Borja Barragué Calvo (*)
1. INTRODUCCIÓN
La obra de Maquiavelo es, en buena medida, una obra controvertida,
tal es la cantidad de interpretaciones que ha recibido. A menudo se cita la
frase de Francis Bacon: “Mucho debemos a Maquiavelo y a otros como él que
escribieron sobre lo que los hombres hacen y no sobre lo que deberían hacer”.
Aunque la visión de Maquiavelo como pensador inmoral sea la que haya quedado
establecida, y de ahí que el adjetivo “maquiavélico” sea popularmente tomado
por sinónimo de “diabólico”, parece que, al menos entre quienes conocen su
obra, ha sido plenamente superada: Maquiavelo describía lo que pasaba. El ser,
no el deber ser.
Sin embargo, un elemento básico del pensamiento del florentino, sin
el cual podría pasar por simplemente
cínico, es su patriotismo. Maquiavelo contempla con preocupación y aflicción
cómo españoles y franceses batallan por el territorio italiano, y por ello
titula el último capítulo de El
Príncipe “Exhortación para hacerse con Italia y liberarla
de las manos de los bárbaros”. Pero el patriotismo de Maquiavelo no se entiende
si no se vincula a su concepción de la forma de gobierno más apropiada para la
nación italiana2. Y es que si bien el florentino debe en gran medida su
popularidad al libro El príncipe, lo cierto es que no se puede hablar de algo así como “los dos
Maquiavelos”, uno
realista y otro más bien utópico, sino que aquel se integra en la
estructura general de los Discursos sobre la
primera década de Tito Livio (Martínez
Arancón, 1996). Mientras que aquel es típicamente un libro de consejos para los
gobernantes o “Espejos para los príncipes”, éstos se ocupan de la constitución,
ordenamiento, aumento y conservación de las repúblicas, que para el florentino
era la forma de gobierno más perfecta y menos injusta, sobre todo cuando todo el
pueblo está representado en los organismos más altos. Y como en todas las
repúblicas están de un lado los poderosos y del otro el pueblo, y para que no
queden dudas acerca de en qué manos estaría mejor colocada su vigilancia,
Maquiavelo afirma que los mejores guardianes de la libertad en la república van
a ser siempre “los que tienen menos deseos de usurparla”, pues la avidez de
libertad del pueblo no viene dada por un deseo de dominar, sino de no ser
dominado, preparando así el camino, dentro de la tradición revolucionaria
europea, para la justificación de la revuelta popular.
El documento se divide en tres secciones. Primero y a modo de contextualización
se establece una distinción entre, por un lado, el republicanismo clásico como
tradición de pensamiento extraordinariamente diversa y de difusos contornos y,
por otro, el neo-republicanismo como recuperación de algunos conceptos
republicanos para la formación de una nueva ideología. Posteriormente se
discute el carácter emancipador que el concepto de libertad tuvo en la
tradición
republicana, y el descubrimiento de un “tercer” concepto de libertad
por el neorepublicanismo historiográfico de la Escuela de Cambridge. En tercer
lugar, se discute la consideración de Maquiavelo como figura de la emancipación
y, por último, se exponen algunas conclusiones.
2. ¿REPUBLICANISMO O REPUBLICANISMOS?
2De forma casi preliminar, creo que conviene hacer una aclaración
sobre los diversos significados del término “republicanismo”. En primer lugar, republicanismo
es sinónimo de crítica y alternativa a la democracia clásica. En segundo
término, en su noción más extendida y familiar a nuestra intuición de su significado,
se presenta como forma de gobierno contrapuesta a la monarquía. Los orígenes de
esta connotación antimonárquica del republicanismo se encuentran enla Roma clásica, de donde procede la voz res publica, y desde
entonces el republicanismo se viene entendiendo como sinónimo de oposición a la
monarquía.
Republicanismo es también, en el contexto del renacimiento de la
democracia en el siglo XVIII, oposición a la monarquía, pero también protección
frente a los peligros de la tiranía de la mayoría. En este sentido,
republicanismo es sinónimo de oposición a la tradición populista, entendiendo
por ésta la que “aclama la participación democrática del como una de las más
elevadas formas del bien, y quea menudo da una pátina lírica, en vena comunitarista, a la
deseabilidad de la sociedad prieta y homogénea que supuestamente presupone la
participación popular” (Philp, 1996). Por último, con el término republicanismo
también nos referimos a una teoría política crítica con las tendencias
oligárquicas de las democracias liberales contemporáneas, que se articula desde
la recuperación de la importancia del concepto de ciudadanía de las repúblicas
antiguas.
