Prologo de la edicion del FCE (1) por CLAUDIO LOMNITZ
La ilusión
occidental de la naturaleza humana, del célebre antropólogo Marshall
Sahlins, se inscribe dentro de una tradición de crítica a la ideología del
capitalismo que tiene hitos en el siglo pasado en trabajos como el de Piotr
Kropotkin (1902) sobre la cooperación en la evolución natural, los estudios de
historia económica de Karl Polanyi acerca de la construcción de mercados
“libres” (1944) y el ensa yo de Albert O. Hirschman acerca de la historia
de la lucha por domesticar las “pasiones” y transformarlas en “intereses” en el
pensamiento político y económico moderno (1977).*
El estudio de Sahlins se suma a la crítica de
la idea de que el ser humano es egoísta por naturaleza, de que sólo puede ser
domesticado por el poder arrollador del Estado, o si no, entonces,
contraponiendo un egoísmo a otro, a modo del libre mercado que, según Adam
Smith, funciona como una “mano invisible” cuya magia convertiría el egoísmo de
cada uno en un bien para todos. Dicho de otro modo, el de Sahlins es un
esfuerzo de investigación dirigido contra la ideología dominante del mundo
contemporáneo. Se trata de una ideología que da rienda suelta a nuestros
egoísmos, aduciendo que son un mero dato del orden natural, inalterable, y que
cualquierrégimen social debe por fuerza partir de ese dato o perecer. Así,
nuestros economistas construyen sus modelos a partir de la premisa del
“individuo maximizador”, mientras los politólogos pretenden que todo análisis
que se quiera “realista” tiene que partir de las premisas del rational choice,
o sea de que todo acto individual sirve a intereses individuales, por encima de
los de los demás. El ser humano, según esta corriente, es avaro por naturaleza,
dispuesto a pasar por encima de cualquier valor o cualquier relación con tal de
conseguir alguna ventaja. Se trata, dice Sahlins, de una mala opinión del ser
humano. Más todavía, de un desprecio a éste.
Contra esa visión, la antropología ha
presentado desde hace mucho otra imagen del humano, como ser que depende de la
cooperación y que se entiende a sí mismo no como un individuo aislado que lucha
contra otros por la supremacía, sino como un ser formado desde su nacimiento
entre parientes, que a su vez existen en comunidades más amplias de
colaboración. Ya desde 1902 el anarquista Piotr Kropotkin publicaba un estudio
científi co de historia natural que se contraponía a la premisa medular del
darwinismo social que imperaba entonces (y que, lo muestra Sahlins, sigue
imperando, ahora bajo el manto de “realismo”). A partir de un estudio acucioso
del mundo animal en Siberia y Manchuria, Kropotkin criticó el consenso
social-darwinista capitaneado por Thomas Huxley y por Herbert Spencer. Huxley
tomaba por hecho científi camente demostrado el que la lucha descarnada del
hombre contra el hombre —el famoso homo homini lupus que había diagnosticado
hacía ya siglos Thomas Hobbes— era ni más ni menos que una “ley de la
naturaleza”.
Como bien dice Sahlins,
haciendo eco de Kropotkin y de una vasta literatura más reciente, la idea de
Hobbes de que el hombre es el lobo del hombre no sólo insulta la naturaleza del
hombre, sino también la del lobo, que no ha sido nunca el animal antisocial que
Hobbes imaginaba: “Qué prólogo 11 forma —comenta nuestro autor— de difamar a la
manada gregaria del lobo, con sus modalidades de deferencia, intimidad y
cooperación, que son, justamente, la fuente de su orden perdurable. Cabe
recordar que, a fin de cuentas, el lobo es el antepasado del ‘mejor amigo del
hombre’”.
Pero si bien este ensayo
—que es un verdadero manifi esto— se inscribe en una importante tradición de
crítica a la razón individualista, lo de Sahlins es también una genuina
novedad: una contribución original a la crítica del Occidente como cultura.
