Por Cristina García
en “Apuntes desde nuestra trinchera” (*)
No sospechan
siquiera que su historia pueda tener alguna importancia y que tenga algún valor
dejar rastros documentales de ella.
Antonio Gramsci
L’Obrera bajo la mole
En abril de 1919, plena
guerra civil contra conservadores y liberales, algunos humildes trabajadores
rusos comenzaron a reparar locomotoras averiadas en sábado, día no laborable
por tradición. Así nacieron los Subbótniki o sábados
comunistas, durante los cuales la gente realizaba actividades por el bien común
y sin recibir dinero a cambio. Según el historiador Christopher Hill, en 1920
los Subbótniki ya contaban con 15.000 miembros del partido
comunista y 25.000 obreros no afiliados [1].
“Evidentemente, esto no es
más que un inicio, pero un inicio de una importancia extrema. Es el inicio de
una revolución más difícil, más esencial, más radical y más decisiva que el
derrocamiento de la burguesía, porque es una victoria sobre nuestra propia
rutina, nuestra pereza, nuestro egoísmo pequeño-burgués, sobre aquellas
costumbres que el capitalismo ha legado al obrero y al campesino. Cuando esta
victoria se consolide, entonces y sólo entonces, la nueva disciplina social
habrá sido creada”, dijo Lenin [2]. Ya celebrado el centenario de la Revolución
rusa y desde un mundo profundamente opuesto, estudiar sus iniciativas populares
abre todavía reflexiones y caminos.
Corre el mes de marzo de
2017 en la ciudad de Sabadell, Barcelona. Es domingo – día de descanso por
tradición – pero toca jornada de faena y adecuación del espacio en el centro
social. Arturo pasa el rodillo cargado de pintura blanca y fresca por la
fachada envejecida mientras anima a unas vecinas que pasean por la avenida a
participar; Óscar y Hamza ponen luces nuevas en el gimnasio; Pingo y su familia
hacen un mural en la pared; David y Cristina limpian y pintan la cocina; Dani
estudia los nidos que las palomas han hecho bajo el tejado subido en una grúa
que nos ha conseguido Ari; Laia me ayuda a pintar de negro la tarima que hace
de escenario; a Maricarmen la recuerdo con un pincel en la mano y un pañuelo
morado en el pelo; Conxita y Rosa barnizan ventanas y clasifican los libros de
la biblioteca; Gerard y Adrià pintan paredes y reparan puertas. Hay paella y vino
para 50 personas a la hora de comer: 50 personas que se han quitado de encima
la pereza, o que sencillamente han asumido que valdrá la pena ir a trabajar el
lunes con agujetas.
El centro social es todavía muy joven. Fue en el Primero de mayo de 2015 cuando una plataforma de vecinas y vecinos de Sabadell llamada Recuperem l’espai comú se apropió del edificio, que llevaba 8 años vacío y sometido a la degradación. Aquel día comenzó una lucha por llenar de vida y de actividad no asalariada y asamblearia los más de 2.000 m² del inmueble, contra las rutinas de un barrio trabajador y sin prácticamente tejido asociativo. El espacio – antiguo concesionario y prostíbulo – rescató el nombre de L’Obrera, sede del movimiento obrero de Sabadell desde 1887 y desmantelado durante la Transición a la monarquía con la complicidad de la izquierda institucional.
El centro social es todavía muy joven. Fue en el Primero de mayo de 2015 cuando una plataforma de vecinas y vecinos de Sabadell llamada Recuperem l’espai comú se apropió del edificio, que llevaba 8 años vacío y sometido a la degradación. Aquel día comenzó una lucha por llenar de vida y de actividad no asalariada y asamblearia los más de 2.000 m² del inmueble, contra las rutinas de un barrio trabajador y sin prácticamente tejido asociativo. El espacio – antiguo concesionario y prostíbulo – rescató el nombre de L’Obrera, sede del movimiento obrero de Sabadell desde 1887 y desmantelado durante la Transición a la monarquía con la complicidad de la izquierda institucional.
