalizarse. 
Es
curioso cómo, a pesar de esto, se sigue reclamando como un título honorífico político
o  social, el ser “progresistas” ,
dirigido como posicion critica frente a  todas
las formas de contrailustracion que siempre han erigido los conservadores.
Porque en efecto,  se han reclamado de la
memoria y del pasado las corrientes  más
reaccionarias en  cada uno de los
acontecimientos históricos en que despertaba la autonomía de lo humano, en la modernidad,
en la ilustración y en las épocas revolucionarias.  Pero es esta una reivindicación de lo
irracional  como arma que señalaba el
valor normativo  del pasado sobre el presenté
y la obediencia de los vivos a los muertos: la sangre, la tierra, la tradición,
la religión de los ancestros , la raza, la nación. 
Contrariamente
a esta perspectiva, la reivindicación de una memoria que contraría la marcha
triunfal de un progreso autopraclamado necesario, no ha de pasar por las
formas  del conservadurismo. Al contrario,
una lectura abierta del pasado incluye la 
necesidad de entender la tradición como una creación más y la memoria
del esclavo que se rebela contra la esclavitud, de los marginados y de los excluidos
, es siempre una denuncia contrafáctica que amenaza la autoridad  de los hechos dados, sean anteriores o  posteriores. No es cualquier memoria
colectiva la que puede funcionar como  crítica
de lo factico sino la que se opone a 
todos los absolutismos  tanto  los de las fuerzas del pasado como los de  la finalidad irrefrenable del futuro. Es la
presencia de la voluntad soberana del ser humano autónomo y contingente no sometido
ni a trascendencias naturales  que le tiren
hacia atrás ni hacia delante  en nombre
una superioridad que no es su misma soberanía. En cualquiera de las dos
dinámicas se cae en la obediencia a progresos o regresos que no tienen por qué
garantizar que se hagan a favor del hombre, su razón no siendo de este humano y
relativo mundo.  
Es
por esto que los otros “ progresistas”- cuyo término ha derivado en una
banalidad que trata de evita ¡r eufemísticamente el término “ izquierda”- no
son menos ajenos a los intereses humanos y aferrados a lo factico  puesto que continúan  dando razón a las fuerzas irremediables del
desarrollo que solo ellos sabrían propiciar, poniendo en el mismo saco de
opuestos al sentido de la historia 
(  y como hemos visto , también de
la geografía)  a los que plantean formas
de vida y de cultura no apoyadas necesariamente en una sociedad de consumo,
productividad, trabajo  y renta que  constituirían casi el fin de la historia si
no hubiese pequeñas rectificaciones y correcciones que se darán  y que permitirán  el seguimiento de ese progreso .   Pienso, que el éxito culturita del término
progresista no es sino una coartada ya casi irrelevante cada vez más
incoherente y limitada a lo electoral.  Afortunadamente, salvo en esta palabrería  política , sucedáneo de lo uqe nio se osa
decir, Nadie se atreve a  presentar la
marcha de la historia como una experiencia que no sea deprimente y lo que
levanta el vuelo en los atardeceres no es el buho de Minerva de Hegel sino un
ocaso  cada vez más enrojecido antes de
caer en la tiniebla.   
  Escribe Prmo Levi.
“Hoy
pienso que solo por haber existido un Auschwitz nadie debería hablar en nuestros
días de una Providencia” ( 7) 
pero
este reproche  se dirige más alla que adonde
Dios  esté sino a todas las predicas que
escriban una Providencia y fuerzas metafóricas 
de igual función, incluyendo las seculares  “astucias de la razón” en su despliegue histórico,  o las biológicas y todas las manos invisibles
de todos los ámbitos. 
En
una visión  providencialista que excluye
la acción de las gentes y el riesgo propio se 
sitúa  aquella en la que coinciden
hoy todos los que piensan en una inevitabilidad del progreso y que lo mejor
sucederá siempre a lo malo. Incluso entre los que aceptan que la historia no es
el resultante de fuerzas ciegas sino de la acción  humana, se sigue afirmando que esa acción
humana desemboca en la finalidad- ¿ por quién diseñada?- de ir a lo mejor.  Nuevamente Walter Benjamin nos puede sacar del
error  recordándonos  que la idea que es el hombre quien hace la historia
no es ninguna garantía de progreso
“Quien
espere que las cosas no sigan así se enterará más tarde o más temprano de que
el sufrimiento del individuo y de las comunidades tan solo tiene un límite más
allá  del cual nada se sigue: la
aniquilación.” (8) 
En
rigor, cuando aceptamos, que el hombre es un ser contingente, debemos aceptar
también la posibilidad de que podría  ser
obsolescente.
