Los
desafíos del sorteo a la democracia, los desafíos de la democracia al sorteo*
The Challenges of Sortition to Democracy, the Challenges of Democracy to
Sortition
JOSÉ LUIS MORENO PESTAÑA**
Resumen: En este
artículo se estudian las contribuciones presentes en este monográfico. El texto
explica, primero, cómo el sorteo nace de otro modo de abordar la tradición en
historia de las ideas y las instituciones republicanas y democráticas. En segundo
lugar, el artículo muestra, siempre con este número de la revista como
referente, cómo el sorteo abre un nuevo campo de debates acerca de cómo
profundizar nuestras prácticas democráticas. Palabras clave: Sorteo,
democracia, filosofía política, sociología política.
1.
La reactivación de un elemento de la democracia
Aunque
al final del siglo XIX se conocieron exposiciones solventes del mecanismo del
sorteo en el mundo antiguo1, hubo que esperar a la segunda mitad del pasado
siglo para encontrarlo en los debates sobre la democracia. Fue fruto de varios
espacios de conocimiento y de actividad política. Por un lado, el desarrollo de
una historia de análisis de los procedimientos democráticos, lo cual supone
despegarse del culto a los grandes nombres de las humanidades y las letras. No
sólo en lo que respecta al mundo griego clásico, donde el sorteo no jugaba el
mismo papel en la democracia ateniense que en la de Siracusa2, sino también en
las repúblicas del final de la Edad Media. Ese conocimiento especializado, y es
un segundo paso, debe filtrarse a otros campos que trabajan sobre referencias
históricas. Pondré un ejemplo. Durante el I Congreso de la Red Española de
Filosofía, celebrado entre el 3 y el 5 de setiembre de 2014 en Valencia, y
dentro de un debate sobre la actualidad de Marx, alguien definió las dos líneas
concurrentes en el movimiento político del 15M (y del naciente partido Podemos)
como las que oponían Maquiavelo a Spinoza.
El
primero representaba, presuntamente, la conciencia estratégica mientras que el
segundo defendería los movimientos sociales y la potencia de la multitud. (De
hecho, Maquiavelo era alguien puesto de moda por el revival
gramsciano-populista de los fundadores de Podemos, mientras que Spinoza remitía
a la supuestamente más democrática corriente filosófica que encuentra sus galas
entre Louis Althusser y Antonio Negri). Cabría haber argüido refiriéndose a los
modelos políticos de ambos filósofos, sin duda interesantes para comprender
cómo materializaban sus ideas. El primero pensó en el sorteo para frenar el
apetito de los grandes —si seguimos a J. Mc Cormick— mientras que el segundo
admiraba los sistemas aristocráticos que lo empleaban (así la Corona de Aragón
o la serenísima República de Venecia) y propuso en su modelo aristocrático un
Consejo de Cónsules que convocase al Senado y preparase su agenda (en lo que se
perciben funciones del Consejo de los Quinientos en Atenas). El problema no
alude a defecto alguno de las personas que allí debatían, sino a un cierto modo
de socialización intelectual en la historia de las ideas, donde a estas se les
vacía del contexto y de los procedimientos que las encarnan. Maquiavelo y
Spinoza, mirados a través del sorteo, enseñan mucho acerca de cómo la cultura
republicana puede guarecerse de los apaños de los poderosos3. Lo mismo puede
decirse de espacios intelectuales que trascienden el comentario de los
clásicos.
Así, los debates sobre la democracia
deliberativa en donde emergió la figura de James Fishkin, cuya empresa
(intelectual y económica), nos enseña Julien Talpin, tanta relevancia tiene
para el uso del sorteo. Esa transmisión desde la historia de la institución del
sorteo a la filosofía y la sociología se ha acelerado en los últimos tiempos.
Estrellas de lo que Perry Anderson llamó el marxismo occidental, como Fredric
Jameson, recurren a Barbara Goodwin y su modelo radical de implementación del
sorteo, en su reciente manifiesto utópico4. La obra de Goodwin propone el
sorteo para asignar masivamente recursos. No sólo bienes escasos con exceso de
demanda, algo normal entre nosotros (por ejemplo, cuando se sortean viviendas
de protección oficial o candidatos a un tratamiento médico caro y escaso).
Goodwin, y Jameson la sigue, propone asignar masivamente por sorteo los
recursos económicos y los empleos. Se piense lo que se piense de tales
propuestas, no son las que se discutirán en este número, excepto en un aspecto:
el sorteo sirvió en la Atenas clásica para distribuir puestos políticos pero
también recursos económicos mediante los salarios que se le asociaban.
Enseguida me referiré a ello en esta presentación.
El vínculo del sorteo con el marxismo, en una
tradición cuyo referente democrático es la democracia de consejos, tiene
bastante de innovador5. Pese a lo cual, ya figuraba en la obra del helenista
Arthur Rosenberg (reivindicada por Antoni Domènech) y en la obra de Kojin
Karatani Transcritiques. On Kant and Marx (2003). A través de ella, la
identificación del sorteo con instituciones anticapitalistas despertó el
interés de Slavoj Zizek, quien en su reciente visita, en olor de multitudes, a
España ha defendido las loterocracias6. En fin, desde otras coordenadas
intelectuales y políticas el sorteo ha recibido igualmente atención. Erik Olin
Wright incorporó la discusión de la “democracia aleatoria” (inspirada en los
procedimientos deliberativos sorteados) dentro de su proyecto de una utopía
socialista ajena al capitalismo y al estatismo7. En fin, como ha señalado Gil
Delannoi, el sorteo no sirve solo a los defensores del igualitarismo político,
también a los liberales inclinados a utilizarlo para garantizar la
imparcialidad en los asuntos controvertidos8.
Pero
el sorteo no sólo se ha introducido en la literatura especializada, ya sea en
aquella, fundamental, para comprender su papel histórico en la tradición
democrática (o tal vez sea más preciso hablar de republicana), o en el
pensamiento democrático. Ha aparecido como recurso de la movilización
ciudadana. Durante las movilizaciones en la Plaza Sintagma de Atenas
recurrieron al mismo para distribuir el tiempo de palabra9. En España, y en un
proceso que comenzó también en la movilización ciudadana, ha acabado teniendo
un sitio modesto pero real en el debate político. En las elecciones
presidenciales francesas de 2017, el sorteo adquirió un papel de envergadura.
Por citar algunas propuestas, el presidente electo Emmanuel Macron prometió un
organismo sorteado que supervisase al presidente de la República, mientras que
Benoît Hamon (candidato del Partido Socialista Francés) llevaba en su programa la
introducción de ciudadanos sorteados en el Senado; en fin, Jean-Luc Mélenchon,
candidato a la izquierda de Hamon, proponía una Asamblea Constituyente donde se
participase por sorteo. Más radical, el partido político mexicano Morena
seleccionó, para ciertos puestos institucionales, candidatos por sorteo.
