Demetrio
de Falero fue puesto al mando de la biblioteca real y se pusieron a su
disposición grandes sumas de dinero para recopilar, si era posible, todos los
libros en el mundo conocido. Mediante adquisiciones y transcripciones llevó a
su cumplimiento el proyecto del rey en la medida de sus posibilidades. Yo
estaba allí cuando el rey le preguntó: «¿Cuántos miles de libros tenemos?». Él
respondió: «Más de doscientos mil, señor; pero procuraré llegar pronto a los
quinientos mil».
Pseudo–Aristeo Carta a
Filócrates 9-10
“
De te fabula narratur”
“
es de ti de quen se habla en esta historia” (1)
podemos
estar seguros que tenemos entre las manos uno de los buenos. Pues si el libro
es capaz de decirte esas palabras, es que a todos puede hablar con la misma
proposición y está alcanzando una universalidad que lo hace memorable. Todo
ello, por supuesto, con independencia de que tú , como lector, y los demás
lectores tengan la receptividad suficiente para
ser capaces de estar a su
escucha, lo que quiere decir que no
estás tan pagado de ti mismo y te crees tan sobrado que no
puedes discutirte. Leer introduce en el camino modesto de la sabiduría pues es necesario,
efectivamente, haber leído mucho para poder ser capaz de reconocer que no se
sabe nada.
Según
Montaigne, la lectura sirve, ante todo, para no conformarse consigo mismo.
Pero, ¿porqué no he de conformarme
y bastarme conmigo mismo? ¿No es
la máxima del sabio ser autosuficiente?. ¿Es acaso una pulsión masoquista de
crítica, o tal vez una codicia de ser todas las demás vidas además de la mía?
No tengo ningún deber de autocrítica, ni de autoamenaza ni de nada que suponga
una herida o aniquilación que yo me dirija a mi mismo que siempre sería sospechoso de masoquismo. La
autoconservacion de mi integridad, como la conservación de toda vida por cada ser viviente, es
un principio de racionalidad como nos recuerda Blumenberg (2) , con ecos
de Spinoza. Esto no quiere decir que todo lo real sea
racional sino que es un principio
racional decir que la vida de un sujeto y lo que es
solo puede ser atacada desde el exterior no desde si misma conscientemente y premeditadamente. La autocrítica y la
disconformidad se dan y yo me la doy a mí mismo, pero esta agresión, esta
autocritica solo es válida si
este movimiento se entiende para
proporcionar una autoconservacion mejor, que aplique con astucia medicinal una agresión para sanar.
Eso ya si que es una sabiduría.
Desde
esa perspectiva, la disconformidad con
uno mismo y la autocrítica, no sería un deber, sino que es un impulso alegre de mejoramiento no de
agrio rigor de una ascesis y solo asi puede explicarse el placer que
la lectura otorga.
Es
por eso que la abundancia de lecturas es un signo que acredita una salubridad
intelectual porque querría decir que el lector
ha viajado por tantos lugares de la palabra que se le hace presente, por comparación,
todos los usos , sitios , situaciones,
lenguajes, parajes, países y paisajes
del pensamiento que no puede no dejar de ver la relatividad de las posiciones de uno mismo o
de todas ellas y por lo tanto la contingencia del propio pensamiento y de
todos ellos. Lo que es, puede ser de
otra manera puesto que hay otro libro.
Se
entiende que hablo de aquellos libros,
como decía H.D. Thoreau, que .
“se convierten en perpetua sugerencia
y provocación”
“le mantienen a uno en vilo”
y
que nos hacen que se nos cuente
entre aquellos muchos
que
“han fechado una nueva etapa de su
vida en la lectura de un libro” (3)
Por reducción al extremo, ad absurdum , si no leyésemos más que un solo
libro, estaríamos obligados a vivir en él .Por el contrario, leer mucho es la práctica del viaje y del hospedaje y no
de la residencia. Aunque aquella
reductio no es tan ad absurdum , pues hay algunos que en uno
solo se quedan. Preguntado una vez George Bush sobre cuál era su autor
favorito, respondió- por salir hábilmente del mal paso – que Jesucristo.
Incluso perdonando que Jesucristo no fue
un autor porque su padre aunque
no le ahorro sufrimientos si le evitó
el sufrimiento editorial, y que
las andanzas del hijo de dios por la tierra son relatadas por los evangelistas, ese
relato forma parte oficial de la Biblia que debía de ser el libro al que quería
referirse el Presidente. Probablemente era
el único que consideraba digno de lectura y que seguramente tampoco había leído.
La
insistencia en la ventaja de leer poco, o Uno o ninguno , recordando que solo
es Uno el Libro válido, por Sagrado, es muy propio de los que se aferran a lo
absoluto. Esto es normal si se acepta el
hilo de pensamiento que por ahora vamos dejando y que propone que la lectura,
república de lo contingente y lo posible,
sirve para poner en tela de juicio lo que es, o sea que sirve para ser capaz de juicio y tejerse una conducta propia y libre con él.
Recuerdo que un best-seller de mi infancia y juventud, recomendado por
los enseñantes religiosos a aquellos niños que veían de naturaleza inquietos por leer, era una especie de summa
bibliográfica de reseña de libros
llamado “Lecturas buenas y malas”. Era
una publicación algo ociosa porque las
lecturas que se habían editado en
España ya habían pasado el filtro de
ortodoxia que garantizaba el obligado
imprimátur. El libro era por lo tanto una precaucion porque
por necesidades de mínima alfabetización algunas “malas” había podido deslizarse y salir publicadas. Su razonamiento reductivo era el
siguiente: “este autor X, en muchas de
sus obras expresa francas herejías, y
hay otras en las que no se dan esas herejías pero tampoco tratan de asuntos
piadosos entonces ¿para qué leerlo?”. El autor del libro lo había
entendido perfectamente: “funesta manía
de pensar” es también funesta manía de
leer.
