Edgar Straehle
Licenciado en historia,
filosofía y antropología (Universidad de Barcelona). Doctorado con una tesis
sobre el pensamiento de Hannah Arendt. Autor de Claude Lefort.La inquietud de
la política (2017) (*)
El reciente éxito de Vox en
las elecciones andaluzas ha provocado que ciertos fantasmas del pasado nos
hayan turbado de nuevo. De ahí que una relectura de las reflexiones que Arendt
hizo sobre el totalitarismo y el fascismo sea pertinente en estos tiempos.
Ahora bien, como ha recordado Enzo Traverso (en Las nuevas caras de la
derecha), no hay que confundir las nuevas formas de extrema derecha o de lo
que llama posfascismo con los rostros clásicos del fascismo de
entreguerras. Y del mismo modo que Federico Finchelstein (Del fascismo al
populismo) ya destacó cómo la emulación y la creatividad se combinaban en
la expansión del fascismo por los diferentes países del globo,
con mayor razón habría que señalarlo en un sentido temporal, prácticamente un siglo después de la génesis del fascismo en Italia: para empezar, es preciso tener en cuenta factores como que el papel actual de la violencia o la democracia son muy distintos. Por ello, toda lectura actualizada de Arendt, además de no recaer en los errores históricos o de diagnóstico en los que incurrió en su momento, debe ser consciente de estas diferencias y no puede basarse en una simple repetición de lo que ella dijo en aquel entonces. Los siguientes son los puntos que hemos querido rescatar de ella y que pueden servir como un punto de partida para analizar las extremas derechas actuales.
con mayor razón habría que señalarlo en un sentido temporal, prácticamente un siglo después de la génesis del fascismo en Italia: para empezar, es preciso tener en cuenta factores como que el papel actual de la violencia o la democracia son muy distintos. Por ello, toda lectura actualizada de Arendt, además de no recaer en los errores históricos o de diagnóstico en los que incurrió en su momento, debe ser consciente de estas diferencias y no puede basarse en una simple repetición de lo que ella dijo en aquel entonces. Los siguientes son los puntos que hemos querido rescatar de ella y que pueden servir como un punto de partida para analizar las extremas derechas actuales.
1. “Las soluciones totalitarias pueden muy bien sobrevivir a la caída de los regímenes totalitarios bajo la forma de fuertes tentaciones, que surgirán allí donde parezca imposible aliviar la miseria política, social o económica en una forma valiosa para el hombre” (Los orígenes del totalitarismo).
No hay que dejarse llevar
por los mitos o las ilusiones del progreso. Las tentaciones totalitarias o sus
imitaciones pueden rebrotar en cualquier momento. El pasado, por malo o
terrible que haya sido, no tiene por qué estar superado ni quedar atrás de
manera definitiva. Por supuesto adquirirá rostros nuevos en el presente, y por
eso a falta de una palabra mejor se ha preferido hablar de movimientos
neofascistas o posfascistas, pero no por eso se pierden las líneas de
continuidad con el pasado. El movimiento puede ser nuevo, tal y como Aleksandr
Dugin lo ejemplifica y explica en su Cuarta teoría política, aunque
eso no quiere decir que no se asomen viejos fantasmas que nos son bien
conocidos. Por ello mismo no se debe dar por descontado que esos movimientos de
extrema derecha vayan a hacer un futuro viraje hacia al centro en aras de
conseguir un mayor éxito electoral. Como dijo Arendt, en su momento fue un
enorme fallo “no haber considerado seriamente lo que los propios nazis decían”.
2. “Resulta
muy inquietante el hecho de que el Gobierno totalitario, no obstante su
manifiesta criminalidad, se base en el apoyo de las masas. (…). El apoyo de las
masas al totalitarismo no procede ni de la ignorancia ni del lavado de cerebro”
(Los orígenes del totalitarismo).