En
esas coordenadas se escribe nuestro monográfico. Porque “Sorteo y democracia”
contiene trabajos situados en la encrucijada de, al menos, tres grandes caminos.
Por un lado, reflexiones filosóficas acerca del lugar del sorteo en la teoría
de la democracia, por otro, una interrogación histórica sobre qué papel
desempeñó ayer y cuánto puede ello enseñarnos acerca de cuál asignarle hoy; en
fin, el presente especial de Daimon. Revista internacional de filosofía
contiene además análisis de los usos políticos del sorteo, de cómo éste sirve
para canalizar energías militantes por todo el mundo, con especial énfasis en
las importantes movilizaciones ciudadanas de la presente década.
Aunque
resulta importante aclarar algo. No se trata de que en este número los
artículos puedan ordenarse desde una de esas perspectivas, aunque cada autor
tienda a acentuar un ángulo determinado. No, lo importante de un número como
este es que obliga a cada uno de los participantes a movilizar saberes en los
tres planos. La razón es sencilla. El sorteo identificó prácticas republicanas
y democráticas en otras épocas; en la nuestra, su lugar no es inexistente y
tiende a extenderse —con rasgos que se dilucidarán aquí—, pero sigue
despertando desconfianza. Buena parte de ésta se apoya en un conocimiento
histórico muy pobre el cual, en bastantes situaciones, confunde el
razonamiento. En cualquier caso, sería ingenuo creer que basta con rescatar las
potencialidades democráticas del sorteo para que las incorporen nuestras
democracias. Cierto que tal empresa puede ser legítima. Algunos de los
dispositivos ayer respondían a preguntas
que aún son las nuestras. Para enfrentarse a ellas, a nuestras preguntas,
nunca estorba comprender que la práctica del sorteo permitió encarnar
institucionalmente ciertos ideales valiosos; estos, que aún celebramos, suelen
ser maltratados por los funcionamientos de nuestras democracias. Así, el sorteo
sigue ayudando a la democracia a profundizarse. Ahora bien, la interrogación no
circula en una única dirección. Yves Sintomer muestra en su trabajo la
diferencia entre el sorteo de la democracia ateniense y el utilizado, por
ejemplo, en los minipúblicos de deliberación, preguntándose cómo sería posible
imaginar un sorteo —como el del gobierno ático— que distribuya masivamente,
mediante participación y rotación rápida, competencias políticas a los
ciudadanos. Sintomer considera que, dado el tamaño de nuestras comunidades políticas
y los principios en los que se inspiran, el principio de gobernar y ser
gobernado no acompaña nuestros usos del sorteo y seguirá sin hacerlo si no
media un cambio radical en nuestro sistema político. Nuestras prácticas
democráticas también proponen interrogantes nuevos al sorteo. Hemos dejado de
identificar sin más, como explica Sebastián Linares, sorteo y democracia, algo
que puede derivarse de ciertas lecturas simplificadas del legado de la
filosofía antigua, señaladamente de Aristóteles. El sorteo y la elección deben
medirse alrededor de criterios que cualifican la calidad democrática de un
proceso de distribución política de funciones. Esos criterios, nos recuerda
Linares, incluyen la igualdad de trato entre los ciudadanos, la libertad de
elegir y el valor epistémico que resulte del proceso de selección.
Cuando comparamos elección y sorteo puede
concentrarse el análisis en uno solo de los planos, obviando otros: quien
atienda preferentemente a la igualdad de trato ensalzará las virtudes
democráticas del sorteo, y algo muy distinto sucederá si encara el problema
desde el punto de vista del resultado epistémico de la técnica democrática.
Incluso en ese punto, Dimitri Courant lo apunta, cabe el debate pues no está
nada claro si el sorteo selecciona a más incompetentes que la elección.
Resolvamos como sea tales debates, lo cierto es que debemos situar el sorteo
dentro de entornos culturales más amplios, para que podamos comprender su
papel. Sobre ello insistió con vigor la obra sobre la democracia antigua de
Cornelius Castoriadis10 e Yves Sintomer, en su artículo, precisa la cuestión en
un punto tan sensible como el de la articulación entre la cultura técnica y la
cultura política. Nuestra actividad cultural se desarrolla sobre dispositivos
técnicos, modos específicos de engarzar nuestros proyectos y el mundo, aunque
tales dispositivos no imponen tiránicamente un exclusivo sentido a nuestras
acciones11. Sintomer analiza el vínculo entre sorteo y democracia, situándolo
en un doble registro que tiene la originalidad de ser absolutamente congruente
con el pensamiento republicano de las democracias modernas. Primer registro, en
el plano de las ideas: una reivindicación de destacados revolucionarios
modernos (Sintomer convoca a Mirabeau y John Quincy Adams) fue lograr asambleas
parlamentarias que reprodujesen a la sociedad a la que representan. Tal deseo
de representación descriptiva no es un exclusivo criterio de democracia, pero
sí parece útil para combatir la reproducción endogámica del personal político.
Evidentemente, los representantes políticos actuales ofrecen un espejo muy
sesgado de sus sociedades, reclutándose la mayoría entre posiciones sociales
privilegiadas. Las instituciones sorteadas pueden servir de contrapeso a esa
tendencia, intrínsecamente oligárquica. El segundo registro vincula al sorteo
con una innovación técnica indisponible antes del siglo XIX: la noción de
muestra representativa. Esta se utiliza constantemente tanto por parte de los
institutos de sondeo como por los intentos de mejorar la calidad y la
pluralidad de la deliberación sorteando dispositivos de participación.