Sociológicamente
durante mucho tiempo ha estado asimilada la lectura a la lectura del Uno y Absoluto libro, de
contenido, por supuesto, necesariamente religioso. Incluso hoy continua
siéndolo. Recuerdo que en un viaje a El
Cairo, en la pensión en que me alojaba, uno de los empleados me hablaba menospreciando a otro compañero del servicio calificándole de analfabeto y que él mismo,
por el contrario, sí que leía…el Corán. Después supe que “leer el Coran”
significaba popularmente, leer, tout court, pues desde la mentalidad
religiosísima, era el único objeto susceptible de ser leído. No debemos
llevarnos a error con las denominaciones equívocas; todos los creyentes en las
religiones llamadas de Libro, o sea de mensaje revelado y Dios editor, comparten esa hermandad: la de no leer.
Al
contrario de este avatar histórico, parece que
hubo un tiempo en que ilustrarse era algo que venía al espíritu pacíficamente, sin esfuerzo, natural como una
fuente que manase con el delicioso falso
mérito de tener que tolerar lo que no se podía evitar. En este caso, lo
inevitable era lo que la naturaleza benevolente obligaba. Y lo que
no se podrá evitar era una
naturaleza humana curiosa como si de un
instinto se tratase. Cerca de esa edad
de oro quizás estuviese Aristóteles cuando afirmaba tranquilamente y pudiera
ser que guiado por su experiencia de los hombres de su época feliz y entre los que se codeaba,
que “el hombre quiere naturalmente saber”. Así reza el bellísimo
arranque de su Metafísica. Hoy ya no es asi, y desde hace mucho tiempo se
debe de sacudir el ánimo de las gentes
gritándoles que se atrevan a saber, con un “ sapere aude!” que la
experiencia nos dice que es muchas
veces nada más que una voz que clama en el desierto. No digamos ya por
cuales estériles desiertos andará
clamando la voz de un “legere
aude”.
Leer
no es fácil y leer no es pasear. El
filósofo Manuel Sacristan decía que “poco a poco iba descubriendo que era más
difícil saber leer que ser un genio”. Efectivamente, aparte de las dificultades
de entendimiento de lo que se lee, se dan riesgos y escollos en la práctica de
la lectura que desquician al lector, es
decir lo sacan de quicio de una forma que “se le seca el seso” que es lo que le
pasó al pobre Alonso Quijano el Bueno , que.
“Se enfrascó tanto en su lectura que
se le pasaban las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en
turbio; y así, del poco dormir y del
mucho leer se le seco el seso, de manera que vino a perder el juicio.” (4)
Hay
que tener mucho cuidado para saber nadar en las aguas de la lectura y no maldecir porque nos lleve a caminos
inesperados. No se puede andar por ella en una sola dirección. Siempre hay
enlaces, vericuetos, cerros de Ubeda, circularidades, relaciones y ramas, que
impiden que sea lineal sino que se parece mas bien al trepar por un árbol. No es culpa del libro sino de la naturaleza
de las cosas.
“Todas las cosas son causadas y
causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas, y todas subsisten por
un lazo natural invisible que liga a las más alejadas y más diferentes”(5)
Otro de los escollos del viaje de leer se produce cuando la escritura saca del camino del ejercicio de la propia
sabiduría al lector llevándole por el de
la ajena, renunciando, sin apercibirse, a pensar por cuenta propia y ser un glosador de doctrinas. Es el fenómeno de
fijar residencia y patria en un sitio intelectual en lugar de ser viajero. Es la razón por la cual es un tema recurrente
entre los clásicos que no es lo mismo erudición que cultura, y ni siquiera tampoco lo son lectura y sabiduría, pues debe leerse poco y
bueno, o leer poco y pensar mucho. A
pesar de ello, del mismo modo que aquel
que contra el dicho popular de que más vale ser pobre y sano que rico y enfermo
replicaba que más vale ser rico y sano,, no termino de entenderse porque lo
mejor no habría de ser leer mucho ,
bueno y además reflexionar profundamente
. Me atrevo a opinar, por experiencia, que la lectura estimula , como actividad
mental casi simultánea, la reflexión, de manera que entre pausa y pausa se van
intercalando materialmente momentos y espacios de pensar sobre lo que se va
leyendo , y así se encuentra uno
recorriendo los avatares del libro,
más allá y más acá de la letra,
por fuera de ella , por encima y por sus subterráneos y cuevas hasta el punto de que en muchos casos me sirvo de un
lápiz, como brújula de orientación, para
subrayar, barrar, señalar páginas y hasta añadir , pretenciosamente, enmiendas
, añadiduras, desarrollos y comentarios al margen. Es una de las manías en que incurro y debo de acusarme de poca
consideración hacia otros que podrían tomar el mismo libro en el que yo
he grabado las coordenadas
- casi ilegibles- de por donde ha
ido mi reflexión en aquella ocasión. Es
decir, que el libro exige inteligencia
al lector, y la obra, además de ser “ hijo del entendimiento” para
su autor, como dice Cervantes en el prólogo de su Quijote, es a la vez , padre
de ese entendimiento para el lector.
Que
la lectura no actúa como si fuese una emisora, como la pantalla de una
televisión, sino que llama a implicarse siendo
algo en lo que cada uno se pone a
si mismo lo dice muy bien Petrarca :
“ libri quosdam ad scientiam quosdam ad insaniam
deduxere
“ Los libros a cada cual le resultan
o bien ciencia o bien locura” (6 ).
