Una
reunión poco conocida entre políticos de la transición e historiadores
Cándido
Marquesán Millán (*)
No
es decir nada nuevo que el período de la Transición ha sido mitificado, como si
fuera un fetiche.
Se ha convertido también en una mala costumbre que siempre que la democracia en España sabe a decepción o engaño, como ahora, se recurre a la Inmaculada Transición, como si fuera el bálsamo de Fierabrás para solucionar todos los problemas. Esos supuestos valores, no los cito al ser conocidos por todos, son cuestionables, aunque quien tiene la valentía de hacerlo es acusado con acritud de poner en peligro nuestra democracia que tantos esfuerzos nos ha costado construir. Afortunadamente ya abundan bastantes que cuestionan esos valores.
Se ha convertido también en una mala costumbre que siempre que la democracia en España sabe a decepción o engaño, como ahora, se recurre a la Inmaculada Transición, como si fuera el bálsamo de Fierabrás para solucionar todos los problemas. Esos supuestos valores, no los cito al ser conocidos por todos, son cuestionables, aunque quien tiene la valentía de hacerlo es acusado con acritud de poner en peligro nuestra democracia que tantos esfuerzos nos ha costado construir. Afortunadamente ya abundan bastantes que cuestionan esos valores.
Uno de ellos es Juan Carlos Monedero en su libro de 2011 La Transición
contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia española, momento en el
que se corrió un tupido velo sobre los muertos asesinados por las tropas
franquistas y que todavía reposan en las cunetas. La izquierda tuvo que hacer
muchas concesiones. Tuvo que asumir la idea de que la democracia se inició en
España con la Constitución de 1978, y no en los tiempos de la II República. En
la pag. 220 del mencionado libro, Monedero comenta que algunas ideas centrales
de su trabajo las presentó en 1992, de regreso de Alemania, donde hizo sus
estudios de posgrado, en el Departamento de Ciencia Política y de la
Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la
Universidad Complutense de Madrid. Esta facultad, sigue diciéndonos Monedero,
con mucho la más viva de la universidad española-por eso la señala con
admiración la derecha- fue en su tiempo también la que articuló la visión
oficial de la Transición, al coincidir allí profesores de la talla de Ramón
Cotarelo, José María Maravall, Antonio Elorza, Julián Santamaría, José Álvarez
Junco, Víctor Pérez Díaz, Ludolfo Paramio, Enrique Moral, Emilio Lamo de
Espinosa, Manuel Pastor, Enrique Gil Calvo o Antonio Reig Tapia, todos
acreedores, en mayor o menor grado, del relato de Transición como un modelo
perfecto a imitar urbi et orbe. Ni que decir tiene que mi visión crítica con la
Transición y beligerante con los intelectuales que la pensaron y la contaron
fue de todo menos amable. Termina Monedero destacando que lo que le pareció durísimo fue el silencio al que condenaron a autores esenciales para
entender el proceso de la Transición como Alfonso Ortí, Joan Garcés,
Vidal-Beneyto, Gregorio Morán. Tales juicios para mí fueron un descubrimiento,
ya que este período no había sido de mis preferentes hasta aquel momento.
Mighuel Artola |
Como
historiador traté de indagar sobre los trabajos de estos disidentes con la
versión oficial. Y especialmente me impactó el libro de Gregorio Morán El
precio de la Transición, publicado ya en 1992. y su artículo La transición
democrática y sus historiadores de abril de 1992, del que extraigo unas líneas
jugosas. “La clase política de la transición y sus historiadores se llevaron
muy bien, ya que acordaron reunirse para decidir cómo se debía escribir la
historia, el mes de mayo de 1984 en San Juan de la Penitencia, en Toledo, bajo
los auspicios de la Fundación José Ortega y Gasset…Así fue posible que el
gremio de historiadores especializados en la Transición construyeran una historia angélica basada en los
testimonios de los protagonistas. La clase política procedente de la dictadura
esperaba ansiosa el momento de exteriorizar su sensibilidad democrática. Los
partidos clandestinos estaban henchidos de patriotismo y su militancia entendía
que había llegado el instante de dejar a un lado las diferencias para aunarse
en lo trascendental: la monarquía parlamentaria. El propio monarca esperaba el
momento oportuno para anunciar a los españoles la buena nueva de la democracia.
En fin, la ciudadanía, con una madurez y un pragmatismo dignos de nuestra
estirpe y que no había tenido ocasión de manifestarse durante siglos, mostraba
al mundo cómo se podía pasar de una tiranía totalitaria a un modelo democrático
homologado con Occidente.