Hasta ahora, los trabajos que se han abocado a la crí tica de la premisa de la
naturaleza egoísta del humano han sido de tres clases. La primera es de historia
natural, desde la zoología y la biología. Aquí el trabajo de Sahlins no aporta
nada nuevo. Sólo se suma a quienes, desde Kropotkin, han afi rmado que la
visión que parte del egoísmo natural proyecta la ideología del capitaliso al
orden general de la naturaleza —un argumento que, por otra parte, el propio
Marshall Sahlins desarrolló contra la “sociobiología” hace ya cuatro décadas—.*
La segunda clase de estudio ha sido de sociología y economía política —desde
los trabajos decimonónicos de Lewis Henry Morgan, Karl Marx y Friedrich Engels,
hasta la sociología de Émile Durkheim y de Marcel Mauss, y la historia
económica de Karl Polanyi, etc.—.
La economía y la sociología
han mostrado una y otra vez que el orden que en el capitalismo se considera
“natural” es en realidad un resultado histórico, fundado en el Estado y en el
uso del poder del Estado para promover la propiedad privada y los mercados
libres. Al inicio de este ensayo hice mención de un estudio de Polanyi como
hito de esa tradición, porque en ese libro demostró, contra el sentido común,
que los mercados llamados “libres” fueron formados a partir de laintervención
decidida del Estado, y que en cambio los controles sociales y políticos sobre
los mercados han sido resultado de movimientos sociales espontáneos. En otras
palabras, Polanyi mostró que el libre mercado no es el resultado natural de la
interacción entre individuos autónomos y egoístas, sino que ha sido impulsado a
cada paso desde el Estado, contra los deseos de grupos sociales que buscan siempre
regularlo. La tercera clase de estudios sobre esta temática, que podríamos
llamar de historia intelectual de la razón capitalista, queda honrosamente
representada por el estudio de Albert Hirschman acerca de las pasiones y los
intereses. Ahí Hirschman rastreó la historia de la idea de que las “pasiones
humanas” —entendidas siempre como pulsaciones amenazantes para el orden social
y político— podían ser canalizadas de manera positiva para la sociedad si se
transformaban en “intereses” que tuvieran expresión legítima tanto en el
mercado como en el juego político.
El ensayo de Marshall
Sahlins nos ofrece una entrada distinta de estos tres abordajes —el de la
zoología, el de la economía política y el de la historia intelectual del
capitalismo—. Sahlins busca completar el panorama a través de un estudio del
hombre egoísta como mito occidental. Como antropólogo que es, Sahlins se
interesa en el desarrollo del conjunto de ideas que hemos venido discutiendo
como una formación cultural de raíces profundas y de ramifi caciones profusas.
De hecho, demuestra que la ideología sobre la naturaleza humana que padecemos
hoy no tiene su origen en el capitalismo, aunque sea utilizada de manera
especialmente descarada a favor de ese sistema. La originalidad y la
importancia de este libro está en que explora la larga historia de un escándalo
—de la mala opinión de la humanidad en que estamos todavía instalados, y que
es, hoy, un peligro para el futuro de la especie—.