Los que piensan insanamente devienen gente sin ciencia al leer, igual que los que no reflexionan leyendo
seguirán sin reflexionar. Pero aquellos
que ponen la mente con la lectura son
llevados a un mayor conocimiento. Los hipocondriacos ponen su insania en los
libros de medicina que leen y de sus páginas deducen poseer todos los males que en ellos se describen.
Conocí a alguien que me confesaba no poder leer libros de psicología porque se
encontraba como siendo todos los casos de patologías con los que se topaba en
ellos. Todos conocemos, a su vez, a lectores que han continuado siendo
estultos a pesar de su bibliofilia.
Porque al estúpido le acompaña una
soberbia que al leer mucho no solo no le abandona sino que le da más vuelos,
porque , ¿ cómo podría reconocer su ignorancia cuando ha sido hecha con
tanto conocimiento?
Esto
ocurre porque, leer no es pasearse y no
se reduce nunca una actividad pasiva,
limitada a recibir, ni de los sentidos
ni de los sentimientos. Incluso de las más placenteras lecturas el
gozo viene de caer en la comprensión de
lo leído en toda su amplitud e intensidad. Leer cansa más que pasear porque no
se atiende a lo leído como se atiende al
trino de los pájaros.
La
lectura, en efecto, moviliza los cinco sentidos físicos y ya es habitual
reclamarse del placer del tacto de las páginas con ocasión de oponer el libro a
las pantallas y e-books. Así se dice de los libros que “se devoran” o de una
lectura indigesta, o las lecturas de las que “ me alimento”·, expresiones que
traen al momento de leer el sentido del gusto. Los libros se tocan, son objetos
materiales que se despliegan y se transportan y llevan de aquí para alla
maltratándose sin miramientos como si de animalitos de compañía nos ocupásemos
a los que tanto se acaricia con ternura
que se les ordena con crueldad. El colmo
de ese sadismo amoroso es la manera en que Garcia Marquez relata que en sus
viajes, cuando viajaba en tren leía, desgarrando y pasando las paginas cortadas y leídas a su acompañante a medida que avanza en su lectura , acompañante
con el que compartía asi el mismo libro, y
el cual se desembarazaba a su
vez del objeto, de forma que el final
del libro era su desaparición. Podría decirse de aquel pobre libro, lo que se
decía de los perros abandonados en una
promoción famosa. “ él- el
libro- no lo hubiera hecho”. Esta razón del tacto y presencia
material es la que hace el éxito delos libros de bolsillo que pueden acogerse en la mano como al calor de
un nido o la presencia petulante de los tomos en cuero de las bibliotecas.
Todos los bibliófilos saben del olor de los libros, los editores conocen el
impacto que en ver tendrá su libro, cosa
que puede ser objeto de ciencias y tecnologías gráficas y astucias mercantiles
llamadas marketing y marchandising. El cuerpo entero sigue al libro cuando se
lee, y uno de los lugares más utilizados es la cama, cuando no se reserva un
sitio especial propicio a la lectura, un lectulus lucubratorius o poltrona de
lectura favorita. En uno de esos lectulus se hacía portar por esclavos siempre Plinio el joven que al ser muy
viajero no quería perder tiempo en el recorrido y lo aprovechaba leyendo sin
cesar. Eran tiempos en que el hombre todavía
“quería naturalmente saber”.
Pues
bien, a pesar de esa presencia y potencia material del libro sobre los
sentidos, éste, no es nada más que lo
que nosotros ponemos en él. De ahí que sea indiferente aquella materialidad e
indiferente que sea una corteza, un liber, una tablilla de tierra
cocida, papiro, rollo, volumen o pantalla. De ahí la dificultad de la lectura
pues nunca permite conformarse con lo sentido al no ser leer tomar contacto con
una cosa dada. La pasividad y el abandono a la multiplicidad de sensaciones deviene
una fuente de gozo, pero quien se quede ahí se pasmará como un gato acariciado. La simple percepción
no es sino un umbral para incitar a la
intervención del juicio puesto que los
solos sentidos no son fuente de nada.
Otro
de los peligros en que se cae leyendo con frecuencia es aquel por el que se
precipito Rousseau durante un tiempo antes de apercibirse y poder rectificar.
El mismo relataba así lo que aconteció:
“J'ai dit que j'avais apporté des
livres: j'en fis usage, mais d'une manière moins propre à m'instruire qu'à
m'accabler. La fausse idée que j'avais des choses me persuadait que, pour lire
un livre avec fruit, il fallait avoir toutes les connaissances qu'il supposait,
bien éloigné de penser que souvent l'auteur ne les avait pas lui-même, et qu'il
les puisait dans d'autres livres à mesure qu'il en avait besoin. Avec cette
folle idée, j'étais arrêté à chaque instant, forcé de courir incessamment d'un
livre à l'autre; et quelquefois, avant d'être à la dixième page de celui que je
voulais étudier, il m'eût fallu épuiser des bibliothèques. Cependant je
m'obstinai si bien à cette extravagante méthode, que j'y perdis un temps
infini, et faillis à me brouiller la tête au point de ne pouvoir plus ni rien
voir ni rien savoir. Heureusement je m'aperçus que j'enfilais une fausse route
qui m'égarait dans un labyrinthe immense, et j'en sortis avant d'y être tout à
fait perdu.”(7)
Es
una manera de leer que pierde al viajero en la niebla , que como como ella, es
un exceso de humedad, o sea una sobreabundancia. Me recuerda aquel exceso de
polvo que impedía ver y que con tanta gracia
cuenta Plutarco que se producía
en los palacios de Dionisio al haber tantos geómetras por allí grabando
triángulos y demostraciones geométricas por los suelos de tierra de los patios
y jardines.