Aclarados los diversos significados que puede adoptar el término republicanismo,
una segunda complicación conceptual se deriva del hecho de que la tradición
republicana se compone de un conjunto de ideas que distan de ser sistemáticas o
coherentes, de lo que resulta una corriente filosófica tan heterogénea que
quizá no merezca el nombre de tradición, ni se pueda hablar propiamente de republicanismo,
sino de republicanismos.
Pero, con esas diferencias y con todo, existe de hecho un núcleo de
ideas compartidas por todos los autores que tradicionalmente se han venido
incluyendo en la corriente de pensamiento republicana. En primer lugar, la
doctrina republicana insiste en que ningún sistema político puede ser legítimo
o conveniente si excluye la participación del pueblo en su gobierno: un buen
ciudadano es aquel que participa en el autogobierno colectivo y que posee como
atributo la virtud cívica, entendiendo por ésta la “predisposición a procurar
el bien de todos en los asuntos públicos” (Dahl, 1992). En segundo lugar,
comparten una defensa similar del valor de la igualdad. Para los republicanos
una cierta igualdad es importante en diferentes esferas de la vida de los
ciudadanos: ante la ley, por ejemplo, y por la ausencia de toda relación de
dependencia, pero también una cierta igualdad no sólo política sino también
social, que sirva para contener las rivalidades entre facciones.
Y en tercer lugar, un “sentido general” de la libertad como lo
contrario a la esclavitud. En suma, el concepto que el republicanismo maneja de
ciudadanía equivale a libertad como estatus y como intensa participación
política. Aquí el republicanismo abandona la “neutralidad” axiológica liberal,
si es que existe tal cosa, pero no necesariamente ha de deslizarse por ello por
la resbaladiza pendiente del perfeccionismo. Tan sólo cierto neo-republicanismo
–o republicanismo contemporáneo- que hace de la participación política un
presupuesto de la libertad personal corre el riesgo de deslizarse por esa
pendiente. Pero, ya que se hamencionado, conviene aclarar aquí qué entiendo por
“neo-republicanismo” (Rivero, 2005).
Hasta comienzos de los años sesenta se venía considerando
unánimemente que la revolución americana era la obra más acabada del
liberalismo político, y no sólo por las concomitancias más o menos evidentes
entre lo sostenido por John Locke en el Segundo
tratado sobre el gobierno civil y lo dispuesto
por los revolucionarios americanos en la Declaración
de Independencia, sino porque la imagen contemporánea de Estados
Unidos, donde se supone que priman el individualismo, la codicia y el capitalismo
más feroz, encajaba a la perfección en el estereotipo liberal. Sin embargo, en
esos años comienzan a aparecer trabajos donde se discute la influencia de la
ideología liberal en la revolución americana, y en los que se ofrecen por primera
vez interpretaciones de la misma en clave republicana a través del uso de conceptos
tradicionalmente propios de tal tradición como la corrupción, la igualdad y la
virtud cívica.
Continuando en este mismo campo de la historia de las ideas, a partir
de los años sesenta del siglo pasado del siglo pasado comenzó a obrarse un
cambio –cuyo punto culminante es, seguramente, el libro de J. G. A. Pocock, The Machiavellian Moment,
publicado en 1975- en el prisma con que los historiadores de las ideas venían
contemplando la revolución americana, y por el que pasó a considerarse que la
ideología política que le sirvió de base no fue el liberalismo, sino una
tradición de pensamiento muy anterior y que llamaremos republicanismo. En el
mencionado trabajo Pocock sostiene, entre otras muchas cosas, que “la
Revolución y la Constitución americana de alguna manera representan el último
acto del libro del Renacimiento cívico y que las ideas de la tradición del
humanismo cívico –la mezcla entre pensamiento aristotélico y maquiavélico
respecto del zôon politiconproporcionan una clave importante para comprender las paradojas de
las tensiones modernas” (Pocock, 1975).