El estudio a la vez erudito
y ameno de Marshall Sahlins muestra que las ideas a las que nos hemos referido
prólogo 13 tienen su origen en la Grecia antigua. Forman parte de un canon
mitológico occidental, que aparece con toda cla ridad desde el estudio de
Tucídides de las guerras del Peloponeso, y especialmente en la parte que toca
la rebelión de Córcira. Sahlins señala las coincidencias entre Tucídides y
algunos de los pensadores políticos más infl uyentes de la era moderna,
comenzando por Thomas Hobbes y por los federalistas estadunidenses. Este libro
explica cómo, en primer lugar, logró preponderancia en la Grecia antigua la
visión de la naturaleza como algo verdadero, contrapuesto a lo engañoso de la
cultura (physis versus nomos), y describe a partir de ahí la formación de un
sistema cultural helénico fundado en la idea de que el mundo está compuesto por
fuerzas autónomas que chocan unas con otras. Sahlins muestra cómo estas ideas
migran fácilmente de un nivel de análisis a otro: los griegos las utilizaban
por igual para hablar del mundo natural que de la política, de la salud o del
trazo urbano. Se trata de una metafísica basada en la idea aristocrática de que
la competencia entre iguales —la isonomía— es la fuerza motriz que lo rige
todo. La primera contribución de este estudio es, entonces, que nos muestra que
el problema contemporáneo está mucho más arraigado que cualquier simple teoría
política o económica que esté de moda. No es casualidad que ideas prácticamente
idénticas hayan aparecido en el seno de teorías bastante distintas entre sí:
santo Tomás y Maquiavelo, Hobbes y Rousseau, John Adams y el rational choice
comparten premisas culturales que no se han examinado a fondo. El ensayo de
Sahlins sugiere que, al menos en cuanto a su visión compartida de la naturaleza
humana, todas éstas son teorías folk de la cultura occidental, excrecencias de
un desarrollo cultural que se presenta al mundo como si fuera ciencia y no
creencia, “realismo” en lugar de mito. Se trata, en realidad, de una “ilusión”
que ha marcado la historia intelectual y política de Occidente. 14 prólogo Pero
hay más. La idea del hombre egoísta nació como justifi cación y pretexto de una
usurpación. En la historia de Tucídides sobre la revuelta de Córcira, la guerra
llega a tal extremo que hasta el idioma es corrompido. Así, “las conspiraciones
eran presentadas como legítima autodefensa; la prudencia era denunciada como
cobardía espuria, la violencia frenética se presentaba como hombría y la
moderación como falta de virilidad. Los juramentos no signifi caban ya nada
frente a las ventajas que traía romperlos. El único principio que venía
quedando […] era ‘el cálculo del interés propio. Ahora todas las costumbres de
los griegos se desvencijaron: las promesas, los juramentos, la súplica, las
obligaciones para con parientes y benefactores, incluso la primera de todas las
convenciones, el idioma mismo’”.
En otras palabras, la tesis
de que la naturaleza humana es baja, egoísta y depredadora nace en contextos
históricos en que los poderosos buscan legitimar precisamente esas prácticas de
bajeza que serían luego declaradas “naturales”, y lo hacen fundándose en la
perversión del lenguaje mismo. Sahlins muestra la vigencia de esta corrupción
del lenguaje en los Estados Unidos, donde se ha justifi cado la usurpación de
bienes del común por una minoría de ricos con el lema neoorwelliano de
“conservadurismo compasivo”. Pero este singular estudio no es tampoco una
reducción de toda la cultura de Occidente a una sola situación política. Al
contrario, el antropólogo muestra cómo las ideas griegas de igualdad —manadas
de la ideología de su aristocracia— se transforman de a poco en principios
metafísicos de equilibrio entre contrarios, y cómo esos principios generan una
multitud de ideas y de teorías que se adaptan y se transforman en la ciudad
medieval, luego en el Renacimiento y hasta el día de hoy. Esas ideas aparecen
aquí desenmascaradas. Conforman una mitología —es decir son una serie de
variantes elaboradas dentro de una misma ló- prólogo 15 gica cultural—. El
supuesto “realismo” que proclama que la humanidad es una especie compuesta de
individuos que están destinados a chocar en una lucha sorda por la
supervivencia es un mito. Se trata, a fi n de cuentas, de una razón equivocada.
Y peligrosa.
*Piotr Kropotkin, Mutual Aid: A
Factor of Evolution, Londres, William Heinemann, 1902; Karl Polanyi, The Great
Transformation, Nueva York, Farrar and Rinehardt, 1944; Albert O. Hirschman,
The Passions and the Interests: Political Arguments for Capitalism Before its
Triumph, Princeton, Princeton University Press, 1977. [Hay edición en español:
Las pasiones y los intereses: Argumentos políticos en favor del capitalismo
antes de su triunfo, México, Fondo de Cultura Económica, 1978.]
*The Use and Abuse of Biology: An
Anthropological Critique of Sociobiology, Ann Arbor, University of Michigan
Press, 1976.
- (1) Editorial: FONDO DE CULTURA ECONOMICA (MEXICO)
- Lengua: CASTELLANO
- ISBN: 9786071607300
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