En
esto, no hay nada más lejos de
querer decir que haya de insistirse en la instrumentalización del libro hasta el punto de que hagamos elogio de la eficacia y utilidad práctica del leer
. No coloquemos la lectura en el terreno
de la rentabilidad, “invirtiéndonos” en esta empresa para” rentabilizar”
nuestro capital de conocimientos y obtener un provecho, o mejor un beneficio, como buenos emprendedores de
nosotros mismos que quisiera la moralidad capitalista. Por esta vía es por
donde se ha encaminado la educación que elimina las humanidades en la enseñanza
a expensas de la enseñanza de cosas como la educación para la economía (
financiera) y otros monstruos. Al
contrario, nada es mejor que leer para nada . Es precisamente
el leer de las pocas cosas en las que se puede responder al porqué de
leer, un categórico y seguro “porque
si”, estando ciertos que la palabra es
lo que somos y por lo tanto, leer es una forma de ser humanos. Pero de esto
hablaré al final.
Es clásica la discusión sobre el leer y el oir,
o la palabra escrita y la hablada. Un hermanamiento de ambas se daba
antiguamente cuando - los escritos se daban al público leyendo, siendo lo habitual no la edición
sino la dicción. Entre los últimos en que
se procedían así se encuentra la forma en que Rousseau publicaba sus
Confesiones, por lectura pública en los
recintos semiprivados de salones de
Paris.(8) . Heródoto leía sus historias
en el ágora ateniense.
Incluso
Platón se ocupó de hacer intervenir a Sócrates,
que no escribía pero si leía mucho,
sobre el asunto de la diferencia entre la palabra hablada y la dada
en el escrito. Todos sus interlocutores,
como es habitual, caían en la cuenta de
que con lo escrito no se puede discutir sino que nos encontramos con un autor sordo que nunca nos escuchara ni rectificará lo dicho ni
siquiera en un punto. En efecto, lo
dicho ya está inmutablemente grabado en
la página y es ajeno a nuestras
preocupaciones o lo que tengamos que decir. Leer, sólo permitiría, pues, una
discusión hacia adentro, desdoblándonos en dos, como hablándonos a nuestra propia conciencia. En ese acto
podemos injuriar impunemente al escritor igual que siempre podemos insultarnos a nosotros mismos
sin medida. Podemos cerrarlo y silenciarlo, y al ser abierto de nuevo, el autor del libro dirá obstinadamente lo mismo. Pero esa
tenacidad se quiebra con la intervención de los intérpretes que pueden hacer diferentes lecturas. Los hay de
todo tipo y de todas clases. La historia del pensamiento de la humanidad es la
historia de la lucha de clases de intérpretes.
En
el temario obligado del asunto que tratamos no puede evitarse la perpetua y
descarada pregunta de qué libro me llevaría a una isla desierta. Obviemos que
es imposible la lectura en esas circunstancias porque no hay sabiduría si no se
comunica y porque si no hay otros, yo no
tendría identidad. Son los otros y su
opinión quienes construyen mi yo y mi proyecto, luego al no estar los otros no
estoy yo. Lacan lo dice brutalmente:
“El yo extrae su sustancia del tu que
se la otorga. No soy más que mi relación con otros”.
No
habiendo ningún ojo en cuyo cristal
pudiese verme, ¿que quedaría pues del leer para no conformarse consigo mismo si no hay un mí mismo? No hay que olvidar que Robinson,
era un penado, que fue castigado-con justicia o sin ella- pero
sentenciado, a la soledad en una isla.
Porque en efecto,
”il n´y a que le méchant qui soit seul,” (9)
o al menos, se le deja solo a uno por malo.
Robinson, como único libro, y para mayor
castigo de su soledad, no disponía más que de una Biblia en su isla y afortunadamente pudo encontrarse con otro ser humano al que, por cierto, - probablemente inspirado por aquellas lecturas- pronto hizo
su esclavo. Es otro de los efectos
perversos del Libro Único y Absoluto. Es
por eso por lo que una de las metáforas que mas
me placen de los libros es la de considerarlos como amigos. En efecto,
los libros no son objetos sino que se conversa con ellos. Un hombre es culto no
por el saber que acumula en su memoria sino por la sabiduría que puede expresar en su forma de vivir que ha
conseguido y debe agradecer de su
relación con los amigos. El hombre culto es el que sabe acompañarse y como
escoger sus compañeros entre los objetos, los hombres y los pensamientos del
presente o del pasado. Leer es acompañarse.
Pero
si he de cumplir con el tributo al lugar
común que impone decir algún autor, siendo la situación de una isla desierta un
simple recurso retorico para dar cuenta de preferencias y de tales excelencias
que pudiese el entretenimiento en su
lectura durar al menos el tiempo que Robinson estuvo en su isla, puedo decir
que me llevaría los Ensayos de Montaigne. Además a Heródoto y sus nueve libros de historias ;
o me complacería con una obra demodé y
bellísima como la Eneida teniendo el texto en latín junto a la traducción del
ecuatoriano Aurelio Espinosa Polit .Si
fabricase mi propio vino en una isla con viñas, leería , vaso en mano, a la
caída de las tardes, a Horacio . El me recordaría aquel universal:
“Vina liques,…..et spatio brevis spem
longam reseces , carpe diem, quam minima credula postero”
“sirve el vino…siendo breve el tiempo
recorta una larga esperanza, aprovecha el momento, da el menor crédito a lo que
ha de venir. (10)
, vertiéndome en la copa su gozo de vivir si es que los bosques, la
compañía de los animales y, el ruido de las olas en la orilla del mar inmenso,
“…caelum,
undique et undique pontus”,
“ el cielo, y olas y olas del mar” (11)
,
los vientos, el bellísimo color de las tormentas, y otras páginas parecidas que
se dan en todas las islas de náufragos,
no me lo hubieran ya concedido al ser leídas. La isla pronto se haría biblioteca donde practicaría- ¡ay sin compañeros de simposio!