Hoy, bajo la mole del
capitalismo, las entidades propietarias del edificio – la corrupta Cajamar y
los salvajes fondos buitre Haya Real Estate y Cerberus, gestionados por la
familia Aznar, el clan Pujol y el asesor económico de Donald Trump [3] – han
iniciado un proceso judicial de desalojo, valorando L’Obrera en más de
3.000.000 de euros. Una vez más, vecinos humildes y trabajadores en un espacio
común contra banqueros y explotadores, lógicas y costumbres enfrentadas y en
lucha.
Ocio y lucha de clases
La creatividad y la
satisfacción en la actividad misma deberían ser características básicas de
cualquier alternativa al capital. Manuel Cañada, de los Campamentos Dignidad de
Extremadura y que recientemente visitó L’Obrera junto con otros militantes de la
Marea Básica, escribía que “el ser humano es sistemáticamente desposeído de su
humanidad. De su humanidad posible sólo quedan ecos, destellos, las astillas
que, a pesar de todo, se escapan de la dictadura capitalista” [4].
En este sentido, L’Obrera ha
supuesto una fuente de pequeños destellos creativos en la vida cotidiana de
muchas personas; actividades organizadas colectivamente y desde abajo que ya no
son mero medio para conseguir dinero. Clases de capoeira para niños y adultos;
el Gimnasio Popular Rukeli donde aprender boxeo, kick boxing, muay thai y judo;
clases de salsa, swing y breakdance; una recién nacida plataforma de conflictos
laborales; el grupo excursionista La Màquia; un grupo de teatro y otro de
artistas; el Taller de lecturas políticas; un taller casero de serigrafía; el
Grupo de Mujeres de L’Obrera y el de la Plataforma de afectados por la hipoteca
y la crisis; los cine-fórums; un grupo de juegos de rol; las cenas y las
fiestas de los viernes…además de las veladas de deportes de contacto, las
charlas formativas y las colaboraciones de barrio con la Asociación de Vecinos
y centros cívicos de la ciudad.
Todas las personas que estén
dispuestas a proponer, colaborar y a aprender en igualdad tienen un lugar aquí.
Tal y como explicaba Albert una tarde: lo que tenemos en común es que vendemos
nuestro tiempo de vida para sobrevivir. L’Obrera tiene que servir para poner
sobre la mesa ese factor y actuar contra él de forma consciente, aunque sea a
través de pequeñas iniciativas.
Somos conscientes de que
toda aquella gente que no tiene sus necesidades básicas cubiertas y las de los
suyos tal vez dispondrá de poco tiempo o fuerzas para implicarse en una
iniciativa como L’Obrera. Pero permitir que personas con pocos recursos se
ganen la vida en nuestro centro social, sin alquiler ni reglamentación,
supondría una competencia desleal hacia mucha otra gente y generaría dinámicas
distintas a las actuales. Todas y todos tenemos en común la necesidad de
ganarnos la vida como buenamente podamos, y aportamos a L’Obrera igualmente lo
que podemos. Y cada vez somos más.
Es cierto que se trata de
actividades que afectan principalmente a las formas de ocio y tiempo libre de
los centenares de personas que las organizan y practican, pero también es
cierto que, aunque tan sólo sea en esa parcela de la vida, los límites entre el
habitual consumo privado y la construcción colectiva se han visto profundamente
transformados.
Pier Paolo Pasolini exponía
en 1975 el genocidio de culturas populares que había supuesto el desarrollo del
capitalismo de consumo [5]. La misma Margaret Thatcher, en los 80, hablaba de
la necesidad de conquistar la vida cotidiana, el alma, de las clases
desposeídas. Heredera de esta coyuntura, L’Obrera se ubica en la
lucha por un tiempo libre lo menos manipulado posible y que, siguiendo la
crítica de Georg Lukács [6], asocie tiempo libre con actividad conscientemente
creadora y no con ocio de consumo.
