"Es natural que queráis saber, antes
de empezar, quiénes somos y a qué venimos. No tengáis miedo. No venimos a
pediros nada. Al contrario: venimos a daros de balde muchas cosas. Somos una
escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no
hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se
pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos. Porque el
Gobierno de la República, que nos envía, nos ha dicho que vengamos ante todo a
las aldeas, a las más pobres, a las más escondidas, a las más abandonadas, y
que vengamos a enseñaros algo, algo de lo que no sabéis por estar siempre tan
solos y tan lejos de donde otros lo aprenden, y porque nadie, hasta ahora, ha
venido a enseñároslo; pero que vengamos también, y lo primero, a
divertiros..." (Palabras de Manuel Bartolomé Cossío, Presidente del
Patronato de Misiones Pedagógicas, con las que los misioneros pedagógicos se
presentaban ante los vecinos de los pueblos).
El 29 de mayo de 1931,
apenas mes y medio de la proclamación de la II República, el Gobierno
republicano, mediante el decreto 2002, publicaba la puesta en marcha del
encargo del Ministerio de Instrucción Pública y de Bellas Artes al Patronato de
Misiones Pedagógicas teniendo en cuenta de que había llegado el momento de que
todos los ciudadanos españoles pudieran acceder a la enseñanza y a la cultura.
En el preámbulo de dicho
decreto se podía leer:
"(...)
Se trata de llevar a las gentes, con preferencia a las que habitan en
localidades rurales, el aliento del progreso y los medios de participar en él,
en sus estímulos morales y en los ejemplos del avance universal, de modo que
los pueblos todos de España, aun los más apartados, participen en las ventajas
y goces nobles reservados hoy a los centros urbanos.
Conocido es el abandono de los Poderes públicos en cuanto se relaciona con estos propósitos. Los pueblos rurales en todo el ámbito nacional apenas han conocido otra influencia que la obrar modesta de la Escuela primaria, la cual difícilmente podía compensar la ausencia de otros recursos culturales y la presencia de egoísmos y afanes nocivos que mantuvieron al pueblo en la ignorancia.
La República estima que es llegada la hora de que el pueblo se sienta partícipe en los bienes que el Estado tiene en sus manos y deben llegar a todos por igual, cesando aquel abandono injusto y procurando suscitar los estímulos más elevados. De esta suerte podrá abreviarse la obra siempre lenta que la educación pública va logrando mediante la aplicación de recursos conocidos, cuyo influjo se ira acentuando cada día.
Hay en este propósito, además del beneficio que la enseñanza nacional puede recibir, el deber en que se halla el nuevo régimen de levantar el nivel cultural y ciudadano, de suerte que las gentes puedan convertirse en colaboradores del progreso nacional y ayudar a la obra de la incorporación de España al conjunto de los pueblos más adelantados. Con ello también se contribuirá a valorar y desenvolver virtudes raciales de dignidad y nobleza que han influido de manera decisiva en le establecimiento de la República mediante la manifestación de espontánea y ejemplar ciudadanía.(...)".
Siendo para la II República
un compromiso y un deber el intentar minimizar en lo más posible las
diferencias existentes, tanto en el orden social como en el orden cultural,
entre la España rural y la España urbana, pudiendo así conseguir que la cultura
pasara a ser un bien para todos y nos sólo como un bien de consumo de las clases
privilegiadas; además de servir de cauce para la modernización de la España
rural, pues el campesinado español estaba sumido en el aislamiento y vivía
ajeno a los cambios que se estaban produciendo en el mundo.
Las actividades del recién creado Patronato se dividían en tres partes:
- Fomento de la cultura
popular. Creándose un Servicio de Bibliotecas volante al que pudieran acudir
los habitantes de los pueblos visitados y así estimular el gusto por la lectura
de relatos breves, poemas y romances.