-el ocioso juego de la erudición releyendo una vez más las Vidas de Diógenes
Laercio, o bien, ya en el colmo de la
inutilidad, recreándome con alevosía y premeditación, en su ausencia de finalidad practica o eficacia alguna, con Las noches áticas de Aulo Gelio.
A
pesar de todo, se hace necesario ejercer brevemente la misantropía aun pensando
en el próximo banquete y la isla puede ser un escenario ventajoso para la
concentración y la dedicación a leer. Uno de los ejercicios que aconsejo es el
de la retirada del ruido para esta dedicación, sabiendo que pronto se
traicionan los propósitos que se hayan puesto en una larga duración del retiro.
Que no haya ningún remordimiento, pues
leer, como voy diciendo, no es un sentimiento sino un cogito, un pensar, y todo cogito es plural, y quien lee siempre espera hablar a otros un
día.
En
esa isla, por lo tanto, o fuera de ella,
puesto que me he situado según
digo, en lo argumentativo y no en la realidad, practicaría la relectura en vez de la lectura. ¿Qué otra
cosa podría hacer si es de suponer que en una isla desierta las estancias deben
ser novelescamente largas? Pero no sería
solo por esta circunstancia de la falta de editores y librerías por lo que el
releer seria obligación, sino por la devoción misma a esa forma repetitiva de
renovar el placer. Es esta ,con certeza,
una actitud propia de la vejez y los mejores bagajes de esa edad son, en
verdad, la cultura y la lectura, pero sobre todo la relectura.( De
la agricultura ya hablaré en otra ocasión).
Se cuenta de Víctor Hugo cuando tuvo que realizar las entrevistas
previas que eran necesarias para su elección y entrada en la Academie
Francaise, mantuvo una conversación con el presidente de entonces, el
filósofo Pierre- Paul Royer–Collard, ya
muy anciano, ante quien hizo alarde de lo que había escrito. Monsieur, le
president, Royer-Collard, no conocía ninguno de aquellos libros, que por lo
tanto ya habían dado fama a Víctor Hugo: Notre Dame de Paris, Hernani,… de manera que éste, algo molesto le
dijo al académico que manifestaba tanta indiferencia sobre la actualidad
literaria, “¿pero es que vd. no lee?”. A lo que
el anciano presidente respondió
“Señor, a mi edad, no se lee, se relee”.
La
relectura no trata de conformismo resignado como podría parecer. Porque efectivamente todo está a favor de esa
apariencia cuando habla alguien cuyo proyecto de vida va quedando mermado hasta
porciones en la que la buscada o presunta utilidad de un libro ya es tan
reducida como breve el trayecto que se espera. No debe de ser así si volvemos a
aquel proposito de “no conformarse consigo mismo” del leer. En este caso, el
conservar intacto en el espíritu el lema “ve por el mundo, maravíllate”,
“extensio animo ad magna”, es la negación del conformismo. La relectura no
sería pues un estoicismo resignado de quien no quiere más recursos porque tenga
“plusquam viatici quam via”
“Mas provisiones que
camino” (12)
sino
otra forma de contemplar el mundo, “de
otro modo mejor, menos intenso” como se
proponía Gil de Biedma envejeciendo. Que no renuncie al asombro y la ingenuidad
de la contemplación, es otro modo de contemplación más difícil ya, pues se trata de asombrarse de aquello en que ya nadie ve posible ninguna sorpresa.
Es un sombrarse de mayor mérito por surgir cuando
ningún asombro parecería poder
nacer por el peso gravoso de lo rutinario cargando en las espaldas de
la edad. El asombro, pues, y
reiterado, y descubriendo lo posible en
lo que no se espera, sería un signo. El hermoso signo de que el inconformismo sigue asomando la cabeza
a la menor ocasión que se le presenta.
El signo de que se sigue siendo humano porque seguimos teniendo trato
más con lo posible que con lo real. Retornemos al inicio: lo que es, puede ser de otra manera puesto que siempre
hay otro libro, y del mismo libro otro
lector, y otra nueva lectura y otra relectura posible.
El que
no ha perdido aquel asombro continúa ejercitando toda su experiencia de
admiración siempre estrenada, y sabe mantener la ingenuidad. Es, ciertamente,
el ingenuo, que como nos dice la
etimología, es el nacido libre.
He
sido un constante lector desde que aprendí a leer, cosa de cuyo adiestramiento
ni me acuerdo porque no debió de serme
doloroso sino que debió venirme como un respirar mismo. Tampoco recuerdo
cuando empecé a jugar, por la misma razón.
Aunque entre los recuerdos
más agudos de mi vida está el volver de un país en donde había
residido más de diez años, para rehacer
mi vida nuevamente en mi patria trayéndome como único patrimonio una maleta de libros y una muda.
En el bolsillo no traje ni dinero suficiente para poder reunir el mínimo de
divisas que era aceptado en un
oficina bancaria para su cambio a pesetas que me permitiese
tomar el metro . Tuve que rogar a quien
me precedía en la cola de la ventanilla
de Change que me permitiese unir mi
reducida cantidad a la suya para hacer el cambio y conseguir unas veinte
pesetas. ¡Tal era mi patrimonio
después de diez años de trabajo! De todo el resto me había desprendido
salvo de los doce kilos de libros de la maleta y los seis o siete de
trapos.