Así, el republicanismo comenzó a ganar espacio académico como una
tradición de pensamiento importante en la historia política, cuyo
origen se encuentra en la república romana y que, tras su renacimiento en las
ciudades libres italianas, inspiró más tarde las revoluciones inglesa y
americana.
Pero siquiera comenzó como una discusión historiográfica, el republicanismo
pronto encontró en la historia del pensamiento político las herramientas con
que elaborar una teoría normativa que se presenta explícitamente a sí misma
como alternativa al liberalismo contemporáneo. Y si antes hacíamos alusión a la
importancia que el “momento maquiaveliano” de Pocock tuvo en el cambio de
perspectiva operado en la academia y de acuerdo con el cual, a partir de su
publicación, se viene considerando que es la tradición republicana y no la
liberal sobre la que se asientan las bases ideológicas de la revolución
americana, aquí es Q. Skinner en su libro Liberty
before Liberalism, de 1998, quien da el paso definitivo de la historiografía
a la teoría política normativa, al trazar una crítica de la concepción liberal-hobbesiana
de la libertad que se fundamenta y rescata enfoques alternativos anteriores y
presuntamente ocultados a partir de la concepción diseñada en los escritos
políticos de T. Hobbes. A partir de entonces, Skinner afirma la existencia de
un “tercer” concepto de libertad anterior al liberalismo, silenciado por
elliberalismo y su insistencia en que sólo existen dos nociones de libertad, la
negativa y la positiva (Skinner, 2005).
En definitiva, como afirma Rivero, siguiendo a T. Rodgers (1992),
“republicanismo es la etiqueta con la que la historiografía americana
denominó la ideología que sustentaba la revolución que dio lugar a la fundación
de los Estados Unidos y […] neo-republicanismo […] el proyecto ideológico
promovido, principalmente, por Philip Pettit” (Rivero, 2005).
3. EL REPUBLICANISMO COMO TRADICIÓN DE PENSAMIENTO EMANCIPADORA: LA IMPORTANCIA
DE LA LIBERTAD EN LA TRADICIÓN REPUBLICANA
De acuerdo con los republicanos, el principal problema de la
filosofía política sobre la que se fundamentan las democracias occidentales
–esto es, el liberalismo es su magro compromiso con el ideal de libertad
negativa3. Los teóricos del republicanismo frecuentemente defienden la
promoción de otros valores en principio ajenos a la tradición liberal, tales
como el activismo cívico, el autogobierno y la participación ciudadana en los
asuntos políticos de la comunidad. Si queremos que la comunidad y la virtud
cívica vuelvan a ocupar el lugar que merecen en la filosofía política, nos
dicen los republicanos, hemos de ser capacesde mirar más allá del concepto negativo de libertad.
Dado que aquí se impone tratar cuestiones relativas a la lucha por laemancipación, es muy dudoso que la tradición republicana hiciera de
la libertad su motivo central, sino que más bien parece que su tematización
está subordinada a otros intereses como, por ejemplo, el de promover las
condiciones para que la igualdad de la ciudadanía y de los grupos en que se
integran sean reales y efectivas.Al limitar el alcance de la discusión presente, centrada en torno al
carácter emancipador del republicanismo, al tema de la libertad, se impone
advertir que la libertas de la tradición republicana tenía una connotación más positiva de lo
que en ocasiones han sugerido algunos de los principales autores de la llamada
Escuela de Cambridge4.
3
Y es que la libertas de la tradición republicana ha tenido históricamente un sentido
positivo, alejado de la libertad negativa como ausencia de interferencia que tanto
interesa a Berlin (Millar, 2002). Un “sentido” que en Del contrato social desarrolla
ampliamente Jean-Jaques Rousseau, al que la mayoría de sus intérpretes consideran
el precursor de las llamadas teorías positivas de la libertad. Éstas, elaboradas
sobre la base de las ideas del auto-gobierno y el auto-control, tienden a otorgar
prioridad a la idea de autogobierno colectivo o social y, desde esta perspectiva,
son frecuentemente contrapuestas a las teorías negativas, para las cuales lo
verdaderamente relevante en lo que hace a la libertad política es que los individuos
tengan la posibilidad de elegir entre distintas opciones en completa ausencia
de interferencias externas.