Lo importante de un trabajo como el de
Sintomer es que nos enseña a interrogar al sorteo desde nuestros principios
políticos y desde las posibilidades que hoy tenemos. Los desafíos que nuestra
democracia lanza al sorteo no son para arrumbarlo entre antiguallas
periclitadas; son para incentivar nuevas conexiones entre el uso del azar y los
ideales democráticos. Pero antes de aclarar qué pueda ser nuevo, importa y
mucho enterarnos de qué pasó ayer. La lectura del mundo clásico, y de su
recurso al sorteo, encuentra dos importantí- simas aportaciones en el presente
monográfico. Una de Liliane López-Rabatel, quien lo aborda desde un ángulo, el
de la arqueología, con evidentes paralelos con el de Sintomer, pues ambos nos
ayudan a pensar la articulación entre culturas técnicas y políticas, en el caso
de López-Rabatel descubriendo rasgos esenciales de la Atenas democrática. Tras
realizar un preciso estado de la cuestión acerca de las fuentes de las que
disponemos, López-Rabatel nos enseña algo que las fuentes literarias, tan
comunes en las humanidades y las ciencias sociales, no son capaces de captar
sobre aquella democracia. Un régimen político dedicado a la distribución
renovada —y por ello constante— de cargos públicos no nos ha legado una
arquitectura específica —quitando la Pnyx, lugar donde se reunía la asamblea
del pueblo de Atenas—, aunque sí algo más modesto pero lleno de significado: un
mobiliario. Los instrumentos técnicos para realizar el sorteo incluyen las
máquinas y las fichas de identificación con las que los ciudadanos eran
distribuidos en su trabajo de renovación de las instituciones. El legado
técnico de aquella cultura democrática nos muestra una manera específica de
habitar el mundo, en la que el mobiliario de la democracia, sobre el que se
sostenían los rituales cívicos de sorteo de cargos, llevaba unido un imaginario
político y lazos de sociabilidad muy particulares: el de una ciudad que se
integraba por medio de la responsabilización política masiva.
Ese
imaginario es central para comprender las posibilidades contemporáneas del
sorteo. Como explica Sintomer, las empresas de investigación y los gobiernos
utilizan constantemente instrumentos para sondear la opinión ciudadana;
semejante recurso al azar podría generalizar espacios tendentes a promover la
participación política. Para pasar de una a otra utilización la técnica no
basta: deben intervenir ideas sobre la democracia y políticas que la encarnen.
La otra historiadora que contribuye a este
número se concentra en el sorteo en Roma. Virginie Hollard nos ayuda también a
pensar los complejos encajes entre el sorteo y la cultura oligárquica de la
república romana. Hollard nos recuerda la clásica distinción entre igualdad
aritmética —que reparte a todos por igual— y geométrica —que distribuye según
los méritos de cada uno— y nos señala que una interpretación aristocrática de
la última sostenía las prácticas políticas en Roma. Este trabajo contribuye a
conocer un momento esencial de los conflictos sociales en Roma. En un artículo
clásico, Ilsetraut Hadot ilustró la estrecha vinculación de las políticas
igualitarias de los Gracos con una parte de la escuela estoica (representada
por Antípatro de Tarso y Blosio de Cumas), frente a otra parte (ligada a
Panecio) tendente a legitimar la aristocracia12. Tales compromisos, fundados en
el rechazo de la propiedad privada por el primer estoicismo, no se limitaron a
Roma, sino que tuvieron efecto en los conflictos sociales de la mismísima
Esparta, donde el rey Cleómenes —seguramente inspirado por el estoico Esfero—
se enfrentó a la aristocracia de su ciudad-estado. Los conflictos en Roma, tal
y como los describe Ilsetraut Hadot, se concentran alrededor del reparto de la
tierra. Hollard nos explica que los Gracos pensaron también en la
democratización política, específicamente introduciendo el sorteo para
transformar la selección de centurias para el voto. Por tanto, la igualdad
social iba acompañada de medidas políticas democratizadoras, en las que el
sorteo resultaba una apuesta política estratégica. El proyecto llegaría hasta
César y, por tanto, su fracaso no cabe atribuirlo en exclusiva a la derrota de
los Gracos. Roma siempre mantuvo la tendencia igualadora del sorteo dentro de los
límites de las clases altas y nunca equiparó en dignidad política a estas con
el pueblo. La visión elitista de la igualdad geométrica restringía pues los
efectos políticos más igualitarios del sorteo.
Un
salto enorme en el tiempo nos enfrentará de nuevo a los litigios acerca de
técnica y participación política, ahora vinculados a la gestión de la carrera
científica. Gérard Mauger presenta una polémica acerca de la cualificación de
los representantes del Centre National de la Recherche Scientifique. En ella,
Mauger concede razón a cada uno de los contendientes: Natalie Heinich
criticando la intromisión del capital político si se recurre a elecciones y
Christian Topalov rechazando el recurso a la nominación de los representantes
por parte de unas elites supuestamente monopolizadoras de la competencia
epistémica.
Mauger
propone reconocer los criterios científicos, eliminando la manipulación
facciosa en la elección de representantes, pero sin encomendar la elección a la
cúpula administrativa. Para lo cual propone un sistema combinando sorteo y
elección y que se inspira en los periodos republicanos de la Florencia de los
siglos XIV y XV. Se recurre entonces al sorteo para resolver, en el caso de las
ciencias sociales, dilemas comunes a todos los regímenes de expertos y a su
legitimidad. Su ejemplo conecta con problemas subrayados por Dimitri Courant en
su contribución a propósito de prácticas de designación: la elección
(cuestionada por Heinich) o la nominación por una autoridad (rechazada por
Topalov), se convierten en objeto de posiciones encontradas porque se sospecha
de la calidad de las certificaciones, sobre las cuales se legitima la autoridad
tecnocrática. El debate recogido por Mauger se inscribe dentro de la
desconfianza en ciertas utilizaciones de la autoridad de la ciencia, una de las
causas estructurales que Yves Sintomer identificó como causantes de nuestro
renovado interés por las potencialidades políticas del sorteo13.
3.
El sorteo y las lecturas intelectuales de la democracia
Los
imaginarios culturales se precisan en relatos intelectuales acerca de la
democracia, de su historia y de las posibilidades presentes. Nuestro
monográfico introduce dos lecturas específicas acerca de cómo el sorteo nos
revela bastante sobre las ideologías intelectuales sobre la democracia. Dos
contribuciones abordan los relatos sobre la democracia desde una perspectiva de
sociología del conocimiento. En uno, José Luis Bellón se concentra en el
helenismo español durante el franquismo y la transición a la democracia mientras
que en el otro Francisco Vázquez interroga a un filósofo de inspiración
marxista en los años de la democracia.
Antonio
Tovar —falangista acérrimo en la primera hora del franquismo y luego disidente—
y Francisco Rodríguez Adrados elaboraron estudios sobre la cultura del siglo V
a. C. Ambos son ejemplo de la mistificación del siglo de Pericles, lo cual fue
la norma hasta los años 70 del siglo XX. Tovar escribió un estudio sobre
Sócrates donde sorteo y misthos (salarios públicos que permiten la participación
política) identifican en la democracia una pareja letal: la irracionalidad que
desconoce virtud y conocimiento, y la entrega del poder a los menesterosos.