Soy un permanente lector y buena parte de mi tiempo se dedica a leer o a frecuentar espacios y cosas en relación con
la lectura. Incluso cuando viajo por un país extranjero del que ignoro su
lengua, visito alguna librería que encuentro en el callejear y consulto los
libros que no entiendo por el placer de su compañía y la imaginación de su
contenido incomprensible. Las visitas a
librerías y bibliotecas deben de ser vistas por algunos espectadores, como algo
extravagante. Recuerdo que en una ocasión, visitando un pequeño pueblo, predominantemente turístico,
de Tenerife, entré en la biblioteca municipal para ver qué libros allí se ofrecían. Al cabo de
un rato de paseo entre los estantes y de ojear algunos ejemplares, me vino la bibliotecaria, muy enojada,
conminadome a marcharme, porque “esto no es un sitio para turistas sino una
biblioteca”. Pensé que, lamentablemente, el pueblo no gozaba de turistas
atraídos por la biblioteca sino por el sol y la playa, lo cual no era un honor excesivo para el pueblito. Pero no
dije nada y me marche obediente. También
recuerdo otro avatar en un gran librería de Helsinki en que , completamente despistado
por la lengua hube de acudir a un
empleado para que me señalase si tenían libros en inglés o francés .” ¿ Sobre
qué tema?” me preguntó, dándome esperanzas con
su pregunta .Le dije que de filosofía, y de inmediato me llevó a la
sección correspondiente. Mi sorpresa fue que en aquella sección supuestamente
filosófica, todo eran libros de autoayuda de los que deben de leer los que
acuden a lo llamado “coaching” o bien
los propios “coach” se alimentaban allí. Para el librero, aquello era
filosofía.
Un
amigo, Jordi Torrent me señala que este prurito actual de tomar por
filosofía las innumerables bobadas
editadas de la autoayuda, y el
“coaching” como una forma de vida filosófica y reflexiva, desde “ como tener éxito en la vida” , hasta
“ como hacer amigos”, o superar las depresiones” pasando por “como dejar de
decir si a todo”, tiene semejanzas intelectuales con la época helenística por
lo que tiene de considerar la reflexión y la filosofía como un medio de
salvación personal , un cerramiento sobre
la individualidad alejado de la
comunidad y sus preocupaciones públicas, ya defraudadas por los tiempos
inestables, y muerta la polis como forma en que podía desarrollarse la personalidad. Es una bastarda y desviada manera de
contemplar la nobleza de lo que es la filosofía como forma de vida en la que tanto insiste Pierre Hadot, por ejemplo.
Como
expresivo de este neo-helenismo, subraya agudamente mi amigo, se sitúa la corriente
en la que remaba Foucault , entendiendo
el esfuerzo intelectual filosófico ante todo como un “
souci de soi” y la parreshia como un
hablarse sinceramente a si mismo más que como un hablar franco en el ágora de
la época clásica. El estoicismo, el epicureísmo, tomaban el relevo en el
pensamiento dirigiendo su atención a una salvación personal. Excusando las enormes
y abismales distancias, la inspiración es la misma, buscar frente a las
turbulencias del tiempo, una serenidad interior. ¿Las causas sociales y políticas lo serian también?
Por
mi parte, reivindico mas bien la filosofía
“como forma de vida” a la manera en que el filósofo francés Pierre Hadot
la veía .La propuesta de Hadot no es completamente asimilable a la del “ souci
de soi” que contempla Foucault, y Hadot mismo lo señala. Foucault hace una descripción de ese “cuidado de si” en términos de diletancia
estética, como si se tratase de la construcción de uno mismo como de una bella
obra de arte individual. Hadot, le reprocha a Foucault que el “cuidado de si”
que efectivamente está presente en la filosofía antigua, tiene en cuenta que se
hace con vista a una “ vida buena” , a una “ eudonomia”, y por lo tanto no
puede estar ausente la consideración de lo que sea el “ Eu” de esa “eudonomia”. Para ello se
remite a Aristóteles – nada sospechoso de individualismo helenista- y su
concepción de la ética como forma de vida. ( el “ eu”, la buena vida en
Aristóteles no es nada que un individuo decida sobre si mismo según apetencias
alejadas de la Polis sino que es hay
que atender a lo que la doxa pública
dice). Por supuesto que nada hay más lejos de esta filosofía como forma de vida
que el coatching y sus aledaños de autoayuda. Hadot incluye en su entendimiento
de la filosofía antigua como forma de vida a Sócrates, Platón y Aristóteles y
no solo al estoicismo y el epicureísmo.
Precisamente, subraya que tanto la Academia como el Liceo no eran
centros de enseñanza donde se impartía teoría sino centros de convivencia y de
compartir vida porque la filosofía
implicaba esto. Vuelve a señalar, en la misma línea, que no es la del
helenismo, que la figura ejemplar de la filosofía antigua es un Socrates, es decir, alguien que no escribía ni
enseñaba, sino que hablaba por la calle
con amigos y se reunía y comía. La filosofa era una práctica vital como ese
comer, beber y hablar con amigos. Y señala, otra vez mas, que la filosofía
antigua adoptaba con frecuencia la forma
“dialogo” no como clase magistral donde se contemplasen ideas, sino donde se creaba y compartia
opinión, paseando y charlando, como si de otra actividad de la vida cotidiana
se tratase. Cuando Hadot dice que la
filosofía antigua era una forma de vida, no habla solo de un cuidado de
si. Eso es, efectivamente mas propio de
la filósofa antigua helenística, que
operaba a la manera de una salvación personal , pero no se limita a eso su concepto de filosofía antigua . Hador está diciendo que la filosofía no era
la construcción de un sistema sino una manera de mirar ingenuamente y con
asombro en torno de si mismo. Finalmente, dice además que la filosofía antigua,
es una actitud, una opción de vida y no un discurso. Es un comportamiento, una
manera de ver el mundo. Finalmente es una forma de vida porque exige
una ascesis de comportamiento, un desembarazarse de habitos y de maneras
establecida de ver las cosas. La filosofía, según Hadot, es un ejercicio de
vida mas consciente, más abierto a todo. Otro
“hadotiano” de la misma cuerda
seria H.D.Thoreau cuando dice eso de “vivir deliberadamente”, y Thoreau-
muy lejos del helenístico apartarse de las cosas públicas para perfeccionarse y
salvarse uno mismo- - lo paso muy mal por su compromiso político
de desobediente civil e impago de impuestos, además de saber cuándo era
necesario irse a los bosques.