El apoyo al totalitarismo,
al fascismo o a la extrema derecha no se debe explicar simplemente desde las
variantes de un discurso clasista que reduzca a sus votantes al estatuto de
masa o de personas ignorantes (y que de paso ahorra a sus contrincantes la
necesaria tarea de la autocrítica). Hay algo más. Es preciso intentar
comprender qué razones han empujado a sus votantes y no hay que menospreciar la
importancia de otros factores. De ahí que pensadores como Peter Sloterdijk o
Slavoj Zizek quisieran recuperar hace décadas la importancia del cinismo: el
problema entonces no es el del clásico del “no saben lo que hacen”. Por lo
menos una buena parte de los votantes de Vox es plenamente consciente de qué
está votando y hay que asumir que un gran número de ellos, en otros aspectos,
pueden ser no tan diferentes a nosotros. Se trata de algo que Arendt ya dejó
caer en un texto breve de 1944, Culpa organizada, y que constituye uno
de los hilos conductores más importantes que atraviesan su libro Eichmann
en Jerusalény su tesis sobre la banalidad del mal. Para ella, el problema
no era tanto el nivel cultural o el grado de inteligencia del jerarca nazi
cuanto aquello que denominó Gedankenlosigkeit: su pérdida de la
facultad de pensar, de pensar realmente o reflexionar, de pensar críticamente y
de moverse más allá de sus prejuicios o de esforzarse en pensar desde el punto
de vista de otra persona. Y como sabemos, algo que en lo que recientemente han
escarbado Johann Chapoutot en La revolución cultural nazi y
Christian Ingrao en Creer y destruir, ese fue un problema que
también afectó de lleno a numerosos pensadores e intelectuales de primera
línea. Dejemos, pues, el discurso de las masas ignorantes para otro momento.
3. “Desde
el punto de vista de una organización que funciona según el principio de que
todo el que no esté incluido está excluido, todo el que no está conmigo está
contra mí, el mundo en general pierde todos los matices, diferenciaciones y
aspectos pluralistas” (Los orígenes del totalitarismo).
La retórica de extrema
derecha favorece una dicotomización, un antagonismo y un maniqueísmo radical y
generalizado donde todo se reduce a lo bueno o lo malo. O lo necesario, como
cuando Vox en un oportuno giro del síndrome There is no alternative se
presenta como un partido de “extrema necesidad”, y lo destructivo. Se propaga
así la lógica binaria amigo-enemigo (enemigo de España en este caso) y con ello
se pierden las opciones intermedias y se lastima gravemente la pluralidad del muny de ldemocracia. Abascal mismo ha reconocido de manera abierta que " La politica es la guerra"".
Probablemente nos adentraremos por ello en una
terminología política más subida de tono y más beligerante que además será
elogiosamente presentada como una necesaria muestra de sinceridad que se
contrapondrá a la hipocresía de sus enemigos.
4. “Una
diferencia fundamental entre las dictaduras modernas y las tiranías del pasado
es la de que en las primeras el terror ya no es empleado como medio de
exterminar y atemorizar a los oponentes, sino como instrumento para dominar
masas de personas que son perfectamente obedientes” (Los orígenes del
totalitarismo).
El discurso del miedo no se
utiliza en este contexto para amedrentar a los otros sino que se dirige a los
propios seguidores como un instrumento de movilización. De ahí que la extrema
derecha cultive lo que podríamos llamar una industria del miedo: cuanto más
miedo mejor, más podrán apelar y justificar su discurso de la seguridad. El
problema es que han sido ellos mismos quienes han fomentado y son cómplices de
ese discurso de la inseguridad; son ellos quienes cultivan y propagan la misma
inseguridad frente a la cual falsamente se presentan como remedio y solución.
La sensación de inseguridad es uno de los principales motores de su
crecimiento.
5. “El
hecho es que, tanto Hitler como Stalin, formularon promesas de estabilidad para
ocultar su intención de crear un estado de inestabilidad permanente” (Los
orígenes del totalitarismo).
Lo que se promete es un
discurso de estabilidad y seguridad que no cesa de encubrir, provocar y generar
exactamente lo contrario. Ya no importa tanto quién es el enemigo concreto (el
separatismo catalán, el feminismo, la migración…), pues cada amenaza vencida o
acallada será oportunamente sustituida por otra que sea equivalente. O se
impulsarán teorías de la conspiración para hacer omnipresentes esas amenazas.
En realidad, Vox ya lo ha hecho en su aún breve historia. Por ejemplo, en
su Manifiesto
Fundacional, no hay ni una sola mención a la migración. Fue más tarde, algo
que ya encontramos en las 100
medidas para la España viva, cuando lo colocaron de forma oportunista como
uno de los ejes (populistas) de su discurso. En un principio tampoco se
refirieron explícitamente al feminismo, mientras que ahora, como ha hecho
Javier Ortega Smith (el número 2 de Vox), ya hablan sin tapujos de las feminazis totalitarias.