Rodríguez
Adrados, discípulo de Tovar, incide en ambas dimensiones aunque subrayando la
capacidad del caudillo democrático Pericles para contener los excesos radicales
de la chusma. No es imposible encontrar homologías entre el Sócrates patriota,
crítico del edificio democrático, y la ideología del maestro; tampoco entre la
ideología del discípulo y la defensa de una democracia compensada por la
moderación de un poder fuerte. Es lo que Bellón sugiere identificando los
referentes políticos de ambos helenistas. A subrayar es que ambos recuerden la
conexión entre misthos y sorteo, es decir, entre retribuciones económicas y
participación política, entre integración social y estímulo del ejercicio
activo de la ciudadanía. Y resulta interesante porque es algo sobre lo que no
se entretiene cierta literatura estándar sobre el sorteo, que analiza la débil
respuesta ciudadana a los dispositivos sorteados; recordar el componente
económico que tuvieron en Atenas no está de más y tal vez ayude a pensar nuevas
dimensiones para volver viable el sorteo en nuestro tiempo.
Tales dimensiones estuvieron presentes ya en
el experimento ateniense, lo que, inspirándose en la obra del Arthur Rosenberg,
un helenista del periodo de Weimar, subraya Antoni Domènech. Puede leerse en el
artículo que le consagra Francisco Vázquez, un minucioso estudio de las fuentes
clásicas presentes en Domènech, primero atraído por el marxismo analítico para
posteriormente trabajar desde un pensamiento republicano y socialista.
Rosenberg identificó la revolución de Efialtes en el 461 a. C con la toma del
poder por el proletariado ateniense14. El salario y el sorteo permitieron el
autogobierno 14
El capítulo que dedica a analizar la
revolución de Efialtes en 461 se titula exactamente así: “El proletariado toma
el poder”. Rosenberg, A. (2006): Democracia y lucha de clases en la Antigüedad,
Barcelona, El Viejo Topo, p. 85. Kojin Karantani ha defendido una formulación
aún más radical que ha encontrado una recepción entre las estrellas actuales
del marxismo occidental, particularmente Slavoj Zizek. Karatani considera que
la elección define la dictadura de la burguesía, mientras que con el sorteo se
impondría, al modo de la antigua Atenas, la dictadura del proletariado. La
referencia al sorteo del filósofo japonés aparece tras una discusión sobre las
relaciones entre Marx y el anarquismo, en la que paradójicamente no aparece la
cuestión de los salarios ligados a la socialización política. Pese a lo cual,
Karatani analiza con inteligencia el papel de control que el sorteo en Atenas
jugaba respecto del aparato de Estado, impidiendo la escisión, siempre
criticada por el Marx más libertario, entre sociedad civil y sociedad política.
Tras ese análisis, viene su efectivo de los
trabajadores atenienses y para Domènech15 será un ejemplo de la posibilidad de
un modelo democrático de masas alternativo a la razón moderna. Esta presenta
las preferencias de los agentes políticos como algo dado e inmutable; en
contraste el mundo griego considera preferencias capaces, tras el debate con
los demás (pero también consigo mismo), de remodelarse reflexivamente. La
visión “socialista” del mundo antiguo —perceptible también en la mirada crítica
del falangista Tovar— ayuda a Domènech a criticar los republicanismos
descuidados respecto de las condiciones sociales de la deliberación y la
participación política.
Es
el modelo, extendidísimo en el mainstream filosófico, de la Grecia dibujada por
Hannah Arendt. Apoyada sobre la errónea percepción de Jacob Burckhardt, Arendt
nos describe a ciudadanos que deliberan por estar despreocupados del trabajo.
Domènech, por el contrario, considera que la democracia ateniense concilió el
autogobierno con la participación de las clases populares16. Además, Domènech
moviliza el sorteo para pensar los supuestos antropológicos en los que se
apoyan las modernas teorías de la elección social. El sorteo en Atenas impedía
la creación de coaliciones para obtener un determinado bien público. De ese
modo se evitaba la congelación sectaria de las diferencias entre los ciudadanos
y se impulsaba el debate acerca de las preferencias de cada uno. En fin, como
enfatiza Vázquez, fue la lectura de la democracia antigua la que permitió a
Domènech en las dos décadas finales del siglo XX, mantener la conexión entre el
ideario socialista y la democracia deliberativa, batiéndose tanto con quienes
separaban trabajo y acción política (Arendt pero también Habermas) como con el
postmodernismo, al que identificó con el nihilismo oligárquico de los sofistas
Calicles y Trasímaco.
4.
Un espacio de debate sobre los méritos de sorteo y elección
La
democracia ateniense, y el lugar que se le asigne al sorteo en la misma, sirve
para singularizar empresas intelectuales en el campo del helenismo y la
filosofía contemporánea. El debate entre el sorteo y la elección puede
convertirse por derecho propio en centro de debate, refiriéndolo a su lugar en nuestras
democracias. El texto de Yves Sintomer concluye categóricamente en ese punto y
procede recordarlo. Existe una necesidad, central en la democracia ateniense, a
la que el sorteo no puede responder hoy de la misma manera. Entonces la
combinación de sorteo y rotación permitía gobernar y ser gobernado por turnos,
introduciendo la política en el centro de la cotidianeidad, hasta producir un
mobiliario específico para la democracia que nos describió Liliane
López-Rabatel. En el presente no podemos aspirar a reproducir aquel modelo y
debemos conformarnos con recuperar otras virtudes del sorteo. La cuestión de
las actualizaciones queda abierta. Pueden incluir, lo señala Sebastián Linares,
la diversidad cognitiva subrayada por Hélène Landemore en un artículo de
referencia. Las personas que participan en tales organismos no han sido
formateadas por el cursus honorum que exige la entrada en el campo político y
la consecución de un puesto de salida en el disparadero electoral. Para una
buena decisión política, las competencias pueden ser igual de fundamentales que
la capacidad de reclutar sensibilidades y perspectivas complejas.
Concediéndole
ese valor al sorteo, Linares insiste mucho en su incapacidad de garantizar, en
ocasiones, competencias que permitan decisiones solventes. Del mismo modo, el
sorteo impide el control de los representantes, quienes, ya sea por oportunismo
o convicción, tienden, en la lucha por el voto, a alinearse con las posiciones
de sus representados. Linares apuesta por un sorteo que complemente y corrija
la elección, aportándole una perspectiva amplia y políticamente amateur de la
que no debe prescindir ninguna democracia digna de ese nombre. Ahora bien, el
lector encontrará en su aportación más reservas que las que nos presenta
Dimitri Courant. Este considera que el sorteo actualiza tres criterios
centrales en la democracia: la igualdad (en la elección de representantes o,
cuando se ajusta al modelo ateniense, magistrados)17, la imparcialidad —que
persiste en la institución de nuestros jurados— y la representatividad, siempre
que el sorteo ofrezca un número de seleccionados lo suficientemente amplio.