Así, nuestro centro social
ha conseguido poner en evidencia la falta de espacios comunes de barrio, la
imposibilidad de pagar alquileres de locales en los que desarrollar libremente
actividades, la dificultad para mucha gente de pagar cuotas de gimnasios o
locales de ocio de consumo y el malestar que puede llegar a generar la falta de
control y de compañerismo por parte de los usuarios de estos espacios. Ha
conseguido generar una hiperactividad y una emoción nada menospreciables en el
ámbito de la organización social de ocio alternativo y el descubrimiento de
nuevas capacidades. Carlos y Juanma nunca se habían imaginado que aprender
boxeo sería una herramienta útil para la organización popular. Jessica nos
cuenta que si L’Obrera desaparece su espacio de socialización más plena le será
extirpado y no está dispuesta a ello. Camilo friega los platos mientras piensa
qué personas y colectivos pueden sumarse a nuestro proyecto. Estas actitudes
suponen un primer paso importante, pero todavía siguen teniendo mucho peso la
desmovilización general y la falta de cultura política promovidas por el
sentido común de consumo alienado de nuestras sociedades.
¿Cómo seguir potenciando y
ensanchando L’Obrera hasta llegar a nuevas gentes y necesidades más allá de
todo lo que ya hacemos? ¿Cómo conseguir que los centenares de personas que se
acercan al centro social semanalmente para practicar deporte, tomar una cerveza
o participar en un espacio de debate terminen asumiendo activamente la organización
cotidiana y tomen consciencia de que de sus ideas y sus manos dependerá la
construcción de esta realidad nuestra? ¿Cómo pasar del ocio alternativo al
compromiso contra el capitalismo salvaje y el colapso ecológico de nuestro
presente y de nuestro futuro? Estos retos se corresponden con debates que no
son fáciles de resolver actualmente. Y también se corresponden con un trabajo
de trincheras que no acepta prisas irreflexivas ni atajos. En palabras de
Hegel, filósofo de la historia, “la impaciencia pide lo imposible […] lo
verdadero es el devenir […] seriedad, dolor, paciencia y trabajo de lo
negativo” [7].
El presente y el futuro no
son desplegables predefinidos, son terrenos de lucha y hay que pelear y
aprender por cada nueva persona que quiera integrarse en nuestro proyecto. Como
dice Joaquín Miras, sólo cuando la gente encuentre en su vida cotidiana y
hombro con hombro cuadros políticos más honestos se atreverá a abandonar su
vida anterior.
Educándonos: disciplina,
reflexión, solidaridad y bravura
Volvamos ahora a la humildad
de los proyectos concretos de L’Obrera. Me gustaría reflexionar en más
profundidad sobre dos de los que más conozco y valoro: el Gimnasio Popular
Rukeli [8] y el Taller de lecturas políticas [9]. Durante dos años ambas
actividades han crecido y se han ido concretando a base de grandes dosis de
paciencia, de debates difíciles, de avanzar y retroceder, de estar a punto de
abandonarlas y rescatarlas de nuevo, de rupturas y de nuevas alianzas, porque
así es como se construye siempre.
Una nave inmensa y vacía en
la parte trasera del centro social. Las plazas del barrio llenas de chicos y
chicas pasando la tarde con sus perros, con sus historias y con sus porros.
Como el decidido Dennis de The Wire pero sin la épica absurda
de las series de televisión, siguiendo la larga tradición de
gimnasios populares y el auge de los deportes de contacto, alguno de los
nuestros vislumbró lúcidamente la posibilidad de inaugurar un gimnasio de boxeo
en L’Obrera.
Formiga, la profesora de
capoeira, confirma que practicar deporte colectivo tiene sobre el cuerpo los
mismos efectos que tomar antidepresivos. Gracias a la negociable cuota de 20
euros trimestrales y a la faena constante y entusiasta de muchas personas,
aquella nave industrial abandonada renació llenándose con un tatami, un ring y
todo el material necesario para practicar los deportes que se ofertan sin tener
que comprar nada.