La
verdadera lectura de acuerdo con lo que vamos diciendo desemboca no en cualquier forma de vida sino
en una forma de vida intelectualmente humilde. Ese empuje de asombro permanente
significa, si se mantiene y se sigue siendo lector maravillado, es decir
verdadero lector, que nos hemos
dado cuenta de que saber que los hombres
no pueden ser sabios es la mas
sabia de las reflexiones. Ssolo puede
llamarse sabio aquel que se da cuenta de
que no puede serlo como le ocurrió a Sócrates.
Pero
basta ya de hablar de filosofía y volvamos al leer aunque ya habrá entendido el
lector que mis preferencias en la lectura son las de la filosofía
Mi
padre poseía una magnifica biblioteca. Es quizás por la presencia de este
mueble de donde me viene el hábito y la afición. Entre los recuerdos de mi infancia siempre están presentes
habitaciones donde había libros y muebles con ellos expuestos .Siempre en alguna a de las salas, en todos los sitios
donde volvíamos a habitar , tras alguna mudanza, había una gran biblioteca que ocupaba una pared de arriba abajo. Lo más destacable de su
colección era la diversidad de temas que mostraba. Pero en aquella abundancia
podía comprobarse que las preocupaciones intelectuales de mi padre estaban en las
humanidades y esto lo hacía sin exceptuar casi ningún ámbito de la posible
lectura. En la antigüedad se le hubiera apelado un enklikios, y
hubiera estado a gusto con los
afinados cultos del renacimiento. Entre
sus libros los había de historia, de pensamiento político, de filosofía, de
derecho, de arte, de economía,
….Aún
conservo su espléndida edición en 8
volúmenes de Obras completas de Platón
y Aristóteles en la traducción de Patricio de Azcárate publicados por una editorial argentina, y los
dos tomos de Ab urbe Condita de Tito Livio y
las Vidas Paralelas de Plutarco editados por Joaqun Gil de Buenos Aires
en una preciosa y cuidada edición. Sabiendo que mi padre los había adquirido
lentamente sobe todo en años de
penuria, en tiempo de
formación, cuando no tenía dinero, aquella biblioteca son un tesoro de
esfuerzo y tesón. Para él sus libros eran una joya
y aún recuerdo la bronca que recibimos mi hermano y yo cuando siendo
pequeños deterioramos uno de los tomos de una edición
extraordinaria : la “Historia de los
musulmanes en España” de Dozy, que el poseía y leía entre sus favoritos y que
solo seria reeditada muchísimo mas tarde
en España, por los años 80. Tambien
tengo su Historia de España , en la edición de Espasa Calpe dirigida por
Menendez Pidal, o la Historia d e las Indias de Bartolome de las Casas. Poseía
libros de derecho romano que incuso me sirvieron en mis estudios, y una edición
de la recopilación de las Leyes de las Indias. En Economía multitud de libros de los clásicos de la
economía política. Casi todos ellos los he terminado leyendo y me sirvieron muchos para conocer a
pensadores a los que en mi época de estudiante nadie acudía directamente
como fuente sino solo a través de
fuentes secundarias. Asi , muy tempranamente
leí la “Ciudad de Dios” de San Agustín o el Carlos V de Karl Brandi y algún
libro de Historia económica de España
de Ramon Carande o al mismo Weber o Toynbee. Pero no se
limitaba a esas áreas porque también
descubrí y me reí con Hodehouse que era uno de los autores con los que
mi padre más reía. También se encontraban ahí libros de arte, lujosamente
ilustrados muy caros, sobre el arte gótico e incluyendo el clásico “Barroco , arte de la contrarreforma” de
Weisbach. Incluso estaba en aquella biblioteca el primer tomo del Testut de anatomía humana,
con sus admirables ilustraciones. No puedo acordarme de todos, pero casi todos
ellos me los leí. Las lagunas en su enciclopédico afán de saber no eran achacables a él sino a las limitaciones de la
edición y pensamiento en la España de
Franco. Asi era imposible encontrar el mas mínimo libro , ni si quiera
aludiendo , a ningún pensador marxista ni a otros muchos prohibidos entre los
innumerables autores que habían recibido esta calificación por la dictadura. Mi
padre habia comenzado su biblioteca en 1940, lo que ya es muy significativo de
lo que podía leerse y adquirirse en Espala como no depurado. Por otra parte
tenía los libros que oficialmente en aquella España filonazi eran considerados
de una altura especial como Spengler aunque hoy se ha verificado la
charlatanería insustancial de sus
invenciones. Que poseyese ese género de libros era muestra d e que estaba al
corriente de lo que se discutía y de lo que se hablaba entre intelectuales , si
es que quedó alguno en aquel rastrojó de la inteligencia que dejó Franco. No obstante no poseía libros que pudiesen
ser considerados como libros de propaganda del régimen. No recuerdo mas que uno
del fascista Raimundo Fernandez Cuesta,
que también lei para quedar convencido de la soberbia y superficialidad del
pensamiento oficial fascista y otro de un personaje despreciable por su
siniestra labor policial : Comin Colomer, sobre la masonería, : el libro ,más
pobre y estúpido que ha caído nunca en mis manos. Afortunadamente desapareció
pronto de la biblioteca un siniestro libro de propaganda franquista llamado ”La
persecución roja en España”. Libro cuya desaparición lamento pues sirve como modelo de lo
repugnante e indigna que alcanzaba a ser la propaganda de aquel régimen.