Courant
responde de modo distinto a una tesis presente en Sebastián Linares. Primero,
no considera que la elección tenga ventaja epistémica alguna sobre el sorteo,
ya que este puede producir asambleas más competentes que aquella18. Mérito
específico del texto de Courant es el de ampliar el radio de comparación del
sorteo, no limitándose a la elección, sino también a la nominación (o
cooptación) o a la certificación (que garantiza un saber). La asamblea
sorteada, lejos de arriesgarse a la incompetencia, permite la formación de
ciudadanos que deliberan con conocimiento de causa. Courant ilustra su artículo
con referencias a su investigación del Consejo Superior de la Función Militar,
un organismo del Ministerio de Defensa francés que recurre al sorteo; lo cual
nos permite comprender bien hasta qué punto valores del sorteo son necesarios
—en esa institución militar, pero también en otros lugares— para evitar el
faccionalismo o la arrogancia del representante. En fin, Courant recoge una
preocupación presente en el artículo de Linares, la de que los dispositivos
sorteados generen una nueva elite de ciudadanos entrenados en la deliberación.
Para evitarlo podríamos incrementar la obligatoriedad de participar en los
organismos sorteados, pues la opción de reclutar solo a voluntarios concede
primacía a los excesivamente motivados —otra posibilidad, menos compulsiva, es
la de un sorteo de todo el cuerpo político que solo a posteriori exige la
aceptación. Asumiendo la verdad de la tesis de Sintomer (el objetivo del
autogobierno por turnos según el modelo ateniense es imposible), la propuesta
de Dimitri Courant ayuda a enriquecer el debate respecto a cómo incrementar la
incorporación de ciudadanos a la participación política. Depende de la
obligatoriedad o no de la participación, de la extensión de los dispositivos y
de algo que apareció en los estudios de José Luis Bellón y Francisco Vázquez:
de cómo se vincula la participación política con la redistribución económica.
Arthur
Rosenberg, sin duda, sobreactuaba retóricamente cuando identificaba la
democracia ateniense con el gobierno proletario —aunque la tesis se encuentra
ya en Aristóteles, refiriéndola específicamente al gobierno de los pobres—.
Tuvo sin duda el mérito —como Tovar/Adrados o Domènech— de situar el problema
de los salarios en el centro del dispositivo de participación antiguo. ¿Podemos
pensar en la participación política como instancia de redistribución económica
masiva, incluso como elemento de inclusión social? Mucho debería cambiar
nuestra idea de integración económica y social por medio del trabajo. 5. El
sorteo y las prácticas políticas Tal cuestión, qué cabe hacer hoy con el sorteo
y cómo leer su historia, ocupa dos artículos dedicados a Bernard Manin, autor
que con Los principios del gobierno representativo propuso una importante
contribución acerca de la distancia de nuestros modernos regímenes respecto de
la democracia antigua. La obra de Manin tuvo no solo efectos académicos,
también políticos incluyendo en estos tanto institucionales como militantes.
Sobre los primeros se centra la aportación de Francisco Carballo, que estudia
la intervención de Manin en una sesión del parlamento francés. Carballo propone
un análisis sociológico de las reacciones al discurso de Manin quien concede al
sorteo un lugar, bien que muy limitado, en la reforma de nuestras democracias.
El sorteo no solo extraña a los defensores más ortodoxos del statu quo; también
y muy señaladamente a quienes alcanzaron, a izquierda o derecha, su posición
tras un cursus honorum militante. Carballo teoriza el problema a partir de las
aportaciones de Pierre Bourdieu y Daniel Gaxie: el sorteo, concluye, elimina la
posibilidad de planificar estratégicamente el acceso a las retribuciones
militantes, lo que sin duda tiene algo que enseñarnos respecto de las
resistencias que levanta. La aportación de Jorge Costa, a la que me referiré
enseguida, incide también en tal dirección.
De
la recepción de Manin se ocupa el artículo de Samuel Hayat, en este caso entre
los militantes favorables al sorteo. Bernard Manin, se nos explica, se inscribe
en una tradición francesa donde la influencia de Montesquieu o Rousseau
—quienes dedicaron páginas elogiosas al sorteo—, el interés por la política
antigua o la poca fuerza de las teorías más empresariales de la democracia,
crearon un propicio caldo de cultivo para un libro como el suyo. A pesar de
Manin, los partidarios del sorteo comenzaron a apropiarse de su obra como si
fuese un aliado. Pueden encontrarse homologías entre la nebulosa —entre
militante y ligada a empresas de participación local— que reivindica el sorteo
y la referencia a un instrumento de la democracia antigua, completamente
marginado en la moderna: ambos se encuentran fuera del campo político. Y éste,
lo demuestran acontecimientos como el referéndum sobre la Constitución europea
de 2005, no ha cesado de desacreditarse: ¿cómo no dirigir la mirada a Los
principios del gobierno representativo, donde se demuestra de manera solvente
que otra definición de la democracia fue posible y estable?
Al
margen ya de Bernard Manin y su recepción, Julien Talpin estudia un registro
básico del presente político del sorteo, ligado este a otro nombre propio.
James Fishkin se inscribió, primero, dentro de los debates sobre democracia y deliberación
que concentraron a la filosofía política durante los años ochenta del siglo XX
(y a los que también responde, lo recuerdo, la obra de Antoni Domènech
estudiada por Francisco Vázquez). Mientras en una primera oleada —los nombres
de Jürgen Habermas y Jon Elster pueden simbolizarla— la cuestión fue cómo la
deliberación permite buenas decisiones, Fishkin inaugura y se encabalga sobre
el deseo de concreción institucional de la deliberación.
Los
minipúblicos sorteados se convierten tanto en objeto de estudio en ciencia
política como en apuesta participativa de las administraciones,
fundamentalmente las de nivel local o regional. Buena parte de la eclosión de
estudios sobre el sorteo, fundamentalmente con el comie Los desafíos del sorteo
a la democracia, los desafíos de la democracia al sorteo 19 menudo, recurriendo
a organismos sorteados contra los movimientos sociales. Frente a dicha
recuperación del sorteo para la docilización popular, Talpin invita a un uso
agonístico del sorteo, instrumentalizado por los propios movimientos sociales e
integrándolo en dinámicas de autocorrección del aristocratismo militante. 6. El
sorteo en el ciclo político español En el paso del movimiento del 15-M a
Podemos, el sorteo ocupó un lugar en el ciclo político de debate, tal y como
explican Ramón E. Feenstra y Jorge Costa. Las dos contribuciones sitúan el
sorteo en una intersección entre el espacio militante y ciudadano, las empresas
que pelean por capitalizar la participación y la legitimidad académica. Solo
analíticamente cabe distinguir tales esferas pues a menudo se encuentran
ocupadas por individuos multiposicionales19 que son a la vez empresarios
morales de una causa, empresarios políticos de una organización y empresarios
de sus propios objetivos económicos.