- Orientación pedagógica de
las escuelas. Con una doble función: Visitar a las escuelas rurales para tener
conocimiento de sus necesidades más apremiantes, e impartir lecciones
prácticas, cursos y hacer excursiones educativas que proveyeran a los maestros
rurales de mayores recursos metodológicos y teóricos; en un intento de
complementar la labor educativa de los maestros.
- Educación ciudadana de las
poblaciones rurales. Explicando el espíritu de la República y de la
Constitución de 1931; sirviéndose de charlas y debates abiertos, intentando que
fueran de un modo próximo, donde se hablaría de los derechos y deberes de los
ciudadanos, y de los fundamentos de la democracia.
Y además se pondrían en
marcha las secciones itinerantes siguientes: el Teatro y Coro del Pueblo, un
Museo del Pueblo, un Servicio de Cine y Proyecciones, un Retablo de Fantoches y
el préstamo de gramófonos y discos de pizarra con un Servicio de Música.
"Las
Misiones añaden hoy algo nuevo, dirigido todo lo suyo, a educar la inteligencia
y el goce del pueblo. Un museo de Pintura, que irá circulando de pueblo en
pueblo. Un Museo muy pequeñito, muy reducido, muy pobre, pero, al fin, un
museo, no para los que han viajado, para los que han ido a Madrid o siquiera a
las capitales de provincias y han visto otros museos mejores, y sobre todo el
nacional del Prado, que es en pintura la mayor riqueza de are que existe en
España; eso no tiene necesidad de este Museo ambulante; no es para ellos, sino
para los que viven en aldeas apartadas, los que no han salido de ellas o han
salido a las cabezas de partido, donde no hay Museos; los que, si han visto
alguna estampa o algún cromo, no han visto nunca verdaderos cuadros o no
conocen ninguna obra de los grandes pintores. (...)" ("Memoria
del Patronato de Misiones Pedagógicas. (Septiembre de 1931 - Diciembre de
1933)", página 35. Madrid, 1934).
Aunque al principio no se
recibirían muchas solicitudes para que las Misiones Pedagógicas acudieran a los
pueblos, poco a poco irían aumentado; llegando al extremo de que sería necesario
realizar una serie y rigurosa selección con los medios de que disponían, dando
prioridad a los más apartados y pequeños.
En unas camionetas un tanto
desvencijadas llegarían a aldeas perdidas bibliotecas itinerantes, películas,
obras de teatro, museos ambulantes. Pueblos donde el 70% de los hombres eran
analfabetos, y en donde el número de mujeres sin saber leer ni escribir era aún
mucho mayor. Por lo que se convertiría en una obsesión para las autoridades de
la República el animar a la lectura; teniendo en cuanta que en datos del año
1930 un 42,30% de la población española era analfabeta, (un 31,1% de los
mayores de 10 años, y en caso de las mujeres ascendía al 38,1% de las mayores
de 10 años). Por lo que el Gobierno de la República, junto a las Misiones,
desplegaría una amplia red de bibliotecas, tanto fijas como ambulantes, para
incentivar la lectura y que ello sirviera para:
"Despertar
el amor a la lectura, llevando libros a las gentes que ahora no van ni irán ya
a la escuela, haciéndoles con la lectura en alta voz, como hacen las misiones,
gustar los placeres que los libros encierran".
El Patronato de Misiones
Pedagógicas, un proyecto basado en la solidaridad cultural, estaría presidido
por Manuel Bartolomé Cossío, y actuando como secretario Luis Álavarez
Santullano, y en el que colaborarían alrededor de quinientos voluntarios:
maestros, intelectuales, artistas, jóvenes estudiante, afamados poetas, grandes
escritores,... pudiendo destacar de entre ellos a Luis Cernuda, María Zambrano,
Alejandro Casona, María Mliner, Rafael Diestre, Antonio Sánchez Barbudo, ...
"Las actividades que
las Misiones Pedagógicas desarrollaban en cada pueblo solían ser:
1.- Una "Biblioteca
Popular". La selección de libros para las mismas corría a cargo de Matilde
Moliner con la ayuda de Antonio Machado.