Esta concepción radicalmente republicana de la libertad, presente en
Rousseau y también Maquiavelo, hay que situarla dentro de una
determinada comprensión de la naturaleza humana según la cual el hombre es, en
expresión de Aristóteles, un animal social y político (zoôn politikon)5. La
tradición republicana clásica considera que la corrupción se inicia con la
exclusión de la participación, y en un contexto de exclusión es más factible
que surjan comportamientosparticularistas y vinculados a la defensa de
intereses meramente privados como fuente de decadencia cívica.
Esta preocupación por conectar a los ciudadanos con sus gobernantes a
través de la participación está presente en figuras de la emancipación
pertenecientes a la tradición republicana como Thomas Paine o James
Harrington, así como en Maquiavelo. En la obra del florentino, que recoge lo
mejor de la tradición republicana, el vivere
civile e libero está vinculado a la ausencia de corrupción –mal
político por excelencia para el republicanismo-, siendo así además que el mejor
remedio para evitarla consiste precisamente en el ejercicio de la participación
ciudadana: la participación en lo público resulta útil porque enseña a los ciudadanos
el profundo vínculo que une al bien común y la libertad con la defensa apropiada
de los intereses personales de cada uno, ya que es sirviendo al bien público
como mejor se defienden los intereses privados (Del Águila y Chaparro,2006).
El concepto de libertad de Maquiavelo, como el de la tradición
republicana que sigue tan de cerca, no es exclusivamente negativo, como en
ocasiones parece pretender Skinner, sino que requiere la participación activa y
virtuosa de los ciudadanos en el bien común, lo que sólo se da en la
repúblicas, como medio a cuyo través garantizar la independencia personal
frente a interferencias. Y es justamente en este punto donde confluyen la
definición de emancipación que ofrece la Real Academia Española (RAE) y la
noción típicamente republicana de libertad: la libertad como no-dominación, y
emanciparse como liberarse de cualquier clase de subordinación o dependencia6.
4. MAQUIAVELO COMO FIGURA DE LA EMANCIPACIÓN, O LA LIBERTAS
REPUBLICANA COMO AUTONOMÍA
A pesar de que Maquiavelo es, según se decía más arriba, fiel
seguidor de la tradición republicana romana, hay en su obra, a los efectos que
aquí nos ocupan, dos novedades importantes. Una es que Maquiavelo piensa, en
discrepancia con toda la tradición humanista que venía considerando, sobre la
base de las consideraciones de Aristóteles, que lograr evitar las divisiones
internas era una condición del ejercicio de la virtud cívica, que el conflicto
funciona como creador de sujetos virtuosos los cuales, debatiendo en los foros
de la república sobre
asuntos relativos a la ciudad, logran evitar que el interés público
se privatice,quedando en manos de unos pocos el destino de toda la comunidad.
El florentino pone como ejemplo que “los tumultos entre los nobles y la plebe
[fueron] la causa de la libertad de Roma” (Maquiavelo, 1987). Otra es que, como
más o menos se desprende de algunas de las afirmaciones hasta ahora expuestas,
el pueblo es caracterizado en términos más positivos de lo que era costumbre en
la tradición republicana. Mientras que para Francesco Guicciardini,
contemporáneo de Maquiavelo, “quien dice pueblo dice, en verdad, animal necio,
lleno de mil errores y de mil confusiones, sin gusto, sin complacencia y sin
estabilidad”, para Maquiavelo hay que poner como garantes de la libertad, es
decir, como “guardianes de una cosa, a los que tienen menos deseo de
usurparla”, pues “observando los
propósitos de los nobles y de los plebeyos, veremos en aquellos un
gran deseo de dominar, y en éstos tan sólo el deseo de no ser dominados, y por
consiguiente mayor voluntad de vivir libres, teniendo menos poder que los
grandes para usurpar la libertad”.
En resumen, Maquiavelo es un fiel heredero y representante de la
tradición republicana. También, en el que seguramente es su libro más conocido,
de su realismo político. Pero hay en él un tratamiento menos conflictual del
problema de las facciones así como una consideración más positiva del elemento
popular.
Refiriéndose a la clasificación de R. Dahl que distingue entre
republicanos conservadores y radicales, A. Rivero sostiene que “este
republicanismo radical o popular tendrá en Nicolás Maquiavelo […] su más famoso
representante” (Rivero, 1998). Sin embargo, esta participación en el gobierno
serviría de poco si el pueblo no estuviera mínimamente familiarizado con los
valores cívicos, por lo que si los ciudadanos quieren mantener el Estado y su
propio estado libres de la amenaza de la corrupción y desean, por consiguiente,
alcanzar un vivere civile e libero, es importante que cultiven y refinen la virtú ciudadana.