Sin tener claro lo cual, nos despistamos mucho
hacia la presente configuración del campo político. Uno de los efectos mayores
del neoliberalismo, con su privatización masiva de los servicios públicos, fue
exigir que el capitalista —por ejemplo de la participación o, en otro plano, de
los servicios sociales— tuviera que disfrazarse de militante o que el militante
encontrase, gracias a su información y sus redes de contactos un camino posible
para convertirse en capitalista. Siempre existieron lo que Daniel Gaxie describió
como retribuciones militantes, pero puede que ahora aprovechen amplios nichos
de mercado ligados a los otrora servicios públicos. Ramón Feenstra reconstruye
el debate sobre el sorteo en Podemos y aclara los paradigmas políticos desde
los que, muchas veces sin advertirlo (o quizá sin explicitarlo), se articuló su
rechazo: es el paradigma de Benjamin Constant, según el cual la libertad de los
modernos consiste en ocuparse de los propios asuntos. Tales fueron parte de los
argumentos de los dirigentes de Podemos y sus mentores intelectuales; los otros
proceden de la visión de la democracia promovida por Joseph Schumpeter:
democracia consiste en técnicas electorales de selección de aristocracias. La
aportación de Feenstra propone una virtuosa articulación de descripción
política y de explicitación teórica. Fraguado en una experiencia protagonizada
en primera persona, Jorge Costa nos ofrece un estudio, tal vez pionero, sobre
los intentos de introducir mecanismos de sorteo en uno de los ayuntamientos
españoles donde Podemos y sus alianzas alcanzaron el poder. Como el artículo
anterior, el de Costa introduce una potente reflexión —en la que se combinan
análisis sociológico y teoría política normativa— para explicar los implícitos
que dieron sentido a su experiencia. Entre lo mucho relevante de su trabajo
quizá cabe recalcar un aspecto: el cambiante valor simbólico del sorteo
dependiendo de la trayectoria política de los agentes que lo contemplan como
posibilidad. La perspectiva de Costa conecta con buena parte del utillaje
intelectual movilizado por Carballo en su análisis. 19 Boltanski, L. (1973):
“L’espace multipositionnel. Multiplicité des positions institutionnelles et
habitus de classe”, Revue française de sociologie, 1, pp. 3-26. 20 José Luis
Moreno Pestaña
Referencias
Boltanski, Luc (1973): “L’espace
multipositionnel. Multiplicité des positions institutionnelles et habitus de
classe”, Revue française de sociologie, 1, pp. 3-26. Bourdieu, Pierre (2016):
Sociologie générale volume 2. Cours au Collège de France 1983- 1986, París,
Seuil. Casals Bergés, Quintín (2012): “Proceso electoral y prosopografía de los
diputados de las Cortes extraordinarias de Cádiz (1810-1813)”, Revista de
historia constitucional, nº 13, pp. 193-231. Collectif Lieux Communs (2011): Le
mouvement grec pour la démocratie directe. Le “mouvement de places” 2011 dans
la crise mondiale. Première partie,
https://collectiflieuxcommuns.fr/IMG/pdf/MouvementGrecDemocratieDierctPremierePartie.pdf,
consultado el 22/06/2017. Delannoi, Gil (2010): Le retour du tirage au sort en
politique, París, Fondapol. Domènech, Antoni (2004): El eclipse de la
fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista, Barcelona,
Crítica. Domínguez, Atilano (1979): “Libertad y democracia en la filosofía política
de Spinoza”, Revista de estudios políticos, nº 11, pp. 131-156. Domènech,
Antoni (2017): “¿Qué hace democrática a una república? Una reflexión sobre el
origen de la democracia y algunos malentendidos”, Cuba posible,
https://cubaposible. com/que-hace-democratica-una-republica/, consultado el
23/06/2017. Dowlen, Oliver (2008): The Political Potential of Sortition. A
Study of the Random Selection of Citizen for Public Office, Exeter, Imprint
Academy. Goodwin, Barbara (1984): “Justice and the lottery”, Political studies,
nº 32, pp. 190-202. Hadot, I. (1970): “Tradition stoïcienne et idées politiques
au temps des Gracques”, Revue d’Études Latines, nº 48, pp. 137-179. Headlam,
James Wycliffe (1891): Election by lot at Athens, Londres, Cambridge University
Press. Karatani, Kojin (2001): Transcritique. On Kant and Marx, Cambridge,
Mass, The MIT Press, Lorenci, Miguel (2017): “Zizek, un torbellino filosófico”,
La Verdad, 30/06/2017, http://
www.laverdad.es/sociedad/zizek-torbellino-filosofico-20170630014949-ntvo.html,
consultado el 23/07/2017. Luccardie, Paul (2014): Democratic Extremism in
Theory and Practice. All Power to the People, Nueva York, Routledge. Manin,
Bernard (1995): Principes du gouvernement représentatif, París, Champs. Mc
Cormick, John (2011): Machiavellian Democracy, Cambridge, Mass, Cambridge
University Press. Meiksins Wood, Ellen (2015): Peasant-citizen and Slave. The
Foundations of Athenian Democracy, Londres, Verso, Edición Kindle. Moreno
Pestaña, José Luis (2014): “Pericles en París”, Pensamiento. Revista de
Investigación e Información Filosófica, [S.l.], v. 70, n. 262, p. 99-119.
Moreno Pestaña, José Luis (2017): “Foucault, Castoriadis, Rancière y la
democracia antigua: ¿qué cabe aprender para una filosofía del sorteo en
política?”, Imago crítica, nº 6, 2017, pp. 81-96. Los desafíos del sorteo a la
democracia, los desafíos de la democracia al sorteo 21 Daimon. Revista
Internacional de Filosofía, nº 72, 2017 Ober, Josiah (2017): L’enigme grecque,
París, La Découverte. Polo Blanco, Regina (2012): “Los Reyes Católicos y la
insaculación en Castilla”, Studia historica. Historia Medieval, vol. 17, pp.