Obviamente
interesado por la susodicha reunión toledana, traté de recabar información
consultando los periódicos de la época y contactando con la Fundación José
Ortega y Gasset. Reflejaré algunas notas sobre cómo contaron esta reunión El
País y el ABC al ser dos periódicos, por lo menos en aquel entonces, muy
distintos ideológicamente.
Santos Julia |
El
País dejó constancia en dos días alternos. En la crónica del 12 de mayo de
1984, titulada Grandes medidas de seguridad en un seminario sobre la transición
española firmada por Eva Castro: “Hasta este momento han intervenido Manuel
Fraga, Manuel Gutiérrez Mellado, monseñor Martín Patino, Josep Tarradellas y
Leopoldo Calvo Sotelo. Asimismo, un secreto total envuelve los coloquios que
los invitados mantienen con una veintena de historiadores, expertos en el
período de la transición que va desde la muerte del general Franco hasta las
elecciones generales del 82, y por el momento sólo ha trascendido la buena
disposición de todos los políticos asistentes a la hora de exponer su participación
en la historia española reciente. Las reuniones, que tienen una duración
preestablecida de cuatro horas para cada participante, se desarrollan durante
el fin de semana en una habitación cerrada a cal y canto, en la que no puede
entrar nadie, a excepción de los intervinientes. El mecanismo que se sigue en
este seminario es el siguiente: se graban las conversaciones -aunque los
políticos tienen la potestad de que no se realicen estas grabaciones- en una
cinta de bobina y dos casetes; una vez finalizada la grabación, las cintas
precintadas son guardadas en la caja fuerte de la fundación Ortega y Gasset.
Las dos casetes pequeñas están siendo grabadas a petición de dos de los
políticos participantes, mientras que la cinta de bobina quedará en depósito de
la caja de la fundación, sin que se conozca el destino final que se le va a
dar. Estas cintas están depositadas en la Fundación José Ortega y Gasset, tal
como lo han corroborado algún funcionario de ella, tras mantener una
conversación telefónica
Raymond Carr |
Como
condición previa a la celebración de este seminario, los políticos
participantes exigieron todas las garantías posibles en cuanto al total secreto
de las conversaciones, mientras que los historiadores adquirieron un
“compromiso de honor” en cuanto a la utilización del material resultante, que
sólo utilizarán para sus investigaciones.
Prueba
de las reticencias informativas de los políticos participantes son la respuesta
del ex vicepresidente Manuel Gutiérrez Mellado sobre la OTAN. “Ni flaco ni
gordo”, contestó. El ex presidente Calvo Sotelo manifestó: “Estoy practicando
una total discreción en mis declaraciones políticas, porque ya he salido mucho
en la Prensa; podría decir muchas cosas, pero no las digo por discreción”.
En
la crónica del 14 de mayo de El País, titulada Felipe González afirma que el
Rey y Suárez son los grandes personajes de la transición política y subtitulada
30 historiadores conocen la política española de estos años a través de sus
artífices, lo más sustancioso: “El rey Juan Carlos ha sido, el personaje
histórico más importante de la transición política, y Adolfo Suárez su más
destacado protagonista, según puso ayer de relieve el presidente del Gobierno,
Felipe González, al término de su intervención en el seminario que se ha
celebrando en Toledo a puerta cerrada desde el pasado miércoles. Felipe
González, en un breve encuentro con los informadores, señaló que la transición
se ha superado “desde el momento en que un partido obtiene la mayoría
absoluta”, y añadió que la evidencia de que el Rey ha sido el personaje de más
peso a lo largo de la transición y Suárez el verdadero protagonista es tal que
“el que no lo reconozca así es que está loco”. El presidente del Gobierno se
reunió, a las 10.15 horas de ayer, con los cerca de 30 historiadores e
investigadores nacionales y extranjeros que han participado en el seminario
Historia de la Transición Política. El seminario, clausurado ayer por la tarde
con la intervención del ex presidente Adolfo Suárez, ha contado con la
participación, entre los personajes invitados, de Manuel Fraga, José María
Martín Patino, Josep Tarradellas, Leopoldo Calvo Sotelo, Santiago Carrillo, y
el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado. El ex presidente Carlos Arias
Navarro, también invitado, excusó su asistencia.