La
fe en un progreso inevitable no tiene, sin embargo, forzosamente un origen religioso,
como si hubiera sido una secularización de la idea de Providencia, porque esta
idea de Providencia religiosa, a su vez, fue una sacralización de una antecedente
visión estoica de una razón del mundo 
cósmicamente providencial.  No quedaría
lejos de las causas de la hegemonía de esta forma de pensar  que es hasta instintivamente confirmada en la
opinión más habitual, la aparición del espíritu científico con la modernidad y
su reivindicación acentuada en la ilustración.
En
efecto, la primera constatación existencial y vivencial del conocimiento
científico  es que la finitud y brevedad
de nuestras vidas no puede abarcar el conocimiento de la infinitud del mundo y  no podemos dejar de sentir una desproporción
entre el tiempo del mundo y el tiempo de vida que tenemos cada uno de nosotros.
Somos históricos, tenemos un momento. Esta experiencia de nuestra contingencia
nos produce una desazón  que nos hace llamar
a un sentido en el que  progresar ,que adecuadamente
debería significar no detenerse y que la muerte no desmienta. Los conocimientos
adquiridos en la contemplación del mundo deben de ser salvados y la única
manera es   aferrándonos a la sucesión y
transmisión de ellos .Esto termina  convenciendo
de que debe de darse una  intemporalidad del
prgreso de la humanidad como especie. Así nosotros contribuimos aunque no estemos.
Se produce, via conocimiento, una acumulación solo propia de lo humano.
Que
esta forma de concluir se deriva de una perspectiva científica lo muestra que
el pensamiento científico opera de manera diferente al filosófico o simplemente
al del pensar corriente.  El hombre
naciente es siempre un inicio, cuya 
actividad prevista no está dictada de antemano por instinto o determinación
natural  y es susceptible de poner en
tela de juicio todo lo existente.  El
científico es como un Sisifo que sube a la montaña cargado de conocimientos que
el va adquiriendo y otros adquirieron antes que el normalmente como en una
carrera de relevos de escalada y salvo momentos excepcionales de revisión  que se denominan revoluciones científicas, el
paso y transmisión de la herencia es regular 
hacia la cima.  Al llegar a la
cima , este Sísifo  se da cuenta de que
no es cima sino que  la cumbre está más allá
y debe de continuar. Es una tarea incesante 
y desesperante pero de otra naturaleza que la de la tarea del Sísifo
filósofo.  Al filósofo, como le ocurría
al verdadero Sisifo, llegando a la cumbre, se le cae la carga y debe volver a
empezar pues lo adquirido como certeza en su mochila , es una contingencia provisional
que debe de confirmarse y volverse a recorrer en la vida del próximo. En el
conocimiento científico queda  la
herencia transmitida y trasmisible de lo adquirido como un soporte que
puede  servir para ir más lejos en la
etapa siguiente y así sucesivamente se va dibujando un recorrido  que tiene un sentido acumulado. Pro no ocurre
asi en la facultad human  del pensar
vinculado a  tomar decisiones y vivir, o
sea a filosofar. La viabilidad del ser humano está condicionada por la carencia
de pautas de conducta que hayan sido dictadas por su biología, y en el hueco
que deja esa carencia de instinto y de soporte surge la libertad. Asimismo la
libertad del ser humano  está caracterizada
por la misma carencia de necesidad de obediencia  irresistible a pautas dictadas por  la comunidad en que nació. Anquera estas últimas
se le presente a su opción como una segunda naturaleza, su irresistibilidad es
tan quebrantable como la irresistibilidad de su condición biológica de animal.
De inmediato aparece  la llamada a un
proyecto de hacerse uno mismo y de que cada vida sea otra cosa posible que pueda
discutir  y buscar razón de lo que
encuentra dado.  No es posible, sin renunciar
a la opción d e libertad, no volver a pensar y arriesgarse a tomar un
camino  nuevo y razonarlo o legitimarlo
para si mismo. La conciencia de muerte en este caso no suscita la necesidad
de   transmitir una herencia. 
En
el caso del conocimiento científico, la finitud humana frente a la infinitud de
lo por conocer y la limitación de la vida por el truncamiento que la muerte supone,  posibilita el machismo de confiar en una
labor  colabórate  y asociada a través del tiempo quepro0duce,
en efecto, un progreso. Es esta seguridad la que ha tratado de hacerse paradigma
de la restante actitudes humanas ante la conciencia de su muerte y finitud que
da la libertad, construyendo la falacia 
de que todo- y el ser humano mismo, no son sino la historia de una razón
que supera a cada uno y en la que cada uno es medio para consecución de lo
siguiente. El modelo epistemológico 
científico es el que ha pretendido servir de guijón para la vida misma
olvidando que el sujeto  no puede ser objeto
de conocimiento de la misma manera que el mundo. La fragilidad y contingencia
de lo posible que representa la libertad del 
ser humano impide ese refugio seguro de previsiones, leyes y relaciones
necesarias.  Solo al hombre le esta
dado  poder ser inhumano. El impulso
científico exacerbado  puede fácilmente
contemplar como “funcionarios” del progreso a los seres humanos todos igual que
en el progreso del conocimiento los científicos sirven  como transmisores de la totalidad del proceso
pero sin que los hayan tenido voz ni voto 
en el camino de  esa totalidad .