1. El republicanismo se compone de un conjunto de ideas que distan de
ser sistemáticas o coherentes, de lo que resulta una corriente filosófica tan
heterogénea que quizá no se pueda hablar en puridad de republicanismo, sino de republicanismos.
2. A pesar de que es muy dudoso que la tradición republicana hiciera
de la libertad su motivo central, la libertas
del republicanismo clásico ha tenido
históricamente un sentido positivo alejado tanto de la libertad como no
interferencia que interesara a Berlin como del “tercer” concepto de libertad
recientemente redescubierto por el neo-republicano Skinner.
3. Si bien Maquiavelo sigue impecablemente buena parte de la
tradición republicana, hay en su obra una novedad que es la que nos permite: en
primer lugar, observar críticamente la metodología insuficientemente
contextualista de la Escuela de Cambridge así como su estrecha concepción
neo-republicana de la libertad; y, en fin, hablar de Maquiavelo como de una
figura de la emancipación.
BIBLIOGRAFÍA
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de libertad y otros escritos, trad. cast. Ángel Rivero,
Madrid, Alianza Editorial.
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sus críticos, trad. cast. Leandro Wolfson, Barcelona,
Paidós.
Del Águila, R. y
Chaparro, S. (2006):” El ciudadano republicano de Maquiavelo”,
Claves
de Razón Práctica, No. 165, pp. 10-18.
Guicciardini, F. (2008):
Historia de Florencia, 1378-1509, México (DF), Fondo de
Cultura Económica.
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sobre la primera década de Tito Livio, Madrid, Alianza
Editorial.
Martínez Arancón, A.
(1996): “Introducción”, en Maquiavelo, Discursos sobre la
primera
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Millar, F. (2002): The
Roman Republic in Political Thought, Brandeis University Press,
Londres.
Philp, M. (1996):
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Order”, Democratization,
Vol. 3, No. 4.
Pocock, J. G. A. (1975):
El momento maquiavélico. El pensamiento político florentino y la
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Rawls, J. (1993): Political
Liberalism, Nueva York, Columbia University Press.
Rivero, A. (1998): “El
discurso republicano”, en La democracia en sus textos, Madrid,
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Rivero, A. (2005):
“Republicanismo y neo-republicanismo”, ISEGORÍA/33, pp. 5-
17.
Rodgers, T. (1992):
“Republicanism: the Career of a Concept”, The Journal of
American
History, Vol. 79, No. 1, junio, pp. 11-38.
Skinner, Q. (2005): “La
libertad de las repúblicas: ¿un tercer concepto de libertad?”,
trad. A. Rivero, ISEGORÍA/33,
pp. 19-49.
Wood, E. M. (2010):
“Hobbes y el neorrepublicanismo académico de la escuela de
Cambridge”:http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3211.
Consultado el 19/10/10.
2 Maquiavelo
no sólo teorizó acerca de ella sino que también ejerció la política. En 1498
fue nombrado secretario de la segunda cancillería de la República de Florencia
a la edad de 29 años. Posteriormente obtuvo legaciones y embajadas en numerosas
ciudades italianas e, incluso, fue nombrado Canciller de los Nueve de la
Milicia en 1507. Cinco años después, con el regreso de los Medici a Florencia,
es condenado y desterrado, y un año más tarde detenido y torturado por su supuesta
participación en una conjura contra aquellos. En una situación de político en
paro forzoso, Maquiavelo escribe El
Príncipe y comienza los Discursos
sobre la primera década de Tito Livio conspirando contra
los Medici al tiempo que trataba de obtener de éstos algún cargo político.
3 En
1958 Isaiah Berlin pronunció con motivo de la toma de posesión de la cátedra de
teoría social y política de Oxford su conferencia “Two Concepts of Liberty”,
que ha sido justamente considerado el ensayo más influyente sobre el tema y se
ha convertido en una referencia obligada para quienes se ocupen del tema de la
libertad política. En él Berlin define la libertad en sentidonegativo como “el
espacio en el que un hombre puede actuar sin ser obstaculizado por otros”.Ahora
bien, la clave está en lo que entendamos por obstáculo o interferencia. En este
sentido,Berlin sostiene un poco más adelante que el término coacción “no es de
aplicación para todas lasformas de impedimento”, ya que éste “implica la
interferencia deliberada de otros seres humanosdentro de un espacio en que si
ésta no se diera yo actuaría”. Por su parte, la libertad positiva de
Berlin
requiere algo más que la simple interferencia: el sentido positivo del término
libertad “sederiva del deseo por parte del individuo de ser su propio amo.