Más allá de la preparación
reglamentaria del espacio, las contradicciones y los conflictos han servido
para avanzar en la organización. Inmersos en un sentido común machista, racista
y capitalista, se nos plantean las siguientes dudas: ¿cómo hacer de un gimnasio
de barrio de deportes de contacto y en principio abierto a todo el mundo un
espacio de transformación social? ¿Dónde están los límites entre lo tolerable y
lo intolerable? ¿Con qué gente estamos dispuestos a construir proyecto político
y a qué ritmo? La firme determinación de L’Obrera de ensanchar, con reflexión y
cuidado y aprendiendo de los errores, el perfil de gente que normalmente forma
parte de los movimientos sociales juveniles autodenominados revolucionarios ha
traído escisiones y duros posicionamientos públicos por parte de algunos
colectivos locales, pero también ha traído nuevas alianzas impensables antes y
valiosísimas hoy. Alejarnos de la parafernalia de las consignas épicas pero
vacías nos ha forzado al pensamiento y trabajo concretos y constantes, a
hundirnos humildemente en la realidad de un centro social de barrio que no
tiene hojas de ruta diseñadas por expertos en política.
Los entrenamientos de boxeo
son la actividad más consolidada actualmente, con una treintena de alumnos en
cada clase (aunque comienzan a coger volada otras disciplinas como el el kick
boxing o el judo). ¿Qué tipo de gente asiste a los entrenamientos? Chicas y
chicos que en el Gimnasio aprenden nuevas formas de hacer las cosas y de vivir
su tiempo. Luis, mientras se quita los guantes, nos cuenta que siempre que sale
de fiesta con sus compañeros de instituto todos terminan metidos en peleas
arbitrarias de calle y él se aleja asqueado; entrenar tranquilamente le produce
más satisfacción que la violencia individualista de las selvas del ocio
nocturno. Hamza está triste porque tiene el brazo lesionado de descargar
camiones durante el día y no puede entrenar con la intensidad que querría.
Andrés nos abraza feliz al despedirse; si no fuera por el Gimnasio nunca nos
habríamos conocido ni habría participado en un proyecto colectivo, y eso le
aporta una felicidad nueva. Marc, Óscar y Pol, chicos que llevan años
entrenando en gimnasios reglamentarios y que luchan muy bien, asisten ahora a
los entrenamientos de un gimnasio okupado y ponen su tiempo y sus conocimientos
al servicio del resto. Los y las que veníamos de militar en los clásicos
movimientos sociales juveniles, dedicados principalmente a las performances
supuestamente transgresoras y a las consignas que a menudo no conseguían articular
proyecto sólido, nos hemos transformado también de arriba a abajo gracias al
torrente de aire fresco y el sudor del Gimnasio, a las relaciones en bruto y a
los retos que hemos vivido. El Gimnasio Popular Rukeli ha sido una escuela para
nosotros, porque, como escribe Joaquín Miras, “los cuadros no son las personas
surgidas del aparato de formación de un partido político […]. Por contra, son
el conjunto de individualidades, surgidas de la propia lucha, formadas en la
actividad cotidiana, que se han sostenido en continuidad dentro de la actividad
organizada, que han generado pacientemente nuevas capacidades […]. La actividad
que ellos protagonizan da un sentido diferente a la vida. […] Asumen preservar
y transmitir o democratizar el nuevo saber hacer que va generándose en común;
asumen no olvidar […]. Son los que están en primera línea, tanteando el
terreno, equivocándose […]. Individualidades que se sienten más interpeladas
por las relaciones sociales cotidianas […] Pero no son diferentes de la inmensa
mayoría, toda ella formada por biografías singulares con capacidad inherente de
reflexionar sobre su propia experiencia de vida” [10].
¿Y qué ocurre con las
mujeres? También las hay, cerca de una veintena y cada vez más. Helena, Júlia,
Lorena, Eli o Meni pegan fuerte y con un control que impresiona a las
principiantes; Sara, Virgi, Mireia y Paola están comenzando a ordenar su
cuerpo, a descubrir su propia fuerza y a ver que no pasa nada por tocarle la
frente a la contrincante con un buen jab durante los ejercicios.
Las que llevan más tiempo en el gimnasio acogen y acompañan a las más nuevas.
La experiencia me ha enseñado que para muchas mujeres y para mí misma no
resulta fácil ni natural aprender a pegar, pero a la vez termina siendo
interesante y grato desfogar en un ring la violencia cotidiana que muchas de
nosotras almacenamos debido a años de desprotección y ataques sin respuestas
contundentes.