Por supuesto, en su opinión los fascistas y los totalitarios son siempre los
otros, y lo mismo seguirá sucediendo según los requerimientos de cada contexto.
Por todo eso, no conviene tomarse demasiado en serio algunos puntos de su
ideario o esforzarse en ver las contradicciones de su discurso: es un partido
que se mueve más en el terreno de una ideología práctica, a menudo
deliberadamente poco definida, que, cuando menos de cara al electorado, se
alimenta de clichés, bulos y prejuicios.
6. “El
factor inquietante en el éxito del totalitarismo es más bien el verdadero
altruismo de sus seguidores” (Los orígenes del totalitarismo).
Si bien convendría saber si
ha habido apoyo monetario externo y si Steve Bannon ha tenido algo que ver en
el actual auge de Vox, hay que tener en cuenta que muchos de sus seguidores son
“abnegados” voceros, embajadores y propagandistas suyos. Solo hay que mirar los
numerosos usuarios anónimos de las ediciones digitales de diarios como El
Mundo, ver qué comentarios escriben y cuáles son los votados como los mejores y
más populares. Hace tiempo que ahí hay una llamativa hegemonía y ubicuidad de
los seguidores de Vox. Todo esto se nutre tanto de su relato épico y de su
apropiación de lo transgresor como de la lógica del antagonismo y del
resentimiento que practican. Vox es ante todo un partido “anti”:
anticomunista, antiseparatista, antifeminista, etc. Es cuestión de tiempo, si
no lo han hecho ya, que imiten la anterior postura de Marine Le Pen (quien ya
ha felicitado a sus “amigos de Vox” por sus resultados en Andalucía) y se
declaren a sí mismos como unos auténticos antisistema. Su relato épico y viril,
y no por casualidad retratan al PP como “la derechita cobarde”, también se
presenta como aquel que se atreve a desafiar verdaderamente lo que ven como lo
políticamente correcto y el mismo establishment en sí. Tampoco
debe extrañar que, pese a alimentarse de ellos, esta formación no tenga reparos
a la hora de despreciar públicamente a los media, algo que ya han
sabido hacer Trump o Salvini.
7. “La
propaganda de masas descubrió que su audiencia estaba dispuesta al mismo tiempo
a creer lo peor, por absurdo que fuera (…). Las mentiras que los movimientos
totalitarios inventan para cada ocasión, así como las falsificaciones cometidas
por los regímenes totalitarios, son secundarias respecto de esta actitud
fundamental que excluye la distinción misma entre verdad y falsedad” (Los
orígenes del totalitarismo).
La misma verdad queda tocada
por las nuevas formas de propaganda y cada vez más solamente se cree en aquello
que confirma los propios posicionamientos políticos y prejuicios. La realidad
de los hechos queda cada vez más postergada frente a las interpretaciones
sesgadas e interesadas que se sobreimprimen sobre ellos. El actual auge de la
posverdad no es en modo alguno ajeno al ascenso de la extrema derecha. Eli
Pariser ya advirtió de los numerosos peligros de ese “filtro burbuja” (bubble
filter) que rige en redes como Facebook o en buscadores como Google. Las
empresas tecnológicas han implementado filtros personalizados por los que
recibimos la información que esas compañías deducen que es la que deseamos, con
lo que de forma involuntaria, mediante nuestros clicks y
búsquedas, favorecemos la construcción de mundos homogéneos y que aspiran a
estar hechos a nuestra medida. “Abandonados a su suerte, añade Eli Pariser, los
filtros personalizados presentan cierta clase de autopropaganda invisible,
adoctrinándonos con nuestras propias ideas”. Pero hay que tener cuidado:
también hay una amplia dosis de posverdad fuera de la extrema derecha que no
deja de contribuir a lo que está sucediendo. Según Timothy Snyder (Sobre la
tiranía), la posverdad ya nos emplaza en el terreno del prefascismo. Por
ello, es necesario analizar y replantearse el uso actual de la prensa y de las
redes.
8. “Lo
que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados,
sino sólo la consistencia del sistema del que son presumiblemente parte (…). La
propaganda totalitaria establece un mundo apto para competir con el real” (Los
orígenes del totalitarismo).
Lo que se intenta generar
desde la extrema derecha es una especie de mundo sustitutivo, uno acorazado
frente a la crítica exterior y donde toda disonancia o discrepancia es
rápidamente desautorizada como un discurso del enemigo (a batir). Por eso el
debate político con sus más fervientes partidarios no existe en estos casos.