137-199. Rancière, Jacques (2017): En quel temps vivons-nous? Conversation avec
Eric Hazan, París, La fabrique éditions. Rosenberg, Arthur (2006): Democracia y
lucha de clases en la Antigüedad, Barcelona, El Viejo Topo. San Martín Sala,
Javier (1999): Teoría de la cultura, Madrid, Síntesis. Sintomer, Yves (2011):
Petite histoire de l’expérimentation démocratique. Tirage au sort et politique
d’Athènes à nos jours, París, La Découverte. Wright, Erik Olin (2014):
Construyendo utopías reales, Madrid, Akal. Zizek, Slavoj (2004): “The parallax
view”, New Left Review, nº 25, pp. 121-134.
Fecha de recepción:
31/08/2017. Fecha de aceptación: 20/09/2017. * Texto escrito en el marco del
proyecto de I+D: “La recepción de la Filosofía grecorromana en la Filosofía y
las Ciencias Humanas en Francia y España desde 1980 hasta la actualidad”
(FFI2014-53792-R). Quiero agradecer a Francisco Manuel Carballo Rodríguez,
Jorge Costa Delgado, Liliane López-Rabatel, Julio Martínez-Cava Aguilar e Yves
Sintomer la lectura y sugerencias para esta presentación. ** Profesor de
Filosofía en la Universidad de Cádiz. Email: joseluis.moreno@uca.es. Investiga
y publica sobre sociología de la filosofía y filosofía política. Sus dos
últimos libros son La norma de la filosofía. La configuración del patrón
filosófico español tras la Guerra Civil (Biblioteca Nueva, 2013) y La cara
oscura del capital erótico. Capitalización del cuerpo y trastornos alimentarios
(Akal, 2016). 1 El libro de James Wycliffe Headlam Election by lot at Athens,
publicado por Cambridge University Press, es de 1891. 2
La de Siracusa fue una democracia bastante más controlada por los demagogos,
precisamente debido a la carencia de la Boulé o Consejo sorteado. Véanse las
consideraciones en Ober, J. (2017): L’énigme grecque, París, La Découverte. 3
Mc Cormick, J. (2011): Machiavellian Democracy, Cambridge, Mass, Cambridge
University Press, pp. 104- 105. Yves Sintomer me señala los problemas de la
tesis, acerca del pensamiento de Maquiavelo, contenida en esta obra. Quede
constancia de mi agradecimiento. En cualquier caso, la tendencia a separar la
historia de las ideas de la historia de las instituciones sigue volviendo
pertinente el ejemplo. 4 Jameson no se extiende sobre la cuestión, simplemente
afirma que el sorteo sirve para eliminar las rapiñas de bienes y puestos que
permiten las coaliciones de clase. Jameson remite al mundo griego pero su
modelo, en el cual se distribuyen los empleos, hubiera encontrado difícil
acogida en Atenas. De momento, contradice el relato legitimador del sorteo que
construye Protágoras en el diálogo platónico homónimo. Los hombres son iguales
en capacidades políticas, pero nunca en cualificaciones técnicas ya que
adquirir una o algunas de ellas impide adquirir otras. Véase Jameson, F.
(2017): An American Utopia. Dual Power and the Universal Army,
Londres, Verso. El modelo de Barbara Goodwin (incluido en su libro de 1992
Justice by lottery) incluye la distribución aleatoria de opciones vitales (así,
empleos para los que los individuos deberían formarse) una decena de veces a lo
largo de una vida. Tal utopía podría pensarse como una suerte de experimento
con una función específica: una sociedad por sorteo ayuda a ver cuánto se debe,
en nuestras sociedades, a beneficios injustos de quienes acceden sistemáticamente
a ciertos privilegios. El sorteo tiene algo de hipótesis sociológica radical:
cómo sería una sociedad si en las distribuciones estadísticas de los individuos
no funcionasen poderes no explícitos; el mérito podría seguir funcionando pues
este podría servir para definir un censo de personas competentes para entrar en
el sorteo. Véase la reflexión sobre la diferencia entre las distribuciones
estadísticas constatadas (fuertemente desigualitarias) y las distribuciones
estadísticas teóricas (que se obtendrían si determinadas variables no
distribuyeran discriminatoriamente a los individuos) en Bourdieu, P. (2016):
Sociologie générale. Volume 2. Cours au Collège de France 1983- 1986, París,
Seuil, pp. 691-692. 5 La democracia de consejos admite diferentes modelos, en
la mayoría de los cuales debido a la fusión de órganos ejecutivos y
legislativos faltan los controles y contrapesos que introducen las cámaras
sorteadas. En Atenas, los poderes de organismos sorteados ayudaron a controlar
las derivas demagógicas de las asambleas. En cualquier caso, una democracia de
consejos acaba dando lugar, casi inevitablemente, a una aristocracia de hecho.
Véase sobre las diferencias entre democracia de consejos y democracia por
sorteo Luccardie, P. (2014): Democratic Extremism in Theory and Practice. All
Power to the People, Nueva York, Routledge, pp. 85-87. 6 Véase Lorenci, M.
(2017): “Zizek, un torbellino filosófico”, La Verdad, 30/06/2017,
http://www.laverdad.es/
sociedad/zizek-torbellino-filosofico-20170630014949-ntvo.html, consultado el
23/07/2017. Véase la lectura de Zizek de la obra, luego incorporada con matices
en varias obras posteriores, en Zizek, S. (2004): “The parallax view”, New Left
Review, nº 25. 7 Véase el capítulo VI de su obra (original de 2010)
Construyendo utopías reales, Madrid, Akal, 2014. 8 Delannoi, G. (2010): Le
retour du tirage au sort en politique, París, Fondapol, pp. 33-34. La creación
de un espacio público no faccioso no es exclusivamente liberal, aunque hoy sea
un elemento distintivo de lo mejor de esa tradición. De hecho, de la rica y
compleja historia de la insaculación en las Coronas de Aragón y de Castilla
parece derivarse una cierta lógica antifacciosa —normalmente antinobiliaria— en
su utilización a nivel municipal. Solo el sorteo permitió a los reyes de Aragón
o a los Reyes Católicos controlar la manipula- ción nobiliaria de
las elecciones. El sorteo es el garante de un espacio público relativamente
independiente, allí donde existen muy poderosos capaces —y tendentes— a
manipular los procesos electorales. Véase el detallado estudio de Polo Blanco,
R. (2012): “Los Reyes Católicos y la insaculación en Castilla”, Studia
historica. Historia Medieval, vol. 17, pp. 137-199. 9 Véase Collectif Lieux
Communs (2011): Le mouvement grec pour la démocratie directe. Le “mouvement de
places” 2011 dans la crise mondiale. Première partie, p. 37,
https://collectiflieuxcommuns.fr/IMG/pdf/
MouvementGrecDemocratieDierctPremierePartie.pdf, consultado el 22/06/2017.