Stanley Payne |
Entre
los investigadores e historiadores que han participado en las reuniones de
trabajo, se encuentran los catedráticos y profesores españoles José Varela
Ortega, Vicente Cacho, Juan José Linz, Javier Donézar, Miguel Beltrán, Carlos
Alba, Juan Pablo Fusi, Santos Juliá, José Sanz Navarro, Miguel Artola y José
Luis García de Velasco, entre otros. Por parte extranjera, asistieron los
historiadores Edward Malefakis, de la Universidad de Columbia (EE UU); Raymond
Carr, de la Universidad de Oxford; Carlos Floria, de la Universidad de Belgrano
(Argentina); Stanley Payne, de Wisconsin (EE UU); Paul Preston, de la
Universidad de Londres; Rafael Segovia, del Colegio de Méjico; y John Brademas,
de la Universidad de Nueva York.
E.Malefakis |
En
cuanto al ABC recogió el evento el 16 de mayo de 1984 en una crónica de
Trinidad de León-Sotelo, titulada La transición española, un ejemplo para el
mundo como nueva obra de ingeniería política. Un breve resumen: Carlos Alba,
Richard Gunther; Edward Malefakis, Charles Power reunidos en a casa de ABC, han
expresado sus opiniones sobre el seminario, aunque limitados por el secreto
comprometido. Impresión común ha sido el éxito, aunque al principio se
mostraban escépticos ante los resultados. Sin embargo, la disposición de los
políticos-Felipe González, Fraga Iribarne, Adolfo Suárez, Leopoldo
Calvo-Sotelo, Gutiérrez Mellado, Josep Tarradellas y Santiago Carrillo- al
diálogo han sido determinantes. Las charlas han sido serias y corteses, pero
sin crispación, matiza Alba. Con González hablaron durante cinco horas, y con
Suárez y Calvo-Sotelo, siete. Una anécdota-el presidente del Gobierno en cuyo
orden del día no figuraba comer con sus entrevistadores, cambió sus planes ya
con el helicóptero en marcha-corrobora el ambiente distendido.
Sobre
la personalidad de los políticos españoles, los participantes en los coloquios
se han forjado ideas positivas. Este es el caso de Malefakis: “Los hombres de
la Transición formaron un grupo extraordinario. Son de una capacidad que no
suele darse en muchos países, y su buena voluntad es, también digna de
encomio”. Cuando habla de Suárez no se para en elogios: “Fue lo mejor que se
podía tener como líder”. Del comportamiento de los políticos, Powell destaca
que, “aunque nos han dado versiones diferentes, nadie ha descalificado a
nadie”. Consciente Alba de que un político es más un racionalizador que un ser
racional, destaca la distancia reflexiva que tienen los protagonistas de la
Transición. En opinión de Malefakis, lo que más sorprende es que “todo se
hiciera con hombres relacionados con el régimen anterior. La Transición aquí se
hizo mejor que en Grecia, que contaba con un líder experimentado como
Karamanlis”. De “obra de ingeniería política nueva” califica Alba un proceso al
que, según Gunther, ha contribuido una tolerancia que, a su vez, ha sido
posible gracias a la memoria del pasado.
Juan Jose Liz |
Por
primera vez, un seminario de este tipo ha congregado más españoles que
extranjeros, pero, aun así, o precisamente por ello, hay que preguntarles a los
participantes no españoles por el atractivo que España ejerce sobre ellos a
través del tiempo, y si puede estar basada en una visión negativa de lo
español. Opina Malefakis que lo que ha pasado en España es que causas
civilizadas se han visto frustradas, cosa que no ha sucedido ahora. Al hilo de
esta afirmación, comenta Alba que hasta ahora “los hispanistas nos hacían la
historia y nosotros poníamos los muertos”. Aunque con una cierta sonrisa,
admite que “lo mejor es ser hispanista sueco, porque no nos dolería tanto la
realidad”, asegura que “España tiene hoy más respeto mundial del que ha tenido
desde el siglo XVIII”.
juan Pablo Fusi |
Con
respecto a la participación del pueblo en la Transición la consideran
fundamental, ya que, según Alba, “ni la sociedad correspondía con el régimen
que tenía, ni los líderes anteriores al proceso eran representativos”. Puestos
a buscar algún defecto a los españoles, señala Malefakis que “creer que se
puede crear un mundo nuevo”.
Cada
cual tras la lectura de estos documentos puede sacar sus propias conclusiones.
Fuente. http://www.andalan.es/?p=11326
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