Desde L’Obrera hemos
apostado por convertir el Gimnasio en un espacio feminista, es decir, en un
espacio de lucha, reflexión y autoconsciencia sobre las discriminaciones hacia
las mujeres, un espacio en el que el trabajo no se termina nunca. Los deportes
de contacto pueden ser un barrizal en estos aspectos, pero también constituyen
una herramienta interesante de convivencia y respeto. Además, el Gimnasio
arremete de forma inesperada contra la tradicional presión estética hacia el
cuerpo de las mujeres: aprendemos a valorar las posibilidades y volúmenes de
nuestro cuerpo, nos sentimos más fuertes y seguras, aprendemos entre nosotras y
de los hombres pero también les enseñamos. Evidentemente, el camino hacia unas
relaciones de igualdad satisfactoria entre mujeres y hombres es todavía largo,
pero en el Gimnasio la disciplina, la amistad, la reflexión y la organización colectiva
comienzan a transformar realidades.
A pesar de no establecer una
jerarquía personal entre alumnos y entrenadores -la gestión del Gimnasio es
colectiva y entre iguales- me gustaría hablar brevemente sobre los primeros. Es
el cumpleaños de uno de los entrenadores y le llevamos un pastel adornado con
unos guantes de boxeo de chocolate; nos lo agradece loando la labor de
organización popular y compromiso que todos los alumnos llevamos a cabo en
L’Obrera. Otro de ellos trasciende su figura de entrenador queriéndose integrar
en el Taller de lecturas políticas y nos propone un seminario sobre ecología
marxista. Un tercero nos transmite los valores del boxeo cubano
no-profesionalista y, como aquel campesino de John Berger [11], al terminar los
entrenamientos recapitula y reflexiona sobre todo lo hecho para decidir cómo
vamos a mejorar, tanto en el deporte como en la vida cotidiana y las relaciones
sociales que estamos creando.
El Gimnasio Popular Rukeli
es una relación estrecha entre deporte y organización popular. Nos gusta ver
los grandes combates de boxeo profesional, pero tenemos muy presente que esos
luchadores viven para boxear, están bien cuidados y alimentados
milimétricamente, dan rienda suelta al individualismo feroz y se lucran a base
de millones. Todos nosotros trabajamos, estudiamos, no obtenemos beneficios
económicos del deporte, pasamos frío en invierno y calor en verano, tenemos
goteras cuando llueve, nos alimentamos como podemos y entrenamos al anochecer
después de largas jornadas. Pero estamos orgullosísimos. Justin Trollmann
Rukeli, boxeador gitano de los años 40 que da nombre a nuestro gimnasio, luchó
contra las vejaciones, torturas y reclusiones del régimen nazi hasta que
terminaron con su vida.
Sin voluntad de establecer
límites irreconciliables entre el trabajo intelectual y el trabajo
neuro-muscular – ambos componentes están siempre presentes en la práctica
humana -, toca dejar el Gimnasio para hablar ahora del Taller de lecturas
políticas de L’Obrera.
Nació como escisión de una
moribunda comisión de formación de un colectivo socialista, escapando así de la
rigidez y el desinterés que le dedicaban la mayor parte de sus militantes.
Desde hace dos años y con paciencia y dedicación, se han llevado a cabo
diversos seminarios abiertos a los que han asistido personas con gran variedad
de edades, procedencias y sensibilidades: una lectura crítica y detenida
de El segundo sexo de Simone de Beauvoir [12], el Manifiesto
Comunista, Dimitrov sobre el fascismo, una antología de textos de
Antonio Gramsci y La revolución rusa de Christopher Hill.
La lectura y los debates se
suceden con naturalidad y respeto, hasta el punto en que los domingos por la
tarde del Taller se han convertido para algunas personas en una rutina
interesante. Conxita, antes de recluirse en el infierno de la preparación de oposiciones,
siempre traía meriendas caseras buenísimas para acompañar los coloquios. Con
paciencia se fue constituyendo un espacio humilde y cálido en el que aprender
colectivamente y plantarle cara con orgullo al elitista mundo de la lectura, la
historia, la filosofía, la política o la economía. Apareció un espacio de
tranquilidad y reflexión en medio del mundo caótico y precario en el que
vivimos y en el que, en soledad, muchas veces no tenemos valor ni tiempo para
realizar según qué lecturas y debates.
