Por Miguel Angel Domenech Delgado
La Iliada, nos anima a ser todos ese género de
profetas activos, como Hector decía a sus atemorizadas tropas: “el único augurio
seguro es luchar por la patria”.
La
única decisión libre posible es la decisión imposible, pues si fuera únicamente
posible, seria puramente calculable y no seria una decisión sino una
ecuación que hubiese que aplicar de una formula dada o de
un código no decidido por nosotros. Cualquier decisión libre es por lo
tanto siempre empujar un punto la imposibilidad.
El
juego que nos propone el entusiasmo por lo imposible se sitúa en un
tablero entre “lo que es” y lo “que debe ser”. De lo “que es”
nunca puede derivarse ninguna acción política salvo la de conservación de
intereses dominantes. Es únicamente una descripción de un estado de cosas
existente, y nada fortalece más a lo existente que considerar que su existir
como tal sea lo constitutivo de sentido. Lo “que debe ser” es la
posición crítica de la exigencia normativa y de la promesa política.
A este par debemos añadir, el tercero, el de la prudencia de
Aristóteles, el de la contingencia y de la humilde condición humana, el del
“podría ser”. Porque ningún “happy end” está garantizado.
De
esta manera la propuesta política no puede ser nunca un dogma, ni una
utopía, ni una profecía, sino una promesa y un empeño.
Consideradas
asi las cosas, decir el político profesional,
en rigor, es un oxímoron pues la profesión de político seria la de aquel que
excluye de su campo lo que “no puede ser”
en tanto que toda profesión es una habilidad, un conocimiento cierto sobre lo
que es cierto. El político profesional no es político por cuanto no es humano.
Lo propio de lo humano, en efecto, es lo perteneciente al mundo de lo libre y
no de lo necesario, lo constituido por la ley humana no por la ley de la
naturaleza, no es el instinto sino lo instituido.
Se
podría ir aún mas lejos, que cada cual se atreva a hacer ese viaje. Sapere aude!.
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