3.- Un "Coro del
Pueblo", dirigido por Eduardo Martínez Torner, donde principalmente se
enseñaban y ensayaban canciones populares regionales.
4.- Un "Museo Itinerante
de Pintura", donde se les enseñaba copias de cuadros del Museo del Prado,
enseñándoles las características principales de cada uno. Lo dirigía Ramón
Gaya.
5.- La documentación gráfica
corría a cargo del cineasta José Val del Omar. Se proyectaban películas de cine
mudo, principalmente de Charlot, explicando a la gente el argumento de la
película, ya que, dado el analfabetismo del mundo rural, a la gente les
costaría entender lo que estaban viendo." (Rutas http://xn--blicas-bva.com/ "Las Misiones
Pedagógicas en la II República. Parte II").
Entre 1931 y 1936, el
trabajo del Patronato (y a pesar de los intentos de sabotaje durante el Bienio
Negro, que reduciría de manera drástica los presupuestos para las misiones
Pedagógicas por parte, sobre todo,de la CEDA), llegaría a casi 7.000 aldeas y
pueblos, a través de 196 circuitos de Misiones Pedagógicas. Hasta el 31 de
marzo de 1937 repartirían 5.522 bibliotecas, que sumaban un conjunto de más de
600.000 libros. Las Exposiciones Circulantes de Pintura del Museo del Pueblo
llegarían a 179 localidades y el Coro y Teatro del pueblo realizaría 286
actuaciones.
En las "Memorias del Patronato de Misiones Pedagógicas" se recogían las vivencias de los "misioneros". Veamos la narración de la experiencia vivida por uno de ellos en la localidad segoviana de Ayllón:
"No
había más que el salón de baile del pueblo: una gran panera, con el suelo de
tierra y un pequeño tinglado para los músicos, donde se instalaron los
operadores de cine. Local sin ventilación apenas, sin asientos, y naturalmente,
sin sombra de calefacción, se prestaba mal a nuestro tipo de trabajo. Más de
quinientas personas, mozos, viejos y chiquillos con bufanda y boina puesta;
muchos fumando. Mujeres, mozas y viejas, que cada día aumentaban en número y se
pasaban la sesión entra de pie. Algunas contadísimas, sentadas en los bancos
que trajeron de la iglesia. Y era necesario trabajar en esas condiciones. El
rumor de tantos pies, el inquieto removerse de gente tan mal instalada, forma
un fondo poco propicio a la charla familiar que hubiésemos querido. Entre
película y película (que el primer día se pasan a mano por falta de voltaje)
damos discos, que quedan ahogados entre aquella masa, perdiendo sus matices más
delicados. Las películas (que a las gentes les parecen maravillosas) salen muy
imperfectas y a nosotros nos descorazonan. En un descanso ponemos canciones
populares; cantares asturianos y aires gallegos. Va después una canción
montañosa. Cuando se empieza a oír el tamboril y la dulzaina con su ritmo
típico, la gente se calla y la voz del cantor, una hermosísima voz varonil,
hace el silencio absoluto; el pueblo reconoce sus coplas y las oye con
emocionado silencio; al repetirse el tema, lo corean en voz baja, y al final
aplauden entusiasmados pidiendo otra vez la misma canción. Todas las noches ha
sido necesario repetir esta copla,. la llaman "la nuestra".
Para el segundo día ya se ha improvisado una manivela. Las películas, muy hermosas, pasan ahora con toda perfección. Muchos espectadores se quitan la gorra cuando se empieza a hablar. Ya saben algunos que no deben fumar. Hay más mujeres y más asientos en la sala. Menos bufandas. Más silencio. Esta rápida adaptación se va acentuando. El sábado podemos leer ya poesías. No hay necesidad de reclamar silencio; las películas, la música, y , sobre todo, la convivencia, han hecho el milagro." ("Memoria del Patronato de Misiones Pedagógicas (Septiembre de 1931 - Diciembre de 1933)". Pág. 35. Madrid, 1934).
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