Poco a poco hemos llegado a
ser 15 personas un domingo por la tarde, día de descanso por tradición, leyendo
a Gramsci o a Hill. Compañeros como Arturo o Juanma, brillantes personas que
han estudiado la carrera de historia, democratizan sus conocimientos para
iluminar entresijos y contextos del siglo XX; luego está Sion, estudiante de
filosofía, y David, con sus aportaciones sobre qué entendemos por fascismo, y
las horas hablando con los encantadores hermanos Anglès, el uno físico y el
otro trabajador de la viña, sobre cómo aplicar nuestros aprendizajes del Taller
a L’Obrera en general. Algo muy importante es que todo el mundo participa en
los debates, porque todo el mundo se siente cómodo para plantear dudas o
aportar cualquier reflexión sobre coyunturas actuales o aspectos de la vida
cotidiana. Como decía Antonio Gramsci: nos hemos dado cuenta de que todo hombre
(y mujer) es un filósofo [13].
Nuestras concepciones del
mundo y nuestra praxis han cambiado gracias a este espacio. Pol se ha peleado
como un pit-bull contra las teorías biologicistas de la naturaleza humana, Rosa
ha comprendido de nuevo qué mecanismos organizativos generan la conciencia de
clase, Glòria ha reconsiderado sus ideas sobre la necesidad de tener élites
políticas. Bajo mi punto de vista, este tipo de estudio crea modos de aprender
distintos a los que se dan por buenos oficialmente en la escuela o la
universidad. La lectura y reflexión colectivas son la herencia recogida de
personas como las que participan del colectivo Espai Marx, que velan por
democratizar la investigación y la conservación de la tradición política que
comprende y toma partido en la lucha de clases.
El Taller también se ha
preocupado por organizar gratas reuniones de intercambio de experiencias. Hace
un año nos visitaron las vecinas y vecinos del barrio combativo de La Chanca,
Almería [14]; Manel Márquez y Nando Zamorano celebraron el 25 de marzo con
nosotros hablándonos de las okupaciones de tierras de los jornaleros extremeños
en 1936; Joan Tafalla nos contó sus investigaciones sobre la cultura popular de
la Revolución rusa de 1917 para celebrar su centenario; hace pocos días nos
visitó el mencionado Manuel Cañada acompañado de otros militantes de la Marea
Básica de distintas ciudades del Estado español; Miguel Ángel Doménech acaba de
hacernos una interesante introducción a la Teoría Política Republicana. Todos
estos encuentros han sido profundamente emocionantes y no han dejado
indiferente la praxis cotidiana de L’Obrera.
Todavía queda mucho trabajo
honesto por hacer para seguir democratizando todas estas costumbres, para
volver nuestras ideas coherentes, lúcidas y útiles. Sería positivo que todas
las actividades que se llevan a cabo en L’Obrera terminasen interesándose por
la formación, y sobretodo tomasen conciencia de los valores y educación
populares que ellas mismas están generando; que la gente que viene a bailar
salsa o a cenar los viernes comience a dilatar su potencial transformador.
La última iniciativa del
Taller de lecturas, que comienza en el presente mes de febrero en colaboración
con la entidad local Sabadell per la República, consiste en un seminario
compuesto de pequeños fragmentos que repasen la tradición republicana desde la
antigua Grecia hasta la actualidad. Gerard lo ha preparado con gran paciencia y
afecto, y con la esperanza de que sirva para trascender la reflexión sobre los
límites de la democracia electoralista.
Y es que L’Obrera sirve para
ir más allá de la política comprendida como maniobras y tempos electorales y
representativos; sirve para capacitarnos a nosotros mismos en la soberanía de
ciertos ámbitos de nuestras vidas, es decir, en convertir la política, la
deliberación y el auto-gobierno, en costumbres cotidianas. No me extiendo más.
La casa del barrio
Edu es un currante
incasable; en la cocina, un viernes mientras preparamos pinchos para cenar, me
dice que estamos llenos de amor y de dedicación. Poco a poco nos hemos ido
uniendo en forma de intelectual colectivo, pero sabemos que falta mucho por
construir.