Pero
lo que más desvelaba la gran biblioteca de mi padre era su actitud. Un afán de
adquirir libros que venía dictado por un afán insaciable de saber a su vez originado en una
insatisfacción. Esto significaba que para mi padre el saber no era acumulación de
conocimientos de manera que pudiese decirse “ aquí me detengo, ya sé”, sino que
saber era una reflexión permanente que obligaba a un dialogo constante. Este
dialogo se hacía con las opiniones de otros, es decir con los libros. Los otros
son infinitos, y en los libros recaía
entonces en el mismo problema. Este problema
exigía la susceptibilidad y el
riesgo de poner en tela de juicio los juicios adquiridos y no dejar descansar
nunca a la reflexión, y por lo tanto
tampoco a la biblioteca. He de advertir que la biblioteca se detuvo
únicamente cuando las obligaciones laborales y familiares se hicieron tan
acuciantes que no permitían el ocio suficiente . Esto le ocurrio al final de su vida, cuando
se hizo muy precaria la situación
económica de la familia. Por eso recordaré
siempre su desencantado y pesimista
consejo: “lee y piensa y
compártelo con otros , ahora que puedes, que después, con la
madurez las circunstancias de vida podrán contigo y no tendrás más ocasión
ni fuerza ”. Le recuerdo leyendo, con un entusiasmo propio de estudiante, casi al final de su vida, que fue corta, pues
falleció a los 52 años , a Teillhard de
Chardin. Era un incansable y verdadero erudito que muy pocos pudieron
comprobar.
Esta
manía de leer, y de manera sobreabundante, la tengo desde muy joven y la
continué en mis estudios en la universidad donde encontré e hice amistad con un
grupo de compañeros que devoraban, como
yo, desmesuradamente, libros. No había asignatura cuya bibliografía, facilitada
por el profesor respectivo, no
estuviéramos en trance de agotar ni semana
que no pasase sin la lectura
de siete libros por lo menos. En aquel círculo nos encontró otro
compañero que portaba bajo el brazo un
libro, y de inmediato, nuestra manía hizo que se lo tomásemos para ver de qué trataba. Era una novela.
“¡Bah, novelas!” le dijimos. Devolviéndole de inmediato aquella literatura que
considerábamos digna del ocio pero no
del animal político y reflexionante.
Tenía yo entonces la inmoderación soberbia de querer hacer cálculos de los
libros que llevaba leídos. Como castigo a aquella arrogancia no diré cuántos eran ni lo diré ahora en que
esa cifra ha aumentado considerablemente, pero
en materia de libros las cosas no se pesan ni cuentan sino que se miden. A propósito de esto, recuerdo que un amigo visitó una vez mi casa
y al ver mi biblioteca quedó decepcionado y comentó “¡pero si apenas hay tomos gordos!” de manera que tuve que sacar , para
explicarle la circunstancia, la
edición de bolsillo de la Política de Aristóteles, que cabe en la
mano , diciendo: “Aquí están los ocho libros de la Política de Aristóteles”
Aquella inmodestia y error se me acabaron hace
tiempo y reconozco cuando me dirigí al librero de Helsinki- del que ya he
hablado- y le señale el tema
“filosofía”, lo hice, apocado y con vergüenza. Quizás por eso me dirigió a la
autoayuda, al verme tan necesitado y tímido, y no por ninguna concepción por su
parte de lo que filosofía hubiera de
ser.
(2). Hans Blumenberg “ Teoria del mundo d
ela vida”.- FCE.-Buenos Aires 2013
(3).Henry David Thoreau.- ¡Walden”.-Ed.Cátedra
.Maderid 2005.-pags 147,150,153)
(4).
Miguel de Cervantes.- “El Ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha”. Cap I, 10.
(5).B.Pascal.-Pensées.
(6). Petrarca.-“De remediiis utriusque
fortunae”,43
(7). J.J. Rousseau.- Les Confessions,.- livbre VI, pg
281.- GF Flammarion Paris2002. “Dije que había traído libros, y me servi de
ellos, pero de una manera menos adecuada
para instruirme que a abrumarme. La falsa idea quien tenía de las cosas
me persuadió de que para leer con
provecho un libro, era preciso poseer
todos los conocimientos que el libro suponía - lejos de pensar que el propio
autor ni siquiera los había leído él mismo y que solamente los ojearía a medida
que le fuera siendo necesario. Con esta loca idea, me detenía a cada ,momento
obligado a ir constantemente de un libro a otro, y a veces, antes de llegar a
la décima página del ultimo que quería estudiar, me estaba siendo necesario
agotar bibliotecas enteras. No obstante me obstiné tanto en aquel extravagante método que perdió un
tiempo infinito y estuve a punto de embarullarme tanto que llegaba a no ver
nada ni poder pensar. Afortunadamente, me di cuentas a tiempo de que me
encaminaba por un camino equivocado que me estaba perdiendo en un laberinto
inmenso y sali antes de perderme totalmente.
(8). Pero tampoco aquella lectura viva fue un éxito, pues provocaron,
como jean Jacques mismo dice. “un silencie gêné”. Esto sucedía en 1771, siendo bien pronto
prohibidas, probablemente por intervención de una de las perjudicadas Me.
D´Epinay por el trato de “cotilleo” que
se le daba en la obra y solo fueron publicadas, de manera póstuma en 1782,
cuatro años después de la muerte del autor.”.
( 9)-Diderot .“ Fils Naturel”.-Acto IV,
escena 3.
(10).Horacio.Odas I, 11
(11).Virgilio . Eneida.- Lib III, 193
(12) Seneca . Epistolae LXXVIII, 9
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