Quiero que mi vida y mis decisiones
dependan de
mí mismo, y no de fuerzas exteriores” (Berlin, 2001).
4 Skinner
y la Escuela de Cambridge –de la que, junto con Pocock, él es fundador- se handistinguido
en la historiografía por su énfasis en la contextualización de la teoría
política. Para losautores de esta escuela, los contextos históricos vienen
formados por los lenguajes, las expresiones.Y aquí está el problema, al menos
según la crítica que la filósofa marxista Ellen Meiksins Woodhace del reciente
libro de Skinner sobre Hobbes (Hobbes
and Republican Liberty, Cambridge, 245 pp.):para los
autores de esta escuela, sostiene E. M. Wood, resulta que sólo vale la pena
prestar atencióna algunas palabras y, más importante aún, que las condiciones
sociales y materiales en las que laspalabras son utilizadas se marginan
deliberadamente (Wood, 2010). En la elaboración que Skinnerhace de la libertad
republicana en libros como éste sobre Hobbes pero también en artículos como“La
idea de la libertad negativa”, desaparece el problema, específicamente inglés,
del pueblo fueradel Parlamento. Puede resultar útil definir la libertad como
independencia, pero entonces ododepende de lo que se quiera significar con
independencia. El diseño de la libertad “republicana” eSkinner resulta
demasiado estrecho para captar un extenso espectro del debate sobre la libertad,tanto
en tiempos de Maquiavelo como de Hobbes, pues orilla el amplio alcance de la
dependencia,de forma que lo que para un epublicano aristocrático puede
constituir un estadio de libertad, paraun radical contaba como dependencia.
5 Soy
consciente de que no existe una opinión doctrinal unánime acerca del enfoque,
desarrollista instrumental, republicano del Estagirita. Por un lado, Robert A.
Dahl (1992) estableció unaseparación básica entre los autores republicanos,
según la cual éstos podían dividirse en dos ramas:el republicanismo
aristocrático o conservador, en el que Dahl incluye a Aristóteles, y el
democráticoo radical. Para otros autores, sin embargo, entre los que
significadamente se encuentra John Rawls,el tipo de republicanismo propuesto por
Aristóteles sería del tipo que sostiene que los individuosson animales sociales
y políticos cuya naturaleza se ncuentra “plenamente realizada en una sociedad
democrática en que exista una vigorosa y amplia rticipación en la vida política”
(Rawls,1993). De lo que se desprende que en el republicanismo democrático de
Aristóteles la participaciónpolítica, además de necesaria para proteger los
objetivos e intereses de los ciudadanos, es ntrínsecamente valiosa. Su
preocupación no se centra tanto, discurre Rawls, en los males propiosde la emocracia
como en aquellos que se derivan de los gobiernos oligárquicos y aristocráticos.
Sibien creo que en este punto se equivoca, y que si Aristóteles concibe el
gobierno republicano comoun sistema en que queda garantizada la participación
política lo hace no tanto porque ésta constituya el ámbito natural de expresión
de la esencia humana, cuanto porque es el único modo deconjurar el ciclo
recurrente de generación y corrupción de las formas de gobierno o anacyclosis, ladisputa
doctrinal acerca de la rama concreta de republicanismo a la que pertenezca
Aristóteles noobsta para que consideremos que lo que une su filosofía política
a la de Maquiavelo o Rousseau essu concepción del individuo como animal social
y político.
6
El buscón 2.0 de la RAE ofrece dos acepciones del término
emancipar: 1) Libertar de la patria
potestad,
de la tutela o de la servidumbre; 2) Liberarse de cualquier clase de subordinación
o
dependencia.
En http://www.rae.es. Consultado el 18/10/10.
Fuente: Astrolabio. Revista internacional de filosofía
Año 2010 Núm. 11. ISSN 1699-7549. pp. 55-63
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