Al individuo se le impone el interés por la especie.  El humano 
debe poner su interés más allá  de
sí mismo y de su existencia, haciendo que la propia humanidad que haya de
alumbrarse sea superior a la que es hoy y a la pasada. El significado de tal trasposición  genera una historia regulada por una ley presuntamente
superior.
 El predominio de ese modelo epistemológico no
es ajeno a la aparición de una verdadera “epistemocracia”
en el campo de lo social  que propone” todo
el poder para los competentes” en lugar de ” todo el poder para el pueblo”.  También se engancha a esta derivación  la cuestión de que buena parte de las los
lectores de Marx, los que lo hacen a la manera de Althusser, por ejemplo,  al confiar en el marxismo como un método  de interpretación y previsión científica de la
realidad y subrayar  la previsible marcha
del sentido de la historia en la forma en que revolucionariamente  se encauzará son herederos del positivismo  cientifista 
postilustrado  .
 Pero  eso
son  otras historia y al sacar otra
cereza del cesto, se están  amarrando
demasiadas para un apetito razonable.  
En   todo este asunto y sus implicaciones, yo me voy
situando  en las posiciones de aquellos pensadores
de los que podría decirse que  parten de
una ontología de  la finitud y en una antropología
del reconocimiento de la fragilidad,  el
riesgo, el azar y la contingencia  como constitutivo
de lo humano.
Uno
de estos pensamientos, el de Hannah Arendt lo expresa así:
“Cada
acto, visto no desde la perspectiva del agente sino del proceso en cuyo
entramado ocurre y cuyo automatismo interrumpe, es un “milagro”, esto es, algo
inesperado. Si es verdad que la acción y el comenzar son esencialmente lo
mismo, se sigue que una capacidad para realizar milagros debe estar asimismo
dentro del rango de las facultades humanas. Esto suena más extraño de lo que en
realidad es. Está en la naturaleza de cada nuevo comienzo el irrumpir en el
mundo como una “infinita improbabilidad”, pero es precisamente esto
“infinitamente improbable” lo que en realidad constituye el tejido de todo lo
que llamamos real. Después de todo, nuestra existencia descansa, por así decir,
en una cadena de milagros, el llegar a existir de la Tierra, el desarrollo de
la vida orgánica en ella, la evolución de la humanidad a partir de las especies
animales.
Desde
el punto de vista de los procesos en el Universo y en la Naturaleza, y sus
probabilidades estadísticamente abrumadoras, la aparición de la existencia de
la Tierra a partir de los procesos cósmicos, la formación de la vida orgánica a
partir de los procesos inorgánicos, la evolución del hombre, finalmente, a
partir de los procesos de la vida orgánica, son todas “infinitas
improbabilidades”, son “milagros” en el lenguaje cotidiano. Es debido a este
componente milagroso presente en la realidad que los eventos, sin importar cuan
anticipados estén en el miedo o la esperanza, nos impactan con un shock de
sorpresa una vez que han sucedido.
(9) 
Tras
la lectura de reflexiones como la anterior no puede dejar de pensarse que si hubiese
una Historia (con mayúsculas), ésta se reduciría a ser una naturaleza más. Asumir
la historia como un conjunto de eventos siguiendo leyes regulares progresando
hacia un fin significa tratara los hechos del mundo humano  de manera análoga a como se trata el mundo físico
y biológico. Si la historia pusiese en evidencia leyes, no habría espacio para
la acción de seres libres que no sean absorbidos en su naturaleza común ciclo más.
Lo que se manifiesta como  irremisible,
necesario y arrollador, es decir como absoluto, no es el mundo de los hombres
sino el de la naturaleza. El universo no tiene ni  fundamento ni propósito, y se comporta de una
manera desposada e indiferente  frente a
los propósitos humanos 
Otros
muchos pensadores, que son los de mi predilección, como Blumenberg o como M.
Nusbaum, siguen insistiendo en esa antropología de la fragilidad y contingencia.