10
Puede leerse al respecto Moreno Pestaña, J. L. (2017): “Foucault, Castoriadis,
Rancière y la democracia antigua: ¿qué cabe aprender para una filosofía del
sorteo en política?”, Imago crítica, nº 6, 2017, pp. 81-96. 11 Véase las consideraciones
de San Martín Sala, J. (1999): Teoría de la cultura, Madrid, Síntesis, pp.
199-216. 12
Hadot, I. (1970): “Tradition stoïcienne et idées politiques au temps des
Gracques”, Revue d’Études Latines, nº 48. 13 Sintomer, Y. (2011): Petite
histoire de l’expérimentation démocratique. Tirage au sort et politique
d’Athènes à nos jours, París, La Découverte, pp. 21-22. 14
El capítulo que dedica a analizar la revolución de Efialtes en 461 se titula
exactamente así: “El proletariado toma el poder”. Rosenberg, A. (2006):
Democracia y lucha de clases en la Antigüedad, Barcelona, El Viejo Topo, p. 85.
Kojin Karantani ha defendido una formulación aún más radical que ha encontrado
una recepción entre las estrellas actuales del marxismo occidental,
particularmente Slavoj Zizek. Karatani considera que la elección define la
dictadura de la burguesía, mientras que con el sorteo se impondría, al modo de
la antigua Atenas, la dictadura del proletariado. La referencia al sorteo del
filósofo japonés aparece tras una discusión sobre las relaciones entre Marx y
el anarquismo, en la que paradójicamente no aparece la cuestión de los salarios
ligados a la socialización política. Pese a lo cual, Karatani analiza con
inteligencia el papel de control que el sorteo en Atenas jugaba respecto del
aparato de Estado, impidiendo la escisión, siempre criticada por el Marx más
libertario, entre sociedad civil y sociedad política. Tras ese análisis, viene
su propuesta
actual: Karatani defiende el uso del sorteo para los puestos más importantes, y
no para aquellos como el jurado que sean susceptibles de ser asumidos por todos
los ciudadanos. Para lo cual propone un sistema de elección de ternas de
candidatos para seleccionar el elegido por sorteo. El objetivo, entre
psicoanalítico y anarquista, es evitar la arrogancia del poder, algo que el
azar eliminaría, tanto por sus efectos en la conciencia del elegido (podrían
ser otros los seleccionados…) como por la imposibilidad de programar las
carreras políticas. Se da la paradoja que de este modo se reivindica un sistema
análogo al de las elecciones premodernas. La selección de ternas y el sorteo
fueron característicos de la elección de los diputados a las Cortes de Cádiz en
1812, algo que dichas Cortes abolirían por sus residuos premodernos. En fin,
como explicó Yves Sintomer, a través de su lectura de Hegel, este tipo de elección
contradice la idea moderna de que el Estado requiere cualidades que trascienden
las competencias de particulares; lo cual restringiría el sorteo a jurados
donde solo se trata de decir si algo sucedió o no. Véase el capítulo IV de
Karatani, K. (2001): Transcritique. On Kant and Marx, Cambridge, Mass, The MIT
Press. Véase Sintomer, Y. (2011): Petite histoire de l’expérimentation
démocratique. Tirage au sort et politique d’Athènes à nos jours, París, La
Découverte, pp. 120-124. 15 En un artículo reciente Domènech señala cuál fue la
rareza de Atenas: la de utilizar los impuestos para formar a los ciudadanos,
tanto para las representaciones dramáticas como, cabría añadir, para la
participación política. Domènech, A. (2017): “¿Qué hace democrática a una
república? Una reflexión sobre el origen de la democracia y algunos
malentendidos”, Cuba posible,
https://cubaposible.com/que-hace-democratica-una-republica/, consultado el
23/06/2017. 16 Véase la definitiva crítica de Ellen Meiksins Wood, en un libro
de 1988. Meiksins Wood, E. (2015): Peasantcitizen and Slave. The Foundations of
Athenian Democracy, Londres, Verso, Edición Kindle. Pese a su enorme simpatía
por el pensamiento de Hannah Arendt, Cornelius Castoriadis planteó en sus
cursos sobre Grecia críticas similares. Véase Moreno Pestaña, J. L. (2014):
“Pericles en París”, Pensamiento. Revista de Investigación e Información
Filosófica, [S.l.], v. 70, n. 262, p. 99-119, 17 Cornelius
Castoriadis insiste en esa diferencia: el magistrado, comisionado para una
función, es revocable, por lo que ha hecho o por cómo lo haya hecho, en todo
momento y nada tiene que ver con el representante político moderno. Véase
Castoriadis, C. (2008): La cité et les lois. Ce qui fait la Grèce, 2.
Séminaires 1983-1984. La création humaine III, París, Seuil, p. 93. Sobre la
cuestión de la representación, recomiendo la lectura de las clarificadoras
páginas que Antoni Domènech dedica a la relación entre aquel que encarga una
tarea (fideicomitente) a otro individuo (fideicomiso). Precisando en el
problema del representante político, cuando se piensa desde una perspectiva
republicana, aquel que encarga la tarea puede exigir cuentas al fideicomiso.
Tal desarrollo aclara bien la idea de por qué un magistrado puede ser un agente
para una tarea pero no un representante en el sentido moderno del término.
Este, como aclaró Bernard Manin, se basa en un principio de distinción que
presume en el representante competencias de las que carece el representado.
Véase Domènech, A. (2004): El eclipse de la fraternidad. Una revisión
republicana de la tradición socialista, Barcelona, Crítica, pp. 198-207 y
Manin, B. (1995): Principes du gouvernement représentatif, París, Champs, pp.
125-170. 18
La atribución de un privilegio epistémico al voto tiene, además de razones,
profundas raíces religiosas. Savonarola, en los debates de la segunda república
de Florencia a final del siglo XV, se oponía al sorteo porque evitaba el juicio
moral del individuo y la iluminación divina; a lo cual quedaba abierto el voto.
Dowlen, O. (2008): The Political Potential of Sortition. A Study of the Random
Selection of Citizen for Public Office, Exeter, Imprint Academy. Esta dimensión
debe integrarse en otra más amplia y que la recubre: la tendencia a preferir
procedimientos racionales —que parecen ser conducidos por la inteligencia
humana— aun cuando de ellos no salga nada racional. La obra clásica es Elster,
J. (1999): Juicios salomónicos. Las limitaciones de la racionalidad como
principio de decisión, Barcelona, Gedisa. 19 Boltanski, L. (1973):
“L’espace multipositionnel. Multiplicité des positions institutionnelles et
habitus de classe”, Revue française de sociologie, 1, pp. 3-26.
RevISTA Daimon 2017 nº 72
No hay comentarios:
Publicar un comentario