Los intentos de discusión son rápidamente zanjados afirmando que los auténticos
totalitarios, los malos, los ladrones o los corruptos son siempre los otros
(especialmente las izquierdas, las feministas o los enemigos de España).
Pensemos en las fakesnews inventadas en Brasil para hacer
ganar a Bolsonaro y difundidas masivamente por Whatsapp: desde la foto trucada
del Ferrari de Fernando Haddad, el candidato rival, hasta las afirmaciones de
que éste distribuía kits gays para niños de 6 años en las escuelas o defendía
el incesto y la pedofilia. En España ya hace tiempo que hay diarios que han
cumplido una función semejante y que han preparado el camino para el ascenso de
una formación como Vox. Y este mismo partido ha comenzado a hacer campañas
eficaces en Whatsapp, como la de “eres de Vox y no lo sabes”. Este partido está
ahora mismo en una fase inicial, pero ya está comenzando a saber usar las redes
sin ningún tipo de reparo y es fácil deducir que es una herramienta que
potenciará mucho más en el futuro.
9. “La
razón fundamental de la superioridad de la propaganda totalitaria sobre la
propaganda de los otros partidos y movimientos es que su contenido (…) ya no es
un tema objetivo sobre el que la gente pueda formular opiniones, sino que se ha
convertido dentro de sus vidas en un elemento tan real e intocable como las
reglas de la aritmética” (Orígenes del totalitarismo).
Lo que se promueve es la
forja de una suerte de solipsismo colectivo que se cierra a los datos de la
realidad externa. Como escribió Arendt en Las semillas de la
internacional fascista (1945), un tema que por cierto es muy actual,
“siempre fue una marca de contraste de la propaganda fascista, demasiado poco
advertida, el que no se contentaba con mentir, sino que deliberadamente se
proponía transformar sus mentiras en realidad”. El peligro del fascismo es que
intenta establecer lo que Simona Forti (El totalitarismo) ha llamado un
régimen de la “mentira performativa”; de una mentira que ya no es la de la
ocultación de una realidad determinada y circunscrita, sino una que busca la
difusión de mentiras productivas, totalmente desvinculadas de cualquier verdad
de hecho, y que con el tiempo pasan a recibir el estatuto de realidades
indudables y cotidianas. Pronto veremos cómo se intentará que muchos de sus
prejuicios pasen a ocupar una centralidad mediática, como si fueran problemas
reales y de primer orden. Tendremos que debatir de nuevo cosas que ya hace
tiempo que creíamos superadas. De ahí también, quizá, que Vox se proponga rechazar la jurisdicción del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos.
10.
Addenda. “El mayor peligro a la hora de
reconocer que el totalitarismo es la maldición del siglo sería el de
obsesionarse con él al extremo de cegarse a los numerosos males pequeños y no
tan pequeños que pavimentan el camino al Infierno” (Los huevos se rompen al
hablar).
Hay un interrogante que
sigue sin respuesta. ¿Cómo vencer a estas nuevas extremas derechas? Ellas
intentan monopolizar los temas de la discusión pública y volverse
omnipresentes. El mismo miedo que generan no deja de funcionar como un
instrumento gratuito de propaganda. ¿Obsesionarse con los partidos de extrema
derecha es una manera de reforzarlos y concederles la oportunidad de establecer
el marco de la agenda y del debate político? ¿No hacerlo es una forma de
permitir su ascenso impune y paulatino? Lo que está claro es que no se puede
tolerar que su programa político sea comprado por los otros partidos ni tampoco
que los otros problemas políticos, que no son pocos en España, sean dejados de
lado. No hay que olvidar que la misma crisis de la democracia española es una
de las principales fuentes de legitimación de este auge de la extrema derecha
y, por ello, que cuanto peor vaya la democracia más votantes ganará Vox. Hay
muchas formas de combatir Vox que van más allá de una postura como la del
confrontacionismo. Ahora bien, también hay que tener en cuenta que el
electoralismo cortoplacista o las propias lógicas internas de los otros
partidos políticos no invitan al optimismo.
Fuente: De Re historiografica.
https://derehistoriographica.wordpress.com/2018/12/07/diez-observaciones-sobre-la-nueva-extrema-derecha-una-aproximacion-desde-hannah-arendt/#more-1062
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