Con ellos  me inclino a pensar que no hay
finalidad que pueda atribuirse un  
absoluto justificador porque pensamos que el mundo dado y lo
existente  no es más necesario que si no
existiese. La verdad y la totalidad del mundo –incluiodo  en ellas nosotros mismos -no es más que un
trozo casual en lo posible infinito. Los hechos naturales no permiten ninguna
justificación superior ni finalidad de lo existente.. Pero esto, que podría ser
la fuente de miedo y pánico, es al contrario, lo que nos permite criticar toda cantidad
y toda realidad sin amedrentarnos ante ella a partir de la presencia permanente
de lo posible.  Pero además,  esta contingencia y debilidad  nos estimula a construir otros posibles alternativos
que podemos superponer a lo factico con nuestras facultades de invención  e imaginación. Los que asi pensamos nos hacemos
los más partidarios del mundo de la culturas como lo mas específicamente
humano. No somos destructores de mundos sino constructores de mundos humanos en
la conciencia de su contingencia. Podemos incluso proponernos esa contingencia
con la fuerza de un absoluto, imitando a lo que hace la naturaleza, o más bien “perfeccionándola”
como decía Rousseau (10) 
 Cuando los hombres se autoafirman rompen la imposición
de una realidad que se quiere imponer absoluta ajena a él  y en esa ruptura  hacen un mundo dándole el sentido cultural
que acuerdan   y en el que encontrar una
morada propia. Esta morada es aún más amplia que la que presentan los absolutos
dados pues se reclama de la infinitud de lo posible frente a la finitud de lo
factico.
Pero
la conciencia de esa contingencia con la que construimos nuestros absolutos
humanos no permite de ellos nada  que contraríe  neustra emancipación aprovechándose de
neustra debilidad. 
 Hans Blumenberg, es también de esa raza de
pensadores que aprecio  y un resumen de
la idea central de su pensamiento  bien
puede ser la de la finitud del hombre con su contrapartida en el carácter
insoportable de cualquier absoluto; y la idea de que ser hombre consiste
precisamente en “descargarse de los absolutos”. Cuenta Oto Marquard que
Blumenberg  aceptaba  que se redujese su pensamiento a dos ideas
fundamentales: la de la finitud del hombre con su contrapartida en el carácter
insoportable de cualquier absoluto; y la idea de que ser hombre consiste
precisamente en “descargarse de los absolutos” (Entlastung vom Absoluten).
Esa
finitud contingente de lo humano  se
contrapone al carácter prepotente de lo real, a su soberana indiferencia para
con nosotros,
“para
los dioses todas las cosas son  buenas,
bellas y justas…” (11) 
,
indiferencia que hemos de distanciar si es que queremos autoafirmarnos en la
existencia y sobrevivir. El hombre se descarga del absolutismo de la realidad a
través  de los medios culturales y se
distancia de  la realidad para poder autoafirmarse
como hombre, 
“…mientras
que los hombres suponen que unas cosas son  
injustas y  otras justas” (11)
Revistiendo
de significado humano lo que esta privado de ese sentido  y siendo solo prepotencia inhumana  sin sentido. Entre esas realizaciones culturales,
la del lenguaje, la metáfora y el mito son las armas privilegiadas. Es el
análisis de estos mundos y su evolución y el progreso de estos medios que
sean   más adecuado  a la libertad 
lo que me interesan más que las eternas revoluciones de los astros y los
progresos adecuados  de la evolución  porque estas últimas, como trotad la realidad
las he de ver  y entender, siempre, como
humano, por la intermediación  del lenguaje,
la metáfora y el mito de mi  hogar humano.  
(1) Honore de Balzac.-“Le Pere Goriot”-Discours de
Vautrin.- Gallimard Poche Paris 2004
(2) Thomas Piketty .-“El capital en el siglo XXI”
.-FCE  2014
(3) Linda McQuaig- Neil Broocks.-“El problema de los
supermillonarios”. Capitán Swing libros.-Madrid 2014
(4) Hans Blumenberg. “Las realidades en que vivimos”.
Paidos.  Barcelona 1999.” pag  170.
(5) W.Benjamin . “Tesis sobre el concepto de la
historia”.´-teis VII
(6)W.Benjamin 
ídem, tesis  II.
(7) Primo Levi.-“Si esto es un Hombre”.Mutchnick.
Madtrid  1988.p g 165
(8) Walter Benjamin.-´ Calle de dirección única”
(9 ) Hanna Arednt “¿Que es política?. Introducción a
la política II ”.-“ Paidos 1997.-pp64-66
(10).J.J. Rousseau.-“Manuscrito de Ginebra” en  Cap II,.-“J.J.Rousseau .escritos
políticos”.-Trotta  Madrid 2006.-p 143.
(11).-Heráclito._ DK 22B102  
 

 
 
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