Debemos muchos conocimientos
de contra-poder y agradecimientos a la gente de la PAHC de Sabadell: Rosa,
Julio, Mari, Juan y tantos otros. También a los comprometidos abogados que nos
apoyan. Harían falta una Obrera y una PAHC en cada barrio para generar un
tejido de alternativas mucho más sólido.
Y regresando ahora a la
desmovilización social actual, Edgar y yo comentábamos con tristeza cómo muchos
de los paseantes atomizados a los que repartíamos octavillas o parábamos para
hablarles de L’Obrera y del proceso de desalojo huían con desconfianza.
L’Obrera tiene entre sus manos la titánica tarea de despertar ideas y conceptos
que han sido radicalmente extirpados del sentido común actual: organización
popular, comunidad, auto-abastecimiento, política cotidiana, solidaridad de
clase, dirigidos que se convierten a sí mismos en dirigentes…y no es fácil
hallar un modo eficiente de hacerlo.
Antes de un entrenamiento de
boxeo, Marc me decía con tranquilidad que no podía ser que una iniciativa como
L’Obrera terminase desalojada, que aquello era sencillamente imposible. Esa
naturalización es el problema; nos falta capacidad de acción. Luchar contra el
desalojo implicará apoyo social, y apoyo social significa hacer cosas por mucha
gente y con mucha gente; ser un lugar de referencia que resulte útil a la gente
y donde la gente se sienta útil.
Si logran desalojar L’Obrera
y no hallamos una alternativa eficiente significará que hemos sido subsumidos
por el capitalismo. Pero nosotros sabemos que tan sólo somos semillas plantadas
en los procesos de larga duración histórica, y que, más allá de las paredes de
un edificio concreto, nuestra Atenas estará donde estén los atenienses.
Este artículo pretendía
abandonar los complejos estudios sobre la mole capitalista para alumbrar un
poco qué hacemos en nuestra pequeña trinchera. Escribo para dejar rastros
documentales de nuestra labor y de nuestra vida, para mis compañeros y para
todos. Pero los destellos de nuevos mundos son limitados en medio del capital,
y por eso nuestras reflexiones al respecto también lo serán.
Referencias
[1]. Hill, Christopher
(1981): La revolución rusa. Barcelona, editorial Ariel. Pág. 187.
[2]. Lenin, V.I. (1961):
Obras escogidas – Tomo III. Moscú, editorial Progreso. Pág. 122.
[3]. Dosier L’Obrera vs
Cajamar: https://issuu.com/lobrerasabadell/docs/4_5938287852931514927
[4]. Cañada, Manuel
(2017): La dignidad, última trinchera. Barcelona, editorial El
Viejo Topo.
[5]. Pasolini, P.P.
(1975): Cartas luteranas. Madrid, editorial Trotta.
[6]. VVAA, (1971): Conversaciones
con Lukács. Madrid: Alianza editorial. Pág. 107.
[7]. Hegel, G.W.F.
(2014): Fenomenología del espíritu. Madrid: Gredos. Pág. 21.
[10]. Miras, Joaquín (2016): Praxis
política y Estado republicano – Crítica del republicanismo liberal. Barcelona:
editorial El Viejo Topo. Pág. 201.
[11]. Berger, John
(2016): Puerca tierra. Barcelona: editorial Alfaguara.
[12]. La teoría
feminista y las subculturas femeninas. Apuntes tomados después de la lectura y
debate de algunas obras de Simone de Beauvoir. Puede consultarse
aquí: http://catxipanda.tothistoria.cat/blog/2016/07/13/la-teoria-feminista-y-las-subculturas-femeninas-apuntes-tomados-despues-de-la-lectura-y-debate-de-algunas-obras-de-simone-de-beauvoir-per-cristina-garcia-i-gerard-marin/
[13]. Gramsci, Antonio
(1974): Antología. Madrid: Siglo veintiuno editores. Pág. 437.
[14]. Aquí la crónica de su
visita: http://www.espai-marx.net/es?id=10303
Fuente: Marxismo Critico
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